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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
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<HR>
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<DIV align=center><FONT color=#800000 size=4><EM><STRONG>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</STRONG></EM></FONT></DIV>
<DIV align=center><FONT size=4><EM><STRONG><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - 20 de junio 2006 - Redacción:
</FONT></STRONG></EM></FONT><A href="mailto:germain@chasque.net"><FONT
color=#000080
size=4><EM><STRONG>germain@chasque.net</STRONG></EM></FONT></A></DIV><STRONG><FONT
size=3>
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<HR>
</DIV>
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<DIV align=justify>Estados Unidos</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Entrevista a Barbara
Ehrenreich </STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Una visita guiada por las clases
sociales de EEUU<BR> <BR>“Sí, hay una guerra de clases. Es una
guerra iniciada por una de las clases, y ya es hora de que los demás nos
movilicemos para hacer frente a los agresores”</FONT></STRONG></DIV>
<DIV><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV><STRONG>Revista Sin Permiso</STRONG></DIV>
<DIV><A
href="http://www.sinpermiso.info"><STRONG>www.sinpermiso.info</STRONG></A></DIV>
<DIV><STRONG>Traducción de Jordi Mundó</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><BR>Nos acercamos hasta una urbanización de viviendas de
clase media en la periferia de Charlottesville, Virginia, y después de enfilar
una calle de casas adosadas detenemos el coche delante de un cartel amarillo
clavado en una diminuta parcela de hierba que dice: “Se vende”. Una vez dentro,
se ven botes de pintura, un cubo y una fregona, y productos de limpieza. En el
pequeño porche que da a un patio comunal unos trabajadores están pintando de
color blanco las celosías de madera deterioradas por la humedad. Al cabo de un
rato, cuando los pintores ya se han marchado, salimos un ratito para disfrutar
de esta tarde suave de finales de primavera, y ella dice: “¿Sabes qué haría
falta aquí delante? ¡Flores!” Tiene razón. Las plantas en flor del pequeño
porche de una casa cercana son una explosión de colores: rojo, naranja y lila;
mientras que de la celosía de la casa de mi anfitriona sólo cuelgan tres macetas
sucias con plantas completamente secas.<BR><BR>Pero no me sorprende que sea así.
Barbara, la periodista más competente que hay en nuestro país dedicada a
analizar –y diseccionar– las clases sociales de Estados Unidos, pasa poco tiempo
aquí. Esta actividad le ha ocupado toda su vida desde que se infiltró disfrazada
de sí misma en la clase obrera que recibe salarios de miseria en su ya clásico
Nickel and Dimed [Por cuatro chavos], un informe exhaustivo de las enormes
dificultades por las que pasan muchos estadounidenses que tienen que trabajar
muy duro para salir adelante. Luego, años más tarde, repitió la operación
centrándose en la clase media, pero esta vez, para su sorpresa, no acabó
trabajando de incógnito entre trabajadores, sino que básicamente tuvo que tratar
con desempleados sumidos en la desesperación de haberse visto apeados del mundo
empresarial. El resultado de esta reciente incursión es su libro más reciente,
Bait and Switch. The (Futile) Pursuit of the American Dream. [Gato por liebre.
La (fútil) búsqueda del sueño americano]. Actualmente dedica mucho tiempo a
viajar por todo el país con el propósito de contar sus experiencias a distintos
públicos que comparten sus mismas vivencias. Escribe a menudo en su blog (<A
href="http://Ehrenreich.blogs.com/barbaras_blog/">http://Ehrenreich.blogs.com/barbaras_blog/</A>),
está muy implicada en poner en marcha una nueva organización dedicada a
articular a los desempleados de clase media, y en su tiempo libre ha sido capaz
de terminar su nuevo libro.<BR><BR>Ahora, después de pasar cuatro años (o por lo
menos una parte de ellos) en Virginia, tiene intención de cambiar de aires.
Señala a las estanterías: “Esta semana hay muchos menos libros que la anterior.
Los estoy donando a la Virginia Organizing Project”. Es verdad, estoy vaciando
la casa para poder venderla”. Pero un somero repaso del interior de la casa
permite asegurar que en ella sólo había lo mínimo indispensable para vivir; es
la misma sobriedad que emana de la propia Ehrenreich, con su pelo corto, sus
tejanos, su camiseta y sus zapatillas deportivas. (De repente me viene a la
cabeza la imagen divertida de ella enfrente de su asesor de imagen en Bait and
Switch cuando trata de convencerla de cómo debe ir vestido el perfecto futuro
trabajador de una empresa).<BR><BR>Mientras aguardábamos a que llegaran sus dos
nietas (las hijas de su hija Rosa Brooks, jurista, y también columnista de Los
Angeles Times), nos sentamos en la mesa del comedor, llena de libros y
periódicos, en la que no había la más mínima evidencia de que alguien hubiese
comido allí en mucho tiempo. Nos damos cuenta de la hora que es, y
empezamos.<BR><BR><STRONG>Tomdispatch: Recientemente estuviste en una ceremonia
de graduación en la que los estudiantes lanzaban pelotas de playa a la tribuna.
El presidente de la universidad se inclinó y te dijo: “Esto es lo que ocurre
cuando se empieza una ceremonia por la tarde. La mayor parte de esta gente lleva
un montón de horas de fiesta”. En respuesta a esto, escribiste: “Hay unas
cuantas buenas razones, independientemente de que los graduados las conozcan o
no, para darse mutuamente la bienvenida al mundo del trabajo bien cargados de
cerveza”. ¿Podrías explicarnos por qué un exceso de cerveza puede ser hoy una
forma adecuada de dejar la universidad?</STRONG><BR><BR>Barbara Ehrenreich:
Bueno, hay un montón de licenciados que simplemente no encontrarán trabajos
acordes con su formación. Van a ser camareros. Van a ser telefonistas. Van a
dedicar sus años de juventud a cosas así. Hace poco animé a Jared Bernstein, del
Instituto de Política Económica, a que realizaran investigaciones sobre el
vínculo entre nivel de formación y capacitación exigida en el mundo laboral
real. Los resultados son aún provisionales, pero encontraron que el 17% de los
trabajadores con formación universitaria tenían trabajos que no la requerían. A
menudo son personas que están entre los veinte y treinta años que no gozan de un
empleo profesional, o personas que ya tienen más de cincuenta años y no son
empleables porque se les califica de demasiado mayores. Pienso en ello y me doy
cuenta de que para muchos de los que van a conseguir un trabajo la fiesta se ha
terminado. Van a acabar sentados en cubículos, y no les será permitido lanzar
pelotas de playa en medio de las reuniones en las que estén presentes sus
jefes.<BR><BR><STRONG>TD: Las ganancias reales de los licenciados universitarios
han descendido un 5% entre el 2000 y el 2004, de modo que ésta es otra de las
cosas con las que se van a encontrar.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Aún hay una
distancia enorme entre las ganancias de los licenciados y las de los no
licenciados, pero empieza a reducirse. Jared considera que el motivo de que esta
distancia aumentara muy rápidamente en los años noventa no estriba en que los
licenciados mejoraran sus ingresos, sino en que los trabajadores manuales (los
blue-collar) perdieron poder adquisitivo. Sus salarios se desplomaron, y siguen
siendo muy bajos.<BR><BR><STRONG>TD: En 1989 publicaste un libro sobre la clase
media o, cómo tú les llamas, la clase de profesionales y gestores, titulado Fear
of Falling [El miedo a perder estatus]. El libro ya avanzaba lo que iba a
ocurrir. Si hoy tuvieras que poner título a un texto que hablara sobre el mismo
tema podrías optar por llamarlo simplemente Falling [La degradación
profesional].<BR></STRONG><BR>Ehrenreich: En ese momento estaba pensando en el
miedo a la pérdida de estatus intergeneracional, el miedo de la gente de clase
media-alta a que sus hijos no puedan permanecer en la misma clase social, por la
sencilla razón de que no pueden legarles la clase a la que pertenecen. Los hijos
no pueden heredarla. Tienen que buscar mantener esa posición por medio de la
educación. Quizás podría titularse Free Fall [Caída libre], aunque no sea del
todo cierto… todavía.<BR><BR><STRONG>TD: En Bait and Switch –el libro en el que
haces periodismo de investigación poniéndote a buscar trabajo en empresas, y en
el que acabas sumida en el mundo de los desempleados de clase media y de los
empleados de esa misma clase que viven presos de la inseguridad de perder el
trabajo– escribes: “Nunca como hoy la clase media estadounidense se había visto
asediada en tantos frentes”. ¿Cuál es la diferencia entre la clase media de
antes y la de ahora?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: En Fear of Falling me
preocupaba la distancia que había entre la clase social de los profesionales
dedicados a tareas de gestión y la clase trabajadora tradicional. Pensaba que
estaba viendo el desarrollo de una nueva clase. La idea marxista estricta dice:
en primer lugar están los burgueses. Todos los demás son asalariados, y no son
tan distintos entre ellos, sean contables o peones. Y lo que yo decía era: sí
hay diferencias. El empleado que realiza tareas profesionales y de gestión (el
white-collar), que se sienta en un despacho, de una manera u otra les está
diciendo a otras personas qué deben hacer. Estos trabajadores ocupan posiciones
de autoridad cuando se les compara con los trabajadores manuales (blue-collar) o
los que ejercen trabajos tradicionalmente ejecutados por mujeres
(pink-collar).<BR><BR>Entonces traté de evidenciar las diferencias existentes.
En cambio, ahora, en Bait and Switch, doy mucha importancia precisamente a la
ausencia de diferencias, al hecho de que los miembros que pertenecen a la clase
de profesionales y gestores ya no tienen seguridad alguna de conservar su
posición. Cuando escribía sobre este asunto en la década de 1980, parecía que el
segmento de trabajadores de clase media que estaban más protegidos eran los
profesionales y los gestores que ocupaban buenos puestos en las empresas. Pero
algo ocurrió en la década de 1990. Las empresas empezaron a preocuparse más de
la cantidad de gente que podían echar a la calle que de reforzar sus inversiones
corporativas. En lo que me fijé a finales de los años ochenta fue en que esta
clase media que vivía con ciertos aprietos en realidad estaba muy preocupada por
conseguir que sus hijos no perdieran la posición que ellos
tenían.<BR><BR><STRONG>TD: Te preocupaba lo que le ocurriría a tus hijos. Ahora
te preocupa lo que te puede ocurrir a ti…</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: … y, por
supuesto, también a tus hijos.<BR><BR><STRONG>TD: En Bait and Switch describes
la vida dentro de la empresa como un “proceso selectivo
permanente”.<BR></STRONG><BR>Ehrenreich: Ahora es común en muchos empleos que el
trabajador se someta a una evaluación anual (cuando no semestral). Te sientes
continuamente a la intemperie, permanentemente fiscalizado, y siempre eres
candidato potencial a ser eliminado.<BR><BR><STRONG>TD: ¿Cómo explicarías el
cambio que ha habido en la cultura empresarial?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: No
estoy muy segura. En parte sigue siendo un misterio para mi, pero los pioneros
fueron gente como Al (“Chainsaw”) Dunlap [de Sunbeam] y Jack Welsh, de General
Electric, que se vanagloriaban de despedir a la mayor cantidad posible de
empleados, ya fueran blue-collars o white-collars, por lo que recibían generosas
recompensas en forma de cotizaciones al alza de las acciones de la empresa y de
aumento de su sueldo de presidente. La norma del momento era reducir plantillas,
y a eso se dedicaban muchos esfuerzos. Creo que parte de la explicación –aunque
no dispongo aún de suficiente información como para poder afirmarlo con
seguridad– tiene que ver con que cada vez más se remuneraba a los altos
ejecutivos con stock options, por lo que la distancia entre altos ejecutivos y
propietarios ya no era la misma de siempre. Un presidente o un consejero
delegado sabían que serían generosamente recompensados si conseguían aumentar
los beneficios por la vía de los recortes. La forma más fácil de aumentar los
beneficios es reduciendo costes, y el mayor coste es el laboral. Aunque a mi me
parece que la mejor forma de aumentar los beneficios sería tratar de vender el
mejor producto, o vender más de los que ahora se venden, o venderlos a mayor
precio.<BR><BR><STRONG>TD: Ahora eres famosa por haber vivido como periodista de
investigación en dos mundos muy distintos, el de los salarios bajos de la clase
obrera en Nickel and Dimed y el mundo de la clase media desempleada de Bait and
Switch. Tengo la sensación de que eres una de las pocas personas que,
perteneciendo a la clase de gestores y profesionales, le hincas el diente a la
cuestión de las clases sociales. Supongo que cuando tocas este tema lo haces
siguiendo una línea política deliberada. ¿Qué te llevó a realizar análisis de
clase social, y qué hace que aún te dediques a ello cuando muchos otros han
tomado la dirección opuesta?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Imagino que tendrá algo
que ver con mi trasfondo vital. Cuando nací, mi padre era minero en una mina de
cobre en Butte, Montana. El suyo era un trabajo muy duro, un trabajo manual.
Pero la nuestra es una historia increíble de ascensión en la escala social. Mi
padre fue a la universidad… bueno, a la Escuela de Minas de Butte… mientras aún
era minero. Era, según sus propias palabras, un genio. [Se ríe]. El caso es que
abandonó las minas y acabó como ejecutivo de empresa. Después empezó a realizar
trabajos de investigación como metalúrgico y al fin regresó a tareas ejecutivas.
De modo que mi infancia fue una especie de visita no guiada por las clases
sociales de Estados Unidos.<BR><BR><STRONG>TD: Por los casos de gente que
conozco, saltar de una clase social a otra suele ser una experiencia complicada
y dolorosa.<BR></STRONG><BR>Ehrenreich: Mi padre había sido muy bebedor, pero
dejó el alcohol cuando terminó la carrera. Ansiaba conseguirlo todo. Deseaba
tener éxito. Quería ganar más dinero; no para llegar a ser una persona rica,
pero si para llegar a ser de clase media. Lo cierto es que también conservaba
aquella nostalgia social de las minas y le gustaba hablar a menudo de los
hombres con los que había trabajado, de las cosas que habían ocurrido. A mi me
quedaba muy claro que ése era un mundo real en el que la gente tenía lazos mucho
más fuerte entre sí.<BR><BR><STRONG>TD: Lo cual significaba que había perdido
algo.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: ¡Sí, claro! Hay un detalle que me impresionó
mucho y que me fue de gran ayuda para escribir Nickle and Dimed: durante los
años setenta había hablado a mi padre de los jóvenes izquierdistas que iban a
trabajar a las fábricas para organizar sindicalmente a la clase obrera. Le
parecía hilarante, pero un día dijo algo muy interesante: “¿Sabes qué es lo que
seguramente no entenderán? Si quieres hacer algo así, lo más importante es que
seas muy bueno realizando tu trabajo. Lo primero es hacer el trabajo”. Como
minero había conocido a los comunistas organizando sindicatos en las minas, pero
nunca le resultaron demasiado simpáticos porque algunos de ellos no eran buenos
mineros.<BR><BR><STRONG>TD: ¿Hay ahora menos movilidad social en sentido
ascendente, y también hay menos análisis de la misma, de la que había en tiempos
de su padre?</STRONG> <BR><BR>Ehrenreich: Sí hay menos. En
esto no podemos compararnos con Europa y otros lugares.<BR><BR><STRONG>TD: Ahora
tienes un blog propio. Viajas mucho por todo el país y, a raíz de tus libros,
oyes versiones distintas de los trabajadores manuales y de los que se dedican a
tareas de gestión. ¿Qué cosas te cuentan actualmente? ¿Qué hay de
nuevo?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Ambos problemas crónicos, el de la pobreza de
larga duración y el de la movilidad descendente de la clase media, comparten el
rasgo de pertenecer a la categoría de cosas en las que la gente de Estados
Unidos no quiere pensar. Periódicamente le dedicamos algo de atención a la
pobreza, como ocurrió después del Katrina, pero al poco tiempo nos olvidamos del
asunto. Después del fracaso de las empresas punto.com, hubo cierto interés por
analizar el fenómeno de la movilidad descendente de la gente que se dedicaba a
la programación informática. Pero estas crisis en las vidas de la gente se dan
permanentemente.<BR><BR>Los medios de comunicación orillan cualquier cosa que
tenga que ver con penurias económicas. Hay gente que a veces me pregunta: ¿por
qué siempre te ocupas de los que les van mal las cosas? Lo hago porque considero
que analizar los motivos de esos padecimientos es mi obligación moral. No quiero
estar siempre celebrando los éxitos empresariales, sino que quiero ocuparme de
los que salen perdiendo. Me parece que es una obligación básica que nos
concierne a todos. Pero el sufrimiento es algo que los medios de comunicación
soslayan demasiado a menudo.<BR><BR>Si quieres conocer historias sobre penurias
humanas, en el forum de mi página web encontrarás montones de las mismas. La
gente cuelga cosas como: “Tengo un Máster en Ingeniería Mecánica. Abandono. Me
he pasado tres años buscando trabajo. Ahora estoy viviendo con mis padres. Tuve
que dejar mi apartamento, mi hogar. Ahora trabajo como telefonista.” Cada vez
más oigo este tipo de cosas. Y luego está la gente que está viendo cómo se
esfuman sus pensiones, cómo pierden su seguro médico. Es algo generalizado, y
afecta incluso a los empleos de la clase media.<BR><BR><STRONG>TD: Recientemente
has escrito lo siguiente: “Gracias a Reagan, Clinton y Bush ahora tenemos un
sector público que ha ampliado hasta el infinito sus actividades militares y
policiales, pero que ha permitido que fueran atrofiándose sus servicios
asistenciales. Para hacer una analogía zoológica, imagínense a una leona con
unos dientes y unas garras cada vez más grandes, pero sin glándulas
mamarias.”<BR></STRONG><BR>Ehrenreich: El origen de esto se remota a 1997,
cuando escribí un ensayo para Nation que titulé “Confesiones de un estatalista
recobrado”, en el que hablaba del cambio profundo que se produjo en los últimos
años del gobierno de Clinton, cuando las funciones asistenciales fueron
menguando en provecho de las actividades militares, penitenciarias y policiales.
Lo que me preguntaba era en qué momento los progresistas tenían que decir que no
querían que se aumentasen los recursos asistenciales porque ocurrían cosas
indeseadas. Un ejemplo perfecto de esto es la vivienda de promoción pública:
bueno, sí, es bueno que haya vivienda pública, pero cuando empiezas a hacer
pruebas de drogadicción para decidir si pueden acceder a una vivienda o si
pueden permanecer en una que ya tienen concedida, entonces lo que se está
produciendo es una extensión de las funciones policiales del sector
público.<BR><BR>Ésta sigue siendo una de mis preocupaciones. Hoy tenemos este
sector público ampliado, cada vez más correlacionado con las funciones bélicas y
de policía. Esto va más allá de lo que podíamos soñar que haría la
administración Clinton en relación con el sector público. Me parece que sería
incorrecto realizar la asociación simple de los progresistas con un sector
público muy extenso, puesto que un gran sector público hoy es sinónimo de algo
terrible.<BR><BR><STRONG>TD: ¿Qué piensas del enorme fraude que supone delegar
aspectos de la actividad pública en grupos religiosos o caritativos que a menudo
tienen una fuerte carga política?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Eso es parte de lo
que han conseguido las iglesias evangélicas, y luego está la deriva fanática de
la administración Bush, que sueña con que las funciones de servicios sociales
vuelvan a desempeñarlas las iglesias. Hay muchas grandes iglesias que hoy
funcionan como gigantescas burocracias dedicadas a proporcionar servicios de
bienestar social. Jamás habría conectado con esta red si no hubiese realizado mi
investigación para Bait and Switch, y jamás hubiese ido a parar a sitios a los
que tienes que acudir si quieres establecer contacto con gente que busca
trabajo. Allí es dónde también encuentras servicios de actividades
complementarias a la escuela, servicios de guardería, grupos de apoyo para las
mujeres maltratadas, grupos de apoyo para personas con distintas enfermedades. A
medida que las funciones de la administración pública menguan, las iglesias van
asumiendo un creciente protagonismo. Lo siniestro del asunto es que muchas de
estas iglesias también apoyan a candidatos contrarios al derecho al aborto y a
los derechos de los gays, y tampoco es casual que se opongan con uñas y dientes
a la proliferación de servicios sociales laicos.<BR><BR><STRONG>TD: Regresemos
al asunto candente de la inmigración. Para escribir Nickel and Dimed acudiste a
lugares en los que aún había obreros blancos que recibían salarios muy bajos
(Minnesota, Maine…)</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: No era el caso de Key West,
dónde sólo había trabajadores inmigrantes. Pero seleccioné con mucho cuidado los
lugares que quería visitar, porque la selección por motivo de raza sigue
existiendo. Por ejemplo, mi hijo Ben Ehrenreich, que también es periodista
freelance, decidió ir a pedir trabajo a una planta envasadora de carne en Los
Ángeles. Cuando apareció por allí se encontró con que había sesenta tipos
haciendo cola y él era el único anglo. Aunque habla español perfectamente, le
rechazaron porque lo único que piensan es: ¿qué hace éste aquí? Los empresarios
piensan que hay trabajos que sólo pueden hacerlos cierta clase de personas y que
no van a contratar a alguien que sea distinto. Lo comprendí cuando fui a Key
West. Me dije: próxima parada, Maine, dónde casi todos son blancos y no tendré
que lidiar con el asunto de la selección por motivo de raza. Hubiera sido mucho
más lento y difícil realizar el trabajo de Nickel and Dimed en Los Ángeles o
Nueva York, puesto que lo primero que habrían pensado sería: mujer blanca, ojos
azules, mediana edad; si quiere este tipo de trabajo, es que tiene un serio
problema con las drogas. [Se ríe].<BR><BR><STRONG>TD: El tema de las clases
sociales y de la inmigración amenaza con reventar lo que quede de la base social
de la administración Bush, pero no sólo de la de ellos. ¿Cómo interpretas la
política de clase en relación a la inmigración?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Mi
hijo acudió a las manifestaciones que hubo en el suroeste, y me contó que lo
fascinante era que muchos de los líderes hablaron en una línea política
claramente contraria a las grandes empresas: las empresas nos están aplastando,
nosotros somos los auténticos estadounidenses, y cosas así. Tal como ellos lo
ven, los inmigrantes son una parte de los que están siendo aplastados, pero para
muchos es más fácil coger una escopeta e irse a la frontera que plantar cara el
empresario que te ha contratado.<BR><BR>Luego está eso que dicen muchos
analistas acerca de que los estadounidenses no quieren realizar los trabajos que
aceptan los inmigrantes. Es rotundamente falso que los estadounidenses que
llevan varias generaciones en el país no quieran trabajos pesados, duros o que
hagan sudar mucho. El problema está en que esos trabajos están muy mal pagados.
Lo único que hace posible que los inmigrantes soporten salarios tan bajos es su
disposición a hacer frente –al menos temporalmente– a situaciones imposibles,
como la de soportar una muchedumbre envasando carne en una pequeña habitación.
Al fin y al cabo, a ojos de los empresarios, ¿qué son los inmigrantes? Son gente
a la que se puede explotar de verdad. Puesto que son ilegales, puedes hacer con
ellos lo que te plazca. No pagarles, por ejemplo. Ni un centavo. Si realmente
quiere abordarse el problema de la inmigración, lo primero que hay que hacer es
analizar qué efectos ha tenido el Tratado de Libre Comercio en la economía y la
agricultura de los mexicanos de clase obrera. La mayor parte de la inmigración
está siendo utilizada como chivo expiatorio. Lo que quiero decir es que no vamos
a tomarnos en serio el problema de la inmigración hasta que no incorporemos al
análisis el asunto de las economías que están exportando gente. Los inmigrantes
ilegales no están viniendo hasta aquí por el clima. Debemos preguntarnos: ¿cómo
podríamos ayudar para que, por ejemplo, México fuera un país con un empleo y una
agricultura estables. Con el TLC eso es imposible.<BR><BR><STRONG>TD: Y también
está el otro aspecto de la cuestión migratoria, la
subcontratación.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Es muy difícil tener una discusión
seria sobre subcontratación cuando no existe ninguna red de protección social
para la gente cuyos empleos son subcontratados. Es calamitoso que pierdas el
trabajo y que esta experiencia te ponga en contra de un programador de software
de Bangalore. El problema a largo plazo debería plantearse del siguiente modo:
¿Cómo podemos unirnos más allá de las fronteras nacionales, de modo que el
programador de software radicado en Atlanta hable con el de Bangalore y puedan
decir: estamos en el mismo barco?<BR><BR><STRONG>TD: ¿Qué puedes decir sobre la
completa ausencia de movimientos de protesta en el mundo de la clase media que
has visitado en Bait and Switch? Has empezado a poner en marcha una nueva
organización para poder vehicular estos problemas, ¿no es
cierto?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Sabes, después de escribir Nickel and Dimed,
mucha gente de clase media me decía: bueno, ¿cuál es el problema de esa gente?
¿Por qué aceptan esos trabajos? ¡Que no los acepten! Y me decían esto cuando
ellos mismos acostumbraban a expresar su impotencia por medios poco productivos,
como reírse del jefe a sus espaldas o romper pequeñas reglas. La gente que se
dedica a tareas de gestión parece que tiene estas cosas muy internalizadas. Me
resulta increíble hasta dónde acepta la gente que jueguen con ella, de qué modo
llegan a internalizar la obediencia. Les aterra la simple idea de expresarse de
algún modo que pueda hacerles sobresalir.<BR><BR>Celebramos la primera reunión
de nuestra nueva organización, Profesionales Unidos, en Atlanta a finales del
mes de abril. Está constituida por desempleados, empleados en condiciones de
trabajo precarias y trabajadores dedicados a tareas de gestión que sienten la
amenaza permanente de perder sus empleos. Obviamente, no podemos crear un
sindicato con una diversidad tan enorme de empleados y profesiones. Pero sí
puede promoverse el apoyo para un seguro de salud universal, para la extensión
de seguros de desempleo, y cosas así. Y también pueden ofrecerse algunos
servicios. Estamos tanteando la posibilidad de ofrecer seguros médicos baratos y
lo que yo llamo trabajo de redes, distinto de la forma empresarial instrumental
corriente, que consiste en reunirse, que la gente cuente sus historias, tratando
de que entre todos nos hagamos una composición de lugar y podamos decidir
conjuntamente qué nos conviene hacer.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><SPAN
style="FONT-SIZE: 10pt; FONT-FAMILY: Arial">TD</SPAN><SPAN
style="FONT-SIZE: 10pt; FONT-FAMILY: Arial">: Un poco como hizo el feminismo en
sus comienzos.</SPAN></STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Veo muchos paralelismos con la
lucha feminista, puesto que el desempleado está muy estigmatizado. Las personas
que han perdido su puesto de trabajo sufren depresión y se avergüenzan de su
situación. Es necesario que nos unamos y que superemos este sentimiento de
vergüenza. En los primeros encuentros del movimiento feminista de la década de
1970, a las mujeres les daba vergüenza decir en público que las habían violado.
A la gente le avergonzaba hablar de los abusos que había sufrido en su infancia.
Sacudámonos todo esto de encima y analicemos el problema que
tenemos.<BR><BR><BR><STRONG>TD: Quizá estamos de nuevo ante un problema que aún
no tiene un nombre.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Exactamente. Hace falta que
hagamos algo para conseguir la misma implicación emocional que lograron las
pioneras del movimiento feminista contemporáneo.<BR><BR><STRONG>TD: ¿Qué
soluciones se te ocurren para mitigar la angustia de los trabajadores dedicados
a tareas de gestión? </STRONG> <BR><BR>Ehrenreich: Por supuesto
serían necesarios unos derechos laborales tan fuertes como los que los franceses
están luchando por mantener (por ejemplo, que no puedes ser despedido
caprichosamente, que hay que seguir un procedimiento reglado). Cuando
recientemente estuve en Inglaterra para hablar de Bait and Switch mi editor me
dijo: “Sabes, la gente no acaba de entender muy bien lo que estás contando; por
ejemplo, sobre que puede despedirse a alguien sin que sea necesario seguir
procedimiento alguno”. Tuve que explicarle que, en Estados Unidos, no tienes
derechos laborales: no tienes ningún derecho vinculado a tu trabajo, no tienes
derecho a ser escuchado. Simplemente pueden echarte por haber puesto una cara
divertida.<BR><BR>Muchas personas que están afiliándose a Profesionales Unidos
están planteándose la importancia de luchar colectivamente en favor de los
llamados ‘derechos de transición’. El despido de una persona tiene que ser de
dominio público. Esto ocurrió en una empresa hipotecaria de Fort Wayne, Indiana.
Despidieron a centenares de white-collar y pink-collar. La empresa hablaba
individualmente con cada trabajador y le decía: aquí tienes tu pequeña
indemnización por despido; si lo cuentas a algún otro trabajador, te la
quitaremos. Pero los trabajadores se agruparon para responder: no, tendréis que
negociar con nosotros de otra manera; queremos una indemnización global que nos
permita vivir o que al menos nos permita capear el temporal durante unos
meses.<BR><BR><STRONG>TD: ¿Consideras que desde la década de 1950 hasta la
actualidad se ha producido una transformación en la cultura de la clase
media?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Sin duda está más aislada. Si perteneces a la
clase media-alta no tienes necesidad alguna de interactuar con otras clases
sociales, excepto con los sirvientes, el taxista o la mujer que te hace la
manicura…<BR><BR><STRONG>TD: … hasta que tu empresa te despide,
claro.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Sí, se encuentran con una gran sorpresa, pero
después resulta que los hijos se niegan a acudir a la escuela pública; no
quieren utilizar los parques públicos para jugar durante los fines de semana. Si
perteneces a esa clase social, no tomas el transporte público. Viven confinados
en su mundo.<BR><BR><STRONG>TD: En 1989 escribiste sobre una “cultura en la que
la clase media es quién escribe el guión y quién lo interpreta”. ¿Crees que esto
aún es verdad?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: En la clase social de profesionales y
gestores se ha producido una gran polarización desde la década de 1980. Hoy hay
un abismo entre un periodista y el editor de su periódico. La diferencia entre
un preboste de la universidad y un profesor asociado de sociología puede ser de
algunos centenares de miles de dólares al año. Pertenecen a mundos cada vez más
alejados. De modo que yo quiero cambiar esto. Los guionistas has escalado muy
alto.<BR><BR><STRONG>TD: ¿Cuál sería la anatomía actual de la clase de
profesionales y gestores que retrataste en 1989?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Lo
principal es que los decesos importantes se han producido en los segmentos más
bajos de trabajadores, con mucha gente que ha ido a parar a clases inferiores.
En 1989, se había expandido mucho la educación en las universidades, pero no
tanto como ahora. Hoy hay muchos empleos que exigen formación universitaria. No
entiendo por qué. Creo que de lo que se trata es de formar a gente que sea capaz
de permanecer discretamente sentada durante largos periodos de tiempo. Creo que
la expresión adecuada sería entrenamiento para la obediencia…<BR><BR><STRONG>TD:
… como perritos falderos.</STRONG> <BR><BR>Ehrenreich: ¡Claro! No soy capaz de
ver qué habilidades tiene un estudiante universitario poseedor del título tan
común de BA. Obviamente, estoy a favor de la educación, pero esto me parece un
timo.<BR><BR><STRONG>TD: Por cierto, ¿qué ha ocurrido con los famosos hombres de
los años cincuenta vestidos con americana de franela gris? Me pareció divertido
que para escribir tu libro sobre la clase trabajadora pudieras ir a trabajar
vestida más o menos como vas ahora, con camiseta y pantalones
tejanos.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Me temo que tú necesitarías unos pantalones
color caqui.<BR><BR><STRONG>TD: Bien. Pero cuando trataste de adentrarte en el
mundo de las empresas, tuviste que hacer una actualización permanente de tu
imagen.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: La explicación de esto (que ya había
ofrecido el sociólogo Robert Jackall y que mi asesor de imagen empresarial
confirmó) es la siguiente: para tener una apariencia perfecta tienes que emitir
señales de que de algún modo te amoldas a lo que ellos quieren. Estas dando una
señal de hasta qué punto estás dispuesto a hacerte a sus
métodos.<BR><BR><STRONG>TD: Ciertamente, el hombre del traje de franela gris no
esperaba recibir un cheque de 300 millones de dólares adjunto a la carta de
despido. Esta cifra la he sacado de uno de los apartados de tu blog: “El 10% de
de las familias con más renta aumentaron el valor neto de sus ingresos (entre
2001 y 2004) en un 6’1% por ciento, promediando 3’11 millones de dólares”.
Mientras lo leía me preguntaba qué opinión debían merecerte las grandes sumas
que ingresaban los presidentes y consejeros delegados de las empresas, una
poderosa elite formada por muy pocas personas, que tiene suficientes recursos
como para hacer que sus hijos no tengan que preocuparse por
nada.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Es un saqueo. Lo que cobran lo determina un
consejo directivo compuesto por sus amigotes, lo mismo que el resto de altos
ejecutivos. Arrasan con todo. ¿De qué habla hoy el periódico? De Home Depot (la
empresa más grande del mundo en comercialización de productos para el hogar).
[Barbara coge un periódico de la mesa y empieza a pasar páginas a toda prisa].
“Las acciones bajaron, pero la remuneración de su presidente sigue aumentando”.
¿Esto es noticia? [Se ríe]. O el caso de Verizon (empresa de
telecomunicaciones). Las acciones se hundieron y al presidente le subieron el
sueldo. Reducen los salarios tanto como pueden, y si no existe un sindicato que
les pare los pies, siguen adelante y se suben el sueldo. ¡Es asombroso de lo que
son capaces de apropiarse!<BR><BR><STRONG>TD: Has hablado a menudo de la
invisibilidad de los pobres, de los salarios de miseria de la clase trabajadora
y de esa gente de la clase media que va quedando en la cuneta del mundo
empresarial; pero, por raro que parezca, ¿no son también invisibles los
ricos?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Bueno, no exactamente invisibles, puesto que
siempre están en los medios de comunicación dando espectáculo; lo que ocurre es
que hay pocos estudios sobre ellos. Estoy convencida de que los pobres saben
mucho más acerca de los ricos que viceversa. Ya sea a través de lo que ofrecen
los medios de comunicación, ya sea porque limpias sus casas, o porque tienes que
atenderles en las tiendas, puedes hacerte una idea de cómo viven. En cambio, no
ocurre lo mismo en la dirección contraria.<BR><BR><STRONG>TD: También me
preguntaba quién escribe hoy libros en Estados Unidos con títulos como ¿Quién
manda en Estados Unidos?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Mi fantasía después de Bait
and Switch era infiltrarme clandestinamente en el mundo de los ricos. Pasé mucho
tiempo discutiendo con Lewis Lapham [editor de Harper’s Magazine], pero llegamos
a la triste conclusión de que no lo conseguiría. No es sólo cuestión de llevar
las uñas arregladas, sino que una mujer de mi edad debería de operarse de arriba
abajo. De no hacerlo, me descubrirían. Además de esto, estaba el problema de
cómo entrar. Demasiado difícil, aunque estoy segura de que resultaría muy
divertido.<BR><BR><STRONG>TD: Ahora que se acercan las elecciones de mitad del
mandato y que después habrá elecciones presidenciales, ¿cómo ves el
panorama?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Lo cierto es que no dedico demasiado
tiempo a pensar en la política electoral, aunque sí presto atención a John
Edwards, puesto que desde las elecciones de 2004 se ha dedicado a hablar sobre
pobreza y se le ha visto en manifestaciones con piquetes y cosas
así.<BR><BR><STRONG>TD: En lo que se refiere a temas que te preocupan, ¿puedes
explicarme las diferencias existentes entre Demócratas y
Republicanos?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: [Risas] ¿Qué clase de pregunta es
ésta, Tom?<BR><BR><STRONG>TD: Desde que en 2003 se publicó aquel infame anuncio
presidencial que rezaba Misión Cumplida [sobre la guerra de Irak], me he
dedicado a escribir sobre las promesas incumplidas de la administración Bush.
Creo que en estos momentos avanzan sobre los escombros de su propio proyecto.
¿Consideras que en la política interna han cumplido más promesas de su
programa?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: No, porque aún no han desmantelado por
completo el estado de bienestar. Quiero decir con esto que el sistema de
bienestar es algo más que un patético programa de complementos salariales. No
han logrado deshacerse por completo de la seguridad social y actualmente están
expandiendo el Medicare. Recuerdo haber escuchado a Stuart Butler, un
thatcheriano que llegó de Inglaterra en las postrimerías del mandato de Reagan,
decir que en este país veía realizado su objetivo, la destrucción de cualquier
rastro de estado de bienestar. Bueno, de momento no lo han
conseguido.<BR><BR>Sin embargo, en una de las cosas en las que sí han tenido
éxito –como bien dice el agudo redactor de temas de economía de Los Angeles
Times– ha sido en trasladar el riesgo a los individuos. Se está produciendo una
completa desintegración del concepto de seguro. Las aseguradoras ya no quieren
asegurar cosas como las costas; y por supuesto ya no quieren asegurara a nadie
que haya estado enfermo. Ésta es una de las cosas que han moldeado a su gusto.
En una sociedad en la que sólo existen bienes privados, es uno mismo quién debe
velar por su salud; no nos molestes, es tu problema.<BR><BR><STRONG>TD: Cuando
piensas en el futuro, ¿divisas alguna posibilidad de que podamos emprender un
camino distinto a la increíble senda por la que ahora
avanzamos?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: ¡Por supuesto que lo veo! Yo soy una
especie de socialista libertaria. Hay un montón de cosas que no deberían estar
en el mercado. La atención sanitaria debería ser inmediatamente retirada del
mercado. Creo que hay lugar para los mercados, pero siempre va a existir una
tensión entre los mercados y nuestra responsabilidad para con los
demás.<BR><BR><STRONG>TD: Si la polarización dentro de la clase media que tú
describes sigue aumentando tan rápidamente, ¿crees que es posible que llegue un
momento en el que la vieja clase media marginada y el mundo empresarial puedan
hacer causa común con…?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: En realidad éste el tema que
resume lo que trato de contar recorriendo todo el país para hablar del contenido
de Bait and Switch a públicos que son más de clase media que los que solían
asistir a mis charlas sobre Nickel and Dimed. En nuestra sociedad es muy
corriente que la gente con estudios universitarios y que tiene empleos dedicados
a tareas de gestión se crean especiales y superiores a los demás. Pero, les
digo, cuando veáis a alguien empuñando una escoba, pensad que quizá dentro de un
año, o dentro de seis meses, vosotros podéis estar haciendo lo mismo. No tenéis
nada de especial; no a los ojos de los propietarios y de los miembros de
consejos de administración. De modo que debemos unirnos; debemos buscar la forma
de tender puentes que disminuyan esta división, que superen este
esnobismo.<BR><BR><STRONG>TD: Regresemos un momento al tema de la guerra. Ahora
que estamos en un periodo de guerra será bueno recordar que tú elaboraste una
ingeniosa explicación de los orígenes de… bueno, tú los llamaste ritos de sangre
de la humanidad en un libro con este mismo título. Sugerías que la guerra no
tiene su origen en nuestra actividad como agresivos cazadores de presas en
nuestra prehistoria, ni siquiera tiene su origen en las agresiones recibidas,
sino que su etiología está en el miedo e incluso en un periodo previo en el que
fuimos víctimas de otras criaturas más poderosas. No hay duda de que en tus dos
libros, en un contexto no bélico, te has ocupado de las víctimas. ¿Me gustaría
saber si tienes algo que decir sobre nuestros ritos de sangre
modernos?</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: En primer lugar, has dicho algo
interesante sobre la atención que presto en mis libros a las víctimas de la
realidad económica. ¡Esto es importante! Y la forma en que en la prehistoria los
humanos u homínidos pasaron de jugar el papel de presas perseguidas a tener el
rol de depredadores fue mediante la acción colectiva. Quiero decir que éste es
el gran truco de los humanos. También, claro, la construcción de armas. Sabemos
mucho de construir armas. Pero hay otra capacidad humana a la que no se presta
suficiente atención: la capacidad de movilizarnos de forma concertada como
grupo. Pienso que esto es lo que al final inclinó el fiel de la balanza a
nuestro favor. Otros primates pueden ponerse a saltar juntos para conseguir
intimidar a un depredador, pero los humanos pueden hacerlo de un modo más
eficiente. Somos buenos en la acción colectiva. De un modo parecido, para poder
mitigar estas situaciones en las que hay víctimas internas en nuestra economía,
debemos ir a la una. No es sólo la lección que debemos extraer de los últimos
200 años de historia sindical, sino que es una de las lecciones más importantes
que debemos aprender de miles de años de experiencia humana.<BR><BR>¿Qué pienso
hoy de las guerras? Bueno, la guerra actual y la primera guerra del Golfo han
sido, hasta cierto punto, actos de recuperación de imagen. Éste es un término
que los sociólogos hace tiempo que utilizan para describir algo que los líderes
acometen con el propósito fundamental de manipular las emociones de las masas.
En su provecho, claro. [La primera ministra británica] Margaret Thatcher
aparecía hundida en las encuestas cuando decidió embarcarse en la guerra de las
Malvinas; lo mismo que le ocurrió a George Bush padre, quien tras la declaración
de la primera guerra del Golfo logró que su índice de aprobación se disparara
hasta el 90%.<BR><BR><STRONG>TD: Lo mismo, por cierto, que le ocurría a Bush
hijo antes de 11-S.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Así es. El 11-S le echó una
mano. Naturalmente, la decisión de invadir un país casi al azar fue suya. Pero
este acto de recuperación de imagen ha perdido fuelle y dudo mucho que sea capaz
de remontar el vuelo. No creo que la gente empiece a agitar banderas americanas
enardecida por el bombardeo de Teherán. Me da miedo pensar en la posibilidad de
que haya otro ataque terrorista que pueda propiciar una respuesta completamente
enloquecida, irracional. ¿A quién atacaríamos ahora? ¿A Noruega quizás? Esta
gente no entiende que el terrorismo no supone un reto militar normal. Lo que
están haciendo los Estados Unidos en Irak es tan estúpido como que los
británicos empezaran a avanzar en pequeños grupos por los bosques de
Norteamérica vestidos de gala con uniforme rojo y fueran eliminados uno por uno
por estadounidenses agazapados detrás de los árboles. No tienen la menor idea de
lo que tienen que hacer. Históricamente, si no se es capaz de hacer una
transición para afrontar adecuadamente una nueva amenaza, es decir, si uno sigue
luchando como si aún estuviera en la Segunda Guerra mundial, no hay forma de
lograr nada bueno.<BR><BR><STRONG>TD: Por último, querría preguntarte por un
término olvidado que acaso debería recuperarse: guerra de
clases.</STRONG><BR><BR>Ehrenreich: Yo lo utilizo en mis charlas. Les digo, sí,
hay una guerra de clases. Es una guerra iniciada por una de las clases, y ya es
hora de que los demás nos movilicemos para hacer frente a los agresores.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080>La información contenida en el boletín es de
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<HR>
<BR><BR><BR><BR></FONT></DIV></BODY></HTML>