<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.2600.0" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - 24 de marzo 2006 - Redacción:
</FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT
face=Arial><STRONG>Argentina/Especial</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>1976 - 24 de marzo -
2006</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>A 30 años de la noche más
larga...</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Las operaciones clandestinas en
Bolivia, Nicaragua, Honduras, Guatemala, El Salvador</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Los secretos de
la guerra sucia continental de la dictadura</FONT> </STRONG><BR><BR></FONT><FONT
face=Arial size=2><STRONG>Entre 1978 Y 1984, Videla, Viola y Galtieri exportaron
sus técnicas de exterminio. Ahora, se revelan documentos de esa cruzada
anticomunista que incluyó tráfico de armas y drogas. <BR><BR>María
Seoane</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Clarín, Suplemento
Especial</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Buenos Aires,
24-3-06<BR></STRONG><BR><BR>Se trató de la mayor operación secreta a escala
continental de la dictadura. Se trató de la Operación Centroamérica, que se
desplegó desde 1977 hasta 1984, después de la Guerra de Malvinas, y consistió en
la exportación de los métodos de inteligencia y las técnicas de la lucha
contrainsurgente, que incluían el uso de la tortura, el secuestro y la
desaparición de opositores usados por la dictadura argentina hacia Nicaragua,
Honduras, El Salvador y Guatemala. Ocurrió bajo los gobiernos de los dictadores
Jorge Rafael Videla, Roberto Viola y Leopoldo Galtieri. Una serie de documentos
desclasificados del Departamento de Estado estadounidense y la entrevista
exclusiva realizada por Clarín a Duane Clarridge,el ex jefe de la CIA en esas
operaciones, revelan detalles nunca contados. De estos documentos y de esta
entrevista se deduce que los militares argentinos desembarcaron en Centroamérica
como fuerza legionaria exterior en tanto estaban dispuestos a hacer el trabajo
"sucio" que la CIA estaba restringida de hacer al comienzo del gobierno del
demócrata James Carter (1977-1981); que presionaron para que los EE.UU. tuvieran
un rol más activo en las actividades contrarrevolucionarias y que, al final, se
sometieron a su dirección cuando asumió Ronald Reagan (1981-1989) la presidencia
estadounidense.<BR><BR><STRONG>Del vuelo del Cóndor al
Charlie</STRONG><BR><BR>La participación argentina en Centroamérica tuvo su
bautismo iniciático en el denominado Plan Cóndor, la alianza represiva de los
ejércitos de las dictaduras de la Argentina, Chile, Uruguay, Bolivia y Paraguay
para perseguir más allá de las fronteras a quienes eran considerados enemigos u
opositores. Eran tiempos de la Guerra Fría entre los EE.UU. y la Unión
Soviética, de un enfrentamiento impiadoso entre capitalismo y comunismo que
había desembarcado en América latina. La Doctrina de la Seguridad Nacional
(DSN), entonces, alentó los estados terroristas. Se interpretaba que la
seguridad del Estado y hemisférica estaba por sobre la seguridad de las personas
y que para garantizar esa seguridad no había fronteras nacionales. Lo cierto es
que el Plan Cóndor tuvo su esplendor entre 1975 y 1979, pero muchos de los
militares argentinos que allí participaron, luego integraron la comitiva que
siguió hacia Centroamérica para entrenar a los llamados "contras" — diminutivo
de "contrarrevolucionarios"—, ex guardias somocistas nicaragüenses, fugados a
Honduras en su mayoría, luego del triunfo de la revolución dirigida por el
Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) en julio de 1979. Y, más tarde,
para entrenar a los oficiales de los ejércitos de El Salvador y Guatemala para
prevenir la extensión de la revolución sandinista y la influencia de la Cuba
socialista. Muchos ex guerrilleros argentinos, de Montoneros y del Ejército
Revolucionario del Pueblo (ERP) se habían alistado desde comienzos de 1979 en la
lucha del FSLN para combatir al dictador Anastasio Somoza. </FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><BR>En noviembre de 1979, la Argentina estaba gobernada
por Videla, Viola era el comandante en jefe del Ejército, su jefe de Estado
Mayor (EMGE), era el general Guillermo "Pajarito" Súarez Mason; su inmediato
inferior en la inteligencia militar, Jefatura Dos (JII) era el general Alberto
Alfredo Valín; el jefe del Batallón 601 de Inteligencia militar era el coronel
Jorge Alberto Muzzio. El jefe de la Secretaría de Inteligencia del Estado (SIDE)
era el general Carlos Alberto Martínez, el hombre de mayor confianza en
Inteligencia para Videla, que lo acompañó a subir al poder y que diseñó, junto
con Viola y Valín, las operaciones en Centroamérica. El Canciller era el
brigadier mayor Carlos Washington Pastor. El responsable de los equipos
operativos en Centroamérica— según señalan todos los documentos desclasificados
del Departamento de Estado de los EE.UU.— era el coronel José Osvaldo "Balita"
Riveiro, jefe de la estación Honduras de los militares argentinos, denominada
también Grupo de Tareas Exterior o GTE. Riveiro reportaba directamente a Súarez
Mason, por lo que se construía, además, una red secreta dentro de las propias
operaciones ya de por sí secretas, con el fin de administrar discrecionalmente
los 19 millones de dólares que la CIA aportaría de manera inicial y encubierta
para entrenamiento y compra de armas, según analiza una investigación del
politólogo Ariel Armony. Había otros nombres, el coronel Mario Davico, que
reemplazará a poco de andar a Valín en la JII de inteligencia; y los miembros
del Batallón 601, los capitanes Santiago Hoyas, Héctor Ricardo Francés García,
el coronel Jorge de la Vega y el contador Leandro Sánchez Reisse y Raúl
Guglielminetti, entre otros. El embajador argentino en Honduras para el período
fue Arturo Ossorio Arana, al tanto de todas las operaciones
paralelas.<BR><BR>Pero la idea de los argentinos de cómo combatir "la subversión
comunista" en América Central no era igual, en ese momento, a la de la
administración Carter. Los argentinos bregaban por lo que se denominó el Plan
Charlie, es decir la constitución de un "ejército panlatinoamericano liderado
por la Argentina que desembarcara en El Salvador con la idea de arrinconar a los
revolucionarios hacia Honduras donde serían exterminados", según reveló el libro
"Malvinas, la trama secreta", de R.Kirschbaum, O. Cardoso y E. van der Kooy. Las
operaciones clandestinas ya estaban en marcha, pero se no dejaba de buscar un
aval explícito de los Estados Unidos que se traduciría en dinero y armas. El
FSLN había ya denunciado que la dictadura de Videla le vendía armas (también
Israel) a la guardia nacional somocista. Un documento secreto fechado en junio
de 1979 y enviado por la embajada de los EE.UU. en Buenos Aires, a cargo de Raúl
Castro, hacia el secretario de Estado de su país, Viron Vaky, en vísperas de la
visita a Buenos Aires de la CIDH, revela la obsesión de Viola en que los EE.UU.
se decidieran a dar fuerza al Plan Charlie o, en su defecto, a apoyar
abiertamente las operaciones clandestinas de los argentinos. Los argentinos
consideraban que EE.UU. había abandonado la defensa del hemisferio del comunismo
y que ellos debían cumplir ese papel. Castro cuenta el encuentro con Viola, en
dos partes. La primera, es esclarecedora de la presión de Carter por los
derechos humanos. En la segunda parte, aparece la verdadera preocupación de
Viola . "Durante toda la reunión Viola me repitió que su intención al querer
verme era hablar de Nicaragua. De hecho, hablamos de Nicaragua. Me dijo que el
gobierno argentino (GOA) compartía la opinión nuestra sobre Nicaragua, pero que
temía que enviar una fuerza militar de paz no fuera aceptable para los países
latinoamericanos. Su razonamiento se refería a que los países latinoamericanos
tenían problemas internos y que cada país temía que se estableciera un
precedente si se enviaban unidades militares para resolver problemas internos.
Viola dijo que el problema nicaragüense no podía resolverse a través del diálogo
y requería detener la infiltración de tropas y armas a través de la frontera de
Panamá y Costa Rica. Viola dijo que esto se podría hacer sólo con una fuerza
militar de paz, pero que la opinión pública argentina nunca lo aceptaría (?). Me
pareció que tanteaba la posibilidad o esperaba que yo le diera alguna
justificación para enviar una fuerza de paz a Nicaragua, que incluyera a la
Argentina." Viola en realidad tanteaba sobre el envío de una fuerza militar.
Pero ya no argumentaba en favor de una fuerza legal de paz sino sondeaba la
disposición de los EE.UU. para avalar una fuerza paramilitar y clandestina.
<BR><BR>Así que en noviembre de 1979, Viola desarrolló en la XIII Conferencia de
Ejércitos Americanos en Bogotá su plan de latinoamericanización del modelo
terrorista estatal. Según Viola, el éxito obtenido por las Fuerzas Armadas
argentinas en su combate contra "la subversión marxista", las habilitaban para
exportar la experiencia a otros países de América Latina. Con el triunfo del
sandinismo, con miles de guardias nacionales huyendo en masa de la revolución,
parecía evidente que la política exterior de los EE.UU. en el último año de
Carter cambiaría. En otro memorándum fechado el 15 de febrero de 1980, del
Consejo Nacional de Seguridad norteamericano, remitido por Robert Pastor a los
miembros del consejo, como Zbigniew Brzezinski, David Aaron y Henry Owen, es
evidente que los EE.UU. marchan a una intervención sobre Centroamérica aunque
aún buscando vías políticas. "Ha llegado el momento— se dice en el documento—de
hacer que este gobierno se mueva de manera eficaz para resolver los problemas de
El Salvador y Honduras". El documento abunda en recomendaciones sobre qué hacer
en cada país: dividir a la izquierda, neutralizar el golpe de Estado de la
derecha, armar un gobierno de centro cívico-militar. Es la visión de comienzos
del 80. Una visión que pronto será abandonada ante la radicalización
revolucionaria en El Salvador a través del Frente Farabundo Martí, y en
Honduras, con la llegada masiva de guardias somocistas y civiles
antisandinistas, que pujan por armar una invasión a Nicaragua. De hecho, Videla
y Viola deciden dejar en manos de Súarez Mason, y de manera operativa en manos
de Valín y Riveiro, el comienzo de la formación del GTE y su desembarco en
Honduras, sede principal de operaciones. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>El grupo tiene su bautismo de fuego en Bolivia, en julio de
1980 cuando participan avalando el llamado golpe del "narcotráfico" que desplaza
a la presidenta Lidia Gueiler y pone en su lugar al general Luis García Meza y
al hombre fuerte de su gobierno, el ministro del Interior y acusado de
narcotraficante, Luis Arce Gómez, socio del conocido como barón de la droga,
Roberto Súarez Levy, uno de los principales traficantes de cocaína del mundo
entonces. De ese negocio provendrán parte de los fondos para financiar y
enriquecer a los paramilitares argentinos. De la presencia argentina allí y de
la coordinación que ya existía da cuenta otro documento de la embajada
norteamericana en Buenos Aires. El embajador informa que un oficial de
inteligencia de esa delegación se reunió el 16 de junio de 1980 con un oficial
del servicio de inteligencia argentino— presumiblemente el general Valín o
Davico— y que "el principal tema de conversación fue la situación de Bolivia. La
fuente avisó que detuvieron a cuatro argentinos en Perú. Son parte importante de
la jerarquía montonera. (...) Que lo hizo el 601 con la colaboración de la
inteligencia peruana. Los detenidos (luego se supo de que se trataba entre otros
de Carlos Maguid) están en Perú, pero serán trasladados a Bolivia, serán
expulsados de Bolivia a la Argentina, donde serán interrogados y luego
desaparecerán". Y en el documento, se dice algo más: "la fuente será enviada a
Panamá, Costa Rica, Guatemala y San Salvador para analizar la situación país por
país e informar al 601." Fue en esos días que Valín viajó a Centroamérica para
establecerse allí de manera casi permanente. En la JII lo había reemplazado el
general Mario Davico. Y el jefe del Batallón 601 era Muzzio. Es precisamente en
agosto de 1980, cuando en Honduras los EE.UU. y la Argentina apoyan el ascenso
del durísimo general Gustavo Alvarez Martínez, comandante de la Fuerza de
Seguridad Pública (Fusep), la policía política que dependía del Ejército, un
militar que había sido colega de Viola y alumno de Videla en el Colegio Militar
de la Nación en los tempranos años sesenta. La cúpula militar argentina festejó
ese ascenso y presintió el cambio de aire definitivo cuando en octubre de 1980,
finalmente, Carter termina autorizando un programa de acción encubierta de la
CIA en apoyo de las organizaciones antisandinistas, enviando un millón de
dólares para financiar a grupos de prensa, sindicales y políticos dentro de
Nicaragua que conspiraban contra el gobierno revolucionario. Según el testimonio
dado al Congreso de los EE.UU. en 1987 por un miembro del 601, Leandro Sánchez
Reisse, al ser detenido por secuestro, se había instalado entre 1978 y 1981, en
Fort Lauderlade, Florida, un negocio encubierto, centro de operaciones del
batallón 601 y a través del cual la CIA colaboraba con esa unidad de
inteligencia con información y recursos. Lo que confirma que "los argentinos
hicieron de la clandestinidad un negocio". Pero, además, que la CIA, pese a los
esfuerzos de Carter en reducir su poder, también clandestinamente financiaba a
los contras, como los dirigentes nicaragüenses Edgar Chamorro y Sam Dillon.
Precisamente a mediados de 1980, el ex director de la CIA, Vernon Walters y un
contra nicaragüense Francisco Aguirre se reunieron con Viola, Davico y Valín
para coordinar las actividades en la región. <BR><BR><STRONG>La cruzada
argentina</STRONG><BR><BR>Ya a fines de 1980, se registran acciones de
paramilitares entrenados por los argentinos en Guatemala, Costa Rica y dentro de
Nicaragua. Cuando Reagan asume la presidencia en enero de 1981, las Fuerzas
Armadas argentinas deciden convertirse abiertamente en su fuerza expedicionaria
en América Central. El nuevo secretario de Estado estadounidense es Alexander
Haig, el nuevo embajador en Buenos Aires es Harry Shlaudeman. En Honduras,
desembarca como embajador estadounidense John Negroponte, un halcón de la Guerra
Fría. En Buenos Aires, Viola está por asumir como presidente, en marzo de 1981,
y su comandante en jefe del Ejército es Galtieri. Davico, Muzzio y Valín son ya
la plana mayor de la operación Centroamérica, mientras Riveiro, el coronel Luis
J. Arias Duval, el mayor Martín Ciga Correa, y capitanes como Fancés y Hoya son
los enlaces e instructores más prominentes del GTE argentino. En El Salvador, en
tanto, la guerrilla del Farabundo Martí había comenzado en enero de 1981 una
ofensiva militar a gran escala apoyada por el gobierno sandinista. Para
Washington, ya no había tiempo que perder. <BR><BR>Un documento secreto fechado
un mes después, el 26 de febrero de 1981, dirigido a Haig de parte de Vernon
Walters, nombrado a la sazón por Reagan como embajador extraordinario para la
guerra en Centroamérica, da cuenta con una precisión hasta ahora desconocida del
conocimiento y aval de los EE.UU. a las operaciones clandestinas de los
militares argentinos en Honduras y El Salvador. También de cómo Viola usaba ese
prestigio de ser un aliado clave para pelear su interna criolla en la junta
militar y lograr asegurarse la sucesión de Videla como presidente. Pero, al
mismo tiempo, cómo Galtieri ve en la alianza con los EE.UU. la mayor palanca
para su futuro político. Y pide hacer más y más coordinación con la CIA. Escribe
Walters a Haig— pero vía la embajada en Santiago de Chile, al mejor estilo
conspirador— "Durante mi visita al comandante en jefe del ejército, Galtieri, me
informó sobre la ayuda argentina a los gobiernos de El Salvador y Honduras. a)
Argentina había proporcionado adistramiento de inteligencia a 40 oficiales
hondureños a través de 5 a 8 cursos (...) b) El ejército argentino tenía unos
cincuenta oficiales operando en la zona del Caribe.; c)Diversos oficiales
salvadoreños habían sido entrenados por especialistas argentinos antiguerrilla,
d) Argentina estaba dispuesta a hacer más pero debemos tener una reunión para
definir quién debe hacer qué cosa. e) Argentina había abierto dos oficinas de
agregados militares en Centroamérica. Comentario: El ejército argentino
claramente emprendió una importante actividad y haría más. Pidió intercambio
regular de información sobre la zona y mantener reuniones para definir
exactamente qué es lo que quisiéramos que haga. Todo lo que tenemos que hacer es
decirle qué hacer."<BR><BR>Un documento secreto del 3 de marzo de 1981, semanas
antes de que Viola fuera ungido Presidente en reemplazo de Videla, el embajador
especial de Reagan, Walters informa también vía la embajada en Santiago a su
jefe Haig, de las reuniones ocurridas con los comandantes de la junta, da el 26
de febrero con Gatieri, el brigadier Omar Graffigna, el almirante Armando
Lambruschini y el general Davico. Walters cuenta que Grafigna lo criticó porque
EE.UU. no había hecho a tiempo, como los argentinos, los deberes
contrainsurgentes en América Central. Y que con Lambruschini le ocurrió lo mismo
que con Graffigna. Que con Galtieri, que estaba acompañado por Davico, el
almuerzo fue más distendido. "El insistió en que la Argentina ayudaría de todas
las formas posibles.". Walters dijo que Davico "pidió que retomáramos las
conferencias de inteligencia y el intercambio de información (...)". Lo más
interesante de este documento, sin embargo, no es la ratificación que consigue
Walters del alineamiento argentino en Centroamérica, sino la defensa de Galtieri
del narco-gobierno boliviano. "Hablamos de Bolivia, y en esto estuvo menos
colaborador. Dijo que, si se sacaba a Arce del poder, el régimen no podía durar
y que la Argentina no podía tolerar un foco comunista en la frontera. Dijo que
venía mucha más droga de Colombia pero como ésta mantenía una fachada
democrática nadie se quejaba. (...) Dijo que el régimen de García Meza no podría
sobrevivir sin Arce y que, si él se iba, la extrema izquierda tomaría el poder."
Galtieri no lo dijo, aunque después se sabría, que estaba defendiendo los
narcodólares que financiaban parte de las operaciones clandestinas
contrainsurgentes. Walters termina el documento con un comentario que lo muestra
feliz por el clima amistoso y franco que vivió. "Supongo fue una retribución por
el espíritu sumamente servicial del presidente Videla y de el presidente electo
Viola". A esas reuniones lo había acompañado el embajador en Buenos Aires,
Shlaudeman. <BR><BR>Lo cierto es que las operaciones clandestinas en
Centroamérica en el período en que Galtieri es jefe del ejército, y luego cuando
asuma como presidente en diciembre de 1981, tendrán su período más álgido. Los
últimos documentos desclasificados de junio del 81 y enero de 1982 a los que
tuvo acceso Clarín dan cuenta de las denuncias sobre el tráfico de armas y la
entrega de dinero a la contra nicaragüense por parte de Davico— unos 50 mil
dólares— y de las denuncias internacionales que la Argentina comienza a recibir
por casos de tortura dirigidas por argentinos a hondureños y salvadoreños.
Recién un año después de la Guerra de Malvinas, el gobierno de Reagan tomará
abiertamente en sus manos la operación en América Central. La CIA reemplazará a
sus viejos aliados del batallón 601, dispersados y transformados, en tiempos de
Reynaldo Bignone, en los restos agonizantes y corrompidos de esa "gesta
internacional" de la dictadura.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Jefes contrainsurgentes
*</FONT></STRONG><BR><BR></DIV>
<DIV align=justify>El general Gustavo Alvarez Martínez fue el hombre fuerte de
Honduras en la coordinación de los proyectos contrarrevolucionarios de la CIA en
la región. Se había graduado con honores en la Academia Militar argentina en
1961, y luego en la Escuela de las Américas. Fue comandante de la Fuerza de
Seguridad Pública (Fusep). En 1982, fue designado comandante de las fuerzas
armadas en Honduras. A partir de entonces se inició en el país "la era de las
desapariciones y los cementerios clandestinos". Junto a los militares
argentinos, Riveiro y Hoyos y de la CIA organizó el Batallón 3-16, cuerpo de
paramilitares clandestinos responsables de ejecuciones y matanzas. En 1984,
producto de un golpe interno, fue obligado a salir al exilio. Confesó entonces
que "los militares argentinos le habían enseñado a hacer desaparecer gente".
<BR><BR><STRONG>El "método argentino"</STRONG><BR><BR>"El método argentino" fue
el central del terrorismo de estado, que en los años setenta era el sistema
difundido en todo el continente. La embajada de los EE.UU. decía en un cable
encabezado "The tactic of disappearance"(la táctica de la desaparición): "nos
seguirá resultando difícil refutar el "éxito argentino en su guerra no declarada
contra el terrorismo y el accionar de la guerrilla paramilitar". Era
precisamente ese tipo de experiencia lo que la Argentina transferiría a
Centroamérica. El método argentino, como se conoció en Honduras, Nicaragua,
Guatemala y El Salvador era la práctica de la desaparición del opositor, la
extracción de información bajo la tortura sistemática en cárceles y
procedimientos clandestinos, que derivaban en que quienes los ejecutaban
quedarían impunes. El "éxito" de estos procedimientos para la contrainsurgencia
era su falta de límite moral y humano. En junio de 1983, la Americas Watch, una
institución privada estadounidense que se dedica a la defensa de los derechos
humanos en todo el mundo, visitó Honduras. En su informe redactó: "El general
Gustavo Alvarez Martínez, jefe de las fuerzas armadas hondureñas, públicamente
ha defendido el uso del método argentino para enfrentar la amenaza subversiva en
América Latina. De hecho Alvarez es responsable de haber traído a Honduras los
primeros asesores argentinos, cuando él era comandante de la Fuerza de Seguridad
Pública (Fusep)." El "método argentino" dejó miles de desaparecidos en Honduras,
Guatemala y El Salvador. <BR><BR><STRONG>Una historia oscura a ser
iluminada</STRONG><BR><BR>A finales de los años setenta y principios de los
ochenta, el régimen militar argentino internacionalizó su aparato represivo en
América Latina. La dictadura trasladó su experiencia en contrainsurgencia a
otros países de la región como parte de una cruzada hemisférica contra el
comunismo. Comenzó su intervenir en Centroamérica durante la guerra civil en
Nicaragua (1977-1979). Luego dieron entrenamiento en contrainsurgencia y
asistencia militar a El Salvador, Guatemala y Honduras. Además, en un paso clave
en el proceso de expansión continental, el régimen militar argentino participó
en el golpe de Estado en Bolivia encabezado por Luis García Meza en 1980. La
proyección extraterritorial de la dictadura alcanzó su clímax con la
organización y entrenamiento de los "contras" nicaragüenses. Los militares
argentinos "vendieron" exitosamente este programa contrarrevolucionario al
gobierno de Ronald Reagan, para el cual América Central se había convertido en
el lugar más peligroso del mundo. Mareados por la soberbia de creerse actores
centrales en el mapa geopolítico del hemisferio occidental, los militares
argentinos creyeron en 1982 que Estados Unidos pondría la guerra anticomunista
por encima de su alianza con Inglaterra en caso de un conflicto armado en
Malvinas. La realidad pulverizó los sueños de grandeza de la casta militar.
Pocos temas han sido tan estudiados como el de la última dictadura militar
argentina, pero la brecha entre lo que sabemos y lo que deberíamos saber sobre
aquel período es todavía muy grande. La coordinación represiva que los países
sudamericanos establecieron con la creación de la Operación Cóndor y la
proyección de la maquinaria de muerte argentina a Centroamérica y Bolivia
sugieren que sería más apropiado hablar de una guerra sucia a nivel continental
que de conflictos aislados a nivel nacional. Como parte de esta guerra sucia, la
Argentina exportó armas, doctrina contrainsurgente y su experiencia en el
terrorismo de Estado, desarrollando una extensa red internacional de
inteligencia que vinculaba el narcotráfico, la venta ilegal de armas y el lavado
de dinero con la guerra anticomunista. En esta guerra la distinción entre
combatientes y la población civil se borraba, mientras que las fronteras
nacionales se subordinaban a las "fronteras ideológicas" del conflicto
este-oeste.<BR><BR>Para los militares argentinos, no bastaba con aniquilar al
enemigo en la Argentina misma sino donde se hallara: las barreras entre lo local
y lo externo debían desaparecer. Documentos de los EE.UU., de Nicaragua y de la
Argentina lo atestiguan.<BR><BR>Contar esta historia es importante para
construir una memoria hemisférica que nos permita entender las conexiones entre
los distintos proyectos represivos en América Latina, para compartir esfuerzos
con otros países de la región en la documentación y reconstrucción de los
terribles eventos de aquellos años y para poner frente a la justicia a aquellos
individuos responsable por crímenes contra la humanidad. También, por parte de
nuestro gobierno, es hora de pedir perdón a otros países latinoamericanos por el
papel argentino en la barbarie que ellos tuvieron que sufrir.<BR><BR>* Ariel C.
Armony. Profesor y Director del Goldfarb Center, Colby College, Estados Unidos.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080>La información contenida en el boletín es de
fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas,
movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierda. Los artículos
firmados no comprometen la posición editorial de Correspondencia de Prensa.
Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
color=#000080>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>