<!DOCTYPE HTML PUBLIC "-//W3C//DTD HTML 4.0 Transitional//EN">
<HTML><HEAD>
<META http-equiv=Content-Type content="text/html; charset=iso-8859-1">
<META content="MSHTML 6.00.2900.2523" name=GENERATOR>
<STYLE></STYLE>
</HEAD>
<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><FONT
size=5><U>correspondencia de prensa - boletín solidario</U></FONT></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>21 de mayo 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Mayo 68</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Debates sobre economía<BR><BR>Michel
Husson *</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG>Viento Sur</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.nodo50.org/viento_sur/"><STRONG>http://www.nodo50.org/viento_sur/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Josu Egireun
</STRONG></FONT></DIV>
<DIV><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.nodo50.org/viento_sur/"></A> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El capitalismo anterior a 1968 funcionaba mejor que el
actual, pero, sin embargo, su puesta en cuestión fue superior al cuestionamiento
del mismo que realizan los movimientos sociales actuales. El examen de los
debates económicos de la época permite arrojar luz sobre ésta paradoja y, al
mismo tiempo, restar valor a la falsa oposición entre la crítica social y la
crítica “artísta” [NdT: Expresiones tomadas del libro El nuevo espíritu del
capitalismo de Luc Boltanski y Eve Chiapello, Akal, Madrid, 2002. La “critica
artista” al capitalismo se haría desde la autonomía y la libertad; la “critica
social” desde la solidaridad y la igualdad. Según estos autores, ambas críticas
corresponden a grupos sociales distintosm y son incompatibles]</FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>Todas las ideas tienen un fundamento material y esto es
particularmente cierto en lo que respecta a las ideas económicas. Mayo del 68
estalla en medio de la época dorada del capitalismo de la post-guerra, que más
tarde fue bautizada como la época de los “treinta gloriosos”. Este período, que
se prolongó hasta la recesión generalizada que sobrevino a mediados de los 70,
fue descrito también como el del “fordismo”. Ahora bien, el año 1967 estuvo
marcado por un cambio de la coyuntura; por un giro decisivo en los Estados
Unidos y una ralentización del crecimiento económico en todo Europa. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En Francia, es este repliegue el que permite explicar la
recuperación del movimiento huelguístico y la apretada victoria de la derecha en
1967; pese a lo cual, la recesión elimina las dos conquistas de la época: un
crecimiento rápido acompañado del incremento del poder adquisitivo y la baja
tasa de desempleo.<BR><BR><STRONG>La época dorada del
capitalismo...</STRONG><BR><BR>He aquí algunas cifras que confirman esta
periodización: entre 1957 y 1973 el poder de compra se duplica y la tasa de
desempleo hasta 1967es inferior al 2%. A modo de comparación, tenemos que el 14%
de aumento del poder de compra desde principios de los 80 hasta nuestros días
-es decir, un cuarto de siglo- es igual al incremento medio durante 3 años de
los “treinta gloriosos”. En cuando a la tasa de paro (oficial), actualmente
fluctúa entre el 8 y el 10%; sin tener en cuenta la precarización que va en
aumento. A estos resultados económicos se puede añadir el desarrollo vigoroso
del Estado social (pensiones, Seguridad social, subsidio de desempleo), que se
puede medir a través del crecimiento de los gastos sociales que pasaron del 5%
del PIB en la Liberación al 11% en 1968.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pese a ello, no hay que idealizar este período, porque de
otro modo no se podría comprender la explosión de Mayo 68. Este cuadro general
está acompañado de grandes sombras: la jornada laboral en el 68 era un 20%
superior a la de hoy, las condiciones de trabajo eran más duras y las
desigualdad de las rentas más marcadas. Así pues, el debate sobre la naturaleza
del capitalismo viene determinado por estas dos características: éxito económico
y rudeza de las condiciones sociales. La diferencia esencial entre aquel período
y el nuestro gira sobre la flexibilidad de una sociedad en profunda
transformación: en aquella época cada individuo tenía perspectivas de progreso
social casi aseguradas. Andrew Shonfield escribió en Le capitalismo aujourd’hui
(1969) que “en los países capitalistas occidentales, todo el mundo -tanto el
gobierno como la gente de la calle- encuentra natural que la renta real de las
personas deba aumentar cada año de manera sensible”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La economía es uno de los dominios en los que más fácil
se da un enfoque materialista de la ideología dominante debido a la estrecha
correlación entre las transformaciones del capitalismo y su propia
representación. Es necesario retroceder en el tiempo para recordar que el
enfoque keynesiano, tan desacreditado hoy en día, era absolutamente dominante en
aquella época y que por entonces los liberales no dejaban de ser una especie de
secta. La visión dominante de entonces reposaba en dos ideas. La primera, que el
capitalismo había aprendido a autorregularse a partir de la crisis de los años
30: la intervención del Estado y los gastos sociales actuaban como
“estabilizadores automáticos” y garantizan un crecimiento regular. En ese
contexto, el Premio Nóbel Paul Samuelson pudo anunciar en su manual Economics
que “gracias al empleo apropiado y reforzado de las políticas monetarias y
fiscales, nuestro sistema de economía mixta puede evitar los excesos de los
booms y las depresiones y puede plantearse un crecimiento regular”. Lo que en la
época se denominó la “política de rentas” aseguraba la progresión de la demanda
salarial y regulaba el problema de las ventas. El capitalismo hipercompetitivo
que conocemos hoy en día fue relegado al almacén de las ideas a medio elaborar y
los ideólogos oficiales dedicaban su tiempo a anunciar el fin de la lucha de
clases.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La segunda idea giraba sobre la convergencia de sistemas,
entre economías “centralizadas” y “descentralizadas”, para retomar la
formulación de Raymond Barre, en aquella época profesor en Ciencias Políticas.
Los países llamados socialistas introducían mecanismos de mercado en tanto que
la intervención del Estado establecía un sistema “mixto” en los países
capitalistas avanzados. Esta es, por ejemplo, la lectura propuesta por John K.
Galbraith en El nuevo Estado industrial (1967) o por Shonfield: “El mercado
clásico de los manuales de economía, en el que las firmas compiten entre ellas
sin darse cuenta de las consecuencias que ello puede entrañar para el mercado en
su conjunto, no ha estado nunca tan alejada de la realidad”.<BR><BR><STRONG>...
y su crítica</STRONG><BR><BR>La cuestión que se planteaba, por lo tanto, era la
de saber cómo desarrollar la contestación a un sistema que basado en éxitos
reales. En este sentido, se podría decir que las críticas al capitalismo estaban
divididas entre el dogmatismo y el modernismo. En el campo del marxismo, era
dominante el PCF. En él se reagrupan numerosos economistas que desarrollaron la
teoría del Capitalismo Monopolista de Estado cuya síntesis fue publicada en 1971
en su Tratado de Economía Marxista. Este enfoque representaba una transición
entre la versión catastrofista - que el PCF justo acabada de abandonar- que,
contra toda evidencia, proclamaba una “pauperización absoluta”, y un enfoque
nuevo que buscaba mostrar que la fusión del Estado y de los monopolios agravaba
la explotación y conducía a una crisis de “sobreacumulación-devalorización”,
justificando de ese modo la posibilidad de un amplio frente antimonopolista. La
aparente ortodoxia de esta posición condujo a un rechazo vigoroso tanto de
análisis neomarxistas como los desarrollados por Paul Baran y Paul Sweezy (El
capitalismo monopolista, 1968) calificándolos como banalmente keynesianos, como
de los análisis impresionistas, según los cuales los monopolios escaparían a la
ley del valor.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En el otro campo, los “modernistas” para quienes el
funcionamiento más regulado del capitalismo era un logro duradero en el que
apoyarse para introducir reformas estructurales que desembocaran en el
socialismo moderno. El Partido Socialista Unificado (PSU) fue un crisol en el
que se confrontaban estos diferentes puntos de vista influenciados por el
reformismo revolucionario de André Gorz o por el análisis sobre las
potencialidades autogestionarias de la “nueva clase obrera” de Serge Mallet.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Retrospectivamente, uno de los enfoques más ricos fue el
de Ernest Mandel que se fijó una tarea doble. La primera, la de restituir un
marxismo vivo, en particular con su Tratado de Economía Marxista, que vio la luz
en 1962, y el folleto Iniciación a la teoría económica marxista, que contribuyó
a esa renovación en los círculos militantes. El segundo objetivo de Ernest
Mandel fue el de proponer un enfoque verdaderamente dialéctico mediante la
combinación de la comprensión del éxito del capitalismo y un análisis renovado
de sus contradicciones. En “L’apogée du néocapitalisme et ses lendemains”,
artículo aparecido en Les Temps moderns en agosto de 1964, desarrolló un
análisis premonitorio de los elementos de crisis persistentes en el
funcionamiento del capitalismo contemporáneo, que desarrollará más tarde en El
Capitalismo Tardío cuya traducción francesa apareció en 1976. Estos análisis
inspirarán a un grupo de economistas animados por Pierre Salama y Jacques Valier
a lanzar la revista Critiques de l’économie politique que será, hasta su
desaparición en 1985, toda una referencia en el campo de la heterodoxia.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Frente a un capitalismo relativamente competente, la
crítica puso el acento en sus aspectos cualitativos, centrándose en tres
aspectos fundamentales: la relación capital-trabajo, las relaciones Norte-Sur y
la “sociedad de consumo”. Lo que se bautizó como “tercermundismo” jugó un papel
determinante: toda una generación se vio marcada por las revoluciones
anticoloniales y por la revolución cubana. Se dio una continuidad entre las
heridas abiertas por la guerra de Argel y la solidaridad con el Vietnam que le
tomó el relevo. Los modelos cubano y chino sirvieron de referencia a corrientes
que se formaron a la izquierda del PCF. En la literatura ocupó un lugar
importante el “pillaje del tercer mundo” y la figura del Che se convitió en una
referencia directa para la juventud radicalizada pero, también, de una forma más
amplia, en los debates sobre el trabajo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El Che realizó un debate fundamental con los economistas
marxistas Charles Bettelheim y Ernest Mandel sobre el papel de los estímulos
materiales y morales en el proceso de transición al socialismo. En él se
discutió, de forma transversal, la oposición entre las reivindicaciones
cuantitativas (aumento de los salarios) y la crítica de la sociedad de consumo
que plantea aspiraciones cualitativas (igualdad social y poder de decisión para
los trabajadores). Estos debates nunca estuvieron al margen de otro sobre los
modelos de socialismo, que trataban de salvar la forzada asimilación entre
estalinismo y socialismo, tan conveniente tanto a los ideólogos burgueses (hoy
se diría neoliberales) como a los admiradores de las democracias populares. Una
preocupación que aumentó tras la invasión de Checoslovaquia por los tanques
soviéticos el mes de agosto de 1968 para aplastar la experiencia de socialismo
democrático.<BR><BR><STRONG>¿Crítica social o crítica
“artista”?</STRONG><BR><BR>La arena ideológica de Mayo 68 es, por consiguiente,
una compleja mezcla de renovación del marxismo vivo, por una parte, y, por otra,
de una critica que no se reclama exclusivamente de él y que denuncia más la
alienación que la explotación. Las contribuciones de Herbert Marcuse, de Henri
Lefevbre, de los situacionistas y también, en cierto sentido, de los obreristas
italianos, forman parte de ella. El conjunto de estas influencias explican por
qué en el movimiento de Mayo del 68 se combinan de forma estrecha las
reivindicaciones sindicales y otras más amplias de tipo autogestionario que
ponen en cuestión el poder de la patronal. Estos dos componentes serán
bautizados más tarde (1969) como “crítica social” y “crítica artista” por Luc
Boltanski y Ève Chiapello en El nuevo espíritun del capitalismo. Pero esta
oposición, reconstruida a posteriori, no fue tan marcada en su momento.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se pueden tomar algunos ejemplos a partir de los
programas de los partidos de izquierda aparecidos tras 1968 y anteriores a la
crisis de 1974-1975. En Le PSU et l’avenir socialiste de la France, aparecido en
1969, se encuentran elementos del “contra-plan” elaborado un años antes de 1968
y que preconizaba al mismo tiempo medidas autogestionarias y un crecimiento
incentivado del 7% anual! Los programas del PCF (Chager le cap, 1971) y del PS
(Changer la vie, 1972) mezclan también reivindicaciones clásicas (salario
mínimo, duración del trabajo) con otras que tratan de reducir las desigualdades
y ampliar los derechos de intervención de los trabajadores.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al lado de los programas, las luchas sociales de la
época, en la que LIP representa una figura emblemática, planteban objetivos
clásicos de defensa del empleo y aumentos salariales al mismo tiempo que la
cuestión del poder en la empresa. La batalla para conseguir aumentos salariales
iguales para todos –frente a los aumentos porcentuales reivindicados por la CGT-
introdujo una dimensión antijerárquica que perpetuó el “espíritu de mayo” en el
campo social.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La planificación era otro tema central junto al de la
autogestión. La idea fundamental era que la sociedad debía de dotarse de medios
para tomar las decisiones. Los objetivos y las prioridades debían ser definidos
democráticamente y las orientaciones debían ser aplicadas a través del sector
público ampliado o del crédito nacionalizado. Esta perspectiva era defendida
fundamentalmente por la CFDT y por la mayoría de las corrientes de la izquierda
revolucionaria. Así, en 1972, Ce que veut la Ligue communiste planteaba una
vuelta a las 40 h (en el camino a las 35) y avanzaba la perspectiva de la
nacionalización bajo control obrero de los sectores claves de la economía.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Paradójicamente, en ese momento la visión compartida de
los críticos del capitalismo fue formulada por Giscard durante la campaña
presidencial de 1974: “más del 40% de retención fiscal obligatoria es el
socialismo”. En efecto, se puede hablar de un proceso de socialización que se
tradujo por la extensión progresiva de los derechos: nuevos derechos en las
empresas, desarrollo de los servicios públicos y del Estado social. El desempleo
comienzó a aumentar lentamente, pasando de 300.000 a 600.000 entre 1963 y 1973,
aún cuando se situara en un nivel muy inferior al actual. Pero los parados de la
época estaban mejor tratados que los de hoy con una indemnización que
representaba el 90% del salario. La jornada laboral se redujo de 1850 a 1750
h/año entre 1968 y 1974; es decir, tanto como entre 1950 y 1968. La
participación de los salarios en el valor añadido de las empresas se mantuvo
hasta 1973 en un nivel más alto que en la actualidad: alrededor de 6 puntos del
PIB.<BR><BR><STRONG>La revancha económica</STRONG><BR><BR>Este contexto permitió
pensar que el período abierto en 1968 continuaría por otros medios: bajo la
forma de una victoria electoral (unión de la izquierda y su programa común en
1972) o de una crisis revolucionaria de la que Mayo 68 no habría sino más que el
“ensayo general”, para retomar la fórmula de Daniel Bensaïd y Henri Weber. Pero
esta linealidad iba a ser quebrada en el terreno económico por dos fenómenos
casi simultáneos: la apertura de fronteras y el inicio de la crisis. Respecto al
primero, la derecha y la patronal compartían la estrategia de Pompidou de
construir “campeones nacionales” mediante la colaboración del Estado con los
grandes grupos industriales y un desplazamiento industrial hacia los mercados
exteriores que tenía el visto bueno de la derecha más liberal y de las
fracciones más internacionalizadas del capital. Una cuestión que estaba de moda
desde 1967 cuando Jean-Jacques Servan Schreiber escribió El desafío americano, y
había sido retomada por autores como el giscardiano Lionel Stoleru que publicó
L’Impératif industriel en 1969. La extraversión del capitalismo francés podría
haber adquirido la forma de un proceso en continuidad, pero la entrada en escena
de la crisis de 1974 va a transformar profundamente tanto la coyuntura política
como la económica.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Toda los sectores de la izquierda se van a ver
desequilibrados por los efectos de la crisis. La izquierda reformista rebaja su
horizonte reivindicativo y entra en un terreno de concesiones basado en el
modelo italiano del “compromiso histórico”. Ese retroceso contribuirá a un
cierto descuelgue de la izquierda revolucionaria cuyas respuestas adquieren
tintes más políticos y propagandísticos. En abril de 1974, el folleto de la Liga
Comunista Revolucionaria (LCR) –en ese momento la Liga Comunista estaba
ilegalizada- propone un programa de acción, Face à la crise, plantea medidas
clásicas (contra los despidos, SMIC de 1500 francos) tratando de situarlas en
una perspectiva socialista a partir de la noción del control obrero. Pero las
ideas no se desarrollan independientemente de la movilización y el fin de la
época de los LIP, que coincide más o menos con el inicio de la crisis y la
victoria de Giscard en 1974, contribuirán a limitar el impacto de las propuestas
radicales.<BR><BR><STRONG>La crítica anticapitalista se
debilita</STRONG><BR><BR>Con la publicación del libro de Michel Anglietta,
Régulation et crises du capitalisme, nace la escuela regulacionista. Su
trayectoria es significativa: en un principio se construye en oposición al
marxismo osificado del PCF y deviene hegemónica en el campo de la economía
crítica; pero, al mismo tiempo, se diluye en la búsqueda de un imposible nuevo
modelo social-demócrata.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La crisis juega un papel esencial en estas evoluciones.
El capitalismo respondio a la crisis mediante una serie de cambios que le
retrotraen a una especie de estado natural. Abandonó la pretensión de garantizar
el pleno empleo y la progresión del nivel de vida. La crisis del sistema, al que
los críticos no cesaban de analizar sus contradicciones desestabiliza,
paradójicamente, las críticas al capitalismo. La perspectiva de una
transformación gradual perdió toda credibilidad aún cuando para ello fuera
necesaria la experiencia de la izquierda en el poder. A partir de ahí no hubo
más que dos respuestas coherentes a la crisis. La de los capitalistas,
consistente en sacar provecho de la crisis para modificar profundamente la
relación capital-trabajo e iniciar una lenta demolición del modelo social. Tras
algunos años de titubeos keynesianos, 1982 marcó el giro radical hacia “el
rigor”. La otra salida posible era dar un paso adelante en el proceso de
socialización optando por responder a la crisis a través de una incursión
sistemática en la propiedad privada.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ya sabemos lo que ocurrió. La izquierda reformista rodó
por la resbaladiza pendiente de los compromisos razonables, abandonando en el
camino todas las ideas de transformación social, se tratase de las
nacionalizaciones, de la planificación o de la autogestión. Poco a poco las
tesis liberales ganaron terreno frente al keynesianismo dominante anterior al 68
y se estableció un verdadero dogma en el que las leyes de la economía fueron
presentadas como inmutables y en la que toda tentativa de ponerlas en cuestión
era denunciada como una locura llena de catástrofes.<BR><BR><STRONG>Nuevo curso
del capitalismo</STRONG><BR><BR>Las ideas de 1968 eran portadoras de un proyecto
global de transformación social. Si se han estrellado contra el nuevo curso del
capitalismo -tanto en el dominio económico como en otros- no se debe tanto a una
incapacidad congénita para ir más allá de una critica “artista” opuesta a una
crítica “social”. Las causas hay que buscarlas más en el campo de las renuncias
reformistas ante la crisis y el aumento del paro. Las reivindicaciones
cuantitativas de la crítica sindicalista (“aumentad nuestros salarios”) no eran
suficientes para hacer frente a la crisis. Fue la incapacidad del movimiento
obrero para retomar en sus manos las reivindicaciones cualitativas de la crítica
radical (“el poder a los trabajadores” y no solamente “disfrutar sin límites”)
la que condujo a la regresión.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El giro liberal no se apoyó en una asimilación hábil de
las ideas de Mayo, esa “astucia del capital” de la que habló Régis Debray en
1978 en Modeste contribution aux cérémonies officielles du dixiéme anniversaire,
sino más bien en el paro masivo que permitió desencadenar una ofensiva
generalizada contra los salarios primero y contra el conjunto de los derechos
sociales después. Nicolás Sarkozy, en su campaña, ha llegado a afirmar que “el
culto al rey dinero, al beneficio a corto plazo y a la especulación como derivas
del capitalismo financiero, tienen su origen en los valores de Mayo 68”. Estas
exageraciones confirman aquello de que “cuanto más grande es una mentira, más
gente se la cree” y revelan un odio profundo inscrito casi de forma “genética”
en lo más profundo del subconsciente burgués. Pero no pueden abrirse camino sino
en la medida que se eche en el olvido que Mayo68 fue la mayor huelga obrera de
la historia de Francia, portadora de una voluntad de transformación social que
iba más allá de lo que se conoce como “la revolución de las costumbres”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hoy en día la realidad del capitalismo exige una crítica
de los fundamentos de este sistema. Sin duda será un camino largo, pero los
movimientos que están por llegar deberán reencontrar y actualizar las utopías
concretas de Mayo 68.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Economista marxista, investigador del IRES (Institut
d’Etudes Economiques et Sociales, ligado a los sindicatos). Algunos de sus
últimos libros:<EM> Le grand bluff capitaliste</EM>, La Dispute, París, 2001; <I
style="mso-bidi-font-style: normal">Les casseurs de l’Etat social,</I>
<I> </I>La Découverte, París, 2003; <EM>Un pur capitalisme</EM>, Editions
Page deux, Lausanne, 2008. Su sitio web: <A
href="http://hussonet.free.fr/"><STRONG>http://hussonet.free.fr/</STRONG></A><BR>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><FONT color=#800000><FONT size=4><STRONG>Correspondencia de
Prensa - Agenda Radical - Boletín Solidario</STRONG></FONT><BR><STRONG><FONT
size=3>Ernesto Herrera (editor): </FONT></STRONG></FONT><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>