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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000 size=6><EM>boletín
informativo - red solidaria</EM></FONT><BR>Correspondencia de Prensa<BR>Año IV -
13 de julio 2007<BR>Redacción y suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Marxismo</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Ernest Mandel y el
ecosocialismo</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Michael Lowy</FONT></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG>Corriente(a)lterna</STRONG></DIV>
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href="http://www.espacioalternativo.org/"><STRONG>http://www.espacioalternativo.org/</STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>1) Las ideas ecológicas de Ernest
Mandel</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La preocupación por el medio ambiente en los escritos de
Ernest Mandel sólo aparece con fuerza a partir de la década de 1970. Ella no
figura prácticamente, por ejemplo, en el Tratado de Economía (1962). Es verdad
que se descubre ya, en esa obra "inaugural", la idea de "detener el crecimiento"
en el socialismo: "Cuando la sociedad dispone de un parque de máquinas
automáticas suficientemente amplio para cubrir todas las necesidades actuales
(…) es probable que el ‘crecimiento económico’ será lento o momentáneamente
detenido. El hombre completamente libre de toda preocupación, económica, habrá
nacido." [1]</DIV>
<DIV align=justify><BR>Entonces, es a partir de 1971-72, después de la aparición
de los primeros movimientos ecológicos y de haber leído las obras pioneras de
Elmar Altvater, Harry Rothman y Barry Commoner que Ernest Mandel va a empezar a
integrar la dimensión ecológica en sus reflexiones.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Así, en La tercera edad del capitalismo (1972) se
cuestiona sobre la "amenaza creciente que la técnica contemporánea, a causa de
su instrumentalización capitalista, hace pesar sobre el medio ambiente" y por
tanto sobre "la supervivencia de la humanidad". Sin embargo no se trata de una
problemática central en esa obra: no son más que algunas referencias aquí y
allá, sin que el tema sea tratado de manera sistemática. [2]<BR><BR>Al parecer,
fue el Informe del "Club de Roma" (Informe Meadows, sostenido por Sicco
Mansholt) lo que estimuló en Mandel el principio de una reflexión más sostenida
sobre el tema del medio ambiente: tal será el objeto del artículo "Dialéctica
del crecimiento" de noviembre de 1972, más tarde publicado en alemán bajo el
título "Marx y la ecología."<BR><BR>Considerando que había escrito en el Tratado
sobre la posibilidad de detener el crecimiento económico en el socialismo, es
curioso que su reacción al informe Meadows sea tan negativa, al punto que
caracteriza a los autores como los "doctrinarios del capitalismo" dispuestos a
sacrificar todo, incluso el nivel de vida hoy día todavía considerado sagrado,
"en la medida en que la propiedad privada y la ganancia sean protegidas". Les
reconoce, no obstante, el mérito de rechazar la existencia de "recursos
naturales ilimitados" que vuelve imposible la generalización global del modo de
vida de la clase media de EE.UU.<BR><BR>Después de haber negado que para Marx el
crecimiento económico o desarrollo de las fuerzas productivas no era un fin en
sí mismo, sino simplemente un medio para la emancipación humana, Mandel citaba
un pasaje importante de la Ideología alemana (1846) sobre la transformación, en
el capitalismo, de las fuerzas productivas en fuerzas destructivas. Este
potencial destructivo del desarrollo de las fuerzas productivas capitalistas
resulta de la lógica misma de la economía de mercado fundada en la búsqueda de
ganancias: "si se escogieron ciertas técnicas en lugar de otras, sin tomar en
cuenta los efectos en el equilibrio ecológico, fue en función de los cálculos de
rentabilidad privada de ciertos negocios…" [3]<BR><BR>En ciertos pasajes Mandel
parece creer en una neutralidad de la tecnología moderna: "no es verdad que la
técnica industrial moderna tienda inevitablemente a destruir el equilibrio
ecológico". Pero después de eso reconoce que la tecnología actual, la tecnología
industrial moderna realmente existente -p.e., la impuesta por los monopolios
químicos como Monsanto- es peligrosa y dañina. Insiste simplemente que esta
orientación técnica no es la única posible: en una perspectiva socialista se
daría "la prioridad al desarrollo de otra tecnología, tendiente en su totalidad
hacia el florecer armonioso del individuo y la conservación de los recursos
naturales, y no hacia la maximización de las ganancia privadas".<BR><BR>La
solución no es entonces la imposición de la escasez, el ascestismo, la reducción
drástica del nivel de vida -como lo proponen expertos del MIT en su informe al
Club de Roma- sino, más bien, la planificación del crecimiento, sometida a "una
serie de prioridades claramente establecidas, que escapen por entero a los
imperativos de la ganancia privada". La opción de "crecimiento cero",
principalmente en los países sub-desarrollados, es inaceptable.<BR><BR>La
alternativa socialista que propone Mandel es la de transformar radicalmente las
estructuras económicas y sociales, creando así las condiciones para una
restauración del equilibrio ecológico. En una sociedad socialista la prioridad
se concederá a la satisfacción de las necesidades básicas para todos los seres
humanos y a la búsqueda de nuevas tecnologías que reconstituyan las reservas de
recursos naturales escasos. La calidad de vida, el tiempo libre, la riqueza de
relaciones sociales, se volverá más importante que "el crecimiento del ingreso
nacional bruto". [4]<BR><BR>Una vez reconocida la importancia de la cuestión
ecológica, esta problemática estará muy presente en los escritos de Ernest
Mandel: por ejemplo, en el Manifiesto Socialismo o Barbarie en el umbral del
siglo XXI de la Cuarta Internacional (1993), hay una sección dedicada a la
relación entre el socialismo y la ecología. El autor reconoce las debilidades
del movimiento obrero en este tema, el fracaso flagrante de las sociedades
post-capitalistas burocráticas, y la deuda de los marxistas con los ecologistas.
Con todo, se mantiene la dirección en la alternativa socialista: "una lucha
eficaz contra la contaminación, una defensa sistemática del ambiente, una
investigación constante de productos de substitución a los recursos naturales
escasos, una estricta economía en el uso de éstos, exige por consiguiente que
las decisiones de inversión y elección de técnicas de producción sean
transferidas de los intereses privados a los de la colectividad, que las tomará
democráticamente". [5] La insistencia en la "escasez" de los recursos naturales
-ya presente en el artículo de 1972- es una limitación obvia: la posición
ecológica va mucho más allá de este aspecto económico.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>2) ¿«Apropiación» o subversión del aparato
productivo?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La opción socialista de Mandel me parece todavía actual,
aunque es necesario avanzar un poco más lejos, tanto en la crítica de la
herencia marxiana como en la radicalidad de la ruptura con el paradigma
tecno-productivo existente. Es preciso integrar las adquisiciones de la ecología
en el corazón mismo del proyecto socialista: en otros términos, apuntar hacia
una alternativa ecosocialista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Un cierto marxismo clásico -usando algunos pasajes de
Marx y Engels- parte de la contradicción entre las fuerzas productivas y las
relaciones de producción, y define la revolución social como la supresión de las
relaciones de producción capitalistas que se han vuelto un obstáculo al libre
desarrollo de las fuerzas productivos. Esta concepción parece considerar el
aparato productivo como "neutral" y su desarrollo como ilimitado. En esta
óptica, la transformación socialista consistiría, ante todo, en la apropiación
de las fuerzas productivas sociales creadas por la civilización capitalista y su
puesta al servicio de los trabajadores. Para citar un pasaje del Anti-Dühring de
Engels -esa obra canónica para las generaciones de socialistas: en el socialismo
"la sociedad toma posesión de manera abierta, pública y rodeos de las fuerzas
productivas que se volvieron demasiado grandes para toda otra dirección que la
suya." [6]<BR><BR>Es necesario criticar esta perspectiva, desde un punto de
vista ecosocialista, inspirándose en los comentarios de Marx sobre la Comuna de
París: los trabajadores no pueden tomar el aparato estatal capitalista y ponerlo
a funcionar a su servicio. Se debe "romperlo" y reemplazarlo por otro, de
naturaleza completamente distinta, una forma no estatista y democrática de poder
político.<BR><BR>Lo mismo vale, mutatis mutandis, para el aparato productivo
"realmente existente", es decir, capitalista: por su naturaleza, y su
estructura, no es neutro, sino al servicio de la acumulación del Capital y la
expansión ilimitada del mercado. Está en contradicción con las exigencias de
salvaguarda del entorno natural y la salud de la fuerza de trabajo. Por su
funcionamiento y su lógica, no puede más que agravar la contaminación, la
destrucción de la diversidad biológica, la desaparición de bosques, los
catastróficos problemas del clima. Es necesario "revolucionarlo", transformando
radicalmente su estructura. Eso puede significar, para ciertas ramas de la
producción -la centrales nucleares, por ejemplo- "romperlas". En todo caso, las
fuerzas productivas deben modificarse profundamente, según criterios sociales y
ecológicos.<BR><BR>Eso implica, de entrada, una revolución energética, el
reemplazo de energías no renovables y responsables de la polución y el
envenenamiento del medio ambiente -carbón, petróleo y nuclear- por energías
"suaves" y renovables: agua, viento, sol.<BR><BR>Pero es el conjunto del modo de
producción y consumo –fundado, por ejemplo, en el automóvil individual y otros
productos de este tipo- lo que debe transformarse, junto con la supresión de las
relaciones de producción capitalistas y el principio de una transición al
socialismo. Va de suyo que cada transformación del sistema productivo o de
transportes -el reemplazo progresivo del individual por el colectivo- debe
hacerse con la garantía del pleno empleo de la fuerza de trabajo.<BR><BR>¿Cuál
será el futuro de las fuerzas productivas en esta transición al socialismo - un
proceso histórico que no se mide en meses o en años?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Dos escuelas se enfrentan en el seno de lo que se podría
llamar la izquierda ecológica:</DIV>
<DIV align=justify><BR>I. La escuela optimista, según la cual, gracias al
progreso tecnológico y las energías suaves, el desarrollo de las fuerzas
productivas socialistas puede conocer una expansión ilimitada, apuntando a la
satisfacción de "cada uno según sus necesidades". Esta escuela no toma en cuenta
los límites naturales del planeta, y termina reproduciendo, bajo la etiqueta de
"desarrollo sostenido" el modelo socialista viejo.<BR><BR>II. La escuela
pesimista que, partiendo de estos límites naturales, considera que es necesario
limitar, de manera severa, el crecimiento demográfico y el nivel de vida de las
poblaciones. Sería necesario reducir la mitad del consumo de energía, al precio
de la renunciar a las casas individuales, a la calefacción, etc. Como estas
medidas son bastante impopulares, esta escuela acaricia, a veces, el sueño de
una "dictadura ecológica ilustrada".<BR>Me parece que estas dos escuelas parten
de una concepción puramente cuantitativa del desarrollo de las fuerzas
productivas. Hay una tercera posición, que me parece más apropiada –y hacia la
que Mandel parecía tender-, para la cual la hipótesis principal es el cambio
cualitativo del desarrollo: poner fin al gasto monstruoso de recursos por el
capitalismo, sustentado en la producción a gran escala, de productos inútiles o
dañinos: la industria de armamento es un ejemplo evidente. Se trata, por
consiguiente, de orientar la producción hacia la satisfacción de necesidades
auténticas, empezando con esas que Mandel designó como "bíblicas": agua, comida,
vestido, alojamiento.<BR><BR>¿Cómo distinguir las necesidades auténticas de las
artificiales y ficticias? Estas últimas son inducidas por el sistema de
manipulación mental que llamamos "publicidad". Pieza indispensable en el
funcionamiento del mercado capitalista, la publicidad debe desaparecer en una
sociedad de transición al socialismo y puede ser reemplazada por la información
proporcionada por asociaciones de consumidores. Pero el problema para distinguir
una necesidad auténtica de una artificial se mantendrá incluso después de la
supresión de la publicidad.<BR><BR>El automóvil individual, por el contrario,
responde a una necesidad real, pero en un proyecto ecosocialista, fundado en la
abundancia de transporte público gratuito, éste tendrá un papel cada vez más
reducido que en la sociedad burguesa, donde se ha vuelto un fetiche mercantil,
un signo de prestigio, y el centro de la vida social, cultural, deportiva y
erótica de los individuos.<BR><BR>Sí, responderán los pesimistas, más los
individuos son movidos por aspiraciones y deseos infinitos, que tienen que ser
controlados y contenidos. Pero el ecosocialismo está basado en una apuesta que
ya era la de Marx y en la que Mandel insiste: la del predominio, en una sociedad
sin clases, del "ser" por encima del "tener", es decir: de la realización
personal, para las actividades culturales, lúdicas, eróticas, deportivas,
artísticas y políticas, en lugar del deseo de acumulación al infinito de bienes
y productos. Esto último es inducido por la ideología burguesa y la publicidad,
pero nada indica que constituya una "eterna naturaleza humana".<BR><BR>Ello no
quiere decir que no habrá conflictos, entre las exigencias de la protección del
medio ambiente y las necesidades sociales, entre los imperativos ecológicos y
las necesidades del desarrollo, principalmente en los países pobres. Será la
democracia socialista, libre de los imperativos del Capital y el "mercado", la
que resolverá estas contradicciones.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>[1] E. Mandel, Traité d’économie marxiste, (1962) Paris,
UGE 10/18, 1969, tome IV, p. 185-186.<BR>[2] E.Mandel, Le troisième age du
capitalisme (1972), Paris, Les Editions de la Passion, 1997, pp. 400,
459.<BR>[3] E.Mandel, « Dialectique de la Croissance », Mai, n° 26,
Novembre-decembre 1972, p.11.<BR>[4] Ibid. pp. 12-14.<BR>[5] Socialisme ou
barbarie au seuil du XXIème siècle, supplément à Inprecor, juillet 1993<BR>[6]
F.Engels, Anti-Dühring, Paris, Ed. Sociales, 1950, p.318.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>Correspondencia de Prensa, difundido por
la red solidaria de información. Los artículos firmados no comprometen la
opinión editorial del boletín. Redacción (Ernesto Herrera). Suscripciones:
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