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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT size=5><U>boletín informativo - red
solidaria</U></FONT><BR><FONT color=#800000 size=6><EM>Correspondencia de
Prensa</EM></FONT><BR>Año IV - 7 de agosto 2007<BR>Redacción y suscripciones:
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Uruguay<BR> <BR>Los rumbos de la
izquierda<BR> <BR>Ernesto Herrera [1]</FONT></STRONG></DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV><STRONG>La Haine</STRONG></DIV>
<DIV><A
href="http://www.lahaine.org/"><STRONG>http://www.lahaine.org/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR> <BR> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>La tesis de que el “rumbo” del gobierno todavía está
en “disputa”, esconde dos hechos políticos tan irrefutables como vinculados
entre sí. Por un lado, que en el curso de estos dos años y medio, todo lo que
supuestamente estaba en “disputa” se decidió, por sí decirlo, a favor del orden
capitalista. Por otro, que el programa del “progresismo” confirma, de manera
inexorable, la conversión social-liberal de la capa dirigente del Frente
Amplio.</STRONG> <BR> <BR>Desde el llamado “campo mayoritario” del
Frente Amplio (tupamaros, socialistas, vertientistas, comunistas), [2] se vuelve
a re-alimentar la tesis de que existe una “disputa” con el ala “ortodoxa”
(Danilo Astori y su equipo del ministerio de Economía y Finanzas). [3] O sea,
que estaría planteada una “guerra de movimiento” para torcer, “desde adentro”,
las “rigideces neoliberales” que continúan ancladas en la política económica.
Para ello, dicen, no habría necesidad de marcar un “perfilismo” de tono opositor
y, menos aún, coincidir con la “ultraizquierda” que ya dio el paso de una
ruptura política con el gobierno y con el partido que lo sostiene. Alcanzaría,
en todo caso, con “dar vuelta la pisada” para modificar el “rumbo”. Esto es,
“acelerar” algunas concesiones “redistributivas” que aseguren un reparto más
“equitativo” de la torta, aprovechando la “bonanza” que muestran los indicadores
macroeconómicos. <BR> <BR>En ningún momento, las “disidencias” del “campo
mayoritario” alcanzan a proponer medidas que, efectivamente, metan la mano en el
bolsillo de las ganancias capitalistas en beneficio del ingreso de los
asalariados. En ningún caso, se apunta a cerrar la escandalosa brecha entre
ricos y pobres. Y no lo hace por dos sencillas razones. Primera, comparten,
disciplinadamente, la idea de que el “modelo económico” que aplica el gobierno
es una “política de Estado”. Segunda, coinciden en que cualquier “giro
radical” podría abrir un “escenario de conflictos” con los empresarios y las
instituciones financieras internacionales. <BR> <BR>La pretendida
“disputa”, entonces, no es tal. Porque el “campo mayoritario” no plantea otro
programa. Ni siquiera uno “mínimo” (por ejemplo, un salariazo que recupere lo
perdido y un plan inmediato de obras públicas para disminuir el
desempleo). Por el contrario, este “campo mayoritario” apoyó sin chistar,
tanto en el gabinete de ministros como en el parlamento, todas las medidas
económicas antipopulares (desde el pago por adelantado al FMI, hasta la reforma
tributaria). Y defiende, a capa y espada, no solo los planes asistencialistas de
“focalización de la pobreza” provenientes del Banco Mundial, sino la política de
“apertura” a las inversiones extranjeras que, por ejemplo, son la máxima
garantía de multinacionales papeleras como la finlandesa Botnia y la española
Ence.<BR> <BR><STRONG>Un balance desolador</STRONG><BR> <BR>Las
esperanzas se van haciendo añicos. Amplios contingentes de la clase trabajadora
ya levantan una mirada interpelante. Perciben, muy claramente, que no son los
principales beneficiarios del “cambio posible” y admiten que la pobreza “llegó
para quedarse”. Aún más: “Contemplan como el gobierno posterga sus demandas y
necesidades más urgentes, mientras que prioriza el ‘buen clima de negocios’ para
los empresarios y cumple, por adelantado, con los acreedores internacionales”.
[4]<BR> <BR>Es en “este nuevo momento político, donde se mezclan protesta y
lucha, repliegue y desazón”, [5] donde el “campo mayoritario” vuelve con la
tesis de la “disputa” sobre el “rumbo económico” del gobierno. Evidentemente, la
maniobra de arriba refleja el desencanto de abajo. Un desencanto que puede
tener, para el Frente Amplio, consecuencias fatales en las elecciones nacionales
de 2009. Es lo que dice el diputado de la Vertiente Artiguista, Edgardo Ortuño:
“Si no cumplimos lo prometido, no hay candidato que nos salve”.
[6]<BR> <BR>Todos los indicadores de la “realidad” son elocuentes:
“salarios comprimidos, ingreso de hogares disminuidos, desempleo, subempleo y
pobreza de masas. Mientras que en el reverso de la moneda, hay mayor
concentración de la riqueza, más sobreexplotación de la fuerza de trabajo
(disfrazada bajo el eufemismo “aumento de productividad”) y ganancias patronales
que no paran de crecer”. [7] En la mitad del mandato “progresista”, la brecha
entre ricos y pobres no ha dejado de ensancharse. Porque los ricos son cada vez
más ricos y los pobres son cada vez más pobres. No solamente lo dicen
desaforados “ultrizquierdistas”, sino el insospechable Instituto de Economía:
por segundo año consecutivo, los ricos se apropiaron de los mayores ingresos,
mientras que el de los pobres volvió a caer.[8]<BR> <BR>A este mapa de la
“geografía socio-económica”, o mejor dicho, de la aplastante crisis social, hay
que sumarle el impacto que tendrá la reciente reforma tributaria (elaborada bajo
la supervisión de funcionarios del Banco Interamericano de Desarrollo y que
entró en vigencia el 1º de julio 2007), con su correlato de injusticia social,
donde los asalariados y los jubilados, sufrirán los efectos directos en sueldos,
pasividades, alquileres y precios de la canasta familiar. Mientras que los
empresarios e “inversores” se benefician de más exoneraciones tributarias.
<BR> <BR>Las propias declaraciones provenientes del “campo mayoritario” son
confirmatorias del saldo penoso (para la clase trabajadora) de estos dos años y
medio de gobierno “progresista. Demuestran, al mismo tiempo, que el “modelo de
país productivo” no pasaba de un spot publicitario. Para Héctor Tajam, diputado
del MPP, “no se ha podido quebrar el modelo de un país productor de commodities.
Los puestos de trabajo generados son mayoritariamente de baja calidad, muy a
menudo precarios (62 por ciento del total), y escasamente remunerados (un
promedio de cuatro mil pesos nominales”. [9] Para Eduardo Lorier, senador del
PCU, “seguimos atrapados en la lógica del neoliberalismo. Tenemos acuerdos con
el Fondo Monetario Internacional y las metas no han cambiado (…) tenemos
condicionalidades porque estamos en la lógica del capital de que te exige para
venir, esa apuesta a la inversión extranjera tan fuerte que tiene el equipo
económico”. [10]<BR> <BR>En resumen, los trazos de continuidad (neoliberal)
se impusieron por goleada a las promesas de cambio. Porque se demostró,
categóricamente, lo incompatible: contemplar por un lado, los intereses
capitalistas y, por el otro lado, asumir los intereses de la clase trabajadora.
El gobierno que el “campo mayoritario” integra y defiende, se decidió por lo
primero. Lo que quiere decir que la “disputa” ya tuvo un
desenlace.<BR> <BR>Las “preocupaciones” actuales de los dirigentes y las
fuerzas políticas que componen el “campo mayoritario, no apuntan a “quebrar el
modelo de un país productor de commodities”. Por el contrario, lo refuerzan.
Bastaría limitarse a la estampida de los precios de la canasta familiar (carne,
pan, arroz, verduras, frutas, etc.): en lugar de decretar un congelamiento de
los precios, para evitar que la inflación galopante (8,3% anual, cuando se
anunciaba menos de un 6%), el gobierno, por iniciativa del ministro de
Agricultura y Pesca, el tupamaro José Mujica, optó por no enfrentar a ese
“modelo de acumulación” basado en las exportaciones. Prefirió la línea de menor
resistencia ante las patronales (principalmente las empresas exportadoras y las
cadenas supermercadistas formadoras de precios), rebajando apenas (y solo por 60
días) el IVA del asado y la falda, dos productos que significan el 15% del
consumo popular de carne. <BR> <BR>Ante la inocultable crisis social y el
crecimiento exponencial del desencanto, la estrategia del “campo mayoritario” es
que la menor cantidad de trabajadores reaccionen, protesten, luchen, se
movilicen. Pretenden que la mayoría del “pueblo progresista” termine por digerir
la tesis de la famosa “disputa” y se contenga, hasta que despunte otra
orientación económica, que bien podría darse en un “segundo gobierno
progresista”. O tanto peor, que las luchas de los trabajadores, sean
enchalecadas por la vía de sindicatos “que se regulan y ocupan menos” y por
mecanismos (como los Consejos de Salarios) que, en dichos del ministro de
Trabajo y Seguridad Social, el tupamaro Eduardo Bonomi, han contribuido, de
manera sustancial, al establecimiento de “grandes condiciones para la
tranquilidad social”. [11] <BR> <BR>De aquí en más, asistiremos a una
carrera de poses hacia “la izquierda” en la cúpula del “progresismo”. Porque hay
que mandarle “mensajes alentadores” a una militancia frenteamplista tan
descontenta como atónita. Y porque se aceleran los plazos electorales tanto en
la interna del partido de gobierno (por las candidaturas), como en la pelea del
voto a voto (que será casa por casa), con los partidos tradicionales de la
burguesía.<BR> <BR>Sin embargo, nada de esto modificará, sustancialmente,
el “programa de gobierno”. Como mucho, una repetición de la máxima de Tomasi de
Lampedusa: “es preciso cambiar para que todo permanezca como está”. Es lo que
anuncia el diputado Roberto Conde, uno de los principales dirigentes del PS,
cuando resume la “disputa” con los “excesos de ortodoxia”, en los siguientes
términos: “El objetivo central en la cabeza debe ser ese: mejorar la perfomance
de la aplicación del programa y asegurar los resultados que permitan llegar a
2009 con escenario favorable para la continuidad del proyecto”. [12]
<BR> <BR>De esto se desprende una conclusión: cualquier expectativa puesta
en este “campo mayoritario”, solo puede conducir a más confusiones y repliegues,
cuando no a parálisis de la clase trabajadora y las organizaciones populares.
<BR><STRONG> <BR>Un partido del régimen de dominación</STRONG>
<BR> <BR>El balance desolador del “progresismo” gubernamental y la
responsabilidad del “campo mayoritario” en el asunto, no debe pasar por alto
otra cuestión tanto o más decisiva. <BR> <BR>Desde el último Congreso del
Frente Amplio (diciembre 2003) el “campo mayoritario” (que en su momento también
fue integrado por Astori y su grupo político), defendió como suyo el “programa
de gobierno” que hoy se aplica. Es decir, que fue un componente decisivo de esa
capa dirigente (conducida por Tabaré Vázquez y antes por el fallecido Liber
Seregni), que se convirtió, definitivamente, al social-liberalismo. Esto es, una
fuerza de tradición de izquierda con un programa neoliberal. Adaptada a la
lógica del “mercado” y a los imperativos de la “globalización” capitalista” y
sometida a los “valores democráticos y universales” que garantizan la
“gobernabilidad”. <BR> <BR>Obviamente, esta conversión social-liberal de la
capa dirigente del Frente Amplio, no es un salto abrupto que se produce a partir
de la llegada al edificio Libertad. [13] Sino que es el resultado de un largo
proceso socio-político que tuvo su empuje por inicios de los años 90 (momento
más crítico de la ofensiva del capital contra la clase trabajadora). Este “giro
al pragmatismo” coincidio con las modificaciones programáticas y estratégicas
registradas en la izquierda “oficial” latinoamericana, luego del derrumbe de los
regímenes estalinistas en Europa del Este, del cierre del ciclo revolucionario
en América Central (Nicaragua, El Salvador, Guatemala) y de los impasses
políticos y socio-económicos del “modelo” cubano. Una conversión que estuvo
asociada con el “giro a la socialdemocracia” (en realidad descomposición
política y capitulación programática), de los grandes partidos que integran el
Foro de Sao Paulo, principalmente el PT (Brasil), PRD (México) y FSLN
(Nicaragua). <BR> <BR>Las alianzas con fracciones decisivas de la
burguesía, los pactos programáticos y la subordinación a la “gobernabilidad
democrática” del Frente Amplio, fueron dando cuerpo a esa conversión
social-liberal. Hasta convertirlo, desde el comando del Estado burgués, en
gerente gubernamental de la acumulación y reproducción capitalista. Su pasaje a
un partido del régimen de dominación (del orden capitalista, de su arquitectura
institucional-estatal, de sus aparatos políticas políticos, ideológicos,
jurídicos, represivos), lo invalidaron como fuerza estratégica, portadora de un
proyecto de hegemonía popular. En tal sentido, el Frente Amplio dejó de ser un
instrumento de cambio y una palanca de lucha. Se trata de una modificación
cualitativa de su naturaleza política y del contenido social que
representaba.<BR> <BR>Su capa dirigente es, esencialmente, un grupo de
funcionarios y parlamentarios que viven de los cargos públicos y las
nominaciones electorales; que negocia por dentro del aparato del Estado con un
conjunto de enemigos de los trabajadores (con la derecha política, con las
corporaciones patronales, con las instituciones financieras internacionales, con
los gobiernos imperialistas). Un grupo conservador (tan conservador que la
mayoría de sus integrantes hacen campaña en contra de la despenalización del
aborto y promueven la mano dura contra los “sediciosos” que atacan la propiedad
privada), que más allá de sus contorsiones discursivas y espasmódicos “giros a
la izquierda”, es irrecuperable, incluso para una lucha más o menos
“reformista”. Su horizonte estratégico es el poder por el poder mismo, su
programa está desprovisto de un proyecto de nación soberana y huérfano de
cualquier noción de sociedad igualitaria. <BR> <BR>Obviamente, nada de lo
anterior pretende subestimar al Frente Amplio como maquinaria electoral. En este
terreno seguirá gravitando. Tanto como su capacidad indiscutida de volver a
reclutar votos y voluntades. Hasta por aquello incorporado en el imaginario de
sectores populares, de que es “lo menos malo” y preferible a un regreso de la
derecha (blancos o colorados) al gobierno del país.
<BR> <BR><STRONG>Lo que sí está en disputa</STRONG><BR> <BR>La
victoria de Tabaré Váquez en octubre 2004, expresó un largo camino de
acumulación popular y representó un conjunto de luchas históricas de los
trabajadores, además de un claro rechazo del “modelo neoliberal” que venía
siendo aplicado por los partidos burgueses tradicionales. Esa victoria,
“simbolizó” la esperanza (y la capacidad) de la clase trabajadora y sus aliados
de protagonizar un proceso político de “cambio”, no solamente electoral, sino
como producto de un largo período de luchas y resistencias defensivas desde la
“apertura democrática” en 1985. <BR> <BR>Sin embargo, esperanza y
capacidad les fueron escamoteada y obstruida. La llegada del Frente Amplio al
gobierno no significó la puesta en práctica ni siquiera de un programa
“antineoliberal”, menos todavía, el ascenso de un proyecto hegemónico popular
opuesto al régimen político de dominación. Porque bajo la fachada de un “nuevo
orden” político caracterizado como “gobierno progresista” (donde los dominados
parece que dominan, parece que controlan, parece que son escuchados, parece que
participan, parece que consiguen sus demandas), continúa el más incontestado
dominio de las clases propietarias. <BR> <BR>De hecho, prevaleció en
sectores militantes del Frente Amplio y también de algunas corrientes clasistas
y revolucionarias, la idea de que el gobierno de Tabaré Vázquez significaba un
desplazamiento - aunque insuficiente y parcial - en la correlación de fuerzas a
favor de la izquierda y de la clase trabajadora, que posibilitaba hacer un
combate político con las clases dominantes. El equívoco de esa evaluación,
observando la profundización del régimen neoliberal de dominación, resultó en
una agudización de la crisis y derrota de la izquierda por un lado, y en una
fragmentación y debilitamiento de las luchas sociales de resistencia, por el
otro. De modo que la re-construcción (o refundación si se quiere) de una fuerza
estratégica de los trabajadores, con una perspectiva socialista, se impone con
urgencia. Una urgencia tan grande como los desafíos que enfrentará.
<BR> <BR>Esta es la verdadera disputa de rumbos que está colocada. Es la
disputa por la construcción de una nueva fuerza estratégica de la izquierda.
<BR> <BR>La reinstalación de esta perspectiva en la conciencia y en las
luchas organizadas de la clase trabajadora, adquiere una dimensión fundamental.
Es la tarea impostergable de la izquierda revolucionaria. Si la función del
“progresismo” es la de barrera del potencial clasista y anticapitalista de los
trabajadores, el desafío para los socialistas revolucionarios es la de forjar
una vinculación programática con las luchas sociales, antagonista del
poder de Estado y el conjunto de instituciones que diseñan el régimen de
dominación. <BR> <BR>En definitiva, se trata de comprometerse,
incondicionalmente, con las resistencias cotidianas. Que envuelven tanto a los
que se ubican a la izquierda del Frente Amplio, como a los que todavía mantienen
una fidelidad a las “bases fundacionales” de ese mismo Frente Amplio y no rompen
ni política, ni orgánicamente. Que reagrupan a militantes sindicales en
agrupaciones antiburocráticas (como la Tendencia Clasista y Combativa) y en las
distintas coordinaciones y asambleas populares de la izquierda radical. Que se
desarrollan tanto en las luchas actuales de los sindicatos (trabajadores de la
salud, maestros, profesores, municipales, empleados públicos, entre otros), como
en la lucha de las cooperativas de vivienda, las manifestaciones contra la
represión y la impunidad del terrorismo de Estado, las marchas
antiimperialistas, los reclamos barriales, las demandas de las asociaciones de
jubilados, etc. <BR> <BR>Un proyecto revolucionario se construye en el
proceso mismo de la lucha de clases y en la ruptura con la capa dirigente del
“progresismo”. Pero también, en una delimitación política nítida, con las
diversas versiones de un “horizontalismo” que niega la necesidad de la
organización política y confunde, en la mayoría de los casos, “visibilidad” y
“acciones directas”, con implantación social (real), acumulación de experiencia
y proyecto político. <BR> <BR>Si la función del “progresismo” es la de
barrera del potencial anticapitalista de la clase trabajadora y sus aliados
populares, la tarea de la izquierda revolucionaria es la de forjar una
vinculación programática y estratégica antagonista del poder de Estado y el
conjunto de su arquitectura institucional. Este esfuerzo de re-construcción de
esa fuerza estratégica, que debe tener una composición de masas, implica tanto
esquivar las tentaciones de encajar los nuevos acontecimientos políticos en
viejos esquemas sectarios, como en las ilusiones de re-editar el origen del
ciclo frenteamplista iniciado en 1971. Ambas cosas están agotadas para una
perspectiva socialista revolucionaria. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Valdría recordar, finalmente, que la tarea de re-construir
una fuerza estratégica, con dimensión refundadora, es un desafío mucho mayor que
crear una opción electoral con sello de izquierda. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U></U></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U></U></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify>[1] Miembro del Colectivo Militante. Redactor de
Construyendo, mensuario de la Coordinadora de Unidad Revolucionaria (CUR).
Editor de Correspondencia de Prensa (boletín informativo – red solidaria):
germain5@chasque.net<BR>[2] Este “campo mayoritario” es un híbrido integrado por
el Movimiento de Participación Popular (MPP, tupamaros y sus aliados), Partido
Socialista (PS), Vertiente Artiguista (VA) y Partido Comunista de Uruguay (PCU).
En algunos puntos coinciden, pero de ninguna manera conforman un bloque estable
y coherente. Este “campo mayoritario” cuenta con la mayor bancada
parlamentaria del Frente Amplio y con la mayoría del Consejo de Ministros.
<BR>[3] El ala “más neoliberal”, es identificada tanto con Danilo Astori como
con su grupo político, Asamblea Uruguay (tercera fuerza electoral del Frente
Amplio).<BR>[4] Organizar la lucha, superar la fragmentación. Editorial de
Construyendo Nº 25, mensuario de la Coordinadora de Unidad Revolucionaria (CUR,
julio agosto 2007.<BR>[5] Idem.<BR>[6] Citado por Víctor H. Abelando en la
nota “El rumbo cuestionado de la economía progresista”, Semanario Brecha,
27-7-2007). <BR>[7] Editorial de Construyendo ya citado. <BR>[8] Estudio del
Instituto de Economía, “Evolución de la pobreza en el Uruguay 2001-2006”,
elaborado por Verónica Amarante y Andrea Vigorito<BR>[9] Nota de Brecha ya
citada. 4.000 pesos uruguayos corresponden a 160 dólares aproximadamente. El
salario mínimo nacional está en 3.140 pesos (125 dólares); el salario
promedio nacional se ubica en 8.300 pesos (330 dólares aproximadamente); y la
canasta familiar mensual (para dos personas adultas y un niño) está
estimada en 30.000 pesos (1.200 dólares). <BR>[10] Entrevista en el diario
Ultimas Noticias, reproducida por el boletín Comcosur, 30-7-2007.<BR>[11]
Entrevista en el diario El País, 31-7-2007. <BR>[12] Entrevista en el semanario
Brecha, 27-7-2007.<BR>[13] Casa de Gobierno.
<HR>
<STRONG><EM><FONT color=#000080 size=3>Correspondencia de Prensa, difundido por
la red solidaria de información. Los artículos firmados no comprometen la
opinión editorial del boletín. Redacción (Ernesto Herrera). Suscripciones:
</FONT></EM></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><EM><FONT
color=#000080 size=3>germain5@chasque.net</FONT></EM></STRONG></A>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV
align=justify><BR> <BR><BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR> <BR></DIV></FONT></BODY></HTML>