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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></U></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>18 de mayo 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Imperialismo</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>La nueva geopolítica de la
energía<BR><BR></FONT></STRONG></FONT><FONT face=Arial><STRONG>Michael T. Klare
*</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>The
Nation</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Ángel Ferrero
para Sin Permiso</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Socialismo o
Barbarie</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.socialismo-o-barbarie.org/"><STRONG>http://www.socialismo-o-barbarie.org/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><BR><FONT face=Arial size=2>Los estrategas militares
estadounidenses se preparan para futuras guerras que habrán de librarse, no por
cuestiones de ideología o política, sino en nuda pugna por recursos
crecientemente escasos. </FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>Mientras la atención diaria del ejército estadounidense
se centra en Irak y Afganistán, los estrategas norteamericanos miran más allá de
estos dos conflictos con el objetivo de prever el medio en el que se producirá
el combate global en los tiempos venideros. Y el mundo que ven es uno en el cual
la lucha por los recursos vitales, más que la ideología o la política de
equilibrio de poder, domina el Campo de Marte. Creyendo que los EE.UU. deben
reconfigurar sus doctrinas y fuerzas para prevalecer en semejante entorno, los
oficiales más veteranos han tomado los pasos necesarios para mejorar su
planificación estratégica y capacidad de combate. Aunque muy poco de todo esto
ha llegado al dominio público, existe un número de indicadores clave.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde el 2006 el Departamento de Defensa, en su informe
anual Capacidad militar de la República Popular China, ha puesto a un mismo
nivel la competición por los recursos y el conflicto en torno a Taiwan como la
chispa que podría desencadenar una guerra con China. La preparación de un
conflicto con Taiwan permanece como "una razón importante" en la modernización
militar china, según indica la edición del 2008, pero "un análisis de las
recientes adquisiciones del ejército chino y de su actual pensamiento
estratégico sugiere que Pekín está desarrollando también otras capacidades de su
ejército para otro tipo de contingencias, como por ejemplo el control sobre los
recursos." El informe incluso considera que los chinos están planeando mejorar
su capacidad para una "proyección de su poder" en las zonas que les proporcionan
materias primas, especialmente combustibles fósiles, y que semejantes esfuerzos
supondrían una significativa amenaza para los intereses de la seguridad
estadounidense.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El Pentágono también pide este año fondos para el
establecimiento del Africa Command (Africom), el primer mando unificado
transatlántico desde que en 1983 el presidente Reagan creara el Central Command
(Centcom) para proteger el petróleo del Golfo Pérsico. La nueva organización
centrará sus esfuerzos supuestamente en la ayuda humanitaria y la "guerra contra
el terrorismo". Pero en una presentación en la Universidad Nacional de Defensa,
el comandante segundo de Africom, el Vice Almirante Robert Moeller, declaró que
"África tiene una importancia geoestratégica cada vez mayor" para los EE.UU. –el
petróleo es un factor clave– y que entre los retos clave para los intereses
estratégicos estadoundienses en la región se encuentra la "creciente influencia
en África" de China.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A Rusia también se la contempla a través de la lente de
la competición mundial por los recursos. Aunque Rusia, a diferencia de los
EE.UU. y China, no necesita importar petróleo ni gas natural para satisfacer sus
necesidades nacionales, busca dominar el transporte de energía, especialmente
hacia Europa, lo que ha alarmado a los oficiales veteranos de la Casa Blanca que
recelan de una restauración del status de Rusia como superpotencia y temen que
su aumento en el control de la distribución del petróleo y el gas en Eurasia
debilite la influencia estadounidense en la región. En respuesta a la ofensiva
energética rusa, la administración Bush está emprendiendo contramedidas. "Tengo
la intención de nombrar... a un coordinador especial de energía que dedicará
especialmente todo su tiempo a la región de Asia Central y del mar Caspio",
informó en febrero la Secretaria de Estado Condoleezza Rice al Comité de Asuntos
Exteriores del Senado. "Es una parte verdaderamente importante de la
diplomacia." Uno de los principales trabajos de este coordinador, según declaró
Rice, será el de fomentar la construcción de oleoductos y gasoductos que
circunvalen Rusia con el objetivo de disminuir su control sobre el flujo
energético regional.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tomados en conjunto, éstos y otros movimientos semejantes
sugieren que ha tenido lugar un desplazamiento de la política: en un momento en
el que el las reservas mundiales de petróleo, gas natural, uranio y minerales
industriales clave como el cobre y el cobalto empiezan a disminuir y la demanda
de esos mismos recursos se está disparando, las mayores potencias mundiales se
desesperan por conseguir el control sobre lo que queda de las reservas sin
explotar [para más pruebas sobre la escasez de combustibles fósiles, véase
Klare, Preparativos para una vida después del petróleo, 12 noviembre de 2007, y
Mark Hertsgaard, Nos quedamos sin gasolina, 12 de mayo]. Estos esfuerzos
implican por lo general una intensa guerra de pujas en los mercados
internacionales, lo que explica los precios récord que están alcanzando todas
estas mercancías, pero también adoptan una forma militar cuando empiezan a
realizarse las transferencias de armamento y el despliegue de misiones y bases
transatlánticas. Para reafirmar la ventaja de los EE.UU. –y para contrarrestar
movimientos similares de China y otros competidores por los recursos– el
Pentágono ha situado la competición por los recursos en el centro mismo de su
planificación estratégica.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Alfred Thayer Mahan, revisitado</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>No es la primera vez que los estrategas estadounidenses
dan máxima prioridad a la lucha global por los recursos. A finales del siglo XIX
un atrevido grupo de pensadores militares liderados por el historiador naval y
presidente del Naval War College, Alfred Thayer Mahan, y su protégé, el entonces
Secretario Asistente de la Marina Theodore Roosevelt, hicieron una campaña
reclamando una Marina estadounidense fuerte, y la adquisición de colonias que
asegurasen el acceso a los mercados de ultramar y las materias primas. Sus
puntos de vista ayudaron puntualmente a fomentar el apoyo de la opinión pública
a la Guerra Hispanoamericana y, a su conclusión, al establecimiento de un
imperio comercial estadounidense en el Caribe y el Pacífico.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Durante la Guerra Fría, la ideología gobernó
absolutamente la estrategia estadounidense de contención de la URSS y derrota
del comunismo. Pero incluso entonces no se abandonaron por completo las
consideraciones acerca de los recursos. La doctrina Eisenhower de 1957 y la
doctrina Carter de 1980, a pesar de que se acomodaron a la habitual retórica
anti–soviética de la época, pretendían sobre todo asegurar el acceso de EE.UU. a
las prolíficas reservas petrolíferas del Golfo Pérsico. Y cuando el presidente
Carter estableció en 1980 el núcleo de lo que sería más tarde el Centcom, su
principal preocupación era la protección del flujo petrolífero del Golfo Pérsico
y no la contención de las fronteras de la Unión Soviética.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al terminar la Guerra Fría, el presidente Bush trató –y
falló– de establecer una coalición mundial de estados de ideologías afines (un
"Nuevo Orden Mundial") que mantendría la estabilidad mundial y permitiría a los
intereses empresariales (con las compañías estadounidenses al frente) extender
su alcance por todo el planeta. Este enfoque, aunque suavizado, fue adoptado
después por Bill Clinton. Pero el 11–S y la implacable campaña contra los
"estados canalla" (sobre todo contra el Irak de Saddam Hussein e Irán) de la
actual administración Bush, ha reinyectado el elemento ideológico a la
planificación estratégica estadounidense. Tal y como lo presenta George W. Bush,
la "guerra contra el terrorismo" y los "estados canalla" son los equivalentes
contemporáneos a las anteriores luchas ideológicas contra el fascismo y el
comunismo. Examinados más de cerca estos conflictos, sin embargo resulta
imposible separar el problema del terrorismo en Oriente Medio o el desafío de
Irak e Irán de la historia de la extracción del petróleo en aquellas regiones
por parte de empresas occidentales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El extremismo islámico del tipo que propaga Osama Bin
Laden y Al Qaeda en la región tiene muchas raíces, pero una de las más
importantes sostiene que el ataque occidental y la ocupación de tierras
islámicas –y la resultante profanación de las culturas y pueblos musulmanes– se
debe a la sed de petróleo de los occidentales. "Recordad también que la razón
más importante que tienen nuestros enemigos para controlar nuestras tierras es
la de robar nuestro petróleo", dijo Bin Laden a sus simpatizantes en una
grabación sonora fechada el diciembre del 2004. "Así que haced lo que tengáis en
vuestras manos para detener el mayor robo de petróleo de la historia."</DIV>
<DIV align=justify><BR>De manera similar, los conflictos de EE.UU. con Irak e
Irán han sido modelados por el principio fundamental de la doctrina Carter de
que los EE.UU. no permitirán la aparición de una potencia hostil que pueda
obtener en un momento dado el control del flujo petrolífero en el Golfo Pérsico,
y con ello, en palabras del vicepresidente Cheney, "ser capaz de dictar el
futuro de la política energética mundial." El hecho de que estos países estén
posiblemente desarrollando armas de destrucción masiva sólo complica la tarea de
neutralizar la amenaza que representan, pero no altera la lógica estratégica que
subyace en el fondo de los planes de Washington.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La preocupación sobre la seguridad de los suministros de
recursos ha sido, pues, una característica central en la planificación
estratégica desde hace tiempo. Pero la atención que se le presta ahora a esta
cuestión representa un cambio cualitativo en el pensamiento estadounidense sólo
igualable a los impulsos imperiales que condujeron a la Guerra Hispanoamericana
un siglo atrás. Sin embargo en esta ocasión el movimiento está motivado no por
una optimista fe en la capacidad norteamericana para dominar la economía
mundial, sino por una perspectiva francamente pesimista sobre la disponibilidad
de los recursos vitales en el futuro y la intensa competición sobre ellos que
están llevando a cabo China y otros motores económicos emergentes. Enfrentándose
a este doble reto, los estrategas del Pentágono creen que asegurar la primacía
estadounidense en la lucha por los recursos mundiales debe ser la prioridad
número uno de la política militar norteamericana.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Regreso al futuro</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>En línea con este nuevo enfoque, el énfasis se emplaza
ahora en el papel mundial que ha de jugar la marina estadounidense. Utilizando
un lenguaje que hubiera sonado sorprendentemente familiar a Alfred Mahan y al
primer presidente Roosevelt, la Marina, los marines y la guardia costera dieron
a conocer en octubre un documento titulado Una estrategia cooperativa para el
poder naval en el siglo XXI que resalta la necesidad de los EE.UU. de dominar
los océanos y asegurar las principales rutas marítimas que conectan el país con
sus mercados de ultramar y reservas de recursos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En las pasadas cuatro décadas el comercio marítimo
mundial se ha cuadriplicado: el 90% del comercio mundial y dos tercios del
petróleo son transportados por mar. Las rutas marítimas y la infraestructura
costera que las apoyan son la tabla de salvación de la economía global actual.
Unas expectaciones de crecimiento cada vez mayores y el incremento de la
competición por los recursos unidas a la escasez pueden alentar a las naciones a
ejercer cada vez más reclamaciones de soberanía sobre parcelas cada vez mayores
del océano, vías fluviales y recursos naturales, resultando de todo ello
potenciales conflictos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Para encarar este peligro, el Departamento de Defensa ha
emprendido una modernización total de su flota de combate, lo que supone el
desarrollo y obtención de nuevos portaaviones, destructores, cruceros,
submarinos y un nuevo tipo de nave de "combate litoral" (armamento de costa), un
esfuerzo que llevará décadas completar y que consumirá cientos de miles de
millones de dólares. Algunos de los elementos de este plan fueron desvelados por
el presidente Bush y el Secretario de Defensa Gates en la propuesta de
presupuesto para el año fiscal 2009, presentada el pasado mes de febrero. De los
artículos más caros del presupuesto destacan los siguientes:</DIV>
<DIV align=justify><BR>– 4,2 mil millones de dólares para la principal
nave de una nueva generación de portaaviones de propulsión nuclear.<BR>–
3,2 mil millones de dólares para un tercer misil para el destructor clase
"Zumwalt". Estas naves de guerra de camuflaje avanzadas servirán también como
banco de pruebas para un nuevo tipo de misiles crucero, los CG(X).<BR>–
1,3 mil millones de dólares para las dos primeras naves de combate
litoral.<BR>– 3,6 mil millones de dólares para un nuevo submarino clase
Virginia, el navío de combate subacuático más avanzado del mundo, actualmente en
producción.<BR></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Los programas de construcción naval propuestos costarán 16'9
mil millones el año fiscal del 2009, después de los 24'6 mil millones de dólares
votados para el año fiscal 2007 y 2008.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El nuevo enfoque estratégico de la Marina se refleja no
sólo en la obtención de nuevos navíos, sino también en la disposición de los ya
existentes. Hasta hace poco la mayoría de los activos navales estaban
concentrados en el Atlántico Norte, el Mediterráneo y el Pacífico Noroeste en
misiones de apoyo a las fuerzas de la OTAN estadounidenses y en virtud de los
pactos de defensa con Corea del Sur y Japón. Estos vínculos figuran de manera
muy prominente en los cálculos estratégicos, pero se incrementa cada vez más la
importancia de la protección de los enlaces comerciales vitales en el Golfo
Pérsico, el Pacífico suroeste y el Golfo de Guinea (cerca de los mayores
productores de petróleo en África). En el 2003, por ejemplo, el jefe del US
European Command declaró que los portaaviones de combate bajo su mando estarían
menos tiempo en el Mediterráneo y "la mitad de su tiempo descenderían a la costa
oeste de África."</DIV>
<DIV align=justify><BR>Un enfoque similar guía la reestructuración de las bases
de ultramar, que había permanecido en gran medida intacta los últimos años.
Cuando la administración Bush tomó el poder, la mayoría de las bases principales
se encontraban en Europa occidental, Japón o Corea del Sur. Por insistencia del
entonces Secretario de Defensa Donald Rumsfeld, el Pentágono empezó a trasladar
fuerzas de la periferia de Eurasia hacia sus regiones centrales y del sur,
especialmente Europa central y oriental, el centro de Asia y el sudeste
asiático, así como en el norte y centro de África. Es cierto que estas zonas son
el hogar de Al Qaeda y de los "estados canalla" de Oriente Medio, pero también
que contienen el 80% o más de las reservas mundiales de gas natural y petróleo,
así como reservas de uranio, cobre, cobalto y otros materiales industriales
cruciales. Y, como se ha señalado antes, es imposible separar lo uno de lo otro
en los cálculos estratégicos estadounidenses.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Otro punto muy a tener en cuenta es el plan
estadounidense para mantener una infraestructura básica para apoyar las
operaciones de combate en la cuenca del Mar Caspio y Asia central. Los vínculos
americanos con los estados de esta región fueron establecidos años antes del
11–S para proteger el flujo del petróleo del Mar Caspio hacia occidente.
Creyendo que la cuenca del mar Caspio sería una nueva fuente valiosa de petróleo
y gas natural, el presidente Clinton trabajó aplicadamente para abrir las
puertas a la participación estadounidense en la producción energética de la
zona, y aunque advertido de los antagonismos étnicos endémicos de la región,
trató de reforzar la capacidad militar de las potencias aliadas del lugar y
preparar una posible intervención de las fuerzas norteamericanas en la zona. El
presidente Bush redobló estos esfuerzos, incrementando el flujo de la ayuda
militar estadounidense y estableciendo bases militares en las repúblicas
centroasiáticas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una mezcla de prioridades gobierna los planes del
Pentágono para retener una constelación de bases "duraderas" en Irak.
Muchas de estas instalaciones serán sin duda utilizadas para continuar dando
apoyo a las operaciones contra las fuerzas insurgentes, para actividades de
inteligencia militar y para el entrenamiento del ejército y unidades de policía
iraquíes. Incluso si todas las tropas de combate estadounidenses fueran
retiradas de acuerdo con los planes anunciados por los senadores Clinton y
Obama, algunas de estas bases serían con toda probabilidad mantenidas para
actividades de entrenamiento, que tanto Clinton como Obama han afirmado que
continuarán. Por otra parte, al menos algunas de las bases están específicamente
dedicadas a la protección de las exportaciones de petróleo iraquí. En el 2007,
por ejemplo, la Marina reveló que había construido una instalación de dirección
y control sobre y a lo largo de una terminal de petróleo iraquí en el Golfo
Pérsico, con el fin de supervisar la protección de las terminales de extracción
de mayor importancia en la zona.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Una lucha global</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Ninguna otra de las principales potencias mundiales es
capaz de igualar a los Estados Unidos a la hora de desplegar su capacidad
militar en la lucha por la protección de las materias primas de vital
importancia. Sin embargo, las otras potencias están empezando a desafiar su
dominio de varias maneras. China y Rusia en particular están proporcionando
armas a los países en desarrollo productores de petróleo y gas, y están también
empezando a mejorar su capacidad militar en zonas clave de producción
energética.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La ofensiva china para ganar acceso a las reservas
extranjeras es evidente en África, donde Pekín ha establecido vínculos con los
gobiernos productores de petróleo de Algeria, Angolia, Chad, Guinea Ecuatorial,
Nigeria y Sudán. China también ha buscado acceso a las abundantes reservas
minerales africanas, persiguiendo las reservas de cobre en Zambia y el Congo,
cromo en Zimbaue y un abanico de diferentes minerales en Sudáfrica. En cada caso
los chinos se han atraído el apoyo de estos países proveedores con una
diplomacia activa y constante, ofertas de planes de asistencia para el
desarrollo y préstamos a bajo interés, vistosos proyectos culturales y, en
muchos casos, armamento. China es ahora el mayor proveedor de equipos de combate
básicos a muchos de estos países, y es especialmente conocida por su venta de
armas a Sudán, armas que han sido empleadas por las fuerzas gubernamentales en
sus ataques contra las comunidades civiles de Darfur. Además, como los EE.UU.,
China ha complementado sus transferencias de armas con acuerdos de apoyo
militar, lo que ha llevado a una presencia constante de instructores, consejeros
y técnicos chinos en la zona, compitiendo con sus homólogos norteamericanos por
la lealtad de los oficiales militares africanos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El mismo proceso está teniendo lugar en gran medida en
Asia Central, donde China y Rusia cooperan bajo los auspicios de la Shanghai
Cooperation Organization (SCO) para proporcionar armamento y asistencia técnica
a los "istanes" del Asia Central [Kazajstán, Uzbekistán, Turkmenistán,
Tayikistán y Kirguizistán], de nuevo en competición con los EE.UU. por ganarse
la lealtad de las elites militares locales. En los 90 Rusia estuvo demasiado
preocupada con Chechenia como para prestar atención a esta zona, y China, por su
parte, estaba concentrada en otras cuestiones a las que daba más prioridad, así
que Washington disfrutó de una ventaja temporal. Sin embargo, en los últimos
cinco años Moscú y Pekín han concentrado sus esfuerzos para ganar influencia en
la región. El resultado de todo ello ha sido un paisaje geopolítico mucho más
competitivo, con Rusia y China, unidas a través de la SCO, ganando terreno en su
ofensiva para minimizar la influencia estadounidense en la región.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una muestra clara de esta ofensiva fue el ejercicio
militar que llevó a cabo la SCO el pasado verano, el primero de esta naturaleza,
en el que participaron todos los estados miembros. Las maniobras involucraron a
6.500 miembros en total, procedentes del personal militar de China, Rusia,
Kazajstán, Kirguizistán, Tayikistán y Uzbekistán, y tuvieron lugar en Rusia y
China. Aparte de su significado simbólico, el ejercicio era indicativo de los
esfuerzos chinos y rusos para mejorar sus capacidades militares, poniendo un
fuerte énfasis en lo que se refiere a sus fuerzas de asalto a larga distancia.
Por primera vez un contingente de tropas chinas aerotransportadas fue desplegada
fuera de territorio chino, un signo claro de la creciente autoconfianza de
Pekín.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Para asegurarse de que el mensaje de estos ejercicios no
había pasado inadvertido, los presidentes de China y Rusia aprovecharon la
ocasión para organizar una cumbre de la SCO en Kirguizistán y advertir a los
Estados Unidos (aunque no fuese nombrado) de que no permitirían intromisiones de
ningún tipo en los asuntos de Asia Central. En su llamada por un mundo
"multipolar", por ejemplo, Vladimir Putin declaró que "cualquier intento para
resolver problemas mundiales y regionales de manera unilateral será en vano."
Por su parte Hu Jintao hizo notar que "las naciones de la SCO conocen con
claridad las amenazas a las que se enfrenta la región y deben asegurar su
protección por sí mismas."</DIV>
<DIV align=justify><BR>Estos y otros esfuerzos de China y Rusia, combinados con
la escalada de ayuda militar estadounidense a algunos estados de la región, son
parte de una mayor, aunque a menudo oculta, lucha por el control del flujo del
petróleo y el gas natural desde la cuenca del Mar Caspio a los mercados de
Europa y Asia. Y esta lucha, a su vez, no es sino parte de la lucha mundial por
el control de la energía.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El mayor riesgo de esta lucha es que algún día exceda los
límites de la competición económica y diplomática y entre de lleno en el terreno
militar. No sucederá, desde luego, porque alguno de los estados implicados tome
la decisión deliberada de provocar una guerra contra uno de sus competidores,
porque los líderes de todos estos países saben a ciencia cierta que el precio de
la violencia es demasiado elevado teniendo en cuenta lo que obtendrían a cambio.
El problema es, en cambio, que todos ellos están tomando parte en acciones que
hacen que el comienzo de una escalada involuntaria sea cada día más plausible.
Estas acciones incluyen, por ejemplo, el despliegue de un número cada vez más
elevado de consejeros e instructores militares americanos, rusos y chinos en
zonas de inestabilidad en las cuales estos foráneos pueden verse atrapados algún
día en bandos opuestos en conflicto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El riesgo es aún mayor si tenemos en cuenta que la
producción intensificada de petróleo, gas natural, uranio y minerales es ya en
sí misma una fuente de inestabilidad, que actúa como un imán para las entregas
de armamento y la intervención extranjera. Las naciones implicadas son casi
todas ellas pobres, así que quien controle los recursos controlará las únicas
fuentes seguras de abundante riqueza material. Esta situación es una invitación
a la monopolización del poder para que las elites codiciosas empleen su control
sobre el ejército y la policía para eliminar a sus rivales. El resultado de todo
ello es, casi sin excepción, el de la creación de una camarilla de capitalistas
instalados a conciencia en el poder que utilizan con brutalidad las fuerzas de
seguridad y terminan rodeados de una ingente masa de población desafecta y
empobrecida, a menudo perteneciente a un grupo étnico diferente, un caldo de
cultivo idóneo para los disturbios y la insurgencia. Ésta es hoy la situación en
la zona del delta del Níger en Nigeria, en Darfur y el sur de Sudán, en las
zonas productoras de uranio del Níger, en Zimbaue y en la provincia Cabinda de
Angola (en la que se encuentra la mayor parte del petróleo del país) y otras
muchas zonas que sufren lo que ha sido denominado ya "maldición de los
recursos."</DIV>
<DIV align=justify><BR>El peligro se encuentra, huelga decirlo, en que las
grandes potencias se vean inmersas en estos conflictos internos. No se trata de
ningún escenario extemporáneo: EE.UU., Rusia y China están proporcionando
armamento y servicios de apoyo militar a las facciones de muchas de las disputas
antes mencionadas: EE.UU. está armando a las fuerzas gubernamentales en Nigeria
y Angola, China proporciona ayuda a las fuerzas gubernamentales en Sudán y
Zimbaue, y así con el resto de conflictos. Una situación incluso más peligrosa
es la que existe en Georgia, donde EE.UU. respalda al gobierno prooccidental del
presidente Mijaíl Saakashvili con armamento y apoyo militar, mientras Rusia da
su apoyo a las regiones separatistas de Abkhazia y Osetia del Sur. Georgia juega
un importante rol estratégico para ambos países porque alberga el oleoducto
Bakú–Tbilisi–Ceyhan (BTC), un conducto avalado por los EE.UU. que transporta
petróleo del Mar Caspio a los mercados occidentales. Actualmente hay consejeros
e instructores militares estadounidenses y rusos en ambas regiones, en algunos
casos incluso tienen contacto visual los unos con los otros. No es difícil, por
lo tanto, conjeturar un escenario en el cual un choque entre las fuerzas
separatistas y Georgia conduzca, quiérase o no, a un enfrentamiento entre
soldados rusos y americanos, dando lugar a una crisis mucho mayor.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es esencial que América invierta el proceso de
militarización de su dependencia de la energía importada y disminuya su
competición con China y Rusia por el control de recursos extranjeros.
Haciéndolo, se podría canalizar la inversión hacia las energías alternativas, lo
que conduciría a una producción energética nacional más efectiva (con un
abaratamiento de precios a largo plazo) y una inmejorable oportunidad para
reducir el cambio climático.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cualquier estrategia enfocada a reducir la dependencia de
la energía importada, especialmente el petróleo, debe incluir un incremento del
gasto en combustibles alternativos, sobre todo fuentes renovables de energía
(solar y eólica), la segunda generación de biocombustbiles (aquellos hechos a
partir de vegetales no comestibles), la gasificación del carbón capturando las
partículas de carbono en el proceso (de modo que ninguna dioxina de carbono
escape a la atmósfera, contribuyendo al calentamiento del planeta) y células de
combustible hidrógeno, junto con un transporte público que incluya ferrocarriles
de alta velocidad y otros sistemas de transporte público avanzados. La ciencia y
la tecnología para implementar estos avances se encuentra ya disponible en su
mayor parte, pero no las bases para conducirla del laboratorio o de la etapa de
proyecto piloto a su desarrollo completo. El desafío es, entonces, el de reunir
los miles de millones –quizás billones– de dólares que se necesitarán para
ello.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El principal obstáculo a esta tarea hercúlea es que su
principal razón de ser se encuentra desde un buen principio con el enorme gasto
que supone la competición militar por los recursos de ultramar. Personalmente
estimo que el coste actual de imponer la doctrina Carter se encuentra entre los
100 y los 150 mil millones de dólares, sin incluir la guerra en Irak. Extender
esa doctrina a la cuenca del Mar Caspio y África sumará miles de millones más a
la cuenta. Una nueva guerra fría con China, con su correspondiente carrera
armamentística naval, requerirá billones en gastos adicionales militares en las
próximas décadas. Una locura: el gasto no garantizará el acceso a más fuentes de
energía, ni abaratará el precio de la gasolina a los consumidores, ni desanimará
a China en su búsqueda de nuevas fuentes de energía. Lo que realmente hará será
reducir el dinero que necesitamos para desarrollar fuentes de energía
alternativas con las que conjurar los peores efectos del cambio climático.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Todo ello nos conduce a la recomendación final: más que
embarcarnos en una competición militar con China, lo que deberíamos hacer es
cooperar con Pekín en el desarrollo de fuentes de energía alternativas y
sistemas de transporte más eficaces. Los argumentos en favor de la colaboración
son abrumadores: se estima que juntos, los Estados Unidos y China, consumiremos
el 35% de las reservas mundiales de petróleo para el 2025, la mayor parte del
cual tendrá que ser importado de estados disfuncionales. Si, como se predice
ampliamente, las reservas mundiales de petróleo empiezan a disminuir por
entonces, nuestros países estarán encerrados en una peligrosa lucha por unos
recursos cada vez más limitados a zonas crónicamente inestables del mundo. Los
costes de ello, en términos de unos desembolsos militares cada vez mayores y una
inhabilidad manifiesta para invertir en proyectos sociales, económicos y
medioambientales que merezcan realmente la pena, serán inaceptables. Razón de
más para renunciar a este tipo de competiciones y trabajar juntos en el
desarrollo de alternativas al petróleo, en los vehículos eficientes y otras
innovaciones energéticas. Muchas universidades y corporaciones chinas y
norteamericanas han empezado a desarrollar proyectos conjuntos de esta
naturaleza, así que no debería de ser difícil prever un régimen de cooperación
aún mayor.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A medida que nos acercamos a las elecciones del 2008, se
abren dos caminos frente a nosotros. Uno nos conduce a una mayor dependencia de
los combustibles importados, una militarización creciente de nuestra relación de
dependencia del petróleo extranjero y una lucha prolongada con otras potencias
por el control de las mayores reservas existentes de combustibles fósiles. La
otra lleva a una dependencia atenuada del petróleo como fuente principal de
nuestros combustibles, al rápido desarrollo de alternativas energéticas, un
perfil bajo de las fuerzas estadounidenses en el extranjero y a la cooperación
con China en el desarrollo de nuevas opciones energéticas. Rara vez una elección
política ha tenido mayor trascendencia para el futuro de nuestro
país.<BR><BR><BR>* Michael T. Klare es profesor de paz y seguridad mundial en la
Universidad de Hampshire. Su úlltimo libro, “Rising Powers, Shrinking Planet:
The New Geopolitics of Energy”, será publicado por Metropolitan Books en
abril.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000><FONT
size=4>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín
Solidario</FONT><BR>Ernesto Herrera (editor): </FONT></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
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