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<DIV align=center><EM><STRONG><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></STRONG></EM></DIV>
<DIV align=center><EM><STRONG><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9320- Febrero 5 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></STRONG></EM><A
href="mailto:germain@chasque.net"><EM><STRONG><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></STRONG></EM></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Bolivia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Entrevista a Casimira Rodríguez
Romero, ministra de Justicia</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG><BR>"El pueblo, indispensable en las
decisiones de gobierno" </STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>La percepcion mas fuerte es que los
oprimidos quieren respuesta</FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>"El primer cambio es que este espacio estuvo siempre
reservado para los abogados; ahora éstos han sido remplazados por alguien que
viene de los movimientos sociales, y que cuando recorre el edificio la saludan
en quechua o en aymara." </STRONG></DIV><STRONG>
<DIV align=justify><BR></STRONG><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Adolfo Gilly, enviado a Bolivia</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>La Jornada, México, 4-2-06</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>Este enviado especial estaba en un pequeño restaurante
italiano de La Paz, cuyo dueño se llama Marco, saboreando unas pastas hechas con
mezcla de coca y preparadas alla carbonara, cuando sus amigos paceños le
presentaron a la ministra de Justicia del nuevo gobierno, Casimira Rodríguez, ex
dirigente del Sindicato Nacional de Trabajadoras del Hogar. Casimira, como todos
la llaman, tiene ojos de calma inteligencia, rostro terso, manos pequeñas que se
mueven con la gracia propia de las manos femeninas del trabajo, trenzas negras
y, en lugar de la falda de las mujeres blancas, lleva la pollera de las indias y
de las cholas (diferentes a su vez entre sí, en este país del signo escalonado
según niveles étnicos y sociales). La conversación resulta fácil y la ministra
da cita al enviado para una entrevista días después. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Puntual llegó este enviado, a las cinco de la tarde, a
esa cita en el Ministerio de Justicia. Lo recibió Casimira Rodríguez en su
despacho en el quinto piso, frente a El Prado, el céntrico paseo de la ciudad
donde aún hay palacios de un mundo porfiriano de terratenientes y dueños de
minas que fue pero que ya no es, entremechado ahora de rascacielos de los años
90, edificios de los 50 y los 60, y hamburgueserías de uno de estos días. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Ministra y enviado se sentaron en unos sillones un poco
gastados por el uso, porque Bolivia es un país pobre y estos son los despachos
que los nuevos gobernantes heredaron y no está el presupuesto para renovaciones
y otros lujos de gobiernos entrantes, que si cada vez que aquí cambia un
gobierno cambiaran los muebles de las oficinas nomás en renovaciones se iría el
presupuesto. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Este enviado sin grabadora una vez más sacó su cuaderno
escolar y empezó a tomar nota de cuanto le decía la ministra de Justicia, de
aquí en adelante Casimira, según las formas y las normas del trato en el
gobierno sin corbata de Evo Morales. </DIV>
<DIV align=justify><BR>De los tres poderes republicanos, el más conservador es
casi siempre el Judicial, dijo el enviado: ¿Cuáles serán entonces los cambios
iniciales en este Ministerio que tiene que ver con la justicia? </DIV>
<DIV align=justify><BR>El primer cambio, respondió la ministra Casimira, es que
este espacio estuvo siempre reservado para los abogados; ahora éstos han sido
remplazados por alguien que viene de los movimientos sociales, y que cuando
recorre el edificio la saludan en quechua o en aymara. Los abogados son hoy
asesores. Sus conocimientos de leyes son básicas para fundar las decisiones,
pero al final éstas se toman según nuestras percepciones de lo que el pueblo
espera de este gobierno. Estamos formando equipos para responder. Tenemos muchas
visitas e invitaciones de organizaciones sociales para ir a escuchar sus
reclamos. La primera percepción, la más fuerte, es que el pueblo pide justicia.
La palabra que se oye en todas partes es "queremos justicia", justicia para los
pueblos y para los oprimidos. Creo que para eso tiene que servir este Ministerio
de Justicia. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Al escucharla, el enviado especial se preguntó para su
fuero interno o sea su coleto: ¿Cómo llegó hasta aquí esta idea de justicia, tan
lejana a lo que me enseñaban en mis añejos cursos de derecho civil y derecho
procesal, y tan cercana a lo que las vueltas de la vida me enseñaron después?
Como tiene cierta debilidad por las citas, en ese momento el enviado se acordó
de Edward P. Thompson y de su uso conceptual del término "experiencia", y así
porque sí le dijo a la ministra: Casimira, por favor, cuénteme cómo llegó usted
hasta aquí. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo que sigue es lo que entonces dijo Casimira Rodríguez,
reproducido tan fiel como lo permite el cuaderno de notas de este enviado sin
grabadora y sin corbata. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Yo nací como niña campesina de origen quechua en Mizque,
Cochabamba. Hasta mis primeros años de escuela, hablaba sólo quechua, no sabía
castellano. Este idioma lo aprendí en la escuela, pero me costaba porque las
clases eran en castellano y yo apenas iba entendiendo. Allá por el tercer grado
ya pude conocer bien el idioma. Pero mi enseñanza básica terminó en cuarto
grado. </DIV>
<DIV align=justify><BR>A los trece años empecé a laborar como trabajadora del
hogar. Trabajaba gratis, por habitación y comida, sin domingos ni salario.
Cuando le reclamé a la patrona, ésta me echó y me acusó de que le había robado
unas ropas. Demandé ante el corregidor del pueblo, pero éste, después de oír a
esa señora, decidió suspender el juicio por dos años. Seguramente ella le pagó
un dinero. Ahí se terminó. Era allá por 1979, teníamos una dictadura en Bolivia.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Trabajé después nueve años más en otras casas. Lo peor
era la discriminación: una no podía hablar delante de los patrones, ni les podía
dirigir la palabra, había que callar y obedecer y nada más. Aquí, ahora, en el
ministerio parece que la costumbre es llamar a los empleados por timbre. A mí me
cuesta hacerlo, porque toda la vida me llamaban por timbre y no por mi nombre.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>En 1985, más o menos, se inició en La Paz lo que después
fue nuestro sindicato. En Cochabamba, grupos de estudiantes voluntarios
empezaron a darnos clases los domingos: alfabetización, trenzado, costura,
música. El local lo ofrecía un pastor metodista. Era una experiencia de
convivencia comunitaria. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En Cochabamba el horario de trabajo en las casas era de
dieciséis horas cada día, y ocho horas de descanso, o sea las de dormir. Sólo
podíamos salir los domingos de 3 a 6 de la tarde. Empezamos a aprovechar esas
horas para juntarnos. Las reuniones se disfrazaban de cursos educativos en la
parroquia. Nos ayudaron y enseñaron dos parejas de jóvenes, una ex religiosa, un
sacerdote católico y un pastor metodista. Ahí fuimos conviviendo y aprendiendo,
porque nadie sabía qué era un sindicato. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Recuerdo que a una chica de Huacareta, Sucre, sus
patrones la llevaban a las tres de la tarde hasta la puerta de la parroquia,
donde la recibía el cura, y a las seis iban a recogerla y volverla a la casa. Se
quedaban tranquilos por la presencia del sacerdote. Es decir, a nosotras esta
protección de la iglesia nos permitía hacer reuniones, discutir y convivir.
Después de un tiempo, algunas traían otras compañeras e íbamos creciendo. Había
reuniones en que compañeras de Copacabana traían comida típica de allá y otras
traían el pan grande de La Paz. Nos contábamos nuestras experiencias y
analizábamos cómo vivíamos. Pero era todo clandestino. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En 1992, después de muchos seminarios, comenzamos a salir
con una propuesta de ley. Nos sentíamos discriminadas legalmente, no teníamos
derechos como trabajadoras, cuando desde 1948 había una ley general del trabajo.
Pero no nos protegía a nosotros. Empezamos a trabajar una propuesta desde
nuestra realidad, tomando como marco lo que los demás trabajadores ya tenían, al
menos en la ley: contrato, salario, vacaciones, beneficios sociales, aguinaldo,
condiciones de trabajo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Recuerdo que lo primero que cambiamos fue el nombre, la
palabra "doméstico". Dijimos: "Nosotras no somos trabajadoras domésticas;
domésticos son los animales y nosotras somos seres humanos". Entonces empezamos
a usar la expresión "trabajadoras del hogar" y así se llamó el sindicato. A
veces me preguntan si no había también "trabajadores", pero resulta que no
aparecieron. A los varones como que no les gusta el modo de las mujeres. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Empezamos a visitar medios de comunicación. Sufrimos
ataques por pedir esta ley: flojas, haraganas, irresponsables. Para ese año 1992
yo trabajaba en la casa de un señor boliviano, activista de derechos humanos,
que me permitía salir a reuniones y organizar y estaba de acuerdo con lo que
hacíamos. Pero para otras todo seguía clandestino ante los patrones. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En 1993 se hizo el primer congreso nacional de
trabajadoras del hogar y ese año se presentó la ley ante el Congreso. Allí
sucedió que algunas diputadas mujeres se opusieron. La ley establecía el derecho
a la maternidad, y decían que eso nos iba a permitir "tener hijos de la
irresponsabilidad". Una de ellas se decía de izquierda, era del MIR y defendía
"la equidad de género". Pero con sus trabajadoras, no. Nos decían: "para qué
piden ley, si están en las casas como hijas de familia; no hurguen el avispero,
están viviendo en la taza de leche". </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hicimos muchos debates con abogados, periodistas,
diputados, feministas. Sentíamos que no nos escuchaban, que no les parecía
urgente nuestra demanda, que había cosas más importantes, y eso mismo fue
creando nuestro valor. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En 1996 pasé a la Ejecutiva Nacional del sindicato, a
coordinar varios departamentos de la república y nos propusimos hacer cada vez
más visible nuestra organización y que la problemática de la trabajadora del
hogar se hiciera bien pública. El miedo a los diputados se terminó. En 2000 el
MAS logró abrir las puertas de la Cámara. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Finalmente, en 2003 se promulgó la Ley de Trabajadoras
del Hogar (Ley 2450/2003) que tenemos y hay que hacer cumplir en todos los
casos, pues una cosa es la ley y otra lo que sucede en la vida real. Pero ahora
tenemos la ley, nuestra organización, y además nuestro gobierno. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La historia de vida de Casimira Rodríguez es una
definición, mediante la experiencia, de uno de los más concretos significados de
la demanda universal de justicia que llevó al gobierno a Evo Morales y su
partido. Esa demanda es multiforme, turbulenta y pide respuestas que no se hagan
esperar demasiado. Fuertes presiones contrarias vienen de otros sectores del
país y del exterior. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La serena presencia de Casimira Rodríguez, mujer,
trabajadora del hogar y organizadora sindical, en el Ministerio de Justicia, es
una prenda de que aquella demanda universal deberá tener prioridad en los planes
y los afanes del nuevo gobierno. Es uno de los puntos candentes donde se juega
el destino próximo de esta revolución y de los dirigentes que la encabezan.
<HR>
<STRONG><FONT color=#000080>La información contenida en el boletín es de fuentes
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