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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><FONT
size=5><EM><U>correspondencia de prensa - boletín
solidario</U></EM></FONT> <BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda
Radical</FONT><BR>Edición internacional del Colectivo Militante<BR><U>16 de
junio 2008</U><BR>Redacción y suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Estados
Unidos</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>EEUU: el mito de la clase obrera
reaccionaria<BR></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Adam Turl *</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Sin
Permiso</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.sinpermiso.info"><STRONG>www.sinpermiso.info</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Àngel
Ferrero</STRONG></FONT> </DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR> <BR>Ha vuelto la clase obrera. O al menos el
término “clase obrera”. Hace décadas que un ejército de expertos y de académicos
viene argumentado que la mayoría de la población en Estados Unidos comprende a
una clase media en expansión, saciada y de movilidad social ascendente, y que la
idea de una clase obrera pertenece a un pasado industrial lejano. Parecía que el
término “clase obrera” se había escurrido por el coladero de la historia y no
podía ser traído de vuelta -incluso mediante circunloquios- sin que en la
política dominante se conjurase el espectro de la “guerra de clases”. Como
escribió Leon Frink, profesor de la Universidad de Illinois-Chicago, en e
lChicago Tribune: </DIV>
<DIV align=justify><BR>«Cuando Al Gore dio a conocer una modesta llamada a las
“familias trabajadoras” en la Convención Nacional Demócrata del 2000... su
oponente republicano, George W. Bush, contraatacó inmediatamente acusándole de
desatar una “guerra de clases” en el país. El término preferido para dirigirse a
este electorado ha sido durante mucho tiempo el de “clase media”, e incluso la
AFL-CIO [American Federation of Labor and Congress of Industrial Organizations,
principal sindicato del país, N.T.] evitó la mayor parte de la retórica de clase
en un intento de co-optar la agenda de los valores familiares y conservadores.»
</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aún hoy, prácticamente todos los comentaristas, desde
William Kristol a Paul Krugman, emplean sin pestañear la vieja y temible
terminología cuando sugieren que el senador Barack Obama no puede, como dice el
director del Quinnipiac University Polling, «llegar a los votantes de clase
obrera.» Si “clase obrera” vuelve a ser un término común en el habla, puede que
sea porque haya una crisis afectando a la mayoría de la población obrera
-quienes trabajan por un salario- en los EE.UU. -El salario por hora, ajustado a
la inflación, ha decaído las últimas tres décadas, mientras que el tamaño del
Producto Interior Bruto (PIB) casi se ha triplicado, un crecimiento de la
riqueza que se ha acumulado, casi exclusivamente, en manos la gran empresa. Pero
si la “clase obrera” -y su muy discutidos “remordimientos” y quejas- está al
frente de la elección presidencial del 2008, este “redescubrimiento” ha venido
acompañado de la recuperación de viejos mitos, a saber: que la clase obrera está
compuesta, en general, por patriotas amantes de la bandera, conservadores,
fanáticos religiosos, tradicionalistas y que es, mayoritariamente, blanca. Como
continúa Fink en su artículo: </DIV>
<DIV align=justify><BR>«Hoy a la “clase obrera” le han sido arrancados los
colmillos que emplear en cualquier intentona radical, e incluso subversivo. De
hecho, la clase obrera actual se parece menos a la fuerza modernizadora y
racional proyectada por Marx que a un bastión de la tradición, aquel inamovible
“saco de patatas” que identificara con el campesinado. Explícitamente o no, cada
vez que se habla de clase obrera se la acompaña de la palabra “blanca”. Y el
constructo resultante -hombre y mujeres blancos que no han ido a la universidad-
se presenta con regularidad como el bloque más conservador... La clase obrera a
la que Obama no consigue llegar parece poblada de Archie Bunkers (1) y sus
descendientes.» </DIV>
<DIV align=justify><BR>* * * * * <BR>Esto es un estereotipo, por supuesto, y uno
con una larga historia. Fink trae a colación una visión distorsionada de la
clase obrera -«Archie Bunkers y sus descendientes»-, que fue una invención de la
clase dominante y los medios de comunicación cuando apareció en los sesenta como
parte de un contrapeso ideológico a la creciente influencia de los movimientos
sociales de los sesenta. El colaborador de International Socialist Review Joe
Allen ha escrito que «a finales de los sesenta, los medios de comunicación
estadounidenses y el establishment político “redescubrieron” la clase obrera,
aunque no la verdadera clase obrera, que entonces estaba formada por un
contingente creciente de blancos, negros, latinos y mujeres... La clase
trabajadora que decían haber descubierto era en realidad el estereotipo de clase
media que pintaba a la clase trabajadora como blancos en rebelión constante
contra los derechos civiles, los movimientos anti-guerra y el izquierdismo en
general.» </DIV>
<DIV align=justify><BR>Se emitieron imágenes de obreros con cascos de trabajo
atacando a activistas en un intento de msotrar que los “recios trabajadores”
americanos rechazaban a los estudiantes “desagradecidos” y “privilegiados” que
se manifestaban contra la guerra. Pero los estudios realizados a finales de los
sesenta y principios de los setenta mostraron que los obreros manuales se
oponían a la Guerra de Vietnam en número similar que los jóvenes que montaron el
movimiento estudiantil contra la guerra y los soldados que se manifestaron
contra ella. En la ciudad de clase trabajadora de Dearborn, Michigan, por
ejemplo, un referéndum celebrado en 1968 que pedía la retirada inmediata de las
tropas fue aprobado con el 57 por ciento de los votos. En 1971 los hogares con
miembros de un sindicato, junto con los hogares de minorías (los cuales en gran
parte coincidían), se encontraban entre los más firmes opositores a la guerra en
las encuestas nacionales. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Aunque el racismo continuó dominando en todos los
aspectos la vida diaria estadounidense -como se demostró cuando un grupo de
blancos atacó a Martin Luther King Jr. cuando éste trató de llevar la lucha por
los derechos civiles a la clase obrera de Chicago- , la clase obrera y los
llamados “pobres blancos” (poor whites) por lo común simpatizaban más con los
trabajadores negros que la gente “de bien”. Un estudio de 1966 mostró que eran
«la pertenencia da una clase más alta, el origen de clase o el destino de clase
los argumentos preferidos por los residentes para excluir a los negros de su
vecindario.» Como resultado del continuo impacto del movimiento de
liberación negro en la conciencia del norteamericano medio, en 1970, una mayoría
de los americanos blancos apoyó la discriminación positiva, incluyendo el
establecimiento de cuotas, para reparar los efectos de todas las injusticias
racistas pasadas y presentes. Esto no quiere decir que el racismo no tuviera su
influencia entre los trabajadores blancos. La tuvo, como evidencia el apoyo de
algunos sectores de la clase obrera -incluyendo del norte- a la campaña
presidencial de George Wallace en 1968 por los “derechos del estado” y en las
luchas por el busing (2) a lo largo de la década de los setenta. Sea como fuere
la clase obrera nunca fue, como se la presenta hoy, un bastión homogéneo del
racismo y la reacción. </DIV>
<DIV align=justify><BR>* * * * * <BR>La clase obrera que los medios de
comunicación dominantes han “redescubierto” hoy también incluye a las mujeres,
pero aún es vista como blanca, y presentada como partidaria de puntos de vista
mayoritariamente conservadores. Como en los sesenta, esta radiografía tiene muy
poco que ver con al realidad. La mayoría de las encuestas muestran que la
población estadounidense en su conjunto -y la clase obrera en particular- es más
progresista en la mayoría de asuntos sociales y económicos. En ningún lugar es
más claro que en la cuestión del racismo. En 1954 sólo el 4 por ciento de los
encuestados respondió que aprobaría el matrimonio entre “blancos y gente de
color.” En el 2007, el 79 por ciento respondió a una encuesta de Gallup
afirmando que aprobaba los matrimonios interraciales. De hecho, a diferencia de
buena parte del establishment de los medios de comunicación, mucha gente cree
que el racismo es un problema actual, no una cosa del pasado. En una encuesta de
la revista CNN/Essence la mayoría -incluyendo los blancos- dijo creer que el
racismo era “un serio problema.” El ochenta y cinco por ciento de los americanos
respondieron que se sentirían “completamente cómodos” a la hora de votar por un
candidato presidencial negro. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Entendámonos: todavía hay muchísima gente que tiene ideas
racistas (que no se siente “cómoda” votando por un candidato negro, que
desaprueba el matrimonio interracial o que no cree que el racismo sea un
problema). Y también hay contradicciones en el pensamiento de la población
acerca de la presencia cotidiana y los efectos del racismo. Por ejemplo, en la
encuesta de CNN/Essence la mayoría de encuestados, tanto blancos como negros,
dijo que no creía que la discriminación racial fuera la razón por la que los
negros acostumbran a tener salarios más bajos y peores hogares. Sin embargo,
puede decirse, contra el estereotipo de los medios de comunicación, que la clase
obrera -que, por cierto, además de blancos incluye a diez millones de negros y
latinos, así com a decenas de millones de personas que sí que asistieron a la
universidad- acostumbra a tener en ideas más progresistas que las clases medias
y altas en muchas de las cuestiones políticas. Las encuestas actuales muestran,
por ejemplo, que el 51% de los americanos -el porcentaje más alto desde la Gran
Depresión, en los años 30- apoya la vieja demanda socialista de tasar las rentas
más elevadas con el objetivo específico de redistribuir la riqueza. Una encuesta
del 2006 mostró que el 59% de la población apoya a los sindicatos, un apoyo que
alcanza el 68% entre aquellos que ganan menos de 30.000 dólares al año. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero no se trata meramente de una cuestión económica. La
mayoría de los ciudadanos y residentes permanentes respondieron en una encuesta
del 2006 que creían que la inmigración era “algo bueno”. Cerca del 90% de los
americanos dijo que creía que los gays y lesbianas deberían tener los mismos
derechos en el trabajo. El apoyo al matrimonio homosexual ha crecido un 19%
desde 1996, y la oposición al mismo ha declinado un 15%. Incluso en el aborto
-una de las pocas áreas donde la derecha ha ganado terreno ideológicamente- la
mayoría de la población se mantiene favorable a la postura del caso Roe contra
Wade (3). Además, en contraste con la imagen de un interior fundamentalista
entre ambas costas, las encuestas muestran que los americanos son cada vez menos
religiosos, que los religiosos son cada vez menos asiduos a la iglesia, e
incluso que la generación más joven de cristianos fundamentalistas es en cierto
modo más de izquierdas en algunos temas relativos a la justicia social.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>* * * * * <BR>Entonces, ¿por qué persiste la mitología de
una clase obrera reaccionaria? Hay dos razones, relacionadas la una con la otra.
Por una parte, esta idea es útil a la hora de dividir y conquistar a los
trabajadores sirviéndose de líneas de separación religiosas, raciales, de
género, nacionales y de orientación sexual, presentando estas barreras como
inamovibles e infranqueables. Por el otro, la debilidad política de la izquierda
y del movimiendo obrero en los Estados Unidos se traduce en que la lucha de
clases y la solidaridad no tienen eco en la política dominante. Tomad, por
ejemplo, a los así llamados “demócratas de Reagan”. El término ha sido
resucitado en la elección del 2008, pero fue acuñado originalmente en los
ochenta por los medios de comunicación para identificar a los votantes de clase
obrera que cambiaron su voto, tradicionalmente leal a los demócratas, por los
republicanos. El telón de fondo de este cambio fue la oleada de huelgas que
tuvieron lugar a finales de los sesenta y principios de los setenta en los
sectores del transporte, el automóvil, el textil, la minería, el servicio de
correos y otras industrias. Algunas de éstas fueron huelgas salvajes organizadas
completamente al margen de los sindicatos, lideradas por radicales blancos y
negros. Estas luchas esbozaron todo el potencial de un movimiento obrero
vigorizado y multirracial que crecía a partir de los movimientos sociales de los
sesenta. Sin embargo, a finales de los setenta la clase dominante se inclinó
hacia el neoliberalismo y empezó un contraataque contra el movimiento obrero y
la izquierda. Hizo presión para obtener de los sindicatos reducciones en los
contratos, dobles escalas salariales, privatización de empresas, desregulación
laboral y espectaculares beneficios. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Esta ofensiva de los empresarios empezó bajo la
administración demócrata de Jimmy Carter y fue intensificada con Reagan. En vez
de oponerse a esta ofensiva contra los trabajadores, el partido que
supuestamente representa a la clase obrera -los demócratas- fue quien impuso los
primeros recortes. Hacia 1984, una parte de fieles demócratas terminó votando a
Reagan, los así llamados “demócratas de Reagan”. Los republicanos lograron este
desplazamiento del voto introduciendo una hueste de “temas cuña” que hiciera
saltar por los aires el voto demócrata: avivaron el racismo, pidieron una
declaración de guerra contra el crimen y las drogas, atacaron los avances en el
derechos de la mujer. Pero la otra razón que explica este desplazamiento fue la
incapacidad de los demócratas para ofrecer una respuesta eficaz a este
desplazamiento de los votantes hacia la derecha. Al contrario, los demócratas
llegaron a la conclusión de que necesitaban seguir el camino de los republicanos
para atraerse de nuevo a los votantes oscilantes. Incluso después de que la
Revolución reaganiana empezara a decaer a principios de los noventa, los
demócratas permanecieron en sintonía con la política de los conservadores, un
estilo simbolizado, por ejemplo, en la “triangulación” de la administración
Clinton. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Así pues, en los últimos quince años -con la excepción
del período inmediatamente posterior a los ataques del 11 de septiembre- la
clase obrera estadounidense ha tendido a ser más progresista y de izquierdas que
la línea política oficial del sistema bipartidista. Lo que muestra hasta qué
punto resulta erróneo asumir que la situación descrita por Thomas Frank en su
libro What's the Matter with Kansas? [¿Cuál es el problema de Kansas?] -que
ciertos obreros votan contra sus intereses económicos confiando en los
republicanos porque éstos le han ganado terreno a los demócratas en materia
social- es algo permanente. Hay, en cambio, un grave problema a la hora de
organizar el sentimiento de grandes masas de obreros en torno a temas tanto
económicos como sociales en una fuerza política que tenga un verdadero impacto
político. </DIV>
<DIV align=justify><BR>A medida que las elecciones del 2008 han ido avanzando,
hemos visto como el término “clase” ha salido a palestra, con Hillary Clinton
-por encima del resto de candidatos- autoerigiéndose, en palabras del New York
Times, en una “campeona de la clase obrera” preparada para luchar contra todo
tipo de “injusticias”, desde los precios del combustible a los desalojos
motivados por la crisis hipotecaria. ¿Cómo es posible que Clinton -una senadora
y ex primera dama que, con su marido, reúne / posee [is worth more than] más de
100 millones de dólares- haya sido capaz de presentarse a sí misma como la hija
predilecta de la clase obrera? Una explicación es la efectividad de unos
crédulos medios de comunicación, que han repetido una y otra vez su rémora
política de campaña. La otra es el racismo. Todo el revuelo mediático causado
por los discursos de Jeremiah Wright, antiguo reverendo de Obama -sacados a la
luz tanto en la campaña de John McCain como en la de Hillary Clinton- minaron la
estrategia electoral “post-racial” de Obama (a pesar de que debe señalarse que
millones de obreros blancos han votado por Obama). Pero también debe decirse que
si Clinton y los medios de comunicación han sido capaces de presentar a Obama
como un “elitista” es porque él lo ha permitido. Obama pudo haberse atraído a
los obreros -negros, blancos y latinos- si hubiera preparado una campaña que les
hablara de sus problemas, con propuestas firmes de ayudar a la gente de clase
obrera con las consecuencias de la recesión que tan duramente les ha golpeado.
Pero Obama no quiere una campaña hecha a partir de estos principios. Quiere
asegurarse de que Wall Street y la América corporativa (Corporate America) -que
muy astutamente han desplazado su apoyo de los republicanos a los demócratas- no
lo consideren una amenaza. Con ello Obama se inclina hacia la derecha -de un
modo muy similar a la triangulación de Bill Clinton- tratando de ganarse a los
“votantes indecisos.” Los cimientos de la solidaridad existen en cada lugar de
trabajo y en cada comunidad de clase obrera en todo el país. Organizarlos en
movimientos que desafíen al racismo, al sexismo, al nacionalismo, a la homofobia
y al dominio corporativo puede forzar a los políticos “oficiales” a inclinarse
hacia la izquierda y a extraer de ellos verdaderas concesiones. Porque es una
clase dominante reaccionaria la que propaga el mito de la clase obrera
reaccionaria. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Adam Turl es un analista político norteamericano que
escribe regularmente en el semanario de izquierda británico Socialist Worker.
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U></U></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Notas del Traductor</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>(1) Archie Bunker, personaje de All in the family, una
popular sitcom estadounidense, interpretado por Carroll O'Connor. Este
personaje, un trabajador de cuello azul estadounidense reaccionario e
intolerante, llegó a ser tan famoso que su nombre llegó a emplearse para
denominar al sector social que representaba. </DIV>
<DIV align=justify>(2) Busing es el nombre de la medida institucional
estadounidense de asignar estudiantes negros a escuelas blancas con el fin de
evitar la segregación racial en los centros educativos, que se seguía
produciendo de facto por la segregación racial entre barrios. Los estudiantes
negros acudían a las escuelas en autobuses -de ahí el nombre- que fueron objeto
de reiterados ataques. </DIV>
<DIV align=justify>(3) El caso Roe contra Wade (1973), uno de los casos más
controvertidos de toda la historia de la jurisprudencia estadounidense, permitió
la legalización del aborto en los 50 estados de la Unión, convirtiéndolo en un
“derecho fundamental” (Wikipedia: <A
href="http://en.wikipedia.org/wiki/Roe_v._Wade"><STRONG>http://en.wikipedia.org/wiki/Roe_v._Wade</STRONG></A><STRONG>)</STRONG>
</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000 size=3><FONT
size=4>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín
Solidario</FONT><BR>Ernesto Herrera (editor): </FONT><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></A><BR><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT><A href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></A></STRONG></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>