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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9322 - Febrero 5 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>América
Latina</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>La mentira como principio de
política exterior de Estados Unidos hacia América
Latina</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Atilio A. Borón</FONT></STRONG>
</DIV><STRONG></STRONG>
<DIV align=justify><BR><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Foreign Affairs (en español) enero-marzo
2006</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.foreignaffairs-esp.org/"><STRONG>http://www.foreignaffairs-esp.org/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR><BR>Este trabajo se propone analizar el papel de América
Latina en la política exterior estadounidense. El derrumbe del orden bipolar fue
acompañado por el vigoroso renacimiento de añejas teorizaciones que, en
síntesis, plantean la tesis de la irrelevancia de nuestros países. Esto
obedecería a su escaso interés estratégico y económico, sobre todo si se les
compara con Medio Oriente, Asia Central o el Sureste Asiático, para no hablar de
Europa. Una de sus variantes, tal vez la más radical, subraya que nuestra
irrelevancia responde a una dolorosa realidad: América Latina ha sido, en
verdad, una construcción mítica, una imagen fantástica huérfana de todo sustento
real. Como no existimos, mal podría haber una política hacia nosotros. La tesis
de este trabajo es que sí existimos, que por eso Washington tiene una política
muy definida y relativamente invariante hacia América Latina, y que la tiene
porque nuestra región le importa, y mucho. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>LA PERNICIOSA HERENCIA DEL COLONIALISMO
</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Que el tema de nuestra supuesta irrelevancia -- o de la
"irrealidad de la realidad" latinoamericana -- no es nuevo lo demuestra
sobradamente y con una infrecuente combinación de elegancia estilística y
profundidad de razonamiento un notable ensayo de Roberto Fernández Retamar,
Calibán, originalmente aparecido en el año 1971 como respuesta a una insidiosa
pregunta que se le formulara acerca de este mismo tema: "¿Existen ustedes,
existe América Latina?" </DIV>
<DIV align=justify><BR>Las reflexiones de Fernández Retamar evidencian, a partir
de un minucioso recorrido histórico, la excepcionalidad del proceso de
construcción de las sociedades latinoamericanas -- simbiosis única entre los
mundos precolombinos, europeos y africanos -- y la definida identidad resultante
de ella. Identidad que, al igual que la europea o la estadounidense, no implica
uniformidad sino una fecunda diversidad dentro de un espacio histórico-cultural
común. No obstante, una de las desafortunadas consecuencias de esta creación
civilizatoria ha sido la persistencia -- abonada por más de tres siglos de
dominación colonial, y casi cuatro en Cuba y Puerto Rico -- de arraigadas
actitudes de subordinación cultural e ideológica entre los grupos dirigentes y
amplios sectores de la intelectualidad latinoamericana. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Precisamente, una de las manifestaciones de esa
"colonialidad" es la pertinaz negación de la existencia misma de América Latina,
de la historia común de sus países, de su rica y variada cultura también común y
de su futuro inevitablemente compartido. El pasado, el presente y el futuro,
amén de la geografía, nos confieren esa identidad. El intelectual colonizado,
fiel a la tradición imperial de "ninguneo" a las colonias -- invariablemente
percibidas como pueblos bárbaros y justos merecedores del sistemático pillaje al
que se ven sometidos -- asume como propia la visión del mundo de los amos. Todos
los imperios consideraron a sus dominados como inferiores, bárbaros,
despreciables, a tal punto que su propia condición humana, tanto ayer como hoy,
aparecía frecuentemente en cuestión. Así pensaban los romanos de la Galia e
Iberia, las actuales Francia y España; Inglaterra nada menos que de India, una
de las civilizaciones más antiguas y exuberantes del planeta; y así piensa hoy
la clase dirigente de Estados Unidos en relación con casi todo el resto del
mundo, incluyendo como una de sus más recientes incorporaciones a la así llamada
"vieja Europa". </DIV>
<DIV align=justify><BR>En el campo de la política exterior esto se traduce en la
famosa tesis de la irrelevancia de América Latina, alentada tradicionalmente por
Washington, tal como antes lo hiciera la Inglaterra victoriana respecto de
India. En ambos casos se entiende muy fácilmente la lógica que preside ese
razonamiento: convencer al otro de su insignificancia y de su inferioridad
otorga al dominador una ventaja prácticamente decisiva en cualquier
controversia. Se comprende entonces la insistencia de algunos oscuros ocupantes
del Departamento de Estado o del Consejo Nacional de Seguridad en señalar
nuestra irremediable inferioridad, en decirnos que ocupamos un quinto o sexto
lugar en sus prioridades y en pedirnos que no pretendamos que se nos preste más
atención de la que compasivamente se nos otorga, casi como de favor. Como decía
antes, lo grave no es que tesis como ésta la expresen voceros de Washington; lo
realmente lastimoso y deplorable es que la misma sea tenida como válida por
supuestos expertos en asuntos internacionales y por gobernantes resignados y
claudicantes de nuestros países. En casos extremos, como en mi país, esta
actitud fue la justificación esgrimida para adoptar como principio cardinal de
la agenda exterior de Argentina la política de las "relaciones carnales" con
Estados Unidos, esto es, el más absoluto e incondicional alineamiento con
Washington en todos y cada uno de los temas internacionales. Hemos pagado
carísimo semejante desatino. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Para resumir: la doctrina de la "negligencia benigna" no
es otra cosa que una burda mentira, una actitud hipócrita que busca por medio de
este artilugio desalentar cualquier tentativa de cuestionar las relaciones de
subordinación establecidas entre la potencia dominante y nuestros países.
Condición previa de tal impugnación es tomar conciencia de nuestra verdadera
importancia para Estados Unidos y, seguidamente, desarrollar una estrategia
colectiva para redefinir, en concordancia con lo anterior, nuestras relaciones
con la Roma americana. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿IRRELEVANTES?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>La tesis de la irrelevancia, que sería "políticamente
incorrecto" justificar sobre bases racistas, aduce que América Latina no pesa en
el escenario internacional, que sus países no son "jugadores centrales" en la
arena mundial y sus economías no gravitan en los mercados globales. Pero esta
tesis se derrumba ante el peso de numerosas paradojas. Si América Latina fuese
tan irrelevante, ¿cómo se explica que Estados Unidos haya incurrido en una
secuencia interminable de intervenciones militares (más de 100 a lo largo del
siglo XX), invasiones, golpes de mercado, asesinatos políticos, sobornos,
campañas de desestabilización y desquiciamiento de procesos democráticos y
reformistas perpetrados contra una región carente por completo de importancia?
¿No hubiese sido más razonable una política de indiferencia ante vecinos
revoltosos pero insignificantes? Si no existimos, o si somos tan irrelevantes,
¿cómo explicar que haya sido precisamente ésta la primera región del mundo para
la cual Estados Unidos elabora, tan precozmente como en 1823, una postura
específica en su agenda de política exterior, la Doctrina Monroe? Si somos tan
poca cosa, ¿por qué Washington persiste durante más de 40 años con su bloqueo
contra Cuba, condenado hasta por Juan Pablo II? Si poco y nada valemos, ¿por qué
tanto empecinamiento por crear el ALCA? ¿Y si no existiera América Latina, cómo
se explica entonces el naufragio de ese proyecto de consolidación imperial?
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como vemos, la idea de nuestra supuesta irrelevancia no
resiste la menor prueba empírica. En realidad, América Latina tiene una
importancia estratégica fundamental para Estados Unidos, y es la región que le
plantea mayores desafíos en el largo plazo. En los años ochenta, en el apogeo de
la "guerra de las galaxias" de Ronald Reagan, había quienes decían que la URSS
era un problema transitorio para Estados Unidos, pero que América Latina
constituía un desafío permanente, arraigado en las inconmovibles razones de la
geografía. Tanto era así que en esos mismos años el personal diplomático
adscrito a la embajada de Estados Unidos en México era superior al que se
hallaba estacionado en todo el territorio de la Unión Soviética. Es que América
Latina es la frontera caliente de Estados Unidos, su inevitable contacto con la
periferia imperial, misma que somete y saquea, generando una vasta zona de
perpetuas turbulencias políticas que brotan de su condición, nada casual, de ser
la región con la peor y más injusta distribución de ingresos y riquezas del
planeta. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Si la Casa Blanca miente descaradamente al pueblo
estadounidense -- recordemos la historia de las famosas "armas de destrucción
masiva" que supuestamente había en Irak y las recientes declaraciones de Colin
Powell que exhiben su arrepentimiento por haberla avalado -- , ¿por qué no
habría de mentir a los latinoamericanos? La excepcional relevancia de nuestra
región fue adecuadamente subrayada por Colin Powell cuando dijera, en relación
con las expectativas depositadas por Washington en el ALCA, que: "nuestro
objetivo es garantizar a las empresas estadounidenses el control de un
territorio que se extiende desde el Ártico hasta la Antártica y el libre acceso
sin ninguna clase de obstáculo de nuestros productos, servicios, tecnologías y
capitales por todo el hemisferio". ¿Irrelevantes? Nótese la importancia de
nuestra región como un gigantesco mercado para las inversiones estadounidenses,
grandes oportunidades de inversión, fabulosas expectativas de rentabilidad
posibilitadas por el control político que Washington ejerce sobre casi todos los
gobiernos de la región, y todo esto en un territorio que alberga un repertorio
casi infinito de recursos naturales de todo tipo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>América Latina podría ser, en función de probables
desarrollos tecnológicos, la región que cuente con las mayores reservas
petroleras del mundo. No lo es hoy, pero podría serlo mañana. En todo caso, aun
en las condiciones actuales, es la que puede ofrecer un suministro más cercano y
seguro a Estados Unidos, dato harto significativo cuando sus reservas no
alcanzan para más de 10 años y las fuentes alternativas de aprovisionamiento son
mucho más lejanas y han entrado en una zona de creciente inestabilidad política
a causa de la tradicional torpeza con que Washington maneja estos asuntos. Medio
Oriente se ha convertido en un polvorín que puede estallar en cualquier momento,
donde el resentimiento antiestadounidense alcanza proporciones impresionantes
aun en los "Estados-cliente" como Egipto, Arabia Saudita y Turquía. Y las
cuencas petroleras de África Occidental y Asia Central carecen de las más
elementales condiciones políticas requeridas para garantizar un flujo estable y
previsible de petróleo hacia Estados Unidos. La obscena presión ejercida sobre
el gobierno venezolano desde la Casa Blanca tiene que ser vista a la luz de
estas realidades. </DIV>
<DIV align=justify><BR>América Latina tiene asimismo grandes reservas de gas,
dispone de algo más de la tercera parte del total de agua potable del planeta, y
es el territorio donde se encuentran los ríos más caudalosos del mundo y algunas
de sus mayores cuencas acuíferas. Una de ellas, la de Chiapas, ya ha sido
considerada como posible solución para enfrentar el inexorable agotamiento del
suministro de agua que afecta el Suroeste de Estados Unidos y que compromete el
acceso al vital liquido de poblaciones como Los Angeles y San Diego. Y si se
trata de biodiversidad, ¿cómo podría ser irrelevante una región que cuenta con
40% de todas las especies animales y vegetales existentes en el planeta? Esta
riqueza constituye un imán poderosísimo para las grandes transnacionales
estadounidenses, dispuestas a imprimir el sello de su copyright a todas las
formas de vida animal o vegetal existentes y, a partir de ello, dominar por
entero la economía mundial. Por algo el tema de los derechos de propiedad
intelectual tiene tanta prioridad para Washington, como lo atestiguan las
negociaciones en el seno de la Organización Mundial del Comercio. <BR>Por
último, desde el punto de vista territorial, América Latina es una retaguardia
militar de crucial importancia. Por supuesto, los funcionarios del Departamento
de Estado lo niegan rotundamente, pero los expertos del Pentágono saben que esto
es así. Por eso el empecinamiento de Washington por saturar nuestra geografía
con bases y misiones militares y su obstinación en garantizar la inmunidad del
personal involucrado en las mismas. Si fuéramos tan poco importantes como se nos
dice, ¿por qué la Casa Blanca se desvive proponiendo políticas que suscitan el
repudio casi universal en la región? </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>CONCLUSIONES</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>La importancia de América Latina no ha hecho sino
acrecentarse en los últimos tiempos. El fracaso de los experimentos
neoliberales, que ni encaminaron nuestras economías por la senda del
crecimiento, ni redistribuyeron la renta ni consolidaron nuestras frágiles
democracias, ha sumido a la región en una de sus más profundas crisis. Desde
México, en la frontera con Estados Unidos, hasta Argentina, pasando por América
Central y el Caribe, todo el mundo andino y Brasil, el signo de los tiempos es
el desencanto con la democracia, una creciente activación de la protesta social
y un resentimiento cada vez más extenso y profundo en relación con Estados
Unidos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay una vieja tradición de la política exterior
estadounidense hacia América Latina: mientras ésta se encuentre firmemente bajo
el control de Washington, la respuesta oficial es la "negligencia benigna", y
entonces la región queda relegada a un segundo plano. Sin embargo, en cuanto
despuntan algunos síntomas de rebeldía o de insubordinación, esta "irrelevante"
región del planeta asciende al primer plano de las preocupaciones de Washington,
desplazando rápidamente a otras supuestamente más importantes. Pruebas al canto:
bastó que un gobierno socialista moderado fuese democráticamente electo en
Chile, en 1970, para que esa misma noche la Casa Blanca emitiese la orden de
"hacer chirriar y gritar la economía chilena" y destinase ingentes sumas de
dinero para conjurar la amenaza representada por Salvador Allende. En los años
ochenta, el triunfo del sandinismo convirtió a Nicaragua en una gravísima
amenaza para la seguridad nacional estadounidense, y desencadenó una respuesta
de Washington violatoria de las más elementales normas del derecho
internacional. Lo mismo ocurriría con Granada, que pese a sus 344 kilómetros
cuadrados y sus 60000 habitantes también fue considerada por la administración
Reagan un peligro tan grande como para justificar la grotesca intervención
militar de 1983. A mediados de los sesenta, la posibilidad de un eventual
retorno de Juan Bosch al gobierno de República Dominicana había provocado el
desembarco de más de 40000 infantes de Marina y el aplastamiento de las fuerzas
insurgentes. A finales de los noventa y, en una progresión que ha llegado a
extremos sumamente preocupantes en los últimos años, Washington ha reaccionado
con virulencia inusitada ante la consolidación del gobierno de Hugo Chávez en
Venezuela, cuyas credenciales democráticas -- monitoreadas y supervisadas por la
OEA y la Fundación Carter -- superan con creces las exhibidas por el presidente
George W. Bush en las elecciones de 2000. Casi medio siglo de bloqueo contra
Cuba, desencadenado cuando la Isla comenzó a adoptar algunas medidas
reformistas, es otra prueba concluyente de la prepotencia imperial. En síntesis:
si nuestros países se someten mansamente y obedecen los mandatos de Washington,
la región no es prioritaria; pero en cuanto algún gobierno pretende tomar el
destino en sus manos, ese país latinoamericano, no importa cuán pequeño sea, es
catapultado al primer nivel de las preocupaciones de Washington. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La nueva doctrina estratégica estadounidense -- según
Noam Chomsky, un plan de dominación mundial como no se conocía desde la época de
Hitler -- , anunciada en septiembre de 2002, acentúa las ominosas perspectivas
que se abren en el campo de las relaciones hemisféricas. Un Estados Unidos ya
abiertamente asumido por sus dirigentes y por sus principales intelectuales
orgánicos como un imperio, que se ha arrogado la absurda -- y peligrosísima --
misión de sembrar la democracia y la libertad por todo el mundo, y que ha
militarizado las relaciones internacionales y acrecentado sus gastos militares a
un nivel sin precedentes en la historia, difícilmente podrá ser considerado un
elemento positivo para fortalecer la presencia de América Latina en el sistema
internacional. La decadencia de la clase dirigente de Estados Unidos,
ejemplificada de manera inigualable por el ascenso a la presidencia de
personajes tan mediocres como Ronald Reagan y George W. Bush, no es una buena
noticia para el mundo. Todo hace presumir que la política seguida hacia América
Latina en estos años, acentuada luego de los atentados de 2001, difícilmente
cambiará. Nada permite prever que la premonitoria sentencia de Bolívar: "Estados
Unidos parece destinado por la Providencia a plagar a la América española de
miserias en nombre de la libertad", pueda llegar a ser desmentida por un
gobierno como el de Bush Jr. que, al decir de eminentes intelectuales
estadounidenses, ha sido secuestrado por las grandes empresas y que, con
increíble miopía, piensa que lo que es bueno para Halliburton es bueno para
Estados Unidos y, por añadidura, para todo el mundo.
<HR>
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