<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.2900.2523" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT size=5><U>boletín informativo - red
solidaria</U></FONT><BR><FONT color=#800000 size=6><EM>Correspondencia de
Prensa</EM></FONT><BR>Año IV - 6 de agosto 2007<BR>Redacción y suscripciones:
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Religión</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Entrevista a Jon Sobrino, el teólogo de
la liberación sancionado por Benedicto XVI</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3><BR></FONT></STRONG><STRONG><FONT
size=3>“La justicia está en crisis en la Iglesia”</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3><BR></FONT></STRONG><STRONG><FONT
size=3>Se salvó de milagro de una muerte segura en El Salvador sangriento de los
ochenta. Ahora, su visión de un Cristo demasiado humano no superó las “hogueras”
vaticanas. Este jesuita, sin embargo, sigue fiel a sus compromisos con los más
oprimidos.</FONT><BR></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Jesús Ruiz Mantilla </STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>El País, Madrid</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Especial para Página/12, Buenos Aires,
6-8-2007</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>–Con la Iglesia sigue usted topando. ¿Cuándo fue la
primera vez?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Toparse en castellano significa algún tipo de encuentro
inesperado o encontronazo. Y la Iglesia es una realidad de muchísimos seres
humanos. Con 68 años, en la Iglesia me he topado ante todo con Jesús de Nazaret
y después con otras cosas. Una, la primera, cuando yo tenía veintitantos años,
con Juan XXIII, que hablaba de un Jesús que bien puede hacer presente la Iglesia
o que lo puede ocultar. Los jesuitas estamos en la Iglesia, y en ese sentido me
he topado con el padre Arrupe, y en El Salvador me topé con algo que creo que en
conjunto es lo mejor: campesinos, oprimidos, pobres, gente sencilla, con gran
amor a los demás y con mucha fe en Dios. Esto puede sonar a religiosidad fácil o
superstición. Pero no tiene por qué ser así. Gente que estaba decidida a
arriesgar todo no por una causa, ni por pertenecer a tal o cual partido, sino
por amor a los demás. Así surgieron entonces en El Salvador lo que yo llamo
mártires.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Por qué mártires?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Son aquellos que en vida y en muerte se parecen a
Cristo. En vida porque han tratado de defender al pobre, denunciar al opresor, y
en muerte porque acaban crucificados en esa cruz que es terrible y expresión de
un gran amor. El símbolo de ese tipo de mártir, con el que yo me topé –y cuando
lo escribas pon que cuando pronuncio topar cambio el tono de voz, para aclarar,
¿verdad?–, para mí fue monseñor Romero. Pero es evidente que yo he tenido con
otros sectores relaciones más tensas, y estos días se ha hecho público que a
varios de nosotros, entre ellos también el padre Ellacuría, las congregaciones
nos han cuestionado. A mí, varias veces me han pedido dar cuenta de mis escritos
porque creen que mi teología no es adecuada, que contiene errores, que es
peligrosa. Se ha hecho público en varios medios de comunicación, tanto lo que ha
dicho el Vaticano como lo que han expresado otros teólogos, muy respetables, que
no comparten las amonestaciones. La tensión con esa porción de Iglesia, con
algunos jerarcas, ha sido para mí habitual durante 30 años. Ellos también son
Iglesia. Pero para mí, ante todo, lo son quienes nos hacen presente a Jesús. Yo
me topé con esas gentes. Me enseñaron a vivir con esperanza, con menos egoísmo,
con alegría.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿También le ha marcado una cierta conciencia de
superviviente, después de haberse salvado de una matanza o ver cómo caían otros,
como monseñor Romero?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Aquello fue un shock. Estaba en Tailandia precisamente
dando un curso de cristología, hablando de pueblos enteros crucificados.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Ochenta mil en El Salvador...</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Así es. Pero le cuento cómo recibí aquella noticia. En
Tailandia eran las doce de la noche y un amigo me llamó de Londres. Tuve la
sensación, por la hora, de que algo serio había pasado, y pensé: Ellacuría. Mi
amigo me preguntó: “¿Tienes papel y lápiz? Han matado a Ellacuría, y a Nacho, y
a Santiago Montes, y al padre López-López, y a Juan Ramón Norea, y a Amando...”,
y así siguió. Y ahora ya no siento ni el dolor, ni el shock, ni la indignación
de entonces, pero en el fondo me pasa lo mismo, como si me fueran quitando uno a
uno jirones de piel. Pero mi máxima indignación fue cuando me dijeron lo de la
cocinera y una hijita suya, y si lo cuento no es para que suene lírico, es
porque lo siento. Porque que mataran a Ellacuría era una barbaridad, pero ¿cómo
no lo iban a matar? Predicaba contra los sumos sacerdotes, los fariseos, el
opresor..., no era sorpresa. Ahora, que mataran a una cocinera que pasaba
escondida la noche en nuestra casa porque la guerra había llegado a la ciudad y
no era seguro salir, eso superaba las reglas del mal. Quedé en silencio y paseé
por una playa que estaba cerca con un compañero que venía conmigo. En un momento
me dijo: “¿Has pensado por qué no te han matado a ti?”. Y me salió una respuesta
tomada casi de antiguas vidas de santos: “Pues se ve que no soy digno”. No sabía
qué decir. Al día siguiente hicieron allí una misa, con un altar de flores
precioso, y yo comenté: “Tengo una mala noticia que darles: han matado a toda mi
familia. Pero tengo una buena noticia también: he vivido con gente buena”. Así
pienso hoy día.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Cómo a estas personas tan próximas al martirio,
que se han jugado el pellejo, no se las reconoce como a auténticos Cristos en su
Iglesia?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Yo tampoco lo entiendo. Me preocupa y a veces me
indigna. Mi esperanza es que pronto, oficialmente o con algún signo eclesial que
todo el mundo entienda, canonicen a monseñor Romero y a todos los mártires
latinoamericanos y del Tercer Mundo. Ya he dicho que me entristece que no
ocurra. Pero también he dicho que no me gusta ser profeta de calamidades. A
veces pienso que los medios encubren muy interesadamente la maldad y las
aberraciones, pero que encubren todavía más la bondad. El amor de aquellas
personas está vivo en muchos. En sus aniversarios se juntan multitudes. ¿Qué
hacen allí? Recordar que han visto y oído cosas buenas, y cuando digo buenas me
refiero a enseñanzas que les han dado dignidad. Recuerdan, con lágrimas, a hijos
muertos, inocentes a los que han denigrado; que los han llamado comunistas, algo
que allí es equivalente a calificar a alguien de terrorista aquí.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Eran los tiempos de “Hagan patria, maten un
cura”...</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Exactamente. Y en esas procesiones, las madres les dicen
a sus hijos que su padre no fue un criminal, sino un buen hombre, generoso, que
se organizó en movimientos políticos y lo mataron. Luego, claro, allí, Dios
suena a algo real. Pero ¿cómo es Dios para ellos? Esa fuerza, ese misterio que
ni vemos ni tocamos, de alguna manera nos conoce, nos quiere, nos da dignidad.
Que luego le pidan milagros, a mí me parece muy bien, porque si no tienen seguro
social, ni dinero, ni nada, si ni Estados Unidos ni la Unión Europea les
arreglan la vida, ¿qué van a hacer? Es cierto que ese misterio también puede ser
alienación. Psicólogos, psiquiatras, economistas habrá que lo analicen, a mí no
me acaban de convencer del todo. Los que nada tienen, de Dios sacan fuerza para
vivir, y en esto no veo alienación.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–No lo convencen porque ustedes han visto en Dios
una materia revolucionaria, más que de resignación.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Entiendo, entiendo. Estoy de acuerdo. Si no hay más que
ver. Jesús de Nazaret, ¿qué dijo? Ay de ustedes los ricos, que han comido y han
gozado, sufrirán. Los que pasan hambre, los que lloran, comerán y reirán. Esas
palabras hay que hacerlas históricamente eficaces, hay que buscarles modos
concretos. Pensar en Jesús, en Dios, así, entonces era y es
revolucionario.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Entonces? ¿Cuándo es entonces?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Los años setenta, ochenta. Todavía ahora queda algo.
Revolucionario quiere decir eso: darle vuelta a las cosas. La revolución no se
da sólo en el ámbito político, sino en el humano; pensar distinto, tener
esperanza, que no vivamos en un mundo sumamente injusto como el actual, con las
democracias más importantes a la cabeza. Una revolución en la esperanza, en la
caridad..., una famosa palabrita que ya no creo que se use...</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Pues porque a la caridad, el sentido que le ha
otorgado la Iglesia es el de esa propina para los pobres. ¿Ustedes le han dado
valor revolucionario?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–De nuevo hay que distinguir cosas al hablar de la
palabra Iglesia. Cierto es que hay una tradición y una doctrina de la Iglesia en
que la caridad se entendió más como acaba de decir. Pero con Juan XXIII, incluso
con Juan Pablo II, tiene más que ver con el amor, con el sentido de la justicia.
Con proclamar una verdad que defiende al pobre frente a quien le oprime. Pero yo
también creo en el equivalente a cariño, ternura, delicadeza. Un ámbito del amor
distinto al de justicia que humanizan personal y socialmente. Lo que no se puede
admitir es el sentido que le daban algunas novelas del siglo pasado, en las que
salían marquesas que hablaban de “mis pobres”, ¿verdad? Y ojalá tampoco lo digan
hoy, entre otros lenguajes, Iglesias, Estados, ONG.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Aun así, como concepto, sigue en
crisis.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–La justicia está en crisis en la Iglesia. No creo que se
vuelque hacia ella con todo el peso social que tiene. Y no digamos en la
sociedad. Al viajar a Europa o a Estados Unidos no veo que los pueblos y sus
gobiernos vivan y se desvivan para que 2000 o 3000 millones de seres humanos
puedan simplemente vivir...</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Puede que la gente que tiene las necesidades
cubiertas crea que ya ha pasado la revolución, que no la
necesita.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Sí, y se ríen un poquito de todo esto. Pero es que la
esencia que mueve el amor y los cambios está en no empezar por uno mismo. Hemos
ido aprendiendo cosas. Es normal que uno se fije en sus hijos; pero mientras no
se salga de ese yo familiar, no hacemos nada y somos ignorantes.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Mucha gente se pregunta por qué no se fueron
ustedes. Qué les hace seguir dentro de una organización que los
maltrata.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Yo le contaré mi caso. No me he salido porque nunca se
me ha ocurrido. He visto un “invierno eclesial”, que decía Karl Raher. Un
retroceso en la entrega sincera a los pobres de este mundo. Pero sigo en la
Iglesia. Porque veo un sentido en esta tradición de Jesús que, al pasar por la
Iglesia, por un lado se ha deteriorado muchísimo. Eso, sin duda. En ella me
entrego a Jesús de Nazaret, con problemas fuera e inmensas incoherencias de la
Iglesia con ese Jesús, y con problemas dentro, mis limitaciones, épocas de gran
oscuridad; pero me encuentro en mi casa, con innumerables compañeros con los que
caminar. En esa casa siento una gran luz y ánimo en medio de las decepciones.
También vengo de una tradición democrática, cuyos Estados han asesinado a
millones de seres humanos inocentes, violentamente, con bombas atómicas y
convencionales, con torturas y guerras injustas, con políticas comerciales que
pueden aumentar la muerte por hambre. Y, sin embargo, hay seres humanos que
honradamente pueden seguir esperando el advenimiento de la libertad, la
igualdad, la fraternidad. Cuando preguntas a alguien por qué no se sale de su
visión democrática, puede responder: porque están representados todos los
partidos y yo me apunto al que más me convence. En la Iglesia, lo mismo. Hay
varias tendencias.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Pero el Espíritu Santo siempre tiende a elegir a
los mismos.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Bueno, el Espíritu Santo, así nombrado, con perdón, es
poco riguroso. No es el ministro de Asuntos Exteriores que designa embajadores.
Es ese misterio que llamamos Dios, y que tiene fuerza; no poder, fuerza. A Dios
lo empequeñecemos seriamente cuando empezamos a hablar de él en términos de
poder. ¿Para qué le sirve la fuerza? Ah, para que los seres humanos hagamos el
bien. El Espíritu no es eso que está sobrevolando en un cónclave...</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Son metáforas, padre, metáforas.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Sí, pero metáforas que desvían. Espíritu significa
viento, fuerza. Yo, ¿dónde lo he encontrado? En Juan XXIII, en Arrupe, en un
compañero jesuita, Javier Ibisate, que acaba de fallecer; lo veía en Gorbachov,
se ve en los campos de refugiados de Bukavu... Cuando he estado con gente que ha
dicho: aquí nos quedamos. Ya está.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Aun así, y aunque crea usted que la Iglesia no
es poder, que resulta evidente que lo es, siempre se fija en los
mismos.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–La Iglesia debe ser ante todo fuerza, pero, en la
realidad, también es poder. Lo sé muy bien. El espíritu a veces no está en la
Iglesia cuando no se hace el bien, sino el mal. Pero está cuando somos fieles a
Jesús. Dice él en el Evangelio de Lucas: “El espíritu está sobre mí, me ha
configurado. ¿Para qué? Para dar vista a los ciegos, para hacer caminar a los
cojos, para anunciar una buena noticia y para liberar a los pobres”. El
comprende así al Espíritu. Entonces, ¿dónde lo veo yo? ¿Donde está el poder? No.
Ahí es donde aprecio lo que constituye a los seres humanos, que lleva también al
egoísmo, al sometimiento, a la falta de entendimiento. Esta sociedad necesita
espíritu, y no sólo espíritu crítico, sino otras cosas; espíritu que nos dé
fuerza para la reconciliación.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Qué le ha molestado a la Iglesia de su idea de
Cristo? ¿Por qué llevan 30 años mareándole?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Bueno, se ha hecho público. En el Vaticano dicen que yo
presento a un Cristo muy humano, cercano a los pobres, y que eso les parece
bien, pero que no expreso con suficiente claridad su divinidad. Hay teólogos
capaces y responsables que piensan que mis escritos no incurren en esos
peligros.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–A lo mejor es que esa divinidad es radicalmente
humana.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Sí, sí, sí, es que está en la doctrina más tradicional
de la Iglesia. La clave está en cómo esa divinidad se ha hecho visible. En la fe
cristiana, a diferencia de otras, se da un paso crucial, y no así en otras: que
ese misterio se hizo presente. Que Jesús es el sacramento. Fue Jesús de Nazaret
el que dice tener una idea de humanidad. Los bienaventurados, los sencillos, los
limpios de corazón, quienes luchan y trabajan por la paz y la justicia. Es el de
la palabra del Buen Samaritano.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Es el mismo Jesucristo, entonces, quien pone en
evidencia esa doctrina. Su mensaje radical es humanismo. ¿Cómo la jerarquía no
lo entiende, o ese tribunal...? Por cierto, ¿cómo es ese
tribunal?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Pues un tribunal que se reúne en Roma, que analiza los
aspectos teológicos y juzga si están o no de acuerdo con la doctrina de la
Iglesia.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Pero usted ha estado?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–No, mi contacto ha sido por escrito.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–¿Qué les ha dicho?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Pues lo que se ha hecho público. Que el misterio de Dios
se hizo presente en Jesús. Que es la encarnación del hijo eterno del padre que
es divino, pero que lo que nosotros vemos es el producto de esa encarnación. Que
el misterio de Dios pasa por este mundo en él y que estuvo a merced de los
poderes de este mundo; por eso no me gusta llamarlo omnipotente, porque lo
insultan, y él no tiene más que dejarse insultar y acabar en la cruz. Lo que
podemos saber de él es lo que se ha hecho presente aquí. Hay teólogos que hablan
de un Dios crucificado. Jesús es esa realidad humana, transparente, que también
se ha visto en otros.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–Y esa divinidad que ha apreciado usted en otros
estaba en los mártires de El Salvador. ¿Se siente usted una especie de apóstol
de ellos al haber sobrevivido?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Jesús se ha hecho presente de una manera especial, pero,
indudablemente, ese Dios se ha hecho presente además en muchos otros. En
Ellacuría, en monseñor Romero..., en muchos. En cuanto a lo de sentirme apóstol
de ellos, pues sí, pero sin dramatizarlo. No tengo conciencia en absoluto de
haber llevado la antorcha de Ellacuría, pero sí siento una fuerza que me empuja
a seguir por ese camino, con la idea de pertenecer a una tradición, a un
grupo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>–La diabetes lo hace a usted más fuerte, si
cabe.</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>–Nunca he hecho drama de ella. Desde hace más de treinta
años soy diabético. Me quita energías. Hay momentos peores, una vez tuve un
coma, pero la diabetes ya es compañera; si fuera san Francisco de Asís diría:
“La hermana diabetes”. Pero yo vivo porque puedo comprar insulina, que es cara,
y tiritas para medir el azúcar. Puedo vivir, mientras que quienes yo defino como
pobres, es decir, aquellos que no dan la vida por supuesta, espero que me
comprendan.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>Correspondencia de Prensa, difundido por
la red solidaria de información. Los artículos firmados no comprometen la
opinión editorial del boletín. Redacción (Ernesto Herrera). Suscripciones:
</FONT></EM></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
color=#000080 size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
<BR></DIV></FONT></BODY></HTML>