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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - Nº 9182 - Febrero 22 - 2006 -
Redacción: </FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Anticapitalismo</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Tres estrategias en el movimiento
alter-globalización<BR> <BR>Jorge Sanmartino *</FONT></STRONG>
</FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Corriente
Práxis</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.corrientepraxis.org.ar"><STRONG>www.corrientepraxis.org.ar</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El capítulo latinoamericano del Foro Social policéntrico
realizado en Caracas puso a contraluz las polémicas y debates que lo recorren
acerca de su futuro, ahora que se abrió una nueva coyuntura
continental. Del Foro participaron más de 80 mil personas. Alrededor de 53
mil de manera individual, 19 mil como delegados de las más diversas
organizaciones y el resto como periodistas, colaboradores y voluntarios. Las
delegaciones de Venezuela, Brasil y Colombia fueron las más numerosas.
<BR> <BR><STRONG>Un nuevo contexto internacional</STRONG><BR> <BR>La
participación creciente de movimientos sociales y organizaciones norteamericanas
es un dato nuevo de los foros y parece expresar el nuevo clima político
anti-belicista que emerge en el país del norte. Su símbolo, Cinthia Sheehan, la
madre de un soldado muerto en Irak que acampó frente al rancho de Bush en señal
de protesta, tuvo una presencia destacada en Caracas. El contingente
norteamericano, entre los que se encontraban las organizaciones sociales y
políticas organizadoras de los movimientos y manifestaciones antiguerra, vuelve
a conectar las luchas y rebeliones de los países dependientes y oprimidos con
las aspiraciones pacifistas de crecientes porciones de la sociedad
norteamericana. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Durante las jornadas del Foro, una nueva escalada
diplomática tuvo lugar entre Venezuela y EEUU, cuando el gobierno local
descubrió acciones de espionaje que involucraban a altos jefes militares y
decidió expulsar al agregado naval norteamericano, mientras EEUU replicó
anunciando una medida similar contra la jefa de gabinete del embajador
venezolano en Washington. Aunque una intervención militar hoy es prácticamente
imposible, no habría que subestimar las declaraciones de Rumsfeld cuando comparó
a Chávez con Hitler o las del General James Hill, comandante de las FFAA
estadounidenses para la zona sur cuando dijo "estamos ante una nueva amenaza
emergente en América Latina, que se observa en Venezuela y Bolivia. Al lado del
narcoterrorismo, de la guerrilla, etc. aparece ahora el populismo radical. Y
esto es una amenaza para los intereses de EEUU". O las afirmaciones
recientes de la secretaria de Estado Condoleezza Rice, que llamó hoy a la
comunidad internacional a crear "un frente unido" contra el presidente
venezolano Hugo Chávez, al que presentó como "un desafío para la democracia" y
un "peligro" para la región por sus relaciones con Fidel Castro. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Estas declaraciones pretenden crear el terreno ideológico
y político para una eventual ofensiva sobre el continente, aunque posiblemente
sus esfuerzos inmediatos no estén dirigidos a una intervención directa sino a la
creación de fuerzas locales de oposición (al estilo de la contra nicaragüense) o
de sostenimiento moral y financiero de las derechas electorales para recomponer
sus filas hoy maltrechas, tanto en Venezuela como en Bolivia. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero la reacción histérica de la administración
norteamericana revela que su accionar de conjunto en la región adopta rasgos
defensivos, si se la compara con las últimas décadas de dominio indiscutido y la
preponderancia de las relaciones carnales con las camarillas políticas locales
durante los años ’90. El nuevo contexto, entonces, está marcado por el giro a la
izquierda de las masas, rebeliones populares y nuevos gobiernos en algunos
países que se muestran independientes del imperialismo, sobre todo el de Chávez
y habrá que ver en el futuro el alineamiento de Evo Morales. De este modo
América Latina es hoy un laboratorio de experiencias y debates que han vuelto a
colocar el imaginario socialista y la capacidad de transformar la sociedad,
luego de las derrotas y las frustraciones del experimento stalinista y de la
hegemonía indiscutida del discurso neoliberal. El nuevo contexto parece propicio
para adicionar al famoso No, ese grito de rebelión y rechazo, el Si de una
alternativa real y efectiva capaz de oponerse al capitalismo.
<BR> <BR><STRONG>Los gobiernos de centroizquierda en América
Latina</STRONG><BR> <BR>Chávez comete un error fundamental: confunde las
necesidades diplomáticas con las caracterizaciones políticas. En su discurso a
la Asamblea de los Movimientos Sociales en el Poliedro de Caracas llamó a Lula
“gran compañero” y dijo que es preciso ‘apoyarlo’ porque estamos en un proceso”.
Generalizando su teoría de las circunstancias afirmó que “No se puede pedir a
Chávez que haga lo mismo que Fidel. No se puede pedir a Lula que haga lo mismo
que Chávez. O a Evo, lo mismo que Kirchner. Estamos todos en un mismo proceso
aunque cada uno en sus circunstancias”. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En Venezuela es común oír sobre la existencia de un
“frente antiimperialista continental”, aunque difícilmente pueda ser compatible
con la política exterior que ejercen desde la Casa Rosada en Argentina o el
Planalto en Brasil. Parece difícil creer que la participación en las tropas de
intervención de la ONU en Haití, la distancia y nula colaboración con Cuba o la
intervención en Bolivia en concordancia con los deseos norteamericanos de
estabilización regional, puedan ser compatibles con la participación, incluso
implícita en algo semejante a un “frente antiimperialista continental”. Es
evidente que existen profundas diferencias entre las políticas implementadas por
los gobiernos de Uruguay, Brasil o Argentina (y no sólo en política exterior) de
las medidas adoptadas por Venezuela. Cualquier confusión al respecto podría
colocar, como ya ha hecho con importantes dirigentes del movimiento social y de
los derechos humanos en Argentina, a los movimientos de lucha en el campo de los
explotadores y sus representantes políticos, que aplican, sino en su totalidad
en su núcleo fundamental, lineamientos de continuidad con los gobiernos
neoliberales. <BR><STRONG> <BR>Jerarquías y
diversidad</STRONG><BR> <BR>Hace un año, en el marco del V Foro realizado
en Porto Alegre, Ignacio Ramonet, así como François Houtart[1], figura destacada
en el Consejo Internacional del Fórum, entre otros líderes del movimiento,
alertaron de que el evento corría el riesgo de volverse “turismo
revolucionario”, reuniones “folklóricas”, que la fragmentación de los debates en
miles de propuestas dejaría sin jerarquía ni capacidad de decisión al foro y que
se debían escoger acciones prioritarias y llevarse acabo por todos los
participantes. Al igual que otros intelectuales ellos vieron en las acciones de
gobierno como el de Venezuela las vías para concretizar los anhelos y utopías de
las asambleas ciudadanas. Hugo Chávez en su discurso a la asamblea de los
Movimientos Sociales que realizó el viernes 27 en el Poliedro de Caracas retomó
el hilo conductor de Ramonet alertando sobre los mismos problemas
(folklorización, turismo) y proponiendo acciones conjuntas a nivel global contra
el imperialismo y su jefe “Mr. Danger”. Evidentemente la incapacidad del foro
para establecer agendas prioritarias ha impedido hasta ahora acciones comunes
antiimperialistas de carácter mundial, sistemáticas y efectivas, que hundan sus
raíces en las luchas de los pueblos coordinadas globalmente. Para Antonio
Martins[2], integrante de ATACC- Brasil, el foro ha sido un espacio abierto y
laboratorio de ciencia social donde se reelaboran permanentemente teorías de la
transformación. Coloca en contacto a diversas teorías y escuelas sociales y no
lo hace desde el punto de vista académico o sólo de cúpulas partidarias, sino
que rompe las barreras entre la ciencia y la militancia, poniendo en diálogo a
intelectuales y activistas de todos los continentes, a diversas teorías y
experiencias en un mismo ámbito de debate. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>En ese contexto el foro se ha vuelto una referencia mundial
para gobernantes y representantes políticos de todas partes. Hay cosas realmente
ciertas en esto. Las grandes insurrecciones en las calles desde Seattle a fines
de 1999 fueron un impulso decisivo para la emergencia de este fenómeno nuevo. En
los hechos, la existencia de un espacio donde se practica el libre debate de
ideas y el intercambio de experiencias es una novedad del movimiento de lucha
social anticapitalista favorecido por las nuevas condiciones internacionales
abiertas hacia fines de los ‘90. Incluso ha permitido el conocimiento y la
articulación de nuevas organizaciones y redes de acción internacional que
hubieran sido imposibles sin este espacio. Las mismas organizaciones
revolucionarias que somos una pequeña minoría en el foro, donde predominan las
expresiones políticas e ideológicas reformistas, los programas redistributivos,
hemos podido avanzar, gracias a este espacio, en intentos de reagrupamiento
político y organizativo, oponiéndonos periódicamente a las visiones no-clasistas
del mundo globalizado, las omisiones mayoritarias a toda propuesta de ruptura
radical con la sociedad existente, los modelos neo-keynesianos, las relaciones
preferenciales que muchos líderes del foro conservan con los gobiernos
social-liberales de Europa o Latinoamérica o las visiones angelicales sobre las
reformas necesarias en el terreno de las finanzas internacionales, la ONU, o la
paz mundial. Aún así el espacio de Forum se enfrenta a una crisis que es un
producto combinado de su crecimiento numérico y político y de sus debilidades
ideológicas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Detrás de la opinión de que “no hay sujetos sociales
“históricos”, más capaces que otros para encabezar la transformación del mundo”
y que por lo tanto “no hay campañas que sean, a priori, más relevantes que las
demás”, que no hay “direcciones ni partidarias ni intelectuales autorizadas a
definir estas campañas en nuestro nombre, fuera de nuestros espacios de
diálogo”[3], se ha rechazado campañas y definiciones comunes concretas, puesto
que los Forum sólo pueden ayudar a “construir actores colectivos, lugares de
encuentro e intercambio” pero no son la “instancia más adecuada para tomar
decisiones”. Así, bajo la supuesta “lucha contra las jerarquías” los referentes
del Foro se incapacitan para definir los puntos fundamentales de una agenda de
lucha mundial inmediata, basada en la oposición a la guerra imperialista en Irak
y la “guerra preventiva” ideada por la administración Bush, que hoy se continúa
mediante la ofensiva sobre aquellos países a los que considera “ejes del mal”
como Irán, Venezuela, Siria o Corea del Norte, o sobre movimientos y partidos
como el Hamas o las Farc. La idea de que no cabe tomar decisiones a nombre de
otros suena algo paradójico, puesto que no se deja de hacerlo: rechazar la
puesta en práctica de formas democráticas de toma de decisiones para ejecutar
planes globales de lucha concretos y efectivos. Al mismo tiempo la apelación a
la diversidad y la igualdad de problemáticas oculta el núcleo y los fundamentos
de los males que atraviesa la sociedad contemporánea, regada de injusticias,
guerras, degradación social y moral y catástrofes ecológicas en nombre de la
democracia y el mercado. La preocupación legítima por las cuestiones de género,
ecológicas o de otra índole no se subestima ni se menosprecia cuando se las
incorpora a la lucha más vasta y abarcadora contra el imperialismo guerrerista y
el capitalismo depredador. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La pasividad y la abstención, le sirven de manera directa
a los señores de la guerra, o indirectamente a sus aliados diplomáticos que
ejercitan un discurso pacifista pero son cómplices y hasta socios comerciales de
la guerra, como Alemania, Francia y otros países “civilizados”. Muchos líderes
del Foro, que mantienen estrechas relaciones con este tipo de gobiernos
social-liberales pretenden mantener a los mismos como lugares de debate, de
intercambio cultural y artístico y así evitar pronunciamientos y medidas que
puedan comprometer o poner en serios apuros a sus socios. Nadie puede rechazar
algunos de los logros que los dirigentes del foro mencionan, pero ellos podrían
servir como una plataforma superior para la lucha antiimperialista. Todo lo que
no progresa termina por estancarse, e incluso retrocede. Samir Amin apuntaba a
este desafío cuando sostuvo en el marco del Foro en Caracas que “así como la
naturaleza, la política tiene miedo al vacío. Los cambios en el mapa de América
Latina, y la creciente situación de inestabilidad en Irak y Medio Oriente, abren
un nuevo espacio de actuación para las fuerzas que se oponen a la actual lógica
de dominación mundial comandada por EEUU”. Por último, más paradójico aún
resulta ser el hecho de que los dirigentes del la CUT y el PT, o de la
socialdemocracia europea, que son tan influyentes en el foro, no puedan mostrar
en sus prácticas habituales ese desapego tan consecuente hacia las jerarquías y
toma de decisiones “en nombre de otros” que practican en el FSM.
<BR><STRONG> <BR>Entre la autonomía y el estado<BR></STRONG> <BR>El
foro social desde su primera iniciativa en el 2001 incluyó un gran componente
autonomista. No se trataba sólo de mantener la autonomía del foro frente a los
distintos gobiernos y partidos, sino fundamentalmente de la convicción de que
los cambios esenciales en las relaciones sociales provenían de lo que comúnmente
se denomina la “sociedad civil” y no del estado. Allí estaban como testimonio
las experiencias fallidas y el posterior derrumbe tanto del estalinismo como del
estado benefactor y el estatismo practicado y proclamado por la
socialdemocracia. La idea del “poder constituyente” como elemento comunista
subversivo y creador frente al “poder instituido” cosificador de las relaciones
sociales y opresor de Tony Negri, o la teoría del “anti-poder” en Holloway se
volvieron sentido común para los movimientos sociales de resistencia en casi
todo el mundo, sobre todo en el período en que la oleada asfixiante de gobiernos
neoliberales que inundaba el mundo ni siquiera permitía pensar la acción estatal
como factor de cambio y liberación. En ese sentido los autores autónomos
hicieron época, reflejando un período marcado por la deserción absoluta del
estado y la mercantilización de toda la vida social, como las pensiones de
retiro, los servicios públicos esenciales y hasta el tiempo libre. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Ahora el estado volvió por sus fueros, aquí y ahora, y su
capital es Caracas. El estado fue nuevamente asumido como el instrumento
fundamental de cambio y ahora la supina idea de “tomar el mundo sin cambiar el
poder” parece, luego de un par de años, un grito disonante, ingenuo, un recuerdo
de cómo fue colocado el movimiento popular a la defensiva, sin capacidad real de
maniobra en la lucha de clases. Aunque ese eco no desapareció ni mucho menos del
escenario mundial, por lo menos en América Latina parece haber quedado fuera de
moda.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Emir Sader, Ramonet y otros intelectuales encabezan la
exigencia de que se tome en cuenta a los gobiernos latinoamericanos cuando se
piensa en que “otro mundo es posible”. Para Sader “fracasaron también los
movimientos sociales que pretendieron mantenerse en la esfera de la lucha
social, sustituyendo la lucha política o intentando prescindir de ella. (…) En
la propia Venezuela, los participantes en el FSM encontrarán un proceso político
en el que efectivamente se promueve la prioridad de lo social, se limita la
libre circulación del capital financiero, se opone a la hegemonía imperial
belicista, se promueve activamente la integración latino-americana, tanto en los
planos político y económico general, como en aspectos decisivos como el
energético y la democratización de los medios de información”[4].</DIV>
<DIV align=justify><BR>Así estamos, mientras unos exigen mirar el siglo pasado
para superar los límites del reformismo estatista, el populismo y su culto al
estado, con sus promesas, mitos y desencantos, otros exigen ver más allá de las
“resistencias sociales” y pasar al terreno de los proyectos políticos si se
pretende superar la intrascendencia. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre las tendencias ideológicas autonomistas y los
renovados impulsos keynesianos y estatistas que comienzan a brillar en el
firmamento latinoamericano, hay más cosas en común de lo que están dispuestos a
admitir cualquiera de sus integrantes. Baste con recordar la cuestión
fundamental: su oposición a las experiencias de rupturas revolucionarias
radicales. Ya sea porque el poder instituyente se vuelve, al estilo
Foucoultiano, es decir por la naturaleza misma del poder, un nuevo Leviatán
opresor, o bien porque las rupturas radicales terminan eventualmente en
dictaduras estalinistas, las vías revolucionarias para la transformación social
del mundo han sido declaradas obsoletas y peligrosas. Las coincidencias teóricas
han tenido su correlato en acuerdos políticos concretos, como el apoyo al Si en
el referéndum sobre la Unión Europea en Francia o el apoyo al gobierno de Lula
en Brasil.<BR> <BR><STRONG>La experiencia
venezolana</STRONG><BR> <BR>Para los estatólatras como Sader -que han
seguido defendido al PT incuso cuando el barco ya estaba hundido-, sin el estado
no hay posibilidad de cambios. Pero se hace caso omiso del tipo de estado que
puede efectuarlos. La Meca se mudó de Brasil a Venezuela. En parte es
comprensible. El gobierno venezolano ha mantenido una política exterior
independiente. Chávez ha sido valiente en sentarse junto a Fidel Castro,
comerciar y establecer relaciones con Irán, Rusia, China o con quién sea, aunque
le moleste a Norteamérica. En ese sentido Kirchner, Lula o Tabaré Vázquez no les
llegan ni a los talones. Es real también que los últimos años del gobierno
venezolano, sobre todo luego del golpe fallido y sobre todo de derrota del paro
petrolero, ha adquirido una dinámica social que ha operado cambios importantes.
Las misiones, las reformas en salud, el combate al analfabetismo, son
indicadores de una nueva política social, que ha recibido el apoyo de la inmensa
mayoría de los pobres del campo y la ciudad. Pero por supuesto, esto no modifica
el carácter de clase del estado. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El proceso revolucionario en Venezuela tiene pendiente un
camino claro en la ruptura con la propiedad privada de los medios de producción
estratégicos, los medios de comunicación que han sido la cuna del golpismo
imperialista, y la reforma agraria, instrumentos indispensables e insustituibles
para reemprender un proceso de reindustrialización y recuperación productiva de
la renta petrolera. El socialismo del siglo XXI sólo puede abrirse paso si se
parte de estas medidas básicas. Y esto por supuesto exige profundizar el proceso
revolucionario, asimilando las lecciones de todo el siglo XX, en el que
movimientos de transformación tantos o más profundos han tenido lugar en
Argentina, Perú, Brasil o México sin que a la larga sean modificadas las
relaciones sociales fundamentales. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En segundo lugar el tipo de estado al que aspiramos los
socialistas desde Marx, es aquel que se construye con la fuerza y participación
desde debajo de la inmensa mayoría de los explotados, y que en parte comienza
desde que se hace efectiva esa participación, a volverse un no-estado, un
aparato que va disolviendo y entregando sus potestades políticas, que son
reabsorbidas por la sociedad de la que había estado separada e incluso
enfrentada irreconciliablemente. En Venezuela el estado lo es todo, (o casi
todo) mientras que la sociedad es débil. Esta característica histórica construyó
relaciones desiguales entre el poder estatal y las masas, introdujo elementos
cesaristas y caudillisticos permanentes y le otorgó rasgos autoritarios y
represivos permanentes al sistema democrático bipartidista de adecos y
copeyanos. La potencia del caudillo sólo puede surgir de la voluntad popular,
pero para que el mito perdure, esa voluntad debe ser entregada al jefe. Cuanto
más se refuerza esa autoridad, incluso si este adopta, como Chávez, medidas
progresistas y antiimperialistas, menos capacidad adquieren las masas para el
auto-gobierno. Llega un punto en que el gobierno de un hombre, un cesarismo
progresivo frente al poder imperialista, se vuelve una traba para el desarrollo
de la polis moderna, del gobierno democrático de las masas. El caudillo no tiene
control ni contrapeso. Los partidos pueden ser mediadores de las demandas
presidenciales, pero nunca pueden limitar o controlar, y menos aún rechazar su
poder. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La consecuencia de la debilidad histórica de lo que puede
denominarse la “sociedad civil” ha hecho que las masas hayan intervenido en
momentos específicos y determinados del proceso revolucionario, como el golpe
del 2002 o el paro del 2002-2003, pero la gran mayoría de las iniciativas
permanentes de organización y participación de masas han sido adoptadas desde el
gobierno y el estado. Las misiones, los círculos bolivarianos, los consejos
comunales. Incluso la formación de la UNT fue apadrinada desde arriba, aunque su
formación fue catalizada por la participación obrera en la lucha contra el paro.
Pero existe una dialéctica de organización-cooptación, basada en la ampliación
del espacio de influencia partidista, que al mismo tiempo genera una tendencia
dinámica autónoma y de autogobierno en el que han crecido organismos, y núcleos
autónomos en comunidades, en el campo y los movimientos indígenas, y a su vez
una dependencia estatal y subordinación política de las mismas. Es un movimiento
contradictorio y un proceso vivo que está aún en desarrollo. La cogestión
obrera, reducida a pocas empresas, fue lograda gracias al protagonismo de los
trabajadores contra el look out patronal, e incluso en su momento apoyada desde
el gobierno, pero luego estancada e incluso desmantelada en PDVSA, o
congelada en el sistema eléctrico. Mientras el estado se arroga representar a
los trabajadores, algunos de ellos exigen participar en la gestión de las
empresas. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Las denuncias sobre la corrupción del aparato estatal, el
rechazo masivo a los “partidos del cambio” oficiales, e incluso el boicot de
gobernantes, alcaldías o funcionarios respecto a las medidas que el pueblo
exige, demuestran hasta qué punto el aparato estatal le es ajeno a la población,
un agente clasista sobre ella, jerárquico, sostenedor de un sistema heterónomo
de relaciones sociales. No es casualidad que sólo la figura presidencial sea
convocante y respetada, sin la cual el proceso no avanzaría. La relación
bonapartista del ejecutivo con las masas expresa la debilidad y no la fortaleza
del proceso, y convoca al desarrollo de organizaciones autónomas de la clase
trabajadora, los campesinos y el pueblo pobre para desarrollar y facilitar el
poder popular y el auto-gobierno de las masas. La experiencia del “socialismo
real” en los países del este debería ser lo suficientemente aleccionadora sobre
los riesgos de alentar y justificar el burocratismo, el sustitucionismo y la
toma de decisiones de corte verticalista, incluso de aquellas medidas
progresivas que se hacen en nombre del antiimperialismo o del socialismo del
siglo XXI. Sería irónico que pudiéramos extraer conclusiones adecuadas en el
este, pero incapaces de mantener una línea socialista consecuente e
independiente en América Latina. La urgencia por colocarse en el margen correcto
en la lucha contra el imperio, no debería ser la excusa para otorgar un cheque
en blanco al nacionalismo de izquierda venezolano ni al socialismo de estado
cubano, con todo el valor y la valentía (y la simpatía y el apoyo que nos
merecen) tener que enfrentarse con un poder imperialista mil veces superior. Al
revés, una concepción libertaria, genuinamente socialista, tal como lo
formulara, más allá de sus puntos débiles, Lenin en El Estado y la
revolución, podría servir mil veces más al socialismo tanto en Cuba como en
Venezuela que un seguidismo acrítico y una concepción estatista y burocrática
del mismo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En resumen, se trata de superar la antinomia entre el
autonomismo o el estatismo burgués. El primero carece de proyección política
estatal sin la cual es imposible derrotar al imperialismo y dar paso en la
transición al socialismo. Esta comienza a ser la lección fundamental que puede
dejar la experiencia de más de diez años de lucha de los zapatistas en México,
que luego de errores fundamentales en su estrategia autónoma se encaminan a
ensayar alternativas de organización política a nivel nacional; o la de Ecuador,
donde los movimientos indígenas y campesinos entregaron su propio poder a
militares y a políticos veletas que significó una derrota que aún hoy los
movimientos sociales están pagando. O finalmente, la experiencia Argentina,
donde pareció que las prácticas autónomas y experiencias barriales o productivas
podían sustituir con éxito la construcción de herramientas políticas
anti-capitalistas, aunque la recomposición del estado y de la clase dominante
recondujo esas experiencias con relativa facilidad e incluso cooptó a muchos de
sus integrantes. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El segundo caso, el estatismo reformista, niega la
superación de la propiedad privada, la socialización de los medos de producción
y la gestión directa y democrática de todos los asuntos públicos por parte de
las masas, única posibilidad de crear un nuevo tipo de estado que inaugure el
camino a la sociedad comunista. Por eso sus partidarios se encandilan con más
mínima medida que algún gobernante de centroizquierda pueda tomar con la
esperanza de que sean dos o tres milímetros más izquierdistas que los Menem,
Cardozo o Battle, o recrean la ilusión de un transito “por arriba” entre el
nacionalismo de izquierda y el socialismo y hacen un culto al poder emancipador
del estado. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay una tercera variante que es necesario recuperar de
acuerdo a la nueva época en que vivimos. Se trata de volver a ubicar como centro
de una estrategia socialista la transformación revolucionaria de la sociedad y
la transición hacia un no – estado, asegurado por la extensión de nuevas
relaciones sociales al interior de las sociedades más desarrolladas. Ni
apoliticismo ingenuo en nombre de un falso antiautoritarismo, ni fetichización
del estado capitalista o burocrático. Hay que pensar las vías hacia una ruptura
radical del estado capitalista y el poder económico, social y cultural de la
clase dominante, y las formas de transición estatal mediante la acción conciente
y participación directa de las masas, única manera en que puede entenderse hoy
en día el socialismo. <BR> <BR>Buenos Aires, 18 febrero 2006</FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV><FONT face=Arial
size=2>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>* Integrante el colectivo Economistas
de Izquierda (EDI) y de la Corriente Práxis. </FONT></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>[1] La mundialización de las resistencias y de las luchas
contra el neoliberalismo, François Houtart. <BR> <BR>[2] Que outro mundo é
possível, Martins Antonio, 2006. <BR>[3] Idem. <BR>[4] Foro Social Mundial: de
la resistencia a la lucha por un mundo posneoliberal o la intranscendencia. Emir
Sader, enero 2006.
<HR>
<STRONG><FONT color=#000080>La información contenida en el boletín es de fuentes
propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas, movimientos
sociales y organizaciones políticas de izquierda. Los artículos firmados no
comprometen la posición editorial de Correspondencia de Prensa. Suscripciones,
Ernesto Herrera: </FONT></STRONG><A
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color=#000080>germain@chasque.net</FONT></STRONG></A>
<HR>
<BR><BR></FONT></DIV></BODY></HTML>