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<DIV align=center><EM><STRONG><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></STRONG></EM></DIV>
<DIV align=center><EM><STRONG><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - 12 de abril 2006 - Redacción:
</FONT></FONT></STRONG></EM><A
href="mailto:germain@chasque.net"><EM><STRONG><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></STRONG></EM></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Bolivia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Entrevista con Alvaro García Linera,
vicepresidente boliviano</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>“No estamos pensando en socialismo
sino en revolución democratizadora”</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Matemático, viajero, sociólogo autodidacta, con
44 años de edad tiene cinco encima de prisión, varios libros publicados y una
vida de búsqueda intelectual. En ese camino exploró “obsesivamente” la idea de
Marx de los pueblos “sin historia” y llegó a</STRONG> <STRONG>conclusiones que
lo unieron a Evo Morales.</STRONG><BR></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Franklin Ramírez y Pablo Stefanoni, desde La
Paz</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Página/12, Buenos Aires, 10-4-06</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>–¿Cómo fue su trayectoria intelectual?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Soy una persona que vivió la adolescencia en un período
de gran inestabilidad política: elecciones, golpes de Estado, elecciones, más
golpes de Estado, en un ambiente cargado de movilizaciones, de proyectos, de
debates, de utopías. Estoy hablando de fines de los años ’70 y creo que eso
influye en un tipo de acercamiento personal a la política y a las ciencias
sociales. En 1979, a los 17 años, viví el primer gran bloqueo indígena de la
historia moderna de Bolivia. Era difícil de entender lo que estaba pasando y en
ese ambiente busqué la ayuda de las ciencias sociales, de la sociología, de la
economía, pero más como autodidacta. Sin embargo, me sentía distante de las
organizaciones partidarias, tenía un abordaje un poco intelectualizado de la
política. Había comenzado a estudiar matemática porque creía que las ciencias
sociales podía aprenderlas solo, y decido continuar mis estudios en México. El
contexto centroamericano influye mucho en mi percepción de la política,
especialmente la guerrilla salvadoreña, y politizo mis lecturas. Paso de una
orientación más filosófica y abstracta del capital, de la dialéctica de Hegel,
de Kant, a una mirada más práctica. Entonces comienzan mis lecturas más
leninistas, digamos así, para comprender mejor lo de la gestión de lo político.
Esto ya es en los años ’80 y, al acabar la carrera, regreso a Bolivia con una
posición de mayor involucramiento político.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Cómo influyó el conocimiento de los movimientos
insurgentes centroamericanos en su evolución intelectual?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Había dos elementos importantes: la lucha armada como
modo de resolución o de conquista del poder y, en particular, el tema étnico. En
Guatemala escucho por primera vez en un debate político el tema de la
multiculturalidad. Aun cuando ya era un momento de reflujo, la guerrilla
guatemalteca logra incorporar este elemento en el debate a partir de la
presencia de los mayas. Esto para mí es en extremo novedoso. Y con esos bagajes
regreso a Bolivia, y aquí intentamos (junto a Raquel Gutiérrez, su pareja de
entonces) construir una estructura política principalmente obrera porque los
mineros eran el eje de la política contestataria en Bolivia, e iniciamos un
largo debate, que perdura en alguna medida hasta el día de hoy, contra el
trotskismo y el stalinismo, representado por el Partido Obrero Revolucionario y
el PC. Luego conocemos a un grupo de líderes indígenas, jóvenes todavía, que
venían de las corrientes kataristas e indianistas de los ’70 que denunciaban el
“colonialismo interno”.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Ahí se va produciendo un giro hacia lo
étnico-nacional.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Iniciamos una relectura, o más bien una ampliación de
nuestra mirada, desde lo obrero hacia la temática de lo nacional y lo
campesino-indígena, más centrado en lo que se denomina “identidades difusas”.
Ahí se inicia una etapa –hacia 1986– que se mantiene hasta hoy, de una
preocupación en torno de la temática indígena y de la construcción de la nación.
Dedico mi tiempo a escribir varios libros, unos polémicos, en debate contra la
izquierda tradicional predominante, y otros que anticipaban trabajos con mayor
abstracción. Ahí comienza una obsesión, que mantuve durante diez años, de
rastrear lo que Marx había dicho sobre el tema y comenzamos a escudriñar sus
cuadernos, sus textos sobre los “pueblos sin historia” del ’48, los Grundrïsses,
los textos sobre la India y China, y sus cartas a Vera Zasulich, incluso sus
manuscritos etnológicos y otros, inéditos sobre América latina, que están en
Amsterdam. Viajamos allá a consultarlos. Algunos compañeros me reñían por esto:
no veían bien que en momentos de tanta intensidad de la lucha política yo
estuviera revisando archivos. Comienza una obsesión, con distintas variantes, a
fin de encontrar el hilo conductor sobre esa temática indígena desde el
marxismo, y creyendo que era posible que el marxismo pudiera dar cuenta de la
fuerza de la dimensión, del contenido y del potencial de la demanda étnica
nacional de los pueblos indígenas. Ello implicaba múltiples peleas, en textos
menos académicos y más polémicos, con la izquierda boliviana para la cual no
había indios sino campesinos. Se trataba de una pelea marginal porque éramos un
grupo de personas que no influíamos en ninguna parte, nos dedicábamos a repartir
nuestros panfletos, nuestros textitos, nuestros policopiados de 50 páginas en
las marchas, en las minas. Pero ahí se inicia una polémica.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Luego viene el intento de formar el Ejército
Guerrillero Túpac Katari y la prisión.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–En los años ’85 y ’86 convergen intelectuales, jóvenes,
muy jóvenes, obreros de las minas especialmente en proceso de radicalización y
un conglomerado de líderes campesinos e indígenas provenientes de las filas del
indianismo katarista. En esta primera etapa, toda la actividad se centra en el
trabajo político en las minas, en las asambleas, en producir panfletería,
crítica a las posiciones de izquierda tradicional con una consigna clara: “Va a
haber una prueba de fuerza, y esa prueba va a dirimir la nueva época”. Esa
prueba de fuerza fue en 1986, la Marcha por la Vida de los mineros contra el
desmantelamiento de la Corporación Minera de Bolivia. Los obreros salen
derrotados políticamente, ni siquiera hay necesidad de una salida militar, se
desmorona el movimiento y comienza el desbande.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Y esa derrota abre el camino a una orientación
hacia las comunidades indígenas?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Desde ese momento nos trasladamos con todo ese bloque de
intelectuales y mineros a potenciar el trabajo en el campo junto con los
indianistas. Se va construyendo un escenario más potente de autodeterminación de
las nacionalidades indígenas, especialmente la aymara. Hay un fuerte énfasis en
la posibilidad de una sublevación indígena, en la idea de que la emancipación
indígena pasa obligatoriamente por una sublevación de comunidades. Quispe
teoriza ahí sobre la guerra de los ayllus, tiene la imagen de una toma del poder
mediante una sublevación de ayllus y comunidades, es decir, no se estructura un
imaginario guerrillero sino un escenario de emancipación de masas. Se inicia un
proceso que luego va a dar lugar al EGTK y a ejercicios de formación militar en
las comunidades; primero en el Altiplano, con militantes del viejo indianismo de
los ’70, luego en Potosí, en el Chapare, en Sucre. Era una dinámica
fuerte.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Luego viene la desarticulación del grupo y la
cárcel. ¿Cómo se desarrolla su actividad intelectual posterior desde la
prisión?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Al saber que no iba a contar con muchos libros, que no
tendría mi biblioteca disponible, decido dedicarme sólo a unos cuantos libros, a
trabajarlos de un modo mucho más profundo. Continúo con parte de mis trabajos
teóricos y escribo Forma valor, forma comunidad, que es una lectura enteramente
dedicada a El Capital bajo la obsesión de trabajar el tema del valor de uso, el
valor de cambio y de las lógicas organizativas de la modernidad para hacer un
contrapunto con las lógicas organizativas del mundo andino. Fueron cinco años de
encierro. Creo que es mi libro mejor logrado por el tiempo que pude dedicarle,
por la paciencia que tuvimos en armar las transcripciones. Fue un curso
acelerado de antropología andina, de etnohistoria andina y de economía agraria.
Al salir de la cárcel, inmediatamente me incorporé a la academia, incluso retomo
el tema del mundo obrero, pero desde una perspectiva más sociológica. De allí
saldrán Reproletarización, sobre el mundo obrero fabril en Bolivia y sus cambios
organizativos y tecnológicos, y La condición obrera, sobre la nueva minería. Las
conclusiones generales son que los obreros no han desaparecido, pero ha habido
una modificaciónsustancial de la estructura material de la condición obrera, de
la identidad obrera y de la composición política y cultural de la clase obrera.
De allí se deriva una explicación de por qué la Central Obrera Boliviana se
extingue como movimiento social unificador del país. En los últimos años he
desarrollado varios estudios de los movimientos sociales, incorporando teorías
más modernas como las de Charles Tilly, Pierre Bourdieu y Norbert Elias.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Usted pasó de la acción insurgente a la
academia, y de ahí osciló entre los medios y la política. ¿Cómo ve el papel del
intelectual en un campo universitario como el de América latina, poco
institucionalizado y en medio de una nueva oleada de politización
social?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–En los años ’90 se instaló la creencia de que había que
separar la política de la academia o la idea de un campo académico autónomo,
pero eso fue una ilusión. La promesa de un academicismo mucho más sólido,
coherente, fundado en bases propias, acabó en un academicismo que servía de
legitimador ideológico del proyecto político y económico neoliberal. Cuando
revisas desapasionadamente la producción de los años ’90 te das cuenta de la
pobreza investigativa, conceptual, de la abundancia de retórica y sentido común
de una gran parte de esa producción. Creo que ahora se presenta un nuevo reto
para la producción intelectual: la capacidad de construir críticamente
categorías, argumentos y razones, y no simplemente panfletería política pero, a
la vez, que sepa recoger estas señales y la riqueza de la sociedad, no solamente
de los movimientos sociales. Ahí está el gran reto de continuar esta larga
trayectoria del intelectual latinoamericano y boliviano que rompe esa falsa
asepsia ideológica a lo Vargas Llosa. Sin embargo, no se requiere que frente al
intelectual neoliberal cooptado por el discurso estatal surja un intelectual de
los movimientos sociales que haga la apología de la acción colectiva sino un
intelectual crítico con el poder existente y con las fuerzas emergentes. Parte
de eso, sin duda, puede ser utilizado por los movimientos sociales y parte no;
les va a doler que reflexionen sobre sus límites, y ahí está el pedazo de
autonomía de la reflexión intelectual de no acallar o forzar sus reflexiones a
favor de tal o cual.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Es un problema ser a la vez sociólogo crítico y
vicepresidente?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–No, al contrario, es una excelente combinación, porque
permite analizar con una frialdad siberiana lo que está sucediendo y tus
acciones. Y como vicepresidente ves algunas cosas que jamás verías desde tu
gabinete de sociólogo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Varios medios hablan de “evismo” para referirse
a este gobierno.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–El “evismo” plantea una ruptura con respecto a
anteriores estrategias de lucha por el poder, es un proyecto de
autorrepresentación de los movimientos sociales, de la sociedad plebeya. Es un
nuevo horizonte que no nace de la teoría sino que se va implementando en la
práctica y puede aportar una interesante veta de análisis a las corrientes
neomarxistas. Un segundo elemento que podría definir al “evismo” es un
indianismo flexible capaz de convocar a los sectores no indígenas, mestizos,
sectores medios urbanos. En términos didácticos podríamos decir que la
Revolución Nacional de 1952 despierta al indio a la ciudadanía, pero trata de
diluirlo en el mestizaje y le bloquea las posibilidades de desarrollo político.
Cincuenta años después, el indio se postula como un sujeto político autónomo que
propone un nacionalismo expansivo, una nación con “unidad en la diversidad” como
lo ha repetido tantas veces Evo Morales. La experiencia que estamos viviendo en
Bolivia replantea todo el debate sobre la lucha por el poder, incluso las
propuestas de Antonio Negri. ¿Qué es un gobierno de los movimientos sociales?
¿Es posible? ¿Cómo se operará la relación entre lo político y lo social?</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Usted habló de capitalismo
andino.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Con esa expresión, más bien teórica, hice referencia a
que las estructuras materiales de las rebeliones sociales desde el 2000 son las
pequeñas economías familiares, tanto en el campo como en la ciudad. Son los
pequeños productores los que se han rebelado: campesinos, cocaleros, artesanos,
microempresarios, cooperativistas mineros. Y no va a haber revolución socialista
en una nación de pequeños productores. El “evismo” visualiza estas múltiples
modernidades, el pequeño campesino del Altiplano no va a ser un farmer, pero
puede tener tractores o Internet. Siempre lo moderno subsumía lo tradicional,
ahora pensamos en una articulación diferente y no subordinada entre estas dos
plataformas que van a perdurar en los próximos 50 o 100 años. No estamos
pensando en el socialismo para el futuro próximo sino en una profunda revolución
democrática descolonizadora.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080>La información contenida en el boletín es de
fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas,
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firmados no comprometen la posición editorial de Correspondencia de Prensa.
Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
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color=#000080>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
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