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<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT color=#800000 size=4><EM><U><FONT
size=5>correspondencia de prensa - boletín solidario</FONT></U></EM>
<BR><FONT color=#ff0000 size=6>Agenda Radical</FONT><BR>Edición internacional
del Colectivo Militante<BR><U>17 de noviembre 2008</U><BR>Redacción y
suscripciones: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Debates<BR><BR>Derrumbe económico y
respuesta de la izquierda</FONT></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Entrevista a Marc
Saint-Upéry</FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><FONT size=3>“La crisis muestra los límites del
socialismo del siglo XXI”</FONT></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Pablo Stefanoni y Ricardo Bajo (Director y
subdirector de Le Monde Diplomatique-edición boliviana)</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Le Monde Diplomatique, edición boliviana, noviembre
2008</STRONG></DIV>
<DIV><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV> </DIV>
<DIV align=justify>El mundo vive un cambio de época que desafía la capacidad de
las izquierdas para entenderlo y actuar en consecuencia, recuperando cierta
dosis perdida de “impertinencia” frente a un renovado pensamiento “progresista”
políticamente correcto. Esa es la tónica de este diálogo con Marc Saint-Upéry,
autor de El sueño de Bolívar (1) sobre la actual crisis mundial y la situación
de las izquierdas. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Estamos frente al fin del capitalismo, de un
tipo de capitalismo, de un modo de regulación? ¿Qué se discute por estos días en
Estados Unidos?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Ralph Nader, el eterno candidato progresista alternativo
en las elecciones estadounidenses, contaba hace poco que, cuando era niño, su
padre les hizo un día a él y a sus hermanos la siguiente pregunta: “¿Por qué el
capitalismo siempre sobrevivirá?”. Y les dio en seguida la respuesta: “Porque
siempre se usará el socialismo para salvarlo”. Es más o menos lo que va a pasar
o que ya está pasando ahora. Cuando el capitalismo se vuelve loco y el mito del
mercado autorregulado se derrumba, se redescubre el recetario intervencionista y
se escuchan discursos casi anticapitalistas de parte de gente como Nicolas
Sarkozy o confesiones de crisis existencial de parte de ultraortodoxos como [el
ex presidente de la Reserva Federal de EE.UU.] Alan Greenspan. Hace poco, la
revista conservadora británica The Spectator publicó un artículo titulado
“Admítanlo: Marx tenía parcialmente razón”, en el que subrayaba la pertinencia
de los análisis marxianos sobre el fetichismo de la mercancía. Ahora bien,
muchas de estas declaraciones dramáticas hacen parte, también, del pequeño
teatro político que acompaña la crisis. La cuestión de saber cuánto y qué tipo
de “socialismo” se va a usar par salvar el capitalismo queda abierta en la
práctica. Depende de muchos factores, en particular de la mayor o menor inercia
ideológica y corporativa de los varios actores y de sus intereses, y de la
gravedad de la recesión. Constato que los economistas, incluso los economistas
más críticos y heterodoxos, tienen opiniones divergentes sobre este último tema.
La verdad es que, en EE.UU., el nivel de preocupación e incluso de angustia,
tanto de los expertos como de la población, es enorme. Pero ni se ha visto lo
peor de la crisis, ni se perfila un horizonte muy claro de soluciones creíbles.
En cuanto al capitalismo en general, no es un castillo de naipes sostenido por
la maldad de unos pocos, ni es un parásito monstruoso en el cuerpo sano de la
humanidad. Es un sistema de interrelaciones muy denso y muy complejo en el que
todos participamos, aunque en modo muy desigual y con muchas contradicciones. La
historia comprueba que es incluso capaz de alimentarse de estas contradicciones
y de relanzar su dinámica a partir de ellas, así que la cuestión de su fin o de
su superación no es un tema para profecías baratas. </DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>¿Se puede hablar de un resurgimiento de las ideas
keynesianas?¿Hay diferencias claras entre Obama y McCain al respecto?</STRONG>
</DIV>
<DIV align=justify><BR>No hay dudas de que la idea reaganiana de que “el
gobierno no es la solución sino el problema” está ahora seriamente
desacreditada, aunque la candidata a la vicepresidencia republicana, Sarah
Palin, usó esta misma fórmula en un debate reciente (pocos minutos antes de
decir lo contrario, o sea que el gobierno “no ejerció un control suficiente
sobre los mercados financieros”). En cuanto a Keynes, se le atribuye a veces
cosas que no defendió o que no le pertenecen en exclusividad, pero su análisis
del funcionamiento de las burbujas especulativas, por ejemplo, tuvo una
ilustración perfecta en esta crisis. Parecería que la filosofía económica
personal de Obama es una mezcla muy pragmática de algunas ideas de la “tercera
vía” (en su supuesta concepción ideal más que en su implementación concreta en
Gran Bretaña) y de cierto intervencionismo rooseveltiano. Por un lado, sinergía
flexible entre iniciativa pública y sector privado y preferencia por el
establecimiento de un marco regulatorio más que por el control estatal directo.
Por otro lado, grandes programas estatales e inversiones públicas para estimular
la economía, y también para acelerar la transición hacia un modelo energético
sustentable. Eso dicho, hay de todo entre sus asesores, incluso personajes que
tienen un responsabilidad directa en la borrachera desreguladora de los ‘90,
como Robert Rubin, ex ejecutivo de Goldman Sachs y ex secretario del Tesoro de
Clinton, o Lawrence Summers, que también fue secretario del Tesoro demócrata.
Ambos contribuyeron a desmantelar el régimen de controles sobre las actividades
financieras instaurado por Roosevelt durante el New Deal. Pero hay también en el
equipo de Obama gente más crítica del fundamentalismo de mercado. Entre ellos,
curiosamente, uno de los hombres más ricos del planeta, el multimillonario
Warren Buffett, que se opuso a la ola de desregulación y, hace unos años, tachó
las innovaciones financieras permitidas por ella de “armas financieras de
destrucción masiva”. Más que los programas o los equipos de campaña, creo que
serán la naturaleza y la gravedad de la crisis, así como los márgenes de
maniobra presupuestarias (siempre más estrechos por la desastrosa gestión
republicana y el impacto fiscal de la crisis) los que dictarán las políticas
reales del gobierno estadounidense. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>En los años ‘30 la crisis se procesó como
descontento que alimentó las filas del fascismo y el nazismo, ¿cree que hoy está
a la orden del día una salida reaccionaria de este tipo?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Hay quien sigue repitiendo en modo totalmente abstracto
que la única solución a la crisis son las luchas populares, que la sabiduría o
la “conciencia revolucionaria” del pueblo o de la multitud es la salvación. En
realidad, la lucha de clases, la movilización popular, los movimientos sociales
progresistas, cada vez que han llegado a cierto umbral de capacidad organizativa
y estratégica, han tenido más bien un efecto profundamente civilizatorio sobre
el capitalismo. Y también sobre el “socialismo” real, como se ve ahora en China
con las numerosas luchas obreras y campesinas, dispersas pero virulentas, que
obligan el Partido Comunista Chino a plantear el tema de las crecientes
desigualdades y de la creación de un sistema de protección social universal
(cosa que curiosamente no existía hasta ahora en la China “socialista”, ya que
en el modelo maoísta ortodoxo, era sustituido por los beneficios sociales
ofrecidos por los colectivos laborales). Pero la lucha de clases organizada está
muy lejos de canalizar todas las frustraciones y todas las energías beligerantes
de los varios sectores de la sociedad. En la campaña electoral estadounidense,
hasta el estado mayor republicano se asustó del nivel de odio paranoico
antiminorías, antiinmigrantes, antimusulmán, antiintelectual, con un tinte
anticomunista absurdo y desfasado, que se expresó en algunos de los mítines de
McCain y Palin, generalmente por parte de los sectores más populares de la base
republicana. La política del miedo y del odio manipulada por demagogos
reaccionarios, la fascistización de sectores enteros de la clase media, la
victimización de los más vulnerables por los simplemente débiles, o de los
superpobres por los menos pobres, o de los migrantes por los autóctonos (o
incluso de las nuevas generaciones de migrantes por las precedentes), son
fenómenos que vamos a ver resurgir, si bien no creo que puedan alcanzar el mismo
nivel de organización y eficiencia política que en los años ‘30. Tampoco serán
una exclusividad de los países del Norte, como si los pobres del Sur fueran
necesariamente más virtuosos o más solidarios entre sí. Les aseguro que vamos a
ver cosas sorprendentes y muy desagradables por todos lados, sobre todo si la
recesión se profundiza, coincide con una fuerte agravamiento de la condiciones
climáticas y estimula un sálvese quien pueda generalizado. Si no hay barreras
institucionales defendidas y garantizadas por actores políticos lúcidos y
organizados, ninguna supuesta “conciencia revolucionaria de las masas” nos
protegerá de estos brotes de barbarie. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Frente a esta crisis, ¿el llamado “socialismo del
siglo XXI” representa una alternativa?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Déjenme contarles una historia. Hay una líder sumamente
popular entre las capas más humildes y menos educadas de la población de su país
que anda diciendo por ahí que “en nuestro Estado, los ciudadanos poseen
colectivamente los recursos naturales y compartimos la riqueza cuando el
desarrollo de estos recursos ocurre” (2). Esta líder peleó ferozmente con las
empresas petroleras privadas para aumentar las regalías y los impuestos sobre la
explotación de los pozos. Es percibida por el pueblo como una persona “que
entiende nuestros problemas y habla como nosotros, no como las elites
arrogantes”. Se llama… Sarah Palin (otra vez), la ultra reaccionaria gobernadora
de Alaska y binomio de McCain, que regala cada año un cheque de cuatro cifras en
dólares a cada ciudadano de este petroestado subárctico. Entonces sinceramente,
la idea de que se va a inventar un nuevo socialismo inaudito a partir de alguna
experiencia de neodesarrollismo caudillista, extractivista y rentista
hiperdependiente del mercado mundial y de los precios de las materias primas me
parece una especie de broma de mal gusto. La crisis global va a dejar a la luz
los límites del supuesto “socialismo del siglo XXI”. Eso está claro en la
práctica y lo será cada vez más a medida que se agrava la situación. En cuanto a
la “teoría”, pude seguir algunos de los debates sobre el socialismo del siglo
XXI en Venezuela y en Ecuador, por ejemplo. Y no es difícil constatar el
carácter vago, retórico, puramente emocional o abstracto, incluso a veces
simplemente delirante, de los discursos que se escuchan sobre el asunto. Fuera
de algunos refritos bien intencionados sobre la democracia participativa (que
sin embargo funciona ahora en Venezuela sea como pura manipulación verticalista,
sea como válvula de escape de las frustraciones populares frente a la
inoperancia febril de la administración central, y en general como una mezcla
ambigua de ambas cosas), no veo ahí ninguna herramienta conceptual, ninguna
propuesta de diseño institucional concreto, que permita orientarnos en la
búsqueda de una alternativa al capitalismo. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Pero, con todo, el imaginario socialista parece
haber recuperado cierto protagonismo.</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>No estoy seguro de entender qué se quiere decir con esto.
Por supuesto, hay una enorme crisis de legitimidad del discurso neoliberal y, en
cierta medida, de la confianza en el sistema capitalista. Pero no comparto para
nada la ilusión un poco narcisista de que la “oleada de izquierda” en Sudamérica
abre nuevos horizontes anticapitalistas insospechados para la humanidad. Ya
sería una resultado bastante satisfactorio si mejorara en modo duradero la vida
cotidiana de los más necesitados y democratizara las relaciones sociales y
políticas en los varios países de la región. En ninguna de las experiencias más
o menos progresistas en curso, insisto, en ninguna, se observan transformaciones
de la estructura económica y social que lleguen siquiera al nivel de las que
implementaron, por ejemplo, los laboristas británicos en 1945. Pero busquemos
otros ejemplos. En reacción a la crisis estadounidense, que pone también en
peligro la estabilidad y la prosperidad de la economía china, el Partido
Comunista acaba de anunciar que se propone liberalizar la tenencia de la tierra
(hasta ahora propiedad supuestamente colectiva e inalienable), permitiendo a los
campesinos alquilar y alienar sus parcelas a largo plazo, lo que se hacía ya
masivamente en modo clandestino. Según los dirigentes chinos, la medida tendría
como objetivo estimular la productividad rural, dar más márgenes de maniobra a
los campesinos para ahorrar menos y consumir más, reducir la importante
desigualdad social entre campo y ciudad (y con ella la presión de la migración
interna) y ampliar un mercado interno poco desarrollado para poder enfrentar el
choque de la recesión mundial que amenaza las exportaciones del gigante
asiático. Parecería que lo que hace la China “socialista” es liberalizar o
privatizar la tenencia de la tierra –una medida de estilo capitalista– para
protegerse de la crisis capitalista pero en nombre de la preservación del
socialismo y de la reducción de la desigualdad. Al final de cuentas, ¿eso va
hacia más socialismo o hacia más capitalismo? No tengo la respuesta, y
probablemente la pregunta no debería ni siquiera plantearse así, pero sé al
menos dos cosas: 1) el seudodebate latinoamericano sobre el socialismo del siglo
XXI no nos ofrece ningún marco analítico serio para descifrar la complejidad de
este tipo de evolución; 2) cualquier medida socioeconómica que tomen los chinos
tendrá más impacto para el futuro del conjunto de la humanidad que todo lo que
puedan decir o hacer los gobiernos de centroizquierda latinoamericanos. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En cuanto al fondo del asunto, creo que la eventual
transición a un sistema poscapitalista es mucho más un problema antropológico de
largo aliento que una cuestión de decisiones y de estrategias políticas a corto
o mediano plazo, aún menos un pretexto para consignas rimbombantes. Supone la
emergencia paralela de nuevas configuraciones de incentivos económicos y morales
y de nuevos diseños institucionales arraigados en prácticas organizativas y
materiales sustentables, lo que no tiene nada que ver con el voluntarismo de una
vanguardia iluminada que pretende forjar un supuesto “hombre nuevo” por las
buenas o por las malas. Hasta ahora, fue esencialmente por las malas y a
latigazos. Y cuando no es por las malas, corre el riesgo de ser pura pantalla,
como en la Venezuela de los boliburgueses diz que socialistas que organizan la
flexibilización laboral maquillando sus empresas en cooperativas y viajan a
Miami para hacer sus compras de lujo. Ahora bien, lo que sí puede hacer la
política bajo la influencia de las luchas de masas es aumentar el grado de
control de la sociedad sobre sí misma y evitarnos un retroceso por debajo de un
umbral civilizatorio que sería un obstáculo para cualquier transición
poscapitalista que no sea hacia la barbarie. En este sentido, la crisis actual
abre una ventana de oportunidad para revertir las políticas más regresivas de
los últimos veinte o treinta años y conquistar nuevos espacios de igualdad y
nuevos derechos </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Cómo ve la situación del proyecto de Hugo Chávez
después de la derrota del año pasado y con elecciones locales a la
vista?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Escribía a inicios de 2007 que la revolución bolivariana
parecía haber entrado en una fase de estancamiento y veía como poco probable un
reimpulso democrático del proceso que lo rescate de la entropía burocrática y de
la miopía rentista. Asimismo, expresaba mis dudas sobre la eventualidad de que
la sociedad venezolana, chavistas incluidos, acepte sin pestañear satisfacer el
deseo públicamente anunciado por Chávez de quedarse en el poder hasta 2021 e
incluso 2030. No pensaba, no obstante, ver mis predicciones confirmarse con
tanta rapidez. El rendimiento decreciente de los programas sociales (las
misiones), la extraordinaria ineficiencia de la administración, los brotes de
escasez de los productos básicos y los apagones, la percepción de un auge
descomunal de la corrupción y el hartazgo de la población de los barrios pobres
frente a un nivel de inseguridad descontrolado, juegan un papel significativo en
el desgaste chavista. Estimulan también el increíble nivel de deterioro de las
relaciones al interior del campo bolivariano: los últimos “traidores”
denunciados hace poco por Chávez son nada menos que el Partido Comunista
Venezolano y Patria Para Todos, hasta ayer aliados fieles y viveros de cuadros
confiables y generalmente mucho mejor formados que los miembros del ex MVR,
ahora PSUV [Partido Socialista Unido de Venezuela]. Las encuestas revelan un
proceso de despolarización de la opinión pública, con un aumento de los “ni-ni”
(cerca de 50% de los entrevistados se declaran ni chavistas ni opositores) y una
evolución de la calidad del respaldo, todavía importante, de los venezolanos
hacia Chávez. Ahora también culpan a Chávez y no sólo a su entorno, y una de las
principales críticas es que “el presidente se ocupa menos de Venezuela y más de
otros países”. Precisamente, otra cosa que contribuye a debilitar la figura del
presidente son los zigzagueos vertiginosos de su política exterior. Un ejemplo
espectacular es la sorpresiva pero en realidad muy previsible reconciliación de
julio de 2008 con Álvaro Uribe, que en pocos meses pasó del estatuto de
“cobarde, mentiroso y cizañero”, “peoncito del Imperio”, “criminal que dirige un
narcogobierno subordinado de Bush” a la posición de “hermano” “a quien se debe
respetar” y con quien “estamos obligados a entendernos”. Para retomar la
metáfora que el secretario del Partido Comunista Italiano, Enrico Berlinguer,
había usado a propósito de la Unión Soviética en los años ‘70, se podría decir
que “la fuerza propulsiva de la revolución bolivariana se ha agotado”, con la
diferencia de que esta peripecia duró menos de diez años y que gran parte de
dicha “fuerza propulsiva” se sustentaba más en la magia del verbo que en la
realidad. El líder bolivariano empoderó simbólicamente a los sectores marginados
y politizó la cuestión social, pero en lo concreto, más allá de algunas
políticas públicas bien intencionadas pero generalmente erráticas y rápidamente
desvirtuadas por la ineficiencia, la corrupción y una lógica caótica de
desinstucionalización permanente, se limitó a teñir de rojo el modelo de
capitalismo de Estado rentista y derrochador típico de la “Venezuela saudita” en
sus momentos de bonanza petrolera. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿La crisis constituye una revancha para la
socialdemocracia, como lo pretende José Luis Rodríguez Zapatero? ¿Qué tipo de
izquierda es esa que se precipita para salvar un capitalismo financiero que ayer
criticaba?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Bueno, primero, se puede siempre discutir las bondades
del plan de Henry Paulson o del de Gordon Brown (seguramente mejor aunque
todavía muy deficiente en términos de control público y transparencia), pero no
se trata sólo de “salvar el capitalismo financiero”. Hay que evitar a muy corto
plazo el congelamiento total del sistema crediticio, que afectaría a todos los
actores económicos, ricos o pobres, procapitalistas o anticapitalistas. No veo
que se pueda cambiar de barco en plena tempestad para mudarse a una nave que
todavía no existe. Segundo, en su mayoría, las izquierdas del primer mundo no es
que criticaban mucho este capitalismo financiero. Más bien, muy a menudo,
figuras destacadas de la socialdemocracia no sólo predicaban la sabiduría de los
mercados sino que eran socios y cómplices de grandes operadores de las finanzas.
Es cierto que hay un cierto descaro en la actitud de Zapatero, o de Ségolène
Royal en Francia, cuando pretenden darnos lecciones sobre los peligros de un
capitalismo salvaje que no combatieron con mucho vigor ayer. ¿Pero de qué
socialdemocracia estamos hablando? La socialdemocracia clásica preconizaba un
matrimonio de razón con un capitalismo nacional que necesitaba nuevos
equilibrios sociales. Con la “tercera vía” blairista y sus admiradores e
imitadores, tuvimos más bien un matrimonio de amor con un capitalismo nómada y
especulativo que no tiene ningún compromiso serio con la sociedad. Eso dicho, el
jueguito moralista barato de denunciar la hipocresía o la cobardía de los
reformistas no nos lleva muy lejos. A los “revolucionarios” les encanta hacerse
los machos indomables, pero la pusilanimidad real o supuesta de los reformistas
no es esencialmente un problema de fibra moral o de solvencia testicular.
Tampoco es un argumento a favor de la revolución por la simple razón que nadie
sabe lo qué es la revolución, si debe ser algo más serio que un grandioso y
efímero carnaval de los oprimidos. Los revolucionarios autoproclamados no tienen
la menor idea de por dónde empezar para superar el capitalismo. En Cuba, por
ejemplo, se están más bien ingeniando, so pena de desaparecer del mapa, para
tratar de capturar la energía y la vitalidad del mercado y del empresariado
capitalistas sin poner en peligro el control dictatorial del partido sobre la
sociedad. En cuanto a las ideas de reformas estructurales que algunos
revolucionarios sí tienen, pueden ser muy deseables pero son de hecho las mismas
que las de los “reformistas” consecuentes. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>¿Pero entonces, qué deben hacer las izquierdas
latinoamericanas?</STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><BR>No tengo recetas y hay gente mucho más apta que yo para
contestar. Pero diría que, primero, hay que fomentar y apoyar cualquier esquema
de redistribución de la riqueza a mediano y largo plazo que sea económicamente
sustentable, institucionalmente bien diseñado y que no descanse sólo en las
ilusiones milagreras del modelo rentista-extractivista. La reforma tributaria
ecuatoriana o la democratización y profundización del sistema de salud pública
brasileño, de las que nadie habla, me parecen mucho más importantes que
cualquier efímero regalo petrolero a las masas bolivarianas agradecidas.
Segundo, hay que seguir el esfuerzo de combatir cualquier forma de racismo o
discriminación y descolonizar el imaginario y las instituciones para superar 500
años de subalternidad mental y material, pero sin caer en la idea ridícula de
que aquí se está implementando, o se pueda implementar, un nuevo modelo que no
tendría nada que ver con la civilización blanca-cristiana-capitalista-occidental
(etc.). La civilización blanca-cristiana-capitalista-occidental no existe sino
como pretexto falaz y obsoleto de la dominación colonial y del imaginario
racista europeo. En realidad, es una mezcla contradictoria y en movimiento, como
lo es la superestructura espiritual de cualquier formación social. Algunos
predicadores del indianismo supuestamente radical comparten de hecho la misma
visión de la realidad que Francisco Franco o Samuel Huntington, aunque valoricen
de manera opuesta las “civilizaciones” que exaltan o rechazan. Finalmente, por
supuesto, hay que profundizar la integración continental y estimular un papel
internacional proactivo de Sudamérica como bloque, con propuestas no sólo
simbólicas sino prácticas, es decir creadoras de coaliciones eficientes y
consensos alternativos, que persigan reformar la arquitectura institucional y
las normas de las relaciones políticas y económicas internacionales. Añadiré que
me parece completamente estéril seguir sustentando el imaginario de la izquierda
latinoamericana en una eterna confrontación retórica victimista con EE.UU., eso
mientras las capas de hielo polares y los glaciares andinos se derritan, y
mientras el auge de los nuevos gigantes asiáticos (que no tienen ninguna razón
de hacernos regalos, vean el frío pragmatismo comercial de China y su
contribución a la reprimarización “dependentista” de las economías
sudamericanas) amenaza con provocar estragos en las economías de la región. El
dominio de Washington está en crisis, eso está muy bien, y no hay que aceptar
ninguna regresión o imposición por este lado. Pero ya no puede ser una excusa
para las falencias de los gobiernos progresistas y de los procesos de
integración. Para ejercer un verdadero liderazgo moral y político, hay que
fortalecer la funcionalidad de la Unasur , así como del Banco del Sur y de otras
instituciones financieras regionales, como la poderosa BNDES brasileña. Hablando
de Brasil, hay que abordar con franqueza, inteligencia estratégica y capacidad
de fomentar consensos multilaterales los problemas que crea la fuerte asimetría
demográfica, territorial y sobre todo económica de la que se beneficia este
inmenso país, nos guste o no. Pese a sus defectos, creo que las izquierdas
latinoamericanas tienen un cierto potencial para encarar estos retos, pero
necesitan un baño de verdad para empezar a aprender a decir lo que hacen y hacer
lo que dicen. La paradoja del “giro a la izquierda” sudamericano es que coincide
con un cambio de época que no requiere una evolución de la moderación a un
radicalismo indefinido, o del radicalismo a una moderación pusilánime, sino de
la abstracción fraudulenta de los discursos radicales a la necesidad de
enfrentar concretamente los problemas radicales. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U></U></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>1. Marc Saint-Upéry es periodista y traductor francés
residente en Ecuador. Es autor de El sueño de Bolívar. El desafío de las
izquierdas sudamericanas (Paidós, 2008). Vive actualmente en Cambridge, EE.UU.,
donde está afiliado a la Fundación Nieman en la Universidad de Harvard. <BR>2.
Citado en Hendrik Hertzberg, “Like, Socialism”, The New Yorker, 3-11-2008.
<HR>
</FONT></DIV>
<DIV align=center><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT color=#800000
size=3>Correspondencia de Prensa - Agenda Radical - Boletín Solidario<BR>Ernesto
Herrera (editor): </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000>Edición internacional del Colectivo Militante - Por la Unidad de
los Revolucionarios<BR>Gaboto 1305 - Teléfono (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A></DIV>
<HR>
</FONT></BODY></HTML>