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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></U></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>6 de mayo 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Vietnam</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Reportaje: recordad a My
Lai</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG><BR>"Mataban a todo el que
veían"</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG><FONT face=Arial size=2> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Georgina Higueras</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>El País, Madrid, 4-5-08</STRONG> <BR><A
href="http://www.elpais.com/"><STRONG>http://www.elpais.com/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR> <BR>My Lai, 16 de marzo de 1968: soldados
norteamericanos asesinaron a sangre fría a 504 vietnamitas, en su mayoría
ancianos, mujeres y niños. El periodista Seymour Hersh logró romper la barrera
de silencio y difundió la matanza. Cinco supervivientes la rememoran ahora para
EL PAÍS "Mataban a todo el que veían"</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sigo oyendo con claridad los gritos de los soldados
cuando irrumpieron en mi casa aquella mañana: '¡Tudi maus, tudi maus!'. No sé lo
que significan. Ni sé si es inglés o imitación de vietnamita, pero era lo que
gritaban mientras nos apuntaban y nos hacían señas de que saliéramos. '¡Tudi
maus, tudi maus!'. Mi madre me dijo que huyera al refugio. Mis hermanas corrían
detrás de mí seguidas por mi madre con mis dos hermanos pequeños; el menor, de
dos años. Cuando iba a entrar nos ametrallaron. Sus cuerpos cayeron sobre mí.
Estaba aterrorizado y herido. No sabía si los cuerpos que se apilaban sobre mis
espaldas estaban vivos o muertos. Yo vivía y era consciente. No sé cuánto tiempo
me mantuve inmóvil y callado. Me desmayé y me desperté por la tarde, cuando los
habitantes de otro pueblo se acercaron a ver lo que había pasado y comenzaron a
recoger los cadáveres".</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Ha Thi, herida, pensó que venían a rematarla, pero dos
'marines' la llevaron a un helicóptero y luego al hospital</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pham Thi Thuan: "Vi caer a mi padre a la segunda ráfaga.
Yo seguí apretando a mi hija, temiendo que se ahogara"</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cong Pham Thanh tenía 11 años, y todavía hoy vive entre
los fantasmas de esa terrorífica mañana del 16 de marzo de 1968. Es el director
del museo levantado sobre el lugar de los hechos para que "nadie vuelva a
repetir semejante barbarie". Afirma, sin embargo, que los fantasmas sólo
atormentan su sueño cuando habla de lo que pasó, cuando recuerda y les escucha
gritar '¡tudi maus, tudi maus!'. Entonces, en la quietud de la noche, aquellos
tres soldados -dos negros y uno blanco- vuelven con sus vozarrones y le
despiertan.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En Occidente se la conoce como la matanza de My Lai, y en
Vietnam, como Son My, el nombre del pueblo al que pertenecían las cuatro aldeas,
entre ellas My Lai, que sirvieron de escenario para la orgía matinal de sangre,
venganza, odio y violencia que celebraron los hombres de la Compañía Charlie, I
Batallón de la 20ª División de Infantería estadounidense, que dirigía el capitán
Ernest Medina. El teniente al mando de la sección más involucrada en la matanza
era William Calley. En total, 504 personas (según los vietnamitas), en su gran
mayoría ancianos, mujeres y niños (unos 170), fueron asesinadas a sangre fría en
apenas cuatro horas. Ron Haeberle, el fotógrafo militar que acompañaba a la
sección, se encargó de inmortalizar el horror.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hubo sólo una veintena de supervivientes. Las casas
fueron incendiadas, y las cuatro aldeas, reducidas a cenizas. Cuando acabó la
guerra, en 1975, algunos volvieron para tratar de empezar de nuevo en la tierra
de sus ancestros, situada a 13 kilómetros de Quang Ngai, capital de la provincia
del mismo nombre, en el centro del país del sureste asiático. Seis de ellos
permanecen en la comuna rebautizada por la República Socialista de Vietnam como
Tinh Khe.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Casado y con tres hijos, Cong Pham asegura que ya no
siente rencor, aunque se sigue preguntando: ¿qué resorte inmoral e inhumano
accionaron los soldados para actuar tan salvajemente contra niños, bebés,
mujeres y ancianos? Los campesinos que le sacaron de debajo de los cuerpos de
sus familiares, le llevaron a una pequeña clínica cercana y le atendieron
durante los más de tres meses que tardaron en sanar sus heridas. La rabia le
comía entonces por dentro. "Yo quería matar a los invasores porque ellos venían
a matarme a mí".</DIV>
<DIV align=justify><BR>A los 15 años ya se había sumado a las filas del
Vietcong, como los estadounidenses llamaban a las fuerzas irregulares comunistas
basadas en el sur. El enemigo volvió a herirle en 1974. Su padre, que aquella
mañana no estaba en casa, enterró a su madre y a sus hermanos, y le localizó
semanas después, cuando ya se había unido al ejército de liberación. "Le mataron
los estadounidenses dos años después", dice mascando la amargura de la soledad
en que le sumió la contienda.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Obsesionado por la expansión del comunismo en Asia, y
después de que la guerra de Corea (1950-1953) terminara en tablas, Estados
Unidos fue deslizándose por el avispero de Vietnam hasta meterse en su más
vergonzosa aventura militar. Comenzó al principio de la década de los cincuenta
enviando asesores y armas en apoyo de las tropas francesas que luchaban por
mantener la colonia. París se retiró tras la derrota de Dien Bien Fu, en 1954, y
Washington fue ocupando el vacío de poder dejado por los franceses, hasta que en
1965 se produjo el primer desembarco de tropas de combate en las playas de
Danang.</DIV>
<DIV align=justify><BR>My Lai se encuentra a unos 140 kilómetros al sur de esa
idílica playa de arenas suaves como el talco. Si en 1963 Estados Unidos tenía en
Vietnam 23.000 asesores militares, tres años después su número de efectivos
ascendía a 184.000, y en 1968, el año de la masacre, tenía más de medio millón
de soldados en el país, de una extensión similar a Italia (326.797 kilómetros
cuadrados).</DIV>
<DIV align=justify><BR>La única superviviente que volvió y reconstruyó su
antigua vivienda es Ha Thi Quy, que hoy tiene 83 años. A pesar del espanto
sufrido, las profundas arrugas que surcan su rostro no han logrado borrarle un
cierto aire de candidez. Ella preparaba el desayuno cuando sintieron aproximarse
los helicópteros. El marido y el hijo mayor huyeron de inmediato, aunque les
vieron y les dispararon desde el aire, pero sólo pudieron herirles. "Eran muchos
soldados, se acercaron a la casa disparando contra los pollos y los patos.
Mataban todo lo que veían. Sentimos un miedo atroz. Nunca se habían comportado
así. Venían frecuentemente por el poblado. Nos pedían agua del pozo y nos daban
comida a cambio. No les temíamos, pero aquella mañana eran distintos. En la casa
estábamos mi madre, mi hija de 16 años, mi hijo de seis y yo, que estaba
embarazada. Nos apuntaron con sus armas y nos pidieron que saliésemos y fuésemos
hacia la acequia. A una vecina muy mayor que no se movía de puro miedo la
mataron allí mismo. En la acequia había mucha gente. Nos empujaron a ella a
culatazos. Uníamos las manos y les rogábamos que no nos mataran, pero empezaron
a disparar", dice quebrándosele la voz y gesticulando con las manos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ha Thi sintió cómo las balas le mordían la espalda y la
pierna, vio cómo a su hija le arrancaban la mitad de la cara, y se desmayó. "El
frío me devolvió la conciencia", relata. "Mi hijo pequeño yacía a mi lado. Vi a
unos niños que buscaban a sus madres y les pedí que me ayudaran a salir de aquel
revoltijo de muertos. No podía andar. Me arrastré para llegar a mi casa y beber
agua porque tenía una sed terrible. En el camino me encontré los cuerpos
desnudos de varias muchachas. Las habían violado y luego asesinado. Yo intentaba
taparlas cuando me vieron desde un helicóptero y aterrizaron".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tras zafarse de la muerte en esa indescriptible
carnicería, Ha Thi pensó que venían a rematarla. Trató de reptar más rápido, de
ocultarse, pero dos marines la cogieron en vuelo por debajo de los brazos, la
metieron en un helicóptero y la ingresaron en un hospital. El médico le extrajo
varias balas de la pierna, pero, para quitarle la de la espalda tenía que
operarla, y no lo hizo para no perjudicar su embarazo. La bala sigue incrustada
en su cuerpo. No le importa, porque su hijo nació meses después sin
problemas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Dio a luz en el campamento de Tra Khuc, uno de los
innumerables campos donde el ejército estadounidense recluía a los campesinos de
las designadas como zonas de fuego a discreción, que constituían objetivo
legítimo de los bombardeos norteamericanos y en las que se disparaba contra todo
lo que se moviera porque supuestamente estaban "infectadas" de vietcongs. Los
helicópteros lanzaban octavillas en las que advertían a los habitantes de que
abandonaran sus tierras si no querían ser bombardeados. La mayoría obedecía las
consignas. Pueblos y aldeas se quedaron vacíos, y millones de survietnamitas
fueron forzados a instalarse en campamentos en los que vivieron hasta que acabó
la guerra.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuarenta años después de My Lai, Ha Thi atraviesa por un
momento dulce en su dolorosa vida. Hace unos años, un compatriota del sur le dio
dinero para hacerse una casa nueva y más grande. La antigua -una pequeña
habitación separada por un patio de la nueva- la dejó como establo. Pegado a
éste se construyó el hijo menor una vivienda minúscula, y, en consecuencia, la
casa de Ha Thi está siempre llena de nietos y hasta de bisnietos, ya que el hijo
mayor y su familia también viven cerca. Además, hace ya dos años que arrendó la
parcela de 750 metros cuadrados que le dio el Gobierno comunista en 1977 para
cultivar arroz. "De la cosecha pasada [hay dos al año] me han dado 10 sacos. Es
mucho para nosotros [vive con un nieto de 15 años desde que éste tenía 16
meses]. Voy a vender una parte ahora que el precio está muy alto", dice con una
sonrisa cómplice.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las fotos de Haeberle cubren las paredes del museo de My
Lai. Al retirarse del ejército, 14 meses después, vendió a la revista Life, por
25.000 dólares, 18 imágenes del horror. Su publicación en el mes de noviembre de
1969 tuvo un efecto devastador para la imagen de Estados Unidos tanto dentro
como fuera del país. El Gobierno norvietnamita pagó en 1971 a Life 11.000
dólares por 11 fotos, según comenta la guía Tran Thi Thanh Huong.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hasta entonces, la matanza había sido encubierta por el
Pentágono, cuyos mandos relataron en el informe oficial que en la zona se habían
librado combates en los que habían muerto "128 miembros del Vietcong". Nadie
tomó en consideración la denuncia presentada por Hugh Thompson, el piloto del
helicóptero de reconocimiento que vio cómo el capitán Medina pateaba y remataba
con disparos a una joven vietnamita herida, tendida en el suelo. Thompson hizo
aterrizar entonces su aparato OH23, se enfrentó a los compañeros que aún
quedaban en My Lai y evitó que siguieran matando. El piloto y los dos artilleros
que le acompañaban recogieron y trasladaron al hospital del ejército a nueve
vietnamitas heridos, incluidos cinco niños. Para ello tuvieron que realizar
varios viajes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En el magnífico libro La guerra de Vietnam, que acaba de
publicar en castellano la editorial Crítica , Christian G. Appy recoge, entre
muchas otras voces testimoniales, la de Larry Colburn, uno de los artilleros:
"Sobrevolamos una zanja en la que habían matado a más de cien vietnamitas.
[Glenn] Andreotta [el otro artillero, muerto en combate una semana después]
divisó movimientos, así que Thompson aterrizó nuevamente. Andreotta fue
directamente a aquella zanja. Tuvo que caminar entre cadáveres que le llegaban a
la altura de la cintura para rescatar a un niñito. Yo permanecía de pie, a campo
abierto. Glenn se me acercó y me entregó al niño, pero la zanja estaba tan llena
de cadáveres y de sangre que no podía salir. Le acerqué la culata de mi rifle y
le ayudé a salir".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pham Thi Thuan, que entonces tenía 30 años, tampoco podía
salir de la acequia. Llevaba en los brazos -"casi asfixiada por el pecho que le
había metido en la boca para que se callara"- a su hija de tres años. Ninguna de
las dos estaba herida. Los cuerpos de sus vecinos las habían salvado. Pham Thi,
cuyo marido murió dos años antes en un ataque de las tropas invasoras, recuerda
el caos y el griterío que se formó en la aldea cuando los helicópteros empezaron
a echar botes de humo y a disparar. Cogió a su hija y se escondió en el agujero
que tenía excavado en la choza como refugio. Le sirvió de poco. Tuvo que
obedecer las órdenes de que fuera hacia la acequia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"Después de echarnos dentro a culatazos a todos, hubo una
primera ráfaga de disparos. Cuando las metralletas callaron, algunas personas se
levantaron. Yo vi a mi padre. Quise decirle que se tumbara, que no se moviera,
pero tuve miedo y me callé. Le vi caer en la segunda ráfaga, y aún hubo una
tercera. Yo seguía allí doblada, apretando a mi hija, que temía que se hubiera
ahogado. Al rato, cuando ya no se oía nada, fui apartando los cuerpos para
salir. Dos mujeres que también remontaron la zanja fueron vistas por los
soldados que aún quedaban. Las persiguieron y las mataron. A nosotras no nos
vieron".</DIV>
<DIV align=justify><BR>El ejército norteamericano pensaba, supuestamente, que My
Lai era la base de abastecimiento del 48º Batallón del Vietcong. El año anterior
tuvieron fuertes pérdidas en los combates en esa zona, y dos días antes una
bomba-trampa había matado a un sargento y dejado ciego a un soldado. En la tarde
del 15 de marzo, cuando el capitán Medina arengó a las tropas que iban a
participar en la operación de "aniquilación" de My Lai, primero guardó un minuto
de silencio por el compañero muerto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Venganza, miedo, inexperiencia y la exigencia del mando
de contar el número de enemigos muertos para valorar las victorias debieron de
sumarse al salvajismo y la chulería reinante en la Compañía Charlie, cuyo
teniente Calley fue visto esa mañana en My Lay con los pantalones bajados y
apuntando a la cabeza de la joven que tenía de rodillas delante de él.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los soldados entendieron que tenían órdenes de callar, ya
que oficiales como el coronel Oran Henderson habían sobrevolado la zona a baja
altura y visto desde los helicópteros los cadáveres de los civiles. A Henderson
se le encomendó esa misma tarde que investigara lo que había sucedido y se
limitó a preguntar a los soldados si habían participado en alguna matanza
indiscriminada. "No, señor", respondió la mayoría. Alguno se atrevió a un "sin
comentarios". Días después, Henderson informó por escrito que hubo una veintena
de civiles muertos de forma "inadvertida".</DIV>
<DIV align=justify><BR>El tufo putrefacto que desprendía My Lai llamó la
atención de uno de los 500 periodistas que contaban al mundo sobre el terreno la
guerra de Vietnam. Seymour Hersh, que trabajaba por su cuenta, entrevistó a
varios soldados que llegaron a acusar al teniente Calley del asesinato de 109
civiles. Hersh incluso entrevistó a Calley y escribió tres artículos sobre My
Lai que envió a los grandes medios de comunicación. A ninguno les interesó.
Finalmente logró venderlos a Dispatch, una pequeña agencia que tenía como
clientes a 36 periódicos. El 13 de noviembre, todos ellos publicaron el primer
artículo. El escándalo estaba servido. Antes de que terminara el mes salieron
los otros dos y uno nuevo. Además, la revista Life publicó las fotos de
Haeberle.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Truong Thi Le, de 80 años, todavía lamenta haber
recomendado a su hija de 17 que se metiera entre los ancianos congregados junto
a la torre de vigilancia de las cuatro aldeas. "Tuve miedo de que quisieran
violarla. Pensé que estaría más segura si pasaba inadvertida. Estábamos
aterrorizados. Habíamos visto cómo los soldados ponían a un anciano en la boca
del pozo que había frente a mi casa y le disparaban para que cayera en él. Nos
escondimos debajo de la cocina, pero los estadounidenses nos vieron y nos
dijeron que fuéramos a la torre de vigilancia. Yo agarraba a mi hijo de cinco
años. En un descuido, nos metimos debajo de la paja del arroz, que estaba
amontonada cerca porque acabábamos de recoger la cosecha. Mi hija, sin embargo,
se quedó entre el grupo, y los mataron a todos disparándoles con un arma con un
cañón muy ancho".</DIV>
<DIV align=justify><BR>La base de la antigua casa de Truong Thi, que se había
quedado viuda dos años antes, ha sido reconstruida, y forma parte, junto con la
acequia y las bases de otra decena de casas, del parque de la memoria que se ha
unido al museo en los últimos años. Muchos de sus actuales visitantes son
norteamericanos. "Estoy orgulloso de representar a los muertos", dice el
director, que confiesa que no le gusta ver a los veteranos del ejército
enemigo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Después de que por Vietnam desfilaran 2.590.000 soldados
de EE UU, el establecimiento de relaciones diplomáticas entre los dos países, en
1999, induce a muchos veteranos a ver en paz lo que vivieron en guerra. Entre
ellos el actual candidato republicano a la presidencia, John McCain, que volvió
en 2000 a visitar la cárcel de Hoa Lo. En esta antigua prisión construida por
los franceses a finales del siglo XIX, en la que fueron ajusticiados muchos
nacionalistas, estuvieron detenidos los 591 norteamericanos capturados en la
guerra. La mayoría eran pilotos, como McCain. La cárcel, situada en el centro de
Hanoi, es ahora un museo. Entre las fotos que se exponen, una muestra el rescate
por civiles y soldados de McCain, que cayó al lago Truc Bach, el 26 de octubre
de 1967. Otra, ya en color, recuerda la visita.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El primer trimestre de 1968 fue muy difícil para Estados
Unidos. Tan difícil que supuso el punto de inflexión de la guerra. Para
Washington fueron unos meses triplemente penosos. Primero, por el alto número de
bajas; segundo, porque perdió masivamente el apoyo de su ciudadanía a la
contienda, y tercero, porque poco antes había empezado a sentir que tenía la
victoria al alcance de la mano. El general William Westmoreland, comandante en
jefe de las tropas estadounidenses en Vietnam, dijo en noviembre de 1967 que el
principio del fin estaba cerca. No sabía que el enemigo había comenzado a
preparar la ofensiva del Tet.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El 31 de enero de 1968, durante la festividad de Tet -el
año nuevo lunar-, una operación conjunta del ejército norvietnamita y del Frente
Nacional de Liberación (el Vietcong) atacó por sorpresa más de un centenar de
ciudades por todo Vietnam del Sur. Fue una acción perfectamente sincronizada en
la que participaron unos 80.000 hombres. La osadía de los atacantes fue tal que
penetraron en el mismo centro neurálgico del enemigo: la Embajada de Estados
Unidos en Saigón. Su furia forzó combates cuerpo a cuerpo para defender lo
conquistado, como en la ciudadela de Hue, lo que ocasionó numerosas bajas. Hubo
más de 2.000 muertos estadounidenses y 4.000 miembros del Ejército del Sur, pero
los comunistas perdieron a casi 50.000 hombres.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hanoi, sin embargo, no logró el levantamiento general de
la población que esperaba que desatase su ofensiva, y en pocos días sus
guerrilleros fueron expulsados de nuevo a la jungla. La contraofensiva
norteamericana desató bombardeos masivos. Militarmente, el Tet fue una batalla
perdida para los norvietnamitas, aunque su consecuencia última fue que Hanoi
ganó la guerra. La opinión pública norteamericana se opuso radicalmente a una
contienda cruel como ninguna otra con la población civil. Westmoreland no
consiguió los 200.000 soldados más que pedía para acabar la guerra y fue
trasladado a Washington. El presidente Lyndon Johnson no se presentó a la
reelección. En mayo se iniciaron conversaciones de paz, y el senador Robert
Kennedy se convirtió en el gran favorito para lograr la candidatura demócrata a
la presidencia con una campaña en contra de la guerra, aunque fue asesinado el 5
de junio de 1968 en el hotel Ambassador de Los Ángeles nada más pronunciar el
discurso de celebración de su victoria en las cruciales primarias de
California.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El secreto de My Lai atormentaba mientras tanto al
soldado Ronald Ridenhour, que en marzo de 1969 escribió una carta al presidente
Richard Nixon, al jefe del Pentágono, al secretario de Estado, a los jefes del
Estado Mayor y a numerosos congresistas en la que detallaba los hechos. Aunque
siguieron sin trascender a la población, el Congreso inició una
investigación.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pham Dat, de 80 años, recuerda que los helicópteros se
llevaron el tejado de su caserío. La memoria le traiciona a veces, pero poco a
poco da cierta cohesión al relato de su historia. "Los soldados, que habían
matado a mis cuatro vacas, entraron en la casa disparando. En un instante
asesinaron a 11 miembros de mi familia: mi mujer y mi hijo de siete meses que
estaba en sus brazos, mi madre, mi hermana, cuñadas y sobrinos. A mí me habían
disparado en los pies. Mi hijo de cuatro años y mis dos hijas de siete y nueve
resultaron heridos en las piernas".</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuando los soldados se fueron, Pham se escondió con los
tres niños detrás de la puerta y se taparon con una esterilla. Después se
metieron en una especie de refugio subterráneo que el caserío tenía fuera. Pham
afirma que "poco después volvieron los soldados y utilizaron la paja del arroz
para prender fuego a todo".</DIV>
<DIV align=justify><BR>La investigación del exterminio de My Lai promovida por
el Congreso tuvo como única consecuencia la detención del teniente Calley, al
que se le acusó del asesinato premeditado de al menos 22 civiles. El tribunal le
condenó a cadena perpetua, pero luego le redujeron la pena y finalmente sólo
estuvo bajo arresto domiciliario tres años y medio.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000><FONT
size=4>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín
Solidario</FONT><BR>Ernesto Herrera (editor): </FONT></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV></FONT></BODY></HTML>