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<DIV align=center><EM><STRONG><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></STRONG></EM></DIV>
<DIV align=center><EM><STRONG><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9350 - Febrero 14 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></STRONG></EM><A
href="mailto:germain@chasque.net"><EM><STRONG><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></STRONG></EM></A></DIV>
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size=3>Neoliberalismo</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Entrevista a David Harvey
*</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Una guerra iniciada por los
ricos</STRONG></FONT></DIV>
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size=2><STRONG>Sinpermiso</STRONG></FONT></DIV>
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href="http://www.sinpermiso.info/"><STRONG>http://www.sinpermiso.info/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción para Sinpermiso de
Jordi Mundó</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR></DIV></FONT>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>“Si esto parece una lucha de clases y
lo vemos como una lucha de clases, entonces deberíamos llamarlo lucha de clases.
Y deberíamos volver a poner en pie la lucha de clases”<BR><BR>El celebrado
geógrafo marxista David Harvey habla con Joseph Choonara sobre el ascenso del
neoliberalismo. Harvey cuenta por qué este proceso debe verse esencialmente como
un proyecto de la clase dominante.<BR><BR>El pasado mes de enero el académico
afincado en Nueva York David Harvey intervino ante un nutrido público en la
London School of Economics para presentar su último libro, Breve historia del
neoliberalismo. Con el estilo preciso que le caracteriza hizo un repaso de las
tres décadas de ataques consumados por la clase dominante mundial. Estas
acometidas, realizadas en nombre del neoliberalismo, han alentado la
polarización social, el surgimiento de nuevas elites y el empobrecimiento de la
mayoría de los grupos sociales más desfavorecidos. Terminó diciendo: “Si esto
parece una lucha de clases y lo vemos como una lucha de clases, entonces
deberíamos llamarlo lucha de clases. Y deberíamos volver a poner en pie la lucha
de clases”. Esta concepción del neoliberalismo y la necesidad de combatirlo
constituye la base del nuevo libro de Harvey. Cuando nos reunimos la mañana
siguiente a su charla le pregunté por qué lo había escrito.<BR><BR>“Este trabajo
tiene dos rasgos distintivos”, me dijo. “En primer lugar está la dimensión
histórico-geográfica que atribuyo al ascenso del neoliberalismo: esto es, su
desarrollo desigual en el escenario global. Creo que hay que entender que
el neoliberalismo actúa de forma distinta según el lugar y el momento histórico.
No se trata de un cambio histórico unidimensional.”<BR><BR>“El segundo aspecto
tiene que ver la formulación teórica del fenómeno, que fundamento básicamente en
la noción de clase y en los mecanismos de apropiación de la plusvalía generada
por los trabajadores, todo lo cual hoy se desarrolla dentro de un sistema
capitalista global”. Siguiendo a Karl Marx, Harvey entiende que la explotación
de los trabajadores constituye el elemento definitorio de una sociedad
capitalista. Marx sostuvo que, a pesar de que los trabajadores trabajan durante
todo el día, sólo reciben en forma de salario el valor generado durante una
parte de ese tiempo. Durante el resto del tiempo los trabajadores generan “valor
excedente”, que pasa a manos de los capitalistas y es la fuente del
beneficio.<BR><BR>Parte de este beneficio puede reinvertirse en la producción,
permitiendo a los capitalistas concentraciones cada vez mayores de maquinaria,
materias primas y trabajadores. Marx lo llamó proceso de acumulación. La fuerza
motriz del capitalismo consistiría, pues, en exprimir a los trabajadores para
que generaran beneficios, los cuales permitirían reinvertir recursos y aumentar
los beneficios futuros en un ciclo aparentemente sin fin.<BR><BR>Para Harvey, el
neoliberalismo es una respuesta a la crisis dual que sufrió la clase dominante a
mediados de los años setenta. Por un lado los capitalistas se encontraron con
una “crisis de acumulación”: el sistema capitalista estaba en situación de
estancamiento y los beneficios habían caído a tasas parecidas a las del período
inmediatamente posterior a la Segunda Guerra mundial. En segundo lugar, la
tremenda oleada de luchas obreras de los años sesenta y setenta puso en
evidencia que el poder político de la elite gobernante estaba seriamente
amenazado.<BR><BR>Las ideas del neoliberalismo, que Harvey describe como basadas
en “la desregulación, la privatización y la retirada del Estado de áreas
dedicadas a servicios sociales”, habían tenido acomodo en muchos nichos de la
vida intelectual desde hacía varias décadas. En la década de 1970 se vieron
forzadas a salir a escena como respuesta a la crisis dual. Harvey sostiene con
vehemencia que el neoliberalismo ha fracasado en la resolución de la crisis de
acumulación. Pero, añade, en ese periodo pudo verse un cambio en la capacidad de
influencia de las clases del que sacó provecho una elite reducida. “Muchas otras
teorías sobre el neoliberalismo hablan también de su vinculación con la
acumulación, pero muy pocas lo conciben con claridad como un proyecto de clase”,
dijo Harvey.<BR><BR>Uno de los momentos clave en el ascenso del neoliberalismo,
al que se refiere Harvey de forma recurrente, tuvo lugar en la ciudad de Nueva
York. Me cuenta que “la municipalidad se endeudó mucho por distintos motivos.
Uno de estos motivos fue la respuesta a la crisis urbana de la década de 1960 en
Estados Unidos. El gobierno federal había dedicado recursos a los barrios para
hacer frente a los problemas de racismo, desempleo y demás. Esto favoreció el
fortalecimiento de los sindicatos y coadyuvó a aumentar el empleo en el sector
público.”<BR><BR>Pero cuando estalló la crisis de la década de 1970 el flujo de
financiación federal se secó: “En ese momento la ciudad tuvo que optar entre
deshacerse de un montón de trabajadores o recurrir al endeudamiento. Optó por
endeudarse a corto plazo, con la aquiescencia de los bancos”. Este endeudamiento
estuvo en parte basado en el boom de la propiedad inmobiliaria de principios de
la década de los setenta, en el que el gobierno municipal tuvo mucho que ver.
“Cuando en 1973 el mercado inmobiliario se hundió el municipio se vio en una
situación de extrema vulnerabilidad frente a los banqueros. Los banqueros vieron
una gran oportunidad para asestar un golpe certero a la ciudad, reconduciéndola
hacia un modelo enteramente nuevo. Se parece bastante a la guerra de Irak.
Hubieran querido ir a la guerra de Irak a principios de los noventa, pero no
pudieron. Luego, el 11-S les sirvió en bandeja de plata la oportunidad que
necesitaban.”<BR><BR>“Los banqueros habían querido disciplinar el municipio de
Nueva York en la década de 1960 y a principios de la de 1970. La crisis de
1973-1975 les brindó su oportunidad. Aplicaron un pionero ‘programa de ajuste
estructural’ consistente en un recorte de muchos servicios públicos y una
renegociación de contratos. Fue un ataque frontal en toda regla contra los
habitantes de Nueva York. Naturalmente, luego tuvieron que reconstruir la ciudad
puesto que tenían intereses muy importantes en valores inmobiliarios,
especialmente en Manhattan. Fue entonces cuando empezaron a utilizar generosas
cantidades de recursos públicos para reconstruir la ciudad de acuerdo con su
proyecto.”<BR><BR>Esta táctica consistente en sacar provecho de las
oportunidades que ofrecen las crisis económicas para impulsar políticas de libre
mercado ha sido un patrón recurrente desde entonces. “La misma gente –los
banqueros neoyorquinos– estuvo seriamente involucrada en la crisis de la deuda
que azotó América Latina en la década de 1980. La diferencia fue que en esta
ocasión necesitaban que quien les sacara las castañas del fuego fuera el
gobierno federal”. El gobierno de Estados Unidos, encabezado por Ronald Reagan,
encontró un uso perfecto para el Fondo Monetario Internacional (FMI), una
institución que muchos neoliberales solían mirar con resquemor. Junto con el
Banco Mundial, el FMI forzó la aplicación de programas de ajuste estructural en
toda América Latina a cambio de reducción de la deuda.<BR><BR>Sin embargo,
señala Harvey, la clase dominante de Estados Unidos no es el único beneficiario
o el agente del neoliberalismo. “Es poco común que los Estados Unidos
intervengan sin apoyos internos. Piénsese en el golpe de Augusto Pinochet en
Chile en 1973. Quien realmente dio el golpe fueron las clases altas chilenas,
con apoyo de la CIA, las grandes empresas estadounidenses y Henry Kissinger.
Cuando Pinochet tomó el poder, fue la clase dominante chilena la que en realidad
impulsó el programa neoliberal.”<BR><BR>“No son sólo los Estados Unidos quienes
sorben las riquezas del resto del mundo: son las elites dominantes quienes
establecen alianzas flexibles entre sí y quienes amasan plusvalías para su único
provecho. Algunas de las personas más ricas del mundo viven en México o en el
Este asiático.”<BR><BR>Las ideas del neoliberalismo se han extendido como la
pólvora desde la década de 1970. “Resulta verdaderamente difícil de entender que
tanta gente haya podido convencerse de que el neoliberalismo es algo bueno,
cuando en realidad no funciona demasiado bien”, dijo Harvey. “Creo que la
respuesta está en que ha sido muy beneficioso para ciertos grupos de personas,
incluidas aquellas que controlan los medios de comunicación y diversos aparatos
de producción ideológica. Además, siempre puedes encontrar algún pedazo de mundo
en el que parece que el orden neoliberal funciona bien (por ejemplo, la China
actual).”<BR><BR>Pero no deja de ser irónico que donde ha habido mayor
crecimiento económico es en lugares donde el gobierno no sigue la doctrina
neoliberal. “Se llega a una forma perversa de neoliberalismo puesto que el
interés propio en la práctica se impone a la teoría”. La teoría neoliberal
sostiene que debe minimizarse la interferencia del Estado en la economía, pero
en la práctica el Estado sigue jugando un papel central en economías como la
china o la estadounidense.<BR><BR>Los Estados Unidos han financiado su
crecimiento económico mediante una acumulación gigantesca de deudas basada en
“una entrada de capitales de más de 2.000 millones de dólares diarios. El
déficit presupuestario y la deuda de los consumidores se han disparado. Lo que
estamos viendo es una economía financiada con deuda. Los acreedores son
mayoritariamente bancos del Este y Sureste asiático. Incluso la guerra de Irak
está siendo financiada con dinero chino y japonés prestado a Estados
Unidos.”<BR><BR>“Me estremece pensar en el posible estallido de una gran crisis
financiera en los Estados Unidos. ¿Cuál sería la respuesta si los Estados Unidos
se vieran sumidos en una crisis como la que pudimos ver en Argentina en 2001? Si
se tienen en cuenta variables económicas agregadas –el déficit presupuestario y
el déficit comercial–, hay que decir que estamos ante un caso típico en el que
normalmente intervendría el FMI. Pero, naturalmente, Estados Unidos es el FMI,
de modo que no intervendrá.”<BR><BR>También el boom chino está financiado con
deuda: “Los bancos chinos prestan el dinero. El gobierno tiene una participación
mayoritaria en todos los bancos”. Tienen la posibilidad de utilizar parte de las
plusvalías para mantenerlos a flote; sin embargo, el boom está financiado con
deuda. A diferencia de Estados Unidos, China está inmersa en un proceso de
cambio espectacular. Pero incluso allí el crecimiento crea nuevas
inestabilidades: “En China hay una sobreinversión enorme. Por ejemplo, existen
cinco aeropuertos internacionales en el delta del río Zhujiang. Compiten entre
ellos para convertirse en el centro del comercio del Pacífico. No podrán
sobrevivir todos a la vez. En la industria del automóvil tienen un grave
problema de excedente de capacidad. Y una crisis en China tendrá un impacto
global.”<BR><BR>El crecimiento inestable de Estados Unidos y China no ha hecho
crecer los niveles de riqueza del capitalismo mundial. Un gráfico del libro de
Harvey muestra que la tasa de crecimiento per cápita ha ido cayendo una década
tras otra desde la de 1960 (desde tasas anuales del 3% anuales a tasas del 1% en
la actualidad). “La crisis de la década de los setenta fue una crisis de
sobreacumulación”, dijo Harvey. “La clase dominante tuvo serías dificultades
para encontrar salidas provechosas para su capital. En realidad este es un
problema que aún hoy no han conseguido resolver.”<BR><BR>Por eso, de todas las
formas tradicionales de acumulación, la que hoy juega un papel principal es la
que Harvey denomina “acumulación por desposesión”. La acumulación por
desposesión da pie a la colonización de nuevos yacimientos de recursos para los
capitalistas: por ejemplo, el Servicio Nacional de Salud, los institutos
municipales de vivienda o la privatización de las pensiones. “Pero todo esto no
significa aumentar las reservas de activos de la sociedad. Cuando se privatiza
la vivienda, en realidad no se aumenta el número de viviendas. El liberalismo no
funciona demasiado bien a la hora de ampliar los bienes y servicios
disponibles.”<BR><BR>Los fracasos del neoliberalismo no sólo tienen
consecuencias económicas. Para Harvey también conllevan inestabilidad política y
militar. Su libro anterior, El nuevo imperialismo, trazaba la trayectoria del
declive a largo plazo del poder de Estados Unidos. La pujanza de los
neoconservadores –el ala derecha de cerebros que rodean a Bush, que quiere
utilizar la capacidad militar estadounidense para mantener el poder frente a
potenciales rivales– tiene mucho que ver con eso.<BR><BR>Su nuevo libro también
hace un repaso de los neoconservadores, con especial atención a su proyecto de
política interior estadounidense. Harvey lo ve como una respuesta al vaciado de
la solidaridad social que ha conllevado el neoliberalismo. Los neoconservadores
han tratado de restablecer la cohesión social mediante el moralismo religioso,
las medidas autoritarias y el miedo: “Pienso que algo parecido está ocurriendo
en muchos sitios. Si miramos a Francia nos encontramos con un Nicolás Sarkozy,
que está muy cerca de los planteamientos de los neoconservadores. O piénsese en
alguna de las cosas que hace Tony Blair, su forma presidencialista de ejercer el
gobierno y su permanente exhorto a la moralidad. El neoconservadurismo es un
fenómeno global.”<BR><BR>Mientras que el neoconservadurismo es la respuesta de
las clases dominantes a la inestabilidad social del neoliberalismo, el ascenso
del movimiento anticapitalista ha sido la réplica de las clases más
desfavorecidas. Harvey observa con agudeza que las organizaciones no
gubernamentales (ONG), que a menudo han jugado un papel principal en reuniones
como el Foro Social Mundial, no son vistas como la “oposición oficial” al
neoliberalismo: “Se ha producido un crecimiento asombroso del fenómeno de las
ONG durante el periodo neoliberal. Hay una clara conexión entre ambos aspectos.
Las ONG son variadísimas, y siento la mayor admiración por algunas de ellas.
Pero a menudo son caballos de Troya de la privatización”. Las ONG pueden ocupar
el vacío dejado por la retirada del Estado en la prestación de servicios
sociales. Harvey sostiene que es necesario tener una perspectiva crítica, y que
las distintas ONG pueden jugar un papel que puede ser positivo o negativo. Pero
la clave para plantar cara al neoliberalismo está en una renovación de la lucha
de clases.<BR><BR>Las nuevas luchas de clases no tienen que ser una mera réplica
de las sucedidas en las décadas de 1960 y 1970, puesto que en este tiempo ha
cambiado la estructura de la sociedad. Harvey sostiene que la noción de clase
tiene que ser tratada como un concepto fluido. “Debemos revisar de nuevo los
conceptos de formación y reformación de clase. Cuando en mi libro hablo de la
reconquista del poder de clase por parte de la clase dominante no estoy hablando
necesariamente de un retorno al poder del mismo grupo de gente. Se trata de una
configuración nueva, mucho más centrada que antes en las finanzas y los
servicios.”<BR><BR>“La reducción de la brecha entre propietarios y gestores
constituyó uno de los grandes cambios ocurridos en la década de 1970. Siempre
habían sido dos categorías completamente distintas, pero cuando se empezó a
retribuir a los gestores empresariales con participaciones accionariales cambió
por completo la forma de éstos de entender el poder. La formación de clase es un
proceso indefinido, dinámico.”<BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Harvey cree que hay signos positivos
en el aumento observado de actividad sindical entre los trabajadores de los
Estados Unidos, y para muestra cita los ejemplos de los trabajadores sanitarios
de Los Ángeles y los trabajadores del transporte de Nueva York, que
recientemente han realizado acciones de huelga. Estas luchas pueden dar forma a
la nueva clase trabajadora creada por el neoliberalismo. Harvey está
especialmente interesado en cómo “las luchas en torno de la acumulación por
desposesión pueden converger con las luchas de un izquierdismo más tradicional”.
Observa el movimiento en pro de la nacionalización del gas en Bolivia como un
caso esperanzador.<BR><BR>¿No habrá aquí un peligro de nostalgia por formas
anteriores de capitalismo? “Creo que debemos recordar dónde estábamos en la
década de 1970”, dijo Harvey. “Había fuertes críticas al Estado de bienestar
(por sus sesgos de clase y de género, entre otros). Si vamos a construir un
nuevo sistema de bienestar debemos tomar conciencia de las
limitaciones.”<BR><BR>“El otro asunto que debemos afrontar es la reconstrucción
completa de las nociones de solidaridad social. Margaret Thatcher sostuvo que
ella se proponía realizar un cambio en profundidad. Debemos enfrentarnos con el
hecho de que hoy las solidaridades sociales son más superficiales. Hemos podido
verlo recientemente en Estados Unidos. Un derechista implacable como Thomas
Friedman, que siempre está exaltando las virtudes del neoliberalismo, cuando
ocurrió el desastre del Katrina se preguntó: ‘Qué ha ocurrido con la solidaridad
social?’. La respuesta es que se ha desvanecido porque gilipollas como él siguen
predicando esta bazofia. Debemos plantar cara a esto, lo cual significa edificar
un proyecto a largo plazo.”<BR><BR>Harvey cree que la clase trabajadora necesita
un proyecto político propio para empezar a recuperar su fuerza. Le pregunté cómo
tendría que ser un proyecto de este tipo. “No puedo hacer una derivación teórica
de cómo debería ser el proyecto político de la clase trabajadora”, dijo. “Puede
que tenga algunas ideas sobre el particular, pero para mí el asunto fundamental
es empezar a hablarlo y aprender a ver qué posibilidades hay. Pretendo dirigirme
a los movimientos sociales para hacerles llegar mis ideas y escuchar qué tienen
que decir al respecto”. Su nuevo libro es una brillante aportación a este
diálogo.<BR><BR>* David Harvey es un geógrafo, sociólogo urbano e historiador
social de reputación académica internacional. Entre sus libros traducidos al
castellano en los últimos años: Espacios de esperanza (Akal, Madrid, 2000) y El
nuevo imperialismo (Akal, Madrid, 2004)
<HR>
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<HR>
<BR><BR></FONT></DIV></BODY></HTML>