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<DIV align=center><FONT color=#800000 size=4><STRONG><EM>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</EM></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=center><FONT size=4><STRONG><EM><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
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<DIV align=center><FONT color=#000080 size=4><STRONG><EM>Año III - 25 de junio
2006 - Redacción: </EM></STRONG></FONT><A
href="mailto:germain@chasque.net"><FONT color=#000080
size=4><STRONG><EM>germain@chasque.net</EM></STRONG></FONT></A></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Los vuelos de la CIA
</FONT></STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>"Pasé 10 meses y 10 días en una
tumba" </FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Víctimas y familiares de detenidos
en los vuelos de la CIA reconstruyen sus casos</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>El País, Madrid, 25-6-06</STRONG>
<DIV align=justify><STRONG>Información de Ernesto Ekaizer, Walter Oppenheimer,
Cecilia Fleta, Vanessa Lerín y Rafael Méndez</STRONG></DIV></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>Estados Unidos tejió una vasta telaraña. Sus agentes se
movieron durante años en secreto por 30 aeropuertos de Europa, Oriente Próximo y
América. Desde Kabul a Guantánamo; de Rabat a Estocolmo; de Palma de Mallorca a
Bagdad, los agentes de la Agencia Central de Inteligencia, la CIA, realizaron
centenares de vuelos secretos. En ellos iban prisioneros de guerra, según
Estados Unidos, pero las organizaciones de defensa de los derechos humanos como
Amnistía Internacional o Human Rights Watch y el Consejo de Europa denuncian que
en muchos casos no hubo juicio ni acusación. EL PAÍS ha reconstruido los casos
de secuestros con el relato de los familiares, abogados y amigos de los
detenidos.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>"En este país no hay ley. Si muere, le
enterraremos", le advirtieron a El Masri</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Maher Arar, un canadiense de origen sirio, es hoy un
hombre libre. Y sin embargo, estuvo casi un año detenido en Siria tras ser
capturado y, sin juicio, trasladado en un vuelo de la CIA. "Pasé 10 meses y 10
días en una tumba", ha resumido. Otros afectados reconstruyen cómo funcionaba la
red de la CIA. Son Jaled el Masri, que fue detenido en Alemania; el hermano de
uno de los arrestados en el Reino Unido; la mujer de un secuestrado en Suecia;
un amigo del clérigo italiano encarcelado dos veces, y el abogado de otro alemán
secuestrado narran su calvario.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Jaled el Masri "Subí 15 escalones hasta el
avión"</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>"Cuando llegué a mi casa de Neu Ulm, tras una
desaparición de cinco meses, todo estaba empaquetado. Mi mujer y mis hijos,
según me dijeron, se habían marchado a Líbano...", informó Jaled el Masri,
secuestrado por la CIA, el pasado jueves ante la investigación del Parlamento
alemán, en Berlín. Acto seguido, El Masri se vino abajo entre sollozos. "Sentí
que me quebraba. Aunque he narrado los hechos tantas veces, no termino de
dominar la situación. Y allí, ante los miembros del Parlamento y las cámaras,
estaba muy tenso", dijo el pasado viernes en conversación telefónica con EL
PAÍS.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"El recuerdo no me deja en paz. Llegué en autobús el 31
de diciembre de 2003 al puesto fronterizo de Tabanovce y fui detenido por las
autoridades de Macedonia. Pasé 23 días en un hotel, en Skopje, detenido
ilegalmente. El 23 de enero de 2004, tras filmarme en vídeo, en el que me
identificaba y decía que me habían dejado marchar libremente, empezó mi
calvario", evoca. Aunque no lo supo entonces y sigue sin saberlo, la policía
informó a la oficina local de la CIA, que se había hecho cargo del prisionero.
Su delito: visitar una mezquita en Ulm en la que había conocido a personajes
sospechosos, según Berlín y Washington.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"La mañana del 23 me pusieron esposas y me cubrieron la
cabeza con una venda. Me llevaron al aeropuerto, me quitaron la ropa, me
cambiaron la venda por una capucha. En ese momento vi a ocho hombres vestidos de
negro y con los rostros cubiertos con máscaras negras. Me taparon los oídos y me
aplicaron inyecciones en los brazos. Me llevaron a un avión. Subí 15 escalones,
lo recuerdo". Ese día, el destino de El Masri y España se cruzaron: el Boeing
alquilado por la CIA al que acababa de subir había estado el día anterior, el 22
de enero de 2004, en Palma de Mallorca.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"Yo no pude ver el avión. Me ataron los pies y las manos
y me tumbaron en el suelo. Escuché los motores. Parecía un avión grande. Después
de muchas horas debimos de aterrizar. El calor era tremendo. Noté que no estaba
en Europa. Anochecía y el sol lucía rojo. Después supe que estaba en Kabul. Fui
introducido en una celda subterránea diminuta y mi anfitrión, un guardia, me dio
la bienvenida: "Usted está en un país en el que nadie sabe quién es usted. En
este país no hay ley. Si muere, le enterraremos. Y nadie lo sabrá".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Jaled el Masri, ciudadano alemán nacido en Líbano, fue
sometido a tratos crueles y degradantes durante cuatro meses. Antes de que la
sombra de una eventual colaboración de Gobiernos europeos con la CIA se
extendiera, El Masri estaba casi seguro de que un policía al que en su
cautiverio en Kabul llamaban Sam era el agente alemán Gerhard Lehman. August
Hanning, viceministro de Interior alemán, ha señalado a este diario que las
investigaciones indican que no hay constancia del presunto funcionario, agente o
espía alemán en Afganistán. El Masri ha visto la cara de Lehman. Aunque cree que
se trata del tal Sam, no se ha atrevido a asegurarlo por completo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Maher Arar, una celda subterránea antes de ser
liberado</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El 26 de septiembre de 2002, Maher Arar llegó al
aeropuerto JFK de Nueva York de unas vacaciones en Túnez e iba hacia Montreal
(Canadá), donde vive. Arar, informático nacido en Siria hace 34 años, llegó a
Canadá en 1987 y allí tuvo dos hijos, explica su abogado, Lorne Waldman.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En inmigración, su nombre debió de encender alguna
alarma. Según declaró al Parlamento Europeo en marzo pasado, fue interrogado
sobre Abdullah Almalki, un sirio detenido en EE UU. Arar replicó que era amigo
del hermano de Almalki y pidió un abogado. Le fue denegado porque "no era
ciudadano americano".</DIV>
<DIV align=justify><BR>El 8 de octubre, Arar fue llevado al aeropuerto de Bargor
(Maine, EE UU), metido en un avión de la CIA identificado como N829MG y
trasladado a Roma, donde aterrizó a las 20.22. Tres horas y 32 minutos después,
el avión despegó hacia Ammán, considerado por el Consejo como uno de los
"centros de transferencia de detenidos" de la CIA.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El abogado de Arar explica que "fue trasladado en coche
con la cara vendada hasta Siria", donde otros agentes lo llevaron a la cárcel de
Far Filastin, un centro de tortura, según Amnistía. Arar ha declarado que fue
interrogado por tres hombres y amenazado. El 10 de octubre de 2002 descubrió su
celda. "Era una fosa subterránea de dos por dos metros con un agujero en el
techo a través del cual orinaban los gatos, Él afirma. 'Pasé 10 meses y 10 días
en una tumba', y para mí eso es tortura", explica Waldman. Arar sostiene que
cada cierto tiempo era golpeado. El 23 de octubre de 2002, los guardias le
asearon para recibir al cónsul de Canadá. En agosto confesó -él insiste en que
bajo tortura- que había ido a un campamento en Afganistán para terroristas. Arar
fue liberado el 5 de octubre de 2003.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ya en Canadá, denunció su caso. Cuando a su abogado se le
pregunta si Arar tuvo relación con Al Qaeda, éste replica: "Antes de ir al
Parlamento Europeo quisimos saber si su nombre estaba en una lista de
sospechosos. No lo está. Ni allí ni en Canadá, donde trabaja en redes
inalámbricas". Arar ha demandado a EE UU y estudia hacerlo con Italia, donde
hizo escala. Un juez decidirá si el Gobierno de Canadá toleró su secuestro. Arar
sufre estrés postraumático.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Bisher al Rawi y Jamil el Banna, acusados de
llevar un cargador de pilas</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Wahab al Rawi tuvo una gran idea: producir aceite de
cacahuete en Gambia, un país estable, de la Commonwealth, y con una economía
abierta. Con una inversión de 250.000 dólares, iba a obtener un beneficio de 100
dólares por tonelada de cacahuete, 4.000 dólares al día. Lo que no sabía es que
el negocio acabaría llevando a su hermano Bisher y a uno de sus socios, Jamil el
Banna, a Guantánamo. Tampoco sabía que Bashir era un colaborador del MI5, los
servicios secretos del Reino Unido. Sí sabía que Bisher, como él mismo y como
Jamil, conocían a Abu Qutada, clérigo islamista al que Londres y Washington
consideran peligroso terrorista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Wahab cuenta la historia en un modesto apartamento de
Leeds. Allí intenta superar su insomnio y rememora el incidente banal que acabó
en tragedia. Recuerda cómo en noviembre de 2002 Bisher, soltero y de unos 35
años, y Jamil, padre de cinco hijos y rondando la cincuentena, fueron detenidos
en el aeropuerto de Gatwick, en Londres, cuando iban a viajar a Gambia.
Oficialmente fueron detenidos por portar un artefacto para fabricar explosivos.
Era un cargador de pilas que se puede adquirir en cualquier comercio. Les
soltaron a los días. "No tenían nada que ocultar y reemprendieron viaje a
Gambia", explica Wahab.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En el aeropuerto de Banjul fueron detenidos. Los
servicios secretos británicos habían alertado a la CIA, sin decirles que el
aparato detectado en el primer momento era inofensivo. Wahab cree que fue una
maniobra del MI5, quizá porque su hermano había dejado de pasarles información
sobre Abu Qutada. "Estaba cooperando con el Gobierno, intentando demostrar al
MI5 que no tenía que preocuparse de Abu Qutada". Bisher es un hombre muy
religioso, pero su hermano asegura que "eso es un asunto colateral".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Wahab y el otro socio fueron liberados a los 27 días,
pero Bashir al Rawi y Jamil el Banna siguieron detenidos. En Gambia, la ley
prohíbe la detención indefinida sin cargos y la CIA echó mano de la llamada
"rendición extraordinaria". Fueron trasladados en secreto en el vuelo N379P que
partió de Banjul el 8 de diciembre de 2002 a las 21.45 y llegó a El Cairo a las
3.45 del día siguiente. Una hora después, el avión emprendió vuelo a Kabul,
adonde llegó a las 9.04 del día 9.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La familia no sabía dónde estaban, sólo que ya no estaban
en Gambia. Se enteraron luego, por la Cruz Roja, de que estaban en la prisión de
Bagram. En Afganistán sufrieron torturas, según testimonios recogidos por sus
abogados, Brent Mickum, en EE UU, y Gareth Peirce y Clive Smith, del Grupo
Reprieve, en Reino Unido. Meses después fueron trasladados a Guantánamo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la familia Al Rawi, la historia parece repetirse.
"Siento un déjà vu. Algo similar le ocurrió a mi padre, un empresario en Irak.
Fue detenido por Sadam y encarcelado 18 meses y fue torturado", explica Wahab,
que se hizo británico, no como Bashir, que "está orgulloso de ser iraquí".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Londres ha intentado desentenderse de Bisher al Rawi con
el argumento de que no es británico. Al final gestionó su liberación por su
relación con el MI5, pero Washington no le ha hecho caso. Bisher al Rawi y Jamil
el Banna siguen en Guantánamo esperando que les acusen de algo más grave que
llevar un cargador de pilas o conocer a un clérigo radical.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Ahmed Agiza, "no hablamos con él"</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hanan Attia recuerda el 8 de diciembre de 2001. Su
marido, el egipcio Ahmed Agiza, salió de su casa en Estocolmo (Suecia) para
estudiar sueco. "No volvía y me asusté. Me llamó pidiendo su medicina para la
úlcera. Dijo que estaba detenido y la conversación terminó, como si alguien
hubiera cortado la llamada. Fue la última vez que hablamos", recuerda Attia por
teléfono desde Suecia. Ahmed había llegado a Suecia para pedir asilo tras ser
condenado por terrorismo en Egipto en un juicio en el que no estuvo presente,
según Amnistía Internacional.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tras la detención, la mujer, que tiene cinco hijos y 47
años, acudió a Amnistía y al Gobierno sueco: "Tras semanas de preguntas dijeron
que habían rechazado su solicitud de asilo y pensé que estaría en un centro en
Suecia". No era así. Agiza había salido en un avión de la CIA desde Estocolmo a
El Cairo el 18 de diciembre a las 14.43. Ahmed fue juzgado de nuevo en Egipto y
condenado a 25 años de cárcel por un tribunal militar. "No nos dejan hablar con
él. ¿Qué mal puede hacer que hable con sus hijos?", lamenta su esposa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En el mismo vuelo que Ahmed iba el también egipcio
Mohammed Alzery, detenido esos días en Estocolmo por las autoridades suecas y
entregado a las estadounidenses. Alzery fue liberado en octubre de 2003 tras
pasar casi dos años en una cárcel egipcia. Ha denunciado a las autoridades
suecas ante la ONU. Su abogado, Knell Jonnson, afirma que Alzery no habla "por
motivos de seguridad".</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Abu Omar, liberado y encarcelado</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Abu Omar, nacido en Egipto en 1963, llegó a Italia en
1997 como refugiado y se casó con la egipcia Nabila Ghali. Omar, imán de una
mezquita de Milán, estaba siendo investigado por Italia por incitar con sus
discursos a acciones terroristas. El 17 de febrero de 2003, dos coches le
cortaron el paso, y unos hombres que se identificaron como policías lo
trasladaron a la base militar americana en Avino, al norte de Italia. De allí le
llevaron, vía Alemania, hasta El Cairo, donde fue encarcelado durante 14
meses.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En abril de 2004 fue liberado tras firmar una renuncia a
la lucha armada. Abu Omar realizó dos llamadas. La primera fue a su esposa, a la
que le dijo que había estado "muy cerca de la muerte". La segunda, a su amigo
Mohamed Reda, al que le explicó cómo fue secuestrado. Pocos días después, Abu
Omar fue de nuevo encarcelado en Tora, donde permanece. Abu Imad, amigo de Abu
Omar, afirma que no se explica "por qué detuvieron a Abu Omar, que es una buena
persona". "Su mujer, Nabila Ghali, está todavía muy mal. Lloraba todos los días"
y se pregunta cómo está encarcelado si fue liberado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A mediados de agosto de 2005, un tribunal de Milán emitió
una orden de arresto contra 22 agentes de la CIA implicados en el secuestro,
pero ni el Gobierno de Berlusconi ni el de Prodi han enviado la orden de
extradición a EE UU.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Mohammed Haydar Zammar, alemanes en
Damasco</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hace 10 meses que la esposa y los tres hijos de Mohammed
Haydar Zammar no tienen noticias de él. "La última vez que supimos algo
estaba..., digamos que no estaba enfermo, pero no estaba bien", declaró a este
periódico Gül Pinar, abogada de la familia. Seguía en Damasco, en la cárcel de
Far Filastin, donde seis agentes alemanes lo interrogaron durante tres días en
noviembre de 2002. Según la prensa alemana, Zammar fue secuestrado en diciembre
de 2001 al regreso de un viaje a Marruecos y entregado a la CIA. En 2002, Siria
pactó con el Gobierno alemán un intercambio: los alemanes querían tener a Zammar
porque podría informarles sobre la célula islamista de Hamburgo. A cambio,
Alemania suspendería el proceso contra dos espías sirios.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La abogada está convencida de que el secuestro fue
posible gracias a la información de los servicios secretos alemanes. "Sabían
cuándo iba a volar" de vuelta a Hamburgo, dice. Las respuestas de Alemania a sus
preguntas son nulas. El viaje de los servicios secretos alemanes a Siria de
Zammar es objeto de la comisión de investigación parlamentaria.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
L<STRONG><EM><FONT color=#000080>a información contenida en el boletín es de
fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas,
movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierda. Los artículos
firmados no comprometen la posición editorial de Correspondencia de Prensa.
Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
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<HR>
</DIV></FONT></BODY></HTML>