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<BODY bgColor=#ffffff background=""><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><EM>boletín solidario de información -
edición internacional</EM><BR><FONT color=#800000 size=5><U>Correspondencia de
Prensa</U><BR>Agenda Radical - Colectivo Militante</FONT><BR><U>17 de abril
2009</U><BR>suscripciones y redacción: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG><FONT
size=3>Imperialismo</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>El “patio trasero de EE.UU.” y la
“Cumbre de las Américas”<BR></STRONG></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>¿Qué puede hacer Obama en
Latinoamérica?<BR><BR>Greg Grandin *</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial
size=2><STRONG>TomDispatch</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><A
href="http://www.tomdispatch.com/">http://www.tomdispatch.com/</A></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducido del inglés para
Rebelión por Germán Leyens</STRONG><BR><BR><BR><STRONG>Introducción del editor
de Tom Dispatch</STRONG><BR><BR>Al abandonar la neblina londinenses hacia las
apacibles brisas del Caribe, Barack Obama continúa esta semana los esfuerzos de
su gobierno por pulsar el botón “reset” de las relaciones exteriores de EE.UU.
El viernes, asistirá a la Cumbre de las Américas en Port-of-Spain, capital de
Trinidad y Tobago. Hace más de cinco siglos, esa nación archipiélago fue una de
las primeras paradas de Cristóbal Colón. Se puede decir con confianza que, como
en Londres y París, Obama será saludado con fervor.<BR><BR>Después de ocho
desastrosos años de George W. Bush, los latinoamericanos están dispuestos a dar
un profundo suspiro de alivio. El nuevo presidente de EE.UU. es muy popular.
Incluso Fidel Castro preguntó a una delegación visitante de la Asamblea
Partidista Negra del Congreso cómo podría “ayudar al presidente Obama” a que
tenga éxito – aunque Cuba es la única nación americana excluida de la
reunión.<BR><BR>Hay que prestar atención a cómo las nuevas políticas de Obama
comienzan a mostrarse en Latinoamérica, ya que como el historiador Greg Grandin
ha escrito en su excelente libro “Empire's Workshop: Latin America, the United
States, and the Rise of the New Imperialism” – los gobiernos anteriores han
regularmente ensayado sus futuras políticas globales en “nuestro patio trasero.”
(En junio aparece, a propósito, el último libro de Grandin: “Fordlandia: The
Rise and Fall of Henry Ford's Forgotten Jungle City,” una profunda inmersión en
otro experimento estadounidense acosado por su arrogancia en Latinoamérica.) La
historia no es exactamente uno de los lados fuertes de EE.UU., pero comprender
el pasado es un gran instrumento poco utilizado cuando se trata de comprender
hacia dónde podríamos dirigirnos. Ningún autor en este sitio lo hace mejor que
el colaborador regular de TomDispatch, Grandin. De modo que preparaos para
emprender un notable tour de nuestro pasado al sur de la frontera, todo al
servicio de la iluminación de nuestro futuro controversial y potencialmente
desestabilizante. Tom<BR><BR><STRONG>El “patio trasero de EE.UU.” y la “Cumbre
de las Américas”</STRONG><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>¿Qué puede hacer Obama en
Latinoamérica? </FONT><FONT face=Arial size=2>¿Y si acaso Barack Obama hubiera
elegido a Katrina vanden Heuvel de Nation o a Amy Goodman presentadora de
Democracy Now! para que lo asesoraran en la próxima Cumbre de las Américas en
Trinidad y Tobado durante esta semana? Es poco probable, por decir lo menos,
pero hace 75 años el presidente Franklin Delano Roosevelt hizo algo parecido, al
aprovechar a un ex editor de The Nation y crítico acerbo del militarismo de
EE.UU. para que asesorara a su gobierno respecto a la política latinoamericana.
Como resultado – consideradlo vuestro curioso, pero poco conocido, hecho del día
– el antiimperialismo salvó al imperio estadounidense.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Roosevelt asumió el poder en 1933, tratando no sólo de
estabilizar la economía de EE.UU., sino de calmar un mundo inflamado: Japón
había invadido Manchuria el año antes; los nazis habían tomado el poder en
Alemania; los imperialistas europeos tensaban su control sobre sus colonias; y
la Unión Soviética había declarado su militante estrategia del “tercer período,”
al imaginar que el capitalismo global, sumido en la Gran Depresión, estaba en
sus últimos estertores.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuando poco después de su toma de posesión en marzo,
Roosevelt emitió un llamado a las “naciones del mundo” para “formar parte de un
solemne y definitivo pacto de no-agresión,” los colonialistas, militaristas y
fascistas que gobernaban Europa y Asia se negaron rotundamente. Como el alcance
global del nuevo presidente no se comparaba en nada a sus ambiciones globales,
la Conferencia Económica de Londres – convocada para julio de ese año por el
equivalente del G-20 actual – se rompió rencorosamente sobre cómo reaccionar
ante la catástrofe global de entonces. Hay que admitir que la idea misma del
panamericanismo – que las repúblicas americanas compartan ideales e intereses
políticos comunes – estaba entonces moribunda. Cada tantos años, en un foro
internacional, delegados latinoamericanos se sometían simplemente a los dictados
de Washington mientras se enfurecían en silencio por la última intervención
militar de EE.UU. – en Panamá, Cuba, Puerto Rico, México, Venezuela, Honduras,
la República Dominicana, o Haití. (Elegid la que queráis.)</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>En aquel entonces las naciones latinoamericanas tomaban
impulso para lograr una revisión del derecho internacional, que efectivamente
daba a las grandes potencias el derecho de intervenir en repúblicas más
pequeñas. Los diplomáticos venezolanos, por ejemplo, insistían en que EE.UU.
garantizara el principio de la soberanía absoluta. Los argentinos presentaban su
propio tratado de “no agresión” codificando la no-intervención como ley del
hemisferio. Políticos caribeños y centroamericanos insistían en que se retiraran
destacamentos de marines de EE.UU., que entonces estaban atascados en
contrainsurgencias en Nicaragua, Haití, y la República Dominicana.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Roosevelt envió a su Secretario de Estado, Cordell Hull,
a la cumbre, pero le instruyó que no ofreciera nada más que una promesa de
construir unas pocas carreteras nuevas. La demanda de que EE.UU. renunciara al
derecho a la intervención era “inaceptable.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, Roosevelt, quien tenía una tendencia a
mezclar y combinar a consejeros improbables, también pidió a Ernest Gruening
(recomendado por el profesor de derecho de Harvard y próximo juez de la Corte
Suprema Felix Frankfurter) para que acompañara a Hull. En 1964, como senador por
Alaska, Gruening se hizo famoso por depositar uno de los únicos dos votos contra
la Resolución del Golfo de Tonkin, que el presidente Lyndon Johnson utilizó para
escalar la Guerra de Vietnam, pero en los años treinta, ya era un
antiimperialista comprometido.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En las páginas de The Nation y otros periódicos de
izquierdas, había ayudado a denunciar el uso de la tortura, del trabajo forzado,
y de los asesinatos políticos que tuvieron lugar durante las ocupaciones por los
marines en el Caribe, atrocidades que comparó con la brutalidad europea en
India, Irlanda y el Congo. Después de viajar por Haití y la República
Dominicana, presionó en el Congreso para recortar el financiamiento de
operaciones de contrainsurgencia en la región, y atacó a “la horda de
concesionarios oportunistas y corruptos que acompañan al imperialismo
militarista estadounidense.” El que un crítico tan intransigente de la
diplomacia de EE.UU. haya sido elegido para asesorar al Secretario de Estado
refleja la fuerza de la izquierda en los años treinta – y la disposición de
Roosevelt a aprovecharla.<BR>Quemando y asesinando</DIV>
<DIV align=justify><BR>Al partir la delegación hacia Montevideo, Gruening se
horrorizó al saber que EE.UU. “no tenía un programa excepto ser amigable con
todos e irradiar buena voluntad.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Señor Secretario,” informó que había dicho a Hull, “el
principal tema que preocupa a todo país latinoamericano es la intervención.
Deberíamos perfilarnos con fuerza a favor de una resolución que renuncie a
ella.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hull, a quien Gruening describió posteriormente como
alguien que hablaba con el grueso acento de un miembro nacido y crecido en la
aristocracia de Tennessee, soltando ‘gs’ y luchando con la ‘rs’, respondió que
sería difícil.</DIV>
<DIV align=justify><BR>“¿Qué voy a hacer cuando el caos estalle en uno de esos
países y bandas armadas anden por ahí, quemando, saqueando y asesinando
estadounidenses?” preguntó </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Hull. “¿Cómo le voy a decir a mi gente que no podemos
intervenir?”</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Señor Secretario,” respondió Gruening, “usualmente eso
sólo sucede después de nuestra intervención.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hull, sin embargo, temía una mala acogida por la prensa.
“Si me pronuncio contra la intervención,” dijo, “los periódicos de Hearst me
atacarán de costa a costa… Recuerde, Gruening, el señor Roosevelt y yo tenemos
que ser reelegidos.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Un pronunciamiento contra la intervención le ayudaría a
ser reelegido,” respondió Gruening. Ayudaría, insistió, a sacar al Nuevo Trato
del carrusel de invasión, ocupación, e insurgencia que había estropeado
considerablemente el prestigio de EE.UU. en toda Latinoamérica y en gran parte
del mundo.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Tenía razón. En Montevideo, Gruening ayudó a colmar la
brecha entre los enviados de EE.UU. y diplomáticos latinoamericanos
“anti-estadounidenses”, incluyendo los de Cuba donde, mucho antes de la
revolución de Fidel Castro de 1959, las intervenciones seriales de EE.UU. habían
tensado las relaciones entre la Habana y Washington. Lo que es más importante,
reconcilió al Secretario de Estado con el principio de la no-intervención.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hull “se puso” maravillosamente “a la altura de las
circunstancias,” escribió Gruening, al anunciar que EE.UU. “evitaría y
rechazaría” en lo futuro el “así llamado derecho de conquista… El Nuevo Trato
sería sin duda un alarde vacío si no significara eso.” Los delegados
latinoamericanos se manifestaron en “un estruendoso aplauso y vítores.” Y
Roosevelt, como el ágil político de siempre, aprovechó el momento, para
confirmar que la “política definida de EE.UU. es desde ahora la de oponerse a la
intervención armada.”</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>“Nuestra era de ‘imperialismo’ llega a su fin,” anunció el
New York Times. “El ‘Destino Manifiesto’ es reemplazado por la nueva política de
‘trato igual para todas las naciones.’”</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Veintiuna formas diferentes de
odio</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>No del todo, por cierto. Washington volvió a una política
de intervencionismo en la era de la Guerra Fría. Sin embargo, no se puede
exagerar la importancia de ese cambio diplomático radical.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Montevideo fue el primer éxito significativo de Roosevelt
en la política exterior, marcando un hito en la suerte del país como
superpotencia ascendiente. Luego ordenó que los marines se retiraran de Haití,
mientras devolvía al país su banco nacional; abrogó la odiada Enmienda Platt a
la constitución de Cuba, que había convertido la isla en un Estado vasallo de
EE.UU.; y comenzó a tolerar un grado de nacionalismo económico en Latinoamérica,
incluida la expropiación por México de la propiedad de Standard Oil.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La inmensa popularidad de Roosevelt en Latinoamérica,
avivó sus aspiraciones al liderazgo mundial. Al visitar Buenos Aires en 1936,
fue recibido por más de un millón de adeptos extáticos que le dieron una
“ovación desenfrenada” y lo “bombardearon con flores.” Incluso la prensa
usualmente escéptica de Buenos Aires lo saludó como “pastor de la democracia,”
mientras los hospitales esperaban una “inmensa cosecha de ‘Roosevelts entre los
bebés,” a pesar de la prohibición de nombres extranjeros para los niños.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La mejora de las relaciones con Latinoamérica también
ayudó a EE.UU. a recuperarse de la Gran Depresión. Con Asia vedada y Europa en
camino a la guerra, Washington miró hacia el sur tanto para mercados para bienes
manufacturados como para materias primas, negociando tratados comerciales con 15
países latinoamericanos entre 1934 y 1942.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Lo más importante, Latinoamérica se convirtió en el
laboratorio para lo que luego llegó a ser conocido como multilateralismo liberal
– el marco diplomático que, después de la Segunda Guerra Mundial, permitiría que
EE.UU. acumulara un poder sin precedentes. Como la Liga de Naciones estaba
prácticamente muerta, los diplomáticos comenzaron a discutir la posibilidad de
una nueva “Liga de las Américas.” Finalmente terminaron por convertirse en la
Organización de Estados Americanos y en Naciones Unidas. (Cada cual consagró en
su Carta el principio de la no-intervención absoluta.) El propio Roosevelt
sostuvo la “ilustración de las repúblicas de este continente” como modelo para
la reconstrucción global de posguerra.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cordell Hull obtuvo el Premio Nobel de la Paz por ayudar
a fundar la ONU, y Roosevelt fue honrado por superar “muchas veces 21 tipos
diferentes de odio” para “vender la idea de la paz y la seguridad entre las
repúblicas americanas.” Pero las gracias en realidad debieran ser destinadas a
antiimperialistas como Gruening y a combatientes guerrilleros como Augusto
Sandino de Nicaragua que convirtieron el militarismo en una política extranjera
insostenible.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Setenta y cinco años después…</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Los paralelos con la actualidad son inconfundibles: una
economía global arruinada; un nuevo presidente con un mandato de reforma, pero
bloqueado en el extranjero por rivales ascendentes e incapacitado por la rápida
recesión del poder y del prestigio de EE.UU. debido a años de un militarismo
arrogante y unilateral. Y después de una cumbre de Londres de las potencias
económicas, una conferencia latinoamericana: la Quinta Cumbre de las Américas a
la que asistirán 34 jefes de Estado representando a todos los países americanos
con la excepción de Cuba.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La última vez que esa cumbre se reunió en el centro
turístico costero argentino de Mar del Plata en 2005, los argentinos no
saludaron a George W. Bush como pastor de la democracia sino como evangelizador
por la guerra, el militarismo, y el capitalismo salvaje. Miles llegaron de todo
el continente para quemar la efigie del presidente. Hugo Chávez de Venezuela y
Evo Morales de Bolivia convocaron a una festiva “Cumbre de los Pueblos”
paralela, mientras la leyenda futbolística de Argentina, Maradona, calificó a
Bush de “basura humana” y de que “es un asesino”. Para parafrasear el homenaje
de Michael Moore en los Premios de la Academia a las Dixie Chicks, si Maradona
está en tu contra, se te acabó el tiempo en Latinoamérica.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Con un portaaviones estacionado cerca y aviones de caza
volando a ras por encima, Bush todavía se sentía nervioso y parecía estar más
allá del límite de sus posibilidades. A sólo unos pocos meses después que el
huracán Katrina arrasara Nueva Orleans, con Iraq que se precipitaba fuera de
control, la desastrosa actuación de Bush en Argentina, combinada con una
impresionante demostración de unidad latinoamericana, aceleró la extinción de la
pretensión de supremacía global de los neoconservadores. “EE.UU. sigue viendo
las cosas de una cierta manera,” dijo un diplomático latinoamericano en la
Cumbre, “pero la mayoría del resto del hemisferio ha seguido adelante y se
dirige en otra dirección.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Y así era, con un giro a la izquierda que comenzó con la
elección de Chávez en 1998 como presidente de Venezuela, y que sigue a buen
ritmo. El año pasado, después de todo, Paraguay eligió a un teólogo de la
liberación como presidente; y el pasado mes el Frente de Liberación Nacional
Farabundo Martí – el grupo guerrillero convertido en partido político al que
trató de derrotar Ronald Reagan gastando seis mil millones de dólares al coste
de 70.000 vidas salvadoreñas en los años ochenta – finalmente llegó al poder en
El Salvador.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Esta semana mucha gente esperará ver si Barack Obama, en
lo que será su primera cita real con Latinoamérica, está dispuesto a revertir su
orientación en esta Cumbre como Roosevelt lo hizo hace más de tres cuartos de
siglo. Para EE.UU., Latinoamérica no ha sido sólo una fuente de materias primas
y mercados, sino un “taller de ensayo”, un lugar donde coaliciones surgentes de
política exterior prueban nuevas maneras de proyectar el poder de EE.UU. después
de períodos de crisis aguda. Roosevelt lo hizo, como Reagan y como la Nueva
Derecha cuando, en los años ochenta, utilizaron Centroamérica para experimentar
en el desecho del multilateralismo, mientras remilitarizaban y remoralizaban la
política exterior.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Hoy en día, el presidente Obama es enormemente popular en
Latinoamérica. Una serie de políticos locales en la región incluso adoptaron
legalmente su nombre para obtener una ventaja en las elecciones, e
indudablemente hay bastantes bebés que serán llamados Obama. El presidente de
Brasil, conocido simplemente como Lula, dice que él ora por Obama – e incluso
Maradona admite que le gusta “mucho.”</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Pero la popularidad sólo llega hasta cierto punto. Por
primera vez en muchas décadas, un presidente estadounidense podría descubrir que
se están acabando los días en los que EE.UU. podía utilizar Latinoamérica como
un espacio para ensayos imperiales.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>La opción colombiana</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>¿Qué, entonces, ofrecerá Obama en Trinidad y Tobago? ¿Se
propondrá “irradiar buena voluntad,” como Hull en 1933, pero no será
necesariamente “amigable hacia todos?” Ya ha enmarañado las cosas al insistir en
que Hugo Chávez es un “obstáculo” para el progreso. Te guste o no, Chávez es
reconocido como líder legítimo por todos los países latinoamericanos y es un
estrecho aliado de muchos de ellos. Durante ocho años, la política del gobierno
de Bush de introducir una cuña entre el resto de la región y el venezolano ha
sido un fracaso atroz, excepto cuando fue cosa de aumentar la fuga del poder
decrépito de EE.UU. en el hemisferio. </DIV>
<DIV align=justify><BR>En muchos frentes, sin embargo, el presidente
probablemente descubrirá que sus verdaderos obstáculos al progreso al sur de la
frontera yacen incómodamente cerca.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como preparación para la cumbre, el gobierno de Obama ha
hecho algunos intentos de acercamiento a Cuba, como reacción a las demandas de
casi todos los países latinoamericanos de que Washington termine su guerra fría
contra la Habana. La necesidad de controlar a los senadores demócratas de
Florida y Nueva Jersey (Estados con grandes poblaciones cubano-estadounidenses)
significa que el embargo comercial continuará vigente, por lo menos por el
momento. (En 1933, Hull trató de impedir que hablara el enviado cubano, por
temor a que hiciera un ardiente discurso anti-estadounidense; Gruening apeló al
principio de la libertad de expresión para revertir la prohibición.) </DIV>
<DIV align=justify><BR>Obama probablemente reiterará declaraciones oficiales de
la Secretaria de Estado Hillary Clinton, entre otras, de que EE.UU. carga con
una responsabilidad real por la violencia en la guerra de la droga en México y
tal vez deplore la manera como una “incapacidad de impedir que armas sean
ilegalmente contrabandeadas a través de la frontera” alimenta los asesinatos
relacionados con la droga. Como todo otro gobierno, sin embargo, Obama tendrá
que responder a la Asociación Nacional del Rifle (NRA), que actualmente realiza
su propia política exterior.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En 2005, por ejemplo, cuando Brasil realizó un referendo
para implementar una estricta ley de control de armas, la NRA, gastó una
cantidad considerable de dinero cabildeando para derrotarlo. Por lo tanto hay
que esperar que la NRA combata todo intento de detener el flujo de armas al sur
de la frontera. En los hechos, el senador por Wyoming, John Barrasso, espera
utilizar el temor a la violencia de la droga mexicana para imponer una mayor
distribución de armas de asalto. Según su explicación del problema: “¿Por qué
vais a desarmar a alguien si posiblemente podría ser víctima del fuego
cruzado?... EE.UU. no renunciará a sus derechos según la segunda enmienda por el
problema fronterizo de México.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Y así van las cosas: En casi cada tema en el que podría
ayudar realmente a aliviar el sufrimiento de los latinoamericanos o permitir que
EE.UU. recuperara a aliados estratégicos, la política interior limitará el radio
de acción de Obama, aunque no su popularidad inmediata.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sólo hace poco, un grupo de estudios compuesto de algunos
de los principales intelectuales y responsables políticos de Latinoamérica,
incluidos ex presidentes de Brasil, Colombia y México, declaró que la guerra
contra la droga de EE.UU. es un fracaso y recomendó la legalización de la
marihuana. Obama obviamente tiene actitud favorable a esa posición, ya que
ordenó al Departamento de Justicia que renunciara a los procesamientos por “usos
médicos de marihuana”. ¿Pero podrá desescalar la guerra contra la droga en
Latinoamérica? Es poco probable.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como candidato, el presidente dijo que no se oponía a
todas las guerras, sólo a las estúpidas – y ésta es tan estúpida como la que
más. No ha disminuido las exportaciones de narcóticos a EE.UU., pero ha
propagado la violencia por Centroamérica hasta México, mientras arraigaba el
poder paramilitar en Colombia. El Plan Colombia, pieza central de esa guerra, es
un legado de la política exterior de Bill Clinton, y gran parte de los seis mil
millones de dólares gastados hasta ahora para librarla ha sido esencialmente
depositada directamente en los cofres de los patrocinadores corporativos del
Partido Demócrata como ser United Technologies de Connecticut y otros
contratistas de la defensa del noreste.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En lugar de desmantelar el Plan Colombia, es evidente que
hay planes para que se prolifere como un virus más allá de las Américas. El
almirante Mike Mullen, jefe del Estado Mayor Conjunto, comentó recientemente que
“muchos de nosotros en todo el mundo podemos aprender de lo que ha pasado
respecto a los acontecimientos muy exitosos del Plan Colombia,” y sugirió que
fuera adjudicado “específicamente a Afganistán.” El corresponsal en la Casa
Blanca del Washington Post, Scott Wilson, está de acuerdo, e insta a Obama a
utilizar Colombia como una “sala de clases para aprender cómo derrotar a los
talibanes.” Profundamente enterrada en la recomendación de Wilson hay una
revelación: funcionarios de EE.UU., escribió, le dijeron “en privado” que el
terror de los escuadrones de la muerte fue un primer paso necesario en el Plan
Colombia, que sirvió como un “marcador de posición” hasta que EE.UU. pudiera
entrenar a un ejército “profesional.” El gobierno de Bush hizo que “el dinero
siguiera fluyendo al ejército de Colombia a pesar de la evidencia de su
complicidad en masacres paramilitares.”</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El camino a Latinoamérica pasa por
Brasilia…</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En última instancia, el único camino real para Washington
pasa por la capital brasileña, Brasilia. Después de todo, Obama se acerca a la
región no como un líder de una superpotencia segura de sí misma, sino como un
hegemón otoñal. Como tal, su mejor opción podría ser la formación de una
cooperación con Brasil – la economía mayor y más diversificada de Latinoamérica,
con enormes reservas de petróleo en el mar recientemente descubiertas y una
copiosa lista de aspiraciones políticas – para administrar el hemisferio. La
Casa Blanca reconoce claramente que así es, motivo por el cual un responsable
del gobierno calificó la reciente reunión personal de Lula en Washington con
Obama como reconocimiento de la “influencia global” de Brasil.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Justo antes de la reunión del G-20 convocada en Londres,
Lula culpó a la “conducta irracional de gente que es blanca” y de “ojos azules”
por el colapso financiero mundial. De pie junto al palideciente primer ministro
británico Gordon Brown, siguió diciendo: “No conozco a ningún banquero negro o
indígena de modo que sólo puedo decir [que está mal] que esa parte de la
humanidad, que es victimizada más que ninguna otra, deba pagar por la
crisis.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Si esas palabras hubieran provenido de la boca de Chávez,
habrían sido tomadas como la última indicación de su irracional actitud
anti-estadounidense, pero el gobierno de Obama necesita a Lula. En Londres,
Obama apenas se pudo contener: “Éste es mi hombre,” dijo, tomando la mano de
Lula ante el Secretario del Tesoro Timothy Geithner. "Me gusta este tipo. Es el
político más popular del mundo. Es por lo bien que se ve.” Fue ciertamente una
mejora en comparación con George Bush, quien preguntó al predecesor brasileño de
Lula: “¿Tenéis negros, también?”</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Sin embargo la cooperación de Brasil tendrá su precio, y a
Obama no le será fácil pagarlo. El programa barroco e inflado de subsidios a la
agricultura y de aranceles – que miembros de la Cámara y el Senado no
permitieron que Obama recortara – impedirá que el presidente acepte de modo
elegante la demanda central de Lula: que EE.UU. esté a la altura de su retórica
sobre el libre comercio y abra su economía a la agro-industria competitiva de
Brasil.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>…Alrededor de Caracas…</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Y luego está Venezuela. Hace setenta y cinco años, el
Secretario de Estado Hull temía que los periódicos de Hearst lo atacaran “de
costa a costa” si renunciaba al intervencionismo. Bueno, mientras más cambian
las cosas…</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuando el Departamento de Estado de Obama declaró que el
reciente referendo de Venezuela para eliminar los límites de períodos
presidenciales (y permitir así que Chávez se presente a la reelección) es un
asunto interior “consistente con los principios democráticos,” fue atacado por
el Houston Chronicle, cuyo dueño es – adivinasteis – Hearst Corporation. Hubo
más críticas, que hicieron que los funcionarios del gobierno “pugnaran,” según
el Wall Street Journal, “por afirmar que el gobierno de Obama no ha atenuado la
política de EE.UU. hacia Venezuela.”</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ya que la continua satanización de Chávez no involucra
absolutamente ningún coste interior y aligera muchas cargas potenciales, Obama
podría verse obligado a mantener alguna versión de la línea dura del gobierno de
Bush, tal vez mediante el suministro al presidente de la cobertura necesaria
para una retórica, si no política, moderada, en puntos de verdadero peligro
donde hay mucho más en juego – como en Oriente Próximo.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>…Y termina en Texas</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>La inmigración es un área en la cual Obama podría tener
un cierto margen de maniobra, pero tendría que superar el ala Glenn-Beck del
Partido Republicano. La orden a los agentes de Servicio de Inmigración y Control
de Aduanas de EE.UU. para que dejen de perseguir a trabajadores latinoamericanos
indocumentados (como lo han solicitado los presidentes de México y
Centroamérica) y que se abra un verdadero camino hacia la ciudadanía ayudaría
considerablemente a mejorar las relaciones con los vecinos del sur. También
garantizaría la lealtad de los votos latinos en 2012 y, al crear millones de
nuevos votantes, tal vez acercaría a Texas a la condición de Estado indeciso
entre los dos grandes partidos.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Vuelta a la escena del crimen</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En última instancia, sin embargo, la visión de Obama será
limitada por la mezquindad de las imaginaciones de los asesores con los que se
ha rodeado. Ya no hay Gruenings, ni Hulls en ese grupo. Ha mantenido al
Secretario Adjunto de Estado para Latinoamérica de George W. Bush, Thomas
Shannon y ha escogido a Jeffrey Davidow como su asesor especial en la
cumbre.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Davidow, diplomático de carrera, cuyo historial en el
servicio exterior ha sido poco interesante en general, aunque su primer puesto
fue en Guatemala a comienzos de los años setenta cuando los escuadrones de la
muerte respaldados por EE.UU. hacían lo que querían, lo que fue seguido por un
puesto como un menor agente político en Chile, donde observó el golpe militar de
1973 respaldado por EE.UU. que derrocó al presidente elegido Salvador Allende.
Comprometidos con el mantra de la era Clinton de liberalización económica, esos
diplomáticos nunca recomendarán el tipo de idea de cambio de las reglas del
juego, como lo hizo Gruening.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ya que la crisis financiera global dominará esta cumbre,
la aparición de Obama será vista por algunos como una vuelta a la escena del
crimen. Después de todo, fue Chile donde el ahora desacreditado modelo del
desregulado capitalismo financiero fue impuesto por primera vez. Esto ocurrió
mucho antes de que los presidentes Reagan y Clinton lo adoptaran para
EE.UU.</DIV>
<DIV align=justify><BR>A medida que ese modelo se propagó luego por el resto de
Latinoamérica, los resultados fueron absolutamente desastrosos. Durante dos
décadas, las economías se anquilosaron, la pobreza se profundizó, y la
desigualdad aumentó. Para empeorar la situación, precisamente cuando una nueva
generación de izquierdistas tomaba medidas para disminuir la pobreza y reducir
la desigualdad, y se estaba recuperando de esa catástrofe inducida por
Washington, una temeraria burbuja de la vivienda estalló en EE.UU., derrumbando
la economía global.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>Los latinoamericanos presentarán una cuenta. Como lo
describió hasta el presidente colombiano, Alvaro Uribe, estrecho aliado de
EE.UU.: “Todo el mundo ha financiado a EE.UU., y creo que tienen una deuda
recíproca con el planeta.” Hugo Chávez no podría haberlo dicho
mejor.<BR><BR></DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Greg Grandin es autor de “Empire's Workshop: Latin America,
the United States, and the Rise of the New Imperialism” (Metropolitan) y de
“Fordlandia: The Rise and Fall of Henry Ford's Forgotten Jungle City,” que será
publicado en junio. Para contactos escriba a: <A
href="mailto:grandin@nyu.edu">grandin@nyu.edu</A>.</DIV>
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<HR>
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<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000
size=4>Correspondencia de Prensa</FONT><BR>boletin solidario de información -
edición internacional<BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><FONT size=3><FONT
color=#800000><STRONG>Agenda Radical - Colectivo
Militante</STRONG></FONT><BR></FONT><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><FONT
size=3><STRONG>Agendaradical@egrupos.net</STRONG></FONT></A><BR><STRONG><FONT
size=3>Gaboto 1305 - Teléf: (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT></STRONG><BR></DIV>
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<HR>
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