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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></U></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>22 de julio 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Estados Unidos</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Chicago, el otro
68</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Nosotros versus
ellos</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial></FONT></STRONG> </DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Este año se celebró el 40º aniversario del Mayo
Francés, se conmemoran los 40 años de la masacre de Tlatelolco y se recuerda la
Primavera de Praga. Pero en agosto de aquel año tuvo lugar también otra revuelta
que no fue sólo encabezada por estudiantes, sino también hippies, parias,
militantes de los derechos civiles, desertores del servicio militar y freaks.
Aquellas jornadas, que empezaron como un recital y terminaron en un
enfrentamiento campal con la policía, cruzaron la frontera entre arte y
política, aterraron a los medios de comunicación, culminaron en un juicio
histórico a los “conspiradores” y dejaron efectos imborrables en la cultura
norteamericana por venir: marcaron el comienzo del fin de Vietnam, la apertura
del mundo académico a la comunidad negra, el cambio en la relación de la
sociedad con la idea de pareja y la abolición del servicio militar obligatorio.
Con cronistas de lujo como Norman Mailer y Jean Genet y participantes como
William Burroughs, Allen Ginsberg y Timothy Leary, la llamada Conspiración de
Chicago es la revuelta más harapienta, anárquica y olvidada de aquel memorable
1968.</STRONG><BR><BR><STRONG></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Osvaldo Baigorria</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Suplemento Radar</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Página/12, Buenos Aires, 20-7-08</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify></FONT> </DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>En sus memorias ilustradas, Robert Crumb evoca el
espíritu de aquella época: de un lado, militantes por los derechos civiles,
pacifistas, hippies y yippies; del otro, la policía, los bastones y los
políticos de traje y gomina.</DIV>
<DIV align=justify><BR>No crezcas.” “No le creas a nadie mayor de 30 años.” Con
nuevas consignas y gestos sobreescritos a los grafitis del Mayo francés, una
revuelta menos difundida pero con efectos en las costumbres sacudió la ciudad de
Chicago en 1968. No fueron sólo estudiantes sino también drop-outs, freaks,
desertores del hogar, de la escuela y del servicio militar. Descalzos. Las uñas
sucias, los pelos en desorden, las flores en la vincha, los colores de la guerra
y de la paz escritos en el cuerpo. Los universitarios franceses a esa altura ya
serían caretas del pasado ante estas otras multitudes desprolijas de batik y
mostacillas. Que cantaban: “Vender marihuana es un acto criminal. La hierba
tiene que ser gratis”. Así marcharon contra la policía de Washington en
diciembre del ’67 y lo harían de nuevo contra la de Chicago ocho meses más
tarde. Decenas, quizá cientos de miles. Mientras otros morían en Vietnam.
“Seamos insensatos.” “Crecer significa abandonar tus sueños.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>La Conspiración de Chicago fue el nombre que los medios
le dieron a esa marcha carnavalesca que uniría arte, política y contrapublicidad
para enfrentar la convención nacional del Partido Demócrata en agosto del ’68.
Este era el partido gobernante, pero con más de medio millón de soldados
peleando contra el Vietcong y una creciente oposición interna a la guerra, el
presidente Lyndon Johnson había retirado su postulación en las elecciones
primarias y el vicepresidente Hubert Humphrey anunciaba su candidatura ese mismo
año para enfrentar al republicano Richard Nixon. Estaba claro: ninguno de los
candidatos le daría “una oportunidad a la paz”. En abril mataban a Martin Luther
King en Memphis, y en junio a Robert Kennedy en California, momentos después de
que éste se declarara triunfador en las primarias de ese estado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>De inmediato, los organizadores de la Movilización
Nacional contra la Guerra (MOBE), una amplia coalición de grupos políticos y
estudiantiles, se reunieron con nuevos actores de la protesta que habían llevado
más de treinta mil personas a la marcha sobre el Pentágono en octubre de 1967.
Chicos de clase media pero también negros de los ghettos, con el Black Panther
Party acosado por el FBI y organizando milicias para defender los barrios pobres
con las armas en la mano. Paz, amor y autodefensa: una mezcla impensada.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Bolcheviques psicodélicos</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>El movimiento había empezado a germinar en 1966, o quizás
antes. El Summer of Love de San Francisco y las primeras protestas en la
Universidad de Columbia prepararon el terreno para el ‘68 de la contracultura,
la revuelta estético-política representada por el Living Theatre en su
performance multimedia Paraíso ahora. Donde cantaba Jim Morrison: “We want the
world and we want it... now!”. Un estado de ánimo capturado por el Youth
International Party (YIP), el Partido Internacional de la Juventud fundado en
diciembre del ‘67 en una reunión en la que participaron el poeta Allen Ginsberg
y el psicólogo lisérgico Timothy Leary. Allí, Party no se traducía sólo como
“partido” sino como fiesta, celebración, orgía. Y también como parodia a la idea
de “construcción del partido” de la izquierda tradicional, reformista o
extrema.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los yippies eran filoanarquistas que tomaban iconos y
etiquetas de la cultura de izquierda para provocar a la derecha: a veces se
presentaban como maoístas, otras como guevaristas y otras como marxistas ácidos
o bolcheviques psicodélicos. ¿Qué se proponen?, preguntaba el periodismo de la
época. Respuesta: “Nuestra declaración de principios es una hoja de papel en
blanco”. Era la parodia como expresión de deseos de otra modalidad de entrar a
la acción política. El arte performativo y el lenguaje de la droga. El encuentro
de la cultura lisérgica con la militancia antiguerra. “Fumar un porro es un acto
sagrado.” En las manifestaciones ya circulaba gratis la maría y también las
pepas de ácido. Se apropiaba el espacio público para happenings de masas, con un
body art puesto en escena para las cámaras, con cuerpos desnudos, pintados,
adornados de fiesta callejera, de murga contracultural. “No hagas nada que no
sea para divertirte”. Y también: “Nuestra idea de la diversión es derrocar al
gobierno”. ¿Era un chiste, un delirio, una boutade? Lo cierto es que el centro
del imperio crujió por un momento, en el subsuelo se abrieron grietas y nadie
quedó sin su fisura.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los últimos siete días de agosto de 1968 fueron una larga
batalla campal entre la Guardia Nacional y los acampantes en el Parque Lincoln.
Resultado: más de mil heridos y setecientos detenidos.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Drogados por la revolución</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>“Pondremos LSD en la red de agua potable de Chicago.” Más
que consignas, eran guiños para entendidos que podían suscitar risas o críticas
pero que varios periodistas de la prensa amarilla tomaron en serio: “¡Hippies
drogados avanzan sobre Chicago!”. “¡Amenazan con poner ácido en las tomas de
agua de la ciudad!”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las textos más delirantes provenían de los cofundadores
del YIP, Abbie Hoffman (1936-1989) y Jerry Rubin (1938-1994). Ambos se
conocieron en la intervención sobre la Bolsa de Comercio de Nueva York, en la
que arrojaron billetes de dos dólares desde un balcón sobre los ansiosos agentes
bursátiles, y en la marcha sobre el Pentágono del ’67, que Rubin pagó con
treinta días de cárcel. Para la convención demócrata de Chicago, ambos planearon
un megarrecital en el Parque Lincoln de esa ciudad que se llamaría simplemente
The Life Festival.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El 23 de agosto de 1968, entre tres y cinco mil personas
ya habían llegado con sus carpas y bolsas de dormir para el acampe cuando se
enteraron que el alcalde de Chicago había ordenado que nadie podría quedarse en
el parque después de las once de la noche. Y que seis mil agentes de la Guardia
Nacional los esperaban para el combate. De todas formas, acamparon. Era la
primera vez que aparecía tanta marihuana junta en manifestaciones antiguerra,
con porros fumados en público en un reclamo tácito de despenalización y una
afirmación del derecho al consumo sin pedir permiso a ningún Estado. Una hierba
que se repartía gratis, que se cultivaba en casa, que era pura flor. Por eso:
los niños de la flor. Y con ella, la estética de la alucinación: disfraces,
tatuajes, pétalos contra los fusiles. Pero del otro lado no fueron tan
amables.<BR>La batalla duró siete días. Mientras los activistas más
experimentados coordinaban las manifestaciones en torno del edificio donde se
reunían los delegados demócratas, los yippies fogoneaban la terca estadía en el
parque contra la policía que atacaba con gases y bastonazos a los que se
resistían al desalojo. Finalmente, sólo Phil Ochs, The Fugs, Country Joe, los
MC-5 y algunas bandas menores de la escena local pudieron tocar en el escenario
improvisado en el parque sitiado. Una pancarta decía: “Vote a Nadie: Nadie
legalizará la marihuana - Nadie combatirá la desocupación - Nadie retirará todas
las tropas de Vietnam”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los conspiradores: Lee Weimer, John Froines, Abbie
Hoffman, Rennie Davis, Jerry Rubin, Tom Hayden y David Dellinger: en marzo de
1969, fueron acusados por conspirar en la Convención Nacional Demócrata con la
intención de asesinar a algunos de sus participantes. Bobbie Seale, el Pantera
Negra y octavo “conspirador”, ya había sido separado del juicio cuando Richard
Avedon fotografió a los desde entonces Chicago 7. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Street art, política y
restauración</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La marcha sobre Chicago dejó como saldo inmediato más de
mil heridos y cerca de setecientos detenidos. A mediano plazo, fue el principio
del final de la guerra de Vietnam, que se arrastró cuesta abajo siete años más,
hasta 1975. También fue el golpe decisivo al servicio militar obligatorio, que
sería suprimido por Nixon en el ’69. Sí, el mismo Nixon que finalmente ganó las
elecciones apoyándose en la “mayoría silenciosa” que reaccionó contra la
contracultura y votó republicano. Después de la fiesta libertaria, la
restauración conservadora. Una reacción no calculada por la dinámica de la
provocación, por esa ansiedad en diseñar actos para “asustar al burgués”. Porque
a veces el burgués se asusta y exige más ley y más orden.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El ’68 norteamericano mostró un nuevo rostro de la
revuelta, un ataque simultáneo sobre el aparato militar-industrial y sobre las
estructuras de control mental, un cruce de límites entre la utopía de una
sociedad no autoritaria y las visiones de una existencia vivida en éxtasis, en
grado cero de intensidad. Como una performance masiva y espontánea, ese
experimento pareció afectar a sus participantes mucho más que al resto de la
sociedad. En ese improvisado laboratorio de street art y cambio existencial los
resultados serían inferiores a las expectativas. Tal vez porque no todas las
sustancias que alteran la percepción se acoplan fácilmente a la acción política,
una obra que implica medición de fuerzas, alianzas, avances, retrocesos, golpes
y negociación.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A largo plazo, la lista de cambios culturales atribuibles
a ese año mítico incluiría la desjerarquización en la pareja y la familia, la
incorporación de negros y otras minorías en el mundo académico, político,
laboral y la (lenta) despenalización de sustancias hoy tan integradas a un vasto
mercado mundial que a nadie se le ocurriría que puedan provocar una revolución.
Y por cierto, el famoso “síndrome de Vietnam”, ese conjunto de signos
antimilitaristas que hoy, aunque arrasado por el derrumbe del 11 de septiembre,
permite a muchos activistas contra la invasión a Irak extraer inspiración de
aquellas jornadas de hace cuarenta años. Acaso aquel espíritu de cruce de
fronteras entre el arte y la política pueda ser leído como documento de época
pero también como género literario, un texto escrito sobre cuerpos soñadores de
una utopía de comunas libertarias donde todo el mundo pudiese vivir haciendo el
amor y no la guerra.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Era demasiado inocente? ¿Era pedir lo imposible? Bueno,
es lo que se puso en escena en Chicago en el ’68.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000><FONT
size=4>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín
Solidario</FONT><BR>Ernesto Herrera (editor): </FONT></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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