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<DIV align=center><EM><STRONG><FONT color=#800000 size=5>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></STRONG></EM></DIV>
<DIV align=center><EM><STRONG><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR>Año III - 6 de septiembre 2006 - Redacción: </FONT></STRONG></EM><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><EM><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></EM></A></DIV>
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<DIV align=justify><FONT size=3><STRONG>México</STRONG></FONT></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><FONT size=3><STRONG>Asoma un
gobierno débil y sin legitimidad para la oposición <BR><BR>Andrés López
Obrador ratificó que no reconocerá al nuevo gobierno de Felipe
Calderón</STRONG></FONT><BR><BR><BR><STRONG>Claudio Mario Aliscioni <BR>Clarín,
Buenos Aires, 6-9-06</STRONG><BR><BR><BR>Lo que debería haber sido una fiesta
para la democracia en México con un recambio presidencial sin estridencias
anticipa, más bien, un futuro cargado de malos presagios. No son de otro signo
los efectos que cabe esperar de un gobierno como el del presidente electo,
Felipe Calderón, que nace deslegitimado por la oposición y con la sospecha
—aunque sea, es cierto, una sospecha sin mucho asidero— de que llegó al poder
mediante prácticas asociadas al fraude.<BR><BR>Hay razones que apoyan este
diagnóstico. México es hoy un país con el espinazo quebrado. El cisma que lo
agobia se mostró en toda su agudeza ya antes de las presidenciales del 2 de
julio, cuando una campaña crispada, agresiva hasta el insulto, mostró que la
sociedad mexicana se debatía, como nunca antes en la historia, tironeada a
izquierda y derecha, entre un norte rico, modernista y admirador de Estados
Unidos, y un sur pauperizado, ligado al indigenismo, que mira con desconfianza
al Estado central para el que siempre fue una molestia.<BR><BR>Los números
reflejan ese quiebre. Aunque es la décima economía mundial y le exporta a
Estados Unidos casi US$ 200.000 millones, la elite mexicana ha sido incapaz de
distribuir esa riqueza —apabullante para la media latinoamericana— entre toda su
población. La mitad de los cien millones de mexicanos viven en la pobreza y un
20% sufre condiciones de indigencia. Estos sectores fueron los que votaron al
centroizquierdista Andrés López Obrador, quien centró su campaña en promesas de
más empleo y en punzantes críticas a una clase empresaria a la que asoció con la
corrupción. Pese a la derrota, su prédica no fue en balde: dobló los votos de su
partido y, transformado en principal referente opositor, sacó su gente a la
calle en un reclamo por "fraude" cuyo futuro es hoy una incógnita.<BR><BR>Es
justamente ese doble cuadro social y político el que pondrá límites a los
desafíos del presidente proclamado ayer. Calderón recibe el país con buenos
números macroecómicos. Pero, con mayorías que gritan por cambios, deberá atender
la ingente demanda social con un poderoso sector empresario que votó para que
todo siga igual y un Parlamento dividido en tres partes en el que el oficialismo
controlará apenas la primera minoría. Por ello deberá depender de acuerdos con
el PRI o la izquierda derrotada. No son pocos los que ven aquí cernirse la
sombra del presidente saliente Vicente Fox, cuya gestión acabó ahogada por la
mano opositora.<BR><BR>La debilidad del nuevo presidente no dejará, sin embargo,
de repercutir en la interna de su partido, el conservador Acción Nacional.
Calderón, que no controla a todas sus estructuras, deberá lidiar con el sector
más reaccionario. La agitación que envolverá al país es la mejor excusa para que
sus enemigos internos condicionen su agenda.<BR><BR>Pero México no dependerá
sólo de Calderón. Hace poco, The New York Times recordó que la indefinición
presidencial pudo evitarse con un recuento total de votos, pedido por la
izquierda, a lo que Calderón se negó, enterrando así la chance de quitar
legitimidad al motín de su rival. En virtud de esa experiencia, se impone ahora
discutir la introducción de un ballottage. Un acuerdo entre partidos asoma como
el único camino para evitar nuevos traumas. Pero nada hace presumir hoy que ese
acercamiento esté a la vuelta de la esquina.
<HR>
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size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
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