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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U><FONT size=5>boletín informativo - red
solidaria de revistas</FONT></U><BR><EM><FONT color=#800000
size=6>Correspondencia de Prensa</FONT></EM><BR>Año IV - 20 de noviembre 2006 -
Redacción: </FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>De Afganistán a
Guantánamo</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Las torturas</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Reportaje a Lahcen
Ikassrien</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Animal número
64 </FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>José María Irujo</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Suplemento Domingo, El País, Madrid,
19-11-06</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>A Lahcen Ikassrien, de 39 años, natural de Alhucemas -un
hombre moreno, de estatura media, fuerte y corpulento-, no le hablaron en
Guantánamo ni en Afganistán en el lenguaje de las mariposas. La primera sesión
de tortura fue en la prisión afgana levantada en el aeropuerto de Kandahar. Allí
comprendió que iba camino del infierno cuando, aturdido y asustado, vio la
pulsera de plástico que un soldado norteamericano le colocó en su mano derecha:
"Animal número 64".<BR><BR><STRONG>Duermes bien? ¿Qué piensas durante la
noche?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>-Veo caballos caminar bajo la tierra.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>-¿Hablas con ellos?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>-Sí, todas las noches.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>-¿En qué idioma?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>-En el de las hormigas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El psiquiatra norteamericano de rasgos orientales que
interrogaba en la prisión de Guantánamo (Cuba) a Lahcen Ikassrien, un marroquí
que vivió en Madrid durante 13 años, permaneció callado unos segundos, rió y
respondió al preso: "Yo hablo el idioma de las mariposas".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Según Lahcen, aquel hombre extraño que le visitó en Camp
Five (uno de los centros de internamiento de presuntos yihadistas) cuando
llevaba recluido más de tres años, sólo quería saber "si ya me había vuelto
loco". "Y yo le seguí el juego", dice ahora sentado en un bar árabe, en el
barrio madrileño de Lavapiés, donde exhibe sus heridas de guerra en Afganistán y
la reciente sentencia absolutoria de la Audiencia Nacional tras ser extraditado
por EE UU a petición del juez Baltasar Garzón. La fiscalía le acusaba de
pertenencia a Al Qaeda.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Era diciembre de 2001 y las tropas especiales de EE UU y sus
aliados de la Alianza del Norte combatían contra Osama Bin Laden y el ejército
talibán semanas después del 11-S. "La noche anterior me llevaron a una tienda de
campaña donde decían que había médicos. Me metieron el dedo por el ano porque
buscaban explosivos y me tiraron desnudo a un cerco rodeado de espinos. Me
dieron un mono azul y me condujeron a un búnker, donde, atado a una caja para
que no me moviera, varios encapuchados me arrojaron cubos de mierda, pis y agua
helada. Antes me habían grabado en vídeo desnudo".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ikassrien no estaba en Afganistán por casualidad. Viajó
allí desde Madrid tras separarse de su mujer marroquí y parecía fascinado por el
gobierno talibán: "Quería saber cómo se vivía allí, si era verdad lo que se
decía de los talibanes. Para mí, talibán era sinónimo de musulmán, de buen
musulmán". Lahcen se movía en los círculos radicales de Lavapiés, y frecuentaba
el bar La Alhambra y las mezquitas de ese barrio, según testimonios de personas
que dicen conocerle. Trabajó como jardinero, cocinero y en la construcción en
Villalba, Getafe y Leganés hasta que fue detenido y condenado a tres años de
prisión por tráfico de hachís, pena que cumplió en Valdemoro.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Su viaje hasta el feudo talibán no fue fácil. En
noviembre de 2000 fue detenido y expulsado de Estambul (Turquía), donde
permaneció dos meses. "Viajé hasta Irán en autobús y entré en Afganistán por
Herat a bordo de un taxi. Me interrogaron en una comisaría durante seis horas.
Querían saberlo todo. Adónde iba y qué quería hacer. Aquella gente no se fiaba
de nadie. Yo les dije que venía de Europa a vivir como los verdaderos
musulmanes. Me mandaron a Kunduz, cerca de Mazar-i-Sharif, y allí compré un taxi
y una carnicería, que me regentaban dos afganos. Yo no podía hacerlo porque no
entendía ni pastún, ni árabe".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lahcen asegura que no se entrenó en ningún campo de Al
Qaeda, como sospecha y no pudo probar la policía española, y sostiene que no fue
captado como muyahidin por Imad Eddin Barakat, Abu Dahdah, uno de los jefes en
España de esa organización terrorista. La sentencia que le ha absuelto destaca
que tampoco se ha probado la relación entre ambos. Él reitera que no peleó junto
a los talibanes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El marroquí relata así su captura en Afganistán: "Los
aviones norteamericanos daban vueltas por Kunduz, y los habitantes del pueblo
salieron huyendo en camiones en dirección a Mazar-i-Sharif. Yo iba en uno de
esos camiones. Las fuerzas de Dostum [el general uzbeko Abdul Rashid Dostum] nos
pararon allí, y a los hombres nos ataron con las manos atrás. Luego nos llevaron
a la prisión de Qila-i-Jhangi".</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la fortaleza de Qila-i-Jhangi, a las afueras de
Mazar-i-Sharif, se produjo uno de los episodios más trágicos de la invasión
norteamericana a Afganistán: la rebelión de mercenarios extranjeros talibanes
que acabó en una terrible masacre de 600 presos denunciada por Mary Robinson, la
alta comisaria para Derechos Humanos de la ONU.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lahcen tuvo suerte y fue uno de los escasos
sobrevivientes, aunque el impacto de un misil lanzado por un avión
norteamericano le reventó un brazo y una mano. "Mi grupo estaba en un fosa bajo
tierra y nos echaban gasolina. Muchos murieron abrasados. Luego las tropas de
Dostum echaron agua y llegué a tenerla a la altura del cuello. Fue horrible.
Salí vivo de milagro". En la fortaleza de Quila-i-Jhangi se encontraron los
cadáveres de algunos presos con las manos atadas a la espalda. Lahcen también
permaneció allí maniatado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las fuerzas de Dostum y los norteamericanos metieron a
todos los sobrevivientes del motín en un contenedor y los condujeron a otra
prisión en Mazar-i-Sharif donde había paquistaníes y árabes sospechosos de
apoyar a Al Qaeda. Allí conoció Lahcen a los musulmanes británicos que han
protagonizado la película Camino a Guantánamo. "Era un patio al aire libre.
Estábamos centenares de personas. No había servicios, y cagábamos y meábamos los
unos al lado de los otros. No comimos nada durante cinco días y al sexto nos
trajeron un plato de arroz para compartir. Voluntarios de Cruz Roja nos
visitaban y decían que nos llevarían a casa".</DIV>
<DIV align=justify><BR>"¿Para qué has venido a Afganistán?", le preguntaron una
y otra vez los soldados norteamericanos a Lahcen en una casa próxima a la
prisión donde unos supuestos médicos del ejército de EE UU curaron sus heridas.
"Me ponían una pistola en la cabeza y me daban con la culata cuando me negaba a
contestar. En aquella prisión estuve varias semanas, y me enteré por la gente de
la Cruz Roja de que los hombres de Dostum me habían vendido por 75.000 dólares.
Les dijeron que yo era un importante terrorista. Y los norteamericanos les
pagaban con dólares falsos. Una noche me sacaron del patio con otras 15
personas, nos metieron desnudos en un camión y nos llevaron en avión al
aeropuerto de Kandahar. Allí descubrí, por aquella pulsera, que para esa gente
yo era el 'animal 64". Según la policía española, Lahcen manifestó a los
norteamericanos que su nombre era Reswan Abdulsalam y que era español.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las sesiones de tortura en la prisión de Kandahar duraron
un mes (era enero 2002), y el marroquí oyó centenares de veces la misma
pregunta: "¿A qué has venido a Afganistán?". "Allí un día parecía un año. Me
quemaron con cigarrillos en las piernas, me pegaron culatazos en la cabeza, y
repetían una y otra vez que una persona como yo no tenía derecho a vivir. El 29
de diciembre, la Cruz Roja le registró como detenido en Mazar-i-Sharif y
residente en España".</DIV>
<DIV align=justify><BR>En Kandahar, los presos dormían en grandes tiendas de
campaña, y por la noche los soldados norteamericanos entraban con focos y
elegían a los que iban a trasladar a Guantánamo. Una noche, posiblemente la del
6 de febrero, le tocó el turno a Lahcen. "Me tiraron al suelo con los perros, me
pusieron las rodillas encima y me ataron con cuerdas mientras uno grababa en
vídeo. En otra tienda me cortaron el pelo, me echaron unos polvos amarillos
desinfectantes y me vistieron con un mono blanco. En el avión íbamos una docena,
todos encapuchados, en el suelo y atados con cadenas de pies y manos. El viaje
fue largo, y nos hicimos nuestras necesidades porque no nos permitían ir al
baño. No sabíamos adónde ibamos. Llegamos a Guantánamo a mediodía".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lahcen tardó seis meses en descubrir que estaba en una
base militar de EE UU en la isla de Cuba. Cada preso tenía una percepción
distinta: unos creían que estaban en África y muchos otros en Asia. Al llegar
atravesó de rodillas y encapuchado un suelo de piedras cortantes que impedía
correr y le condujeron hasta la enfermería, donde le curaron sus heridas. La
báscula marcó 55 kilos, 23 menos que cuando fue detenido en Afganistán. "Mi
brazo tenía gangrena, y, al igual que en Kandahar, me dieron un papel para que
lo firmara y autorizara la amputación. Un voluntario de Cruz Roja me aconsejó
que no lo hiciera, pensaba que se podía salvar, y gracias a él lo conservo". Le
cambiaron el mono blanco por uno naranja, le quitaron la pulsera de "animal 64"
y le ficharon con el número 72. "¡Qué guapo estás con ese traje!', me dijo la
responsable de la enfermería mientras todos se reían".</DIV>
<DIV align=justify><BR>El hospital de Guantánamo es un tienda de campaña, según
la describe Lahcen, y allí permaneció unos tres meses sentado en una silla de
tijera y atado de pies y manos en compañía de otros 20 presos, en su mayoría
árabes, afganos y paquistaníes. Todos capturados en Afganistán, todos
sospechosos de terrorismo. "Los soldados entraban en la enfermería con los
perros, que nos ladraban enloquecidos. Hicimos una huelga de hambre para que no
entraran más".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hacia el mes de mayo, el marroquí recibió allí la primera
visita de una delegación española, un diplomático de la Embajada en Washington y
policías dirigidos por Rafael Gómez Menor, entonces uno de los jefes de la
Unidad Central de Información Exterior, la que llevaba años investigando a la
célula del sirio Abu Dahdah. Con autorización de Estados Unidos interrogaron a
Lahcen; a Hamed Abderramán, Hmido, un ceutí detenido también en Afganistán, y a
otros presos supuestamente vinculados con actividades en España.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"Me pidieron permiso para grabar el interrogatorio y les
dije que hicieran lo que quisieran. Les conté mi verdad, pero ellos querían que
les dijera que era un terrorista y que me entrené en Afganistán, algo que no era
verdad". Los días 22, 23, 24 y 25 de julio, los policías españoles volvieron a
interrogarle y a mostrarle fotografías de radicales marroquíes como Amer el
Azizi, hoy huido; Jamal Zougam, uno de los presuntos autores del 11-M al que
entonces ya vigilaban, y del tuerto Salahedin Benyaich, Abu Mughen, ex muyahidin
en Bosnia y ahora preso en Marruecos por el atentado de Casablanca.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Según Lahcen, a partir de aquellas visitas los
norteamericanos le empezaron a tratar peor, y las torturas y amenazas se
sucedieron. "Decían que, según los informes de los españoles, yo era un
traficante de droga internacional y que financiaba la yihad dentro y fuera de
España".</DIV>
<DIV align=justify><BR>El preso salió del hospital encapuchado y fue trasladado
en una camioneta al Campo Delta. Su nuevo hogar era un contenedor de chapa de un
metro y medio de ancho por dos de largo, con un lavabo y una cama sin colchón.
Había una luz intensa que impedía dormir y el agua escaseaba. Unos agujeros en
la pared le permitían ver y charlar con su compañero de celda. El calor era
insoportable y vestía sólo su pantalón corto de color naranja.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"¿Quién es éste? ¿Conoces a este grupo?". Los
interrogatorios en el Campo Delta se celebraban en una sala especial, y
recordaron al marroquí su experiencia en Kandahar. Le mostraron cientos de
fotografías de yihadistas y hablaron de decenas de grupos próximos a Al Qaeda.
"Venían a la celda, echaban un spray que te hacía llorar, te dabas la vuelta, te
ponías de rodillas con las manos entrelazadas en la cabeza, y te ataban pies y
manos con cadenas. Te conducían a una sala con las paredes de plástico, y allí
te dejaban horas solo. Horas de angustia esperando a que llegaran. Ponían
ventiladores para que te helaras de frío".</DIV>
<DIV align=justify><BR>La siguiente visita de los policias españoles se produjo
unos siete meses después. Lahcen cree que fue a principios de 2003. De nuevo,
varios agentes encabezados por el mismo comisario y un miembro de la Embajada.
El preso escuchó en un radiocasete una serie de conversaciones intervenidas por
la policía a Abu Dahdad en las que hablaba con un tal Hassan que supuestamente
era él. Pero negó que esa voz fuera la suya. "Me ofrecieron convertirme en
testigo protegido. Decían que me darían dinero, trabajo y casa si colaboraba. Me
ofrecieron hablar con mi madre a la mañana siguiente. Les dije que sí, hacia
tres años que no sabía nada de ella".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Según el relato de Lahcen, al día siguiente un capitán y
un intérprete le facilitaron llamar a su madre a Alhucemas delante de los
policías españoles: "Puedes hablar dos minutos. Dile que estás bien y vivo, pero
no digas dónde estás". "Les respondí que si no podía decirle a mi madre dónde
estaba, no aceptaba la llamada, y se fueron enfadados. Luego volvieron los
norteamericanos y me dieron una paliza. Me desnudaron y echaron a un contenedor
donde había ratas. Estuve tres días solo, desnudo, sin comida ni agua. Como un
animal. Vinieron los de la Cruz Roja a visitarme y me preguntaron por qué estaba
allí".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque la policía señala en un informe presentado en el
juicio que no volvieron a verle en Guantánamo, Lahcen asegura que los agentes
regresaron en junio o julio de 2003. "Vinieron con más fotos. Les dije que era
marroquí y que no tenían derecho a interrogarme. Ellos respondían que querían
ayudarme. 'Cada vez que venis me torturan los americanos', les reproché".
También fue interrogado por agentes marroquíes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como en otras ocasiones cuando la policía española dejó
Guantánamo, los norteamericanos torturaron a Lahcen pidiéndole que reconociera a
algunas personas. "De nuevo estuve varios días desnudo y sin comida. Vino una
interrogadora que decía llamarse Ana y empezó a enseñarme más fotos. Yo me negué
a contestar. Trajeron perros negros con bozal, me pusieron una capucha y los
animales ladraban y me golpeaban con sus patas. Sólo sentía los empujones, no
sabía si estaban o no sueltos. Mis compañero oían todo y golpeaban con sus puños
en las celdas".</DIV>
<DIV align=justify><BR>La última visita de los policías españoles se produjo
después del 11-M, en 2004, cuando José Luis Rodríguez Zapatero ya había
anunciado el regreso de las tropas de Irak. "Vino Ana en una actitud distinta y
me dijo que aquella gente [los agentes españoles] sólo quería vengarse de mí,
que me daba la oportunidad de agredirles durante la entrevista. Me di cuenta de
que me querían utilizar. Cuando llegaron me dejaron libre, sin esposas y cadenas
atadas al suelo. Querían que yo les atacara... Cuando se fueron, Ana me reprochó
mi actitud, y yo le contesté: '¿Estoy aquí por el 11-S o para pegar a los
españoles?".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lahcen terminó su estancia en Guantánamo en Camp Five,
adonde fue trasladado encapuchado hacia julio de 2004. Allí recibió la visita
del psiquiatra de aspecto oriental que decía hablar el lenguaje de las
mariposas, en el que nadie se comunicó con el preso marroquí. "Te decían: 'Si no
colaboras estarás aquí toda la vida'. Para comer, un trozo de pan y un poco de
cebolla. Aquello era el infierno. No se oían ruidos, no sabías si era de día o
de noche".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una de esas noches, "animal 64" fue conducido hasta la
enfermería, donde le hicieron una revisión y le leyeron un documento en árabe en
el que se decía que el Gobierno de EE UU no tenía nada contra él, pero que si se
relacionaba con Al Qaeda tenían derecho a llevarle de nuevo a Guantánamo.
"Querían que lo firmara, pero me negué".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lahcen fue conducido encapuchado a un avión que le
trasladó a la base militar de Torrejón de Ardoz, adonde llegó el 18 de julio de
2005 rodeado de soldados. Hasta su reciente juicio, donde los interrogatorios de
Guantánamo han sido anulados, ha permanecido preso en Soto del Real y Palencia.
Ahora deambula libre sin documentación ni trabajo. "¿Sabe usted de algo? Mi
pasaporte marroquí y 4.000 dólares se los quedaron los norteamericanos".</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Hacia Afganistán</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Lahcen Ikassrien residía en España desde 1988 y trabajaba
en la construcción. Tras pasar tres años en la cárcel por tráfico de hachís se
separó de su mujer marroquí y viajó a Afganistán para "conocer el régimen
talibán". No sabía que tardaría seis años en regresar.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Motín en Mazar-i-Sharif</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En diciembre de 2001, los hombres de la Alianza del Norte
capturaron a Lahcen en Kunduz y lo vendieron como un "peligroso terrorista" a
las tropas norteamericanas. Sobrevivió a la revuelta de mercenarios extranjeros
en la cárcel de Qila-i-Jhangi, en la que murieron 600 presos.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Herido y marcado</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Las primeras sesiones de tortura comenzaron en la cárcel
del aeropuerto de Kandahar, donde le colocaron una pulsera con esta leyenda:
"Animal número 64". Estaba gravemente herido en un brazo y, al llegar a
Guantánamo, fue conducido encapuchado hasta el hospital.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Las torturas</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Detalles del infierno de Guantánamo: "Trajeron perros con
bozal, me pusieron una capucha, y los animales ladraban y me golpeaban con sus
patas". "Me desnudaron y me echaron a un contenedor en el que había ratas.
Estuve tres días solo, desnudo, sin comida ni agua".</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Policías españoles</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En la enfermería de Guantánamo, los presos estaban atados
a las sillas con cadenas y allí recibió la primera visita de policías españoles.
Le interrogaron sobre sus relaciones con la célula del sirio Abu Dahdah y
ofrecieron dinero y la condición de testigo protegido si colaboraba.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Testimonios anulados</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Extraditado por EE UU a España, la Audiencia Nacional le
acaba de absolver de todos los cargos y no ha aceptado las pruebas y testimonios
obtenidos durante los interrogatorios de la policía española en Guantánamo.
Ahora, Lahcen vive en Madrid sin documentos y busca trabajo.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>La información difundida por
Correspondencia de Prensa es de fuentes propias y de otros medios, redes
alternativas, movimientos sociales y organizaciones de izquierda. Suscripciones,
Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
</DIV></FONT></BODY></HTML>