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<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></U></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>30 de octubre 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A></FONT></DIV><FONT face=Arial
size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Capitalismo<BR><BR>La "cuestión
monetaria" y el equilibrio capitalista<BR><BR>Paula Bach</FONT></STRONG>
<BR><BR><BR><STRONG>Suplemento Econocrítica Nº 7</STRONG><BR><A
href="http://www.pts.org.ar/"><STRONG>http://www.pts.org.ar/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify><BR><BR>Más allá de los vaivenes episódicos, de los derrumbes
bursátiles estrepitosos, de las caídas y salvatajes bancarios, de los billones
de dólares y euros en constante movimiento que conmueven al mundo, más allá de
alguna que otra alza vertiginosa, y de la recesión económica ya desatada, es
evidente que algo profundo se está gestando tras el telón de fondo de la llamada
“crisis financiera” internacional. Es cierto, como muchos analistas gustan
decir, que la historia no se repite. ¡Menos mal! Porque de repetirse...no habría
futuro. Sin embargo, que la historia no se repita no anula la existencia de
similitudes, de analogías ni tampoco destierra las características comunes de
los fenómenos económicos, políticos, sociales y militares que se desenvuelven
bajo la lógica de determinadas relaciones sociales de producción tales como las
que habitan en el sistema capitalista que a partir de fines del siglo XIX,
principios del siglo XX, existe bajo la forma de lo que hoy conocemos como el
capitalismo imperialista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La actual “crisis financiera” que ya está mostrando las
primeras escenas de la recesión, tanto por su magnitud como por los problemas
que plantea, aparece como el emergente del estallido de profundas
contradicciones que el capitalismo mundial ha venido acumulando durante los
últimos aproximadamente 40 años. La “cuestión del dólar”, la “cuestión china”,
la “cuestión europea”, son algunos de los problemas que hacen pensar que la
crisis económica en curso se presenta como la antesala del fin del equilibrio
capitalista que aún luego de su debilitamiento en los años ‘70 se ha mantenido
desde la segunda posguerra mundial hasta nuestros días. No es sólo la magnitud
de las caídas, ni los primeros síntomas recesivos, sino que dichos episodios se
produzcan sobre un andamiaje extremadamente débil, sobre un equilibrio
profundamente inestable, lo que trae a la memoria elementos de similitud con los
años ‘30 y su antesala, los años ‘20.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La actual crisis económica iniciada con la debacle
financiera en curso merece ser comparada con la depresión de los años ‘30 no
porque exista una equivalencia entre ambos períodos, no porque los problemas se
manifiesten de la misma forma, no porque no existan importantes diferencias,
tampoco porque no puedan hallarse similitudes con otras crisis como la del
‘73-‘75. No, la crisis económica actual y su devenir merecen ser comparados con
la crisis del ‘30 por el tenor de los problemas económicos, políticos, militares
y sociales que están entrando en escena. Y muy en particular, porque comprender
la magnitud de los asuntos que se ponen en juego permite evaluar y prepararse
para la magnitud de las respuestas -tanto del lado del capital como de la clase
obrera- que en los años venideros estarán llamadas a entrar en acción.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>La “cuestión del dólar”</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En un contexto en el cual aproximadamente el 80% de las
transacciones internacionales diarias en monedas se realizan en dólares y un 70%
de las reservas mundiales están invertidas en dólares y en bonos del Tesoro, la
crisis de la economía norteamericana lleva a que su moneda se encuentre por vez
primera seriamente cuestionada, desde los acuerdos de Bretton Woods, como moneda
fuerte internacional y resguardo de valor. Particularmente desde el estallido de
la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos en agosto de 2007, el dólar ha venido
sufriendo un importante proceso de devaluación. Sin embargo, en el curso de los
dos últimos meses, aún cuando la economía norteamericana se encuentra en una
situación extremadamente vulnerable, el dólar se ha venido revaluando. Sin
entrar aquí en el análisis que explica los movimientos coyunturales, merece ser
interpretado el fenómeno de que tanto el dólar como los bonos del Tesoro
norteamericano (aún rindiendo un interés cercano a cero), continúan siendo
considerados el refugio más “seguro” de valor. Este fenómeno está asociado a “la
herencia de su (de Estados Unidos, N. de R.) fortaleza económica y de su
hegemonía política y militar. Pero hoy esa potencia económica se está
debilitando” (Alfredo Zaiat, Página/12, 18/10/08). Es esta “herencia”,
realimentada por la incapacidad del euro de actuar como moneda hegemónica de
reemplazo, la que continúa (por ahora) manteniendo al dólar como moneda fuerte y
como reserva de valor. La situación crítica que se plantea con la vulnerabilidad
de la economía norteamericana de un lado y la continuidad de la atracción de
capitales foráneos por parte del Estado y el rol del dólar como moneda
hegemónica mundial, del otro, no constituye un asunto menor. Lejos de
representar una cuestión de “contabilidad internacional”, el poder del dólar se
recuesta sobre las bases y condiciones del equilibrio económico surgido a partir
de la segunda posguerra mundial. El sistema monetario internacional sobre el que
descansa el intercambio de mercancías y el sistema de crédito es algo análogo al
sistema circulatorio en el cuerpo humano. El sistema monetario “bombea” la
producción de valores, su intercambio y un funcionamiento más o menos normal de
la división internacional del trabajo. Las crisis de los sistemas monetarios
internacionales son siempre el emergente de las crisis de producción y de
circulación mundial de los valores, son siempre el emergente de la contradicción
entre las fronteras nacionales y el desarrollo de las fuerzas productivas
sociales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por eso, la actual crisis del dólar plantea problemas de
alto impacto en el escenario mundial. No está de más recordar que el primer
ministro británico Gordon Brown (hoy en estrecha relación con el derechista
francés Nicolás Sarkozy), viene vociferando la necesidad de reformular el
sistema monetario internacional abogando incluso por crear un “nuevo Bretton
Woods”. El problema es que muy difícilmente un nuevo “orden monetario”
internacional que no es más que el corolario del orden económico, político y
militar, pueda establecerse con las armas del diálogo y de la paz entre los
capitostes de los principales Estados. Porque los problemas del orden monetario
y de la moneda fuerte expresan la cuestión nada más ni nada menos de quién
“gerencia” al mundo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El doloroso establecimiento de la hegemonía del
dólar</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Hasta hoy en la historia del desarrollo del capitalismo
imperialista mundial existió sólo una gran crisis del sistema monetario
internacional, diversas crisis monetarias parciales -crecientes en número
durante los últimos años-, y un importante cimbronazo en el año 1971 (al que
haremos referencia en el próximo apartado). La gran crisis se produjo en 1914
con el resquebrajamiento del “patrón oro” sobre el que se sustentaba el poder de
la libra esterlina y con él la hegemonía del imperio británico. La crisis del
patrón oro y de la libra que expresaban la decadencia del imperio inglés y el
comienzo de la lucha internacional de las potencias imperialistas por la
redistribución del mundo, abrieron la época más convulsiva del capitalismo
internacional en la cuál se inscribe tanto el triunfo de la revolución rusa como
el estallido de las dos grandes guerras mundiales y el crítico período de
entreguerras. Recién logró reestablecerse un nuevo patrón monetario
internacional al momento en que daba a luz un nuevo orden económico, político y
militar mundial: el de la hegemonía imperialista estadounidense. Fueron
necesarias dos guerras mundiales con un saldo de alrededor de 60 millones de
muertos, un nivel inédito de destrucción de fuerzas productivas humanas y
materiales, fatales derrotas como el triunfo del fascismo en Alemania o Italia y
el aniquilamiento de procesos revolucionarios como por ejemplo el de España o
Francia, para que un nuevo “orden monetario” internacional entrara en vigencia.
En el año 1944 en Bretton Woods, Estado de New Hampshire, se reúnen los
representantes de 44 países y resuelven la creación de organismos de control y
monitoreo del comercio y las finanzas mundiales como el FMI y el Banco Mundial,
la fijación de tasas de cambio entre las diversas monedas del mundo y, en
particular, reconocen la convertibilidad entre el oro y el dólar estadounidense
de forma tal que esta moneda se convirtiera en la reserva monetaria mundial.
Este reconocimiento significaba aceptar finalmente que Estados Unidos era el
nuevo hegemón imperialista y que su moneda era “tan buena como el oro”.
Mientras, la Unión Soviética, presente en la reunión, no aceptaba integrarse al
nuevo patrón monetario, constituyéndose en la potencia competidora al dominio
norteamericano. Esta competencia se basaba en la ruptura de las relaciones
capitalistas de producción que, luego del triunfo de la revolución china en
1949, abarcaban un tercio del globo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Primeras turbulencias del “patrón dólar”: nueva
modalidad del equilibrio capitalista</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En las postrimerías de la década del ‘60, la caída de la
tasa media de ganancia que indujo al fin del boom económico de posguerra, sacó a
luz las primeras manifestaciones de debilidad del patrón monetario gestado en
Bretton Woods. Alemania y Japón se habían recuperado bajo el ala norteamericana
y sus economías, con una productividad creciente, y empezaban a aparecer como
una amenaza relativa al liderazgo económico indiscutido de Estados Unidos. La
aparición en escena del déficit comercial de quien había sido el mayor acreedor
del mundo en el período de entreguerras y en la segunda posguerra, era uno de
los primeros síntomas de debilitamiento de la economía norteamericana. El
principal hegemón imperialista estaba perdiendo la carrera de la productividad
con sus principales rivales. La consecuencia “monetaria” era que el dólar
comenzaba a dejar de ser “tan bueno como el oro”. La crisis de la equivalencia
del dólar con el oro era una manifestación de las dificultades para la
valorización del capital que habían entrado en escena. La situación de la moneda
es un emergente de la situación de la economía, por tanto, mantener la paridad
establecida en Bretton Woods implicaba una rigidez sobre el dólar que acarreaba
como consecuencia el endeudamiento creciente del principal Estado imperialista.
Esta situación llevó al país del Norte a dar por finalizados en el año 1971 los
acuerdos de Bretton Woods, desenganchando al dólar del oro y eliminando para
siempre el “patrón oro”. Desligar al dólar del oro era una medida que buscaba
una devaluación parcial de la moneda norteamericana persiguiendo reestablecer la
competitividad internacional de Estados Unidos. Sin embargo la ruptura de los
acuerdos sellados en 1944, aunque abandonaba la convertibilidad dólar/oro,
mantenía las tasas de cambio fijas, lo cual no se ajustaba al creciente déficit
comercial de Estados Unidos y la necesidad de un dólar más débil. La relación de
tasas de cambio fijas fue sustituida finalmente en 1973 por la flotación libre
de las monedas permitiendo una fuerte devaluación del dólar respecto al marco y
al yen, restaurando la competitividad norteamericana y permitiéndole volver al
camino del superávit comercial, a la vez que descargaba la crisis sobre el resto
del mundo. De este modo, Estados Unidos recuperaba posiciones tras una “maniobra
contable” al tiempo que no se alteraba el rol del dólar como moneda de
referencia para la mayoría de las transacciones y como reserva preferida de
valor. Sin embargo esta situación se obtenía eliminando de cuajo el lugar del
oro como mercancía equivalente universal y respaldo del papel moneda. De ahora
en más, el valor del dólar quedaría anclado sin más a la ¿fortaleza? del imperio
americano. El ascenso de masas comenzado en el año 1968 y la derrota
norteamericana en Vietnam en el año ‘75 resultaron otros tantos golpes a esa
fortaleza. En el período subsiguiente el dólar entra en un proceso de
devaluación profunda que hace peligrar su poder en el mundo y lleva al gobierno
norteamericano a indicar un fuerte aumento de las tasas de interés a partir del
año 1979. En cierto modo, las cartas del poderío norteamericano ya estaban
echadas, un dólar fuerte -dada la debilidad relativa del imperio americano- sólo
podía estar asociado al endeudamiento que en el transcurso de las próximas
décadas iría convirtiendo al mayor acreedor en el mayor deudor del mundo. El
equilibrio mundial había sido golpeado pero no se había roto en gran parte
“gracias” a las derrotas sangrientas propinadas a los trabajadores y sectores
populares en la “periferia”, al desvío de los procesos revolucionarios en
algunos países centrales, y a las posteriores derrotas que dieron paso al
“reaganismo-thatcherismo”. Durante la década del ‘80, el rol hegemónico del
dólar fue adoptando una modalidad específica que puede denominarse la “nueva
forma que adoptó el equilibrio capitalista”. El endeudamiento creciente del
Estado norteamericano a muy baja tasa de interés fue subvencionado por el
“ahorro” (las reservas) en especial de países como Japón, China y los países
árabes. Esta relación perversa en la cual el poderío del dólar ha venido estando
asociado al endeudamiento americano alimentado por países que devinieron grandes
productores de mercancías pero que poseen mercados internos reducidos, estuvo
sosteniendo a Estados Unidos como el gran “comprador del mundo” y constituye uno
de los elementos claves de la forma particular que el equilibrio capitalista fue
adoptando en el curso de los últimos veinte años aún sin poder evitar las crisis
recurrentes (como las de los años ‘87, ‘89-‘91; 2000-‘01; etc.). Este equilibrio
es el que ha comenzado a resquebrajarse y es por ello que el “brillo” tardío del
dólar hoy empieza a parecerse a la imagen que desde la tierra podemos observar
de las estrellas: una versión de algo que sucedió en tiempo pasado.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El dólar: ¿un “juguete” en las manos
de...?</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Aún cuando la primera guerra mundial no había podido
resolver el problema de la hegemonía imperialista y aún cuando al capitalismo
mundial se le había incrustado la dolorosa espina de la revolución rusa, aún
cuando el equilibrio mundial no se hubo reestablecido tras la primera guerra, a
mediados de los años ‘20 se produce una estabilización de la economía
internacional. En parte debido a la derrota de los procesos revolucionarios en
Alemania, Hungría y otros países que dejan a Rusia en clara desventaja, en parte
como política del capital para contener la convulsiva situación del movimiento
de masas y en parte también como subproducto de la destrucción de fuerzas
productivas legada por la guerra, la economía capitalista mundial, sin que se
logre un reestablecimiento del equilibrio previo, entra en un proceso de
estabilización y crecimiento que pasó luego a la historia como la “belle
époque”. Uno de los aspectos claves que permitió este proceso fue la
estabilización de la moneda, que constituye el rasgo más claro de la
estabilización capitalista. Sin embargo, lo notable del caso y que encuentra
ciertos elementos de semejanza al tiempo que permite señalar agudas diferencias
con el período actual, es el modo en que la estabilización de la libra esterlina
se produjo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Haremos referencia a algunas apreciaciones de León
Trotsky, no por “dogmatismo” sino porque fue prácticamente el único de los
dirigentes marxistas revolucionarios “clásicos” que pudo vivir y analizar
lúcidamente ese período. En 1925 decía: “El país más rico de Europa -Gran
Bretaña- ha estabilizado actualmente su libra esterlina. ¿Cómo la estabilizó?
Por medio de un préstamo de 300 millones de dólares de Nueva York, de modo que
si la libra esterlina cae en su valor, el capital norteamericano la debería
salvar. La consecuencia de esto es que ahora la libra esterlina se ha vuelto un
juguete en las manos de la Bolsa de Valores norteamericana, la cual en cualquier
momento podría debilitarla” [1]. Para agregar luego: “La estabilización de la
libra esterlina con el oro es indudablemente un elemento de ‘regulación’, pero
al mismo tiempo la estabilización de la moneda sólo revela de forma más clara y
precisa la decadencia de Inglaterra y su colosal dependencia de Estados Unidos”
[2]. Buscando establecer una analogía ¿no podríamos decir que hoy el dólar es
una especie de “juguete” en las manos de las reservas y los bancos centrales en
particular de China y Japón, aunque también en menor medida en manos de los
países árabes petroleros y en parte también de los países europeos? Sin lugar a
dudas lo que podríamos llamar la cuestión de la “estabilización del dólar”, la
continuidad (por ahora) de su fortaleza, es un fenómeno dependiente de la
afluencia de billones de dólares de reservas que estos países mantienen en bonos
del Tesoro y en la divisa norteamericana. Si en particular China retirara los
alrededor de 2 billones de reservas de Estados Unidos y Japón hiciera lo propio,
el desbarranque del poder del dólar sería un hecho. Sin embargo es preciso
destacar que si bien la analogía parece sensata, múltiples son las diferencias.
En primer lugar China y Japón en 2008, nada tienen que ver con lo que Estados
Unidos era en los años ‘20 y ‘30. En los años ‘20, los Estados Unidos poseían
uno de los mayores mercados internos del mundo y sin embargo sus fronteras
nacionales representaban una sólida traba para la salida de sus mercancías
excedentes y por ello era enteramente dependiente, entre otros, del mercado
europeo al que a su vez acicateaba permanentemente robándole zonas de
influencia. En los años ‘20 Estados Unidos era ya una potencia no sólo económica
(generaba el 40% de la producción mundial de acero y hierro, poseía casi la
mitad de las reservas en oro del mundo, la productividad del trabajo era 1,5
veces mayor a la británica, y el valor de la libra esterlina ya se calculaba en
dólares), sino también militar. El desarrollo de China hoy, muy por el
contrario, es el producto de la restauración capitalista en ese país que fue
utilizado como plataforma para la estrategia del abaratamiento de costos de las
transnacionales en búsqueda de mano de obra barata. Japón es una potencia
imperialista seriamente debilitada que aún no ha podido salir de la crisis en la
que quedó sumergida durante toda la década del ‘90. Ambos países mantienen una
gran dependencia del consumo norteamericano, motivo por el cual el retiro de los
fondos que solventan los déficits de Estados Unidos significaría liquidar el
destino más poderoso de sus excedentes. Sin embargo, la analogía vuelve a
validarse cuando se consideran las constantes caídas del consumo interno
norteamericano y la posibilidad (hoy muy presente) de que se profundice la
recesión en el país del Norte. De darse esta situación, de no representar más
Estados Unidos un mercado fundamental para las exportaciones chinas y japonesas,
¿por qué razón estos países continuarían manteniendo sus reservas en dólares y
en bonos del Tesoro norteamericano? Los recientes intentos desesperados de China
por vigorizar su escuálido mercado interno a través de una especie de (contra)
reforma agraria (más allá del muy probable fracaso de esta política), podrían
considerarse un presagio.<BR>La Unión Europea no es “supraestado”: un
viejo-nuevo problema</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>En los años ‘20 el economista inglés John Maynard Keynes
llamó al continente europeo una “casa de locos”. Hoy algún periodista la
denominó “armada brancaleone”. Los intentos de unidad de Europa -y el rol del
euro- representan un problema agudo que se pone de manifiesto hoy con toda su
fuerza aunque no por primera vez en la historia del capitalismo
imperialista.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Una de las grandes cuestiones que llevaron al estallido
de la primera guerra mundial en el año 1914 fue la contradicción entre el
desarrollo de las fuerzas productivas de los países europeos y el freno que a
esa expansión representaban las estrechas fronteras nacionales. “Se había
lanzado la guerra porque el capital europeo se encontraba oprimido en los
cuadros de los Estados nacionales. El capital esforzaba por ensanchar estos
cuadros, por crearse un campo de acción amplio; el más activo entonces era el
capital alemán, que se había propuesto como fin ‘organizar a Europa’, destruir
sus barreras aduaneras. Pero ¿cuál ha sido el resultado de la guerra? El Tratado
de Versalles ha creado en Europa 17 nuevos Estados y territorios más o menos
independientes, 7.000 kilómetros de nuevas fronteras, barreras aduaneras en
proporción y, a cada lado de estas nuevas fronteras, puestos, y tropas” [3]. El
resultado de la primera guerra no había resuelto el problema de las fronteras
nacionales sino que lo había agravado. Por esos años el capitalismo imperialista
americano aparecía en escena amenazante, como principal acreedor de Europa y
robándole mercados a cada paso. La determinación final de Estados Unidos de
entrar en la segunda conflagración mundial para pelear decididamente por la
hegemonía, constituyó un elemento fundamental que salvó al capital del marasmo.
Más tarde Europa se recuperará bajo el ala de la hegemonía americana a la vez
que Estados Unidos logra superar parcialmente el límite de sus fronteras
nacionales usando la “tierra arrasada” europea como “nuevo espacio” geográfico
para la acumulación de capital. Hacia fines de los años ‘60, el fin del boom de
la segunda posguerra conmovió el status quo internacional. No sólo se produce la
ruptura de los acuerdos de Bretton Woods sino que Europa, luego de años bajo
“tutela” americana, inicia una “larga marcha” en la que intentará constituirse
como un bloque regional interimperialista. Recién tras la caída de la URSS y el
desmembramiento del bloque oriental entre los años 1989 y 1991, en un tortuoso
proceso que abarca el período 1992/1995, se constituye la Unión Europea, el
Banco Central Europeo y la moneda común, el euro. Pero es precisamente en los
momentos de crisis aguda cuando se ponen de manifiesto con toda agudeza las
intensas contradicciones interburguesas y la rivalidad de intereses nacionales
que enfrentan a los 27 estados que conviven al interior de la denominada Unión
Europea. Los cimbronazos más violentos de la crisis financiera fueron testigos
de un inicial “sálvese quien pueda” en el que cada Estado de la “Unión” ofrecía
una suma mayor de euros para garantizar los depósitos de sus bancos en crisis.
Esta prueba (si las hay) de los intereses nacionales encontrados se erigió como
una seria amenaza sobre la “unidad” y en particular sobre el euro. La “casa de
locos” reaccionó a último momento superando la apuesta norteamericana e
intentando mostrarse ante el mundo como lo que no es: un “supraestado”. La
apuesta tranquilizó un poco las aguas de las agitadas finanzas. Pero los gestos
son sólo eso, gestos. El problema de la unidad europea a pesar de la UE, del BCE
y del euro, aún continúa irresuelto y lo más probable es que, de profundizarse
la crisis, no sólo se agudicen las contradicciones entre los 27 estados
integrantes, sino que se ponga en cuestión la propia existencia del euro.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El comienzo de la ruptura del equilibrio
capitalista</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Nos hemos referido a la relación de dependencia que se
pone de manifiesto en el sostenimiento del dólar por parte de países con alto
“ahorro” que financian el endeudamiento norteamericano y garantizan el rol de
Estados Unidos como “comprador del mundo.” Hemos definido esta relación como uno
de los aspectos de la nueva modalidad del equilibrio capitalista durante los
últimos aproximadamente veinte años.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Este factor constituye un elemento de alto calibre en la
situación económica internacional porque da cuenta de la forma particular que
adopta hoy el funcionamiento de la división internacional del trabajo. La
negación de las formas necesarias que adopta el intercambio de los excedentes
mercantiles en la arena internacional, está en la base tanto de los defensores
de la vulgar teoría del desacople que presuponen que países como por ejemplo
China, debido a su fuerte crecimiento son capaces de resistir un hundimiento de
la economía norteamericana o, una versión más sofisticada de esa teoría, que
presupone que la “salud” de la economía capitalista mundial se mide a través de
la vara de los índices de crecimiento económico. Vale la pena recordar que otra
vez en los años ‘20 -y con razón, como se demostró posteriormente- Trotsky
señalaba que la cuestión fundamental del desarrollo mundial de las fuerzas
productivas no debía considerarse mediante el cálculo de los índices de
producción sino observando los antagonismos económicos. Refiriéndose a la
relación entre Estados Unidos y Europa planteaba: “La potencia productora de
América crece incesantemente; pero el mercado cesó de existir, porque Europa se
arruinó y no encuentra el medio de comprar las mercancías americanas. Es como si
Europa hubiera ayudado con todas sus fuerzas a América a subir a la más alta
cima, para luego sacar la escalera” [4]. Toda analogía histórica es, por
definición, parcial. Y para plantearla de modo tal que dé cuenta de la realidad
presente es preciso analizar similitudes y diferencias así como el peso relativo
de cada una de ellas. Desde un ángulo estrictamente parcial, enfocado sólo sobre
el flujo de capitales financieros y el comercio bilateral, ¿no es como si
Estados Unidos hubiera ayudado a China a subir a la cumbre y estuviera ahora por
sacarle la escalera? ¿No está China -aunque también Japón- a través del bombeo
de yuanes y yenes hacia el dólar y hacia los bonos del Tesoro norteamericano,
intentando sostener la escalera? Pero la analogía concluye allí. Porque las
características del desarrollo norteamericano de fines del siglo XIX y
principios del siglo XX, y el actual desarrollo de China, difieren por el
vértice. China es un país exportador de productos industriales esencialmente de
bajo valor agregado, basado en una fuerte extracción de plusvalía absoluta y
baja productividad del trabajo en comparación con los países centrales, con un
nivel de apertura respecto de la economía mundial inédito en países de su
envergadura -sólo mitigado parcialmente por la ausencia de convertibilidad del
yuan es decir, por un cierto control de cambios-, y un gran subdesarrollo en
relación con su sobrecapacidad productiva diseñada en función de las necesidades
de una economía mundial en expansión. China “(...) ocupa la posición número 100
entre todos los países en términos de ingreso per cápita (...) Aunque los 1.300
millones de chinos consumieron cerca de U$S 1,2 billones el año pasado, los 300
millones de estadounidenses consumieron U$S 9,7 billones” [5]. En China ya se ha
instalado una tendencia a la sobreacumulación de capitales como subproducto de
que constituye un nicho de alta tasa de ganancia, foco de atracción de los
capitales transnacionales y de la competencia de los gobiernos locales. Esta
distancia infinita entre Estados Unidos en los años ‘20 y la China actual hace
pensar que los problemas de la división internacional del trabajo y los
antagonismos económicos vuelven a entrar en escena pero de una forma mucho más
“dramática”, por decirlo de algún modo, del aspecto que adoptaron en la década
del ‘20. Lejos de agazaparse para conquistar el mundo China -y también Japón-
más bien intentan “sostener la escalera” del comprador del Norte. ¿Qué otra cosa
sino una sobreproducción de mercancías fenomenal puede esperarse en estos países
si la recesión en Estados Unidos se profundiza abandonando el rol de gran
comprador mundial?</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por su parte Europa combina tendencias a la
desintegración que amenazan la viabilidad de euro, con la presión a coordinar
medidas de acción comunes de los Estados miembros de la Unión Europea, producto
de la crisis que genera la debilidad del liderazgo norteamericano. De
profundizarse la recesión en curso en Estados Unidos, de continuar aumentando la
desocupación y la caída del consumo interno, Norteamérica abandonará su papel de
“comprador del mundo” con lo cual dejarían de afluir hacia ese país las masas de
capitales que hoy sostienen al dólar pudiendo provocarse una fuerte devaluación
del patrón preferencial del intercambio y la reserva mundial de valor. La crisis
en curso replantea en otra escala el gran problema que le dio el tono al pasado
período de entreguerras. El drama del capital de los años ‘20 era que mientras
la hegemonía británica estaba acabada, la hegemonía norteamericana aún no se
había instalado. La ausencia actual de algún hegemón de reemplazo replantea el
problema en otros términos: la hegemonía americana no va más pero no hay
postulante para su reemplazo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En una situación semejante, la intención de recrear un
nuevo Bretton Woods resulta, por decir lo menos, utópica. Tras ella sólo puede
visualizarse el intento de Gran Bretaña o de Francia de influenciar de alguna
manera las decisiones de Estados Unidos. Cuestión a la cual Norteamérica, aunque
debilitada, ofrecerá resistencia en el marco de una fuerte disputa con la Unión
Europea por atraer los capitales que buscan una divisa segura. En última
instancia, las iniciativas de los gobiernos europeos muestran cómo, en los
próximos meses, las soluciones a la crisis y sus distintas secuelas
(financieras, económicas, sociales y políticas) no van a converger, aunque se
realicen reuniones, declaraciones o acuerdos circunstanciales ante el peligro de
catástrofe. Lo que es bueno para el resto del mundo no lo será posiblemente para
los Estados Unidos y en adelante, los distintos gobiernos deberán hacer sus
propias elecciones como lo pusieron recientemente de manifiesto los gobiernos de
Europa con su primera iniciativa global por delante de los EE.UU. desde la
creación de Bretton Woods.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lejos de lograrse una iniciativa global para establecer
algún tipo de nuevo sistema monetario estable, tenderán a agudizarse las
contradicciones entre las potencias. Incluso no se puede descartar que -de
mediar un debilitamiento cualitativo del dólar- se genere un agudo desconcierto
político de la potencia dominante y una mayor fragmentación del sistema
monetario mundial.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Es posible que estemos al inicio de un período,
probablemente largo, que incluya tendencias a la formación de bloques, o
alianzas coyunturales inestables, junto a una mayor tensión política, económica
y social, entre los distintos Estados y en el interior de cada uno de ellos, que
nuevamente traiga a escena todas las características de una época no sólo de
crisis agudas sino también de guerras y revoluciones.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U></U></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Notas</U></STRONG><BR><BR>[1] “Sobre la cuestión
de la ‘estabilización’ de la economía mundial”, 25 de mayo de 1925, en
Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición, Bs. As.,
CEIP, 1999, pág. 75.<BR>[2] Ibídem, pág. 78.<BR>[3] “Europa y América”, en
Naturaleza y dinámica del capitalismo y la economía de transición, op. cit.,
pág. 108.<BR>[4] “La situación mundial”, junio de 1921, en Naturaleza y dinámica
del capitalismo y la economía de transición, op. cit., pág. 44.<BR>[5] “La
locomotora china pierde velocidad y el resto del mundo acusa el impacto”, Wall
Street Journal, 21/10/08.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000 size=3>Correspondencia de Prensa -
Agenda Radical - Boletín Solidario<BR>Ernesto Herrera (editor):
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
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color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
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