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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario
<BR></FONT></U></EM><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición
internacional del Colectivo Militante<BR><U>10 de noviembre
2008</U><BR>Redacción y suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Pasado y Presente</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>El affaire Kundera
</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Si te dicen que
caí</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>Un episodio olvidado de la
primerísima Guerra Fría vuelve a abrirse por casualidad, casi sesenta años
después. Y en una denuncia que le costó años de prisión a un pibe aparece el
nombre de otro, un amigo, como informante. El muchacho se transformó con los
años en el escritor checo más famoso del mundo y la revelación es un
escándalo.</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Juan Forn</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Página12/, Buenos Aires, 9-11-08</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.pagina12.com.ar/"><STRONG>http://www.pagina12.com.ar/</STRONG></A></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Los dos son checoslovacos, los dos tienen la misma edad,
los dos lograron cruzar a Occidente escapando del régimen comunista a principios
de los ‘70. Uno de ellos vive en París y es un escritor famoso. El otro vive en
Suecia y sufre parálisis cerebral. Hasta hace pocos días habrían jurado que no
tenían nada en común. Pero unas explosivas revelaciones de la revista checa
Respekt sostienen que los destinos de Miroslav Dvoracek y Milan Kundera se
cruzaron el 14 de marzo de 1950, cuando el veinteañero Dvoracek fue denunciado a
la policía por el veinteañero Kundera y recibió una sentencia de veintidós años
de trabajos forzados.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Kundera (que lleva veinticinco años sin dar reportajes)
se ha negado a hacer declaraciones después de negar todo el episodio a través de
su agente. Dvoracek (que sufrió un infarto cerebral hace un par de meses) no ha
mostrado el menor interés en el asunto, según declaró su esposa, Marketa, a la
prensa sueca. La mitad de los checos le cree a Respekt, la otra mitad desestima
la denuncia. Mientras tanto, la revista recibe más visitas por día en su página
web que en todos sus años de existencia y la prensa europea llena páginas y
páginas comparando el caso Kundera con el caso Günter Grass.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Miroslav Dvoracek era cadete en la aeronáutica
checoslovaca cuando el gobierno comunista llegó al poder, en 1948, y comenzaron
las primeras purgas. La admiración del joven Dvoracek por la RAF británica lo
perdió: expulsado de la academia y obligado a presentarse en un regimiento de
infantería en un plazo de veinticuatro horas, Dvoracek decidió desertar junto a
su amigo de la infancia, Miroslav Juppa, y cruzar clandestinamente a Alemania.
Del otro lado de la frontera fue reclutado por los servicios de
contrainteligencia norteamericanos (CIC), que le ofrecieron la nacionalidad y un
curso de piloto si antes era capaz de volver a Checoslovaquia y traerles cierta
información que le entregaría un alto funcionario de la empresa química estatal
Chemapol.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El joven Dvoracek no lo pensó dos veces: logró cruzar la
frontera y llegar hasta Praga. Pero una vez allí cambió su suerte: la cita
falló, su contacto no apareció y Dvoracek quedó en banda en la capital
checoslovaca, sin documentos y casi sin dinero, hasta que se cruzó
providencialmente en el puente Manes con una chica de su pueblo llamada Iva
Militka, que había sido la novia de adolescencia de su amigo Juppa y ahora
estudiaba en Praga. La ingenua Iva se creyó el cuento que le hizo Dvoracek (que
había ido a la capital a visitar a una tía internada pero no le habían permitido
pernoctar en el hospital) y le ofreció espontáneamente albergue en su habitación
de la Residencia de Estudiantes Kolonka. Luego de darle la llave y la dirección,
Iva partió rumbo a sus clases. En la facultad se encontró con su novio, un
estudiante comunista de apellido Dlask, a quien le explicó por qué no podría
recibirlo esa noche. Cuando Iva volvió a la Residencia, pocas horas después, fue
abordada por dos policías de civil que irrumpieron por la fuerza en su
habitación y se llevaron a Dvoracek. El joven fue juzgado sumariamente por
deserción y condenado a veintidós años de trabajos forzados en las minas de
uranio de Pribram.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Encargado de piso</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>El tiempo pasó. Después de catorce años de condena,
Dvoracek fue liberado. Nunca quiso volver a su pueblo, Kostelec, y en la primera
oportunidad que tuvo emigró a Occidente. Iva, por su parte, se casó con Dlask
cuando ambos se graduaron. Para sorpresa de muchos, la pareja se instaló a vivir
a Kostelec, a pesar de que todos los habitantes del pueblo consideraban que o
bien ella o bien su marido era culpable de la desgracia de Dvoracek.</DIV>
<DIV align=justify><BR>El tiempo siguió pasando. El fiel comunista Dlask se
jubiló poco antes del fin de la Unión Soviética y murió a fines de los años ’90.
Poco después, Iva le confesó a uno de sus nietos la culpa que llevaba medio
siglo cargando sobre sus espaldas: su marido había negado siempre tener relación
con el arresto de Dvoracek. El nieto pareció haber olvidado el asunto, pero a
principios de este año llamó por teléfono a su abuela y le dijo que un amigo
historiador le había asegurado que, a pesar de los años transcurridos, se podía
averiguar quién había hecho la denuncia a la policía y por qué. En su siguiente
visita, el nieto llegó eufórico al departamentito de Iva en el modesto barrio
praguense de Bohnice, a la sombra del enorme hospital psiquiátrico, y depositó
en sus manos una fotocopia del legajo de Dvoracek, obtenida en el Instituto para
el Estudio de Regímenes Totalitarios, donde figuraba el acta policial del
arresto y el denunciante: un tal Milan Kundera, estudiante de cine y encargado
de piso de la Residencia de Estudiantes donde tuvo lugar el operativo policial.
“¡Esto tiene que saberse!”, dijo el nieto y le contó a Iva que su amigo
historiador tenía contactos en la prensa que publicarían gustosos la revelación.
Iva empezó a preocuparse cuando su nieto la llamó por teléfono semanas después y
le dijo que comprara un ejemplar de la edición de la revista Respekt que había
aparecido ese día.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Iva sintió un escalofrío cuando vio que la respetable
revista anunciaba desde su tapa la noticia bomba, “Kundera delator”, y dedicaba
diez páginas a contar con pelos y señales toda la historia. El autor de la nota
(un historiador llamado Adam Hradilek, que trabaja en el Instituto Nacional para
el Estudio de Regímenes Totalitarios) decía haber localizado a Dvoracek en
Suecia, pero no tenía declaraciones de él porque era víctima de una parálisis
cerebral. Tampoco había declaraciones de Kundera: según los autores de la nota,
le habían enviado varios mails a París pero Kundera nunca les contestó. Sí había
declaraciones de la esposa de Dvoracek, Marketa, que contaba que había conocido
a su marido en Canadá, que se habían trasladado juntos a Suecia en los años ’80,
que ella sabía que Dvoracek había estado preso en Checoslovaquia pero no por
espionaje, que a su marido no le gustaba hablar de su pasado y que le no hacía
mucha diferencia saber que no había sido denunciado por Dlask sino por el
mismísimo Milan Kundera. “A mí, en cambio, no me sorprende que haya saltado el
nombre de Kundera –agregaba Marketa—, porque será buen escritor pero no me hago
ilusiones respecto de su persona.” Cuando le preguntaron si conocía
personalmente a Kundera, Marketa dijo que no.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La nota de Respekt relataba además un incidente ocurrido
poco antes del arresto de Dvoracek. En 1949, Kundera recibió en su buzón de la
Residencia una postal con el rostro de Stalin y, en el reverso, un saludo jocoso
firmado “León Trotsky”, obra de su amigo Jan Trefulka. Kundera le agregó otro
comentario jocoso y la dejó en el casillero de su compañero de estudios,
Jaroslav Dewetter. La postal fue interceptada y los tres jóvenes sufrieron
sanciones disciplinarias bastante desiguales: Trefulka y Dewetter fueron
expulsados del partido y de la universidad (uno fue enviado como soldado raso al
ejército y el otro a trabajar en una granja colectiva), mientras que Kundera
sólo fue expulsado del partido pero pudo permanecer en la universidad. Respekt
añadía que el desafortunado episodio era lo que había inspirado La broma,
primera novela de Kundera, que habría de publicarse en 1967.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Dudas y desmentidas</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Dos días después de que la nota de Respekt se reprodujera
en los diarios de toda Europa, el prestigioso crítico literario Zdenek Pesat,
compañero de estudios de Dlask en los años ’50, declaró en la prensa checa que
recordaba perfectamente el episodio porque el propio Dlask le había confesado en
su momento que había ido al cuartel de policía a denunciar a Dvoracek, en un
ataque de celos. En el número siguiente de Respekt, el director de la revista
desestimaba tanto esa declaración como un comunicado de la Academia Checa de
Ciencias que cuestionaba que una acusación como ésa se basara en un sola
evidencia documental y salía al cruce de los historiadores que veían altamente
implausible que en un acta policial de aquellos tiempos sólo figurara el nombre,
el domicilio y el lugar y fecha de nacimiento del denunciante –datos más fáciles
de conocer que el número de documento o de afiliado al partido– y que además no
apareciera la firma del denunciante al pie del documento.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Según Respekt, sólo los interrogatorios exigían una
firma, no las actas de denuncia en la policía. Agregaban que el documento había
sido autenticado por el Archivo de las Fuerzas de Seguridad y ofrecían su
reproducción facsimilar, con el número de serie 624/1950 y el nombre del
denunciante bien visible. También se afirmaba que Dlask era buen amigo de
Kundera, y para demostrarlo citaban un antología de jóvenes poetas publicada en
1949 donde ambos firmaban sendas loas a Stalin (Respekt decía que la de Kundera
era mucho más larga y encendida que la de Dlask). Curiosamente, ese mismo día el
Nouvel Observateur reproducía un reportaje a Iva Militka, donde la anciana de 79
años decía: “Puede que Kundera no recuerde. A fin de cuentas pasaron casi
sesenta años y él ni siquiera conocía personalmente a Dvoracek. Yo sólo sé que a
mí nunca me interrogaron y dice mi nieto que no hay legajo mío en el Instituto.
Quizá mi marido le pidió a Kundera que se borrara mi nombre del expediente. No
sé. Mi nieto me dio un alivio cuando apareció con el acta policial que
demostraba que el denunciante no había sido mi marido. Pero no me gusta nada la
repercusión que está teniendo el asunto. Para ser sincera, desconocía que mi
marido fuese amigo de Kundera antes del episodio y, hasta donde sé, nunca
tuvieron contacto después”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Uno pensaría que los argumentos que ofrecieron días
después el legendario Vaclav Havel y el gran Josef Skvorecky terminarían de
inclinar la balanza a favor de Kundera. Havel sostuvo que el Instituto para el
Estudio de Regímenes Totalitarios había sido creado para conocer el pasado y
honrar la memoria, pero sólo se había dedicado a hacer revelaciones escandalosas
sobre personas que luego se demostraba que eran inocentes. Skvorecky rememoró
cómo él y su esposa debieron dejar su hogar en Toronto e instalarse en Praga a
causa de la prolongadísima batalla judicial que terminó con el Instituto
retractándose de las acusaciones de informante de los servicios que le habían
endilgado a Zdena. Además de ser un formidable novelista, Skvorecky dirigió y
solventó de su bolsillo, desde que se exilió, en 1968, un pequeño sello que
publicaba en Canadá pero en idioma original, los samizdats que le llegaban de su
país.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>La figura de Kundera</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Para más de la mitad de los checos, Kundera es culpable,
incluso aunque la denuncia de Respekt termine siendo falsa. ¿Por qué? Según le
dijo el novelista Ivan Klima a Philip Roth en el libro de entrevistas El oficio,
la experiencia que relata Kundera en sus libros y en los reportajes que concedió
en sus primeros años en Francia está en franca contradicción con sus propios
actos y su status dentro del régimen entre 1956 y 1968: luego de aquel episodio
de la postal, Kundera fue readmitido por el PC checo en 1956. Recién en 1970
sería expulsado de nuevo, del partido y de su cátedra en la universidad, y eso
pese a haber participado muy activamente en los sucesos de 1968. Pero incluso
entonces discutió públicamente con Havel argumentando que “nadie está siendo
encarcelado por sus opiniones” y que “el advenimiento del Otoño de Praga
terminará siendo mejor para Checoslovaquia que el de la Primavera”. Además,
antes de exiliarse declinó firmar la famosa Carta 77 donde los intelectuales
disidentes checos cuestionaban a las autoridades soviéticas y, en las pocas
entrevistas que dio en Francia, nunca reveló que había sido readmitido en el
partido en 1956 sino que debió trabajar de limpiavidrios ¡y de trompetista en un
quinteto de jazz! durante los años difíciles.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Por último, cuando la Revolución de Terciopelo puso a
Havel en la presidencia y los checos compraban como pan caliente los libros de
sus compatriotas que volvían del exilio, Kundera frenó la publicación de su obra
posterior a La broma (esta novela y El libro de los amores ridículos son los
únicos dos volúmenes que publicó en su país antes de exiliarse). Cuando por fin
autorizó que salieran, gran parte de la crítica los lapidó: de La vida está en
otra parte, El libro de la risa y el olvido y La insoportable levedad del ser
dijeron que sólo los lectores occidentales podían aceptar esas parábolas
reduccionistas de la realidad checa. De los libros posteriores, que daba
vergüenza su involución como escritor. Un amigo que vive en Praga me dice que,
para los jóvenes lectores checos, Kundera es algo así como Wim Wenders para los
jóvenes cinéfilos: nadie entiende cómo pudo ser tan venerado en los albores de
la posmodernidad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Aun así, se le concedieron varios premios nacionales, en
un intento por reconciliarse con “el escritor checo más famoso en el mundo
libre”, pero Kundera nunca fue a recibirlos en persona. De hecho, sólo ha vuelto
brevemente a su país una o dos veces, con nombre falso, y evitó Praga: sólo
visitó su pueblo natal, Brno. Pero lo que es más imperdonable para el
chauvinismo checo es que Kundera haya obtenido la ciudadanía gala y que desde
entonces escriba sus libros en francés. En su ensayo Los testamentos
traicionados, Kundera dedicó el capítulo final del libro a los desvelos muchas
veces titánicos de ciertos artistas, desde Stravinsky y Janacek hasta Gombrowicz
y Beckett, para que su obra sea cabalmente entendida. Kundera tituló ese
capítulo: “Amigo, no está usted en casa”. Eso es precisamente lo que le dicen
los checos hoy.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000 size=3>Correspondencia de Prensa -
Agenda Radical - Boletín Solidario<BR>Ernesto Herrera (editor):
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
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<HR>
</DIV></FONT></BODY></HTML>