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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U><FONT size=5>boletín informativo - red
solidaria de revistas</FONT></U><BR><FONT color=#800000
size=6><EM>Correspondencia de Prensa</EM></FONT><BR>Año IV - 5 de marzo
2007 - Redacción: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT
size=3>México/Guatemala</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>La otra
frontera</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Isabel Vericat
Núñez</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>La JornadaSemanal</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>México, 4-3-07</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>In memoriam Ryszard Kapuscinski, un
maestro</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Un equipo de tres personas –investigadora,
camarógrafo y la autora de esta crónica escribe- estuvimos tres semanas entre
octubre y noviembre de 2006 en el Soconusco, Chiapas, frontera México-Guatemala.
Filmamos un documental que resultó en un corto de veinticinco minutos y
entrevistamos a muchos migrantes y organizaciones. El texto que sigue parte del
guión que imaginé para la filmación y que después seguimos con la editora para
dar forma al documental final. </STRONG><STRONG>Texto, testimonios e imágenes
son indivisibles y a la vez fragmentarios. No forman una totalidad pero se
complementan, se dan la mano y acompañan, aunque cada elemento tiene su propio
significado por separado. </STRONG><STRONG>Todo el trabajo es un homenaje in
memoriam, desdichadamente, a Ryszard Kapuscinsci, que escribiendo, me enseñó a
ver, entender y transmitir la realidad, sus hechos y su humanidad. Nuestras
Termópilas, una de ellas en los últimos años y cada vez más en todo el mundo, la
emigración, sus grandezas y sus miserias. Este proyecto se realizó con el apoyo
de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y su contenido es
responsabilidad de la autora.</STRONG><BR> <BR></DIV>
<DIV align=justify>Bajo el volcán Tacaná, La Casa del Fuego, de 4 mil metros de
altura y situado en el límite natural entre México y Guatemala, binacional, gran
templo terráqueo-biológico y montaña sagrada maya-mam, entre ceibas, caobas y
cedros rojos, habita el mítico quetzal junto al ocelote, el pavón y el águila
crestada. Volcán activo –su última erupción fue en 1986–, inicia la cadena
volcánica centroamericana.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Bajo el volcán, como es de rigor, también habitan
–recordando al Cónsul de Malcolm Lowry en Bajo el volcán–, no uno sino tres
cónsules, porque a sus faldas inicia la cadena migratoria centroamericana hacia
el norte que, en su obligado paso por México, más que pies quisiera tener alas.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>La frontera entre el Soconusco en Chiapas y San Marcos en
Guatemala no consigue interrumpir la continuidad natural de la geografía entre
dos países que el río Suchiate separa pero también une. A las faldas del volcán
se amparan dos pueblos que antiguamente fueron sólo uno y que en la actualidad
son varios que se confunden, como el paisaje, con la migración a México de
América Central: Nicaragua, Honduras, El Salvador y Guatemala.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Con un flujo migratorio de entrada a México de unas mil
personas al día, que en su inmensa mayoría inicia la travesía del país hacia "el
sueño americano" –así llamado todavía por la población migrante refiriéndose a
los Estados idos de América–, muchas de las mujeres migrantes se quedan en torno
a la capital del Soconusco, Tapachula, convertida en la tercera región del mundo
–las otras dos son algunas zonas fronterizas de Brasil y Tailandia– en la mal
hadada y llamada prostitución, y otras pocas en la no tan mal llamada
servidumbre doméstica. Ambas basadas en un cuerpo vivido como herramienta de
trabajo y arma que permite a algunas mujeres sobrevivir, a pesar de los riesgos
y sometimientos, mejor que en sus lugares de origen. Otras siguen solas o en
grupos con otros migrantes para realizar su máximo deseo: trabajar con un sueldo
digno, aunque en el camino a menudo son utilizadas por sus compañeros de grupo o
ellas mismas se rentan para ganarse el dinero imprescindible para la siguiente
etapa de su hazaña. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Los cruces del sur </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La frontera sur de México, del Pacífico al Atlántico,
tiene unos mil 200 kilómetros de longitud y colinda con Guatemala a lo ancho de
los estados de Chiapas (más de ochocientos kilómetros), Tabasco y Campeche (220
km), y con Belice (175 km) en Quintana Roo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El punto más occidental de la frontera México-Guatemala,
muy cerca ya del Pacífico, Ciudad Hidalgo-Tecún Umán, está dividido y unido por
el río Suchiate, y el paso es fluido como la corriente del río que transcurre.
El puente binacional, recién rehabilitado después del huracán Stan, tiene una
abundante circulación de pasajeros y aduanal de mercancías transportadas en
triciclos, el vehículo más local y oriental –asiático– de la zona. En él se
cargan mercancías y personas, y el jadeo de los conductores, que en general no
son jóvenes, al esforzarse en pedalear, hace que los pasajeros no puedan
sostener largas conversaciones con ellos, como se suele hacer con los taxistas.
El tráfico es silencioso y suave como el deslizamiento de las ruedas de una
bicicleta, sin motores. Esto contribuye a que el paso de la frontera por el
puente aduanal se convierta en un paseo para los visitantes y para la mayoría de
la población –guatemaltecos y mexicanos– que circula cotidianamente con la
autorización de un pase habitual por el que paga una módica cantidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero el cruce no es precisamente un paseo para los
migrantes centroamericanos que necesitan entrar a México para llegar a su
destino más preciado, Estados idos. México, país de un espinoso tránsito para la
población migrante pobre e indocumentada, para la que el destino final se
convierte con mucha frecuencia en inalcanzable una y otra vez, porque muchos
persisten y lo vuelven a intentar hasta donde les alcanzan las fuerzas físicas y
la esperanza de prosperar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Más hacia el interior, otro punto fronterizo de cruce del
Suchiate, con el puente al fondo como panorama, es el de las balsas construidas
con dos enormes neumáticos y tablones como cubierta, arrastradas por hombres
que, como bestias de carga, recuerdan a los siervos o esclavos que,
transportando piedras ciclópeas, contribuyeron a construir pirámides o murallas
en la Antigüedad. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Como una metáfora en vivo de las ya famosas "espaldas
mojadas", representan el esfuerzo y el riesgo de la travesía de los "tres veces
mojados" del sur que van al norte. Los balseros del Suchiate son transportistas
de pasajeros y de mercancías que, en un cruce ilegal pero custodiado por
soldados del ejército, arriesgan hasta el resuello, según el nivel del cauce del
río debido a las lluvias, y también por una módica cantidad en quetzales o en
pesos. Son jóvenes, de otra manera no podrían bracear y tragar el agua del río
en caso necesario antes de pasar, con la edad, de transportistas acuáticos a
tricicleros terrestres. Éstos sí cobrando sólo en quetzales, que están al alza,
ya que de soberanía y moneda nacional se trata de uno y otro lado de Guatemala y
México.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El tercer punto oficial de cruce es el puente Talismán,
lleno de encanto, también sobre el Suchiate pero en su paraje más montañoso.
Verde pálido para Guatemala y amarillo claro para México, el mojón a mitad del
puente indica el límite fronterizo y, sobre todo del lado de Guatemala, tiene
una intensa actividad cambista de las monedas de ambos países y del intercambio
comercial de su población agricultora e indígena, ataviada con la vestimenta
tradicional en el caso de mujeres y niños, lo cual convierte la labor cotidiana
de una población que transita de ida y vuelta en un quehacer festivo, de feria
de productos básicos agrícolas y artesanales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El cuarto cruce, el que compran los migrantes, está como
deliberadamente relegado del otro lado del puente de circulación suave, río
abajo hacia el mar, a la vista de todos, pero clandestino, ilegal, custodiado y
tolerado también por soldados y asaltantes que lucran y abusan de los que cruzan
en cuanto ponen el pie en suelo mexicano y desde antes, en Tecún Umán. La zona
aledaña a este cruce en Ciudad Hidalgo es todo un barrio con hospedajes, guías y
cuadrillas de jóvenes dispuestos a despojarlos a las primeras de cambio, del
intercambio.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay otras rutas de paso y sitios de cruce no oficiales
río arriba, conocidos por polleros y por lo que unos a otros se cuentan quienes
quieren entrar a México y atravesarlo lo más rápido posible sin ser vistos ni
detectados. Hombres y mujeres casi todos jóvenes, de quince a treinta y cinco
años, que quisieran ser invisibles para entrar y pasar por el país y aparecer
del otro lado en carne y hueso, con todas sus energías y necesidades. Lo que
llaman mano de obra.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los migrantes centroamericanos indocumentados
–aproximadamente en un veinte por ciento mujeres– en su mayoría son los que
tienen como única salida del infierno de sus vidas partir, y no entran a México
por ninguno de los tres cruces oficiales en la zona: cruzan y son cruzados de la
cruzada abismal de nuestros días, de un mundo a otro, o que esperan que lo sea.
Necesitan trabajar y desean con todo su vigor que les dejen ganarse la vida. La
que tienen no lo es; no hay futuro sin presente prometedor. Pero no son
mercancías, legales o ilegales, a las que todo les está permitido. Ni dinero,
que es volátil y pertenece a unos pocos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por uno de estos cruces, el del lado oriental del puente,
acababan de pasar los cinco muchachos hondureños que encontramos esa mañana en
la zona del Silencio, lugar peligroso de asaltantes, en un recorrido con el
Grupo Beta Sur de Asistencia al Migrante, río arriba, a unos veinte kilómetros
del lugar de su desembarco. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Me quedaron grabadas sus espaldas delgadas al
descubierto, con las primeras vértebras salientes en uno de ellos, mientras una
mujer, con su marido bañándose en el río, les lavaba la ropa y el calzado por
unos pesos. Cuando son gente de bien, viven unos de otros, lugareños con
migrantes. fumamos juntos un cigarrillo, hablando de la difícil travesía que les
esperaba hasta Arriaga, donde iban a tomar el tren, con espíritu casi de misión,
como nos dijeron, hasta el punto más al norte que alcanzaran.</DIV>
<DIV align=justify><BR>joven de dieciocho años va a encontrar a su madre que,
cuando él tenía cinco, se fue a Estados idos. Otro tiene un tío, otro a nadie.
Sólo dos van por primera vez, los otros tres por segunda y tercera, y la última
consiguieron llegar hasta Monterrey. Ahora van a cruzar por Piedras Negras y ya
tienen un guía que los pase.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Les recomendamos que se aprendan de memoria los teléfonos
o direcciones de contacto que llevan por escrito para evitar que se los roben y
los utilicen para amedrentar y sobornar a las personas que los van a
acoger.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Les deseamos buena suerte con la emoción de haber sido
parte de ella.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>La frontera difusa </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La frontera norte de México empieza en el sur. Sobre todo
después de las restricciones del gobierno norteamericano a la migración, y del
huracán Stan, que desplazó la estación de arranque en Ciudad Hidalgo del tren de
carga de la compañía Chiapas-Mayab a trescientos kilómetros al norte, hasta
Arriaga, casi en el límite de Chiapas con Oaxaca. El tren cruza en su trayecto
una pequeña zona de Oaxaca y sigue su recorrido hasta Orizaba, Veracruz.
Después, con cambio de locomotora, enlaza con otros ramales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A partir de un cruce fronterizo arriesgado, a pie y a
nado o vadeando el río, con o sin "pasadores" polleros, los migrantes inician
una hazaña que merecería ser considerada una épica de los condenados de la
Tierra de nuestros días.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El Stan devastó la zona en octubre de 2005, ampliando
enormemente el cauce del río Coatán, destruyendo puentes y retorciendo hasta los
rieles del tren. Ahora, para llegar a la primera estación, hay que recorrer a
pie más de trescientos kilómetros siguiendo la vía, y sortear por los "caminos
de extravío" la red de "puntos de verificación" fijos, y las "volantas",
camionetas de control móvil, de las autoridades mexicanas de migración y de la
policía sectorial o local que les cortan el paso en la carretera.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los caminos de extravío son postas y pasto de asaltantes
–pandilleros y diversas policías y autoridades– que los despojan de lo poco que
llevan, y abusan de las mujeres. Puntos como el de La Arrocera y Montecristo son
conocidos como el Cementerio de Migrantes. Hasta llegar a Arriaga, antes hay que
andar muchas horas y días –unos diez desde la frontera– sobre las piedras y los
durmientes de la vía férrea para no perder el camino, atravesar zonas de
matorrales y fronda y exponerse a picaduras de animales a veces mortales. En
medio de esta fauna y flora profusa y exuberante, amaga la jauría humana del
hombre lobo del hombre, la más peligrosa y dañina.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por carretera, estos nómadas inconfesos circulan en
combis o colectivos y en autobuses de todas las clases, entre ellos los
Tijuaneros, que en dos días y medio, y por mil 300 pesos, llevan a los que
pueden pagarse el pasaje, en su gran mayoría mexicanos, hasta las diferentes
ciudades fronterizas del ansiado norte.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El factor de mayor desigualdad en el mundo es el lugar de
nacimiento. El nombre y el apellido, el color del rostro y las facciones exponen
a los más afortunados que viajan por carretera a la arbitrariedad de las
múltiples revisiones, de día y de noche, de las que sólo se libran algunos
indocumentados con suerte (suponiendo que la mala suerte sea consecuencia de un
acto humano y la buena suerte de una bendición divina, como lo creen casi todas
las personas que emigran de esta región centroamericana). Porque en la travesía
hacia el paraíso (perdido), se pasa por un limbo o un purgatorio, en ascenso y
en espiral, y en zigzag, hacia el norte del infierno, a través del laberinto de
trampas tendidas por el hombre y la naturaleza, en el que las Ariadnas sirven a
veces con su cuerpo para franquear algunas verificaciones y extravíos. En el
mejor de los casos, cuando delincuentes o judiciales no las violentan y dejan
sin habla y sangrando en plena maleza. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Sálvese quien pueda: el tren fantasma
</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG><BR>El segundo límite sur de la frontera
norte es Arriaga, lugar donde arranca el tren de carga de productos pesados
convertido por necesidad en medio de transporte gratuito para muchos migrantes
sin otros medios. Aferrados a salientes, escalones, pequeñas plataformas y
cualquier asidero, a la intemperie, viajan en condiciones de debilidad física y
de fortaleza anímica muchas mujeres y hombres en edad de merecer un futuro menos
fatal que el que les está destinado. Algunos acaban muertos o con el cuerpo
incompleto, como ellas mismas dicen, las mujeres con las que conversamos en el
albergue para accidentados por el tren: "No estoy completa." </DIV>
<DIV align=justify><BR>La mafia del tren que esta tolerancia a pasajeros
inusuales y gratuitos ha generado –que no son tanques de gas ni furgones con
harina, grava y otros productos–, es todo un fenómeno de criminalidad "no
tipificada" legalmente, y de nudos en la red que lucra con las vidas de los
migrantes. En los túneles, el tren se detiene y los asaltantes (también las
maras) están al acecho. En los sueños a cielo raso, a algunos de los
transportados se les aparecen espíritus de fallecidos en anteriores recorridos.
En cualquier cabeceo o parada repentina del tren se puede perder la vida o algún
miembro del cuerpo. Sin horarios previsibles o programables, el tren sigue su
curso, y los migrantes lo agradecen porque es la única manera de no seguir a pie
–tenemos pies, no raíces como los árboles, pero se fatigan– los casi 4 mil
kilómetros que los distancian físicamente del sueño americano, tan cerca de su
imaginación pero que nunca han tocado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>También en el albergue para menores migrantes del
Instituto de Desarrollo Humano hay mutilados que recuerdan a ángeles caídos o a
cuerpos poseídos por el diablo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El enigma de la llegada: memorial de agravios
</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Salir-cruzar-llegar parece ser el lema que los une a
todos, una y otra vez. Porque México, como país de entrada y tránsito, es la
única salida al norte.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Para el viaje ya no hay que hacer la maleta, a lo sumo se
mete algo en una pequeña mochila. Como la que le compramos a uno de los
migrantes en tránsito en una de las modestas tiendas de Arriaga que las tienen
en oferta. Mochilas pequeñas, humildes, como por aquí se dice para significar
sencillas, y casi ninguna impermeables. A pesar de la temporada de lluvias y de
los múltiples ríos por cruzar en los que se les mojan los papelitos que llevan
como toda documentación personal con algún teléfono o dirección imprescindible
para orientarse al llegar. El sur frondoso y pluvial como reverso del árido
desierto del norte.<BR>Pero, ¿llegan?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Algunos no tienen documentos ni en su propio país y ni
siquiera registro de su nacimiento. Inexistentes.<BR><BR><STRONG>Cabaret y
mujeres </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>A muchos de los que sí los tienen, se los roban
asaltantes o se los quitan las propias autoridades, junto con el poco dinero que
llevan para subsistir. Por eso toman el tren fantasma con fe, como si sus rieles
y durmientes señalaran el camino al cielo y ellos se contaran por una vez entre
los favorecidos. Como dice Urs Jaeggi (El silencio del desierto): "En medio del
infierno algo resiste y se mantiene como la mala hierba. Es poco y mucho a la
vez. Protege del suicidio, de la desolación."</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tratados como extranjeros y como delincuentes, cuando son
migrantes que ejercen su derecho a la libre circulación, son considerados un
peligro, son el "otro". No hay marcha atrás, y aunque los regresan a los lugares
de los que han huido, lo vuelven a intentar de inmediato.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>La única salida: migraciones forzosas y retornos
forzados</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La estación migratoria de Tapachula, puerta principal de
la frontera sur de México y Norteamérica, como reza el folleto turístico, ciudad
auténtica por naturaleza, es de construcción reciente y un simulacro
arquitectónico de cómo se debería tratar al migrante en una cárcel de paso.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero la fachada y los grandes espacios vacíos no bastan:
la libertad es un bien inmaterial y no se ve, se ejerce. Los derechos son
invisibles y los más fundamentales para el migrante –la libertad de circular, el
no ser discriminado como delincuente por razones de origen, entre otras– son
violados por las autoridades ya desde el lenguaje oficial que camufla la
detención con el llamado aseguramiento, y la deportación con la llamada
conducción en autobuses refrigerados con películas en español –directivos de
migración dixit– que los dejan en la frontera de sus países centroamericanos
después de haber mal comido –todos se quejan de lo mismo– alimentos medio
podridos, corruptos en el auténtico sentido de una palabra tan común en nuestra
sociedad, que son negocio para algunos funcionarios de esa cárcel hueca como un
cascarón.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es ganancia todo lo que se va dejando atrás.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Y a veces, con la plaga apocalíptica de las maras en El
Salvador –y que ya están también en México–, la distancia es necesaria como
protección, para salvar la vida. <BR>El retorno forzado –regreso protegido o
repatriación, entre otros eufemismos– es una experiencia amarga que devuelve a
la población migrante a la boca del lobo de las penurias, de la violencia y las
amenazas.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El parque como mercado</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La plaza pública de Tapachula –el Parque, como lo llaman–
es el lugar de la con-trata, mercado de trabajo y del cuerpo como mercancía,
sobre todo del de las mujeres. En él se renueva y se incrementa la oferta y la
demanda en términos de servidumbre doméstica y sexual a través de enganchadores,
hombres y mujeres.<BR>La demanda es incesante y se despliega en locales de
servicio sexual de todo tipo: moteles, hoteles de paso, centros botaneros,
cantinas y locales de table dance, a todas horas, diurnas y nocturnas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A las menores o jovencitas "siempre hay quien las
traiga". La voz migrante "instalada" en la zona de meseras y bailarinas, que en
un noventa y cinco por ciento son centroamericanas, muchas menores de edad,
todas pobres y la mayoría madres, tiene el tono y la tonalidad de la
trata.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Condición sine qua non universal es no prestar este tipo
de servicios en el país o la región de origen. ¿Qué nombre, fama u honor se
preserva con ello? ¿O sólo en la tierra natal habría alguien que las rescatara?
Las dos únicas mexicanas que encontramos, adultas y más entradas en carnes y
experiencia, habían encontrado marido, eran solidarias con sus compañeras; una
vivía una nueva vida con un buen hombre del lugar, y la otra se iba a casar con
un marinero para irse a vivir a Mazatlán, en el puerto. "Allá me entrará la
tristeza, pero me quiere y me mantiene", decía.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El silencio es la voz del cuerpo
comprado</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En El Foco Rojo, un bar de Las Huacas, el barrio de bares
y cantinas a las afueras de Tapachula, la Paquita nos atiende cuando invitamos a
cuatro trabajadoras del local. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Ella se pinta los labios y se arregla la peluca y los
pechos postizos, como en un "lugar sin límites". Nos pone las botellas de
cerveza en la mesa y, a la segunda ronda, a ellas se las sirve más pequeñas,
Coronitas. Para protegerlas y que no se les suelte la lengua, tienen que
trabajar sobrias, tragando la sordidez de los cuartos en los que se "ocupan" y
la precariedad de la pasarela de table dance por la que desfilan, menudas e
infladas por sinsabores y mala alimentación. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Michelle o la representanción imaginaria de una
voz colectiva </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En el table dance de más categoría en Tapachula, nos
sentamos por tercera vez a una mesa tres amigas con un amigo. Invitamos a
Michelle, una de las bailarinas que ya nos espera. Le vamos a proponer una
entrevista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Llega:</DIV>
<DIV align=justify><BR>–Me voy a maquillar –nos dice, y nos saluda de
beso.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Regresa y se sienta con nosotros: </DIV>
<DIV align=justify><BR>–¿Cuántos años crees que tengo? </DIV>
<DIV align=justify><BR>–No sé, treinta y dos –digo con todo el prejuicio de que
las cabareteras interesantes son mujeres maduras.</DIV>
<DIV align=justify><BR>–Tengo diecinueve–. Es muy bella, hondureña, color dorado
de piel, suave, grácil, alta. Va vestida con el bikini de bailarina de pasarela
de table dance.</DIV>
<DIV align=justify><BR>–Yo no me quito la parte de arriba –nos dice–. Salí de
Honduras a los dieciséis, a viajar, ya tenía un hijo y vivía por mi cuenta.
Cuando se me acabó el dinero, entré de mesera en El Jacalito, pero es mejor
aquí, aunque el dueño tiene muy mal gusto. A los seis meses de llegar fui a
Honduras a buscar a mi hijo. Ahora tiene tres años. Acabo de tener otro hijo
hace dos meses, y a los veinte días ya estaba aquí bailando.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Rieles del Tren fantasma</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Sonríe con pesar y triunfante, como si su cuerpo no fuera
de ella sino de otra mujer que no ha pasado por un parto. </DIV>
<DIV align=justify><BR>–Él es el padre de mi hijo –dice, señalando a un muchacho
joven, flaco y alto, con un paliacate blanco y negro amarrado en la cabeza, que
está barriendo la pista de la pasarela y limpiando el palo del show.</DIV>
<DIV align=justify><BR>–¿Tú crees que él me permitiría trabajar aquí si me
dejara tocar por los clientes? Yo hago lo que quiero. Ayer expulsaron a una
compañera porque la agarraron con droga. Entre nosotras no nos llevamos bien.
Aquí no nos ocupamos con los clientes, sólo en un hotel.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque es obvio, y manifiesto, que la realidad es otra:
las meseras atienden a los clientes sentándose en sus piernas. Además hay una
jaula de vidrios ahumados que permiten ver desde fuera la actividad que realizan
dentro los vip. Extraño privilegio para clientes hombres que desean exhibir su
dominio y ser vistos sin que ellos vean a quienes los miran. Además, hay como
garitas con cortinas negras en las que también entran clientes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es la tercera noche que vamos en grupo tres mujeres,
visiblemente extranjeras para ellos, acompañadas de un amigo. </DIV>
<DIV align=justify><BR>cliente, viajante médico, dice, o representante de
laboratorios, canta "El rey", se gana el premio y nos envía una rosa a cada una
de nosotras. Hemos observado gestos, tratos, sonrisas de ellas y de los
clientes, y muy poco de lo que nos cuenta Michelle parece cierto. La tercera
noche, cuando se sentó con nosotros a la mesa, la invitamos a "una copa", como
nos pidió, no cerveza, la bebida más barata. Se tomó cinco whiskis con Tehuacán,
cada uno a cien pesos, y a ella le corresponde la mitad de cada ficha, según
dijo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Nunca acudió a la cita que hicimos para el día siguiente
frente a un conocido hotel de las afueras para después entrevistarla donde nos
alojábamos, a pesar de que se iba a ganar la cantidad que nos pidió. El tono
turbio y falso de la trata resultó ser el lenguaje de Michelle, atrapada sin
salida. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Epílogo</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>El planeta se calienta y las fronteras se desangran. Con
el deshielo, se puede atravesar el Polo Norte en barco, pero las fronteras se
han transformado en diques de contención para los migrantes, que son tratados
como mercancías no rentables y son objeto de transacciones por dinero si quieren
llegar a la tierra todavía prometida.<BR><BR><STRONG>Hombre
detenido</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Las mujeres, en y a cambio, pagan con su cuerpo. Ellas
protagonizan esta épica desde el lado más oscuro y con la naturalidad de quienes
saben del uso y abuso a los que están destinadas por una discriminación actual y
milenaria, a la que se agregan las de la pobreza y la de ser migrantes
indocumentadas, algunas de ellas menores de edad. Y si además entran por la
frontera sur, centroamericanas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la genealogía femenina centroamericana, las abuelas se
quedan a cuidar a los nietos, y las hijas, ya muy jóvenes, parten, la mayoría no
muy lejos, al Soconusco, donde se quedan para ganarse otra vida o perderse en
ella. Algunas, en desproporción con el porcentaje de la migración femenina
mundial que es del cincuenta y dos por ciento, se arriesgan, solas o en grupos
con otros migrantes, y emprenden la hazaña hacia el norte. En el camino, también
tienen que emplear su cuerpo, cuando no se apoderan de él asaltantes y otros
hombres que controlan y se cobran así su paso.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En lo más recóndito de su ser, tal vez cada una de las
mujeres migrantes que encontramos sueñe con llegar a ser algún día la tierra de
la gran promesa para todos los suyos en un mundo nuevo y aguerrido y, por fin,
justo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Puntos vulnerables: La globalización en el continente más
desigual del mundo</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay que ser nómada, estar en camino, para ver y escribir
sobre migrantes en tránsito. Viajamos por la frontera difusa, por carretera, en
un vehículo de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos, acompañados por una
mujer y un hombre, funcionarios en comisión.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El control de las fronteras está sujeto a la
arbitrariedad, al azar del registro de los vehículos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero las redes organizadas de los tráficos y los
intereses creados son las únicas que evitan un control y una seguridad –palabra
con nuevos significados que ha convertido las fronteras en "puntos vulnerables"
y a los ciudadanos en sospechosos– que, si se aplicaran rigurosamente, harían
imposible la circulación de mercancías y personas. Porque son los cuerpos, no
las fronteras, los puntos vulnerables.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los pases fronterizos son cruces incontrolables: si se
revisara vehículo por vehículo en cualquier punto de la frontera norte, la cola
de los detenidos llegaría hasta el Distrito Federal en unas horas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si la construcción del muro fronterizo por Estados idos
no es muestra de amistad con nosotros, ¿de qué es prueba o muestra la red de
canalización y desagüe de migrantes centroamericanos a sus países de origen
construida en todo el país a base de racismo y corrupción?
<HR>
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Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
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