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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></U></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>29 de julio 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
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<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT
size=3>Capitalismo <BR><BR>¿“Crisis
alimentaria” o “hambre” de ganancias?<BR><BR>Paula
Bach</FONT></STRONG><BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Suplemento Econocrítica Nº
4</STRONG> <BR><A
href="http://www.pts.org.ar/"><STRONG>http://www.pts.org.ar/</STRONG></A></FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR><BR>El precio de los cereales, la leche y el azúcar entre
otros, sufren la peor inflación de las últimas tres décadas. El Banco Mundial
calcula que la cifra de 850 millones de personas que hoy padecen hambre en el
mundo, aumentará en los próximos años hasta 950 millones. Mientras tanto, las
empresas transnacionales de agronegocios y los cárteles de productos básicos que
controlan el comercio agrícola y alimentario como Cargill, Bunge y Archer Daniel
Midland, anunciaron en 2008 que sus ganancias se habían incrementado 86%
respecto de 2007, 49% respecto de 2006 y 42% respecto de 2007,
respectivamente.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La comparación resulta indignante, aunque quizás más
indignante resulte la incapacidad (o falta de voluntad) de la economía vulgar (o
burguesa) de hallar una explicación sensata a esta aberración. Buscar causas
superficiales a los problemas profundos es una constante en el método de la
“ciencia económica”, así como de la prensa y medios de comunicación afines.
Desde hace meses economistas, premios Nobel y periodistas económicos se
enfrascan en un círculo vicioso que adjudica el origen del alza del precio de
los alimentos ya sea al aumento de la demanda de China e India, a las
inclemencias del clima, a la depreciación del dólar, al incremento de la
producción de biocombustibles o a la especulación financiera desatada sobre los
precios de las materias primas particularmente a partir del estallido de la
burbuja inmobiliaria en Estados Unidos. Negar la influencia relativa de estos
aspectos en la variación de los precios sería absurdo, pero pretender
adjudicarle a cualquiera de ellos o a sus posibles combinaciones la causa última
de tamaña irracionalidad, constituye, por decir lo menos, una burla hacia los
trabajadores y los millones de pobres y hambrientos del mundo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Los “alimentos” son también… salarios y materias
primas</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Antes de abordar las causas profundas que a nuestro
entender explican la “crisis alimentaria”, es preciso avanzar en una definición
certera del rol que ocupan los alimentos junto a otros productos como el
petróleo, el hierro, el acero, el cobre, etc., en el modo de producción
capitalista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En primer lugar los cereales y oleaginosas, la leche, el
azúcar, entre otros, no constituyen sólo bienes de consumo de la población, sino
que representan al igual que el petróleo –que a su vez cumple un rol clave en la
producción de los restantes productos primarios-, determinantes claves del
precio de los salarios, materias primas y materiales intermedios en la
producción capitalista. Cuando se habla de “alimentos” o de “petróleo” hay que
pensar en dos clases sociales: una desposeída de todo medio de producción (los
trabajadores y el pueblo pobre) para la cuál estas determinaciones representan
comida, medios de transporte, calefacción es decir, medios de consumo
indispensables para satisfacer sus necesidades básicas; otra, propietaria de los
medios de producción (la clase capitalista) para la cuál “alimentos” y
“petróleo” entre otros, representan fundamentalmente pago de salarios y materias
primas o costos de producción (salvo en el caso de los capitalistas que los
producen, para quienes representan el “producto final”). A los capitalistas no
les preocupa sólo la ganancia en general, es decir la masa de trabajo no pagado
a los trabajadores sino en particular, la tasa de ganancia, es decir el
porcentaje o la relación que ese trabajo no pagado (en términos de dinero)
representa respecto de lo que el capitalista invierte, es decir, respecto de lo
que se denomina el capital total. Dicho capital total se compone de maquinaria,
edificios, etc. (capital constante fijo), materias primas y elementos
auxiliares, es decir insumos (capital constante circulante) y salarios (capital
variable). Independientemente pues del valor absoluto de la ganancia, la tasa de
ganancia presenta una relación inversa con el precio de los distintos
componentes del capital total. Aquí nos interesa particularmente abordar el rol
que juegan en la determinación de la tasa de ganancia los salarios, las materias
primas y materiales auxiliares, todos ellos altamente relacionados con el precio
de los productos primarios. Si todas las demás condiciones se mantienen
constantes1, a mayor precio de los cereales, la leche, el carbón, el petróleo y
demás minerales, mayor será el precio del capital constante circulante, mayores
deberían ser los salarios (aún de subsistencia) y, por tanto, menor será la tasa
de ganancia del capital. Estas definiciones que parecen meras abstracciones, se
vuelven muy concretas cuando se observa que históricamente las altas tasas de
ganancia que rigen en los períodos de ascenso capitalista en los principales
países, suelen estar asociadas a la caída en los precios de las materias primas.
No casualmente además, en la estructura del mundo capitalista imperialista, los
países atrasados han tenido escaso desarrollo industrial, resultando la mayoría
de las veces, fundamentalmente productores de materias primas.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Un ejemplo y una hipótesis</STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>La caída de los precios relativos de las materias primas
desde el año 1951, así como el acceso fácil de Estados Unidos al petróleo barato
de Medio Oriente y el Golfo Pérsico, constituyen rasgos (entre otros muchos
aspectos) de suma importancia para explicar el “boom” económico que,
fundamentalmente en los países centrales, tuvo lugar tras la segunda
conflagración mundial. Que durante el “boom” el precio del petróleo haya sufrido
una merma de alrededor del 40%, arrastrando a la baja el precio de las restantes
materias primas, es uno de los factores asociados al alza de la tasa de ganancia
en ese período.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Contrariamente, junto a los síntomas del fin del “boom” y
el principio de la declinación de la hegemonía americana, el alza del precio del
petróleo (que impulsó a la suba al resto de las materias primas) a partir del
año ‘73 luego de la guerra del Yom Kipur, sin ser el elemento determinante,
acompañó estrechamente a otra serie de factores que propiciaron el fin del
fuerte crecimiento. En este caso la mirada unilateral de la economía vulgar se
manifiesta en la denominación de la crisis económica del 73/75 como la “crisis
del petróleo”. Dentro de la unilateralidad (que busca identificar a los países
árabes como culpables de la crisis) radica sin embargo un grano de verdad nunca
abordado con honestidad y profundidad por esta disciplina, consistente en la
identificación (de hecho) de la relación entre los precios de las materias
primas y la tasa de ganancia del capital. A continuación veremos que la ofensiva
neoliberal comenzada en los años ‘80 permitió además del incremento de la
explotación de los trabajadores, el acceso directo de los grandes capitales
transnacionales al mercado de las materias primas junto con un importante
descenso en los precios. Nuestra hipótesis es que se libró una nueva batalla del
gran capital por el control del mercado de productos básicos que fue
reconfigurado, abriendo paso y potenciando, el impacto de los factores que hoy
aparecen como emergentes de la llamada “crisis alimentaria”. Esta
reconfiguración del mercado que particularmente durante los ‘90 y los primeros
años del ciclo de crecimiento del presente siglo, contribuyó a la recuperación
de la tasa de ganancia, se estaría manifestando hoy como una contradicción que
en el período próximo podría precipitar su caída. En este último sentido podría
actuar también la escalada astronómica del precio del petróleo estrechamente
asociada a la inestabilidad geopolítica derivada de la conflictiva relación de
Estados Unidos con Irán y la caótica situación Iraquí.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Ofensiva neoliberal: penetración del capital
transnacional</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Hacia fines de la década del ‘70, las políticas de “corte
keynesiano” se habían demostrado incapaces de resolver los principales problemas
que azuzaban a la economía mundial: estancamiento e inflación. Los estados de
los países centrales (fundamentalmente Estados Unidos) pegan un giro abrupto y
lanzan una ofensiva que luego se conocería como “neoliberal”. Ante otro salto en
el precio del petróleo en 1979 (relacionado con la revolución iraní), la Reserva
Federal norteamericana decide aumentar las tasas de interés que trepan del 6% al
22%. Este factor desencadenante de lo que en los países pobres se conoció como
la “crisis de la deuda”, abrió paso a la intromisión de los organismos
internacionales en las políticas internas de esos países. Las exigencias de
liberar los mercados de capitales, reducir gastos estatales, privatizar empresas
y fuentes de materias primas para ser apropiadas por los grandes capitales
transnacionales, fueron constantes en este período. La exigencia de reducción de
los gastos estatales como forma de pago de las deudas externas estuvo asociada
en muchos países a la eliminación de subsidios para semillas y fertilizantes,
destinados a sostener la producción de alimentos básicos de la población. Los
casos de México, Filipinas o Haití (previamente autosuficientes en la producción
de sus productos básicos alimentarios), resultan elocuentes. La combinación de
eliminación de subsidios, apertura comercial y libre entrada de capitales devino
en la liquidación de las pequeñas economías campesinas y la entrada de los
mismos productos a muy bajos precios (gracias a fuertes subsidios estatales)
provenientes por ejemplo de Estados Unidos. La distribución de las importaciones
de maíz desde EEUU fue monopolizada en México por empresas transnacionales como
Cargill. Luego de la puesta en marcha del TLC en 1994, el precio del maíz se
redujo a la mitad y México devino importador neto de ese grano. Gracias a la
injerencia de la Organización Mundial del Comercio, Filipinas terminó como
importador neto de arroz, corriendo Haití la misma suerte, pasando a importar en
la actualidad el 80% desde Estados Unidos. Como resultado, el 70% de los países
pobres son hoy importadores netos de alimentos. Las políticas de los organismos
internacionales privilegiaron además los cultivos de exportación que generaban
abundantes divisas destinadas al pago de las deudas externas. El Banco Mundial
destinó ayudas especiales a los gobiernos para este tipo de cultivos que pasaron
a ocupar las mejores tierras. El estímulo de la conversión a los monocultivos de
exportación, aún en países como Argentina que continúan siendo autosuficientes
en la producción agroalimentaria, resulta sintomático. Monocultivo y dependencia
de las poderosas firmas que, como Monsanto y Syngenta, monopolizan los avances
en ingeniería genética manteniendo el control sobre las patentes de semillas
transgénicas, fertilizantes y pesticidas, son aspectos que van unidos. A lo
largo de tres décadas se impuso una reconfiguración del mercado de alimentos y
materias primas que destruyó el carácter autosuficiente de muchos países. Este
proceso fue acompañado por el desarrollo de un mercado de estos productos cada
vez más oligopólico y controlado por el capital internacional. En principio se
verificó un descenso en el precio de alimentos y materias primas que operó
aproximadamente hasta el año 1998 y que constituyó un factor que, combinado con
el aumento de la explotación de los trabajadores, propició el incremento de la
tasa de ganancia del capital, abriendo paso a una recuperación relativa de la
depresión sufrida desde los años ‘70.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>…y determinación oligopólica de los
precios</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La nueva recuperación económica posterior a la crisis de
2001, empieza a mostrar el aspecto contradictorio que representa para el capital
en su conjunto el control progresivo de los grupos internacionales más
concentrados sobre los mercados de productos primarios. Desde 2003 y más aún
desde 2005 con un salto en 2007, petróleo, trigo, maíz, arroz, leche y carne
entre otros productos muestran una carrera alcista aparentemente imparable que
no puede entenderse (en el caso de los productos no petrolíferos) si no se tiene
en cuenta el control sobre la oferta lograda por unos pocos grupos monopólicos.
Sólo “Seis compañías controlan un 85% del comercio mundial en granos; tres
controlan un 83% del cacao; tres controlan un 80% del comercio con plátanos.
ADM, Cargill y Bunge controlan efectivamente el maíz del mundo, lo que significa
que sólo ellos deciden qué parte de la cosecha de cada año va a la producción de
etanol, edulcorantes, alimento para animales o alimentos para seres humanos”.
(“La crisis alimentaria”, Ian Angus, Rebelión, 18/05/08). Los argumentos
esgrimidos por la economía vulgar no explican nada si no se los enmarca en esta
nueva configuración. Lo cierto es que si existen problemas de oferta, no son
debidos a la escasa producción. Según Food Policy Research Institute, se
producen hoy alimentos que alcanzarían para satisfacer al doble de la población
del planeta. Lo que sí es cierto es que digitar el mercado permite a las
compañías que controlan las semillas, la producción y el comercio agrícola
retacear la oferta frente a variaciones en la demanda, movimientos
especulativos, o modificaciones en el valor del dólar para lograr
desabastecimiento y justificar aumentos de precios. Por ejemplo, la producción
de biocombustibles, que usa la misma materia prima que muchos alimentos, reporta
grandes ganancias e influye sobre los precios en la medida en que un grupo de
oligopolios decide sobre el destino de la producción de granos. Resulta
importante señalar no obstante que el control oligopólico sobre el mercado es
relativo por lo que siempre está presente la posibilidad, en el marco de la
recesión instalada en el corazón de la economía norteamericana, de una depresión
generalizada de los precios. Sin embargo en las actuales circunstancias, la
penetración y mayor control del mercado mundial por parte de unos pocos grupos
es lo que permite que los precios de los granos sean prácticamente un “juguete”
en manos de la Bolsa de Chicago. Por otra parte no puede descartarse que el
programa lanzado por Estados Unidos para sustituir por biocombustibles el 20 por
ciento del consumo de gasolina en 10 años, esté asociado a un intento de largo
plazo por obtener el control sobre los combustibles, reemplazando su materia
prima fundamental, el petróleo, que ha sido históricamente y continúa siendo
fuente de gran inestabilidad para el capitalismo mundial.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Consecuencias</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Si bien la resultante en las condiciones actuales son
altas ganancias para las empresas que operan en toda la cadena de producción y
comercialización de materias primas, se plantean dos tipos de alerta sobre el
devenir de la economía capitalista. Por un lado los “levantamientos del hambre”
en más de 20 países representan una amenaza desde los “bordes” para la
estabilidad del capitalismo mundial. Por el otro, y como planteamos al
principio, los precios de las materias primas son un factor importante en la
determinación de la tasa de ganancia de los sectores capitalistas no ligados
directamente a su producción. En este último sentido, la disparada de los
precios de las materias primas podría contribuir en el período próximo a un
descenso de la tasa de ganancia, profundizando la recesión ya instalada en
Estados Unidos y, de continuar la escalada de los precios, a un escenario que
combine inflación con estancamiento de la economía mundial. Por supuesto… no son
los 850 millones de hambrientos los problemas que tienen en vilo a instituciones
como la FAO, la OMC, la ONU o el FMI.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U>Nota</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>1) Para evitar caer en apreciaciones simplistas, esta
aclaración no debe tomarse a la ligera. Estamos planteando una definición
básica. Por supuesto es posible para el capital aumentar la tasa de ganancia
mediante el incremento de la plusvalía relativa o absoluta por lo que una tasa
de ganancia creciente puede coexistir con salarios crecientes siempre que
aumente la tasa de explotación de los trabajadores. No obstante esta situación
no quita veracidad a la definición estructural planteada más arriba.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000><FONT
size=4>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín
Solidario</FONT><BR>Ernesto Herrera (editor): </FONT></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV></FONT></BODY></HTML>