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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9304 - Febrero 1 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>América
Latina</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Optimismo y
cambio</FONT></STRONG> <BR><BR><STRONG>Luis Hernández Navarro<BR>La Jornada,
México, 31-1-06</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>Optimismo. Ese es el estado de ánimo que parece comenzar a
prevalecer en sectores del movimiento popular latinoamericano. Después de muchos
años de derrotas y de unas pocas victorias, los dirigentes sociales del área
comienzan a sentir no sólo que el neoliberalismo puede ser derrotado, sino que
se encuentra en situación de franco declive. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Esa sensación tiene bases justificadas, al menos
parcialmente, en algunos países. Poderosas revueltas de la gleba han tumbado a
buen número de presidentes que traicionaron sus compromisos de campaña.
Decididas acciones defensivas han frenado la privatización de bienes y servicios
públicos. Los pueblos indígenas se han convertido en potente actor político con
vocación transformadora. En años recientes, la acción de los movimientos
populares ha creado condiciones favorables para que se instalen gobiernos
progresistas. El triunfo de Evo Morales en Bolivia ha hecho crecer aún más esta
esperanza de que el cambio es posible. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El optimismo es bueno porque hace crecer la confianza en
las propias fuerzas y predispone a los movimientos a dar luchas que pueden
ganar. Estimula su acción. Sin embargo, tal como se ha producido, también
propicia el surgimiento de falsas expectativas. Fomenta ilusiones que están
lejos de corresponder a la realidad. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El campo popular se enfrenta en América Latina a hechos
que no permiten optimismo. El empleo formal crece en niveles mucho más bajos que
el de la población. La precariedad y la flexibilidad laborales han crecido
mientras los salarios reales van a la baja. Más de 4 mil empresas estatales han
sido privatizadas en la región. Las redes de protección social se han
deteriorado significativamente. Gran número de plantas maquiladoras se han
trasladado a China. Los sindicatos han perdido presencia y capacidad de
negociación. </DIV>
<DIV align=justify><BR>De la mano del desempleo y falta de futuro han crecido
entre la juventud la delincuencia, el pandillerismo y la drogadicción. En países
como México, El Salvador, Ecuador o Uruguay la emigración ha alcanzado niveles
sorprendentes. Las remesas se han convertido en la válvula de escape de millones
de familias y en la tabla de salvación de no pocas economías. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Todos estos elementos estimulan la desintegración de las
comunidades y del tejido social que sirve de sustento a los movimientos
populares. Erosionan severamente las formas de mediación política y social
tradicionales. Salvo casos muy puntuales en los que se resiste con éxito la
ofensiva neoliberal, sigue avanzando la restructuración del mundo del trabajo.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>La oleada de nuevo optimismo ha precipitado una euforia
sobre las posibilidades de la integración latinoamericana. Cada vez se habla más
de la "patria grande" y de una región unida enfrentando los retos de su
desarrollo. Se han creado grandes expectativas en el papel que pueden desempeñar
los gobiernos progresistas de la región en la creación de un bloque. Iniciativas
como TeleSUR o Petroamérica alimentan este ánimo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, la realidad es mucho más compleja de lo que
parece. En la región hay una preocupación real con la hegemonía brasileña. Su
poderío económico y militar es apabullante. Los choques, a nivel de gobiernos,
pero también de pueblos entre Uruguay, Brasil y Argentina no sólo no disminuyen,
sino que han crecido. La posibilidad de que Uruguay firme un tratado de libre
comercio con Estados Unidos ha generado gran malestar dentro del Mercosur.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es cierto que, como dice el presidente Hugo Chávez, en
Mar de Plata se enterró el Area de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Pero
ese muerto puede revivir en cualquier momento. Mientras tanto, avanzan los
acuerdos comerciales que Washington está firmando o negociando con naciones y
grupos de naciones en la región. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En contrapartida, el ALBA (Alternativa Bolivariana para
la América), aunque sea un hecho entre Venezuela y Cuba, para el resto del
continente está lejos de ser una realidad. Es cierto que Venezuela cambia
energéticos por vaquillas preñadas e incubadoras con Argentina, planea dotar de
gasolina a Bolivia a cambio de soya y carne de pollo y suministra petróleo
barato a los pequeños países del Caribe. Pero falta aún mucho para ver si el
modelo se consolida y, sobre todo, que se extienda. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Kirchner en Argentina logró vencer al Fondo Monetario
Internacional en su pulso sobre el pago de su deuda, y ha obligado a varias
trasnacionales que operan servicios públicos a actuar bajo control estatal. Pero
los gobiernos progresistas de la región han abandonado la demanda de no pagar la
deuda externa e incluso han decidido, como Brasil y Argentina, pagarla por
adelantado. La reivindicación de que esa deuda es inmoral e injusta es
enarbolada aún por los movimientos de base, mas no tiene eco en las
administraciones. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Los gobiernos de Brasil y Uruguay han puesto a caminar un
reformismo sin reformas, que en el caso del primer país ha producido ya gran
desencanto. El brillo de la política internacional de Lula ha comenzado a
oscurecerse con su papel en las recientes negociaciones de la Organización
Mundial del Comercio (OMC). El llamado socialismo del siglo XXI, enarbolado por
Hugo Chávez, es más un enunciado que una propuesta estructurada. En casi todo el
continente existen movimientos de base que han chocado con esos gobiernos
progresistas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Ha retomado el movimiento popular la ofensiva? Sí,
ciertamente ha desplegado sus fuerzas y ha ganado importantes batallas. No
obstante, no puede afirmarse que el neoliberalismo en el continente haya sufrido
una contundente derrota o esté arrinconado y a la defensiva. Las grandes
empresas siguen manejando, en lo esencial, la economía de la región y tienen
enorme influencia en las políticas públicas. Los organismos financieros
multilaterales gozan de cabal salud. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Sería, pues, conveniente aderezar ese optimismo en las
posibilidades del cambio con un poco de moderación. Después de todo, no hay que
olvidar que un pesimista es un optimista bien informado.
<HR>
<STRONG><FONT color=#000080>La información contenida en el boletín es de fuentes
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Ernesto Herrera: </FONT></STRONG><A
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<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>