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<DIV align=center><STRONG><EM><FONT color=#800000 size=5>Boletín informativo -
Red solidaria de la izquierda radical</FONT></EM></STRONG></DIV>
<DIV align=center><STRONG><EM><FONT size=4><IMG alt="" hspace=0
src="C:\Documents and Settings\EH\Mis documentos\germain 1.JPG" align=baseline
border=0><BR>Año IV - 5 de octubre 2006 - Redacción: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Libano</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Cosecha
Letal<BR></STRONG></DIV></FONT>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Patrick
Cockburn</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Znet</STRONG></FONT></DIV>
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href="http://www.zmag.org/"><STRONG>http://www.zmag.org/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducido por Felisa Sastre y
revisado por Miguel Montes Bajo</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV><FONT face=Arial
size=2>
<DIV align=justify><BR>Nabatiya. La guerra del Líbano no ha terminado. Todos los
días alguna de los millones de minúsculas bombas lanzadas por la artillería
israelí durante los tres últimos días del conflicto matan a cuatro personas en
el sur del Líbano y hieren a muchas más.<BR><BR>Las cifras de víctimas
aumentarán bruscamente en los próximos meses, cuando los campesinos comiencen la
recolección, cojan las aceitunas de los olivos cuyas hojas y ramas ocultan
bombas que estallan al menor movimiento. Los campesinos de Líbano se encuentran
atrapados en un dilema mortal: arriesgarse a recoger la cosecha o dejar que el
producto del que dependen se pudra en los campos.<BR><BR>Hussein Ali, de 70 años
y habitante de la aldea de Yohmor, permanece en coma en una cama del hospital de
Nabatiya. La semana pasada podaba un naranjo en el exterior de su casa cuando
hizo que cayera una de esas pequeñas bombas. La bomba explotó y dispersó trozos
de metralla que fueron a parar a su cerebro, pulmones y riñones. ”Sé que puede
oírme porque me aprieta la mano cuando le hablo,” dice su hija, Suwad, mientras
permanece sentada al lado de la cama de su padre en el hospital. Según
observadores independientes, al menos 83 personas han muerto por bombas de
racimo desde el alto el fuego.<BR><BR>Algunos funcionarios israelíes protestan
por la utilización contra objetivos civiles en Líbano de bombas de racimo, cada
una de las cuales contiene 644 pequeñas pero letales bombitas. Un responsable de
la unidad de MLRS (Multiple Launch Rocket Systems, Sistemas de lanzamiento
múltiple de misiles) declaró al diario israelí Ha’aretz que el ejército había
lanzado 1.800 bombas de racimo, que habían dispersado 1.200.000 bombitas sobre
las casas y campos. “En Líbano, hemos cubierto aldeas enteras con bombas de
racimo” dijo. ” Lo que hemos hecho allí es algo monstruoso, es una locura.” Lo
que convierte a las bombas de racimo en algo tan peligroso es que el 30 por
ciento de sus pequeñas bombas no detonan con el impacto. Pueden permanecer
durante años- con frecuencia, son difíciles de ver por su pequeño tamaño- en los
tejados, huertos, árboles, al lado de los caminos o entre la basura, esperando a
estallar cuando se las roza. <BR><BR>En Nabatiya, el moderno hospital público de
100 camas ha recibido 19 víctimas de las bombas de racimo desde el final de la
guerra. Cuando llegamos, llevaban a Ahmad Sabah, un nuevo paciente, técnico de
laboratorio del hospital, a la sala de urgencias. Hombre corpulento de 45 años,
se encontraba inconsciente en una camilla. Por la mañana temprano había subido a
la azotea de su casa para vigilar el depósito de agua. Mientras estaba allí,
debió tocar una pila de troncos que guardaba para encender fuego en el invierno.
Sin que lo supiera, una bombita había caído entre la leña un mes antes. Los
troncos le protegieron de la onda explosiva total pero cuando lo vimos, los
médicos todavía estaban evaluando la gravedad de sus heridas.<BR><BR>“Para
nosotros, la guerra continúa, a pesar del alto el fuego del 14 de agosto”, dice
el Dr. Hassan Wazni, director del hospital. “Si las bombas de racimo hubieran
estallado todas en el momento de su caída, no hubiera resultado tan
catastrófico, pero todavía están matando y mutilando a la gente.”<BR><BR>Las
bombitas pueden ser pequeñas pero tienen una fuerza devastadora al estallar. En
la mañana del alto el fuego, Hadi Hatab, un muchacho de 11 años, fue trasladado
agonizante al hospital: “Debía tener la bomba muy cerca de él”, afirma el Dr.
Wazni ,“le arrancó las manos, las piernas y la parte inferior de su
cuerpo.”<BR><BR>Fuimos a Yohmor para ver dónde Hussein Ali Ahmad había recibido
sus terribles heridas mientras podaba su naranjo. La aldea se encuentra al final
de una carretera cortada, seis millas al sur de Nabatiya, dominada por las
ruinas del Castillo de Beaufort, una fortaleza de los cruzados en una cumbre
sobre el profundo valle por el que fluye el río Litani.<BR><BR>Las bombas y
misiles israelíes han convertido cerca de un tercio de las casas de Yohmor en
sandwiches de hormigón, al caerse unos pisos encima de otros por el impacto de
las explosiones. Algunas familias acampan entre las ruinas. Los aldeanos dicen
que están muy preocupados por las bombas de racimo que todavía infestan sus
huertos, azoteas y árboles frutales. En las calles de la aldea, se ven los
vehículos blancos de la empresa Mines Advisory Group (MAG) de Manchester, cuyos
equipos intentan retirar las bombas.<BR><BR>No es una tarea fácil. Siempre que
un miembro de los equipos de MAG encuentra y retira una bombita, clava un palo
en el suelo, pintado de rojo y amarillo, por lo que hay muchos palos de esos que
parecen plantas siniestras que han echado raíces y florecido en la aldea.
<BR><BR>“Las bombas de racimo cayeron en su totalidad en los últimos días de la
guerra”, afirma Nuhar Hejazi, una sorprendentemente alegre mujer de 65 años:
“había 35 en el tejado de nuestra casa y 200 en nuestro huerto por lo que no
podemos acercarnos a nuestros olivos”. La gente de Yohmor depende de sus
olivares y la cosecha debería empezar ahora, antes de que lleguen las lluvias,
pero los árboles están llenos de esas bombas. “Mi marido y yo obtenemos 20
barriles de aceite al año que necesitamos vender,” nos dice la señora Hejazi, y
“ahora no sabemos qué hacer.” La enorme cantidad de bombas hace casi imposible
retirarlas todas.<BR><BR>Frederic Gras, experto en retirada de minas que prestó
servicios en la marina francesa y dirige los equipos de MAG en Yohmor, dijo: “En
la zona norte del río Litani, tres o cuatro personas mueren diariamente a causa
de las bombas racimo. El ejército israelí sabe que el 30 por ciento de ellas no
estallaron en el momento de dispararlas por lo que se convierten en minas contra
personas.”<BR><BR>¿Por qué hizo eso el ejército israelí? El número de bombas de
racimo lanzadas debe haber sido superior a 1.200.000 porque, además de las
disparadas mediante misiles, muchas más fueron lanzadas con proyectiles de
artillería de 155mm. Un artillero israelí afirma que se les dijo que “inundaran”
la zona hacia la que disparaban pero no se les señaló objetivos concretos. Gras,
quien personalmente desactiva entre 160 y 180 bombas al día, dice que es la
primera vez que ha visto que se utilizaran bombas de racimo en aldeas muy
pobladas.<BR><BR>En un editorial de Ha’aretz se dice que el uso masivo de estas
armas por las Fuerzas Armadas Israelíes fue un desesperado intento final para
detener los lanzamientos de cohetes por parte de Hezbollah en el norte de
Israel. Cualquiera que fueran los motivos, los aldeanos del sur del Líbano van a
sufrir muertes y heridas por las bombas de racimo cuando recojan sus aceitunas y
naranjas en los años venideros.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>La información contenida en el boletín es
de fuentes propias, sitios web, medios periodísticos, redes alternativas,
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href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
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