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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT size=2><FONT face=Arial>
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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9326 - Febrero 6 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Brasil<BR> <BR>Las ilusiones
reformistas no mueren solas<BR> <BR>Una nueva situación, una nueva
izquierda, una nueva estrategia <BR> <BR>Valério
Arcary</FONT></STRONG> </DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV><STRONG>Traducción de Ernesto Herrera para Correspondencia de
Prensa</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Lo que presentamos a continuación es el
resumen de una de las perspectivas estratégicas de la izquierda revolucionaria,
contextualizada en “un balance histórico del ciclo de supremacía y crisis del PT
y de la CUT”. El autor es militante del Partido Socialista Dos Trabalhadores
Unificado (PSTU) y miembro del consejo editorial de la revista marxista Outubro.
El texto completo puede leerse en portugués: (</STRONG></FONT><A
href="http://www.pstu.org.br/"><FONT
face=Arial><STRONG>www.pstu.org.br/</STRONG></FONT></A><FONT
face=Arial><STRONG>) Redacción.</STRONG></FONT></FONT><FONT
face=Arial><FONT size=2> <BR></DIV></FONT></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>El fin de la influencia dirigente del
PT, sea cual fuera el resultado de las elecciones del 2006, abrirá una etapa
política nueva porque llevará al poder a un gobierno más débil que todos los que
hubo en Brasilia desde la caída de Collor. Los procesos políticos en Brasil, no
lo olvidemos, son lentos. Pero la posibilidad en un futuro inmediato, de
canalizar vía el calendario electoral el desgaste acumulado entre los sectores
organizados, disminuirá. El régimen de dominación democrático ¿podrá, todavía,
tener estabilidad social y política, si la crisis debilita cualitativamente a la
CUT, la UNE y el PT? Admitiendo la posibilidad de un segundo mandato, cuando la
perspectiva de una recesión mundial es muy probable ¿Lula conseguiría mantener
la paz social? Un PT en la oposición, luego de una derrota de Lula ¿podría
cumplir el mismo papel que en los años noventa? </FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Estas preguntas remiten a la cuestión
decisiva, o sea, saber si estamos o no caminando en la dirección de una
situación revolucionaria.<BR> <BR>Parece una ironía de la historia, pero no
se puede dejar de observar que cuando el capitalismo brasilero crecía con tasas
significativamente elevadas, como en los años sesenta y setenta, la burguesía
recurrió a la dictadura, acosada por la onda de entusiasmo que la revolución
cubana alimentó. En las últimas décadas, que coinciden con cuatro elecciones
presidenciales sucesivas - un record para los padrones brasileros - la economía
capitalista brasilera perdió su impulso de desarrollo, disminuyeron las
concesiones a las masas y no ocurrieron reformas. El año 2005 pasará a la
historia brasilera como el año del colapso del PT: una crisis que se manifiesta
en el “mensualón”, pero que tiene como telón de fondo la incapacidad de realizar
reformas progresivas, incluso cuando se beneficiaba de una fase de crecimiento
mundial.<BR> <BR>Por el momento, la perspectiva del calendario electoral
parece ser suficiente para encuadrar el malestar social. Las incertidumbres en
las encuestas son una señal de un margen de imprevistos mayores. ¿Cuándo el
humor de las masas se transformará en exasperación? Es importante considerar que
el colapso del PT no fue detonado por una onda de movilizaciones de masas contra
Lula. Pero, si es verdad que los batallones organizados entre los trabajadores
no quisieron la caída de Lula, no es menos significativa, también, la
revolución mental que muchos millones están realizando. Una expectativa de un
cuarto de siglo se derrumbó. La crisis mortal del PT no significa que Lula no
pueda tener una votación importante en el año 2006. No podrá, sin embargo,
continuar siendo el Partido que detentaba un casi monopolio de la representación
política de la clase trabajadora. La fascinación que el PT despertaba entre los
activistas más audaces o más capaces, y el encanto que el liderazgo de Lula -
aún perdiendo tres elecciones seguidas - alimentaba en el país, desaparecieron.
Un enorme espacio político se abrió y será duramente disputado. El PMDB fue
destruido durante el gobierno de Sarney, pero por eso ni dejó de existir y ni de
tener muchos votos. Todavía es un gran partido parlamentario, aunque sin ninguna
identidad política y con una fuerza regional residual.<BR> <BR>En tanto,
las ilusiones en la reforma del capitalismo sólo podrán ser superadas por la
experiencia práctica de la insolvencia del reformismo, y la comprobación de que
los métodos revolucionarios son superiores y, por lo tanto, más eficaces. Sólo
el fracaso del reformismo llevará a la conciencia a retroceder a un nivel de
sobrevivencia individual o el descreimiento en la acción colectiva. La
determinación revolucionaria de lucha sólo podrá afirmarse a través de un gran
ascenso. Uno de los mayores peligros abierto por la crisis del PT es caer en la
tentación de reeditar el proyecto - sea intentando depurarlo o replicándolo
desde afuera – manteniendo el mismo programa reformista, y conservando las
mismas tácticas. En pocas palabras, preparándose para las elecciones, aunque
diciendo lo contrario, y no para las luchas que
vendrán.<BR> <BR><STRONG>Políticas sociales compensatorias son
insuficientes para mantener el orden</STRONG><BR> <BR>La priorización de la
acción directa sólo es coherente cuando se trabaja con el pronóstico de que
vendrán grandes luchas, y se elige un terreno. Si la previsión es de que la
economía mundial podrá tener todavía un ciclo largo de expansión, que la demanda
de exportaciones permitirá un crecimiento de Brasil, que las políticas
compensatorias mantendrán un apoyo mayoritario al gobierno, sea petista o
tucano, que los sectores organizados no irán más allá de luchas defensivas, la
estrategia revolucionaria aparece como un catastrofismo.<BR> <BR>La
socialdemocratización del PT en Brasil solamente puede ser comprendida,
plenamente, inclusive su adhesión al ajuste fiscal neoliberal y la revelación de
un fondo ilegal de decenas (o centenas) de millones para financiar campañas
electorales del 2002 al 2004, si se la ubica en una perspectiva más amplia. La
izquierda latinoamericana, salvadas algunas excepciones, rompió con toda la
tradición marxista, en verdad, rompió hasta con su pasado. Puede haber sido las
presiones de ascenso social, combinadas con la restauración del Este, o las
ilusiones campistas de que la URSS era una retaguardia estratégica. Lo que no se
puede disimular es que el destino de las organizaciones nacionalistas
guerrilleras en Nicaragua, en El Salvador o en Uruguay, no fueron menos
desalentadoras que el PT: FSLN, FMLN, Tupamaros siguieron la misma dinámica. De
puntos de apoyo a la lucha popular, se transformaron en “caballos de Troya”
dentro de los movimientos sociales.<BR> <BR>En los años setenta, la
socialdemocratización del PCI en Italia fue la antesala del eurocomunismo, la
primera etapa del transformismo que culminó en la adhesión al programa de la
Tercera Vía. Uno de los peligros de la forma, admitamos, pintoresca o bizarra de
la bancarrota del PT - desmoralizado por el “mensualón”, el alquiler de lemas
electorales, los dólares de asesores parlamentarios, las conexiones con los
paraísos fiscales, su financiamiento por monopolios capitalistas – es que
oscurezca las lecciones más estratégicas de la derrota del proyecto que definió
como eje político ordenador de la acumulación de fuerzas a la institucionalidad,
o sea, el “método alemán” que citaba Rosa Luxemburgo.<BR> <BR>En América
Latina, la decadencia económico-social tiene dimensiones continentales y un
significado de consecuencias históricas, incluso si consideramos que Brasil
consiguió preservar su condición de sub-metrópoli atrayendo, comparativamente,
más inversiones - y favoreciéndose de la desindustrialización de Argentina y la
región andina – y disminuyendo la desigualdad. La economía capitalista mundial
perdió, hace tres décadas, el impulso de la pos-guerra. La restauración
capitalista no abrió una etapa de prosperidad como anunciaban los entusiastas de
los ajustes neoliberales. Por el contrario, Rusia vive todavía hoy las secuelas
de una contracción de su PIB, de tal proporción que la destrucción sólo podría
ser comparada a la de una guerra.<BR> <BR>En el último ciclo de crecimiento
entre 1992-2000 - que ya fue moderado comparado con las décadas de los años
cincuenta y sesenta – solamente Estados Unidos se beneficiaron por el proceso de
acumulación del doble déficit comercial y presupuestario, un proceso solamente
posible en función del lugar del dólar en el mercado mundial, mientras que
Europa y Japón andaban al costado. El 2005 quedará como el año en que el mundo
miró, asombrado, a París arder. Las políticas sociales focalizadas se han
revelado insuficientes para preservar, indefinidamente, el orden del régimen
democrático. Tal vez sea un atrevimiento de nuestro mirar pretender, desde
Brasil, un país de la periferia, buscar una nueva explicación para un proceso
que fue internacional, y ya tiene una dimensión histórica. Pero por otro lado,
la crisis de los regímenes democráticos en América Latina tal vez nos ayude a
ver, anticipadamente, lo que se puede estar diseñando como una verdadera
tendencia internacional.<BR> <BR><STRONG>La coartada de la relación de
fuerzas desfavorable</STRONG><BR> <BR>Volvemos de nuevo al tema de la
relación política y social de fuerzas, y a la proyección de que expectativas
alimentamos en relación al futuro. ¿Inestabilidad mayor o menor de los regímenes
democráticos en los próximos años? La argumentación que pretende justificar el
fiasco del gobierno Lula como producto de una relación de fuerzas internacional
adversa, o del reflujo en Brasil, no tiene sustentación. El gobierno Lula
sucumbió delante del imperialismo y de la burguesía brasilera como producto de
una estrategia política conciente. No triunfó ninguna revolución socialista en
el mundo, después que Estados Unidos fue derrotado en Vietnam, pero de allí no
se puede concluir que la dominación imperialista se ejerce, actualmente, en las
mismas condiciones de la situación reaccionaria de diez años atrás. El foco más
agudo de la resistencia a la dominación imperialista, en ese intervalo fue el
Medio Oriente. Pero los gobiernos cómplices del ajuste recolonizador en América
Latina se desgastaron hasta el límite del desmoronamiento, al punto de que
varios expresidentes - Salinas de Gortari, Menem, Cubas Grau, Fujimori – fueron
presos o se encuentran prófugos.<BR> <BR>Los marxistas polemizaron hasta el
cansancio sobre los criterios para inferir las relaciones de fuerzas.
Existieron, grosso modo, dos grandes campos. Los que priorizaban los factores
objetivos, como el porcentaje de trabajadores afiliados a los sindicatos, la
influencia de las publicaciones socialistas, las votaciones en las elecciones, y
hasta la proporción de trabajadores asalariados sobre el total de la población
económicamente activa, y los que valorizaban los factores subjetivos, como el
nivel de actividades sindicales de las masas, la disposición de lucha para las
huelgas y manifestaciones.<BR> <BR>El primer criterio de la apreciación de
la relación de fuerzas siempre fue indiscutible para todos, la mayor o menor
estabilidad del régimen burgués de dominación. Si consideramos la evolución
política de América Latina, en los últimos años, parece incontestable que los
regímenes democráticos vieron a sus instituciones seriamente cuestionadas por
las movilizaciones de masas en varios países. Ya vimos que diez presidentes no
complementaron sus mandatos. La argumentación de la relación de fuerzas adversas
ha sido la coartada de los que pretenden justificar las increíbles políticas
reaccionarias del gobierno Lula - como el ajuste fiscal todavía más severo
que el gobierno Cardoso, la liberalización de los transgénicos, el envío de
tropas a Haití, entre otros – explicando que no es posible otro camino. Ya
habían explicado las espantosas alianzas electorales porque, supuestamente, no
había otro camino. El financiamiento de las campañas electorales por los
monopolios era necesario, también, porque al final, no había otro camino. El
fatalismo se transformó en una doctrina política.<BR> <BR>Agregaban los
defensores de Lula, que la expresión máxima de la relación de fuerzas
desfavorable sería la caída del padrón de vida de los trabajadores, incluso en
los países imperialistas. El desempleo crónico, la caída de los salarios medios,
la reducción de los servicios públicos de educación, salud, previsión social,
entre otros indicadores, serían la demostración de fuerza del Capital. Entre los
innumerables criterios de medida de la relación de fuerzas, la imaginación
marxista nunca había esgrimido el alarmante argumento del padrón de vida de los
trabajadores. Admitamos que puede ser justo acusar a los marxistas “de todo”,
menos de la falta de imaginación. Cuando el capital fue capaz de hacer
concesiones a los trabajadores afirmaba su fortaleza, no su debilidad. Es
justamente porque la economía capitalista mundial está en crisis crónica de
larga duración, que los márgenes de negociación entre los países del centro y de
la periferia, o entre las clases de cada país, se reducen. La previsión de caída
del padrón de vida medio de las masas, reafirma el pronóstico de una mayor
inestabilidad de los regímenes democráticos, cuando se agote la actual fase de
crecimiento del ciclo.<BR> <BR><STRONG>Las presiones que explican la
adaptación a la democracia burguesa<BR></STRONG> <BR>Por último, miremos el
fondo del pozo sin miedo ni vértigo. El calendario electoral del régimen
democrático burgués ejerce, hace por lo menos cien años, una fuerza de presión
terrible sobre las organizaciones revolucionarias. En Brasil, cada dos años hay
elecciones, y se crea la ilusión de que se puede cambiar la vida cambiando el
partido que está en el gobierno. <BR> <BR>En mayor o menor medida, la
agenda de las organizaciones que reivindican el proyecto socialista se adaptó a
la preparación de las elecciones: adaptación a las exigencias jurídicas de la
legalización, levantamiento de fondos, elección de candidatos, utilización de la
televisión, formación de comités de apoyo, elección de diputados, control de
gabinetes, traslado de cuadros, y todo lo demás que viene después con la
necesidad de renovación de mandatos. Son rarísimos los partidos que
consiguen sobrevivir a esas presiones. Ninguna organización, ni aquella
que muchos consideran la más revolucionaria del Siglo XX - el bolchevismo ruso -
pasó incólume la prueba de la democracia burguesa en los breves meses que
separaron febrero de octubre de 1917. O sucumbirían, o se dividirían, o
surgirían luchas políticas tremendas en su interior.<BR> <BR>Estas
presiones son complejas. En primer lugar, están las presiones del
Estado. La democracia invita a los partidos a esperar su hora de llegada al
poder acumulando votos. Son los partidos que gobiernan. Pero, la
tradición marxista defiende que las organizaciones socialistas no aspiran el
poder para sí. Los revolucionarios se educan en el desapego de todos los
cargos, antes y después de la revolución. Ese fue el ejemplo de los
comuneros, de Lénin y de Trosky. Su vocación es ser instrumentos útiles de
formación y centralización de liderazgos para que los trabajadores construyan el
poder obrero y popular. Son los trabajadores que imponen su voluntad y
deben gobernar, y los revolucionarios defenderán sus propuestas en los órganos
que las masas reconocen como los suyos.<BR> <BR>Después, están las
presiones que vienen de las propias bases sociales de la izquierda
revolucionaria. En una situación no-revolucionaria, la mayoría de los
trabajadores y de la juventud no desea una revolución. No tienen disposición
para acciones revolucionarias, porque están dominadas por el miedo. La
mentalidad de las masas se construye a partir de experiencias defensivas, en el
terreno de las luchas de clases por reformas que disminuyan su sufrimiento, sin
un desafío frontal del sistema. Su universo de referencias es una tradición
política heredada y una experiencia precedente. La lucha por la revolución
exige, por lo tanto, el combate de las ilusiones de que las reformas son
posibles. Pero, no se refutan ilusiones solamente con argumentos. No hay
forma de superar las ilusiones en la colaboración de clases, sino luchando por
las reformas que serán, en la mejor de las hipótesis, victorias parciales y
efímeras. Sólo las lucha por reformas podrán probar que no son posibles las
conquistas duraderas.<BR> <BR>Los revolucionarios deben luchar por
reformas, mucho más seria e incansablemente que los reformistas, para demostrar
que no defienden otros intereses que el de las propias masas. No defienden la
revolución porque son exaltados o irascibles. La revolución es necesaria porque
sin la lucha por el poder, no es posible avanzar contra la propiedad privada. En
eso se resume el combate socialista: la lucha por el poder de los trabajadores
para destruir el Capital y socializar la riqueza. Sin embargo -
ironía de la vida - estas conquistas son solamente transitorias y pasajeras para
las masas, pueden permitir a los líderes importantes triunfos: posiciones al
frente de sindicatos y cargos parlamentarios que son menos provisorios. No
hay reformas duraderas para las masas, pero puede haber una vida próspera para
los dirigentes.<BR> <BR>Contener las presiones sociales y políticas que
conducen a la adaptación no parece simple: intervención permanente en las luchas
y defensa incondicional de la resistencia proletaria a la explotación, rotación
de militantes que asumen las profesionalizaciones, inclusive de los
parlamentarios, sindicalistas rentados y militantes mantenidos por los partidos;
disposición para la acción y organización legal, semi-legal e ilegal contra el
Estado burgués; compromiso internacionalista activo; competencia colectiva por
la valorización de los organismos sobre los talentos de los individuos;
formación cultural, teórica y programática de la militancia para asegurar
condiciones de control de los liderazgos; rotación de cuadros y de tareas para
evitar la adquisición de hábitos burocráticos; régimen interno democrático con
estímulo para aclarar las diferencias y críticas de acuerdos
consensuales. La crisis de estrategia de la izquierda marxista
contemporánea es la crisis del “método alemán”, la adaptación a la rutina
sindical-parlamentaria, por lo tanto, a los límites de la legalidad del régimen.
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT color=#000080>La información contenida en el
boletín es de fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes
alternativas, movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierda. Los
artículos firmados no comprometen la posición editorial de Correspondencia de
Prensa. Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></STRONG><A
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color=#000080>germain@chasque.net</FONT></STRONG></A> </DIV>
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