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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - 23 de marzo 2006 - Redacción:
</FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Capitalismo y
Clima</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>¿Hemos entrado ya en la era del
caos?<BR></STRONG></FONT></DIV>
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size=3></FONT></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Mike Davis
*</FONT></STRONG> </FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Revista
SinPermiso</STRONG></FONT></DIV>
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href="http://www.sinpermiso.info/"><STRONG>http://www.sinpermiso.info/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Jordi
Mundó</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><BR><BR>La génesis de dos huracanes
de fuerza cinco (Katrina y Rita) golpeando una tras otro el Golfo de México es
un hecho sin precedentes cargado de preocupantes consecuencias. Pero para la
mayoría de los meteorólogos tropicales la verdaderamente asombrosa “tormenta de
la década” fue la ocurrida en marzo de 2004. El huracán Catarina –llamado así
por haber recalado en el Estado de Santa Catarina, al sur de Brasil– fue el
primer fenómeno de esta naturaleza registrado en el Atlántico sur.<BR><BR>La
ortodoxia de los manuales de texto siempre había excluido la posibilidad de un
suceso parecido. Los expertos afirmaban que al sur del Ecuador atlántico la
temperatura del agua del mar era demasiado baja y los vientos racheados
demasiado fuertes para permitir que las depresiones tropicales evolucionaran y
se convirtieran en ciclones. De hecho, los meteorólogos no daban crédito a lo
que veían cuando los satélites transmitieron las primeras imágenes de la
presencia en esas latitudes imposibles del clásico remolino con un ojo perfecto
en el centro.<BR><BR>En distintas reuniones y publicaciones recientes los
investigadores han debatido sobre el origen e importancia del Catarina. El
asunto básico es éste: ¿El Catarina fue sólo una excepción a la situación
climatológica estadísticamente normal del Atlántico sur (siguiendo la famosa
analogía de Stephen Jay Gould, algo así como la racha extremadamente improbable
en béisbol de 56 bateos de Joe DiMaggio en 1941) o, por el contrario, el
Catarina inauguró un nuevo “umbral”, apuntando hacia un cambio de estado
fundamental y súbito en el sistema climático del planeta?<BR><BR>Las discusiones
científicas sobre el cambio climático y el calentamiento global siempre se han
desarrollado bajo la terca presencia de la no linealidad. Los modelos
climáticos, como los modelos econométricos, son fáciles de construir y de
comprender cuando son simples extrapolaciones lineales de una conducta pasada
bien cuantificada; es decir, cuando hay una relación proporcional consistente
entre causas y efectos.<BR><BR>Pero la mayoría de los componentes del clima
global –aire, agua, hielo y vegetación– en realidad exhiben un comportamiento no
lineal: a partir de ciertos umbrales pueden saltar repentinamente de un patrón
organizativo a otro, con consecuencias catastróficas para especies con un diseño
muy adaptado a las condiciones ecológicas previas. Hasta principios de la década
de 1990 se creía que esas grandes transiciones climáticas requerían siglos, si
no milenios. Hoy, gracias al procesamiento e interpretación de los registros
materiales presentes en los casquetes polares y en los sedimentos de los fondos
marinos, sabemos que las temperaturas globales y las corrientes oceánicas
pueden, bajo determinadas circunstancias, cambiar muy rápidamente (en un década,
o incluso en menos tiempo).<BR><BR>El ejemplo paradigmático es el llamado
“Younger Dryas”, ocurrido hace 12.800 años. El desplome de una gigantesca pared
de hielo instantáneamente formó el río Saint Lawrence, el cual liberó al Océano
Atlántico un inmenso volumen de aguanieve procedente de la menguante capa de
hielo del glaciar de la meseta Laurentina [actual Canadá]. El enfriamiento
súbito del Atlántico norte detuvo la circulación de agua tibia procedente de la
corriente marina del Golfo y sumió a Europa en una era de glaciación que duró
cientos de años.<BR><BR>Los cambios bruscos en el sistema climático –como por
ejemplo los cambios relativamente pequeños que ocurren en los niveles de
salinidad oceánica– son amplificados por bucles causales. Acaso el ejemplo más
famoso sea el del albedo (*) del hielo marino: las vastas extensiones de hielo
blanco compacto del Océano Ártico refractan el calor hacia el espacio,
retroalimentando así la tendencia al enfriamiento; en cambio, la capa menguante
de hielo marino aumenta la absorción del calor, acelerando tanto su propia
fusión como el calentamiento planetario.<BR><BR>Umbrales, cambios bruscos,
amplificadores, caos. La geofísica contemporánea supone que la historia de la
Tierra es inherentemente revolucionaria. Es por esto que muchos destacados
investigadores, sobre todo aquellos que se ocupan de analizar la estabilidad de
la capa de hielo del Ártico y las corrientes marinas del Atlántico norte,
siempre han puesto reparos a las proyecciones acordadas por el Panel
Intergubernamental sobre el Cambio Climático (PICC), la autoridad mundial para
el cambio climático.<BR><BR>Pero no vaya a pensarse que su postura crítica tiene
algo que ver con la de los acólitos de Bush que siguen pensando que la Tierra es
plana y con los que sólo piensan en los intereses de la industria petrolera. Su
escepticismo se basa en el temor de que los modelos del PICC sean incapaces de
predecir adecuadamente escenarios no lineales tan catastróficos como el Younger
Dryas. Mientras otros investigadores hacen modelos sobre el clima de finales del
siglo XXI en el que vivirán nuestros hijos basándose en los precedentes de las
eras Antitermal (la fase más caliente del periodo holocénico actual, hace 8.000
años) o Eemia (el episodio anterior, aún más cálido, ocurrido 120.000 años
atrás), un número creciente de geofísicos juegan con la hipótesis de que
sobrevenga un calentamiento desbocado que devuelva la Tierra al tórrido caos del
Máximo Termal del Paleoceno-Eoceno (MTPE), hace 55 millones de años, cuando el
calentamiento rápido y extremo de los océanos provocó extinciones
masivas.<BR><BR>Recientemente han aparecido nuevas evidencias de que quizá
vayamos a sufrir calentamientos que, si bien no nos harían regresar al temible y
casi inconcebible MTPE, sí llevarían a pensar en una situación más severa que la
imaginada por el PICC.<BR><BR>Cuando hace tres semanas volaba hacia Luisiana y a
la carnicería provocada por el Katrina, leí el ejemplar del EOS, el boletín de
la American Geophysical Union, correspondiente al 23 de Agosto. Me impactó
sobremanera el artículo titulado “La trayectoria del sistema Ártico hacia una
nueva estacionalidad sin hielo”, co-escrito por 21 científicos de otras tantas
universidades e institutos de investigación. Incluso dos días después, mientras
caminaba entre los cascotes del noveno dique [en Nueva Orleáns], me di cuenta de
que estaba aún más horrorizado por el artículo del EOS que por el desastre que
me rodeaba.<BR><BR>El artículo empezaba con un resumen de procesos climáticos
recientes con los que está familiarizado cualquier lector habitual de la sección
científica de los jueves del New York Times: durante casi 30 años, el hielo
marino del Ártico ha ido adelgazando y menguando tan rápidamente que “es muy
realista pensar que dentro de un siglo habrá un verano sin hielo en el Océano
Ártico”. Sin embargo, los científicos añaden otra observación: que este proceso
probablemente sea irreversible. “Sorprendentemente, resulta difícil identificar
un único mecanismo de retroalimentación en el Ártico que por sí mismo tenga la
potencia o la capacidad de aceleración suficientes como para alterar el curso
actual del sistema”.<BR><BR>En el último millón de años no ha habido un Océano
Ártico sin hielo, y los autores advierten de que la Tierra está abocada a un
estado inexorablemente “hiperglacial, saltándose la secuencia de fluctuaciones
entre periodos glaciales e interglaciales prevalente durante la historia
reciente del planeta”. Hacen hincapié en que durante el próximo siglo el
calentamiento global probablemente excederá la temperatura máxima de la era
Eemia, soslayando así todos los modelos construidos a partir de la hipótesis de
que éste sería el escenario dominante. Además sugieren que hay una posibilidad
real de desplome total o parcial de la masa de hielo de Groenlandia, un
acontecimiento que provocaría un nuevo Younger Dryas sobre la corriente del
Golfo.<BR><BR>Si están en lo cierto, entonces nosotros estamos viviendo en el
equivalente climático de un tren en marcha que va aumentando su velocidad a
medida que pasa por las estaciones “Antitermal” y “Eemia”. “Saltándose la
secuencia”, además, quiere decir que no sólo estamos dejando atrás los variables
parámetros climáticos del Holoceno –los últimos 10.000 años de tiempo benigno y
cálido que han favorecido los rápidos crecimientos de la agricultura y la
civilización urbana–, sino también los del Pleistoceno tardío que coadyuvaron a
la evolución del Homo sapiens en el África oriental.<BR><BR>Con toda seguridad
otros investigadores impugnarán las extraordinarias conclusiones del artículo
del EOS y –debiéramos esperar– sugerirán que existen fuerzas compensatorias a
este escenario de catástrofe del albedo ártico. Pero, al menos hasta el momento,
la investigación sobre el cambio global apunta a los peores escenarios
posibles.<BR><BR>Se calla por sabido que todo esto es un perverso tributo al
capitalismo industrial y al imperialismo extractivo, dos fuerzas geológicas tan
formidables que en apenas dos centurias –en realidad, en los últimos 50 años–
han conseguido bajar la Tierra de su pedestal climático y propulsarla hacia una
no linealidad desconocida.<BR><BR>Mi demonio interior ansía decir: pongámonos el
mundo por montera. No hay ninguna necesidad de que nos preocupemos de Kyoto, de
reciclar las latas de aluminio o de gastar demasiado papel higiénico, si resulta
que en poco tiempo de lo que hablaremos será de cuántos cazadores-recolectores
podrán sobrevivir en los abrasadores desiertos de Nueva Inglaterra o en los
bosques tropicales del Yukón.<BR><BR>Sin embargo, el lado bueno que habita en mi
grita: ¿Cómo es posible que podamos contemplar con seriedad científica si los
hijos de nuestros hijos tendrán hijos? Dejemos que sea Exxon la que responda a
la pregunta en uno de sus mojigatos anuncios.<BR><BR><STRONG>* </STRONG>Mike
Davis es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO. Está en prensa la
traducción castellana de su reciente y celebrado libro sobre la venidera
pandemia de gripe aviar: El monstruo en la puerta (trad. María Julia Bertomeu,
Ediciones El Viejo Topo, Barcelona, 2006)</FONT>
<HR>
<FONT face=Arial size=2><STRONG><EM><FONT color=#000080>La información contenida
en el boletín es de fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes
alternativas, movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierda. Los
artículos firmados no comprometen la posición editorial de Correspondencia de
Prensa. Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
color=#000080>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>