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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - 15 de mayo 2006 - Redacción:
</FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Argentina</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Servicios privados de
inteligencia<BR></STRONG></DIV></FONT>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Espionaje
vip</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>El retorno de los agentes de la CIA
y el Mossad a la Argentina</FONT></STRONG><BR><BR><BR><STRONG>Tras la crisis del
2001, vuelven al país las agencias privadas de Inteligencia. Las dirigen espías
de EE.UU. e Israel ya retirados. Investigan fraudes y protegen a empresarios de
secuestros y micrófonos indiscretos. ¿También hacen espionaje industrial? Cuánto
cobran y cómo trabajan. <BR><BR>Gerardo Young</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Suplemento Zona</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Clarín, Buenos Aires,
14-5-06</STRONG><BR><BR><BR>Frank Holder, Hen Harel, Ross Newland, David
Manners, Ariel Seipfetz y más. Son nombres que poco o nada dicen a los
argentinos. Se entiende, porque todos ellos trabajaron en nuestro país como
agentes secretos de los servicios de inteligencia de Estados Unidos o Israel.
Ahora se dedican a un negocio casi tan sigiloso como sus viejas misiones
oficiales: el de las agencias de seguridad e inteligencia VIP, un mercado
exclusivo para ricos y poderosos.<BR><BR>Empresarios o multimillonarios,
embajadas, empresas de alta tecnología o mercados sensibles como los
aeropuertos, los bancos o los servicios de comunicaciones, conforman las
carteras de clientes habituales de estas agencias internacionales, cuyo mercado
parecía haberse desintegrado junto a la crisis del 2001 y ahora retorna con toda
la fuerza. Según dicen en las propias agencias, la facturación total de este
negocio tan particular ronda hoy los 25 millones de dólares anuales. Compiten
por esa torta dos agencias de origen estadounidense (Kroll y Holder), más una de
origen israelí (SIA) y una cuarta que está por entrar al mercado y que reúne al
empresario uruguayo Juan Navarro con un ex delegado de la CIA en Bueno
Aires..<BR><BR>"Nuestra experiencia no parte de hipótesis de conflicto, sino de
conflictos reales", grafica Ariel Seifetz, director de Inteligencia de la
agencia SIA, integrada por ex agentes del Mossad y otros organismos de
Inteligencia y seguridad de Israel. Esa experiencia de hombres criados en
conflictos bélicos de primer mundo, es lo que venden estas agencias para
diferenciarse de las empresas de seguridad domésticas. Y se traduce en los
trabajos que hacen: custodias personales para millonarios; investigaciones
sensibles sobre inversiones; auditorías de seguridad; controles de hackers;
rastreos de lavado de dinero; detección de micrófonos ocultos; y también, aunque
no lo admitan, espionaje industrial y político. <BR><BR>Se presentan como
"Agencias o consultoras" de seguridad e investigaciones, pero estas empresas
están pensadas y estructuradas como los servicios de espionaje: compran
informantes; se filtran en bancos de datos oficiales y privados; roban la basura
de sus objetivos para revisar sus papeles más íntimos; hacen seguimientos
personales y también, en algún caso, interfieren teléfonos o colocan cámaras
ocultas. "Las capacidades existen y están disponibles. Que se haga o no, depende
de lo que pida el cliente y del límite que pongamos nosotros", admite el
directivo de una de las agencias.<BR><BR>Entre los servicios que reconocen en
público, ofrecen estudios de mercado para empresas extranjeras y asesoramiento a
empresas locales para ingresar en negocios desconocidos. También ayudan a los
empresarios a saber si tienen empleados desleales, qué está pasando en el
Congreso con leyes que pueden afectar sus negocios o a anticiparse a
licitaciones públicas y futuras medidas de gobierno que puedan perjudicarlos.
Con mayor sigilo, también hacen investigaciones sobre empresas rivales, para lo
que acceden a sus balances y, en algún caso, hasta se meten en sus sistemas
informáticos.<BR><BR>Las auditorías son otra pata importante del negocio. En la
última elección legislativa, de octubre del año pasado, uno de los principales
candidatos contrató a una de las agencias para que controlara a todos los que
iban a tener contacto con los fondos de la campaña. Ni el candidato pudo saber
en qué consistía ese trabajo, pero incluyó la intervención de correos
electrónicos y hasta la colocación de un falso militante entre los auténticos,
para poder controlarlos de cerca.<BR><BR>Los valores del mercado son elevados
porque sus clientes tienen cómo pagarlo y también mucho para perder. Para
custodiar a un empresario top y a su familia, pueden llegar a cobrar un millón
de dólares al año, si incluye la vigilancia de sus propiedades y planes de
contingencia ante secuestros extorsivos u otras situaciones de riesgo. Esa es
una de las especialidades de SIA, la agencia israelí, cuyo director, Hen Harel,
fue jefe de seguridad de las embajadas de Israel en Brasil y en Rusia.<BR><BR>Un
clásico de estos últimos años son las auditorías de los servicios de seguridad
en empresas y en countries. Para esto, las agencias cobran no menos de 1.000
dólares por día de trabajo. Pero no es sólo cuestión de ir y criticar a los
pobres vigiladores que pasan horas en la entrada de los barrios más top. Una de
las agencias citadas en este informe, se mete sin permiso en los countries que
la contratan, saca fotos de las casas desde el jardín y a las mujeres tomando
sol al lado de la pileta. "La mejor manera de comprobar un sistema de seguridad
es vulnerarlo", se justifican. <BR><BR>Ninguna empresa admite que coloca
micrófonos o cámaras ocultas, salvo para espionajes de fraudes dentro de las
empresas que los contratan. Pero todas, eso sí, se dedican a quitarlos. Un
servicio, que cuesta unos 5 mil dólares por mes, consiste en limpiar de aparatos
espías las salas de directorio de las grandes compañías. Pero hay una lógica
contra la que no pueden las desmentidas: si encuentran micrófonos, es porque
alguien los puso antes. ¿Quiénes? Hay ejemplos. La firma Kroll, hoy en día la
mayor agencia de detectives del planeta, en el 2004 fue denunciada en Brasil
porque se detectó que había pinchado teléfonos y seguido de cerca a dos de los
principales ministros del presidente Lula Da Silva. El jefe de investigaciones
de Kroll argentina, Matías Nahon, aseguró a Clarín que ese incidente "marcó un
quiebre en la historia de Kroll" y que por eso "ya no se hace nada vinculado a
la política".<BR><BR>Frank Holder, ex hombre de la CIA en Buenos Aires, fue el
precursor de este negocio en el país desde Kroll y este año abrió su propia
agencia, Holder International. En el 2001, fue denunciado por el diputado
mendocino Gustavo Gutiérrez, ya que Kroll lo había investigado por un supuesto
desmanejo con subsidios provinciales. Para él, son apenas gajes del
oficio.<BR><BR>Los espionajes no se admiten pero los hay a montones. ¿Y qué hace
el Estado? Todas las agencias consultadas por Clarín coincidieron en que no hay
controles serios. "Se nos controla a través de la AFIP, como a cualquier
empresa, y como empresa de seguridad se nos exigen controles sobre el personal
de seguridad. Pero sobre las áreas de consultoría o investigaciones no hay
requerimientos", reconoce Holder y coincide Nahon, de Kroll. En ambos casos,
aseguran que a ellos les convendría un mayor control, ya que en el mercado
existen muchas microempresas dedicadas al espionaje, menos famosas y, quizá por
eso, más impunes.<BR><BR>Tanto Kroll, como Holder International como SIA, tienen
en común que están formadas por capitales extranjeros, que tienen sedes en
distintas partes del mundo y que sus padrinos son, siempre, ex espías
nostálgicos de la Guerra Fría. Kroll fue hija de ex agentes de la CIA
desocupados después de la caída del muro de Berlín. SIA es invento de ex agentes
del Mossad y Holder emula esas historias con la suya propia. A estas empresas se
les sumará en breve una cuarta, Dilligence, que compró recientemente el
empresario uruguayo Juan Navarro y que administra Ross Newland, un "gringo" que
fue delegado de la CIA en Buenos Aires.<BR><BR>¿Por qué llegan estas empresas a
la Argentina? Según Hen Harel, director de la israelí SIA, "en todos los países
industrializados hay al menos dos o tres agencias de este tipo. La pregunta
sería, ¿por qué no en Argentina?". Holder también ve razones de oportunidad:
"Hay más liquidez en Argentina, más inversión interna y externa, y muchas
empresas cambiadas y cambiándose de manos. Es un lindo mercado".<BR><BR>Kroll se
estableció en 1996 y desde entonces se quedó, gracias a que tiene mayor respaldo
internacional. Según Nahon, durante la crisis sobrevivieron trabajando para
afuera. "Fue un buen negocio porque los costos nuestros eran en pesos. A partir
del 2003, ya se empezó a reactivar fuerte el mercado interno".<BR><BR>La crisis
había desplazado a al menos dos agencias de estas características. Una era
Universal Control, propiedad de ex agentes de la CIA en sociedad con Rodolfo
Galimberti, ahora dedicada a los negocios de software. La otra era Smith
Brandon, de ex directivos del FBI, que no soportó el desmadre económico.
<BR><BR>Pero aquí están, otra vez. Con sus informantes a sueldo, sus equipos de
espionaje y de contraespionaje, sus historias repletas de misterio, listos para
seguir acumulando aventuras de esas que no se atreven a contar.
<HR>
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