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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario
<BR></FONT></U></EM><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición
internacional del Colectivo Militante<BR><U>23 de mayo 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Mujeres<BR><BR>Trabajo
invisible<BR><BR>¿Yo no trabajo?</FONT></STRONG><BR><BR><BR><STRONG>Suplemento
Pan y Rosas Nº 2<BR>Buenos Aires, 22-5-08<BR><A
href="http://www.pts.org.ar/spip.php?article9552">http://www.pts.org.ar/spip.php?article9552</A></STRONG></DIV><STRONG>
<DIV align=justify><BR></STRONG><BR>En la puerta del jardín de infantes, varias
mujeres conversan mientras esperan que entren los chicos.<BR></DIV>
<DIV align=justify>- En la oficina me están matando, nueve horas todos los días,
a veces ni puedo salir a comer... –dice una mujer.<BR>- ¿Nueve horas te parece
mucho? Mi cuñada entró hace poco a una fábrica de alfajores, ¡no baja de 12
horas por día! ¡Pobre! Antes no trabajaba y tenía tiempo.<BR>- ¿Y vos qué hacés
Mariana?<BR>- No, yo no trabajo, soy ama de casa.<BR>- ¡Vos sí que zafaste! Todo
el día en tu casa... –comentaron las demás. Sonó el timbre y se saludaron.
Mariana se fue pensando “¿vos sí que zafaste?”<BR></DIV>
<DIV align=justify>Es un lugar común pensar que las tareas domésticas no son
trabajo, que las amas de casa no trabajan… ¡Hasta las mismas mujeres, muchas
veces, creen que lo que ellas hacen no es “nada”!</DIV>
<DIV align=justify><BR>También se suele pensar que las mujeres que trabajan
fuera de su hogar, cuando regresan de la empresa, la escuela, la fábrica o el
hospital, terminaron su jornada laboral y pueden descansar, como cualquier otro
trabajador. Sin embargo, las mujeres son las que, mayoritariamente, ponen la
ropa a lavar, la tienden, la planchan, preparan la comida, hacen las compras,
limpian la casa, tienden las camas, ayudan a sus hijos con las tareas escolares,
etc. ¿Y esto no es trabajo?</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Qué diferencia existe entre la tarta pascualina hecha en
casa y la que se puede comprar en la rotisería? ¿Qué diferencia hay entre lavar,
colgar y planchar la ropa o mandarla a un lavadero automático? La diferencia no
está en los resultados del trabajo (comida, ropa limpia), sino en el trabajo
mismo: en la rotisería y en el laverap hay una empleada o un empleado que cocina
o lava la ropa a cambio de un salario. En casa, no se cobra ni un peso por hacer
las mismas tareas: es un trabajo gratuito que realizan, mayoritariamente, las
mujeres y las niñas desde hace siglos.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Mantenimiento de “máquinas” muy
especiales</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Millones de personas en el mundo viven de la venta de su
fuerza de trabajo, a cambio de un salario. Sólo una pequeña minoría de parásitos
capitalistas son los dueños de las fábricas y empresas que explotan a estos
millones de trabajadoras y trabajadores. Entre los “gastos” del capitalista,
está el mantenimiento de las máquinas. Para que funcionen bien hay que ponerles
aceite, repararlas, limpiarlas, ajustarle las tuercas… eso lo hacen los
operarios de mantenimiento, a los que se les paga un salario por esta
tarea.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero los trabajadores y trabajadoras también necesitan
“mantenimiento” para poder vender su fuerza de trabajo al capitalista: cada
mañana tienen que estar descansados, con energía renovada, con la ropa limpia y
tienen que comer. Si las máquinas son obsoletas, hay que reemplazarlas por
máquinas nuevas. ¡Lo mismo pasa con los trabajadores! Cuando el patrón explotó
durante años a un obrero, cuando le quitó su salud y su vitalidad… es necesario
“reponerlo” por nuevos jóvenes trabajadores. Pero a diferencia de lo que sucede
con las máquinas, gran parte de ese trabajo de “mantenimiento” no lo cubre el
salario que cobra el trabajador: se hace gratuitamente en el hogar de la familia
trabajadora.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En todas las sociedades divididas en clases existen tres
procesos para la reproducción de la fuerza de trabajo: en primer lugar, ciertas
actividades diarias para restablecer la energía de los productores
permitiéndoles volver a trabajar; en segundo lugar, las mismas actividades para
mantener a los miembros inactivos de las clases explotadas –niños, viejos,
enfermos, desocupados e incluso a quienes están implicados exclusivamente en
estas actividades de “mantenimiento”, como las amas de casa-; y tercero,
procesos de “reemplazo” que renuevan la fuerza de trabajo, sustituyendo a los
miembros de las clases explotadas que mueren o ya no pueden trabajar por nuevas
generaciones.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ese trabajo “invisible”, hecho mayoritariamente por las
mujeres, permite que millones de asalariadas y asalariados se levanten todos los
días para ir a su trabajo, que a cada generación de asalariados, le siga otra
generación de asalariados, y que todos los miembros de la familia trabajadora
que no son “productivos” para el capitalismo, sean mantenidos sin que a la
patronal le cueste un centavo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Gratuito y, además, invisible</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La fuerza de trabajo, en las sociedades capitalistas, es
también una mercancía, es decir, tiene un valor de uso (su capacidad para
generar más valor, produciendo otras mercancías) y un valor de cambio (lo que
cuesta, es decir, el salario). Según Marx, el valor de cambio de la fuerza de
trabajo es equivalente al “valor de los medios de subsistencia necesarios para
el mantenimiento del trabajador”, algo muy por debajo de las enormes riquezas
que verdaderamente produce esa fuerza de trabajo. Es decir que al trabajador no
se le paga por lo que hace, sino por lo que a él le cuesta vivir. La mayor parte
de su tiempo de trabajo está destinada a engrosar las ganancias del capitalista.
Y lo que es peor, dentro de esos “medios de subsistencia necesarios para el
mantenimiento del trabajador”, hay muchos que no se compran en el mercado con
parte del salario, sino que se hacen gratuitamente en el hogar. Lo que muestra
que, en realidad, el capitalista siempre gana. Cuando a las máquinas hay que
cambiarles un repuesto, no le queda otra que comprar la pieza y que un obrero,
que cobra un salario, la reponga. Pero cuando los obreros necesitan reponer su
energía, no hace falta que el empresario pague lo suficiente como para ir a
restaurantes o comprar comida hecha todos los días… alguien, en la casa, prepara
la comida gratuitamente.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero hay algo más: en el capitalismo, como en ninguna
otra sociedad de clases anterior, las tareas de mantenimiento y reproducción de
la fuerza de trabajo están extremadamente aisladas espacial, temporal e
institucionalmente, del mundo de la producción. Eso hace que una parte del
trabajo necesario para el “mantenimiento” del trabajador, que se cumple en la
jornada laboral –es decir, en el mundo de la producción- sea visible y
reconocido por todos (“¡Yo me rompo el lomo para traer la plata a casa!”). Pero
otra parte de ese trabajo necesario, el que se realiza gratuitamente entre las
cuatro paredes del hogar –es decir, en el mundo destinado exclusivamente a la
reproducción-, nadie lo percibe (“¡De qué te quejás, si vos no hacés
nada!”).</DIV>
<DIV align=justify><BR>El trabajo doméstico no tiene horario y, en ocasiones,
incluso se realiza mientras el resto de la familia goza de su derecho al ocio o
al descanso. Además, nadie parece advertirlo, excepto cuando hay alguna “falla”.
No es común reconocer lo bueno que es que la comida esté hecha y servida,
diariamente, cuando tenemos hambre. Pero si no está a tiempo, es fácil quejarse.
A nadie se le ocurre decir, cada mañana “¡Qué bueno que el baño esté limpio!”,
pero si por alguna razón no se pudo limpiar el baño, seguro que alguien dirá
“¿Qué estuviste haciendo que está todo sucio?”</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Por qué las mujeres?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Todo lo dicho hasta ahora no explica por qué el trabajo
doméstico todavía recae casi exclusivamente en las mujeres de la familia, aún
cuando actualmente se advierte una tendencia a compartir más equitativamente las
tareas domésticas entre los miembros adultos del hogar. Esto se origina en
tiempos remotos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se estima que en la prehistoria, antes que existiera la
propiedad privada y la sociedad se dividiera en clases sociales antagónicas,
todos los miembros de la comunidad hacían alguna actividad para garantizar la
subsistencia del grupo: cazar, pescar, recolectar o cocer los alimentos tenía la
misma importancia vital para todos. Todos los integrantes de la comunidad debían
“trabajar” para garantizar la miserable subsistencia cotidiana.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, el perfeccionamiento en las técnicas de
agricultura y domesticación de animales, entre otros descubrimientos y
desarrollos realizados durante este período prehistórico, dieron lugar a un
enorme avance de las fuerzas productivas que permitieron, por primera vez, que
los seres humanos controlaran la producción de su propio sustento. Surgió,
entonces, la posibilidad de acumular un excedente con lo producido.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aquí se encuentra el origen de la división de la sociedad
en clases: el trabajo de un sector mayoritario de la sociedad alcanzaba para
mantener la existencia de un grupo minoritario que se vio eximido de la
obligación de trabajar para garantizar su subsistencia. Como es de esperarse, la
sociedad cambió drásticamente. Ahora, los que se habían apropiado de las tierras
y los bienes debieron asegurarse la legitimidad de su descendencia, que sería la
que heredaría las propiedades. Las mujeres, además, por su capacidad
reproductiva, se convertirán en un preciado tesoro para la reproducción de la
fuerza de trabajo, de más manos que podrán crear mayores riquezas. Entonces,
adquirió una gran importancia la filiación, como asimismo la fidelidad de la
mujer a un solo varón. “Si la función primordial de la mujer en la vida es
producir herederos legítimos, tiene que ser controlada eficazmente por los
hombres de la familia. Ese control se logra confinándola idealmente a una esfera
exclusivamente femenina, de la que están excluidos todos los hombres salvo los
de su propia familia, es decir, el hogar.” (1)</DIV>
<DIV align=justify><BR>Así se fue gestando la gran división entre producción y
reproducción, entre lo público y lo privado, entre el mundo del trabajo y el
hogar. Durante siglos, los hombres ocuparon predominantemente el espacio de la
producción social, mientras las mujeres quedaron relegadas al espacio de la
reproducción en el ámbito privado. La Iglesia, el Estado, la escuela y la misma
familia fueron las instituciones que inculcaron la idea de que esto era así por
mandato divino, porque siempre había sido del mismo modo, porque era obvio y
natural que así fuese… ocultando la verdadera historia de cómo las mujeres
llegaron a esta situación de subordinación, destinadas casi exclusivamente a los
fatigosos y repetitivos quehaceres domésticos sin que nadie tuviera en cuenta
que esto, también era un trabajo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Con el advenimiento del capitalismo, la familia de las
clases trabajadoras se transforma en una unidad de asalariados: por primera vez
en la historia, las mujeres, e incluso las niñas y los niños, fueron
incorporados masivamente a la producción extra-doméstica. El capitalismo
incorpora su fuerza de trabajo a fábricas, talleres y empresas; pero no exime a
las mujeres de las tareas domésticas, porque en ese trabajo no remunerado radica
en gran parte el sostenimiento de la familia proletaria. En vez de liberarla de
las cadenas de la esclavitud que la oprimieron durante siglos, el capitalismo
hace recaer sobre las mujeres una doble jornada laboral: una parte, a cambio de
un salario siempre menor que el que cobran los hombres por realizar el mismo
trabajo; otra parte, sin remuneración alguna, al interior del hogar. Así viven
millones de mujeres en el mundo. Muchas mujeres trabajadoras deben recurrir a
otras mujeres para cubrir ambas jornadas de trabajo: vecinas, madres o hijas se
harán cargo, entonces, de cuidar a los más pequeños durante las horas en que la
madre está trabajando fuera del hogar o bien, parte de su salario debe
destinarlo a pagarle a otra mujer que cuidará a los niños o realizará las tareas
domésticas en su ausencia (2). Pero aún cuando en los grandes centros urbanos se
haya extendido el uso de electrodomésticos -que, si bien no eliminan las tareas,
las hacen más livianas-, la realidad es que millones de mujeres en el planeta no
tienen acceso a redes de agua potable, ni gas, ni electricidad y siguen
realizando el pesado trabajo doméstico como en tiempos remotos.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>“Queremos empleo, trabajo tenemos un
montón”</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Éste era un slogan de las feministas de los años ’60; una
forma humorística de visibilizar que los quehaceres domésticos son trabajo no
remunerado. Sin embargo, es evidente que con pedir empleo no alcanza, porque las
mujeres que trabajan fuera de su hogar, no se desentienden de las tareas
domésticas, cargando sobre sus espaldas con una doble jornada laboral. Frente a
esta situación, hay quienes defienden la idea de un salario para el ama de casa;
sin embargo, esto también encierra una paradoja que es la de condenar a las
mujeres –por un subsidio mínimo- al encierro en el hogar, en jornadas que no
tienen límite de horario, ni vacaciones, ni jubilación, ni mucho menos la
posibilidad de organizarse junto al resto de la clase trabajadora. Por eso, el
marxismo revolucionario pelea por el reparto de las horas de trabajo entre todas
las manos disponibles, con un salario equivalente a la canasta familiar,
mientras exigimos un subsidio para todas las personas desocupadas, entre las que
contamos a decenas de miles de amas de casa de familias trabajadoras y del
pueblo pobre. Enfrentamos así a los capitalistas que utilizan a las amas de casa
como una reserva de fuerza laboral contra las trabajadoras y trabajadores
ocupados y sus salarios. También exigimos que las tareas que hoy realizan
gratuitamente las mujeres en el ámbito privado de su casa, se tranformen en
trabajo asalariado fuera del hogar, aliviando esta pesada carga que recae
exclusivamente sobre sus espaldas. Por eso exigimos guarderías y escuelas
gratuitas, financiadas por el Estado, abiertas las 24 horas del día, para poder
afrontar el cuidado de los niños y niñas aún cuando madres y padres trabajen en
horarios nocturnos o tengan turnos rotativos, como es frecuente en algunas
industrias; servicios sociales de bajo costo y buena calidad como restaurantes,
casas de comida para llevar, lavanderías, etc. en todos los barrios, subsidiados
por la patronal y el Estado. También planteamos la necesidad de un plan de
viviendas y que los alquileres no superen el 10% del ingreso familiar, entre
otras medidas.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>“Cuando una mujer avanza, ningún hombre
retrocede”</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque nuestra crítica no se dirige contra las mujeres
que, personalmente, buscan alguna salida individual a las intolerables presiones
del machismo; señalamos que no existe solución individual para millones de
mujeres oprimidas. Porque sabemos que la raíz de toda opresión se encuentra en
la existencia de la propiedad privada y la explotación de millones de hombres y
mujeres que no tienen más que su fuerza de trabajo. Por eso, aunque la familia
se beneficie del trabajo no remunerado que se realiza en el hogar, no planteamos
una lucha contra los hombres, sino que dirigimos nuestras demandas contra los
responsables de las condiciones económicas y sociales donde se ancla la opresión
de las mujeres: la clase dominante, su Estado, su gobierno y sus agentes. Sólo
con su desaparición se podrán transformar radicalmente todas las condiciones de
vida y podremos aspirar al pleno desarrollo de las relaciones humanas basadas en
una verdadera igualdad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por eso sostenemos que, sólo conquistando su
independencia política de la burguesía, la clase obrera y sus aliados
–incluyendo a las mujeres que luchan por su liberación- conseguirán
transformarse en una fuerza poderosa, confiar en sus propias fuerzas y avanzar
en el camino de la revolución proletaria. Sólo la revolución socialista podrá
sentar las bases materiales para la socialización del trabajo doméstico y la
igualdad social y económica de la mujer que permitirán erradicar todas las
formas de opresión heredadas del milenario patriarcado.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U></U></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>1) Stolcke, V.: “Los trabajos de las mujeres” en Debate
sobre la mujer en América Latina y el Caribe, Vol.III “Sociedad, subordinación y
feminismo”, de Magdalena León (ed.), Asoc. Colombiana para el Estudio de la
Población, Bogotá, 1982.<BR>2) El trabajo doméstico es uno de los sectores más
“feminizados” y precarizados del mercado laboral, sobre el que nos referiremos
en un próximo número dedicado exclusivamente a la doble explotación de las
mujeres.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000><FONT
size=4>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín
Solidario</FONT><BR>Ernesto Herrera (editor): </FONT></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000>Edición internacional
del Colectivo Militante - Por la Unidad de los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 -
Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo - Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=center>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify></FONT> </DIV></BODY></HTML>