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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT size=5><U>boletín informativo - red
solidaria de revistas</U></FONT><BR><FONT color=#800000
size=6><EM>Correspondencia de Prensa</EM></FONT><BR>Año IV - 21 de marzo 2007 -
Redacción: </FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Agro-combustibles</FONT></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Los agro-combustibles constituyen un
proyecto de recolonización imperial, un nuevo asalto de las industrias
transnacionales a las economías campesinas y a la soberanía
alimentaria</FONT></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Agrocombustibles versus soberanía
alimentaria<BR><BR>Silvia Ribeiro *<BR></FONT></STRONG><BR><STRONG>ALAI
AMLATINA, 19-3-07</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>México
DF.</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>Malí, que alojó en febrero 2007 el
Foro Mundial de Soberanía Alimentaria "Nyéléni", es uno de los diez países más
pobres del mundo, si se mide en dinero. Sin embargo el país tiene recursos
como oro y algodón -del cual es uno de los principales </FONT><FONT face=Arial
size=2>productores del continente-, pero la herencia colonial y las imposiciones
de la Organización Mundial de Comercio, el FMI y el Banco Mundial han sumido a
su población en la miseria. Aún así, Malí sigue siendo un país rico.
No por esos recursos, muy vulnerables a cambios tecnológicos y de mercado, sino
por otros tesoros: el 80 por ciento de la población sigue ejerciendo
cotidianamente la compleja sabiduría de cuidar y producir, en formas diversas y
locales, sus alimentos y medicinas y los de sus animales, la fibra de sus
vestidos y tejidos y los materiales para sus viviendas, pese a climas de intenso
calor y sequía y a las múltiples capas de dominación externa.<BR><BR>Por esa
riqueza y contrastes, Malí fue un escenario adecuado para que más de 500
delegados de 118 países y de diversos movimientos sociales -campesinos,
trabajadores sin tierra, migrantes, mujeres, pastores, pescadores artesanales,
consumidores, ecologistas, indígenas- se encontraran para avanzar análisis y
estrategias comunes hacia la soberanía alimentaria, concebida como el derecho y
la capacidad de los pueblos, desde sus bases, a producir sustentablemente y en
forma diversa y adecuada a sus culturas, alimentos de calidad, suficientes y
accesibles para todos.<BR><BR>Pese a las dificultades para llegar a Malí, a la
debilidad o falta de presencia real de algunos movimientos importantes en el
tema -como los indígenas- y la contradicción de hacer una reunión global para
discutir un tema que necesariamente nace y se realiza en la diversidad local; el
encuentro fue un hito importante, sobre todo como germen de la colaboración
entre movimientos, tanto para la construcción como para la
resistencia.<BR><BR>Entre los movimientos allí presentes existen los
conocimientos, experiencias y en varios casos, colaboraciones de redes locales
y/o que se enlazan a nivel internacional, en temas como la resistencia contra
los tratados de libre comercio, los transgénicos, la privatización de
conocimientos, semillas, tierras y agua, la devastación de suelos zonas
pesqueras y de pastoreo tradicional, la migración forzada y criminalizada, la
imposición de normas legales para impedir que los pequeños productores puedan
llegar a los mercados y otras. Nyéléni fue una oportunidad para rehacer
mapas, reafirmar y fortalecer acciones comunes y construir nuevas.<BR><BR>Entre
éstas últimas, surgió con fuerza la denuncia de las amenazas que representan los
agro-combustibles, mal llamados "biocombustibles". Delegados de las
Américas, de Asia y de Africa, aportaron sus conocimientos para armar el
rompecabezas de esta nueva trampa, así como la construcción de un amplio frente
de resistencia a ella.<BR><BR>Al contrario de lo que afirman sus promotores,
como Estados Unidos y la Unión Europea, que serían una respuesta ambientalmente
amigable frente al cambio climático producido por los combustibles derivados del
petróleo, esta nueva ola de monocultivos industriales no mitigarán ninguno de
los problemas existentes y creará nuevos.<BR><BR>Aunque la cantidad de biodiesel
o etanol que se puede obtener, varía con el tipo de cultivo, se necesitan
enormes extensiones de tierra cultivable para producirlos. Con la cantidad
de cereales que se necesitan para llenar el tanque de una camioneta se puede
alimentar una persona un año entero. Además, la mayor parte de la energía
producida, consume en el cultivo y el procesado -en petróleo, agrotóxicos,
maquinaria, transporte, refinamiento. Según las condiciones y el cultivo,
puede incluso dar saldo negativo. Si se incluyen en la la destrucción de
ecosistemas como bosques y sabanas, o el hecho de que las refinerías de etanol y
las plantas de procesamiento de son una fuente de contaminación del ambiente y
la salud de los habitantes cercanos, el saldo definitivamente es negativo.
Irónicamente, las industrias argumentan que los cultivos normales no rinden lo
suficiente, e intentan justificar cultivos y árboles transgénicos -para producir
etanol a partir de celulosa-, que agregarían otra gama de amenazas.<BR><BR>Las
industrias y gobiernos del Norte necesitan que la producción sea en los países
del Sur, en parte porque no disponen de tierra o no quieren usarla para esto, y
porque asumen que en esos países los problemas ambientales son obviados por
gobiernos ávidos de "inversión" extranjera y de promover la agricultura
intensiva de exportación, en desmedro de sistemas locales integrales que
constituyan su propia soberanía alimentaria. Las instituciones financieras
internacionales (Banco Mundial, Banco Interamericano) ya anuncian que "apoyarán"
esta conversión, metiendo en la trampa a pequeños y medianos productores y
aumentando las deudas externas de los países.<BR><BR>Claramente hay un proyecto
geopolítico de Estados Unidos para disminuir su dependencia de las naciones
petroleras, pero además, un interés propio de las empresas que están detrás de
esta nueva devastación agrícola: para las industrias que controlan los
agrocombustibles (grandes distribuidores de cereales como Cargill, ADM y Bunge,
productores de semillas transgénicas como Syngenta, DuPont, Monsanto, Bayer, Dow
y las automotoras, todo son ganancias: reciben subsidios directos o indirectos,
leyes a su favor y una significativa extensión de las tierras y agricultores
dedicados a producir las materias primas que necesitan, al precio que definen, y
cada vez más controlarán al aumentar la competencia entre países.<BR><BR>Los
agro-combustibles constituyen así un proyecto de recolonización imperial, en un
nuevo asalto de las industrias transnacionales a las economías campesinas y a la
soberanía alimentaria.<BR></DIV></FONT>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>* Silvia Ribeiro es investigadora del
Grupo ETC.</DIV>
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<HR>
<EM><FONT color=#000080 size=3><STRONG>La información difundida por
Correspondencia de Prensa es de fuentes propias y de otros medios, redes
alternativas, movimientos sociales y organizaciones de izquierda. Suscripciones,
Ernesto Herrera: </STRONG></FONT></EM><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><EM><FONT color=#000080
size=3><STRONG>germain5@chasque.net</STRONG></FONT></EM></A>
<HR>
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<DIV align=justify><BR><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>