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<DIV align=center><FONT size=4><STRONG><FONT size=5><U>boletín informativo - red
solidaria de revistas</U></FONT><BR><FONT color=#800000
size=6><EM>Correspondencia de Prensa</EM></FONT><BR>Año IV - 14 de mayo 2007 -
Redacción: </STRONG></FONT><A href="mailto:germain5@chasque.net"><FONT
size=4><STRONG>germain5@chasque.net</STRONG></FONT></A></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Gran
Bretaña</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Tony Blair se despide: balance de 10
años de "tercera vía"</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Susan
Watkins *</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG>Sin Permiso</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><A href="http://www.sinpermiso.info"><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.sinpermiso.info/"><STRONG>www.sinpermiso.info</STRONG></FONT></A><FONT
face=Arial size=2><STRONG>/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de </STRONG></FONT><FONT
face=Arial size=2><STRONG>Casiopea Altisench para Sin Permiso</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR> <BR>Otro primer ministro que se va al paro. Como
Margaret Thatcher, Blair ha sido despedido por los colegas de partido, que
esperan mejorar su suerte política sin él, en vez de someterse como es debido al
juicio del electorado. Pero, aun si desde muchos puntos de vista el programa de
Blair ha sido una versión eufemística, sólo que más sangrienta, del de Thatcher,
el estilo con que ambos se han ido es harto distinto. La liquidación de Thatcher
por sus colegas conservadores culminó con una representación teatral: el anuncio
hecho ante la pirámide cristalina del Louvre durante el Congreso que en París
anunció el fin de la Guerra Fría; lágrimas; una Cámara de los Comunes rebosante.
La salida de escenario de Blair viene quieras que no, con un transfondo de
coches bomba y carnicerías en Irak, con centenares de miles de personas
asesinadas o mutiladas por causa de su política. Y Londres, en el punto de mira
principal de los ataques terroristas. Los partidarios de Thatcher no tardaron en
mostrarse horripilados de lo que habían hecho. Pero hasta los mayores aduladores
de Blair confiesan su alivio al verlo finalmente partir.</FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>El ministerio de Blair no habría podido existir sin el de
Thatcher. El New Labour aparece a comienzos de los años 90 en un paisaje social
transformado por ella. La tradicional supremacía de la City financiera, bien
afianzada; los servicios, privatizados; los sindicatos, reducidos a la nada; las
industrias del carbón y del acero, desmanteladas. Privatización y
desindustrialización habían provocado una migración masiva de la población del
norte hacia el sur de las periferias y de los servicios y una patente
transferencia de riqueza de los pobres a los ricos. El Partido Laborista fue
también remodelado. Tras la derrota de la izquierda en las batallas ideológicas
de los años 80, Neil Kinnock impuso modificaciones estructurales, a fin de
eliminar la influencia de los activistas, y abrió paso a las campañas
electorales inspiradas en los Nuevos Demócratas [norteamericanos]: cielos
azules, niños y una vagarosa promesa de “cambio”. Completaban el programa un
rígido empeño en la austeridad fiscal por parte del canciller del gobierno
laborista en la sombra, John Smith, y la promesa de reformas graduales para
atraerse aliados. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Blair y Brown, que sucedieron en el liderazgo a Smith
tras la muerte de éste, confeccionaron todo de una forma más juvenil, telegénica
y manifiestamente neoliberal, y prometieron extender el libre mercado hasta los
confines de la UE, y más allá. Si Thatcher era tratada con respeto y temor en la
carta fundatriz del New Labour en 1996 –la “Revolución de Blair”—, mayores
deferencias se guardaban aún para la Casa Blanca. Blair y Brown habían sido
acérrimos partidarios del circuito de Washington desde el comienzo de sus
carreras. Todavía en la oposición, exigieron el apoyo unánime del gobierno
laborista en la sombra al bombardeo de Clinton en Irak de 1996. Aunque ahora los
admiradores de Blair presentes en el Guardian y en la London Review of Books
hablan de “desencanto” con el New Labour, su programa de militarismo
neoliberal, confeccionado en Chicago y en Washington, era harto conocido
mucho antes de la victoria electoral del 97. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Las frenéticas tentativas de Blair, una vez asumido el
cargo de primer ministro, para seguir en la vanguardia de la avanzada militar
norteamericana en Eurasia –solicitando la invasión por tierra de los Balcanes,
falsificando faxes sobre el uranio yellowcake, inventando informes sobre las
armas de destrucción masiva y tabulando misiles de Sadam capaces de dar en el
blanco en 45 minutos—, se basaban en un frío cálculo político. La City y las
transnacionales británicas tenían todo su interés puesto en sostener la
expansión del libre mercado, y Blair se apresuró a ofrecerse como capellán
castrense de la única superpotencia cuya dotación armamentista podía garantizar
esa expansión. Fundándose en la “doctrina de la comunidad internacional”,
escrita para él por Lawrence Freedman en 1999, los ataques preventivos de EEUU o
la ocupación de estados soberanos podían presentarse como guiados por una
“amalgama más sutil del interés recíproco y el propósito moral”, cuyas nobles
razones tenían primacía sobre el derecho internacional. Eso ofrecía una hoja de
parra con que cubrir las vergüenzas de los bombardeos de la OTAN sobre
Yugoslavia, que ignoraban la existencia misma del Consejo de Seguridad de la
ONU. Y podía incluso ofrecer una justificación retrospectiva de los bombardeos
angloamericanos de 1998-99 en la operación Zorro del Desierto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Con el 11 de septiembre, Blair pasó a ser un fanático
sargento reclutador en la guerra al terror, apelando a los valores occidentales
mientras las bombas de racimo llovían sobre campos afganos. Ya en abril de 2002
había gastado Brown 3 mil millones de libras esterlinas para financiar la fuerza
de invasión británica en Irak. Se dice que Blair y Colin Powell habían combatido
pugnazmente el plan inicial de Rumsfeld, que preveía un ataque quirúrgico al
liderazgo Baas y una rápida retirada que dejara intacto el grueso de la
administración iraquí. La posición de Blair, favorable a una ocupación militar a
largo plazo para reestructurar Irak conforme a las exigencias “humanitarias” del
libre mercado, ganó la mano. Bush substituyó a Garner por Bremen, y el
hundimiento en el caos social propiciado por la invasión llevó a la actual
pesadilla. Según sus consejeros, la ventaja de Blair en el palco de la escena
mundial radicaba en su capacidad para tranquilizar a los norteamericanos
respecto de la “nobleza” de su misión imperial. Las elecciones legislativas
estadounidenses de noviembre de 2006 cavaron su fosa política. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En el interior del país, la peculiar inconsistencia de
Blair en los últimos diez años pudo contar con el aliado de una oposición
inexistente. Mientras Thatcher tuvo que vérselas con la hostilidad de sectores
importantes de los medios de comunicación, en 1997 y en 2001 Blair ha gozado del
apoyo de todos los diarios de Murdoch (Times, Sun, Sunday Times), además del
Guardian, del Independent, del Daily Express, del Daily Mirror, del Economist y
del Financial Times. Bajo tal unanimidad, el conservadurismo post-thatcheriano
quedó aplastado y exangüe. El éxito electoral obtenido por los laboristas en
1997 se basaba sólo en el 31% del total del electorado. La masiva abstención de
los electores tories proporcionó a Tony Blair una mayoría parlamentaria
histórica: 413 escaños sobre un total de 650, con los conservadores reducidos a
166 escaños. Desde entonces, el voto laborista no ha dejado de disminuir en cada
contienda electoral: al 24% del total electoral en 2001, y al escaso 20% en
2005. Pero el inalterado fracaso de los conservadores ha favorecido al gobierno
laborista. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Para desdicha de cualquier perspectiva de renovación
política radical, Blair no ha sido puesto en discusión por la izquierda. Al
menos en Inglaterra (Escocia es un caso un tanto distinto), los liberales de
izquierda que rechazaban la revolución liberal de Thatcher se quedaron mudos
mientras el laborismo proseguía el mismo curso (cortando las ayudas a las
familias monoparentales, aumentando las tasas universitarias, sosteniendo a los
hombres de negocios del sector privado en proyectos de educación y de salud
pública). A los pobres, migajas: créditos fiscales o subsidios para jardines de
infancia, testimonios de la compasión de Brown. En nombre de la guerra al
terror, la izquierda laborista ha hecho aprobar leyes de estado policial, a fin
de poder detener a sospechosos sin necesidad de acusación o ponerlos bajo
arresto domiciliario. Sólo 12 parlamentarios laboristas votaron a favor de una
investigación parlamentaria de la invasión de Irak. Leales a Blair, los
partidarios del laborismo han sostenido la guerra con más ardimiento que los
conservadores. La enorme manifestación contra la guerra que tuvo lugar en
Londres en febrero de 2003 quedó en nada una vez iniciada la invasión. Vistas
las cosas con perspectiva histórica, éste ha sido el mejor resultado obtenido
por Blair: reconciliar a los críticos de la izquierda liberal con el orden
neoliberal y sus guerras.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En la prensa liberal, columnistas y editorialistas han
pasado alegremente por alto las pruebas de corrupción en el New Labour. Cuando
una donación de un millón de libras esterlinas del presidente de la Fórmula 1
dio como resultado una exención especial del gravamen que pesa sobre la
publicidad de tabaco en las carreras automovilísticas, y cuando una contribución
de tres millones de libras esterlinas al Millenium Dome del gobierno fue seguida
de la inmediata expedición de pasaporte británico al traficante de armas hindú
Srichand Hinduia, fugado de su país acusado de corrupción, el columnista del
Guardian Hogo Young se limitó a decir: “Si la perfección moral es el criterio,
pronto dejarán de ir en cabeza”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los elogios a Blair han registrado un crescendo con cada
nueva empresa militar. El Economist alabó su “desparpajo emocional” en lo
tocante a Afganistán, el Guardian elogió “su habilidad” en la presentación del
falso dossier sobre las armas de destrucción masiva iraquíes ante la Cámara de
los Comunes. La lisonja ha ido de la mano de la aceptación de una nueva cultura
de corrupción política. Muy pocos protestaron cuando Blair despidió al
presidente de la BBC por haber permitido la emisión de un programa en donde se
arrojaban dudas sobre la existencia de armas de destrucción masiva iraquíes, o
cuando el director del Daily Mirror, contrario a la guerra, fue despedido: había
caído en una trampa, publicando fotografías trucadas de atrocidades británicas
en Irak, a lo que parece puestas en circulación con la connivencia de las
fuerzas armadas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ricos hombres de negocios han comprado posiciones
políticas con desvergonzada impunidad. Una donación de un millón de libras
esterlinas al Labour obtuvo para el empresario del bio-tech Paul Drayson un
título nobiliario, un contrato para vacunas de 32 millones de libras esterlinas
con el servicio sanitario nacional y un cargo en el gabinete Blair. Ahora
Drayson es investigado por una adjudicación de armas del Ministerio de Defensa.
Una investigación sobre sobornos para ventas de armas a Arabia Saudita ha sido
cerrada por Blair “en interés de la seguridad nacional”. Hasta los servicios
secretos del MI6 han protestado, observando que el interés nacional no
estaba en juego. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La autocomplacencia del New Labour se ha visto apuntalada
con el efecto riqueza provocado por una burbuja inmobiliaria de diez años de
duración en el sur de Inglaterra, e hinchada gracias al papel desempeñado por la
City como territorio desregulado a favor de las finanzas globales y merced al
boom del consumo basado en el endeudamiento. Pero las tasas de crecimiento en el
sector servicios esconden una larga recesión en la industria manufacturera y el
aumento de las desigualdades regionales. El empleo ha crecido a lomos de los
contratos laborales no indefinidos o a tiempo parcial: sólo un tercio de los
trabajadores británicos tiene hoy contrato indefinido y trabajo a tiempo
completo. Las fortunas de la clase media son ahora desparejas, con el sector
público en declive, mientras han prosperado las ventas y el marketing. Una clase
obrera desindicalizada y desindustrializada ha sido reabsorbida por el comercio,
al por mayor y al detalle: la consolidación en clave blairiana del sueño de
Margaret Thatcher. El pseudocambio de régimen que viene con el ascenso de Gordon
Brown no alterará esas coordenadas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>* Susan Watkins es Editora de la New Left Review. </DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>La información
difundida por Correspondencia de Prensa es de fuentes propias y de otros medios,
redes alternativas, movimientos sociales y organizaciones de izquierda.
Suscripciones, Ernesto Herrera: </FONT></EM></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT color=#000080
size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>