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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9376 - Febrero 20 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
<DIV align=center>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Bolivia<BR><BR>¿Qué representa el
gobierno del MAS?<BR><BR>Juan Pedro Denaday</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Corriente
Praxis</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.corrientepraxis.org.ar/"><STRONG>http://www.corrientepraxis.org.ar/</STRONG></A></FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>El arribo al gobierno de Evo Morales en la mediterránea
Bolivia, como es señalado por la amplia mayoría de los periodistas y analistas
políticos de todo el arco ideológico prácticamente sin excepción, se da en el
marco de un proceso de “giro a la izquierda” en el conjunto de América Latina.
Este “giro a izquierda” responde a un fenómeno de rechazo de masas a las
políticas neoliberales, radicalización de la lucha de clases, nuevas formas de
participación social y popular, así como de una implosión de los sistemas
políticos y los partidos tradicionales y el surgimiento de nuevos liderazgos y
formaciones políticas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque indudablemente el fenómeno tiene un carácter
continental, presenta de todas formas importantes divergencias según regiones y
países.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sintéticamente podemos decir que en países como Uruguay y
Brasil el giro a izquierda se expresó por la vía exclusivamente institucional, a
través del FA y el PT respectivamente, que se impusieron electoralmente a los
partidos tradicionales. En el marco de que el movimiento popular y la clase
trabajadora se encontraban en un reflujo importante en estos países, los
resultados están a la vista, con gobiernos que en lo fundamental son
pro-imperialistas y continuistas en la política económica e incluso tienen
gestiones corruptas. Países como Argentina podrían ser ubicados en un lugar
intermedio, porque estuvo presente el fenómeno de la rebelión social, con el
surgimiento de nuevas formas de acción popular y de importantes vanguardias como
el movimiento piquetero, las asambleas populares y las fábricas recuperadas;
pero de todas maneras el “argentinazo” fue canalizado institucionalmente con
relativa facilidad por un gobierno centroizquierdista y demagógico que logró
restablecer en poco tiempo una fuerte estabilidad capitalista, sin dar grandes
concesiones populares ni nada que se le asemeje.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En Venezuela se vive un proceso revolucionario que se ha
profundizado en los últimos años al calor de la evolución de la situación
latinoamericana, pero que tuvo su prematuro comienzo con el “caracazo” allá por
el año 89, por lo que es un fenómeno bastante peculiar. En los otros países de
la región andina, donde los estados presentan una fragilidad endémica y las
burguesías una debilidad estructural, los procesos políticos y de lucha de
clases han sido más convulsivos, aunque carezcan aún de expresiones políticas
como sucede en Ecuador. Bolivia es la expresión más radicalizada y profunda de
esta región, con un movimiento social potente y organizado que derrocó varios
gobiernos en reiterados levantamientos nacionales y que tiene una serie precisa
de demandas programáticas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las características de la lucha de clases y las
realidades políticas de los distintos países le dan una fisonomía bastante
heterogénea al proceso latinoamericano, y por ello desde el punto de vista de
los gobiernos se presenta un arcoiris difícil de simplificar, que va desde
gobiernos reaccionarios pro-yanquis como el de Uribe en Colombia y Fox en
México, pasando por un centro neoliberal como es la Concertación chilena,
gobiernos centroizquierdistas como Kirchner, Lula y Tabaré, hasta un
nacionalismo de izquierda como el de Chávez, y posiblemente el de Evo Morales y
el de Ollanta Humala en el Perú[1].</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Evo Morales, entre las masas y el
imperialismo</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La aplastante victoria electoral del Movimiento al
Socialismo (MAS) de Evo Morales, superando el millón y medio de votos y llegando
de esta manera al porcentaje histórico de 53,74%, significa una contundente
derrota política del imperialismo y la oligarquía local. La derecha y el
imperialismo querían evitar a toda costa la llegada al poder de Evo Morales, ha
quien ven como expresión de las luchas populares, de los cocaleros, de los
indígenas y temen que sea presionado y actúe como rehén del movimiento de masas.
En definitiva no lo consideran su gobierno bajo ningún aspecto y no es
casualidad que durante años intentaron demonizarlo presentándolo como un
“narcoterrorista”. Por eso apostaron “todas las fichas” a Tuto Quiroga, quien a
través de la coalición Podemos lideró el reciclaje de viejos partidos
presentando una candidatura de una derecha que pretendió mostrarse como “moderna
y renovadora”, y que incluso durante la campaña electoral no tuvo decoro a la
hora de hacer uso de cierto lenguaje populista a medida que la situación se le
iba presentando cada vez más desfavorable.</DIV>
<DIV align=justify><BR>De todas formas nadie esperaba una victoria por mayoría
absoluta, que ni siquiera permitiera a la derecha la especulación sobre una
segunda vuelta. Esta votación de masas por Evo Morales es el reflejo político de
la emergencia de la Bolivia profunda, de millones de campesinos, indígenas y
trabajadores que han participado de las luchas sociales de los últimos años y
que comienzan a incorporarse a la vida política repudiando totalmente a los
partidos tradicionales de la burguesía y su régimen político de la “democracia
pactada”[2]. Lo realmente nuevo y significativo es que expresa un fenómeno
verdaderamente de masas que incluye al conjunto de los explotados, lo que
implica algo muy distinto a fenómenos de otros países que sin dejar de ser muy
importantes no pasan de ser experiencias de vanguardias o en el mejor de los
casos de sectores de masas. En estas condiciones la votación por el MAS y Evo
Morales, más allá de sus limitaciones políticas, es una victoria que fortalece
al movimiento popular frente al imperialismo y la oligarquía burguesa local;
abriendo el calendario de la concreción de las reivindicaciones históricas,
milenarias de los indígenas y campesinos, de la nacionalización de los
hidrocarburos, la reconstrucción del sistema político nacional para erradicar la
discriminación, el racismo y resolver los problemas fundamentales de los
bolivianos; es decir una etapa que plantea nuevos problemas, desafíos y
contradicciones.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Evo Morales es en cierto modo, como señalan muchos
analistas, un producto de los Estados Unidos, más precisamente de su política de
erradicación forzosa del cultivo de la hoja de coca. El desmembramiento social
generado por el Decreto Supremo 21.060, que dio rienda suelta al neoliberalismo
cerrando empresas estatales y realizando un ajuste enorme que significó el
despido de decenas de miles de mineros y de fabriles, dio origen a
re-localizaciones sociales. El movimiento cocalero se forja así a partir de la
inmigración a las zonas rurales de los miles de obreros despedidos de las minas,
que junto al campesinado local se dedicaron a explotar el rentable cultivo de la
hoja de coca en la zona del Chapare. A fines de los ‘80, el imperialismo
norteamericano empezó a llevar a cabo a través de la DEA lo que llamaban la
“guerra contra las drogas”, por medios exclusivamente militares. Al calor de
esta presión del imperialismo, el movimiento de los cocaleros se fue fogueando
en una dura lucha social, siendo que además muchos de sus activistas ya tenían
experiencia y una conciencia adquirida en sus años como obreros del combativo
proletariado minero. A mediados de los 90, Evo Morales se proyectó como figura
política alternativa a los partidos tradicionales desde su prestigio en el
movimiento popular obtenido como líder sindical.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La agudización de la lucha de clases en los últimos años
fue originando una ubicación cada vez más favorable para que el MAS se hiciera
de la presidencia, como ya lo preanunciaba el gran crecimiento electoral del año
2002. En las elecciones de ese año la intervención “sucia” de los Estados Unidos
a través del embajador en el país acusando a Evo de “narcoterrorista” no hizo
más que multiplicar la votación por el MAS, que dio la sorpresa superando el 20
por ciento de los votos e incorporando al Parlamento a 35 diputados de origen
campesino e indígena. A medida que el proceso de movilización popular se
desarrollaba y radicalizaba, el MAS se fue consolidando como la fuerza política
hegemónica, a pesar (o quizá por ello precisamente) de que Evo Morales fue el
más tibio a la hora de fomentar las movilizaciones y los bloqueos y negoció
permanentemente con la burguesía y la derecha salidas constitucionales pactadas.
Este proceder respondió siempre a la estrategia política de Evo Morales de
llegar al poder por la vía exclusivamente electoral.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Particularmente, la actuación de Evo Morales y el MAS
durante la rebelión popular de octubre de 2003 y durante la efímera presidencia
de Carlos Mesa, fue verdaderamente pérfida. Cuando empezaron los sucesos de
octubre, Morales estaba de gira reuniéndose con los representantes de la tercera
vía de la Europa liberal. Luego volvió y se sumó a último momento a la rebelión
popular ya en curso. Su ubicación política no impidió de todos modos que las
bases del MAS y particularmente los campesinos y cocaleros hayan participando
masiva y activamente de la insurrección popular contra el gobierno asesino y
proimperialista del “gringo” Sánchez de Losada. Posteriormente, Morales apostó a
la asunción del vicepresidente y fue él el principal sostén del gobierno de
Mesa. En los sucesos de junio y julio de 2005 nuevamente, Evo Morales le retiró
su apoyo a Carlos Mesa sólo una vez que el levantamiento popular se había
desatado, impulsado por la vanguardia organizada en la COB, la COR y las Fejuve,
que volvieron a colocar la agenda de octubre en las calles, mientras que Morales
la había archivado siguiendo con su estrategia fundamentalmente electoralista y
reformista. En medio de movilizaciones de masas impresionantes, que establecían
una relación de fuerzas que permitía hacer abdicar a la derecha e imponer una
Asamblea Constituyente, el MAS nuevamente apostó a una salida constitucional;
cuya expresión concreta en esta oportunidad fue aceptar la promesa de elecciones
adelantadas, luego de que se evitó mediante los cortes de carreteras y la
movilización la llegada al poder de Vaca Diez, el candidato de la derecha camba,
y la sucesión quedó a cargo de Eduardo Rodríguez el presidente de la Corte
Suprema.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La votación de masas por el MAS, que hizo campaña
levantando las demandas populares; nacionalización de los hidrocarburos y
Asamblea Constituyente, ratifican que durante el 2005 era posible derrotar a la
derecha mediante la movilización popular, como mínimo imponiendo una Asamblea
Constituyente con el pueblo movilizado, lo que hubiese sido mucho más progresivo
que una elección presidencial constitucional y una Asamblea Constituyente
realizada pura y exclusivamente desde las instituciones estatales sin una
participación activa del movimiento de masas, como probablemente sea la que se
prepara para mediados de año.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Evo Morales jugó siempre como pivote entre las masas y la
derecha local, alentando en algunos casos la movilización popular, reteniéndola,
negociando y haciendo concesiones equívocas en otros. No parece muy verosímil ni
aquella visión que considera a Evo Morales simplemente como una “distorsión” de
la lucha de masas de los últimos años, ni tampoco aquella que lo adula
sosteniendo que es lo máximo a lo que puede aspirar el movimiento popular. Como
sea, de todas formas no quedan dudas de que actualmente es la fuerza política
hegemónica en el movimiento de masas, y que expresa un movimiento nacionalista,
democrático y antiimperialista muy profundo entre los explotados.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Hidrocarburos y nacionalización</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Las masas bolivianas han tomado conciencia en el
transcurso de la experiencia política y social de los últimos años, y
fundamentalmente a partir de la “guerra del gas”, de que los hidrocarburos son
un recurso estratégico de la nación boliviana. Así se ha llegado a la conclusión
de que para que Bolivia deje de ser un país inundado de riquezas y de una
pobreza extrema al mismo tiempo[3], los hidrocarburos deben ser recuperados para
explotarlos en función de las mayorías nacionales, y no de un puñado de
multinacionales como viene sucediendo hasta la actualidad. Además, la memoria
histórica del pueblo boliviano no olvida que sus recursos naturales han sido
saqueados desde tiempos coloniales, atravesando los ciclos de explotación y
agotamiento de la goma, la plata y el estaño.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si bien el neoliberalismo fue instalado en Bolivia a
mediados de los 80, durante la gestión de Sánchez de Losada entre los años 93-97
este proceso fue potenciado mediante las leyes de capitalización que permitieron
avanzar en la privatización no sólo de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales de
Bolivia (YPFB, fundada en 1936) sino de los ferrocarriles, los servicios de agua
y luz, la telefonía y hasta de la línea aérea de bandera. Durante la gestión
anterior de Jaime Paz Zamora se había garantizado un marco jurídico para dar
rienda suelta a la voracidad de las multinacionales mediante la Ley de
Inversiones que disponía entre otras cosas el libre flujo de capitales, la
homologación tributaria para empresas nacionales y extranjeras y la libertad
para enviar las remesas al exterior.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Producto de que una serie de estudios en el suelo
boliviano hacían prever la existencia de enormes reservas gasíferas, llegaron
media docena de nuevas empresas multinacionales y las que ya estaban operando
consolidan posiciones. A partir del año 97 se descubrieron en Bolivia una
cantidad de reservas de gas de una magnitud tal que convirtieron a Bolivia en
una potencia gasífera regional. De los 151,9 trillones de pies cúbicos (TCF) que
existen en la región, el 36% es boliviano, el 24,2% argentino, el 13,2%
venezolano, el 8,5% peruano y el 17,8% de Trinidad y Tobago. Pero además los
pozos de gas en Bolivia son altamente codiciados por las multinacionales porque
son de secano, lo que significa que pueden ser explotados inmediatamente,
distinto de otros países como Venezuela donde el gas se debe explotar junto al
petróleo[4].</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las multinacionales comenzaron a explotar estas enormes
riquezas gasíferas en base a contratos leoninos que implicaban impuestos por un
porcentaje ridículo del 18%. Durante el período neoliberal la oligarquía y el
imperialismo se volvieron insaciables, por lo que las masas tuvieron que
realizar luchas nacionales, derribar gobiernos y dejar un tendedero de muertos
del movimiento popular, para que las clases dominantes concedan algo. Fue así
que se llegó al referéndum de los hidrocarburos, donde ha iniciativa del MAS se
votó un aumento impositivo del 18 al 50%. Tantos las empresas como el entonces
presidente Mesa consideraron “confiscatoria” esta legislación, lo que
desencadenó la crisis de junio de 2005 y la renuncia del presidente. Esta
legislación no implica una nacionalización, sino simplemente el control del
Estado del gas “en boca de pozo” y una suba de impuestos al 50%. Estos nuevos
contratos petroleros son los que va a aplicar Evo Morales, y probablemente a su
vez, comience a ensayar a través de la reestructuración de YPFB lo que hace
Chávez con las empresas mixtas, donde comparte la explotación de los recursos
naturales prácticamente “fifty-fifty” con las compañías privadas extranjeras.
Este plan estatista-nacionalista del MAS es la única forma de poder aumentar los
ingresos estatales para otorgar concesiones populares sin expropiar a las
multinacionales, quienes de todas formas la tacharon de “confiscatoria”, aunque
luego de la victoria del MAS, reconociendo la nueva relación de fuerzas la
mayoría de ellas, como Petrobrás y la Repsol, ya han declarado que acatarán la
nueva legislación. Tanto Morales como García Linera aseguraron que el nuevo
gobierno defenderá la propiedad privada y que las empresas capitalistas tienen
derecho a obtener beneficios, pero que para ello deberán aceptar los nuevos
contratos o sino tendrán que abandonar el país. En este marco, un proyecto de
verdadera nacionalización con expropiación y gestión obrera de los pulpos
petroleros solo puede provenir de un proceso de mayor movilización, conciencia y
organización revolucionaria de las masas.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>La derecha y el separatismo
oriental</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque la derecha y el imperialismo no están derrotados
ni muchísimo menos, con el triunfo electoral del MAS han recibido una verdadera
’bofetada’ política. La elección fue histórica por varias razones. En primer
lugar por la cantidad de personas que participaron del proceso electoral, que
llegó al 84%, una cifra que no se registra en ningún país del mundo. Sectores de
los explotados que en general son apáticos a la política y la participación
electoral, se volcaron a votar masivamente por el líder indígena. Es la
expresión del resurgimiento social y político de los sectores más explotados y
oprimidos de la sociedad. Esta participación extraordinaria de los sectores
populares, fue lo que permitió que Evo Morales superara lo que nadie esperaba,
el 50% de los votos. La emergencia de las mayorías nacionales explotadas es tan
categórica, que derrotaron a los partidos tradicionales incluso en su propio
terreno, el de la “democracia pactada” y a pesar incluso de las “depuraciones”
realizadas por la Corte Electoral. Por otra parte, la votación plebiscitaria de
un 66,6% en La Paz refleja que sectores importantes de las clases medias votaron
por el MAS, como lo demuestra por ejemplo que haya resultado ganador el
candidato a diputado uninominal Guillermo Becar en la acomodada zona sur, donde
se combinó el votos de sectores medios con el masivo apoyo de los campesinos de
las afueras de la ciudad de La Paz.[5]. Las motivaciones del voto al MAS de
sectores de las clases medias -como bien dice Stefanoni- fueron diversas, desde
la demanda de cambio hasta un razonamiento curioso: “si gana un bloqueador
quizás se acaben los bloqueos”. Incluso en este marco, no deja de sorprender la
votación de un 33,17% en Santa Cruz de la Sierra y un 31,5% en Tarija[6], lo que
le permitió al MAS obtener un diputado por cada departamento. La derecha
aspiraba a consolidarse en la zona oriental para impulsar desde allí, como viene
intentando hacer, un separatismo regional contra el poder central. Si bien la
reacción ha ganado las prefecturas de Santa Cruz y Tarija, la excelente
performance del MAS en su propia tierra no era lo que esperaba para establecer
una relación de fuerzas favorable para ejercer presión sobre el poder central.
Además, esto en el marco de una derrota monumental en occidente y teniendo en
cuenta que en el departamento de Santa Cruz la Corte Electoral hizo una
depuración fenomenal en la colonia de San Julián y el Plan Tres Mil que se sabe
son lugares que votan masivamente por el MAS[7], son todos datos que reflejan
que las elites orientales que detentan el poder petrolero han quedado a la
defensiva. La nueva burguesía oligárquica santacruceña no quiere ceder
absolutamente nada, lo que significa que va a tener tensiones permanentes con el
gobierno del MAS y aunque ha quedado un poco más debilitada luego de la paliza
electoral, su poder económico continua intacto y va a seguir alentando y
amenazando con el separatismo regional como un método de extorsión.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No es algo nuevo en la historia boliviana el chantaje
“separatista” cruceño de las clases dominantes cuando la clase obrera y el
movimiento popular occidental comienzan a radicalizarse. Durante el gobierno de
Torres y el surgimiento de la Asamblea Popular, en los meses previos al golpe
comandado por Bánzer, Paz Estensoro y los norteamericanos y brasileños, la
derecha ya venía “calentando” el ambiente con una campaña separatista,
regionalista y racista[8]. La experiencia histórica enseña que un operativo
separatista alentado desde la zona chaqueña y amazónica iría directamente
enlazado con un plan golpista de conjunto, que si bien parece improbable en el
corto plazo, no puede descartarse de ninguna manera como posibilidad. No son
buenos indicios tanto las actitudes implacablemente represivas que ha tenido la
amplia mayoría del ejército nacional durante las últimas rebeliones populares,
como la ubicación de una base militar estadounidense en la frontera con
Paraguay. La fuerza de la reacción proviene en primer lugar de su base
económica, por lo que el control de los pozos petroleros y la confiscación de
tierras para repartirlas a los movimientos campesinos, serían las primeras
medidas serias orientadas a neutralizarla. Además, los movimientos sociales
deberían presionar al gobierno para que realice una verdadera depuración del
ejército, que comience en primer lugar por juzgar y encarcelar a todos los
militares y sectores civiles implicados en la muerte de luchadores populares;
así como en avanzar en el armamento popular para defender el proceso y al
gobierno de eventuales planes golpistas, para evitar las matanzas en el campo,
para la defensa de los barrios y para que nunca más un campesino o un minero sea
asesinado como ocurrió bajo los gobiernos anteriores. Si no se avanza en el
armamento de masas, y esto es lo que reformistas y gradualistas parecen
empecinados en negarse a aprender de la historia, se corre el riesgo de repetir
la historia trágica de gobiernos con apoyo popular como el de Allende en
Chile[9] o el de Torres en la Bolivia de los años 70.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Los movimientos sociales y la clase
trabajadora</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La experiencia de los movimientos sociales bolivianos de
los últimos años quizá sea la más radical y profunda, como práctica de base y
auto-organizada, de todo el continente. A partir del año 2000 se abrió una nueva
fase de la lucha de clases que comenzó como un proceso fundamentalmente rural y
local, y con el tiempo fue tomando características más urbanas y adquirió una
proyección política nacional.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los movimientos sociales conformados al calor de la lucha
contra el neoliberalismo tienen nuevas características históricas, producto de
la reestructuración material, económica y social, que ha transformado
profundamente a Bolivia a partir del año 85. El despido masivo de mineros y
fabriles durante ese año desmanteló la base de la vanguardia histórica del
movimiento popular, la Central Obrera Boliviana. La desaparición de las grandes
empresas públicas y privadas con obreros sindicalizados y de contrato fijo
implicó el derrumbe de la fuerza social de la COB, cuya influencia ha quedado
reducida a la organización de algunos sectores de la clase trabajadora, entre
los que se destacan los trabajadores del magisterio y la salud y los mineros de
Huanuni, la última empresa semi-estatal[10].</DIV>
<DIV align=justify><BR>El corte que dio impulso al proceso de recomposición
social y política de las masas, comenzó con la llamada “Guerra del Agua” que
expulsó a la norteamericana Bechtel de Cochabamba en abril del 2000. Esta
experiencia fue el preanuncio de lo que sucedería a nivel nacional, porque
combinó en una lucha por la defensa de los recursos naturales y contra la
privatización de la vida social a sectores rurales y urbanos, obreros, jóvenes
desocupados, campesinos e indígenas; aunque todavía sin poder superar el ámbito
de una lucha meramente regional. Las movilizaciones y bloqueos de
septiembre-octubre de ese mismo año anunciaron la definitiva emergencia del
campesinado como actor social de masas, principalmente indígena-aymara, a través
de la CSUTCB[11] y de las organizaciones cocaleras de los Yungas y el Chapare.
Este resurgir de las luchas populares tuvo su expresión política en el
progresivo deterioro de los partidos tradicionales y en el surgimiento de nuevas
organizaciones políticas, cuya primera expresión nacional fue el empate técnico
que logró el MAS de Evo Morales en las presidenciales del 2002 con Sánchez de
Losada. El proceso de luchas sociales continuó en febrero de 2003 con la
rebelión contra el “impuestazo” y dio un salto cualitativo en el “octubre
boliviano” del mismo año que derribó a Sánchez de Losada y empezó a unificar al
movimiento popular tras las consignas de Asamblea Constituyente y la
nacionalización de los hidrocarburos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El salto cualitativo que implicó la “guerra del gas”
estuvo dado principalmente por el papel de vanguardia asumido por las juntas
vecinales de El Alto, en una lucha iniciada por los campesinos aymaras del
altiplano en contra de la venta de gas a Chile. El papel asumido por la
FEJUVE[12] y la COR[13] de El Alto fue un factor homogeneizador imprimiéndole a
la lucha un carácter más urbano, nacional y político. Es que la combativa ciudad
de El Alto es la expresión de la emergencia de una nueva clase trabajadora, que
se ha hibridado con un movimiento popular donde conviven diversas identidades.
“En su hibridez, El Alto contiene -y condensa- al conjunto de la nación plebeya
que se articuló en torno a la “defensa del gas”, en un sentido histórico y
político: allí están gran parte de los 24 mil mineros “relocalizados” por el
decreto 21060 (1985) que cerró las minas de la Corporación Minera de Bolivia;
los migrantes aymaras del Altiplano afectados por el minifundio y la pobreza de
sus comunidades (incluyendo provincias con fuerte tradición de organización y
autogobierno, como Omasuyos, y su capital: Achacachi); y un ejército de jóvenes,
desocupados, trabajadores precarios y comerciantes informales que da cuenta de
los procesos de desarticulación social, pérdida de certezas colectivas e
hibridación entre trabajadores y desocupados, resultantes del ciclo de reformas
“modernizadoras”, implementadas desde mediados de la década del 80 por el
Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) y los partidos de la “democracia
pactada”, bajo el asesoramiento de los organismos financieros
internacionales.”[14]. De ahí que parezca correcta la elección de la COR
regional de actuar de manera subordinada y en conjunto con las juntas vecinales,
dado que en El Alto se concentran identidades territoriales, étnicas, obreras e
incluso aspectos rurales porque la mayoría de los alteños en época de cosecha
van a trabajar al campo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En rigor se ha desarrollado una proletarización creciente
de la sociedad, pero sobre la base de una precariedad laboral y una
desindicalización masiva. Esta realidad es la que impone que en la actualidad la
perspectiva clasista esté más relacionada con una reconstrucción
político-cultural[15] de una identidad proletaria heredada y experimentada en
cuanto tal, que por un peso social objetivo debilitado en relación a las grandes
concentraciones y núcleos fundamentales del viejo proletariado ya
extinguido.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Nacionalismo, lucha social y estrategia
política</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>El MAS no es una corriente histórica, como podía ser el
antiguo ’nacionalismo revolucionario’, porque precisamente se ha convertido -en
muy pocos años- en una fuerza de masas sobre las ruinas de aquel. El MNR, que
fue el partido del viejo nacionalismo burgués de las décadas del 40 y el 50,
presenta un derrotero análogo al del peronismo argentino, ya que pasó de ser el
gobierno que forjó el capitalismo de estado ha ser la punta de lanza del
neoliberalismo. El giro a la derecha del MNR en los años 60 cuando se impuso la
línea de Silez Suazo y el acuerdo con los militares ganando a sectores del
campesinado para una línea anti-obrera y reaccionaria, significó la separación
de la estructura “emenerista” de la ’izquierda movimientista’ y en particular de
su vanguardia minera. Pero aún así el ’nacionalismo revolucionario’ como
ideología y proyecto de nación seguía siendo hegemónico entre las fuerzas
obreras y populares. Así se volvió a manifestar en el proceso de los ‘70, cuando
luego de romperse el acuerdo militar-campesino y de nacionalizarse la Gulf Oil,
una vertiente radicalizada del ’nacionalismo revolucionario’ liderada por el
general Torres surgió del seno del ejército y llegó al gobierno apoyado por el
movimiento de masas. Aquí, si bien no existían milicias obreras que habían sido
desarmadas a partir del año ‘64, la conciencia de clase de los trabajadores y
los sectores populares era relativamente más avanzada que en la década del ‘50,
lo que dio origen a la experiencia de la Asamblea Popular y a que el propio
gobierno la reconociera y comenzara a hablar de transición al socialismo y a
ofrecer mayoría de los ministerios a la COB. En ambos procesos la fuerza
hegemónica fue el nacionalismo revolucionario, que respondía a una
radicalización significativa del movimiento de masas pero sin llegar a articular
una ideología y una política obrera revolucionaria. Aunque el proceso actual es
menos radicalizado social y políticamente que los procesos mencionados y sobre
todo es muy distinto desde un punto de vista histórico, responde a una lógica
similar, en el sentido de que el MAS se ha transformado en una fuerza política
de masas y ha llegado al poder producto de un proceso de radicalización de la
lucha de clases, que refleja aspiraciones democráticas, nacionalistas y
antiimperialistas de masas[16].</DIV>
<DIV align=justify><BR>El proceso de desmantelamiento del capitalismo de estado
y su paulatino reemplazo por el neoliberalismo, fue resquebrajando naturalmente
al nacionalismo revolucionario como fuerza popular, al compás del debilitamiento
estructural del aparato estatal-institucional; las estructuras sindicales y
corporativas; y los partidos políticos tradicionales. El nacionalismo
revolucionario tuvo su última experiencia durante el gobierno de Torres en los
70, y luego continuó un nacionalismo institucional y degradado con la UDP que se
esfumó a partir del 85. A partir de entonces, el MNR se convirtió en un partido
integrado al régimen político que sostuvo el neoliberalismo, completamente
alejado de cualquier referencia popular.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque es evidente que el MAS es subproducto de un
movimiento de masas nacionalista y antiimperialista, todavía no está claro cual
será su curso político, lo cual depende no sólo de su propia iniciativa sino de
la dialéctica de las presiones del movimiento de masas y el imperialismo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Retomará el gobierno de Evo Morales efectivamente un
curso de tipo nacionalista y antiimperialista? ¿Será capaz de movilizar a las
masas para enfrentar al imperialismo? ¿De ser así, se parecerá más a lo que
históricamente fueron las direcciones pequeñoburguesas como el 26 de Julio
cubano o el sandinismo, o lo que actualmente representa el nacionalismo de
izquierda chavista? ¿O se consolidará como un partido nacionalista como fue el
MNR, producto de un movimiento de masas, pero al cual se dedicó a congelar e
institucionalizar de manera bonapartista?. Realmente es muy difícil saberlo, y
por eso sólo se pueden abrir algunas hipótesis y esperar para ver como se
desarrolla el proceso político. Por el momento, el gabinete de Evo Morales
parece reflejar una perspectiva nacionalista desde el punto de vista económico y
políticamente de mediación y conciliación de clases, e integración de los
movimientos populares al Estado; mezclando figuras como Soliz Rada[17] (un viejo
intelectual-técnico nacionalista desarrollista) con dirigentes de los
movimientos sociales como Abel Mamani de El Alto y Casimira Rodríguez, dirigente
del gremio de Trabajadoras del Hogar que ella misma ayudó a organizar y
fundar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Este nuevo gobierno de carácter nacionalista, tiene la
particularidad de tener una composición campesina y plebeya, y la diferencia
histórica de ser el primer gobierno encabezado por un líder popular de origen
indígena. Hay quienes sostienen que el hecho de que el presidente y el gabinete
tengan un fuerte componente indígena no tiene ninguna importancia y no asegura
nada sobre el futuro político del gobierno[18]. Esta aseveración si bien
advierte contra la superficialidad de cierto “romanticismo” que ronda la pluma
de muchos periodistas e intelectuales “progres” y “multiculturales”; desde un
unilateralismo de signo contrario corre el riesgo de recaer en una visión
etnocentrista que no observe el carácter histórico que contiene desde un punto
de vista tanto político como cultural la llegada al gobierno de un líder
indígena. Quizá no signifique nada para muchos “izquierdistas”, pero eso no
quiere decir que no lo sea para millones de obreros y sobre todo campesinos de
origen indígena, lo que parece -dicho sea de paso- un poco más importante.
Sostener que el hecho de ser indígena no garantiza nada desde el punto de vista
de la orientación política es cierto sólo relativamente, porque la importancia
de la identidad indígena debe ser interpretada concreta e históricamente, no en
abstracto. En primer lugar porque en Bolivia el racismo blanco de la
“republiqueta” fundada en 1825 es un elemento de opresión para la mayoría de los
explotados bolivianos. Y además, en el proceso de la lucha de clases de los
últimos años el rol de las comunidades indígenas no sólo le ha dado combatividad
sino que sobre todo ha sido fundamental al momento de garantizar masividad,
organización y persistencia en los bloqueos que paralizaron el país impidiendo
la libre circulación de mercancías y servicios de transporte.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Evo Morales concentra su base social más importante en
este masivo campesinado-indígena que puebla el territorio boliviano. También
tiene base entre los trabajadores y “comerciantes” informales urbanos, así como
en sectores nada despreciables de las clases medias. Esta influencia es la
expresión de la capacidad del MAS para capitalizar políticamente la unificación
que el movimiento social estableció a través de las demandas de Asamblea
Constituyente y nacionalización de los hidrocarburos, en una perspectiva que aún
desde un punto de vista reformista ha sido muy superior al estrecho horizonte
tanto del sindicalismo combativo, pero en ocasiones sectario y vanguardista de
Jaime Solares de la COB, como del nacionalismo aymará que predica Felipe Quispe,
quien perdió la personería jurídica por reunir menos del 3 por ciento de los
votos válidos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Del millón y medio de personas que votaron por el MAS en
todo el país, no todos han participado de las luchas nacionales ni son parte
activa de las organizaciones populares, y en ellos posiblemente se ubiquen los
sectores menos concientes del proceso. Por su parte, los sectores cocaleros son
base privilegiada de Evo Morales, tienen una relación de años y depositan una
confianza plena en quien consideran su líder natural y prácticamente
indiscutido[19]. Al contrario, las bases que agrupan las FEJUVE y la COR de El
Alto, así como la COB, han sido los sectores mas combativos e intransigentes en
las luchas de los últimos años, y muchos de ellos tienen desconfianza en Evo
Morales por su actitud conciliadora y reformista durante las rebeliones
populares, aunque por lo pronto -como se puede comprobar en los altísimos
porcentajes que obtuvo el MAS en El Alto, La Paz, Oruro y Potosí- votaron
masivamente por su candidatura.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En política no existe la exactitud propia de los cálculos
matemáticos, lo que limita la posibilidad de hacer pronósticos que no contengan
un margen de error considerable. Pero esto no significa lo contrario, es decir
que se pueda plantear que todo es igual de probable[20]. El gobierno de Evo
Morales llega al gobierno como subproducto de la lucha popular, y aunque
pretende ser moderado no puede defraudar a sus bases en algunos puntos claves:
aumentar los impuestos a las multinacionales -lo que no es una “nacionalización”
pero le permite aumentar los ingresos estatales-, convocar a la Asamblea
Constituyente y terminar con las políticas de erradicación de la coca. Como
hemos dicho, el MAS girará a izquierda o derecha en función de la presión que
pueda ejercer el movimiento de masas y del espacio que le deje el imperialismo,
y en ese sentido la existencia de un movimiento popular combativo y dispuesto a
la lucha, y en particular de una vanguardia autoorganizada y radicalizada con
cierta capacidad de movilización, hace prever que el gobierno de Evo Morales no
puede “hacer lo que quiera”. Hay que tener en cuenta, además, que el propio MAS
no es homogéneo y que hay muchos cuadros y militantes que no están dispuestos a
aceptar una política demasiado conciliadora.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero mas allá de los vaivenes del gobierno del MAS, es
imprescindible para el futuro de la clase trabajadora y el pueblo boliviano
constituir un ala izquierda, consecuentemente socialista y revolucionaria, que
al mismo tiempo que acompañe el proceso y haga frente único con el gobierno
contra eventuales ataques de la oligarquía y el imperialismo, le exija cumplir
la “agenda de octubre” y dispute hegemonía al reformismo y el nacionalismo de
izquierda en los movimientos sociales[21]. Pero para ello hay que acompañar el
proceso y la experiencia en su conjunto, sin sectarismo y con tácticas adecuadas
para los distintos momentos políticos, so pena de recaer en un “radicalismo”
superficial que conduzca inevitablemente a la esterilidad y que lejos de
colaborar a estrechar los lazos entre las masas de explotados y la vanguardia
combativa no hará más que ampliar la distancia existente, condenando a ésta al
sectarismo marginal. Muchos sectores de la vanguardia obrera y popular boliviana
tienen el mérito de pelear porque las organizaciones sociales y sindicales sean
independientes del estado y del gobierno y por mantener la “agenda de octubre”,
lo que es una cuestión de importancia estratégica ya que es lo único que puede
impedir en última instancia que el proceso sea congelado e institucionalizado,
pero al mismo tiempo sostienen en muchos puntos posiciones sectarias,
vanguardistas y anti-políticas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La perspectiva de intervenir solo en la lucha social y
sindical, aunque sea desde posiciones más radicales, es una limitación muy
importante, porque el desafío es proyectarse al plano político. Por ejemplo, la
campaña electoral era una buena oportunidad para realizar una agitación de masas
apoyando críticamente la candidatura de Evo Morales y el MAS, dirigiéndose de
esta manera al conjunto del pueblo desde posicionamientos verdaderamente
antiimperialistas, es decir, clasistas y socialistas. En este sentido es muy
importante la posición de aquellos dirigentes sociales que sostienen la
necesidad de construir un Instrumento Político de Trabajadores que reagrupe a la
vanguardia en una perspectiva revolucionaria y de independencia de clase, para
desde allí establecer un diálogo con el movimiento de masas y las bases
campesinas del MAS.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>ANEXO</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>El “capitalismo andino-amazónico” de García Linera</DIV>
<DIV align=justify><BR>Estado, política y economía</DIV>
<DIV align=justify><BR>El flamante vicepresidente electo en la fórmula con Evo
Morales, el intelectual Álvaro García Linera, ha declarado durante la campaña
electoral que el proyecto del MAS es constituir lo que él denomina un tipo de
“capitalismo andino-amazónico”. Como su función en el transcurso de la disputa
electoral fue estrechar la brecha existente entre el líder indígena y sectores
importantes de las capas medias de la sociedad, la moderación de su discurso en
varias cuestiones responde en gran medida a la resolución de este problema
político. Pero además, puesto que García Linera se ha transformado en el nuevo
ideólogo del MAS, resume el proyecto estratégico de gestión estatal que pretende
tener su próximo gobierno, que consistiría como él mismo explica en “...la
construcción de un Estado fuerte, que regule la expansión de la economía
industrial, extraiga sus excedentes y los transfiera al ámbito comunitario para
potenciar formas de autoorganización y desarrollo mercantil propiamente andino y
amazónico (...) Hoy pensamos que, al menos, podemos idear un modelo para que lo
comunitario deje de estar subsumido de manera brutal a la economía industrial,
evitando que lo moderno exprima y quite todas sus energías a lo comunitario,
potenciando su desarrollo autónomo. Para ello contamos con el Estado y con el
excedente de los hidrocarburos nacionalizados.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El triunfo del MAS abre una posibilidad -prosigue Linera-
de transformación radical de la sociedad y el Estado, pero no en una perspectiva
socialista (al menos en corto plazo), como plantea una parte de la izquierda.
Actualmente hay dos razones que no permiten visualizar la posibilidad de un
régimen socialista en nuestro país. Por un lado existe un proletariado
minoritario e inexistente políticamente; y no se construye socialismo sin
proletariado. Segundo: el potencial comunitarista agrario y urbano está muy
debilitado. (...) Lenin proponía soñar con los ojos abiertos, lo que significa
tener la capacidad de mirar el horizonte estratégico, pero saber manejar la
táctica. El capitalismo andino-amazónico es la manera que, creo, se adapta más a
nuestra realidad para mejorar las posibilidades de las fuerzas de emancipación
obrera y comunitaria a mediano plazo. Por eso, lo concebimos como un mecanismo
temporal y transitorio”[22].</DIV>
<DIV align=justify><BR>El sociólogo Linera, que ha pasado en muy poco tiempo de
propagar un autonomismo indigenista basado en las teorías de Negri y Holloway ha
abrazar el estatismo capitalista, desarrolla una serie de argumentos
interesantes de porque él se decide por la “táctica” de apostar a un desarrollo
capitalista para la Bolivia de las próximas décadas. Dicho sea de paso, con este
discurso García Linera ya le está dando a su gobierno un carácter
ideológicamente más conservador que el de Chávez, porque aunque sea desde un
punto de vista abstracto y retórico el presidente venezolano ha iniciado el
debate sobre el “socialismo del siglo XXI”, lo que contribuye -aún de forma
contradictoria y confusa- a relanzar el ideario socialista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La apuesta de Linera consiste en retomar el viejo
capitalismo de Estado, que se inició en los años 30 con los militares
nacionalistas y se potenció luego de la revolución del 52, y fue
sistemáticamente desmantelado por el neoliberalismo que comenzó a instalarse
desde mediados de los 80. El capitalismo de Estado de los 50 con el nacionalismo
revolucionario en el poder, que incluyó la nacionalización efectiva de las minas
de estaño y una reforma agraria, fue el reflejo de la mayor relación de fuerzas
impuesta por las masas bajo el modo capitalista de producción. El capitalismo de
Estado cumplió un doble papel de respuesta al atraso boliviano. En primer lugar,
fue la forma de encarar un proyecto capitalista nacional desde el Estado porque
no existía una burguesía orgánica que pudiera llevarlo a cabo. Así el
capitalismo fue consolidado casi pura y exclusivamente desde el aparato estatal.
Por otra parte, la centralización estatal de la economía fue la forma de
fortalecer relativamente un andamiaje estatal e institucional históricamente
débil, de características “orientales”[23] para usar un término gramsciano, más
aún frente al doble poder establecido por las milicias obreras de la COB
posteriormente a la revolución del 52. Bajo el régimen del capitalismo de
Estado, el gobierno nacionalista del MNR, trabajó sistemáticamente para
desarticular y derrotar políticamente el doble poder impuesto por la COB, lo que
implicó en primer lugar la progresiva reconstrucción del ejército burgués
regular. Este proceso culminó hacia 1964 con una victoria política de las clases
dominantes, que ganaron para si al campesinado y sellaron una alianza social
reaccionaria contra el proletariado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es decir, que más allá de las conquistas indiscutibles
que significaron para la clase obrera y los campesinos bolivianos la
nacionalización de la economía y la reforma agraria, dada la incapacidad del
proletariado de conquistar el poder y dirigir políticamente este proceso, a
mediano plazo la burguesía y el imperialismo derrotaron a la clase trabajadora.
Esta experiencia histórica permite ver la relación dialéctica que existe entre
política y economía, y entre tareas democrático-burguesas y socialistas. Garcia
Linera apunta a un problema real, en este estricto sentido, cuando señala que el
“capitalismo andino-amazónico” es una cuestión táctica[24]. Porque en los países
semi-coloniales y en particular en algunos particularmente atrasados como es
Bolivia, hay muchas tareas de carácter nacional democrático-burgués que están
inconclusas todavía; pero que no pueden ser realizadas más que mediante un
proyecto socialista. Incluso más, luego del “estado mínimo” neoliberal, la
recuperación de espacios de la economía capitalista por el Estado constituye un
proceso progresivo y de conquistas parciales que son siempre importantes. Pero
aún así es indudable que no existe ninguna posibilidad de desarrollo nacional de
las fuerzas productivas sino se parte de expropiar a las empresas capitalistas
que realizan una explotación mercantil de los recursos naturales y sectores
estratégicos de la economía, que deben ser explotados en función de las
necesidades sociales y naturales, y no mediante la lógica depredadora del
mercado capitalista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero el problema es sobre todo político, porque la
cuestión no sólo qué tareas deben ser llevadas a cabo, sino por quién y de que
forma. Así el proyecto de reflotar el capitalismo de Estado de García Linera y
el MAS constituye no una opción táctica sino estratégica porque pretende
reflotar la repetición de un fracaso histórico; que consiste en la
artificialidad de realizar desde la gestión del Estado capitalista lo que una
burguesía (anti)nacional, retrógrada y proimperialista es completamente incapaz
de llevar a cabo por su condición históricamente caduca como clase social
progresiva.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En Bolivia sucede lo que señalaba agudamente José Carlos
Mariátegui para el Perú, es la historia de un doble fracaso: el de la
construcción de una nación y de un desarrollo capitalista moderno. El peso del
colonialismo en la formación económica y unas clases dominantes sin “espíritu
capitalista” bloquearon la posibilidad de un desarrollo capitalista progresivo.
El proyecto de reconstruir la Nación se imbrica entonces con la necesidad de
construir el socialismo y la vía política de su realización es la acción de las
fuerzas populares mediante la unión revolucionaria de obreros y
campesinos[25].</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las opciones estratégicas son, entonces, políticas.
Linera y el MAS han optado por el camino del salvataje estatal a la caducidad
histórica de las clases dominantes, cuando el único camino verdaderamente
nacionalista y antiimperialista consiste en reconstruir la nación boliviana
sobre nuevas bases sociales, a través de la proyección política revolucionaria
de la clase trabajadora y los millones de campesinos e indígenas pobres.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Buenos Aires, 16 de febrero de
2006<BR><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>[1] Ollanta Humala aún no es gobierno y ha soportado una
campaña mediática permanente en su contra, fundamentalmente de parte de la
derecha que pretende favorecer a la candidata neoliberal y proimperialista
Lourdes Flores de cara a las elecciones de abril, que todavía es la mejor
posicionada a pesar de que Humala creció rápidamente en las encuestas con su
discurso nacionalista antineoliberal. El caso de Ollanta Humala viene suscitando
una serie de discusiones, porque su origen como fundador del movimiento
castrense “etnocacerista” le da a su liderazgo un carácter confuso e incluso un
tanto “oscuro” por ciertas prácticas mafiosas del mismo. Desde distintos
sectores, se lo caracteriza como un “nacionalista de derecha” e incluso se lo ha
tachado directamente de “fascista”; lo que parece en principio un tanto
exagerado. Pero más allá de estas especulaciones, el hecho político es que
Humala ha crecido en las encuestas y se ha transformado en un referente político
nacional a partir de sus posicionamientos nacionalistas, antiimperialistas y
antineoliberales, y más específicamente declarándose aliado de Chávez y Evo
Morales. Humala sostiene que su nacionalismo puede albergar a sectores derecha,
producto de que sectores del empresariado nacional están a punto de desaparecer
por las políticas neoliberales y a pesar de ser de derecha se verían entonces
identificados con un proyecto nacionalista. Al mismo tiempo, se declara
ideológicamente más cercano a los legados de Haya de la Torre y Mariátegui que
al nacionalismo de Velazco Alvarado.<BR>[2] Se denomina así al pacto que
hicieron los partidos tradicionales mediante el cual para llegar a la
presidencia se debe obtener más del 50% de los votos o en su defecto decide el
Congreso quien es el presidente, lo que siempre permitió acuerdos entre los
partidos tradicionales para evitar la llegada al poder de cualquier candidato
que no estuviese debidamente integrado al régimen político.<BR>[3] El 67% de la
población es pobre, el desempleo ronda el 9% y la desigual distribución del
ingreso provoca que el 10% más rico se queda con el 32% y el 10% más pobre capta
sólo el 1,3%. Revolución democrática en Bolivia, Pablo Stefanoni, Le Monde
Diplomatique, Enero 2006<BR>[4] La lucha por la nacionalización de los
hidrocarburos, Walter Chávez, La Insignia, Bolivia, 6-7 de junio de 2005.<BR>[5]
Revolución democrática en Bolivia, Pablo Stefanoni, Le Monde Diplomatique, enero
de 2006.<BR>[6] Cálculos propios sobre la base de los datos publicados en el
Acta de Cómputo Nacional Elecciones Generales 2005 de la Corte Nacional
Electoral, www.cne.org.bo.<BR>[7] El nuevo mapa político boliviano, del Centro
de Documentación e Información Bolivia - CEDIB, www.inprecor.org.br.<BR>[8]
Veáse para más información El poder dual en América Latina, René Zavaleta
Mercado, Siglo Veintiuno Editores, primera edición 1974.<BR>[9] Luego del
fallido golpe en julio de 1973 conocido como el “tanquetazo”, las fuerzas
populares organizaron una movilización de masas frente al Palacio de la Moneda
que exigía mano dura con los sectores civiles y militares comprometidos con la
intentona golpista, la disolución del Congreso y la entrega de armas al pueblo.
Es conocida la anécdota que cuenta que el propio Secretario General del Partido
Socialista le dijo al oído a Salvador Allende “Hazles caso, Chicho, hazles
caso!”. Allende se dirigió al público y sus primeras palabras que lo dijeron
todo fueron: “Soy demócrata y moriré siendo demócrata”. En septiembre del mismo
año el gobierno de Allende fue derrocado y se desató la sangrienta dictadura de
Pinochet.<BR>[10] Bolivia, un laboratorio de inclusión democrática, Álvaro
Garcia Linera, Le Monde Diplomatique, Julio 2005.<BR>[11] Siglas de la Central
Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia.<BR>[12] Federación de
Juntas Vecinales.<BR>[13] Central Obrera Regional.<BR>[14] El Alto, ciudad
aymará y rebelde, Pablo Stefanoni.<BR>[15] Para abordar este problema
teóricamente, véase La experiencia y el conflicto en la identidad de clase,
Jorge Sanmartino, en Revista Socialismo Revolucionario Nº2, Enero de
2005.<BR>[16] Las diferencias históricas son tajantes, teniendo en cuenta por
ejemplo, que Víctor Paz Estensoro del MNR ganó las elecciones en el año 51 con
54.000 votos -no votaban los analfabetos, es decir, la amplia mayoría de los
indígenas- mientras que Evo Morales lo ha hecho con más de 1.500.000. Pero el
proceso revolucionario del 52 a pesar de su radicalidad que implicó nada más ni
nada menos que una situación de doble poder, tuvo sus desencadenantes en
aspiraciones democráticas y antiimperialistas. La revolución de abril se desató
particularmente por el fraude e intento de golpe realizado por la “rosca”. Fue
la dirección de la clase obrera minera, que años antes había votado las Tesis de
Pulacayo, lo que radicalizó el proceso y lo desarrolló en un sentido clasista. Y
la debilidad estatal-institucional desencadenó un desplome muy rápido del
aparato estatal y represivo. Aún así, las expectativas en el gobierno del MNR
eran hegemónicas incluso entre la clase obrera y por ese motivo fundamental el
gobierno pudo limitar la revolución a un proceso nacionalista-burgués. En este
sentido las discusiones en el trotskismo sobre la “responsabilidad” del POR en
que el proletariado no allá podido tomar el poder, más allá de la certeza de tal
o cual posición, omiten esta realidad.<BR>[17] Las diferencias del gabinete con
gobiernos como los de Argentina, se pueden ver por ejemplo en que el nuevo
ministro de hidrocarburos ha acusado a Néstor Kirchner de ser “vocero de la
Repsol” desde sus columnas periodísticas en reiteradas oportunidades.<BR>[18]
Decir simplemente "yo soy indígena o vengo de orígenes humildes o populares", no
garantiza nada, entrevista con James Petras, Efraín Chury Iribarne, en
www.rebelion.org.<BR>[19] Lo cual no quiere decir que no ejerzan presiones como
se puede comprobar actualmente por parte de las federaciones cocaleras con el
pedido de expulsión de la DEA y demás agencias estadounidenses de la zona del
Chapare, demanda que por el momento no ha sido cumplida por el gobierno.<BR>[20]
Esto es muy típico en los análisis de ciertas corrientes de origen trotskista,
que en función de “atajarse” barajan todos los escenarios posibles. Así, por
supuesto, siempre pueden decir después que “acertaron” y se “cumplieron sus
pronósticos”, al igual que un jugador de ruleta puede decir que “acertó” luego
de haber apostado en todos los casilleros. Pero esto tiene como trasfondo
contradicciones teóricas propias de un marxismo de tinte espontaneísta. Porque
los mismos que consideran que la posibilidad de un gobierno revolucionario de
obreros y campesinos está siempre presente, y no se concreta por la “traición”
permanente de las direcciones sindicales y políticas, consideran al mismo tiempo
que esas mismas masas que iban a conformar el hipotético gobierno revolucionario
pueden ser fácilmente “engañadas” por un reformista rematado. ¿Es
dialécticamente lógico que las mismas masas, con el mismo nivel de conciencia,
estén tan sujetas a sus direcciones que sea igual de probable la posibilidad de
que hagan una revolución proletaria y dirijan un Estado revolucionario, a que
sean engañadas por todo tipo de reformistas?. Acá se deja traslucir una
interpretación profundamente espontaneísta y anti-hegemónica de la dinámica de
los procesos revolucionarios y la constitución de los sujetos históricos, donde
siempre se combina una visión tan maquiavélica de los dirigentes como idealizada
del movimiento de masas.<BR>[21] En este sentido, para nosotros es un buen
ejemplo la posición que han adoptado en Venezuela los dirigentes clasistas de la
UNT .<BR>[22] El “capitalismo andino-amazónico”, Álvaro García Linera, Le Monde
Diplomatique, enero de 2006.<BR>[23] “En Oriente, el estado lo era todo, la
sociedad civil era primitiva y gelatinosa; en Occidente existía una relación
apropiada entre estado y sociedad civil, y cuando el estado temblaba, la robusta
estructura de la sociedad civil se manifestaba en el acto. El estado sólo era
una trinchera avanzada, tras la cual había un poderoso sistema de fortalezas y
casamatas (...) La sólida estructura de las democracias modernas, tanto como
organizaciones del estado como en cuanto complejos de asociaciones en la
sociedad civil, son para el arte de la política lo que las “trincheras” y las
fortificaciones permanentes del frente son para la guerra de posición.
Convierten el elemento de movimiento, que solía ser el “todo” de la guerra, en
algo meramente “parcial”. Esta cuestión se plantea para los estados modernos,
pero no para los países atrasados o para las colonias, donde todavía siguen en
vigor formas que en todas partes han sido superadas y se han transformado en
anacrónicas.” Antonio Gramsci, La política y el Estado moderno, editorial
Planeta-Agostini. Más precisamente, “En Bolivia, la clase obrera utilizó con
éxito una característica de la realidad que era la debilidad estructural del
aparato del Estado, la débil articulación del sistema estatal, su falta de
instalación precisa en el tiempo. Es una clase que creció a expensas del poder
estatal de sus enemigos, aunque todavía, si así puede decirse, sin vencerse a si
misma, o sea, sin pasar de su formidable fuerza espontánea a su organización
como partido proletario.” El poder dual en América Latina, René Zavaleta
Mercado, Siglo Veintuno Editores, primera edición 1974.<BR>[24] No siempre las
cuestiones meramente económicas son centrales en si mismas, sino que es
fundamental en el marco de que proceso político y social son realizadas. Por
ejemplo, León Trotsky, en su condición de miembro dirigente del gobierno
bolchevique, sostuvo que el gobierno revolucionario se vio obligado a expropiar
rápidamente por las necesidades de la guerra civil, pero que no hubiese sido lo
mejor desde un punto de vista de una transición exclusivamente económica. Más
aún, frente a la pregunta de un periodista norteamericano en marzo de 1918 de si
la intención del partido gobernante era expropiar a los propietarios de las
plantas industriales en Rusia, Trotsky respondió: “No, no estamos listos todavía
para hacernos cargo de toda la industria. Esto vendrá a su tiempo, pero nadie
puede decir cuán pronto. Por ahora, esperamos pagarles de las ganancias de una
fábrica un cinco o seis por ciento al propietario sobre la inversión actual. A
lo que apuntamos ahora es más al control que a la propiedad”. (Control obrero y
nacionalización, entrevista con León Trotsky, en Naturaleza y dinámica del
capitalismo y la economía de transición, compilación de escritos de León
Trotsky, CEIP, Buenos Aires). Luego de la guerra civil, la implementación de la
NEP, que daba lugar a cierto margen de libre mercado y acumulación para
revitalizar las fuerzas productivas destrozadas por la guerra imperialista y la
civil sucesivamente, fue una medida económica que puede ser considerada de
orientación capitalista y de apertura al mercado mundial. Sin embargo, aquí la
clave era el control de los trabajadores a través del Estado y del partido
bolchevique. En este sentido la política “determina” la economía.<BR>[25] Siete
ensayos de interpretación de la realidad peruana, José Carlos Mariátegui,
Editorial Gorla, Buenos Aires, 2005.
<HR>
<STRONG><FONT color=#000080>La información contenida en el boletín es de fuentes
propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas, movimientos
sociales y organizaciones políticas de izquierda. Los artículos firmados no
comprometen la posición editorial de Correspondencia de Prensa. Suscripciones,
Ernesto Herrera: </FONT></STRONG><A
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<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>