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<DIV align=center><FONT face=Arial color=#800000 size=5><STRONG><EM>Boletín
informativo - Red solidaria de la izquierda radical</EM></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=center><FONT face=Arial size=2><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt=""
hspace=0 src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG"
align=baseline border=0><BR>Año III - 26 de agosto 2006 - Redacción:
</FONT></EM></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT><BR><FONT
face=Arial><STRONG>Ecuador</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Un volcán hace pública la pobreza
indígena <BR><BR>Kintto Lucas</FONT></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG>IPS</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.ipsnoticias.net/"><STRONG>http://www.ipsnoticias.net/</STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify>La erupción del volcán Tungurahua, 150 kilómetros al sur de
Quito, puso al descubierto la fragilidad de Ecuador ante los desastres naturales
y sacó a relucir la pobreza extrema de la mayoría de la población indígena en
este país andino. <BR><BR>Diez poblaciones cercanas al volcán fueron arrasadas
por piedras, lava y ceniza y deberán ser reubicadas. Más de 5.000 personas
perdieron sus casas y cultivos, un millón de habitantes de ciudades y zonas
rurales han sido afectados por la ceniza transportada por el viento, y 40.000
hectáreas de plantaciones agrícolas y frutícolas se arruinaron. Siete personas
murieron y más de 30 están desaparecidas. <BR><BR>La nueva etapa eruptiva del
volcán comenzó en 1999, pero se intensificó el 14 de julio de este año con una
fuerte explosión que provocó la emanación de piedras, lava, ceniza y gases. Pero
en los días posteriores bajó su intensidad hasta el 16 de agosto, cuando se
produjo la mayor erupción desde el siglo XVIII, según informó el Instituto
Geofísico. <BR><BR>En la comunidad de El Altar, que hoy luce desolada por la
acción de la lava y las piedras incandescentes, días antes la anciana indígena
Dolores Chicaiza afirmaba a IPS que "lo bueno del rugido de la Mama Tungurahua
es que ahora el gobierno y los periodistas saben que aquí hay pobreza".
<BR><BR>Con el bramido del volcán de fondo y el temblor en el suelo, Chicaiza
mostraba su respeto por la Mama Tungurahua, como llaman los indígenas kichuas al
volcán. <BR><BR>"Es un ruido de mucho dolor por ella, por nuestras tierras
sequitas y flaquitas, por nuestros cuycitos (cuyes o cobayos), nuestras
gallinas, por nosotros que nos mantenemos en pie", afirmaba. <BR><BR>"Aquí los
únicos que estamos firmes somos nosotros y la cebolla. Nosotros, que resistimos
desde hace 500 años y debemos seguir viviendo con volcán o sin volcán, y la
cebolla que también es fuerte y resiste a la tierra sin agua, al frío, a la
ceniza, al cascajo y a los tiros de la Mama Tungurahua que cada tiempo le habla
a las autoridades por el olvido", decía la campesina. <BR><BR>Se mostraba
convencida que ni ella ni la mayoría de las familias de esa comunidad se irían a
vivir a alguno de los refugios improvisados. <BR><BR>"Aquí estamos, y cuando mi
hijo me vino a decir que le habían dado la llave de un cuarto para que se fuera
con la familia a un albergue municipal a protegerse, le dije que no me movía de
aquí, y también sus hijas le dijeron que no se movían de aquí. La tierra se
mueve, pero nosotros y la cebolla estamos firmes", señaló Chicaiza casi al mismo
tiempo en que un hongo de ceniza subía desde el volcán y el rugido se apagaba
por algunos segundos. <BR><BR>Algunos curiosos nacionales y extranjeros se
animaron a subir a esta comunidad para "observar al volcán y su gente" como si
se tratara de un espectáculo. <BR><BR>A pocos metros, Dioselinda Sisa junto a
sus hijos de uno, tres y cuatro años, decía no tener miedo porque conoce al
volcán como si fuese un abuelo que a veces les cuenta de su historia y otras
veces les rezonga, "pero los guaguas (niños) en la noche lloran cuando ruge
así..., como ahora". <BR><BR>Sus ojos serenos y tristes observaban la gran nube
gris que subía y que en poco tiempo volcó su ceniza por las plantaciones de las
pequeñas huertas de la zona. <BR><BR>"El otro día, cuando el volcán dio el tiro,
el cascajo y la candela cayeron hasta aquí y tuvimos que correr a cubrirnos en
la casa. También cogimos a los cuyes y los llevamos adentro. Hay que tapar a los
animales. Fue como un cañonazo que hizo doler hasta las orejas, pero pasó. Todo
pasa", comentó mirando a sus hijos. <BR><BR>A lo lejos, hacia la derecha del
Tungurahua el blanco de la cumbre de un nevado es el único color vivo,
diferente. <BR><BR>A 50 metros, una mujer daba algunas sobras de comida a dos
cerdos atados a un palo, nerviosos ante el grito del volcán. <BR><BR>Más acá,
Ángel Chicaiza dijo que lo peor es no tener con qué alimentar y cómo proteger a
los animales que sirven de sustento. "Siempre tenemos poco, pero ahora tenemos
menos", aseguró con cierto pesar pero sin pedir consuelo. <BR><BR>Ningún
comentario se parecía a una queja. Nadie pidió que las autoridades les llevaran
asistencia. <BR><BR>"Como cuando no tenemos créditos ni ayuda gubernamental para
poder plantar o criar nuestros cuyes. Como cuando no tenemos ni agua para los
cultivos ni médicos para pelear con tanta enfermedad que anda por ahí", comentó
Ángel. <BR><BR>Ninguno de ellos imaginaba lo que les tocó vivir la noche del 15
de agosto cuando junto a otros habitantes de la comunidad, decidieron salir, al
escuchar que el bramido del volcán era mucho mayor que de costumbre, y lograron
así escapar de las piedras y la lava. <BR><BR>El 21 de agosto, con el volcán en
cierta calma, los pobladores de El Altar regresaron para ver lo que ha quedado
después de la erupción. Hallaron vacas, cuyes, gallinas y cerdos muertos, los
cultivos de cebolla cubiertos de ceniza, y los techos de chapa de sus casas
perforados por las piedras del Tungurahua. <BR><BR>El director del Instituto
Geofísico, Hugo Yépez, insiste desde hace algunos años en la necesidad de que
Ecuador realice un trabajo de prevención en las zonas afectadas por fenómenos
naturales como el Tungurahua. <BR><BR>Yépez ha señalado que la tarea no se
limita a reubicar los poblados cercanos al volcán, sino a dotar de instrumentos
como casas adecuadas para soportar una erupción a los que inclusive un poco más
lejanos podrían ser igualmente afectados, tal como ocurrió. <BR><BR>La erupción
de un volcán o un sismo en Ecuador siempre causa mucho más desastre que en
Japón, porque aquí las edificaciones no son adecuadas, no hay prevención, los
animales no tienen dónde guarecerse, los campesinos carecen de formas de guardar
agua y de medicamentos para ellos y su ganado, lo que vuelve al país muy frágil
ante esta realidad, señala Yépez. </DIV>
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<HR>
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size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
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