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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><FONT color=#800000><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></U></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>10 de noviembre 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones:</FONT> </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Bolivia</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Consecuencias de la salida pactada
<BR> <BR>La crisis global, única “oposición” a Evo</FONT></STRONG>
<BR> <BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Pablo Stefanoni y Ricardo Bajo
H.</FONT><BR></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Le Monde Diplomatique (Bolivia) - noviembre de
2008</STRONG> <BR> <BR></DIV>
<DIV align=justify>Las nubes que anunciaban las peores tempestades, que suelen
hipnotizar a analistas de dentro y de fuera de una Bolivia (casi) siempre
convulsionada, fueron disipadas por un acuerdo político sorpresivo, no tanto en
el fondo como en la forma: los interlocutores no fueron, como podía esperarse,
los prefectos autonomistas –que mantuvieron posiciones intransigentes que
bloquearon las negociaciones–, sino la debilitada bancada parlamentaria de
Podemos que, pese a su desprestigio generalizado y sus fracturas internas,
mantiene un importante peso institucional. Otra vez, los intereses
“particulares” de la fuerza heredera de ADN jugaron –involuntaria pero
efectivamente– a favor de la consolidación del gobierno de Evo Morales: si tras
el referéndum del 10 de agosto el apoyo a Evo se expandió territorialmente a lo
largo y ancho del país (quedando en el olvido los “análisis” sobre la pérdida de
las clases medias y de la “media luna ampliada”), con el acuerdo político del 21
de octubre el gobierno pasa a concentrar toda la iniciativa y deja en evidencia
la carencia de estrategia –y de fuerza– de la oposición regionalista, sin
métodos de lucha, pericia política ni apoyos externos para mellar un liderazgo
blindado en la zona andina con el 80% de los votos en el referéndum revocatorio
y con un piso de más del 40% en las zonas más hostiles del país. Desde ahora y
hasta el 25 de enero, todo el aparato masista y gubernamental se ha dado a la
tarea de subir ese piso electoral en el oriente del país de cara a “llegar al
90%” de aprobación para el nuevo texto constitucional. Y generar una inercia
electoral para el futuro. <BR>
<BR><STRONG>Desbande</STRONG> <BR> </DIV>
<DIV align=justify>En el actual desbande de la oposición se conjugan múltiples
elementos. En primer lugar, una subestimación del liderazgo presidencial –que
expresa a un verdadero movimiento nacional equivalente al del ’52, incrustado en
la Bolivia profunda siempre invisible para la clases acomodadas– incluso en las
regiones autonomistas donde la intensidad del ciclo de luchas 2000-2005 fue
mucho más débil que en el occidente, e incluso inexistente. En segundo lugar, la
falta de experiencia política de la dirigencia cívica-prefectural –cuyos
devaneos intentaron, sin suerte, ser reconducidos por el más “político” Mario
Cossío– que rifó la ratificación de los cuatro prefectos en una violenta y
desesperada toma de instituciones, masacre de pando de por medio, que como casi
todos los putch, de izquierda o de derecha, terminan condenados al fracaso (1).
Y en tercer lugar, el factor regional: Unasur y los países vecinos jugaron
fuerte en favor de la estabilidad institucional y restaron legitimidad a la
“causa” autonomista en sus versiones radicales. Nuevamente, queda claro que
Bolivia se gobierna desde La Paz : de allí salen los recursos que sostienen los
tesoros regionales, allí (y en todo el occidente) se concentra la mayoría del
padrón electoral y también allí existe una visión nacional (lo que no implica
necesariamente capacidad para “entender” al oriente) que la media luna fue
incapaz de construir. Esta crisis de la derecha ha profundizado, al mismo
tiempo, las acusaciones cruzadas entre cívicos, prefectos y podemistas, y ha
acelerado la pelea por la sucesión de Rubén Costas. Una parte de la oposición
(Samuel Doria Medina, sectores cívicos de Tarija y probablemente Carlos Mesa)
votará sí al texto constitucional mientras que quienes decidan hacerlo
negativamente quedarán en la incómoda situación de rechazar una Constitución que
legaliza las autonomías y apoyar, por defecto, una carta magna (la actual)
ferozmente unitaria. A tal punto llegó la desmoralización conservadora que ahora
sus líderes esperan que la crisis global logre, finalmente, un efecto devastador
sobre la gestión de morales, que sus estrategias erráticas no sólo no
desestabilizaron sino que ayudaron a consolidar (2). Los intentos por
reconstruir una derecha desde las cenizas de los actuales líderes del civismo
cruceño, como Branko Marinkovic, conllevan el peligro de recibir una respuesta
negativa de sus propias bases, provocando un mayor aislamiento social y/o una
radicalización sin rumbo claro. La aparición de nuevos liderazgos en la derecha
regional, especialmente la cruceña, llevará un tiempo, el necesario para buscar
nuevos rostros no “quemados” y especialmente nuevas banderas bajo las cuales
resguardarse y concebir un programa político que pueda ser presentado como
alternativa futura, a medio o largo plazo, al evismo y sus efectivos estandartes
nacionalistas de izquierda con rostro indígena que ha logrado, de la manera más
inesperada, erigir una nueva hegemonía nacional-popular, que quizás no es la
soñada por todas las eclécticas bases del oficialismo. Pero es la que hay.
<BR> <BR><STRONG>El fracaso de la Constituyente</STRONG> <BR>
<BR>Con todo, no provienen de la derecha todas las víctimas del acuerdo
político. El recuento de daños es más amplio. El triunfo de la “salida pactada”
por encima de la vía “revolucionaria” a la que la intransigencia de los
prefectos estaba potenciando –como se pudo ver con la detención de Leopoldo
Fernández– se llevó puestas las ilusiones de la “nueva izquierda” acerca de la
refundación del país por la vía de una Asamblea Constituyente que iba a ser la
puesta en acto del poder de la multitud, materializada en una pluralidad de
“movimientos sociales”. Desde el principio –y pese a sus títulos de órgano
plenipotenciario y “originario”– quedó claro que la Constituyente careció de
poder real no sólo para redactar el nuevo texto constitucional sin (excesivas)
interferencias, sino para articular acuerdos políticos que permitieran construir
una mayoría con sectores moderados de la oposición y aislar a la derecha dura
que apostaba al boicot (3). A diferencia de Colombia o Ecuador, el cónclave no
quiso –o no pudo– asumir temporalmente las funciones del actual Congreso.
Entrampada en debates formales (como los dos tercios, que consumieron varios
meses) tampoco pudo –o quiso– generar un verdadero debate nacional más allá de
ciertas élites sindicales, ONG y dirigentes políticos. Y terminó por quedar
entrampada en la demanda de capitalidad plena de Sucre, un reclamo sacado de la
galera y apoyado de manera oportunista por la “media luna” para embarrar la
cancha e impedir que la convención lograra sus cometidos. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Para los constituyentes que tampoco pudieron –o quisieron–
defender la autonomía de la Asamblea ya es tarde para quejarse –con razón– por
el manoseo del texto de Oruro por el poder más desprestigiado del Estado. Uno
más, en todo caso. Tampoco valen ahora las quejas de los “radicales” alteños:
durante los dos años de sesiones, esta ciudad que cuando se moviliza es
imparable, sólo salió a la calle para gritar, corporativamente, que “la sede no
se mueve”, pero en ningún momento hubo manifestaciones importantes en defensa de
la Asamblea o contra la desestabilización de la derecha regionalista. La
retórica de la teórica y prácticamente inconsistente “izquierda de la izquierda”
opuesta al “cambio de más de 100 artículos” no resistió los primeros embates de
la previsible campaña militante y mediática del oficialismo para el cierre de
filas en “defensa del proceso de cambio” y su wawa orgullosa: la nueva
Constitución Política del Estado. Concebida como un horizonte de resistencia en
medio de una hegemonía neoliberal que condenaba a los disidentes a arar en el
desierto, la Constituyente fue víctima de los propios éxitos del movimiento
popular: los tiempos se aceleraron y los constituyentes quedaron frente a la
incómoda tarea de pensar un país sin insumos –ni teóricos ni materiales– para
hacerlo, y la expectativa de que del teatro Gran Mariscal emergiera una nueva
generación de cuadros logró muy parcialmente sus objetivos. Pese al wishful
thinking (4) de muchos intelectuales “antisistémicos”, Evo Morales actuó, en la
negociación congresal, como lo que siempre fue: un político popular con fuertes
dosis de realismo y reacio a proyectos de toma revolucionaria del poder (si es
que esa formulación tiene hoy algún sentido). En 2003, en 2005 y ahora. Y con
una compleja relación con los sindicatos que combina, no sin contradicciones,
autonomía y verticalismo por parte de las dirigencias, sobre todo campesinas.
Por otra parte: ¿hubiera sido deseable –y sostenible en el tiempo– un fujimorazo
de izquierda que cerrara el Congreso y forzara el referéndum constitucional de
manera bonapartista; es decir sostenido en el apoyo de la calle pero sobre todo
de las FF.AA.? Porque eso iba a ser, y no la revolución india y antioccidental
que los indigenistas pachamámicos –muchos de ellos mestizos clasemedieros–
imaginan. Pese a las concesiones, la nueva Carta Magna tiene todo lo que Evo
Morales necesita para construir su proyecto de poder: reelección, mayores
espacios para la intervención del Estado en la economía y ciertos insumos para
una descolonización entendida como igualdad. <BR> <BR><STRONG>Nuevos
desafíos</STRONG> <BR> <BR> Pero la consolidación del “proceso
de cambio” quizás tenga otra consecuencia auspiciosa: que sin el fantasma de la
conspiración de la derecha –como una sombra en la nuca– se vaya relajando el
estado de alerta y consigan surgir críticas constructivas tan necesarias como
ausentes en las filas del gobierno (y una izquierda renovada, si es que existe
una izquierda en Bolivia). Con el cielo más sereno, empieza una etapa
posiblemente más difícil que la anterior (sin los enemigos que al tiempo que
amenazan tensan y cohesionan a la propia base): transformar las aspiraciones de
cambio –dibujadas en el proyecto de nueva Constitución– en políticas públicas
que comiencen a cambiar las condiciones de vida de la mayoría de los bolivianos.
Salud, educación, vivienda, nuevas exploraciones y explotaciones de gas,
desarrollo rural necesitan para llevarse a la práctica instituciones fuertes y
eficientes, que nos alejen del eterno drama nacional: imaginar estatismos sin
Estado que acaban sumergidos en esa combinación letal de corrupción
patrimonialista e inoperancia burocrática tan familiar a los latinoamericanos.
Todo eso en un nuevo contexto: el mundo ya no es el benéfico receptor de
nuestras materias primas a precio de oro, sino un mar de temores sobre el
futuro, oscurecido por una crisis por ahora sin luz al final del túnel. Y, con
el “enemigo” en retirada, al menos por el momento, las demandas postergadas
pueden ir tomando forma en nuevos desafíos a un poder que, hasta ahora, los
sectores populares perciben como propio. </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Pablo Stefanoni y Ricardo Bajo son, respectivamente,
director y subdirector de la edición boliviana de Le Monde
Diplomatique.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U></U></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Notas</U></STRONG><BR></DIV>
<DIV align=justify>(1) Fue notoria la evolución del discurso del prefecto Rubén
Costas, que mutó de posiciones “socialdemócratas” durante el referéndum
autonómico del 4 de mayo a la radicalización sin estrategia –que reemplazaba la
política por cataratas de insultos- después del revocatorio.(2) El Deber,
27-10-2008. <BR>(3) Paradójicamente, Carlos Romero –desplazado como posible
presidente de la Constituyente a favor de las más “alineada” Silvia Lazarte- fue
el artífice del acuerdo congresal. <BR>(4) Tomar los deseos por realidad.
Pablo Stefanoni y Ricardo Bajo son, respectivamente, director y subdirector de
la edición boliviana de Le Monde Diplomatique. </DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000 size=3>Correspondencia de Prensa -
Agenda Radical - Boletín Solidario<BR>Ernesto Herrera (editor):
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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