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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><FONT
size=5><EM><U>correspondencia de prensa - boletín
solidario</U></EM></FONT> <BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda
Radical</FONT><BR>Edición internacional del Colectivo Militante<BR><U>10 de
febrero 2008</U><BR>Redacción y suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Kenia</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Etnicidad, tribu y
Estado</STRONG></FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>John Lonsdale</FONT>
<BR></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Revista Pueblos, 7-2-2008<BR></STRONG><A
href="http://www.revistapueblos.org/"><STRONG>http://www.revistapueblos.org/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Traducción de Belén Cuadrado</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>Los numerosos comentarios que se han vertido estos días sobre
la crisis en Kenia tienden a culpar a la rivalidad tribal, a un cínico cálculo
político o a la combinación de ambos; con el corrupto proceso electoral visto
como un involuntario catalizador, o peor, el deliberado instigador que despierta
la latente hostilidad tribal. El imperialismo británico ha recibido también su
previsible cuota de críticas por inventar la ahora práctica indígena keniana de
divide y vencerás [1].<BR><BR>Aunque todas estas explicaciones tienen su mérito
también pueden confundir al incauto, ya que todas ellas tratan de minimizar las
espinosas relaciones que existen entre la etnicidad como atributo humano, el
tribalismo politizado como un proceso contingente y el Estado –cualquier Estado,
colonial o de otro tipo– como centro de operaciones de un ampliamente contestado
pero siempre desigual poder. Enfocando el tema sobre dichos factores, ¿cómo se
puede aclarar entonces el continuo tumulto en Kenia?</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Una formación colonial</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En el siglo XIX, en el área que después vino a ser
conocida como "Kenia", no había Estado. El comportamiento de sus gentes, su
etnicidad, estaba moldeada por su subsistencia: agricultura, ganadería o una
mezcla de ambas. Tales grupos étnicos no eran bandas, ni “tribus”. Las lealtades
y las rivalidades tenían menos importancia que los linajes patriarcales, las
alianzas matrimoniales, las generaciones, las asociaciones comerciales o el
clientelismo. Los grupos étnicos se constituían más debido a discusiones
internas por la adquisición de honor en las desiguales vidas de patrón o
protegido, que por solidaridad ante extranjeros. Las economías étnicas eran tan
a menudo complementarias como competitivas, con diferentes características. Sin
embargo tal inter-etnicidad –que también tenía sus fricciones– era posible
gracias a la ausencia de un poder central que pudiera organizar los grupos en
relaciones jerárquicas. Una “rivalidad tribal” no podía existir bajo tales
condiciones de descentralización y baja densidad de población.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Fue la rivalidad europea quién importó el Estado, este
moderno Leviatán, a finales del siglo XIX. Se implantó, como todos los Estados,
a través de la fuerza y conducido por intereses privados. Sus oficiales
británicos se aliaron con líderes africanos demasiado débiles como para ser
rivales; y ocasionalmente hicieron algo para refrenar los autodestructivos
excesos de esos potencialmente superpoderosos individuos, los colonos blancos.
El Estado colonial dependía de Westminster pero le temía al virrey de la India.
Ya después de la independencia, el primer ministro de la historia del país,
Jawaharlal Nehru -los indios eran bastante más numerosos que los blancos
británicos en Kenia- se posicionó en cierta medida entre los africanos y los
colonos tratando de mitigar las fricciones entre ellos. Más tarde, los colonos y
los africanos acabaron por tomar el Estado y las facilidades que éste proveía y
lo que había sido previamente un mosaico multipolar de nodos dispersos de
energía social productiva, se convirtió, dentro de las nuevas fronteras de
Kenia, en una pirámide compuesta por capas de riqueza y poder que dividió
desigualmente al país en dos centros claves -uno "blanco" y otro negro- y muchas
periferias marginalizadas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los colonos blancos se quedaron con el 20% de las tierras
más fértiles de Kenia. Pero como estos colonos no consiguieron producir
bastantes rentas públicas y bloquearon la oportunidad africana, los británicos
empezaron a estimular cada vez más la agricultura africana en el otro 80 %. Así
el segundo centro económico se constituyó en la tierra de los Kikuyu: patria del
20 % de la población, cerca de la capital, Nairobi; tranquila y atractiva para
los misioneros y con más escuelas que en ninguna otra parte. Por accidente
geográfico entonces, los Kikuyu tomaron la delantera a la hora de obtener
beneficios (esencial si se tienen ambiciones políticas) y de adquirir modernas
técnicas administrativas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Muchos nacionalismos empiezan entre aquellos sujetos que
progresan en y que son más útiles al antiguo régimen; sus frustraciones son más
intensas, sus oportunidades mayores. Sin embargo, aunque esto podría explicar el
liderazgo de los Kikuyu en el nacionalismo anti-colonial, no sirve para entender
su implicación en el Mau Mau, su sigiloso y violento vástago. Este punto es
clave para comprender el presente.<BR>Una transformación social</DIV>
<DIV align=justify><BR>Bajo las nuevas circunstancias, otros grupos étnicos no
tan bien situados intentaron salir adelante lo mejor que pudieron. Fueron a
menudo dirigidos por un patriotismo local inspirado en la Biblia, traducida por
los misioneros a sus lenguas vernáculas, que contaba de un pueblo esclavizado
que se convirtió en una nación tribal. Se embarcaron, con una combinación de
esperanza y desesperación, en cadenas migratorias para escapar de la miseria de
las periferias (no muy distintos de los escoceses o los irlandeses en
comparables circunstancias) y ocupar particulares focos de empleo: en el
ferrocarril, en granjas y plantaciones de blancos, en el servicio doméstico o en
la policía y en el ejército. Otros incluso llegaron a dominar la trata de
ganado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Oficiales y patronos explotaron estas varias
posibilidades y estereotiparon las supuestas cualidades étnicas de cada grupo.
Así fue como los británicos ayudaron a reforzar las divisiones étnicas que se
profundizaron debido a potenciales diferentes de movilidad social. Gran Bretaña
no simplemente dividió para poder gobernar.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La emergencia de una conciencia étnica también se produjo
a través de debates locales sobre la manera en que géneros, generaciones, ricos
y pobres se deberían relacionar, como si las desigualdades más antiguas fueran
transformadas en nuevas diferenciaciones menos sensibles a los ancianos códigos
morales de honor.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En ninguna parte fue tal diferenciación tan marcada como
entre los Kikuyu. Sus efectos fueron políticamente agudos a partir de 1945,
cuando los colonos patronos de las "tierras altas blancas" del Valle del Rift
mecanizaron la producción y la extensa diáspora Kikuyu de trabajadores que
ocupaba la región rechazó las pésimas condiciones que les fueron ofrecidas.
Estos “ex-ocupas” volvieron a sus tierras de origen, a unas cada vez más
pobladas “reservas” de propiedad protegida, e intentaron recuperar un hogar.
Pero fracasaron y tuvieron que trasladarse a los barrios pobres de los suburbios
de Nairobi donde continuamente se repetían la pregunta: “Entonces, ¿cómo puedo
vivir como un honorable Kikuyu?". Esto fue lo que separó a los militantes del
Mau Mau de los patrones, propietarios de tierras y políticamente más
conservadores -liderados por Jomo Kenyatta- que fueron los primeros que los
inspiraron.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Una competición política</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Los horrores que prosiguieron a la guerra de “emergencia”
del Mau Mau de la década de los 50 probaron el potencial represivo de un Estado
colonial estrechamente aliado a los colonos, sus clientes más fuertes. Aunque la
relativa calma de la descolonización de 1963 probó de igual modo las ventajas
del poder de un Estado saliente que no solamente dependía de sus raíces locales,
en claro contraste con el turbulento final de Rodesia. El Estado post-colonial
–enraizado en una sociedad competitiva, por buenas razones históricas– se
perfiló en un modelo peculiar; ya que el Estado se convirtió en el único medio
por el cual los africanos podían aspirar a escalar las altas cumbres dominantes
de la economía contra intereses racialmente atrincherados, en tierras, comercio
y finanzas. En años recientes, el Estado continúa teniendo este papel, a través
de medios cada vez más tortuosos, para atender las demandas externas de
"liberalización". El acceso al poder del Estado es, por tanto, importante. Éste
está concentrado en un presidente ejecutivo, ahora directamente elegido
democráticamente, con capacidades para manipular todas las instituciones
públicas, incluido el Parlamento, que está constituido por miembros
individualmente elegidos por distritos electorales que, ya sea aislados o
agrupados en zonas contiguas, coinciden con lo que se ha convertido en
territorios tribales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En consecuencia, la competición para poder compartir este
poder está marcada por una responsabilidad étnica interna y por una rivalidad
tribal. El presidente Kenyatta y su elite Kikuyu aliviaron el honor frustrado de
sus Kikuyu pobres con esquemas de asentamientos en las disputadas “tierras altas
blancas” (de las cuales la mayor parte, ha pertenecido históricamente a grupos
menos favorecidos de Maasai y Kalenjin). Su sucesor Daniel Arap Moi, encontrando
menos margen de movimiento para sus propios Kalenjin pobres, tuvo que trabajar
más para crear para ellos una elite étnica.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los políticos generalmente justifican sus privilegios
esculpiendo beneficios étnicos en la generosidad del Estado. Pero (tanto en
Kenia como en otros lugares) esta tendencia extractiva de los bienes comunes se
enfrentó a crecientes presiones. La ferocidad de la competición por compartir
algo del poder del Estado aumentó a medida que pasaba el tiempo, con el aumento
de la población, con el agotamiento de las lluvias fértiles que posibilitaban
una oportunidad de africanización post-colonial y con las ásperas condiciones
que adquirió la situación del comercio de productos primarios. Fue bastante
fácil para Kenyatta asegurar que todos, más o menos, disfrutaran de su turno
"para comer" en el sistema de coaliciones étnicas en las que la mayoría
parlamentaria reposaba. Sin embargo, fue más difícil para Moi. A medida que las
apuestas políticas aumentaban, fue siendo más tentador atraer y recompensar a
los propios seguidores étnicos con oportunidades oficialmente negables para
enriquecerse corruptamente a expensas de aquellos que eran ahora rivales
tribales en tierras, propiedades urbanas o comercio a pequeña escala. Con cada
elección “comprada”, la ira popular crecía entre los ciudadanos kenianos -
incluso llegaron a ejercer presión para crear un cambio constitucional que
reforzara el parlamento a expensas de la presidencia.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Una transición nacional?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Un nuevo presidente, Mwai Kibaki fue elegido en 2002 para
limpiar los establos egeos. Pero en este esfuerzo decepcionaría a sus compinches
Kikuyu. Ahora, en las elecciones presidenciales del 27 de diciembre de 2007, a
muchos les pareció que había roto las reglas tácitas de la competición nacional,
fue la gota que colmó el vaso. El que la oposición haya sido, como así parece,
simplemente menos hábil en amañar las elecciones, no hace la reconciliación más
fácil. Parte de la oposición violenta que siguió está, claramente, políticamente
dirigida. Pero los hechos más violentos, perpetrados por “guerreros” Kalenjin
contra “inmigrantes” Kikuyu en el Valle del Rift, pueden haber rebasado los
límites de tal tribalismo manufacturado de elite para convertirse en un horrible
eco del Mau Mau, por ser algo interno, generacional, una revuelta étnica en
contra de los compromisos que la reciente creada elite Kalenjin contrajo con los
“viejos poderosos” Kikuyu de Kenyatta.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se puede decir que existen actualmente dos dinámicas
diferentes actuando en Kenia: una disidencia étnica interna acompañada de una
rivalidad tribal externa. Ninguna de las dos puede ser desactivada sin
reescribir las reglas de la competición política por el poder en un Estado que
tendría que ser diferente, llamémosle un Estado “post-post-colonial”. Éste no
tendría que estar tan estrechamente ligado a sus clientes más fuertes y debería
ofrecer sus servicios desinteresadamente a toda la población. Así, los kenianos
podrían sentirse más como ciudadanos que como clientes étnicamente definidos.
Quizás sea mucho pedir.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Con todo esto, Kenia se enfrenta a dos posibles futuros.
Por un lado, la inter-etnicidad vista como normal por la mayoría en sus vidas
diarias puede haber sido envenenada por la violencia reciente, lo que
pronosticaría un Estado roto. Por otro, el shock puede haber persuadido a las
elites kenianas de aceptar, siguiendo las ideas de Burke, que un Estado que no
tiene las herramientas necesarias para transformarse, tampoco las tiene para
conservarse. Quizás haya un rayo de esperanza si la oposición consigue que su
representante electo sea el portavoz del nuevo parlamento.<BR><BR><BR>* John
Lonsdale es profesor emérito de Historia Africana Moderna y miembro del Trinity
College de Cambridge. Este artículo fue publicado originalmente en Open
Democracy y reproducido por Pambazuka News (22-01-2008). Ha sido traducido para
Pueblos por Belén Cuadrado.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>[1] (ver Caroline Elkins, “What’s Tearing Kenya Apart?
History, for One Thing” – “¿Qué está haciendo pedazos Kenia? Para empezar,
Historia.”, Washington Post, 6 de Enero de 2008).<BR></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000 size=3><FONT
size=4>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín
Solidario</FONT><BR>Ernesto Herrera (editor): </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT color=#0000ff
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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