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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><FONT
size=5><EM><U>correspondencia de prensa - boletín solidario
<BR></U></EM></FONT><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición
internacional del Colectivo Militante<BR><U>6 de octubre 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Capitalismo</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>La leche envenenada: Nueva York 1858
- China 2008<BR></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT
size=3></FONT></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Bee
Wilson *</FONT></STRONG><BR> <BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><STRONG><FONT face=Arial size=2>The New York Times, 30-9-08
<BR></FONT><FONT face=Arial size=2>Sin Permiso</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.sinpermiso.info/"><STRONG>http://www.sinpermiso.info/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Camila
Vollenweider</STRONG><BR><BR> <BR>La leche era promocionada como pura y
sana, y tenía buena pinta para el ojo inexperto. ¿Cómo iban a saber las madres
que estaban envenenando a sus bebés? Habían pagado un buen dinero por ella en el
mercado. Tuvieron que enfermarse miles de niños para que los legisladores
hicieran algo para detenerlo. ¿Se trata de China en 2008? No. De la ciudad de
Nueva York en 1858. Lo que se echa de menos en la cobertura del escándalo de la
leche china envenenada, en la que 53.000 niños enfermaron y al menos 4 murieron,
es un análisis sobre lo recurrente de este fenómeno.</FONT></DIV><FONT
face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>El desastre que se ha desatado ahora en China
–inevitablemente extendido a sus socios comerciales- es inquietantemente similar
al escándalo de la “leche bazofia” , azote de Nueva York durante varias décadas
del siglo XIX.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En una ciudad en rápida expansión, pero sin sistemas de
refrigeración, era difícil suministrar leche en cantidades suficientes. La leche
fresca se traía de los condados de Westchester y Orange, pero no en las
cantidades necesarias para satisfacer la demanda. En 1853, se descubrió que unos
90.000 litros de leche de vaca entraban por día a la ciudad, pero que esa cifra
misteriosamente se incrementaba hasta los 120.000 litros en el conjunto de
puntos de venta.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una parte del incremento se debió a que los lecheros
mezclaban la leche con agua, para luego restablecer su apariencia emulsionándola
con harina –exactamente como sus homólogos chinos de hoy, que elevaban los
niveles aparentes de proteínas en la leche rebajada con agua añadiéndole
melamina [material plástico con un elevado volumen de nitrógeno, utilizado para
simular mayor contenido proteico en alimentos manufacturados para humanos y
animales N. de la T.]. Pero la mayor parte fue leche bazofia, una sustancia
azulada procedente de la ordeñación de vacas que, hacinadas en establos adosados
a las destilerías de la ciudad, se alimentaban de los residuos calientes y
alcohólicos que se desechaban de la destilación. La susbstancia en cuestión se
adulteraba entonces con yeso, para disimular su tono azulado, con almidón y
huevos, para espesarla, y en fin, con melaza, para darle una apariencia de la
saludable consistencia de la leche del condado de Orange. Al vil líquido
resultante, este mismo diario atribuyó entonces la muerte de al menos 8.000
niños al año.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En China, los periodistas sabían de la leche envenenada
desde hacía meses, pero no se les permitió difundir la noticia debido a los
Juegos Olímpicos. Aún peor, habían pasado sólo cuatro años desde el último
escándalo de los alimentos para bebé, cuando falsificadores de la provincia de
Anhui perpetraron una fórmula falsa de azúcar y almidón, que se llevó a la tumba
a, por lo menos, 13 bebés. En el caso de la leche bazofia, los repartidores de
leche de Nueva York habían sido informados décadas antes de que su leche no era
saludable.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ya en 1842, un cruzado contra el consumo de alcohol
llamado Robert Hartley advirtió de que la leche que circulaba en la ciudad
podría estar muy contaminada. Durante toda la década de 1850, los periódicos
desenmascararon las lecherías de las destilerías y pidieron a la ciudad que las
cerrara. Algunas de las vacas estaban tan enfermas por su dieta alcohólica, que
sus dientes se pudrían y sus colas se caían. No era raro que sus ubres
estuvieran ulceradas, pero se ordeñaban de todos modos. <BR>Finalmente, en 1858,
Tammany Hall envió al concejal Michael Tuomey a “investigar” una popular
lechería bazofia en la Calle 16 oeste. Tuomey se sentó con los propietarios de
la lechería y bebió uno o dos vasos de whisky. Concluyó que la leche bazofia era
tan buena para los niños como la leche común, y que quien se negara a beberla,
lo haría simplemente por “prejuicio”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>También aquí hay similitudes con China. El gobierno chino
ha eximido de inspección a varias de las lecherías más grandes del país: una de
las razones era que la amedrentada sospecha se comunicara descontroladamente,
que pasara de los alimentos para bebé al yogurt y terminara por afectar al
conjunto de la industria lechera exportadora china. (La fábrica de dulces
británica Cadbury anunció ayer, por ejemplo, que se había descubierto melamina
en alguno de sus chocolates de leche producidos en China). Esto no es sólo
laissez-faire; es un enfoque tan generosamente desregulado para la manufactura
de alimentos, que es prácticamente una invitación al fraude.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las similitudes entre la China hoy y la Nueva York de
hace 150 años no deberían resultar sorprendentes. La adulteración a tan
escandalosa escala suele darse en sociedades con una tóxica combinación de
características: una economía capitalista en rápido crecimiento amalgamada a una
administración pública o incapaz o carente de la voluntad política necesaria
para regular la oferta alimentaria. En esas sociedades de “hacerse rico y
rápido” es irresistible la tentación de manipular la comida, especialmente si
los márgenes de beneficio son pequeños. Las recompensas son inmediatas, y no
siempre es fácil para los consumidores detectar la diferencia entre lo puro y lo
adulterado —particularmente en el caso de la leche, substancia en la que
tácitamente se nos ha habituado a confiar—.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tales escándalos no son casualidad. Son síntoma de fallos
profundos en las políticas públicas. Las precipitadas decisiones del primer
ministro Wen Jiabao —castigar a las lecheras, forzar la dimisión de los
responsables de las agencias de control de calidad alimentaria— no han hecho
nada para lidiar con el vacío regulatorio subyacente. Al final, la leche de
Nueva York fue saneada. Pero se necesitaron leyes alimentarias más estrictas,
más control, la llegada de las técnicas de pasteurización y la creación de la
Agencia pública de control farmacéutico y alimentario en 1906, 50 años después
que pasara lo peor de la leche bazofia en Nueva York. Llevó décadas, no meses o
años. China se enfrentará a muchos más escándalos alimentarios —ya ha estallado
la alarma con los ravioles chinos “robustecidos” con pesticidas y manteca de
cerdo procesada con aguas residuales—, antes de que se alcance el punto en el
que los ciudadanos puedan confiar rutinariamente en lo que comen. La oferta
alimentaria estadounidense sigue siendo defectuosa, como se vio este mismo año
con el pánico desatado por la salmonella. Pero no es mala cosa recordar que hubo
épocas en que fue mucho peor, todavía. En eso, el presente de China es el pasado
de Estados Unidos.</DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify>* Bee Wilson es autor de “Swindled: The Dark History of Food
Fraud From Poisoned Candy to Counterfeit Coffee.” [Estafados: la oscura historia
del fraude alimenticio desde los caramelos envenenados al falso café].</DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000 size=3>Correspondencia de Prensa -
Agenda Radical - Boletín Solidario<BR>Ernesto Herrera (editor):
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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