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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=5>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR>Año III - 10 de septiembre 2006 - Redacción:
</FONT></EM></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Bolivia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Volvieron las luchas de poder entre
liberales y nacionalistas </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><BR><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Bolivia se
parece otra vez a
Bolivia <BR></FONT></STRONG><BR> <BR><STRONG>Pablo
Stefanoni, desde La Paz</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Página/12, Buenos Aires,
10-9-06</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><BR><FONT face=Arial size=2>La luna de miel fue escasa.
Bolivia parece haber vuelto rápidamente a su rutina de los últimos años: las
peleas regionales y la tensión entre oficialismo y oposición y la intermitencia
de conflictos corporativos que, cuando coinciden en el tiempo, dan esa imagen de
caos que a veces es la única que se conoce en el exterior. Hoy se suma la
polarización del país entre dos visiones antagónicas. El gobierno de Evo Morales
alienta un proyecto nacionalista que combina el viejo sueño nacional-popular
latinoamericano (con sus mitos y realidades) y las reivindicaciones de
descolonización de la sociedad promovidas por el indianismo. Frente a ello, la
oposición encarna una cruzada en defensa de las instituciones democráticas y el
estado de derecho supuestamente secuestrados por el “populismo autoritario” del
mandatario indígena. Nada nuevo bajo el sol. Es la historia de Bolivia y de
Latinoamérica, que enfrentó sucesivamente a liberales contra antiliberales, con
diferentes formas y ropajes.</FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>Hoy esta batalla se encarna al interior de la Asamblea
Constituyente. Tanto la derecha como la izquierda saben que lo que allí se
decida marcará la política boliviana en los siguientes años, de ahí la
intensidad de la disputa y la dificultad para llegar a consensos. El sociólogo
Carlos Laruta ve el peligro de una “esencialización de las visiones políticas,
con el efecto de una repolarización del país y el riesgo de reaparición de los
péndulos regionales, con un aumento de las movilizaciones y medidas de fuerza
tanto en el oriente como en el occidente”. Pero sólo analistas abiertamente
conservadores como Cayetano Llobet creen que el gobierno indígena podría seguir
el destino de sus sucesores: el abandono anticipado del poder.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ante una potencial “venezualización” del país, Evo
Morales tiene una fuerza social considerable e incondicional, casi “militar”, la
de los campesinos e indígenas, y cuida ese apoyo casi con obsesión. Cada semana
viaja al campo con algún regalo bajo el brazo: hospitales, escuelas, caminos,
planes de alfabetización, carnetización, etc... allí se puso el acento en las
políticas públicas y allí también hay más de 1600 médicos cubanos atendiendo a
quienes siempre estuvieron fuera del horizonte visual del Estado. Es en los
campesinos en los que Evo Morales realmente confía –-y dentro de éstos los más
alineados son los cocaleros del trópico de Cochabamba–. Los sectores urbanos son
considerados “invitados” dentro del gobierno. Por eso no es casual que una gran
parte de la bancada constituyente del Movimiento al Socialismo (MAS)
–considerado el “instrumento político de los sindicatos”– provenga de esas bases
campesinas. Las fuerzas armadas “nacionalistas” son seducidas a menudo para que
se sumen a la “revolución democrática y cultural”, junto a los empresarios
“patriotas”, en una suerte de reedición de la alianza de clases nacionalista
revolucionaria de los años ’50. En el plano institucional, en estos ocho meses
de Morales en el poder, el Parlamento brilló por su ausencia y las principales
medidas de gobierno fueron tomadas por decreto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“En la época neoliberal la gobernabilidad se sustentaba
en cuatro poderes fácticos: partidos políticos, empresarios privados, Iglesia y
organismos internacionales. Hoy la gobernabilidad se basa en los movimientos
sociales, Evo Morales no tiene prácticamente apoyo de estos viejos poderes”,
dice el asesor presidencial Walter Chávez. Y agrega que, “ante la falta de
legitimidad, el bloque conservador –liderado por Podemos, del ex presidente
Jorge “Tuto” Quiroga– se refugia en el regionalismo”.<BR>Por ahí está viniendo,
sin duda, la munición más gruesa contra la política del MAS. Hasta ahora la
posición del gobierno frente a estos sectores se adecuó a relaciones de fuerza
coyunturales: en marzo pasado, al aprobar la Ley de Convocatoria a la Asamblea
Constituyente y el referéndum autonómico, predominó la tesis vicepresidencial de
la “salida pactada”. Así, se dijo que el MAS votaría Sí a la autonomía y la
nueva Constitución se aprobaría por dos tercios. Pero el presidente Morales no
tardó en desandar los acuerdos. Primero adelantó que votaría No a las
“autonomías de la burguesía” y luego comenzó a relativizar los dos tercios y a
defender la mayoría absoluta, con la que cuenta el partido de gobierno. La
reacción fue el paro cívico del viernes pasado en Santa Cruz, Tarija, Beni y
Pando, que mostró una fuerte capacidad de movilización regionalista pero, por
primera vez, erosionada por la resistencia de los movimientos sociales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay coincidencia, dentro y fuera del palacio, en que el
éxito o el fracaso de la gestión de Evo Morales se va a decidir en su capacidad
para avanzar en la nacionalización e industrialización del gas y del petróleo, a
paso lento por las dificultades de gestión propias más que por el boicot
externo. Ahí están los recursos para satisfacer a una población que hoy se
entusiasma con tener a una cara morena en el Palacio Quemado pero que comienza a
reclamar más atención a sus penosas condiciones de vida. Según las encuestas,
Evo Morales tiene una adhesión popular del 64 por ciento. Era del 80 por ciento
en mayo, cuando se ocuparon los campos petroleros con las FF.AA.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>La información contenida en el boletín es
de fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas,
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firmados no comprometen la posición editorial de Correspondencia de Prensa.
Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>