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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000><FONT size=4><U><EM><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></EM></U>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U> 28 de enero 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones<FONT color=#000080>: </FONT></FONT></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT color=#0000ff
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT
size=3>Centroamérica</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Pandillas y Maras: protagonistas y
chivos expiatorios <BR><BR>Dennis Rodgers *<BR></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT
size=2><STRONG></STRONG></FONT></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial size=2></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial size=2>Revista Envio Nº
309</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial size=2>Managua, diciembre
2007</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><U><FONT color=#800080><A
href="http://www.envio.org.ni/">http://www.envio.org.ni/</A></FONT></U></STRONG></FONT><BR><BR><BR>Pandillas
en Nicaragua y maras en El Salvador, Honduras y Guatemala. ¿De qué o de quiénes
son herederos estos jóvenes, violentos y organizados? De lo que no hay duda es
que son actores sociales protagónicos en la Centroamérica que dejó atrás los
conflictos militares. De lo que no debe quedar duda es que son chivos
expiatorios de quienes concentran el poder en sociedades muy injustas, con
profundas desigualdades, sin oportunidades para ellos. <BR><BR>Aunque el último
conflicto militar en Centroamérica fue formalmente resuelto en 1996 en
Guatemala, la región sigue estando muy afectada por altos niveles de violencia:
las tasas de homicidio se encuentran hoy entre las más altas del mundo y los
actuales niveles de violencia superan, en muchos casos, los que hubo durante las
décadas de conflictos militares, aun cuando se puede argumentar que existe una
diferencia significativa, ya que la violencia de hoy es fundamentalmente
delictiva y criminal y la de ayer fue principalmente
política</FONT></FONT></DIV></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2><BR>En Guatemala, la tasa anual
de homicidios excede las muertes relacionadas con la guerra. El costo económico
de la delincuencia en El Salvador en 2003 fue estimado por el PNUD en unos 1 mil
700 millones de dólares, un equivalente a 11.5% del PIB del país, una cifra
mucho mayor que la pérdida del 3.3% del PIB que se estima perdió El Salvador
anualmente durante los años de guerra. Un informe de la Oficina de las Naciones
Unidas contra la Droga y el Delito, publicado en 2007, ha identificado la
violencia criminal como el principal obstáculo al desarrollo sostenible en
Centroamérica.<BR><BR><STRONG>¿Son el problema mayor?</STRONG> <BR><BR>érica se
asocia con la juventud, y más específicamente, con la población masculina. No es
una novedad: estadísticamente, la mayoría de los actos criminales que se cometen
alrededor del mundo tiene como protagonistas a varones entre los 15 y los 24
años. Más de la mitad de la población de Centroamérica tiene menos de 24 años.
Lógicamente, cuando una mayoría poblacional pertenece a este grupo demográfico,
mayor será la vulnerabilidad a la violencia de esa sociedad. Son específicamente
varones agrupados en pandillas los que han emergido como protagonistas de la
violencia en la Centroamérica de hoy.</FONT></FONT></DIV><FONT face=Arial><FONT
size=2>
<DIV align=justify><BR>Aunque las pandillas han estado presentes en las
sociedades centroamericanas desde hace mucho tiempo, han venido desarrollándose
de formas sin precedente durante las últimas dos décadas. Esto las ha colocado
en la mira de los análisis y hoy son acusadas de toda una gama de delitos, desde
hurtos y asaltos hasta violaciones sexuales y narcotráfico. Incluso, se ha
intentado ligarlas a actividades de oposición armada y al terrorismo global. Un
informe del Instituto de Estudios de Guerra del Ejército estadounidense
publicado en 2005 sostiene que las pandillas centroamericanas constituyen una
“nueva insurrección urbana” que tiene como objetivo “derrocar a los gobiernos de
la región”. Anne Aguilera, encargada de asuntos antinarcóticos para
Centroamérica del Departamento de Estado de Estados Unidos afirmó en una
entrevista publicada en “La Prensa Gráfica” de El Salvador el 8 de abril de 2005
que las pandillas son “el problema de seguridad más grande que hay en estos
momentos para la región centroamericana”.<BR></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Una definición</STRONG> <BR><BR>Las pandillas
juveniles son un fenómeno social muy común que puede encontrarse con frecuencia
en casi todas las sociedades del mundo, aunque mayoritariamente son grupos
efímeros de jóvenes que se juntan en las esquinas de las calles de sus barrios
para expresarse con comportamientos etiquetables como “antisociales” que hacen
parte de su proceso de crecer y desarrollarse. </FONT></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2><BR>Las pandillas
centroamericanas actuales son claramente otra cosa. Son organizaciones
colectivas mucho más definidas, que exhiben una continuidad institucional que es
independiente de su membresía. Tienen convenciones y reglas fijas, que pueden
incluir rituales de iniciación, una jerarquía, y códigos que pueden hacer de la
pandilla una fuente primaria de identidad para sus miembros. Estos códigos
también pueden exigir patrones de comportamiento particulares: ropas
características, tatuajes, pintas o graffitis en la zona que dominan, señales
con las manos y un argot. Y por supuesto, una participación regular en
actividades ilícitas y violentas. Estas pandillas están muy frecuentemente
-aunque no siempre- asociadas a un territorio preciso y sus relaciones con la
comunidad de ese territorio pueden ser tanto amenazantes como protectoras,
pudiendo además cambiar de un papel al otro muy fácilmente.
<BR></DIV></FONT></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2></FONT></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2><STRONG>Protagonistas
indiscutibles</STRONG> <BR><BR>Las pandillas centroamericanas son un fenómeno
social que se entiende muy mal. Existen muchos mitos y estereotipos
sensacionalistas sobre ellas. Hay poca información confiable y las estadísticas
oficiales son particularmente problemáticas, debido a un registro deficiente, a
un proceso de recolección de datos defectuoso y a mucha interferencia política.
Aunque las cifras oficiales sugieren que existen unos 70 mil jóvenes integrados
en pandillas en Centroamérica -lo que indicaría que hay más pandilleros que
militares en la región-, estimaciones de ONG y académicos sugieren que podrían
ser muchos más: hasta 200 mil. </FONT></FONT></DIV><FONT face=Arial><FONT
size=2>
<DIV align=justify><BR>De igual modo, las estimaciones de la violencia delictiva
y criminal atribuible a las pandillas oscilan entre un 10 y un 60% del total de
la violencia que padece la región. Sin disponer de muchos datos cuantitativos
dignos de confianza, lo que sí existe es una cantidad creciente de estudios
cualitativos que sugieren unánimemente que las pandillas se han constituido en
actores importantes del panorama regional contemporáneo, protagonistas
indiscutibles de la violencia centroamericana. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Estos estudios destacan la diversidad entre estos grupos
en los diferentes países de la región. El Salvador, Guatemala y Honduras tienen
pandillas más violentas que las de Costa Rica y Nicaragua. En base a estos
estudios cualitativos, y calculando sobre una escala de 1 a 100 y alineando el
país más violento, El Salvador, con 100, Honduras estaría probablemente en un
90, Guatemala alrededor de 70, Nicaragua alrededor de 50, y Costa Rica alrededor
de 10, aunque también existen grandes diferencias en la violencia de estos
grupos al interior de cada país.<BR></DIV></FONT></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2></FONT></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2><STRONG>Un fenómeno
urbano</STRONG> <BR><BR>En todos los países centroamericanos la gran mayoría de
los actos de violencia protagonizados por pandillas ocurre en áreas urbanas. Es
lógico: se necesita una masa crítica de población juvenil masculina para que
pueda surgir un grupo de éstos y eso sólo sucede en las ciudades.
</FONT></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2><BR>Algunos estudios afirman
que hasta el 15% de los jóvenes de una comunidad pueden juntarse a una pandilla
local, aunque la mayoría afirma que el número más cercano es del 3-5%. Las
pandillas pueden estar integradas por entre 15 y 100 miembros, aunque el
promedio es de 20-25 miembros. La mayoría surge en barrios pobres, aunque no
necesariamente siempre en los más pobres. Una investigación realizada en la
Ciudad de Guatemala encontró que los barrios que estaban dentro del cuartil más
bajo de ingresos sufrían menos violencia juvenil que los que estaban dentro del
segundo cuartil.<BR></DIV></FONT></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2></FONT></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2><STRONG>Con edades muy
variables</STRONG> <BR><BR>Una inmensa mayoría de los miembros de las pandillas
son varones, aunque también existen miembras. Y hay evidencia que en el pasado
existieron pandillas “amazonas” en Nicaragua y Guatemala. La edad de los
pandilleros o mareros es muy variable. Un estudio de 2001 basado en casi mil
entrevistas con pandilleros de El Salvador, realizado por el Instituto
Universitario de Opinión Pública (IUDOP) de la UCA, encontró que, en promedio,
tenían 20 años y se integraron a la pandilla a los 15. En Nicaragua, las edades
oscilan entre los 7 y los 23 años. En Guatemala y Honduras, entre los 12 y los
30 años. </FONT></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2><BR>El estudio del IUDOP
preguntó a los pandilleros por qué se integraron a una pandilla. El 40% dijo que
lo había hecho para “agarrar la onda”, el 21% por amistad con un miembro de la
pandilla y el 21% para escapar de los problemas familiares. El estudio encontró
una correlación parcial entre pertenecer a una pandilla y estar desempleado:
sólo el 17% de los pandilleros entrevistados trabajaban y el 66% se
autocaracterizaban como “desocupados”. <BR></DIV></FONT></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2></FONT></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><FONT size=2><STRONG>¿Por qué ser
pandillero?</STRONG> <BR><BR>ía de los estudios que existen han destacado las
dificultades para establecer los factores que explicarían adecuadamente por qué
un joven se une a una pandilla. Los “determinantes estereotípicos”, como la
fragmentación familiar, la violencia en el hogar o una sicología particular no
aparecen como factores sistemáticamente significativos. El único factor que
parece afectar constantemente la no afiliación a una pandilla es el religioso:
los jóvenes evangélicos -al menos en Nicaragua- no se integran a una pandilla.
Se puede especular que esto sucede por la naturaleza totalizante de las iglesias
evangélicas, que al proporcionar a sus miembros un tan completo marco
organizador de la vida (identidad, tareas, mensajes, moral, criterios..) son
grupos institucionalmente equivalentes a las pandillas.
</FONT></FONT></DIV><FONT face=Arial><FONT size=2>
<DIV align=justify><BR>Las pandillas también están vinculadas a otros factores
más estructurales, incluyendo el profundo machismo existente en Centroamérica
-muchos de los códigos de las pandillas son claras expresiones de una cierta
forma de entender la masculinidad-, a los altos niveles de exclusión social y de
desigualdad, a la larga historia de conflictos y guerras, a la disponibilidad de
las armas -se estima que hay más de 2 millones de armas no registradas en la
región- y a la debilidad y ausencia del Estado en tantos espacios vitales, lo
que crea “vacíos políticos locales” que llenan las pandillas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Considerando que todos estos factores afectan a toda la
juventud centroamericana, pero que no todos los jóvenes se hacen pandilleros,
estos factores deben ser considerados como variables contextuales más que
determinantes. Una variable estructural que es una de las más significativas es
la migración masiva. Esto se ha traducido en la conformación diferenciada de
pandillas y de maras. Porque se trata de dos tipos de grupos. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Pandillas y Maras: dos realidades
distintas</STRONG> <BR><BR>Aunque persiste la tendencia de hablar genéricamente
de estos grupos como “pandillas”, la distinción entre pandillas y maras resulta
clave. Las maras son un fenómeno con raíces transnacionales, mientras que las
pandillas son instituciones nacionales, localizadas, grupos de cosecha propia,
herederas de la tradición de los grupos juveniles que siempre hubo en
Centroamérica. Aunque hace 20 años las pandillas estaban presentes en toda la
región, hoy perviven en Nicaragua, y en un grado mucho menor en Costa Rica,
mientras que este fenómeno de agrupamiento juvenil ha sido suplantado casi
completamente por las maras en El Salvador, Guatemala, y Honduras.
<BR><BR><STRONG>Pandillas: su herencia</STRONG> <BR><BR>Las pandillas emergieron
de manera significativa en los años 90, como consecuencia de la paz que puso fin
a los conflictos armados, cuando jóvenes militares de ambos bandos en conflicto,
soldados y guerrilleros, volvieron a sus comunidades de origen, y ante la
incertidumbre económica y política del momento, y partiendo de la tradición
aprendida de la acción colectiva juvenil, algunos formaron pandillas como grupos
locales de autodefensa para establecer una medida de orden y de previsibilidad
para sí mismos y para sus comunidades. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo hicieron con patrones particulares y semi-ritualizados
de conflicto con otras pandillas, conflictos regulados por códigos bien
definidos, que incluían proteger a los habitantes de sus comunidades locales.
Hasta cierto punto, las pandillas de los años 90 tienen paralelos con las
pandillas centroamericanas de los años 60 y 70, surgidas muchas veces como
organizaciones informales de defensa en los asentamientos marginales y
espontáneos creados por los masivos procesos de urbanización de la época. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Las pandillas de los años 90 fueron mucho más numerosas y
también más violentas, por la herencia de los años de insurrección y de guerra,
conflictos que proporcionaron a toda una generación de jóvenes habilidades
bélicas sin precedentes. Las pandillas de los 90 estaban también mucho más
institucionalizadas que las del pasado, dándose nombres -los Dragones, los
Rampleros o los Comemuertos de Nicaragua- y desarrollando jerarquías y reglas
que tenían continuación en el tiempo, a pesar de que sus miembros se renovaban.
Se puede decir que estas pandillas eran una respuesta institucional orgánica,
localizada y autóctona a las circunstancias de inseguridad y de incertidumbre
del contexto post-conflicto centroamericano. Aunque es importante entender que
existían ya variables significativas entre las distintas sociedades
centroamericanas y al interior de cada una de ellas.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Maras: su origen</STRONG><BR><BR>Las maras son
otra cosa. Son organizaciones más uniformes, que tienen un origen muy bien
definido que se pueda ligar directamente a patrones migratorios particulares.
Existen dos maras, la Mara Dieciocho (18) y la Salvatrucha (MS), que funcionan
actualmente en Centroamérica sólo en El Salvador, Guatemala, y Honduras, aunque
han comenzado ya a extenderse a México.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los orígenes de las maras se encuentran en la Calle 18 de
Los Ángeles, en una banda fundada por inmigrantes mexicanos en los años 60, que
muy pronto empezó a aceptar como miembros a cualquier latino. La mara de la
calle 18 creció mucho durante los años 70 y 80 por la afluencia de refugiados
salvadoreños y guatemaltecos, muchos de los cuales se incorporaron a la mara
para sentirse incluidos en un contexto estadounidense que excluía a los latinos.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>A mediados de los años 80, jóvenes de una segunda ola de
refugiados salvadoreños fundaron un grupo rival, posiblemente un fragmento de la
mara original: la Mara Salvatrucha, un nombre que combina la palabra:
“marabunta”, un insecto “salvadoreño”, con “trucha”, que significa “agudo” en el
argot salvadoreño. Muy pronto, la Mara 18 y la Salvatrucha empezaron a pelearse
en las calles de Los Ángeles y se vieron involucrados en la violencia desatada
cuando el caso Rodney King en 1992. Después de este episodio, el estado de
California elaboró nuevas leyes contra las maras y empezó tratar a sus miembros
juveniles como delincuentes adultos, enviando a centenares a la cárcel. Después,
en 1996, una ley del Congreso de Estados Unidos ordenó la deportación de todo
delincuente no estadounidense o recién naturalizado estadounidense condenado a
más de un año de cárcel, una vez que hubiera cumplido su condena.
Consecuentemente, entre 1998 y 2005, Estados Unidos deportó a casi 46 mil
centroamericanos que cumplieron condenas y además, a 160 mil inmigrantes
ilegales.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Las clicas de las Maras</STRONG> <BR><BR>El
Salvador, Guatemala y Honduras recibieron a más del 90% de estos deportados,
muchos de ellos miembros de la Mara 18 y la Salvatrucha, jóvenes que habían
llegado a Estados Unidos de niños. Después de ser deportados y de llegar a sus
países de origen -que apenas conocían- no resulta asombroso que trataran de
reproducir las estructuras y los patrones de comportamiento que les habían
proporcionado seguridad e identidad en Estados Unidos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En sus nuevas comunidades, los deportados comenzaron
rápidamente a establecer “clicas” o capítulos locales de sus maras. Éstas
empezaron a atraer a la juventud local y las nuevas maras suplantaron
rápidamente a las pandillas locales. Al contrario de lo que se proyecta en los
medios de comunicación, aunque cada clica se afilia explícitamente con una de
las dos maras, y aunque las clicas de diferentes barrios afiliadas con la misma
mara pueden juntarse para pelearse con clicas afiliadas con la otra mara,
ninguna de las dos maras son verdaderas estructuras federales y mucho menos
transnacionales. Tampoco la 18 o la Salvatrucha se componen de una sola cadena
jerárquica. Sus naturalezas federativas deben interpretarse más como elementos
simbólicos de un origen histórico particular que como expresión de una verdadera
unidad, sea de dirección o de acción.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Cooperación entre Maras?</STRONG> <BR><BR>La
naturaleza federada de las maras es, más bien, una morfología social emergente
imaginada, debida al flujo constante de deportados de Estados Unidos que
comparten un lenguaje y puntos de referencia comunes. A lo mejor, las maras
pueden entenderse como redes débiles de pandillas locales entre las que no
existe mucha comunicación más allá de las bandas vecinas, y entre las que no hay
ni mucho menos coordinación. </DIV>
<DIV align=justify><BR>No hay ninguna evidencia de cooperación entre las maras
de El Salvador, Guatemala u Honduras, ni mucho menos entre ellas y las maras
originales en Los Ángeles. Cualquier lazo que exista se funda en la experiencia
común de ser marero en Estados Unidos y de ser deportado en el propio país.
Estos factores explican también por qué Nicaragua no tiene maras. La tasa de
deportaciones de Estados Unidos a Nicaragua es muy baja: menos del 3% de todos
los deportados centroamericanos son nicaragüenses. Además, los nicaragüenses que
han emigrado a Estados Unidos van principalmente a Miami y a otras zonas de
Florida, en donde no existe la misma cultura de pandillas latinas que hay en Los
Ángeles, aunque sí hay pandillas cubanas, que no dejan entrar a los
nicaragüenses. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Según datos del censo de Estados Unidos, sólo el 12% de
los nicaragüenses que migran a Estados Unidos van a Los Ángeles, en donde
constituyen apenas el 4% de los centroamericanos. En Miami representan el 47%.
Esto también explica por qué las pandillas nicaragüenses son menos violentas que
las maras de los otros tres países, en cuanto no han exportado patrones de
comportamientos, que en el caso de la cultura marera estadounidense ha dado
lugar a una brutalidad aumentada por no estar imbricadas en un contexto local
que les imponga límites.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Delincuencia y narcotráfico</STRONG>
<BR><BR>Abundan las informaciones sensacionalistas que ligan las pandillas y las
maras centroamericanas con el tráfico migratorio, el secuestro, el narcotráfico
y el crimen organizado internacional. Sin embargo, en base a los varios estudios
cualitativos que existen, queda claro que la gran mayoría de pandillas y maras
se vinculan principalmente a pequeños hurtos y asaltos, delincuencia que
realizan la mayoría del tiempo de manera individual. Sin embargo, se ha notado
que en El Salvador, Guatemala y Honduras las maras están ahora implicadas
colectivamente en chantajear autobuses y taxis que pasan a través de los
territorios que controlan para que les paguen “impuestos”. También extorsionan a
negocios locales para que les entreguen dinero como “impuesto de protección”.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Durante la última década, las pandillas y las maras se
han ido implicando más y más en el tráfico de drogas. Nada sorprendente
considerando que el consumo de drogas está íntimamente asociado al hecho de ser
miembro de una pandilla o de una mara y que Centroamérica se ha convertido en
puente clave del tráfico de drogas, pasando por la región más del 80% de la
cocaína que circula entre los países productores andinos y los países
consumidores del Norte. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En Centroamérica el tráfico de drogas está
descentralizado, con la gran mayoría de los envíos circulando entre pequeños
cárteles locales, donde cada uno se queda con una parte del alijo para sacarle
beneficios vendiéndolo, creándose así mercados locales que antes no existían. El
papel que maras y pandillas han empezado a desempeñar en este proceso es
principalmente el de fuerzas locales que brindan seguridad a estos pequeños
cárteles o el de pequeños vendedores informales en las calles. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Ciertamente, ni pandillas ni maras están implicadas en el
tráfico de drogas a gran escala ni tampoco en su venta al por mayor, aunque
ciertos estudios en El Salvador, Honduras, y Nicaragua han destacado que los
líderes de estos pequeños cárteles locales son a menudo antiguos miembros de la
pandilla o mara local que ya se han “graduado”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En general, las maras parecen estar más involucradas en
el comercio de las drogas que las pandillas, quizás porque tienen un más claro
monopolio de la violencia a nivel local. Existen también evidencias que sugieren
que la implicación de pandillas y maras en el tráfico de drogas conduce al
desarrollo de patrones de conducta más violentos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>La gran mayoría de estas expresiones de violencia está
muy circunscrita y tiende a ocurrir en las comunidades pobres en donde surgen
las maras y las pandillas. De hecho, la mayoría de las víctimas de esa violencia
surge de las mismas maras y pandillas, como ilustran muy trágicamente las
auténticas guerras que se desatan, por ejemplo entre los miembros de maras
rivales encarcelados en las prisiones guatemaltecas. El 15 de agosto de 2005,
miembros de la Mara 18 atacaron a miembros de la Mara Salvatrucha en la prisión
del Hoyón, cerca de la Ciudad de Guatemala, matando a 30 y dejando a más de 60
heridos. Un ataque de represalia por miembros de la Salvatrucha ocurrió en el
Centro de Detención Juvenil de San José Pinula el 19 de septiembre de 2005,
matando a 12 miembros de la 18 e hiriendo a otros 10. En ambas ocasiones, hubo
mareros que se dejaron arrestar sólo para poder matar después en la cárcel a
miembros de la mara rival.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Política de "mano dura"</STRONG><BR><BR>El factor
que ha intensificado más la violencia de las maras en los últimos años es la
puesta en práctica de una verdadera “guerra” contra ellas de parte de los
Estados centroamericanos. La primera etapa de este nuevo conflicto regional fue
la adopción en El Salvador en julio de 2003 de la política de “Mano Dura”, que
abogó por el encarcelamiento inmediato de todo miembro de una mara sin necesidad
de más pruebas que el hecho de tener tatuajes o comportarse en público de manera
que permitiera pensar que era marero. Ser marero se castigaba con penas de dos a
cinco años de cárcel, medida aplicable a todo miembro de una mara desde los doce
años de edad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Entre julio de 2003 y agosto de 2004, 20 mil mareros
salvadoreños fueron arrestados, aunque el 95% fueron puestos en libertad cuando
la ley de “Mano Dura” fue declarada inconstitucional por la Corte Suprema por
violar la Convención de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Niños. Una
nueva iniciativa, llamada “Mano Super Dura”, fue rápidamente impulsada, ya
respetando las provisiones de la Convención de las Naciones Unidas, pero
aumentando las penas de prisión para todo marero de más de 18 años hasta cinco
años y hasta nueve años para los líderes. La población carcelaria de El Salvador
se duplicó entre 2004 y 2007: de 6 mil reos pasó a 12 mil, el 40% de ellos
arrestados por ser mareros.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>“Cero tolerancia”</STRONG> <BR><BR>áneamente con
El Salvador, en agosto de 2003 una política comparable, llamada “Cero
Tolerancia”, inspirada en parte en la política de quien fue alcalde de Nueva
York, Rudy Giuliani. Esta medida promovió una reforma del Código Penal y la
adopción de una legislación que establecía penas de doce años de prisión por ser
miembro de una mara, aumentadas más adelante a 30 años. También se establecieron
en Honduras medidas para estrechar la colaboración entre la Policía y el
Ejército en el combate a las maras, realizando patrullajes urbanos conjuntos, en
algunos casos hasta con tanques. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Guatemala también adoptó su “Plan Escoba” en enero de
2004. Aunque no tan draconiano como la “Mano Dura” salvadoreña o la “Cero
Tolerancia” hondureña, la legislación permitía tratar a los jóvenes como
delincuentes adultos e incluía el despliegue de miles de tropas de reserva del
Ejército en barrios “problemáticos” de la Ciudad de Guatemala. <BR><BR>A partir
de 1999, Nicaragua ha desarrollado iniciativas en contra de sus pandillas, pero
de naturaleza perceptiblemente “más suave”, en gran medida porque son mucho
menos violentas que las maras y también por la falta de capacidad de patrullaje
de la Policía Nacional, que tiene una presencia muy limitada en muchos barrios y
asentamietnos urbanos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Todas estas medidas de endurecimiento de penas y leyes
han sido acogidas con satisfacción por las poblaciones centroamericanas, en
zozobra por la actividad de las maras y las pandillas. Pero han sido denunciadas
firmemente por grupos de defensa de los derechos humanos, porque podrían alentar
abusos sistemáticos de los derechos de cualquier sospechoso. Amnistía
Internacional ha presentado evidencias -corroboradas por el Departamento de
Estado de Estados Unidos- que en Honduras y Guatemala existen escuadrones de la
muerte paramilitares que apuntan deliberadamente al exterminio de los mareros,
teniendo a menudo en la mira a toda la juventud marginal. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Alianzas y coordinaciones </STRONG>
<BR><BR>Los gobiernos centroamericanos han solicitado cooperación y establecido
alianzas para defenderse de lo que en la cumbre regional de Jefes de Estado
celebrada en Tegucigalpa en septiembre de 2003 declararon ser “una amenaza de
desestabilización, más inmediata que cualquier guerra o guerrilla convencional”.
El 15 de enero de 2004, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua acordaron
levantar todas las barreras legales a la persecución de mareros y pandilleros de
cualquier nacionalidad en toda Centroamérica. El 18 de marzo de 2005, los
presidentes Tony Saca de El Salvador y Oscar Berger de Guatemala acordaron
establecer una fuerza común de seguridad para patrullar su frontera común y
enfrentar la actividad marera. </DIV>
<DIV align=justify><BR>También los gobiernos centroamericanos intentaron
implicar a Estados Unidos en esta “guerra”. Inicialmente, Estados Unidos se
resistía a participar en iniciativas contra las pandillas y las maras. Hasta
junio de 2004, cuando el ministro hondureño de seguridad, Oscar Álvarez, alegó
-absurda alegación- que alguien de quien se sospechaba era miembro de la
organización terrorista Al Qaeda, el saudí Yafar Al-Taya, había llegado a El
Salvador para establecer lazos con líderes mareros. Aunque era una afirmación
infundada, el FBI creó en diciembre de 2004 un grupo de trabajo focalizándose
específicamente sobre las maras. Y en febrero de 2005 anunció la creación de una
oficina especial en San Salvador para coordinar esfuerzos regionales contra las
maras y las pandillas. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Después de un nuevo -y también absurdo- anuncio de Oscar
Álvarez en abril de 2005 diciendo que había frustrado una acción de colaboración
entre las maras y las FARC colombianas para intentar matar al presidente Ricardo
Maduro, los líderes militares de la región invitaron formalmente al Ejército de
Estados Unidos a ayudarlos a crear una fuerza multinacional para intervenir y
contener a las maras y pandillas centroamericanas, iniciativa que aún no se ha
puesto en marcha, pero que seguramente no tardará en
operativizarse.<BR><BR><STRONG>Más represión, más violencia </STRONG>
<BR><BR>Mientras estas iniciativas parecieron inicialmente reducir la
delincuencia marera y pandillera, aumentaban las evidencias que eran sólo éxitos
temporales y que estos grupos simplemente se han hecho menos visibles y más
radicales. Varios estudios han descubierto que mareros y pandilleros han
empezado a utilizar símbolos menos obvios de su pertenencia a una mara han
empezado, por ejemplo, a quitarse los tatuajes- para evitar ser detectados y
arrestados por la Policía. Han empezado también a reorganizarse en líneas más
verticales y a achicar sus grupos. Están estableciendo también coordinaciones
con otros grupos y recurriendo a expresiones de violencia más intensa. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Una de las reacciones violentas a la política de “Mano
Dura” se expresó dramáticamente entre algunas maras hondureñas en julio de 2003.
Un mes después de la promulgación de la nueva legislación, el 30 de agosto de
2003, miembros de una mara atacaron durante el día un autobús en San Pedro Sula,
matando a 14 personas, hiriendo a 18 y dejando una carta para el Presidente
Maduro, ordenándole retirar la ley. Al mes siguiente, en Puerto Cortés, la
cabeza de una mujer joven fue encontrada en una bolsa de plástico con una carta
a Maduro diciéndole que era una respuesta al asesinato extrajudicial de un
marero por la Policía. Durante el año 2004, más de 10 cadáveres descabezados
fueron dejados en varias ciudades de Honduras con mensajes de maras al
Presidente, siempre como respuestas a otras matanzas extrajudiciales de mareros.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>El 23 de diciembre de 2004, en Chamalecón, un grupo de
mareros atacó de nuevo un autobús, matando a 28 personas y dejando otra carta:
la acción era en venganza por la muerte de 105 mareros en una prisión estatal en
mayo del 2004. Acontecimientos similares, aunque no tan dramáticos, han ocurrido
en otros países centroamericanos. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Uuna solución: darles oportunidades</STRONG>
<BR><BR>Está claro que la política represiva de los gobiernos centroamericanos
no está funcionando. Parece haber agravado el problema, radicalizando a las
pandillas y a las maras y provocando una espiral de violencia con venganzas y
represalias. La represión falla porque puede estar generando una nueva “ética”
marera y pandillera: desafiar al Estado. Y también porque la represión nunca
remedia los problemas subyacentes que generan estos fenómenos sociales. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Las pandillas y maras pueden ser vistas como
instituciones que intentan crear un espacio de inclusión con sentido de
pertenencia para sus miembros y, a veces, para sus comunidades locales. También
como intentos desesperados de construir vehículos institucionales para la
acumulación de recursos. Vistas así, no debe sorprender que la experiencia
mundial haya demostrado que las iniciativas más efectivas para reducirlas son
las que proporcionan oportunidades a sus miembros. Aunque hay algunos ejemplos
de iniciativas de este tipo, mayoritariamente la respuesta ha sido represiva. La
cuestión crucial es: ¿por qué tanta represión? </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Los chivos expiatorios de sociedades muy
injustas </STRONG> <BR><BR>Toda política social refleja el contexto
económico y social del cual surge. Por eso podemos decir que el obstáculo más
grande para la implementación de una política coherente y eficaz con relación a
las pandillas y maras de Centroamérica es la naturaleza profundamente desigual
de la distribución del poder en las sociedades centroamericanas, donde todo el
poder político y económico está concentrado en las manos de una pequeña élite
que excluye activamente a la mayoría. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Los gobiernos centroamericanos reprimen a las pandillas y
a las maras para evitar tomar otras medidas que resuelvan la exclusión social,
la falta de oportunidades, los abismos de desigualdad que son la base de su
poder y de sus privilegios. Esta situación provoca algo más que parálisis
política. La verdad es que las maras y las pandillas se constituyen, para
quienes se atrincheran en su poder, en los mejores chivos expiatorios a los que
culpar por la inestabilidad de la región, ocultando así las verdaderas raíces de
los problemas. La estrategia oficial es riesgosa: queda claro que intentar
preservar los esquemas de sociedades tan injustas con métodos de violencia
represiva puede resultar explosivo a largo plazo.<BR><BR></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Dennis Rodgers es antropólogo de la universidad de
Manchester, Gran Bretaña y colaborador de la revista nicarguense Envío. </DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000 size=3>Correspondencia de Prensa -
Agenda Radical - Boletín Solidario<BR>Ernesto Herrera (editor):
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
color=#0000ff size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT
size=3><FONT color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por
la Unidad de los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 -
Montevideo - Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<P align=center> </P></FONT></FONT></BODY></HTML>