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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
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<HR>
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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT size=5><U>boletín informativo - red
solidaria de revistas</U></FONT><BR><FONT color=#800000
size=6><EM>Correspondencia de Prensa</EM></FONT><BR>Año IV - 1º de febrero 2007
- Redacción: </FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT
size=3>Debates</FONT></STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Sobre el retorno de la cuestión
político-estratégica</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Daniel Bensaid
*</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Coriente(a)lterna y Viento Sur
**</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A href="http://www.espacioalternativo.org/"><STRONG><FONT
size=3>http://www.espacioalternativo.org/</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Traducción: Julio Rovelli, para el
Instituto del Pensamiento Socialista "Karl Marx" </FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A href="http://www.ips.org.ar"><A
href="http://www.ips.org.ar"><STRONG><FONT
size=3>www.ips.org.ar</FONT></STRONG></A><STRONG><FONT
size=3>/</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR><BR> </DIV>
<DIV align=justify>Todos hemos notado un "eclipse del debate estratégico" desde
principio de los años 80, en comparación con las discusiones alimentadas en los
años 70 por las experiencias de Chile y de Portugal (o incluso, a pesar de las
características muy diferentes, las de Nicaragua y de América central). Frente a
la contraofensiva liberal, los años 80 han sido colocados (en el mejor casos)
bajo el signo de las resistencias sociales y caracterizados por una situación
defensiva de la lucha de las clases, incluso cuando las dictaduras (en América
latina particularmente) debieron ceder frente a un empuje popular democrático.
Este repliegue de la cuestión política pudo traducirse en lo que podríamos
llamar simplificando una "ilusión social" (por simetría con "la ilusión
política" denunciada por el joven Marx en aquellos que creían ver en las
emancipaciones "políticas" -los derechos cívicos- la última palabra de "la
emancipación humana"). Hasta cierto punto, la experiencia inicial de los Foros
sociales desde Seattle (1999) y el primer Porto Alegre (2001) refleja esta
ilusión en cuanto a la autosuficiencia de los movimientos sociales y al rechazo
de la cuestión política, como consecuencia de toda una primera fase de ascenso
de las luchas sociales a finales de los años 90. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Es lo que llamo (simplificando) el "momento utópico" de
los movimientos sociales, ilustrado por distintas variantes: utopías liberales
(de un liberalismo bien regulado), keynesianas (de un keynesianismo europeo), y
sobre todo utopías neo libertarias de poder cambiar el mundo sin tomar el poder
o contentándose con un sistema equilibrado de contrapoderes (J. Holloway, T.
Negri, R. Day). El ascenso de las luchas sociales se tradujo en victorias
políticas o electorales (en América Latina: Venezuela y Bolivia. En Europa,
salvo la excepción (particularmente el CPE) en Francia, sufrieron sobre todo
derrotas y no impidieron la continuación de las privatizaciones, de las reformas
de la protección social, del desmantelamiento de los derechos sociales. Esta
contradicción hace que las expectativas, a falta de victorias sociales, se
vuelvan de nuevo hacia las soluciones políticas (particularmente electorales),
como lo demuestran las elecciones italianas1. <BR><BR>Este "retorno de la
cuestión política" empieza un relanzamiento, todavía balbuceante, de los debates
estratégicos, de los que dan prueba las polémicas en torno a los libros de
Holloway, Negri, Michael Albert, del balance comparado del proceso venezolano y
de la legislatura Lula en Brasil, o también la inflexión de la orientación
zapatista ilustrada por la sexta declaración de selva Lacandona y "la otra
campaña" en México. Las discusiones sobre el proyecto de manifiesto de la LCR en
Francia o el libro de Alex Callinicos2, se inscriben igualmente en este
contexto. La fase de la gran negación y de las resistencias estoicas - el
"grito" de Holloway, los eslóganes "el mundo no es una mercancía", "el mundo no
esta en venta" - se agota. Se vuelve necesario precisar cuál es este mundo
posible y sobre todo explorar las vías para alcanzarlo. <BR><BR><STRONG>Hay
estrategias y estrategias <BR></STRONG><BR>Los nociones de estrategia y táctica
(más tarde las de guerra de posición y de guerra de maniobra) han sido
importadas al movimiento obrero a partir del vocabulario militar
(particularmente de los escritos de Clausewitz o Delbrück). Su sentido sin
embargo varió mucho. Hubo un tiempo donde la estrategia era el arte de ganar una
batalla, una táctica se reducía a las maniobras de las tropas sobre el campo de
batalla. Después, de las guerras dinásticas a las guerras nacionales, de la
guerra total (hoy) a la guerra global, el campo estratégico no dejó de dilatarse
en el tiempo y en el espacio. Uno puede en lo sucesivo distinguir una estrategia
global (a escala mundial) de una "estrategia limitada" (la lucha por la
conquista del poder sobre un territorio determinado). En cierta medida, la
teoría de la revolución permanente representaba un esbozo de estrategia global:
la revolución comienza sobre la arena nacional (en un país) para extenderse al
nivel continental y mundial; franquea un paso decisivo con la conquista del
poder político, pero se prolonga y se profundiza por "una revolución cultural".
Combina pues el acto y el proceso, el acontecimiento y la historia.
<BR><BR>Frente a Estados potencias que tienen estrategias económicas y militares
mundiales, esta dimensión de la estrategia global es más importante aún de lo
era en la primera mitad del siglo veinte. La emergencia de nuevos espacios
estratégicos continentales o mundiales lo demuestra. La dialéctica de la
revolución permanente (contra la teoría del socialismo en un solo país), dicho
de otro modo la imbricación de las escalas nacional, continental, mundial, es
más estrecha que nunca. Uno puede apoderarse de palancas del poder político en
un país (como Venezuela o Bolivia), pero se plantea inmediatamente la cuestión
de la estrategia continental (el Alba contra el Alca, la relación al Mercosur,
al pacto andino, etc.) como una cuestión de política interior. Más prosaicamente
en Europa, las resistencias a la contrarreforma liberal pueden apoyarse sobre
los relaciones de fuerzas, sobre las experiencias y los apoyos legislativos,
nacionales. Pero una respuesta transitoria sobre los servicios públicos, sobre
el sistema de pensiones , sobre la protección social, sobre la ecología (por una
"refundación social y democrática de Europa") exige de golpe una proyección
europea3. <BR><BR><STRONG>Hipótesis Estratégicas</STRONG> <BR><BR>La cuestión
abordada aquí se limita pues a lo que llamé "la estrategia limitada", dicho de
otro modo la lucha para la conquista del poder político a escala nacional.
Estamos aquí todos de acuerdo4 sobre el hecho de que los Estados nacionales
pueden estar debilitados, en el marco de la universalización, y que existen
ciertas transferencias de soberanía. Pero el escalón nacional (que estructura
las relaciones de clase y articula un territorio en un Estado) es decisivo en la
escala móvil de los espacios estratégicos, es a este nivel del problema a lo
esencialmente se refiere el dossier publicado en el número 179 de Critique
communiste (marzo de 2006). <BR><BR>Descartemos inmediatamente las críticas (de
J. Holloway a Cédric Durand5) que nos imputan una visión "etapista" del proceso
revolucionario (según la cual haríamos de la toma del poder el "absoluto previo"
a toda transformación social). El argumento está tomado de la caricatura o de la
simple ignorancia. Nunca hemos sido de los adeptos al salto de garrocha sin
impulso. Si a menudo he planteado la cuestión "cómo de nada llegar a ser todo",
para señalar que la ruptura revolucionaria es un salto peligroso de la que puede
sacar provecho el tercer ladrón (la burocracia). Guillaume (Liégeard) tiene
razón de matizarlo recordando que no es verdad que el proletariado no sea nada
antes de la toma del poder - y que es dudoso de querer hacerse todo! La fórmula
de todo y de la nada tomada del himno de La Internacional no apunta solo a
señalar la asimetría estructural entre revolución (política) burguesa y
revolución social. <BR><BR>Las categorías - de frente único, las
reivindicaciones transitorias, del gobierno obrero- defendidas por Trotsky, pero
también por Thalheimer, Radek, Clara Zetkin en el debate programático de la
Internacional comunista hasta el VIº congreso de la I.C. precisamente pretenden
articular el acontecimiento en sus condiciones de preparación, las reformas a la
revolución, el movimiento y el objetivo... Paralelamente, los conceptos de
hegemonía y de "guerra de posiciones" en Gramsci van en el mismo sentido6. La
oposición entre Oriente (donde el poder sería más fácil conquistar pero más
difícil de guardar) y Occidente, releva la misma preocupación (ver a propósito
de esto los debates sobre el balance de la revolución alemana en el quinto
congreso del I.C.). De una vez por todas, jamás fuimos adeptos de la teoría del
hundimiento (Zusammenbruch Theorie)7 .Ver en relación a esto el libro de Giacomo
Marramao. <BR><BR>Contra las visiones espontaneistas del proceso revolucionario
y contra el inmovilismo estructuralista de los años 60, nosotros insistimos
tomando revancha sobre la parte del "factor subjetivo" y sobre lo que llamamos,
no "modelo", sino -como lo recuerda Antoine (Artous) en su artículo de Critique
Communiste - "hipótesis estratégicas". No se trata aquí de una simple coquetería
de vocabulario. Un modelo, es algo a copiar, un modo de empleo. Una hipótesis,
es un guía para la acción, a partir de las experiencias del pasado, pero abierta
y modificable en función de experiencias nuevas o de circunstancias inéditas.
Los revolucionarios corren por consecuencia el mismo riesgo que los militares
sobre quienes se dice que siempre están atrasados una guerra. <BR><BR>A partir
de las grandes experiencias revolucionarias del siglo XX (revolución rusa y
revolución china, y también revolución alemana, frentes populares, guerra civil
española, guerra de liberación vietnamita, mayo de 68, Portugal, Chile...),
distinguimos dos grandes hipótesis: la huelga general insurreccional (HGI) y la
de la Guerra popular prolongada (GPP). Resumen dos tipos de crisis, dos formas
de doble poder, dos métodos de desenlace de la crisis. <BR><BR>En el caso del
CGI, la dualidad de poder reviste una forma principalmente urbana, del tipo
Comuna (no sólo Comuna de París, sino también el Soviet de Petrogrado, la
insurrección de Hamburgo, de Cantón, de Barcelona). Ambos poderes no pueden
coexistir mucho tiempo sobre un espacio concentrado. Se trata pues de una
confrontación de desenlace rápido (que puede desembocar en una confrontación
prolongada: guerra civil en Rusia, guerra de liberación en Vietnam después de la
insurrección de 1945...) En esta hipótesis, el trabajo de desmoralización del
ejército y de organización de los soldados juega un papel importante (los
Comités de soldados en Francia, los SUV en Portugal, y en una perspectiva más
conspirativa el trabajo del MIR en el ejército chileno, son para mi las últimas
experiencias significativas en la materia). En el caso del GPP, se trata de un
doble poder territorial (de las zonas liberadas y auto administradas) que pueden
coexistir mucho más tiempo. Las condiciones son percibidas por Mao desde su
folleto de 1927 ("¿Por qué el poder rojo puede existir en China?") y son
ilustradas por la experiencia de la República de Yenan. En la primera hipótesis
los órganos del poder alternativo socialmente son determinados por las
condiciones urbanas (Comuna de París, Soviet de Petrogrado, consejos obreros,
comité de las milicias de Cataluña, Cordones industriales y comandos comunales,
etc.), en el segundo, ellos se centralizan en "el ejército del pueblo" (con
predominio campesino). <BR><BR>Entre estas dos grandes hipótesis depuradas,
encontramos toda una gama de variantes y de combinaciones intermediarias. Así, a
pesar de su leyenda foquista simplificada (particularmente por el libro de
Debray, "Revolución en la revolución"), la revolución cubana articula el foco de
guerrilla como núcleo del ejército se rebela y las tentativas de organización y
de huelgas generales urbanas en La Habana y Santiago. Su relación fue
problemática, así como lo demuestra la correspondencia de Frank Païs, de Daniel
Ramos Latour, del Che mismo sobre las tensiones entre "la selva" y "el llano"8.
A posteriori, el relato oficial, valorizando la epopeya heroica del Granma y sus
sobrevivientes, contribuyó a reforzar la legitimidad del componente del 26 de
julio y del grupo castrista que dirigía en detrimento de una comprensión más
compleja del proceso. Esta versión simplificada de la historia, erigiendo en
modelo la guerrilla rural, inspiró las experiencias de los años sesenta (en
Perú, en Venezuela, en Nicaragua, en Colombia, en Bolivia). Los muertos al
combate de De la Puente y Lobaton, Camillo Torres, Yon Sosa, Lucion Cabanas en
México, Carlos Marighela y Lamarca en Brasil, etc., la expedición trágica del
Che en Bolivia, la cuasi destrucción de los sandinistas en 1963 y 1967 en
Pancasan, el desastre de Teoponte en Bolivia, marcan el fin de este ciclo.
<BR><BR>La hipótesis estratégica del PRT argentino y del MIR chileno hace
referencia, al principio de los años 70, al ejemplo vietnamita de la guerra
popular prolongada (y, en el caso del PRT, a una versión mítica de la guerra de
liberación argelina). La historia del Frente sandinista hasta su victoria de
1979 sobre la dictadura somozista revela la combinación de las diferentes
orientaciones. La tendencia GPP y de Tomas Borge pone el acento en el desarrollo
de la guerrilla en la montaña y la necesidad de un largo período de acumulación
gradual de fuerzas. La Tendencia proletaria (Jaime Wheelock) insiste sobre los
efectos sociales del desarrollo capitalista en Nicaragua y en el fortalecimiento
de la clase obrera, manteniendo la perspectiva de una acumulación prolongada de
fuerzas en la perspectiva de un "momento insurreccional". La Tendencia
"tercerista" (los hermanos Ortega) que sintetiza los otros dos y permite
articular el frente del sur y el levantamiento de Managua. <BR><BR>A posteriori,
Humberto Ortega resumió las divergencias en estos términos: "llamo política de
acumulación pasiva de fuerzas a la política que consiste en no intervenir en las
coyunturas, a acumular fuerzas en frío. Esta pasividad se manifestaba al nivel
de las alianzas. Había también una pasividad en el hecho que pensábamos que se
podía acumular armas, organizarse, reunir recursos humanos sin combatir al
enemigo, sin hacer participar las masas"9. Reconoce sin embargo que las
circunstancias trastornaron los diferentes planes: "Llamamos a la insurrección.
Los acontecimientos se precipitaron, las condiciones objetivas no nos permitían
prepararnos más. De hecho, no podíamos decir no a la insurrección. El movimiento
de las masas tomó tal amplitud que la vanguardia era incapaz de dirigirlo. No
podíamos oponernos a este río; todo lo que podíamos hacer, era emprender la
cabeza para conducirlo más o menos y darle una dirección". Y concluye: "nuestra
estrategia insurreccional siempre gravitó alrededor de las masas y no alrededor
del plan militar. Esto debe estar claro". En efecto, la opción estratégica
implica una planificación de las prioridades políticas, las eras de
intervención, las ordenes, y determina la política de alianzas. <BR><BR>Los días
de la selva a El trueno en la ciudad, relato de Mario Payeras del proceso
guatemalteco ilustra una vuelta de la selva hacia la ciudad y un cambio de las
relaciones entre lo militar y lo política, la ciudad y el campo. La crítica de
las armas (o la autocrítica) de Régis Debray en 1974 registra igualmente el
balance de los años 60 y la evolución iniciada. En Europa y en los Estados
Unidos, las aventuras desastrosas de la RAF en Alemania, Weathermen en los
Estados Unidos (sin hablar de la tragicomedia efímera de la Gauche prolétarienne
en Francia - y tesis de July/Geismar en su inolvidable Hacia la guerra civil) Y
otras tentativas de traducir en "guerrilla urbana" la experiencia de la
guerrilla rural, se terminaron de hecho con los años 70. Solo los casos de
movimiento armados que perduraron son los de las organizaciones que encontraban
su base social en las luchas contra la opresión nacional (Irlanda, Euzkadi)10.
<BR><BR>Estas hipótesis y experiencias estratégicas no son reducibles a una
orientación militarista. Ellas ordenan un conjunto de tareas políticas. Así, la
concepción del PRT de la revolución argentina como guerra nacional de liberación
conducía a privilegiar la construcción del ejército (el ERP) en detrimento de la
autoorganización en las fabricas y los barrios. Lo mismo, la orientación de la
MIR, poniendo el énfasis sobre la Unidad popular en la acumulación de fuerzas (y
de las bases rurales) en una perspectiva de una lucha armada prolongada,
conducía a relativizar la prueba de fuerza del golpe de Estado y sobre todo a
subestimar las consecuencias duraderas. Miguel Enríquez había percibido después
del golpe del "tanquetazo" el momento corto propicio para la formación de un
gobierno de combate que preparaba la prueba de fuerza. <BR>La victoria
sandinista de 1979 marca sin duda un nuevo giro. Es por lo menos lo que sostiene
Mario Payeras subrayando que en Guatemala (y en el Salvador) los movimientos
revolucionarios no estuvieron confrontados con dictaduras fantoches carcomidas,
sino a los consejeros israelíes, taiwaneses y estadounidenses en guerras de
"baja intensidad" y de "contra insurrección". Esta asimetría creciente después
se extendió a escala mundial con la nueva doctrina estratégica del Pentágono y
la guerra "sin fronteras" declarada al "terrorismo". Es una de las razones
(añadida a la hiper violencia trágica de la experiencia camboyana, de la
contrarrevolución burocrática en URSS, de la revolución cultural en China), para
las cuales la cuestión de la violencia revolucionaria, era aún percibida como
inocente y liberadora (a través de las epopeyas de Gramma y del Che, o a través
de los textos de Fanon, de Giap, de Cabral), se volvió espinosa, incluso tabú.
Asistimos así a la búsqueda de una estrategia asimétrica del débil al fuerte,
realizando la síntesis de Lenin y Gandhi11 u orientándose hacia la acción sin
violencia12 (el debate en Alternative y Refondazione comunista). El mundo,
después de la caída del Muro de Berlín, no es por tanto menos violento. Seria
imprudentemente angelical apostar hoy sobre una hipotética "vía pacífica", que
el siglo de los extremos, no vino a confirmar. Pero es otra historia, que
desborda los límites de mi exposición. <BR><BR><STRONG>La hipótesis de la huelga
general insurreccional</STRONG> <BR><BR>La hipótesis estratégica que nos sirvió
de plomada en los años 70 es pues la del GGI opuesta la mayor parte del tiempo a
las alternativas de maoísmo aclimatado y a las interpretaciones imaginarias de
la Revolución cultural. Es de esta hipótesis que seríamos, según Antoine
(Artous), en lo sucesivo "huérfanos". Habría tenido ayer un cierto" carácter
funcional" hoy perdido. Reafirma sin embargo la pertinencia siempre actual de
las nociones de crisis revolucionaria y de doble poder, insistiendo en la
necesaria reconstrucción de una hipótesis seria mucho más que relamerse de la
palabra ruptura y de las escaladas verbales. Su preocupación se cristaliza sobre
dos puntos. <BR><BR>Una parte, Antoine A. insiste en el hecho de que la dualidad
de poder no podría situarse en total exterioridad de las instituciones
existentes, y surgir repentinamente de la nada en forma de una pirámide de los
soviets o de los consejos. Puede que hayamos cedido hace poco a esta visión más
que simplificada por los procesos revolucionarios reales que estudiábamos
detalladamente en las escuelas de formación (Alemania, España, Portugal, Chile,
y la Revolución rusa misma). Dudo, en tanto cada una de estas experiencias nos
confrontaba con la dialéctica entre las formas variadas de autoorganización y
las instituciones existentes parlamentarias o municipales. En cualquier caso, si
tanto es que pudimos tener una visión tal, rápidamente fue corregida por algunos
textos13. En el mismo punto nos hallábamos enturbiados o golpeados en la época
por la adhesión de Ernest Mandel a la "democracia mixta" a partir de un reexamen
de las relaciones entre soviets y constituyente en Rusia. Es evidente en efecto,
con más razón en países de tradición parlamentaria más que centenaria, donde el
principio del sufragio universal está establecido sólidamente, no se podría
imaginar un proceso revolucionario de otro modo sólo que una transferencia de
legitimidad que consagrase la preponderancia al "socialismo por la base", pero
en interferencia con las formas representativas. Prácticamente, evolucionamos
sobre este punto, en la ocasión por ejemplo de la revolución nicaragüense.
Podíamos impugnar el hecho de organizar elecciones "libres" en 1989, en un
contexto de guerra civil y estado de sitio, pero no poníamos en causa el
principio. Reprochábamos a los sandinistas la supresión del "consejo de Estado"
que habría podido constituir una suerte de segunda cámara social y un polo de
legitimidad alternativa ante el Parlamento elegido. Del mismo modo, a una escala
más modesta, sería útil volver de nuevo sobre la dialéctica en Porto Alegre
entre la institución municipal elegida por sufragio universal y los Comités del
presupuesto participativo. <BR><BR>Realmente, el problema planteado no es el de
las relaciones entre democracia territorial y democracia de fabrica (el
Municipio, el Soviético, la asamblea popular de Setubal eran estructuras
territoriales) ni incluso el de las relaciones entre democracia directa y
representativa (toda democracia es parcialmente representativa y Lenin no era
partidario del mandato imperativo), sino de la formación de una voluntad
general. El reproche generalmente dirigido (por los eurocomunistas o por
Norberto Bobbio) a la democracia de tipo soviética contempla su tendencia
corporativa: una suma (o una pirámide) de intereses particulares (de campanario,
empresa, buró) que vinculados por mandato imperativo no podría lograr voluntad
general. La subsidiariedad democrática tiene también sus límites: si los
habitantes un valle se opone al paso de una carretera, es necesario una forma de
centralización arbitral14. En el debate con los eurocomunistas, insistíamos en
la mediación necesaria de los partidos (y sobre su pluralidad) para lograr
propuestas sintéticas y contribuir a la formación de una voluntad general a
partir de opiniones particulares. <BR><BR>La segunda preocupación de Antoine
(Artous), en su crítica del texto de Alex Callinicos particularmente, se refiere
en el hecho de que su planteamiento transitorio se detendría en el umbral de la
cuestión del poder, abandonado en un deus ex machina improbable o supuestamente
resuelto por rompiente espontánea de las masas y la irrupción generalizada de
democracia soviética. Si la defensa de las libertades públicas figura en su
programa, no habría en Alex ninguna reivindicación de tipo institucional
(sufragio proporcional, Asamblea constituyente o única, democratización
radical). En cuanto a Cédric Durand, concebiría a las instituciones como simples
enlaces de las estrategias de autonomía y protesta, que puede muy bien
traducirse en la práctica en un compromiso entre "la base" y el "arriba", es
decir por un vulgar lobbying del primero sobre el segundo dejándolo intacto.
<BR><BR>Hay en realidad, entre los protagonistas de la controversia de Critique
communiste, convergencia sobre el corpus programático inspirado de La catástrofe
inminente o el Programa de transición: reivindicaciones transitorias, política
de alianzas (frente único15), lógica de hegemonía, y sobre la dialéctica (y no
la antinomia) entre reformas y revolución. Así, nosotros nos oponemos a la idea
de disociar y de fijar un programa mínimo ("antiliberal") y un programa "máximo"
(anticapitalista), convencidos que un antiliberalismo consecuente acaba en el
anticapitalismo, y que los dos son integrados por la dinámica de las luchas.
<BR><BR>Podemos discutir la formulación exacta de las reivindicaciones
transitorias en función de las relaciones de fuerzas y de los niveles de
conciencia existentes. Pero fácilmente nos pondremos de acuerdo sobre el lugar
que tienen las cuestiones que se refieren a la propiedad privada de los medios
de producción, de comunicación y de cambio, ejercer una pedagogía del servicio
público, de la temática de los bienes comunes de la humanidad, o de la cuestión
cada vez más importante de la socialización del saber (opuesta a la propiedad
privada intelectual). Del mismo modo, estarán fácilmente de acuerdo en explorar
las formas de socialización del salario por medio de los sistemas de protección
social, para ir hacia la desaparición de salario. Por último, a la
mercantilización generalizada, oponemos las posibilidades abiertas por la
extensión de los ámbitos de gratuidad ("desmercantilización" pues) no solamente
de los servicios también de algunos bienes de consumo necesarios. <BR><BR>La
cuestión espinosa del planteamiento transitorio es la del "Gobierno Obrero" o
del "Gobierno de los trabajadores". La dificultad no es nueva. Los debates sobre
el balance de la revolución alemana y del gobierno de Sajonia-Turingia, luego
del quinto congreso de Internacional comunista, muestran la ambigüedad no
resuelta de las fórmulas nacidas de los primeros congresos de la I.C. y el
abanico de las interpretaciones prácticas a las cuales han dado lugar. Treint
subraya entonces en su informe que "la dictadura del proletariado no cae del
cielo; debe tener un comienzo, y el gobierno obrero es sinónimo del principio de
la dictadura del proletariado". Denuncia en cambio "la sajonización" del frente
único: "la entrada de los comunistas a un gobierno de coalición con pacifistas
burgueses para impedir una intervención contra la revolución no era falsa
teóricamente, pero gobiernos como el Partido laborista o el del Cartel de las
izquierdas hacen que "la democracia burguesa encuentre eco en nuestros propios
partidos". <BR><BR>En el debate sobre la actividad de la internacional, Smeral
declara: "en cuanto a las tesis de nuestro congreso [de los comunistas checos]
de febrero de 1923 sobre el gobierno obrero, estuvimos totalmente convencidos
redactándolas que ellas estaban conformes a las decisiones del cuarto congreso.
Fueron adoptadas por unanimidad". Pero "¿en qué piensan las masas cuando hablan
de gobierno obrero?": "en Inglaterra, piensan en el Partido laborista, en
Alemania y en los países dónde el capitalismo está en descomposición, el frente
único significa que los comunistas y socialdemócratas, en lugar de combatirse
cuando se pone en marcha la huelga, marchan codo a codo. El gobierno obrero
tiene para estas masas el mismo significado, y cuando se utiliza esta fórmula
imaginan un gobierno de unidad de todos los partidos obreros. Y Smeral prosigue:
"¿en qué consiste la lección profunda de la experiencia sajona? Ante todo en
esto: no podemos saltar de un solo golpe sin tomar impulso". <BR><BR>Ruth Fisher
le responde que en tanto que coalición de los partidos obreros, el gobierno
obrero significaría "la liquidación de nuestro partido". En su informe sobre el
fracaso del octubre alemán, Clara Zetkin afirma: "A propósito del gobierno
obrero y campesino, no puedo aceptar la declaración de Zinoviev según la cual se
trataría de un simple seudónimo, un sinónimo o dios sabe cual homónimo, de la
dictadura del proletariado. Esto puedo ser justo para Rusia, pero no es lo mismo
en los países dónde el capitalismo esta vigorosamente desarrollado. Allí, el
gobierno obrero y campesino es la expresión política de una situación donde la
burguesía ya no puede mantenerse en poder y donde el proletariado todavía no
está en condición imponer su dictadura". Zinoviev define en efecto como
"objetivo elemental del gobierno obrero" el armamento del proletariado el
control obrero sobre la producción, la revolución fiscal... <BR><BR>Se podría
seguir citando las distintas intervenciones. Quedaría una impresión de gran
confusión que es la expresión de una contradicción real y de un problema no
resuelto, mientras que la cuestión se planteaba en relación a una situación
revolucionaria o prerrevolucionaria. Sería irresponsable resolverla por un modo
de empleo válido para toda situación; podemos sin embargo despejar tres
criterios combinados de modo variable de participación en una coalición
gubernamental en una perspectiva transitoria: a) que la cuestión de tal
participación se plantea en una situación de crisis o al menos de subida
significativa de la movilización social, y no en frío; b) Qué el gobierno en
cuestión se haya empeñado en iniciar una dinámica de ruptura con la orden
establecida (por ejemplo - más modestamente que el armamento exigido por
Zinoviev - reforma agraria radical, "incursiones despóticas" en el dominio de la
propiedad privada, la abolición de los privilegios fiscales, la ruptura con las
instituciones - de la V República en Francia, los tratados europeos, los pactos
militares, etc.); c) finalmente que la relación de fuerza permita a los
revolucionarios si no de garantizar el cumplimiento de los compromisos al menos
de hacer pagar un fuerte precio frente a posibles incumplimientos. <BR><BR>A la
luz de enfoque tal , la participación en el Gobierno Lula parece errónea: a)
desde una decena de años, a la excepción del movimiento de loa sin -tierra, el
movimiento de masas estaba en retroceso; b) la campaña electoral de Lula y su
Carta a los brasileños había anunciado el color de una política claramente
social-liberal y había hipotecado con anticipo la financiación de la reforma
agraria y el programa "hambre cero"; c) En fin la relación de fuerzas social ,
en el seno del partido, y en el seno del gobierno era tal, que con un
semi-ministerio de la agricultura no era cuestión de sostener el gobierno "como
la cuerda sostiene al ahorcado", mas bien como un cabello no podría sostenerlo.
Dicho esto, teniendo en cuenta la historia del país, su estructura social, y la
formación del PT, expresando al mismo tiempo oralmente nuestras reservas en
cuanto a esta participación y al alertar a los camaradas sobre sus peligros, no
hicimos una cuestión de principio, prefiriendo acompañar la experiencia para
extraer con los camaradas el balance, más que de administrar lecciones "desde
lejos"16. <BR><BR><STRONG>A propósito de la dictadura del proletariado</STRONG>
<BR><BR>La cuestión del gobierno obrero nos devolvió inevitablemente a la de la
dictadura del proletariado. Un congreso precedente de la Liga [la LCR francesa]
decidió con una mayoría de más de los dos tercios suprimir la referencia en el
texto de los estatutos. Era razonable. Hoy, el término de dictadura evoca mucho
más las dictaduras militares o burocráticas del siglo XX que la institución
venerable y romana del poder de excepción debidamente autorizado por el Senado y
limitado en el tiempo. Marx vio en la Comuna de París "la forma finalmente
encontrada" de esta dictadura del proletariado, es mejor pues evocar la Comuna,
los Soviets, los consejos o la autogestión, que tomarse a una palabra fetiche
que ha devenido por la historia en fuente de confusión. <BR><BR>No nos hemos
librado por tanto de la cuestión planteada por la fórmula de Marx y con la
importancia que le daba en su carta célebre a Kugelmann. Generalmente, tendemos
a investir en "la dictadura del proletariado" la imagen de un régimen
autoritario y a ver allí un sinónimo de las dictaduras burocráticas. Para Marx,
se trataba al contrario de la solución democrática de un viejo problema, de un
ejercicio por primera vez mayoritaria (por el proletariado) del poder de
excepción reservado hasta entonces para una elite virtuosa (comité de salvación
pública - aunque el comité en cuestión haya terminado en una emanación de la
Convención revocable por ella) o un "triunvirato" de hombres ejemplares17.
Añadamos que el término de dictadura a menudo se oponía entonces al de tiranía
como expresión de la arbitrariedad. Pero la noción de dictadura del proletariado
tenía también un alcance estratégico, a menudo recordada en el debate de los
años setenta con ocasión de su abandono por la inmensa mayoría de los partidos
(euro) comunistas. En efecto, quedaba claro para Marx que el nuevo derecho,
expresando una nueva relación social, no podría nacer en la continuidad del
derecho antiguo: entre dos legitimidades sociales, "entre dos derechos iguales,
es la fuerza la que corta". La revolución implica pues un paso obligado por el
estado de excepción. Lector atento de la polémica entre Lenin y Kautsky, Carl
Schmitt tomo perfectamente lo que esta en juego distinguiendo la "dictadura
comisario", cuya función en situación de crisis es preservar un orden
establecido, y la "dictadura soberana" que instituye un orden nuevo por el
ejercicio del poder constituyente18. Si, cualquiera que sea el nombre que se le
de, esta perspectiva estratégica permanece, necesariamente emana una serie de
consecuencias sobre la organización de los poderes, sobre el derecho, sobre la
función de los partidos, etc. <BR><BR><STRONG>Actualidad e inactualidad de un
planteamiento estratégico</STRONG> <BR><BR>La noción de actualidad tiene una
doble acepción: un sentido amplio ("la época de guerras y revoluciones"), y un
sentido inmediato o coyuntural. En la situación defensiva donde se encuentra el
movimiento social después de más de veinte años en Europa, nadie afirmará que la
revolución sea de actualidad en este sentido inmediato. En cambio sería
arriesgado, y no sin consecuencias, borrarla del horizonte de la época. Si es
esta distinción que propone Francis (Sitel) en su contribución, prefiriendo,
para evitar "una visión alucinada de los relaciones de fuerzas actuales", en
"perspectiva actual", una "perspectiva en acto que instruye los combates
presentes a las salidas necesarias de estos mismos combates", no esta allí la
materia en litigio. Más discutible es la idea según la cual podríamos mantener
el objetivo de la conquista del poder "como condición del radicalidad pero
admitiendo que su actualidad está hoy por encima de nuestro horizonte". Él
precisa que la cuestión gubernamental - ¿vista debajo de nuestro horizonte? - no
está vinculada a la cuestión del poder, sino "a una exigencia más modesta" que
consiste en "protegerse" de la ofensiva liberal. <BR><BR>El cuestionamiento
sobre las condiciones de participación gubernamental no entra entonces "por el
porche monumental de la reflexión estratégica", sino "por la estrecha puerta de
los partidos amplios". Se puede temer que el programa no sea necesario (o la
estrategia) que comanda entonces la construcción del partido, sino la amplitud
de un partido algebraicamente amplio que determina y limita el mejor de los
mundos y de los programas posibles. Pero, a menos de caer en la clásica
disociación del programa mínimo y el programa máximo, un "problema de
orientación" no esta desconectado de la perspectiva estratégica. Y, si " amplio"
es forzosamente más generoso y más abierto que estrecho y cerrado, hay, en
materia de partidos, amplios y amplios: las amplitudes del PT brasileño, del
Linkspartei, del ODP, del Bloc des Gauches, de Refondazione, etc., no son de la
misma naturaleza. <BR><BR>"Los desarrollos más sabios en materia de estrategia
revolucionaria parecen muy etéreos, concluye Francis, comparado con la cuestión
de: cómo actuar aquí y ahora". Ciertamente, pero esta máxima pragmática de buena
calidad habría podido ser pronunciado en 1905, en febrero de 1917, en mayo de
1936, en febrero de 1968, reduciendo así el sentido de lo posible al sentido
prosaico de lo real. <BR><BR>El diagnóstico de Francis y su ajuste programático
al nivel o debajo del horizonte no es tal sin implicancias prácticas. Desde que
nuestra perspectiva no se limita a la toma del poder, sino se inscribe en un
proceso más largo de " subversión de los poderes ", habría que reconocer que "el
partido tradicional (¿Tradicional designa aquí los partidos comunistas o más
generalmente los partidos socialdemócratas orientados también a la conquista del
poder gubernamental por las vías parlamentarias?) concentrado sobre la conquista
del poder tiene que ajustarse a este mismo Estado", y, por consecuencia, a
transmitir en su seno los mecanismos de dominación que minan la dinámica misma
de la emancipación". Una dialéctica nueva tendría que inventar pues entre lo
político y lo social. Ciertamente, y nos ocupamos en eso prácticamente y
teóricamente rechazando también "la ilusión política" como "la ilusión social" o
sacando conclusiones de las principales experiencias negativas pasadas (sobre la
independencia de las organizaciones sociales hacia el Estado y los partidos,
sobre el pluralismo político, sobre la democracia en el seno de los partidos).
<BR><BR>Pero el problema no reside tanto en la transmisión por un partido
"conforme al Estado" de sus mecanismos de dominación, como en el fenómeno más
profundo y mejor compartido de burocratización (arraigado en la división del
trabajo) inherente a las sociedades modernas: afecta el conjunto de las
organizaciones sindicales o asociativas. De hecho, la democracia de partido (por
oposición a la democracia que se dice popular y plebiscitaria " de opinión ")
sería más bien, si no un remedio absoluto, por lo menos de los antídotos a la
profesionalización del poder y a la "democracia de mercado". Es lo que se olvida
demasiado a menudo viendo en el centralismo democrático como la falsa nariz de
un centralismo burocrático, mientras que una determinada centralización es la
condición incluso de la democracia y no su negación. <BR><BR>La conformidad
señalada del partido a el Estado hace eco al isomorfismo observado (por
Boltansky y Chiapello en El Nuevo espíritu del capitalismo) entre la estructura
del Capital mismo y las estructuras subalternas del movimiento obrero. Esta
cuestión de la sub-alternidad es crucial, y no se escapa ni se resuelve
fácilmente: la lucha por el salario y el derecho al empleo (también llamada
"derecho en el trabajo") es una lucha subalterna (isomorfa) a la relación
capital/trabajo. Hay detrás de esto todo problema de la alienación, del
fetichismo, del reificación19.Pero creer que las formas "fluidas", la
organización en red, la lógica de las afinidades (opuesta a las lógicas de la
hegemonía) escapan de esta sub-alternidad y de la reproducción de las relaciones
de dominación releva un la ilusión grosera. Estas formas son perfectamente
isomorfas a la organización moderna del capital informatizado, a la flexibilidad
del trabajo, a la "sociedad líquida", etc. eso no significan que las formas
antiguas de subordinación eran mejores o preferibles a estas formas emergentes,
sino solamente que no se salió por la vía real de la red del círculo vicioso de
la explotación y la dominación. <BR><BR><STRONG>Del "partido amplio"</STRONG>
<BR><BR>Francis (Sitel) teme que las nociones "eclipse" o de "retorno" de la
razón estratégica "significan el simple cierre de un paréntesis y una vuelta
idéntica o a la recuperación de la cuestión en los términos dónde fue puesta por
la tercera internacional. Insiste en la necesidad de "redefiniciones
fundamentales", una reinvención, una "nueva construcción" la que necesita el
movimiento obrero. Por supuesto. Pero, ninguna tabula rasa: "¡Se comienza
siempre por el medio!" (Deleuze) ¡La retórica de la novedad no garantiza
recaídas en lo viejo lo más antiguo! También hay auténticos (en materia de
ecología, en materia de feminismo, de guerra y en materia de derecho), muchas
"novedades" de las que la época se alimenta, son sólo efectos de modas (que como
toda moda se alimentan de citas de lo viejo), y reciclajes de viejos temas
utopistas del siglo diecinueve y del movimiento obrero naciente. Las cuestiones
son numerosas, pero en la medida de nuestros medios, intentamos - por el rodeo
del Manifiesto entre otros - aportar algunos elementos de respuesta a algunas de
ellas, y nos gustaría que nuestros socios las tomasen. <BR><BR>Teniendo - con
razón - que recordad que reformas y revolución forman en nuestra tradición una
pareja dialéctica, y no una oposición de términos mutuamente exclusivos (aunque
las reformas puedan según las situaciones transcrecer en proceso revolucionario
o al contrario oponérsele). Francis arriesga la predicción según la cual un
"partido amplio se definirá como un partido de reformas". Puede ser.
Posiblemente. Pero es una idea muy especulativa y normativa por anticipación. Y
no es este sobre todo nuestro problema. No tenemos que poner el arado delante de
los bueyes e inventar entre nosotros el programa mínimo (de reformas) para un "
partido amplio" hipotético. Esto no es nuevo: participamos en la formación del
PT (para construirlo y no en la óptica de táctica entrista) seguimos defendiendo
nuestras posiciones; nuestros camaradas militan como corriente en Refundazione;
son parte involucrada del Bloc des gauches en Portugal, etc. pero todas estas
configuraciones son singulares y no podrían reunirse en las categorías rastreras
del "partido amplio". <BR><BR>El dato estructural de la situación abre
indiscutiblemente un espacio a la izquierda de las grandes formaciones
tradicionales (social-demócratas, stalinistas, populistas) del movimiento
obrero. Las razones son múltiples. La contrarreforma liberal, la privatización
del espacio público, el desmantelamiento "del Estado social", la sociedad de
mercado, aserraron (con su propia asistencia activa), la rama en la cual se
basaba la socialdemocracia (así como la gestión populista en algunos países
latinoamericanos). Los Partidos comunistas por otro lado sufrieron la
repercusión de la implosión soviética al mismo tiempo que la erosión de sus
bases sociales obreras conquistadas en los años treinta o en la Liberación (de
posguerra), sin que las nuevas implantaciones tomen verdaderamente el relevo.
Existe pues completamente lo que se llama a menudo "un espacio" de radicalidad
que se expresa diversamente por la emergencia de nuevos movimientos sociales y
de expresiones electorales (Linkspartei en Alemania, Refondazione en Italia,
Respetc en Gran Bretaña, SSP en Escocia, Bloc en Portugal, coalición rojo-verde
en Dinamarca, extrema izquierda en Francia o en Grecia). Es lo que funda la
actualidad de las recomposiciones y de los reagrupamientos. <BR><BR>Pero este
"espacio" no es un espacio (newtoniano) homogéneo y vacío que bastaría con
ocupar. Es un campo eminentemente inestable de fuerzas, como lo testimonia
espectacularmente la conversión en menos de tres años de Rifondazione, pasando
del movimientismo lírico, al momento de Génova y Florencia20, a la coalición
gubernamental de Romano Prodi. Esta inestabilidad proviene de que las
movilizaciones sociales sufren más derrotas que victorias, y de que el vínculo
con la transformación del paisaje de la representación política queda muy
distendido. En ausencia de victorias sociales significativas, la esperanza del
"mal menor" ("¡todo salvo Berlusconi - o Sarkozy, o Le Pen!"), a falta de cambio
real, se prorroga en terreno electoral donde el peso de las lógicas
institucionales sigue siendo determinante (en Francia, la del presidencialismo
plebiscitario y de un sistema electoral particularmente antidemocrático). Es
porque la simetría del justo medio (a la moda ya bajo Felipe El Hermoso: ¡guarde
usted a la derecha, guarde usted a la izquierda!) entre un peligro oportunista y
un peligro conservador hay un engaño: ellos no pesan lo mismo. Si hay que saber
tomar decisiones arriesgadas (el ejemplo más extremo es la decisión
insurrecional de octubre), el riesgo, para no hacerse aventura pura y simple,
debe ser medido y sus chances evaluadas. Nos embarcamos, es necesario apostar,
decía a un gran dialéctico. Pero los turfistas saben que una apuesta a 2 contra
1 es un juego de mediocres, y que una apuesta a 1000 contra 1, si puede producir
beneficio grande, es un golpe desesperado. El margen es entre los dos. La
audacia también tiene sus razones. <BR><BR>La evolución de derecha a izquierda
de corrientes como los expresadas por Rifondazione o la Linkspartei siguen
siendo frágiles (o incluso reversibles) en razón misma de los efectos limitados
de las luchas sociales sobre el campo de la representación política. Depende en
parte de la presencia y el peso en su seno de organizaciones o tendencias
revolucionarias. Más allá de datos comunes muy generales, las situaciones son
pues muy diferentes según la historia específica del movimiento obrero (según
entre otras cosas que la socialdemocracia es totalmente hegemónica o que
subsisten Partidos comunistas importantes) y las relaciones de fuerzas el seno
de la izquierda: no se mueven determinados aparatos sólo por la ideología sino
por también por las lógicas sociales, soplando en la oreja de sus dirigentes,
sino modificando las relaciones reales de fuerzas. <BR><BR>La perspectiva de una
"nueva fuerza" sigue siendo una fórmula algebraica de actualidad (lo era para
nosotros antes de 1989-91, y lo sigue siendo). Su traducción práctica no se
deduce mecánicamente de fórmulas tan vagas y genérales como el Partido amplio o
los reagrupamientos. Estamos solamente al principio de un proceso de
recomposición. Es importante trabajar con una brújula programática y una mirada
estratégica. Es una de las condiciones que nos permitirá encontrar mediaciones
organizativas necesarias, de tomar riesgos calculados, sin lanzarse a cuerpo
perdido en la aventura impaciente y sin disolverse en la primera combinación
efímera que aparezca. Las fórmulas organizativas son en efecto muy variables,
según se trate de un nuevo partido de masa (como el PT en Brasil en los años 80,
pero este caso hipotético es poco probable en Europa), de rupturas minoritarias
de una socialdemocracia hegemónica, o incluso de partidos que antes
probablemente habríamos calificado de centristas (Rifondazione a principios de
los años 2000) o de un frente de corrientes revolucionarias (como en Portugal).
Esta última hipótesis sigue siendo por otra parte la más probable para países
como Francia donde las organizaciones (PC, extrema izquierda) tienen una larga
tradición y donde, a menos de un potente movimiento social (y aún!), se imagina
mal la pura y simple fusión a corto o medio término. Pero, en todos los casos,
la referencia a un bagaje programático común, lejos ser un obstáculo identitario
a recomposiciones futuras, es al contrario la condición. Permite jerarquizar las
cuestiones estratégicas y las cuestiones tácticas (en vez de rasgarse sobre tal
o cual vencimiento electoral), de distinguir el zócalo político sobre la cual se
unifica una organización de las cuestiones teóricas abiertas, de medir los
compromisos que hacen de ir antes de y los que van detrás, de modular las formas
de existencia organizativa (tendencia en un partido común, componente de un
frente, etc.) según los socios y su dinámica. <BR>Señalemos solamente para
memoria que cuestiones extremas en relación a esta discusión no son abordadas,
pero deberán serlo en reuniones posteriores. Previmos que el próximo encuentro
anual del Proyecto K (en 2007) debería tratar, más allá del debate sobre
"clases, plebes, multitudes", de las fuerzas sociales del cambio revolucionario,
de sus formas de organización, de sus convergencias estratégicas. Esta cuestión
tiene también una relación, más allá de la fórmula general del frente único, con
la cuestión de las alianzas, por lo tanto con la evaluación de la sociología y
las transformaciones de los partidos tradicionalmente cualificados "de obreros",
así como del análisis de las corrientes resultantes, en América Latina por
ejemplo, de las formaciones populistas. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Daniel Bensaid es profesor de filosofia en la Universidad
Paris VIII, director de la revista Contre-temps, y dirigente de la Liga
Comunista Revolucioanaria (LCR, sección francesa de la IV Internacional).
.<BR><BR><BR><STRONG>* Nota de la redacción de Viento Sur:</STRONG> Esta
contribución, inicialmente fue presentada oralmente en un seminario del la red
de revistas marxistas euroepas Proyecto K, de la que forma parte VIENTO SUR, el
17 de junio de 2006 en París. Se refiere, en particular, a los textos sobre
estrategia publicados en la revista Critique Communiste Nº 179 de marzo de 2006;
se encuentran todos en la web de ESSF <A
href="http://www.europe-solidaire.org">www.europe-solidaire.org</A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>La información difundida por
Correspondencia de Prensa es de fuentes propias y de otros medios, redes
alternativas, movimientos sociales y organizaciones de izquierda. Suscripciones,
Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><BR><BR><BR> </DIV></FONT></BODY></HTML>