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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></U></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>18 de febrero 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<DIV align=justify><FONT size=3><STRONG>China</STRONG></FONT></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Una fábrica de domésticas en
Changdu<BR> <BR>Denis Merklen
*</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG>Página/12, Buenos Aires,
17-2-08</STRONG></FONT></DIV>
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href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></FONT></DIV>
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<DIV align=justify>Llevaba ya varias semanas en China cuando fui a Chengdu. La
capital de la provincia de Sichuan es una metrópolis de cuatro millones de almas
en las montañas del sudoeste de China. Allí conocí a Gao Guizi. Con un chaleco
de jean por encima de una remera blanca percudida, Gao vino a buscarnos para
mostrarnos las “obras sociales” de la ciudad. Yo quería conocer más sobre las
trabajadoras domésticas. El, sabiendo que yo venía de Francia, comenzó a
hablarme de De Gaulle, “el mejor amigo de China” (Francia fue el primer país en
reconocer la China de Mao). “¡Zas!”, pensé, “a este lo tengo: es
peronista.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Gao resultó un tipo simpático, desenvuelto, que apenas
gana como para mantener un autito minúsculo, pero que vive a gusto de la
actividad política. Cincuentón y de mirada viva, tiene ese conocimiento del
mundo que da la militancia. Le gusta comer y muchas de las decisiones que busca
las obtiene en algunos de los buenos restaurantes de la ciudad. “¿De qué
trabaja, Gao?”, le pregunté cuando los embotellamientos ya nos iban dejando
entrar en confianza. Me miró con ojitos pícaros, prendió un cigarrillo y empezó
a contarme algo incomprensible sobre una ONG que él montó con su mujer (una
socióloga de la Universidad de Sichuan).</DIV>
<DIV align=justify><BR>Así llegamos a la empresa del señor Song, que nos
esperaba sonriente dentro de su saco azul y su pantalón gris. Song montó una
empresa de “formación y de protección” de empleadas domésticas, la “Sichuan
Girls Company”. Chengdu recibe miles de jóvenes campesinas por año, que van
hacia las ciudades de la costa en busca de trabajo. Song las ataja en el medio,
las forma, les hace un contrato y las manda a casa de alguna familia de clase
media. Recién llegadas del campo, las chicas aprenden a planchar y a cambiar
pañales, cómo funcionan los lavarropas y otros electrodomésticos que descubren
al llegar a la ciudad. La distancia social y cultural es tan pronunciada entre
el campo y la ciudad que lo elemental se vuelve cosa de vida o muerte: muchas de
las migrantes sufren graves accidentes de tránsito, algunas mueren. Es difícil
creerlo porque uno le entra a China por la hipermodernidad de las grandes
ciudades.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>La Unesco implementó un programa de formación que enseña las
señales de tránsito o cómo servirse de los medios de transporte. Eso también les
enseña Song, a cruzar la calle. Y les da cursos básicos de derecho para que no
se encuentren totalmente desprotegidas frente a sus domésticos patrones. Por esa
tarea recibió una placa de la Unesco que conserva, sin atornillar a ninguna
pared, dentro de su oficina. Vi también unos posters en los que posaba junto a
responsables de la Unesco. Con orgullo, Song me lo mostraba todo. “Qué personaje
éste –volví a pensar–, ¿por qué me recibirá con tanta deferencia?” ¿Cuál es el
rol del organismo internacional en este mercado local? ¿Quién se interesará en
tal marca de prestigio en este arrabal de Chengdu?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Llegamos al final de la visita y Song me mostró las
fichas de las chicas que tiene colocadas en distintas ciudades. Tiene contratos
por 5000 empleadas que ganan unos 900 yuanes por mes (360 pesos), de los que él
retiene el 10 por ciento. Ahí empecé a entender un poco mejor. “Ahora estamos
comenzando a mandar algunas chicas a Canadá y el año próximo esperamos enviar a
Europa y a Estados Unidos”, dijo. “Estás queriendo exportar mujeres y te viene
bien el sello de la Unesco para evitar sospechas de canadienses y otros
occidentales”, comprendí. Flor de vivo Song. Miré a Gao, que miraba al piso.
Salimos para irnos. En el patio de la entrada nos esperaba un fotógrafo. “No me
gustan las fotos”, me atajé. Gao y Song insistieron. No aflojé y encaré para el
auto. Gao protestó y me dijo que era descortés.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La difusión del empleo doméstico es una de las tantas
heridas que la fractura social impone a las democracias. Es un problema político
serio y profundo. Algunos países, como Brasil, tienen larga experiencia y se
acomodan sin mayor dificultad a la desigualdad. Otros, como la Argentina, van
descubriendo velozmente sus efectos. El empleo doméstico hiere el orden
democrático porque instala en la esfera del mundo privado relaciones
profundamente jerárquicas y torna invisible la injusticia. Sentimos afecto por
esas personas a las que tratamos “como a alguien de la familia”. Y terminamos
evitando discutir sobre la verdadera naturaleza de la relación con quienes se
ocupan de nuestra limpieza y de nuestros hijos; una relación laboral, de
patrones a empleados. Metemos la distancia social dentro de la casa y, haciendo,
así dejamos de verla.</DIV>
<DIV align=justify><BR>De allí nos fuimos hacia el noroeste de la ciudad, a
visitar el barrio de Youlian, en el distrito de Jinniu. Youlian se organiza
alrededor de una abandonada fábrica metalúrgica del Estado, a la que llegan unas
igualmente herrumbradas vías férreas. A partir de allí las calles son de tierra.
Sobre ellas, cientos de talleres textiles entre los que se cuelan negocios de
venta de comida. En la vereda algunos niños juegan, otros hacen los deberes
sobre una silla. Alguna niña los hacía sobre una máquina de coser, en el ruido
del taller. Caminamos largo rato con Gao, que no hablaba sino para comentar
algún detalle.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Luego del recorrido por Youlian fuimos invitados a
visitar un flamante museo de arte contemporáneo cerquita de allí. Alucinaciones
de la modernidad tardía. En medio de aquellos suburbios miserables, un joven
artista, Xly Moma, consiguió instalar un museo destinado exclusivamente a su
propia obra. Muebles, botellas, retratos y esculturas en acero y madera. Quedé
pasmado ante tanto refinamiento y tanta belleza. Tomando té verde cenamos unos
deliciosos ravioles de camarones. Mientras tanto yo intentaba adivinar de dónde
había salido la fortuna con la que construyó tamaño parque y semejante edificio.
Antes de despedirnos y pedirle a su chofer que nos llevara de regreso, nuestro
artista nos mostró la parte privada de las instalaciones. Entramos por una
puerta pequeña y subimos a una sala de conferencias dominada por una gigantesca
y lujosa mesa laqueada de negro. En las paredes de la sala estaba el origen de
su dinero. Xly tenía allí expuestos los modelos de teléfonos celulares que él
mismo diseñó para la Sony. Me fui meditando en aquel auto con chofer. Pensé en
las chicas del señor Song en Vancouver o en Shanghai. Pensé en Youlian y recordé
algunas de las obras que venía de ver. “Faquir del bocho”, pensé. La distancia
social puede coincidir con la proximidad física. Gao Guizi ya no estaba conmigo
para comentar. A él no le gusta el arte contemporáneo.</DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>* Sociólogo. Se formó en la UBA. Es miembro del Centro de
estudio de los movimientos sociales de la Escuela de Altos Estudios en Ciencias
Sociales de París. Ultimo libro: Pobres ciudadanos. Las clases populares en la
era democrática, Gorla, 2005.</DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000><FONT
size=4>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín
Solidario</FONT><BR>Ernesto Herrera (editor): </FONT></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT color=#800000
size=3>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de los
Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay<BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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