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<DIV align=center><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=4><U><FONT
size=5>boletín informativo - red solidaria de revistas</FONT></U><BR><FONT
color=#800000 size=6><EM>Correspondencia de Prensa<BR></EM></FONT>Año IV - 9 de
febrero 2007 - Redacción: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
</DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Cuba</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Viaje al interior de la
isla...</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>“Como mi Cuba no hay dos, te lo digo
yo”<BR></FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>En este viaje Cuba adentro, el cronista
fue al encuentro de la vida cotidiana de sus habitantes</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><FONT size=3><FONT size=2>Los acompañó “libreta de
racionamiento en mano y pesos cubanos en el bolsillo”, y también se internó en
esa “concreta abstracción a la que llaman mercado negro”. Fue testigo del apoyo
y del rechazo que despierta el gobierno. Fue usuario de un hospital. Visitó los
museos donde está el pasaporte uruguayo de Guevara y los restos del pasado
colonial de la isla. Estuvo en La Habana, en Santa Clara, en Trinidad y en
Santiago, e intentó mostrarlo todo con la misma sinceridad con la que “el
revoque desprendido deja ver los ladrillos de las viejas paredes de La Habana”.
Un viaje Cuba adentro que es también un viaje a través de esa muletilla que
acuñaron los cubanos para poder sobrevivir en tiempos difíciles: “No es
fácil”.</FONT><BR><BR><STRONG>Alejandro Albarracín</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Semanario Brecha, Montevideo,
9-2-07</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A href="http://www.brecha.com.uy/"><STRONG><FONT
size=3>http://www.brecha.com.uy/</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Once horas después de salir de Montevideo llegamos a La
Habana, casi a medianoche. La orden y el tono del militar de migraciones que me
obliga a quitarme el sombrero mientras chequea mi pasaporte me molesta,
posiblemente por los anticuerpos que llevo conmigo. Retiramos el equipaje que
encontramos en medio de una caótica montaña de valijas y mochilas tiradas a un
lado de la cinta mecánica. Nos disponemos a salir cuando un oficial muy joven me
solicita por tercera vez el pasaporte, para mirarlo y mirarme detenidamente
mientras me interroga acerca de mi profesión y de los objetivos de mi visita. Ya
afuera, recibimos por primera vez el cálido y húmedo aire del invierno habanero,
y tomamos un taxi que por 25 pesos convertibles nos lleva por oscuras y casi
vacías avenidas hasta Centro Habana, el barrio donde Óscar y Ana, su esposa
mexicana, nos dan la bienvenida.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al día siguiente, ávidos de vivir el quehacer cotidiano
del ciudadano cubano, acompañamos a Óscar a comprar los alimentos para el
desayuno, libreta de racionamiento en mano y pesos cubanos en el bolsillo,
imprescindibles para adquirir lo que ésta no alcanza a cubrir. El barrio, de
edificaciones de dos o tres pisos de altos techos, fue construido en los años
treinta y cuarenta del siglo xx. Es evidente que periódicas manos de pintura o
cal fueron las únicas acciones tomadas para su mantenimiento y conservación en
los últimos 40 años, ya que el estado de las viviendas habla de un deterioro
acumulado y creciente. Calles estrechas, en muy mal estado, llenas de baches,
con aguas sucias corriendo contra el cordón de la vereda hacia las
alcantarillas, pequeños contenedores llenos de basura en descomposición, son
fuente de un penetrante olor a residuos y humedad que pronto descubriremos que
es común en parte importante de la ciudad.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>No es fácil</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Infinidad de mujeres y hombres circulan a esta hora de la
mañana, las nueve y media, en busca de los víveres para el día. La panadería
donde se adquiere pan con la libreta está tan repleta de gente que Óscar opta
por comprarlo con pesos cubanos en una puerta lateral del mismo establecimiento.
En la isla circulan dos monedas: el peso cubano, con el que se pagan los
salarios y las cuentas públicas (25 pesos cubanos equivalen a un peso
convertible), y la divisa o peso convertible, de similar valor al dólar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como olvidó traer el bolso de los mandados compra por un
peso cubano una bolsa de nailon, muy escasas en toda la isla, que vende una
vieja mujer sentada en el escalón del zaguán de una casa. Óscar nos explica que
seguramente ella las obtuvo a través de alguien que las extrajo ilegalmente de
alguna dependencia estatal. Esta concreta abstracción a la que llaman mercado
negro es una realidad que habla de una generalizada corrupción a pequeña escala
que descubriremos a cada paso. Téngase en cuenta que aquí no existe el
emprendimiento ni la empresa privada, que desde el más chico al más monumental
negocio o empresa pertenece al Estado, a la propia sociedad, que con este
comportamiento parecería que de alguna manera se burla y se hace trampas a sí
misma.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>“Pipo” y el comandante</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>en una carnicería donde Óscar pretende comprar huevos, que
finalmente no consigue ya que la cuota prevista por la tarjeta para el mes –10
unidades por persona– ya está completa, y no aceptan venderle por fuera en pesos
cubanos (el precio del huevo subsidiado es de 20 centavos, mientras que de no
contar con la tarjeta vale un peso). El local se encuentra en malas condiciones
sanitarias para los parámetros montevideanos. El revoque desprendido deja ver
los ladrillos de las viejas paredes. Los estantes que están a la vista
permanecen semivacíos. No se ven refrigeradores para la conservación de los
cárnicos. Además del descascarado pizarrón con los precios de los pocos
productos, cuelgan de las paredes un cartel del popular grupo de salsa Van Van
y, adherido con cinta adhesiva, un recorte de revista con la fotografía de Fidel
Castro. El retrato, probablemente colocado por propia iniciativa de los
trabajadores, atestigua el profundo respeto de los ciudadanos por su viejo
gobernante. Días después, caminando por el hermoso malecón habanero, Pipo, un
negro alto y espigado, trabajador de la construcción y jinetero cazador de
turistas en sus tiempos libres, escupe críticas a la revolución, el racismo y la
discriminación en el Estado cubano, y pretende la apertura del régimen en cada
aseveración. Ante nuestra interrogante de si quiere la muerte del convaleciente
Fidel Castro, nos mira con sorpresa para afirmar que de ninguna manera es su
deseo ver morir al comandante, en un tono de religiosa admiración.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Finalmente Óscar compra los huevos en una especie de
almacén, a una cuadra de distancia, frente al cabaret Las Vegas, un lugar
tradicional para ir a bailar salsa, antiguo casino donde los yanquis despuntaban
sus vicios en tiempos del capitalismo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Revolución en construcción</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>La Habana Vieja, donde ahora nos encontramos, es reflejo del
esplendor de la Perla del Caribe en sus tiempos coloniales. Ejemplo de una
valiosa estructura turística que recibe con excelentes servicios al viajero más
exigente del mundo, es también un centro cultural cosmopolita donde las artes
brillan, producto de una sociedad que valora el enriquecimiento espiritual y la
elevación del ser humano (cuatro horas no bastan para recorrer el impresionante
Museo de Bellas Artes que reconstruye, desde la colonia al presente, la rica
historia de las artes plásticas cubanas). Es aleccionador aquí, como en toda la
isla, encontrar en las personas el don de gentes que Ignacio Ramonet aprecia en
el propio comandante, en la biografía a dos voces titulada Cien horas con Fidel:
la sincera sencillez, el terrenal lugar desde el que perciben el mundo, la
ausencia de maldad y violencia, la gravedad con que sobrellevan su cotidiano de
dificultades, el orgullo de sentirse libres de dominadores, la alegría de ser
cubanos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Caminamos desde la entrada de la bahía que desde 1630 es
vigilada sin descanso por el Castillo del Morro, erigido para defender de
piratas y corsarios a la vieja ciudadela. Vamos hacia la hermosa y monumental
Catedral de la Virgen María de la Concepción Inmaculada, frente a la Plaza
Mayor. Entre paredes y callejuelas de piedra atravesamos este casco antiguo que
es monumento histórico de la humanidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A sólo metros del esplendoroso casco reconstruido
encontramos La Habana Vieja no restaurada, pasamos del paraíso de los turistas
al purgatorio de los cubanos. Pobladores en su mayoría negros habitan estos
edificios de dos plantas que datan de los siglos xviii y xix, semiderruidos,
emparchados con chapas y maderas, usadas además para levantar tabiques que
habiliten nuevas habitaciones y para apuntalar paredes y techos heridos por el
tiempo, la humedad que todo pudre, el descuido y la absoluta falta de
mantenimiento. Tugurios de olor rancio con la ropa lavada colgada a secar en los
corredores o en los patios centrales, que albergan a la gran familia de abuelos,
padres, tíos, hijos, nietos que de otra manera no tendrían dónde vivir dado el
enorme déficit de viviendas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En las esquinas, en los balcones, en los descansos de las
escaleras, en la misma calle, hombres de todas las edades juegan al dominó, el
entretenimiento popular por excelencia que el cubano practica en cualquier
circunstancia, una pasión casi tan fuerte como el juego de pelota (béisbol) o el
ron. Las mujeres pocas veces juegan, ya que en el desigual reparto de
responsabilidades “salen favorecidas” para encargarse de la casa y los hijos,
aunque no dejan de estudiar, especializarse y ocupar cargos de responsabilidad
(de acuerdo al propio Fidel constituyen el 65 por ciento de la fuerza técnica
del país).</DIV>
<DIV align=justify><BR>En nuestras últimas horas en Cuba, ante noticias de El
País de Madrid que anuncian el agravamiento del estado de salud de Fidel Castro
(desmentidas días después con la aparición de éste en compañía del presidente
venezolano, Hugo Chávez, en las pantallas de la televisión), buscamos respuestas
en los medios de comunicación de la isla, que se mantienen mudos, y en el
ciudadano común que –al menos aquellos con los que hablamos– demuestra optimismo
pensando en el momento en que el comandante se recupere y los llame a seguir
construyendo la revolución.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la biografía antes citada Ramonet sostiene que pocos
hombres como Fidel han conocido la gloria de entrar vivos en la historia y en la
leyenda; mientras el comandante afirma, parafraseando a José Martí, que “toda la
gloria del mundo cabe en un grano de maiz”.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>La información difundida por
Correspondencia de Prensa es de fuentes propias y de otros medios, redes
alternativas, movimientos sociales y organizaciones de izquierda. Suscripciones,
Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
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