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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><U><FONT size=5>boletín informativo - red
solidaria de revistas</FONT></U><BR><FONT color=#800000
size=6><EM>Correspondencia de Prensa</EM></FONT><BR>Año IV - 11 de marzo 2007 -
Redacción: </FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Socialismo<BR><BR>Gramsci en la América
Latina actual <BR><BR>Daniel Campione</FONT></STRONG><BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Revista Barataria</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Rebelión</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.rebelion.org/"><STRONG>http://www.rebelion.org/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El pensamiento gramsciano sigue siendo una guía
insustituible a la hora de emprender una reformulación del mundo social
entendido como una totalidad, aspiración situada en la base misma del proyecto
socialista original. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Al plantear la necesidad de encarar la especificidad de
la problemática ético-política sin abandonar la 'estructural', al desarrollar el
concepto de hegemonía en un sentido complejo y multidimensional, G señalaba el
camino para un proyecto que no se inclinara a descubrir una sola clave de la
sociedad existente para impugnarla desde allí.<BR>En un justificadamente famoso
pasaje de su obra carcelaria, Gramsci da quizá la mejor definición de
"hegemonía". Señala que una clase alcanza el más elevado grado de homogeneidad,
autoconciencia y organización cuando "...se alcanza la conciencia de que los
propios intereses corporativos, en su desarrollo actual y futuro, superan el
círculo corporativo...y pueden y deben convertirse en intereses de otros grupos
subordinados." De ese modo la lucha pasa del plano corporativo al 'universal'
"...creando así la hegemonía de un grupo social fundamental sobre una serie de
grupos subordinados."</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es en el propósito de construir una hegemonía distinta y
antagónica a la actual, una "contrahegemonía" que ascienda desde abajo, que se
encuentra un eje fundamental de la obra del pensador italiano. Puede afirmarse
que, en lo sustancial, la América Latina actual se enfrenta a similar
problema.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay una afinidad relevante entre la época de Gramsci y la
presente, que insufla actualidad a sus planteos: la sociedad capitalista
atraviesa una crisis de enormes proporciones, pero ésta no aparece como
terminal, y son muchos los indicios de que una 'sobrevida duradera' aguarda al
capitalismo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La 'revolución en Occidente'; y América Latina lo es en
los términos definidos por Gramsci; de una sociedad compleja y con vasto
desarrollo de la sociedad civil, requiere un trabajo mucho más prolongado y
denso de organización de la propia masa, y paralela desorganización del enemigo,
de configuración y expansión de una visión del mundo, acompasada con la
formación de los 'intelectuales orgánicos' de las clases que aspiran a refundar
la sociedad. Las 'superestructuras de la sociedad civil' resultan el terreno
privilegiado de la lucha de clases. La revolución no es un acto 'taumatúrgico',
un vuelco repentino de una situación, sino un proceso de construcción social
prolongado, surcado por múltiples mediaciones, atravesado por avances,
retrocesos y 'desvíos'.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ello indica la necesidad de involucrar al conjunto de la
sociedad y no a una minoría, el requerimiento de la 'concentración inaudita de
hegemonía' necesaria para vencer, entraña la acumulación de poder requerida para
plantear seriamente la disputa hacia una 'reforma intelectual y moral'.
Plantearse la 'guerra de posiciones' significa abandonar toda idea de avance
sobre el poder con un esquema de tipo estrechamente 'jacobino'. Y ello no puede
resolverse con un proceso de reformas pacífico y gradual, como han propuesto
muchos. Se trata de un camino más difícil y costoso, de una complejidad mucho
mayor en cuanto a los factores que intervienen.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los movimientos revolucionarios latinoamericanos se han
caracterizado en su mayoría, al menos hasta la década de los 70', por una
concepción del tipo 'guerra de movimientos'´ y adolecido de una visión
unilateral, limitada, de la dominación de clase, que tendía a minimizar el rol
de los procesos que se subsumen bajo el término gramsciano de 'hegemonía'.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El planteo era de lucha directa contra las relaciones de
propiedad que viabilizan la explotación económica. La impugnación al estado
burgués se hacía desde una visión unilateral del mismo, que lo percibía como un
orden fundamentalmente 'político-militar', que comprende a lo ideológico, pero
reduciéndolo a 'propaganda' manipulatoria, tal como lo caracteriza Joaquín
Brunner: "...una visión utilitaria y militante de la lucha ideológico-cultural,
que aquí es nada más que lucha política en las regiones de la
superestructura."</DIV>
<DIV align=justify><BR>La prioridad absoluta otorgada a la opresión económica,
de clase, y a la ejercida por un estado al que se veía sólo como brazo represivo
de la anterior, obturaba la visión sobre otras formas de opresión, y por
consecuencia directa, la posibilidad de articular una verdadera acción
contrahegemónica.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los defensores de reivindicaciones étnicas, de género,
ambientales u otras, corrían el riesgo de aparecer como 'desviando' a las
fuerzas contrarias al orden existente de sus objetivos principales, en vez de
ser éstas aceptadas y promovidas como vehículo para 'comprender y sentir' la
sociedad en términos más complejos que lo que se venía haciendo, aptos para
superar esquemas preconcebidos con resonancias 'iluministas'. De esa forma, no
se sumaban sino que se restaban, diversos ángulos de cuestionamiento, y
diferentes aliados en la lucha contra una opresión y alienación multiformes que
se prefería visualizar como 'monocolor'. Faltaba la labor de verdaderos
'intelectuales orgánicos' que entendieran la vinculación, la mutua necesidad,
entre los distintos prismas de crítica al sistema. Gramsci define al Estado como
la suma de las funciones de dominio y hegemonía, incorporando en un lugar
destacado la consecución del 'consenso activo' de los gobernados:"Estado es todo
el conjunto de actividades prácticas y teóricas con que la clase dirigente no
sólo justifica y mantiene su dominio sino que logra obtener el consenso activo
de los gobernados...". Es desde la recuperación de esa visión gramsciana que
puede rescatarse la complejidad y multiplicidad de dimensiones de la lucha
política.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En el fondo, se alentaba una concepción de élite
revolucionaria, de 'vanguardismo' atravesado por esos 'hermanos enemigos' que
son el voluntarismo y el economicismo, y que tiene como visión de sus acciones,
el disciplinamiento y manipulación de las masas movilizadas. Se albergaba
asimismo una visión de las sociedades latinoamericanas que las imaginaba al
estilo del 'Oriente' gramsciano, con la sociedad civil 'primitiva y gelatinosa,'
ignorando o subestimando la existencia de complejidades mucho mayores, algunas
existentes desde el siglo XIX, otras incorporadas por instancias reformistas
como el 'cardenismo', el "varguismo" o el "peronismo": El papel de los
sindicatos del 'sistema', el peso de movimientos políticos con ideología
'burguesa' pero real penetración nacional-popular, una mitología del 'progreso
social' dirigido por burguesías locales autónomas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Se prefería una visión simplificadora del funcionamiento
de las clases dominantes y del Estado, en el que las empresas trasnacionales y
el Departamento de Estado norteamericano, acompañados por un reducido grupo de
'sirvientes nativos', dirigían a un Estado semicolonial, acorazado por la
coerción instrumentada por ejércitos caratulados como 'perros guardianes del
imperialismo', sin ningún arraigo en la sociedad. En consonancia con el
pensamiento simplificador sobre las sociedades latinoamericanas, ejércitos
nacionales de prolongada historia; basados en el reclutamiento ciudadano
obligatorio, a los que el pensamiento oficial hacía aparecer con éxito como
indisolublemente ligados a la existencia del estado-nación a partir de las
guerras de independencia, no eran claramente diferenciados de las 'guardias
nacionales' mercenarias de algunos países centroamericanos y caribeños. </DIV>
<DIV align=justify><BR>El resultado era una apreciación equivocada de la
capacidad militar, o mejor 'político-militar' del orden social a vencer. Se
pensaba a la opresión de clase como más fácil de 'transparentar' por la doble
razón de que sólo se visualizaban sus aspectos más brutales, y se juzgaba a la
experiencia cotidiana, vívida, de la opresión, como generadora más o menos
automática de una conciencia revolucionaria.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La idea de una contestación de masas, basada en la
'iniciativa popular' autoorganizada, no entraba en los cálculos de buena parte
de la dirigencia revolucionaria latinoamericana, cautivada por la perspectiva de
convertirse en ''vanguardia' de un movimiento popular que debía dejarse conducir
por consignas que, supuestamente, iban al encuentro inexorable de su 'conciencia
verdadera'.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Otros sectores de la izquierda alentaron otro falso
'camino corto' hacia la transformación social. Nos referimos al sueño recurrente
de una perspectiva de cambio encabezada por algún sector burgués radical o un
ala militar 'progresista'. En esa visión, aquellas fuerzas debían hacerse con el
control del aparato del estado, para a través de algunas medidas fuertes de
modificación de las relaciones de propiedad, impuestas desde arriba, como
nacionalizaciones de sectores económicos clave, plantearan un escenario que
fuera 'antesala' de transformaciones más radicales. La 'revolución peruana', el
proceso panameño encabezado por Torrijos, entre otras tentativas, parecían
indicar la viabilidad de ese camino. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Era la ilusión de un 'atajo' que permitiera ahorrarse la
laboriosa construcción en el movimiento social, la creación de una
'contracultura' que se oponga a la oficial; para abrir una transformación
relativamente 'sencilla'. No se espera entonces un 'asalto al poder', que se
intuye improbable, sino de una 'revolución pasiva' por vía de un desprendimiento
del aparato del estado o de los aparatos hegemónicos del orden de clase
existente. Se pensaba en términos de un 'salto' permitido no por la fuerza
propia sino por la ajena, que revirtiera casi mágicamente la debilidad política
e intelectual del campo propio.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En definitiva, el asalto al poder, y el liderazgo más o
menos providencial provisto por la propia clase dominante, son versiones
diferentes de la idea de la 'vía fácil', del 'golpe de mano' que reduce a
'acontecimiento' repentino un proceso social complejo y prolongado, y elude
ilusoriamente la necesidad de la desgastante 'guerra de posiciones'. Ambos
parten de seguir confundiendo a 'Oriente' con 'Occidente', y al Estado con un
armazón coercitivo ajeno a la sociedad, mas allá de una pequeña minoría
privilegiada que lo controla. Ambos tienen en común eludir la problemática de la
construcción contra/hegemónica, abandonar un camino prolongado y espinoso de
transformación social, por otros senderos que, en definitiva, terminan negando
esa transformación de fondo. Están incapacitados, por sus propios presupuestos,
para apostar a una sociedad realmente basada en la autonomía y la
autoorganización del conjunto social, y la disolución de las relaciones
jerárquicas, de sometimiento, para dar paso a otras 'horizontales', de
perspectiva igualitaria.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La derrota experimentada en carne propia; en algunos
casos, la visión de los contrastes ajenos en otros, la reversión del orden
mundial que quedara sintetizada en la 'Caída del Muro de Berlín', el cambio
general del 'clima de época', hicieron que aquella visión de la transformación
social quedara, sino sepultada definitivamente, seriamente dañada en sus
posibilidades de generar movimientos políticos eficaces. Se abría un abismo para
las izquierdas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Uno de los grandes interrogantes que queda abierto, es
acerca de los modos de re-construir la acumulación de fuerza en el 'abajo'
social, para enfrentar la dominación de clase reorganizada, en contra de la
multiplicidad de voces que pregonan alguna forma de 'adaptación' al nuevo orden
existente que, tal como está dada la modalidad de ejercicio de la supremacía
social, política y cultural, deja justamente poquísimo margen para una respuesta
adaptativa.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se requiere articular la reflexión crítica sobre el
pasado, de una forma que no sea el lamento de la derrota, ni tampoco la
adaptación pacífica al orden existente. Un problema para la construcción de una
praxis efectivamente de izquierda, radica en la necesidad de incorporar a su
visión del mundo los cambios estructurales producidos en los últimos años, sacar
plenas consecuencias de los mismos, y pasar por el tamiz crítico (y no por el
rechazo unilateral) las aportaciones de los teóricos de la "transición
democrática" en los ochenta. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La crítica de variados aspectos del revolucionarismo
sesentista, tales como la subestimación o la ignorancia de la complejidad y
multiplicidad de las bases del dominio de clase, incluyendo toda la problemática
de la hegemonía, la existencia de una concepción groseramente instrumental del
estado, la visión 'estatalista' de la construcción del socialismo, completada
por el 'productivismo', la noción vanguardista y jacobina de partido, merecen
una seria atención. A esos puntos de vista, debería aplicárseles el criterio que
G desarrolló a propósito del pensamiento croceano: 'retraducirlo' a términos de
la 'filosofía de la praxis', para hacer retomar a ésta un 'impulso adecuado',
que no tiene por qué reproducir las conclusiones finales de esa crítica pero sí
utilizarla como basamento de la re-construcción del campo ideológico
propio.<BR>Ello implica re-instalar la problemática de la formación de
'intelectuales orgánicos' capaces de ser protagonistas de un gran cambio
político-cultural que se expanda desde la izquierda radical a un campo más vasto
de pensamiento y acción crítica, estrechamente vinculada a las organizaciones
populares y el movimiento social en general.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se necesita recrear un enfoque revolucionario
latinoamericano, que debe ser articulador de realidades sociales y culturales
afines pero diversas, con trayectorias históricas similares, pero no exentas de
diferencias importantes entre sí; con formaciones sociales que comparten la
ubicación periférica, la suerte del 'Sur' del mundo, pero tienen diversos grados
de desarrollo relativo y de complejidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No se trata de reemplazar el discurso socialista por una
impugnación limitada del 'modelo', en clave 'anti-neoliberal', que elude
confrontar con el capitalismo, y que corre serios riesgos de no aportar a ningún
tipo de modificación de la realidad, ni moderado, ni radical. La búsqueda
válida, nos parece, es retomar, con todos los enriquecimientos devenidos de la
gigantesca reorganización de la dominación capitalista, el eje anticapitalista
de las luchas. Entendiéndolo no sólo como 'expropiador' de los propietarios,
sino como contrario a la mercantilización de las relaciones sociales y a la
alienación que no dejan de avanzar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El cuadro social actual no es de los que puedan
modificarse seriamente por un cambio de gobierno o por reformas que
'perfeccionen' el régimen político, sino que requiere una confrontación de más
largo plazo, y realizada en múltiples terrenos. En primer lugar, se requiere la
disputa en torno a la constitución del sentido común de las masas. Y se hace
insoslayable la re-articulación del contenido internacionalista del conflicto,
lo que, por supuesto, no puede transitar las coordenadas de las
'Internacionales' del pasado, pero de ser eludida, lleva a un
'latinoamericanismo' que no tiene propuestas de alcance mundial, mientras las
clases dominantes hacen de su mundialización la base para proclamarse
invencibles y sin rivales a la vista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El propio decurso de vastas áreas de América Latina en
los últimos años provee al menos la materia prima para algunas respuestas.
Desmintiendo palmariamente las teorizaciones en torno al ocaso definitivo de la
'política de masas' y del abandono del ámbito 'callejero' del debate político
para recluirse en los media, los levantamientos populares se fueron sucediendo a
partir de los últimos años 90'. Tuvieron frecuencia e intensidad creciente,
hasta configurar un verdadero ciclo de 'rebeliones populares' en América del
Sur, que dieron por tierra con presidentes en Ecuador, Argentina, Bolivia, Perú
y Paraguay o defendieron a un presidente dotado de consenso popular y sustento
organizado de las clases subalternas, en Venezuela. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Y al menos en dos casos, Venezuela y Bolivia, han dado
lugar a experiencias de gobierno capaces de articularse con la organización y
movilización popular autónomas, y a desarrollar un grado de enfrentamiento con
el gran capital y una perspectiva de cambio profundo en la conformación social y
cultural. Esos procesos auspiciosos no debieran dar lugar a la admiración
incondicional, y menos a la identificación autómatica del rumbo transformador
con los dictados de los respetivos aparatos estatales. La posibilidad abierta y
real de un flujo de abajo-arriba es sin duda una virtud central del devenir
venezolano y boliviano.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por lo demás, en la mayor parte del resto de los países
los alzamientos populares no dieron lugar a procesos de vastas transformaciones
sociales y de predominio de la iniciativa popular, sino a recomposiciones, más o
menos precarias, pero eficaces, al menos en lo inmediato, del poder político de
las clases dominantes (y aun de su predominio cultural). Las luchas populares
alcanzaron cotas altas pero desnudaron la inexistencia de una conformación
contrahegemónica susceptible de disputar con éxito el poder. Incluso en algunas
de las sociedades no tan afectadas por la crisis política, y poseedoras de una
izquierda con fuerza social y peso electoral en proceso de 'moderación', se ha
posibilitado el acceso de esas izquierdas al gobierno, como en Brasil y Uruguay,
ampliando así el diapasón de propuestas de gobierno disponibles, sin riesgo para
los establishments respectivos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Fortalecimiento organizativo, coordinación, construcción
de un discurso alternativo creíble y eficaz, son requerimientos impostergables.
Pero también lo es la superación de las trabas que hoy se oponen, en la
mentalidad colectiva, a la militancia activa por la transformación.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Estamos además ante la necesidad de un replanteo de la
visión histórica acerca de las clases subalternas, y de la propia idea de la
centralidad histórica del 'proletariado' y del tipo de coalición social que
puede sustentar un proyecto contra-hegemónico. El propio instrumento primario de
organización obrera, el sindicato, se enfrenta hoy a la clausura de un modelo
basado en trabajadores del sector formal y estables. Y los partidos de raigambre
entre los trabajadores, tanto revolucionarios como reformistas, sufren profundas
metamorfosis, muchas veces alejándose de esa referencia de clase original.
Parece claro, sin embargo, que la construcción de fuerzas revolucionarias no
puede hoy vaciarse en el molde leninista, sino avanzar sobre líneas novedosas,
que incluso pongan en tensión la forma 'partido' como tal, sin desecharla a
priori.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se requiere, en cambio, la confianza en las posibilidades
de unas clases subalternas social, política y culturalmente plurales, pero
susceptibles de articularse en un haz contrario al capitalismo, que apunte a
re-fundar la utopía socialista, sobre la base de la multiforme pero omnipresente
lucha entre expropiadores y expropiados. El interrogante es acerca de qué
proceso cultural, moral y político se deberá atravesar para constituir un
espacio social que aspire a formar un nuevo 'bloque histórico' a partir del
cuestionamiento radical del orden existente.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La dispersión, la falta de articulación con otros
espacios que no sean los del propio sector o 'asunto', el aislamiento y la
inorganicidad a las que muchos cantan loas en nombre de la diferencia y la
elusión de tentaciones autoritarias, no pueden ser un camino sino hacia la
conservación de la sociedad existente. La aspiración a mantener la fragmentación
actual está marcada, con mayor o menor grado de conciencia, por la renuncia a
cuestionar al orden social en su totalidad. Los actuales pensadores de la
dominación le dejan con gusto a las organizaciones de las clases subalternas el
terreno de lo 'micro', de lo estrictamente local o sectorial, cuando más pequeño
y localizado mejor; de la 'pequeña política' que sólo disputa sobre cuestiones
'parciales y cotidianas', para mejor encubrir la renuncia a la 'gran política',
la que se abandona con exclusividad a las clases dominantes. Las organizaciones
populares, nuevas y viejas, deben enfrentarse a fuertes presiones hacia su
'domesticación', a encuadrarse en los límites de una 'gobernabilidad', entendida
básicamente cómo que las clases subalternas ejerzan su libertad de organización
y movilización, pero absteniéndose de todo lo que pueda perturbar las relaciones
de poder existentes, y a que se coloquen bajo la tutela, directa o mediata, de
organismos internacionales o de agencias gubernamentales, que les provean
financiación al mismo tiempo que les señalen los límites de su acción.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La 'autorreforma' intelectual y moral de la izquierda es
indispensable, un requisito de cambio en el propio campo para poder pensar y
actuar seriamente hacia el cambio social global. Quien lo niegue quedará sujeto
a la inoperancia, expuesto a convertirse en vestigio del pasado al tratar de
pensar el presente con las herramientas de aquél. Existe la posibilidad de y
llevarla a efecto como un programa teórico y práctico que re-defina los
objetivos revolucionarios, siempre en torno al eje anti-capitalista, sobre el
ideal de la construcción de una sociedad sin explotación ni alienación, creativa
e igualitaria. Esa 'autorreforma' requiere abarcar a los modos de pensar y
comportarse, el reconocerse parte del conjunto social y no una minoría ilustrada
y 'naturalmente' dirigente. La ruptura con ese 'renacentismo' al que lleva la
idea exacerbada de 'vanguardia', hace recordar la idea gramsciana de la
necesidad de conjugar 'renacimiento' y 'reforma'.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se requiere continuar pensando la revolución social,
entendiéndola en línea con las enseñanzas de Gramsci y otros cultores del
marxismo crítico: a) como un proceso y no como un 'acontecimiento' único, al que
se adjudica la apertura de una nueva era por su sola producción b) de una manera
en que sea decisivo su componente de 'iniciativa popular', de autogobierno y
autoorganización de las masas, de generación y difusión de una 'visión del
mundo' antagónica a la predominante; que ocupa un lugar al menos tan importante
como el de las medidas de 'expropiación de los expropiadores'.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>La información difundida por
Correspondencia de Prensa es de fuentes propias y de otros medios, redes
alternativas, movimientos sociales y organizaciones de izquierda. Suscripciones,
Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
</FONT></DIV></BODY></HTML>