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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=4>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR><FONT color=#000080>Año III - 24 de junio 2006 - Redacción:
</FONT></FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=4>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>América
Latina</FONT></STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>La nueva
gobernabilidad</FONT></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG>El Estado que está emergiendo de la gobernabilidad
progresista parece más estable, legitimado y potente que el de la década
neoliberal. Pero puede, por eso, ser más temible para los de
abajo.</STRONG><BR><BR><STRONG></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG>Raúl Zibechi<BR>ALAI AMLATINA, 23-6-06</STRONG></DIV>
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<DIV align=justify>Los gobiernos de Néstor Kirchner y Luiz Inacio Lula da Silva
transitan por el cuarto año de sus mandatos. Un tiempo suficiente como
para comenzar a evaluar los caminos adoptados y, muy en particular, el sentido
profundo de la instalación de gobiernos progresistas en buena parte de los
países del continente. Pese a las diferentes coyunturas que los llevaron
al gobierno -una crisis societal profunda en Argentina, el desgaste del equipo
socialdemócrata en Brasil-, y los distintos discursos que enarbolan, las
similitudes de las orientaciones por las que optaron los dos principales países
sudamericanos son asombrosas.<BR><BR>Un reciente informe del Instituto de
Estudios y Formación de la CTA (central de trabajadores) para Argentina,
establece que entre<BR>2001 y 2005 los asalariados, informales y desocupados que
reciben subsidios pasaron de percibir el 25,4% del PBI a sólo el 22,3%.
Incluyendo a los jubilados, la tendencia se profundiza: el conjunto de los
sectores populares percibía, en 2001, el 32,5% del PBI, descendiendo en 2005 a
26,7%. Esas diferencias son mayores aún si se analiza la evolución del
consumo, ya que el consumo de los sectores más acomodados (que representan sólo
el 3,8% de la población económicamente activa) pasó de representar el 54,2% al
56,2% en ese período.<BR><BR>El citado informe concluye que luego del "brutal
ajuste de ingresos producido en el 2002", la recuperación de los años siguientes
(los del gobierno de Kirchner), no permite "volver a la situación existente en
el año 20001", pero tampoco supone "alteración en la<BR>composición estructural
del consumo". En la medida que no se han registrado cambios en los
patrones de distribución ni de consumo, concluye que "el patrón de desigualdad
que construyera la experiencia neoliberal no se ha alterado".<BR><BR>En Brasil
el panorama es similar. El último Informe sobre la Riqueza en el Mundo,
elaborado por Merril Lynch y Capgemini, sostiene que el número de ricos en el
mundo creció, en 2005, un 6,5% (Estado de Sao Paulo, 21 de junio de 2006).
En América<BR>Latina el porcentaje es superior, alcanzando un 9,7%. Pero
Brasil fue uno de los mejores países del mundo para los ricos: crecieron un
11,3%. En el mismo año los bancos brasileños obtuvieron las mayores
ganancias en su historia, alcanzando hasta el 60% respecto a 2004. En
suma, la concentración de la riqueza es uno de los signos de la "nueva
gobernabilidad" sobre la que se asientan los gobiernos progresistas.<BR><BR>En
sintonía con las estrategias del Banco Mundial, se abandonó la política de
redistribución de la riqueza y en su lugar se profundizan las destinadas a
"combatir" la pobreza. En Argentina siguen siendo dos millones de personas
las que reciben diversos "planes" (subsidios) a razón de 50 dólares por
beneficiario. Los datos son alucinantes: a comienzos de 2005 había 75.000
personas que recibían seguro de desempleo (activos que perdieron su trabajo),
pero en esa misma fecha eran 2.010.000 los que percibían los planes Jefes y
Jefas de Hogar y Manos a la Obra. En suma, más del 95% de los desocupados
son personas que no tienen la menor relación con el mercado formal de trabajo y
ya no entran siquiera en la categoría tradicional de desocupados.<BR><BR>En
Brasil el plan Bolsa Familia atiende a casi 9 millones de familias pobres, o sea
algo más de 30 millones de personas en un país de unos 180 millones de
habitantes. Se estima que el programa llega al 77% de las familias pobres
con ingresos inferiores a 100 reales (unos 45 dólares), que son en total 11
millones, y que el 49% de los beneficiados viven en el Nordeste. En Argentina,
los beneficiaron de los subsidios estatales viven en su inmensa mayoría en el
cordón de Buenos Aires, salpicado por los esqueletos de cientos de fábricas
cerradas.<BR><BR>Ya se trate del Nordeste o del cinturón de Buenos Aires, la
relación que establece el Estado con los más pobres de la sociedad es la misma:
se asegura una clientela estable, no organizada ni conflictiva sino pasiva y
agradecida, a la vez que alimenta una camada de gestores -formales o informales,
tanto da- que actúan como intermediarios entre los pobres atomizados y el
Estado.<BR><BR>No por casualidad el cinturón de Buenos Aires ha sido el que le
ha asegurado la gobernabilidad a la década neoliberal de Carlos Menem.
Cuando la desindustrialización vació los sindicatos y los neutralizó como
mecanismos de control social, los poderosos implementaron los subsidios
manejados por alcaldes y gobernadores y una amplia red de caudillos ("punteros")
locales, que actúan de forma vertical y apelando a la violencia, que son una de
las claves de la cooptación y división del movimiento social. Menem, y ahora
Kirchner, son electoralmente imbatibles en la periferia de la capital que
concentra al 40% del electorado. En cuanto a Brasil, es en el Nordeste
-que hasta ahora fue un enclave de caudillos de la derecha- donde el gobierno
Lula recibe su mayor nivel de aprobación: 55% frente al 29% en el Sudeste, la
región donde nació el Partido de los Trabajadores y donde tuvo, hasta las
elecciones de 2002, su mayor arraigo.<BR><BR>Concentración de riqueza, arriba;
control de los pobres no organizados a través de subsidios, abajo. Las
llamadas clases medias, o sea los obreros y los empleados, pagan en buena medida
los costos de los subsidios de los más pobres y también el escandaloso aumento
de la riqueza de los más ricos. Este es uno de los ejes centrales de la
nueva gobernabilidad, pero no el único. El otro es la relegitimación de
los estados gracias a la apropiación de banderas históricas de las izquierdas y
los movimientos (derechos humanos, igualdad en abstracto, etc.) y sobre todo un
discurso -apenas un discurso- que no ataca los problemas fundamentales pero que
consigue dividir a los sectores populares. El Estado que está emergiendo de
la gobernabilidad progresista parece más estable, legitimado y potente que el de
la década neoliberal. Pero puede, por eso, ser más temible para los de
abajo.<STRONG><EM>
<HR>
<FONT color=#000080>La información contenida en el boletín es de fuentes
propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas, movimientos
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Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
color=#000080>germain@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A><STRONG><EM>
<HR>
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