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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=5>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR>Año III - 8 de septiembre 2006 - Redacción: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Argentina</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Entrevista con Elena, de Las Heras
(Provincia de Santa Cruz)</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>La hoguera que
nunca se extingue *<BR><BR>Andrea D’Atri **</FONT></STRONG><BR><BR><BR>Las Heras
es un pequeño poblado petrolero, enclavado en medio del sur patagónico. Desde
Buenos Aires, el viaje parece interminable: salimos temprano desde el Aeroparque
metropolitano y, luego de más de tres horas de vuelo, arribamos a la ciudad
puerto de Comodoro Rivadavia; sin pausa, subimos al ómnibus que nos
trasladó–costeando el Océano Atlántico-, más al sur, hasta la localidad de
Caleta Olivia. Desde esa pequeña ciudad, otro ómnibus, recién después de dos
horas de viaje hacia el oeste, nos dejaría en nuestro destino final, a dos mil
kilómetros de nuestros hogares. Atrás dejamos el mar, por un camino que cruza la
meseta áspera y ventosa, ofreciendo un único paisaje amarronado y monótono sólo
alterado por las perforadoras que excavan la tierra en busca de
petróleo.<BR><BR>Caleta Olivia, Cañadón Seco, Pico Truncado y Las Heras son
pueblos hermanados por la explotación petrolera; ayer, estatal y hoy, en manos
de grandes empresas transnacionales. Las Heras es una pequeña localidad de diez
mil habitantes, distribuidos en un tablero de treinta y seis cuadras de largo
por diez de ancho. Todos se conocen, por eso nuestra presencia es advertida
inmediatamente. <BR><BR>Un gendarme, sin identificación, nos pregunta qué
estamos filmando y nos invita a presentar nuestras credenciales en un
improvisado cuartel que funciona en el predio de un centro cultural. Es
que la presencia inusitada de más de trescientos gendarmes desde los
acontecimientos del verano pasado, desborda la capacidad de un pueblo sin
cuartel ni hoteles de magnitud. </FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Cuando nos negamos a acompañar al
soldado, alegando que no presenta su identificación obligatoria, la cámara queda
encendida y registra sus palabras, sin que él lo advierta. Nos dice que están
ahí por orden del Presidente de la Nación, porque la policía fue “desbordada”
por el alzamiento de todo el pueblo. La excusa de estar filmando un video
documental sobre la flora y la fauna patagónica, nos permitió escapar de las
fuerzas represivas que vigilan permanentemente.<BR><BR>Vamos a encontrarnos con
Elena. Para no causarle más problemas que los que tiene, recorremos las calles
azarosamente, distrayendo a la policía que ya nos está siguiendo para averiguar
a qué vinimos a Las Heras. Los hijos de Elena, ya liberados, fueron detenidos
junto a sus hermanos después de la “pueblada”. Estos últimos aún permanecen
presos. Ella y otras mujeres que son madres, esposas, novias, hermanas e hijas
de los detenidos, crearon una comisión para reclamar por su libertad. Hoy,
cuando el miedo recorre las calles de Las Heras de la mano de gendarmes y
policías, estas mujeres son las únicas que se atreven a desafiar el orden
impuesto mediante la represión.<BR><BR>Pero la sangre, los golpes y la muerte no
son nuevos en este territorio. Entre 1850 y 1880, estas tierras fueron
arrebatadas por el Estado nacional a los pueblos originarios, que fueron
literalmente exterminados. Más tarde, fueron ocupadas por empresas británicas
que criaban ovejas para la exportación de lana y carne, imponiendo sus propias
normas salariales y condiciones de trabajo, en una región que no contaba con
organizaciones sindicales. Pero en 1920, con la creación de la Sociedad Obrera,
los peones quebraron el orden establecido por latifundistas nacionales y
empresarios ingleses, con huelgas masivas. El entonces presidente de la Nación,
Hipólito Irigoyen, envió tropas del ejército para reprimir a los trabajadores.
En Las Heras fue ejecutado uno de los líderes obreros; más de mil quinientos
fueron fusilados, degollados, heridos y detenidos.<BR><BR>La historia más
reciente también encierra miseria, dolor y represión: en 1992, la privatización
de los Yacimientos Petrolíferos Fiscales por parte del gobierno nacional –en ese
entonces, presidido por Carlos Menem-, fue respaldada por el que era gobernador
de esta provincia eminentemente petrolera. Su nombre es Néstor Kirchner y,
actualmente, ocupa el sillón presidencial. Su apoyo a la privatización de la
riqueza nacional fue recompensado, en aquel entonces, con quinientos millones de
dólares en concepto de regalías que fueron girados a bancos europeos.<BR><BR>Fue
así como llegaron Halliburton y otras empresas de los Estados Unidos, que
abandonaron el país cuando, pocos años después, cayó el precio internacional del
crudo. Las Heras, de un día para el otro, perdió la mitad de su población que
huía de la desocupación y la miseria. De un modo que ninguna estadística puede
explicar, en dos años se suicidaron más de veinte jóvenes y adolescentes en este
pueblo tan pequeño del sur argentino.<BR><BR>Pero la actividad volvió a repuntar
y otras multinacionales y empresas que tercerizan servicios petroleros se
radicaron en la región: Repsol, Pan American Energy, Vintage Oil, Dolland,
Tecpetrol, Chevron, Metrapet-Serpecom, Indus y Argentina 2000. Mientras tanto,
la riqueza es sólo para las empresas extranjeras que hacen sus negocios y para
el gobierno provincial, que cobra doscientos cincuenta dólares por minuto en
concepto de regalías, con los que mantiene un fuerte aparato clientelar. Para
los trabajadores, contratos precarios, jornadas extenuantes, condiciones
deplorables y salarios miserables. Como a principios de siglo pasado, la mayoría
de los petroleros de hoy no están encuadrados en los convenios legales. Bajo la
figura de “trabajadores de la construcción”, cobran menos que otros operarios de
su misma rama industrial. Por eso reclamaron.<BR><BR>Durante el año 2005, los
petroleros hicieron huelgas, movilizaciones y cortes de ruta, junto a
trabajadores estatales, docentes, obreros de la construcción, pesqueros, mineros
y desocupados. Pero en el verano del 2006, el conflicto tuvo una escalada
inesperada. Los trabajadores cortaban la ruta y el acceso a la planta de Repsol
y el líder de la protesta fue detenido. Entonces, alrededor de mil manifestantes
rodearon la comisaría para reclamar la libertad del dirigente obrero, mientras
la gendarmería custodiaba los yacimientos. En medio de los disparos policiales
contra la multitud, un oficial cae muerto y treinta manifestantes son heridos.
Inmediatamente, el gobierno nacional envió más de doscientos gendarmes para
contener la protesta. <BR><BR>Después de dieciocho días de huelga en los que se
paralizó la explotación del yacimiento de Las Heras, parecía que el conflicto se
resolvía a favor de los trabajadores. Sin embargo, días más tarde, la jueza que
intervenía en el caso de la muerte del policía, ordena la detención de decenas
de manifestantes. Rápidamente, las mujeres organizan una comisión por la
libertad de los presos, reparten panfletos en las entradas de los campos
petroleros, organizan movilizaciones hasta el juzgado de la localidad vecina de
Pico Truncado, soportan el asedio de militares y policías apostados en la
región.<BR><BR>Una de esas mujeres es Elena. Tiene cuarenta y cuatro años y,
cuando nos dice su edad, pensamos que no dista mucho de la nuestra. Sin embargo,
las inclemencias del tiempo pero, fundamentalmente, las de la vida dura y penosa
que le ha tocado, le dan la apariencia de una mujer mayor.<BR><BR>Elena nació y
vivió su infancia en Comodoro Rivadavia, con sus cinco hermanos, en una modesta
casa que se sostenía con los magros salarios de su madre, que era trabajadora
doméstica, y su padre, obrero soldador. Aunque quiso ser maestra, las
dificultades le impidieron dedicarse al estudio y la obligaron a trabajar desde
muy joven. Sus hermanos varones se convirtieron, inevitablemente, en obreros
petroleros. Su hermana, se casó con un trabajador del mismo gremio. Sólo ella
tuvo un novio que no se dedicaba a las mismas tareas y, aunque dice que no
quería casarse, con sólo diecisiete años se unió en matrimonio con un conductor
de camiones, con el que tuvo cinco hijos. Repitiendo la historia, uno de ellos
es chofer de una empresa petrolera, otro trabaja en la empresa de servicios
petroleros más importante de la zona y el mayor, es soldador y mecánico, como su
abuelo. El más pequeño de los varones, apenas está terminando la escuela
primaria y la nena, llegó un año después que el anterior. Desde hace pocos
meses, Elena es viuda: su marido fue asesinado en un confuso episodio en la
puerta de su casa, por un grupo de jóvenes embriagados. Uno de ellos estuvo
detenido y, extrañamente, escapó de la comisaría y aún pasea impunemente por las
calles de Las Heras, donde no es nada fácil pasar desapercibido.<BR><BR>Pero,
como dice Elena, “gracias a Dios, aprendí el arte de la costura”, porque tuvo
que empezar a trabajar para mantener su hogar. “Quise estudiar y nunca lo pude
hacer. Y me quedaban cosas pendientes. Digo, bueno, si me caso voy a ser para mi
familia, entonces no me voy a casar. Pero ¡oh, sorpresa!, me había quedado
embarazada, así que me decidí casarme. Yo pensaba si él no quiere, lo tengo
igual, ése era mi lema. Pero él estaba muy decidido en casarse.”<BR><BR>Dos de
sus hijos, estuvieron encarcelados durante los primeros días del conflicto y
luego, fueron liberados. Dos de sus hermanos aún permanecen detenidos en
localidades vecinas, pero no cercanas. Pero Elena advierte que se trata de una
maniobra del poder: “Si hubieran detenido a todos estos trabajadores acá, el
pueblo hubiera ido a reclamar ahí. Entonces, el gobierno determinó si los
llevamos y los esparcimos por toda la provincia, los familiares, los amigos, van
a tener que pagarse el pasaje que es tan caro, no van a poder dejar el trabajo,
la familia para ir a verlos, entonces, acá va a quedar todo tapado. Pero se
llevó el chasco, porque no pensó que las mujeres, que ya están cansadas de mirar
televisión, de mirar telenovelas, iban a salir a gritar todo esto, toda esta
injusticia. Porque es muy injusto. Tantas mentiras que hemos escuchado, promesas
que no se han cumplido, todo el dinero que sale… yo siempre pienso eso: mi
padre, mis hermanos, mis hijos siempre han trabajado en el petróleo y siempre
han cobrado mal. Se han muerto de frío en los tiempos de invierno. Yo sé cómo se
sufre eso. A mí me hartó.”<BR><BR>Elena dice que los reclamos que vienen desde
lejos, caían en saco roto. Pero “cuando nosotras nos pusimos a gritar… unas
cinco locas que gritan, como decía el cura, fuimos escuchadas.” Ella está segura
que a las mujeres, el poder les tiene miedo; aunque reconoce que también si no
hay más mujeres “que se animan” es porque el mismo sentimiento a veces las
invade a ellas. Dice que a veces, alguna mujer acompaña tímidamente, “pero si te
ve que no aflojaste, va a tener la misma actitud. Si te sentís respaldada, de
adentro tuyo sale la explosión.” <BR><BR>Ella quiere unificar la lucha, “una
lucha que es mía y que ha empezado a ser una lucha de todos. Una lucha para todo
el país, para que se terminen estas injusticias en Argentina.” Nos cuenta que a
sus compañeras de la agrupación de mujeres les decía “yo estoy cansada que nos
vengan con toda esta política sucia. Nosotras no queríamos saber nada de
política. Pero estamos haciendo política. Entonces, es como que esta parte de
lucha, para mí es grande. Yo creo que si sacamos a algún detenido, es un logro
fantástico.”<BR><BR>Esta nueva experiencia cambió la cotidianeidad de su vida,
hasta ahora, rutinaria. Elena dice que, desde que formó la comisión, habla de
todo lo que le pasa con sus compañeras de lucha, aunque antes no conversaba ni
con su vecina. Ahora, envía comunicados de prensa a los medios, viaja semana
tras semana a Caleta Olivia y Pico Truncado a visitar a sus hermanos, enfrenta
jueces y policías, se reúne en asambleas con otras mujeres y trabajadores que
siguen bregando por la libertad de sus hermanos de clase. <BR><BR>Antes de dejar
su casa, nos da un mensaje para otras mujeres “que no se repriman, que todo lo
que han querido desde chicas surja, y se oiga lo que una tiene adentro. Es sólo
buscarse entre sí, que se junten. Tenemos formas de luchar y ser escuchadas. Una
lucha de mujeres, porque luchando las mujeres vamos a tener una solución: un
país que a nosotras nos guste, basta de mentiras, basta de promesas que no se
cumplen. Eso es todo.”<BR><BR>Más tarde, nos permitieron asistir a una de las
asambleas que, casi clandestinamente, se reúne en el garaje de una casa que está
del otro lado del pueblo. Un puñado de obreros petroleros y mujeres, la mayoría
jóvenes, debaten qué hacer el próximo 25 de Mayo, cuando se conmemora
oficialmente el “primer gobierno patrio de 1810”. El intendente de Las Heras
convoca a un acto en la plaza central del pueblo. Mujeres y obreros petroleros
se preguntan si podrán boicotear el festejo oficial con su presencia, reclamando
la libertad de los presos. “¿Y si nos reprimen y somos más los que quedamos
detenidos?”, se preguntan. Otro responde: “Si reprimen, nos metemos en la
Iglesia.” Un joven delegado interpela a la asamblea: “¿Van a estar todos?” La
dueña de casa, que ha prestado su garaje para la reunión, dice: “sí, yo
voy.”<BR><BR>Por la noche, volvimos a nuestro hotel en Caleta Olivia y, al día
siguiente, recorrimos este pequeño puerto a orillas del Atlántico. El diario
dice que “enviados del Banco Mundial están observando el desarrollo regional” y
que la provincia “exporta combustible por 1969 millones de dólares.” Un aviso a
color invita a los estudiantes a postularse a la beca que la petrolera Repsol
promueve junto con la Universidad Nacional de la Patagonia. Pero otros titulares
llaman nuestra atención: “Obreros marítimos iniciaron huelga por tiempo
indeterminado”; la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa convoca a una
asamblea en la región; “docentes de la Universidad inician un paro por tres
días”; “preparan el paro en el transporte urbano”; abogados de un organismo de
derechos humanos denuncia “la existencia de permanentes prácticas violentas por
parte de la policía”. Y unas declaraciones del presidente, del mismo que fuera
gobernador de esta provincia cuando se efectuó la privatización de la
explotación del petróleo, nos indignan: “La despenalización del aborto no es un
proyecto del gobierno.”<BR><BR>En Caleta, con el frío de la mañana, un pequeño
ejército de mujeres, vestidas de verde, sale a barrer las calles y arreglar el
césped de las plazas; quitan las hojas secas y limpian los monumentos. El
gobierno encontró, de este modo, una forma de paliar la desocupación: con bajos
salarios, decenas de mujeres jóvenes integran las cuadrillas municipales que
mantienen limpia a Caleta Olivia.<BR><BR>Tenemos que esperar que se haga la
tarde y Elena venga desde Las Heras a visitar a su hermano, detenido en esta
localidad. Hacemos tiempo, recorriendo el pueblo y preguntando la historia a los
vecinos. Y así nos enteramos que un dibujante, que trabajaba para la vieja
empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales, diseñó una fuente para la
ciudad con una estatua de Venus. Pero el párroco no permitió que se levantara la
imagen de una mujer desnuda en pleno centro de Caleta Olivia y fue así,
entonces, como la Venus se cambió por un imponente obrero petrolero de cemento y
hierro armado, rodeado de banderas de todos los países latinoamericanos de donde
siguen llegando trabajadores en busca de un futuro promisorio. Los lugareños no
tardaron en bautizarlo “Gorosito”, aludiendo a un personaje de la televisión de
aquella década del ’70, cuando el obrero petrolero –símbolo de la prosperidad
regional- se erigía como un monumento que distinguiría a Caleta del resto de las
localidades vecinas. Hoy, paradójicamente, frente al “Gorosito”, hay una
gasolinera extranjera; una de esas empresas contra las cuales se enfrentan los
trabajadores de la región.<BR><BR>Por la tarde, nos reencontramos con Elena.
Ella dice que todo esto no habría pasado si el muerto –durante aquella
manifestación- hubiera sido un obrero, en vez de un policía. Para Elena, no
estamos en democracia. Y esta lucha de los trabajadores, que son sus hermanos,
sus hijos, sus compañeros, ha sido “manchada con sangre, para taparla, para
darle un escarmiento al obrero. Para que los trabajadores digan ‘tengo un sueldo
miserable y me la tengo que aguantar.’”<BR><BR>Con ráfagas de viento de ciento
veinte kilómetros por hora y una temperatura que, en invierno, puede alcanzar
los veintiún grados bajo cero, Las Heras queda atrás en nuestra aventura
patagónica. <BR><BR>Dice la leyenda de los tehuelches, que antiguamente poblaron
estas tierras, que la Patagonia era sólo hielo y nieve cuando un cisne la cruzó
volando, por primera vez. Venía desde más allá del mar, donde había nacido Elal,
a quién cargó en su blanco lomo para depositarlo sobre la cumbre del cerro
Chaltén. Durante tres días y tres noches, Elal permaneció en la cumbre,
contemplando el desierto helado que su estirpe de héroe transformaría para
siempre. Dicen que varias islas se distinguen todavía desde la costa patagónica
y que en alguna muy lejos, donde ningún hombre vivo puede llegar, vive Elal,
sentado frente a una hoguera que nunca se extingue. Como no se extinguirá la
llama de estas valerosas mujeres de Las Heras, que siguen luchando por la
libertad de sus seres queridos.<BR><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>* El presente artículo está basado en
una entrevista registrada en video, que integra un proyecto, aún en curso. La
filmación estuvo a cargo de Gabriela Jaime, documentalista del grupo Boedo
Films. Andrea D’Atri es especialista en Estudios de la Mujer, integrante del
consejo asesor del Instituto del Pensamiento Socialista, de Argentina, <A
href="http://www.ips.org.ar">www.ips.org.ar</A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>** Autora de Pan y Rosas. Pertenencia
de género y antagonismo de clase en el capitalismo (2004) y Luchadoras.
Historias de mujeres que hicieron historia (2006), además de numerosos artículos
sobre los temas de su especialidad. Actualmente comparte la conducción del
programa radial Pateando el Tablero (AM 990, Argentina), <A
href="http://www.pateandoeltablero.com.ar">www.pateandoeltablero.com.ar</A>
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>La información contenida en el boletín es
de fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas,
movimientos sociales y organizaciones políticas de izquierda. Los artículos
firmados no comprometen la posición editorial de Correspondencia de Prensa.
Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
</FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV></BODY></HTML>