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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><EM>boletín solidario de información -
edición internacional</EM><BR><FONT color=#800000 size=5><U>Correspondencia de
Prensa<BR></U>Agenda Radical - Colectivo Militante</FONT><BR><U>31 de mayo
2009<BR></U>suscripciones y redacción: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Sri Lanka</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>El infierno
tamil</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>El Ejército
restringe el acceso de las ONG a los centros y siembra el terror al buscar ex
combatientes de los Tigres Tamiles</FONT></STRONG><BR><BR></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Elisa Reche, enviada
especial</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Público, Madrid,
31-5-09</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.publico.es/"><STRONG>http://www.publico.es/</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV><FONT face=Arial
size=2>
<DIV align=justify><BR>De camino a Vavuniya la espesa vegetación se va
transformando en una tierra más árida. Al ritmo que disminuye la densidad de
palmeras, aumenta el empobrecimiento de los pueblos y el número de jóvenes
soldados cingaleses que no hablan la lengua de la zona, el tamil. Con fusiles y
barricadas se bastan. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Vavuniya es una fortaleza militar. En esta localidad en
el norte de Sri Lanka se hacina el grueso de los centenares de miles de
refugiados tras la victoria del Ejército ceilandés contra la guerrilla de los
Tigres Tamiles hace dos semanas que puso fin a 26 años de una sangrienta guerra
civil. Se ha convertido súbitamente en la segunda ciudad más populosa del país
con estos 270.000 nuevos habitantes encerrados en los campos de refugiados.
Entre ellos, el Gobierno de la antigua Ceilán busca a 3.000 ex combatientes de
los tigres infiltrados.<BR><BR>A las afueras se encuentra el inmenso campo de
desplazados de Menik Farm rodeado por una alambrada de espino . Acoge a 220.000
personas, el doble de su capacidad. Las familias se hacinan en las tiendas,
pelean por los cinco litros de agua que les corresponden por persona y día y
evitan la basura que se acumula. El resto, se agrupa en los colegios de la
ciudad tamil. El 40% de la población desplazada son niños y adolescentes. Los
cirujanos de Médicos Sin Fronteras no dan abasto con las operaciones en los
sobrecargados hospitales.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"La ONU aceptó las condiciones de este campo a pesar de
que desde el principio era consciente de que no se puede agrupar a tal número de
personas en un lugar y menos aún sin acondicionar y que la prohibición de
movimientos incumple la normativa internacional", explica un cooperante en
Vavuniya que prefiere mantenerse en el anonimato. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Menik Farm es un campo de refugiados singular: es el
mayor que se haya conocido; los internos tienen prohibido moverse de su lugar
asignado; está bajo dirección militar, en lugar de civil como le corresponde y
el acceso está limitado para las ONG y totalmente vetado a los medios de
comunicación. Las agencias humanitarias sienten, al menos, cierto alivio al
poder reanudar la distribución parcial de ayuda tras más de diez días sin
prácticamente acceso de vehículos y personal a los campos según órdenes del
Gobierno de la isla. </DIV>
<DIV align=justify><BR>"La visita de Ban Ki-moon parece haber tenido efecto,
pero todavía estamos negociando con las autoridades un acceso completo", explica
David White, portavoz de Oxfam en Sri Lanka. Entre una población con
insuficiente acceso a comida, medicinas, letrinas, agua y bajo un estado de
shock tras muchos meses de asedio, la ayuda de las agencias humanitarias es
fundamental. </DIV>
<DIV align=justify><BR>Mientras que la reciente visita del secretario general de
la ONU parece haber ablandado la intransigente postura del Gobierno ceilandés,
el Consejo de Derechos Humanos de este mismo organismo ha fracasado a la hora de
exigir una investigación sobre posibles crímenes de guerra cometidos por ambas
partes en los últimos meses de la contienda. No importa que los civiles tamiles
fueran usados por los Tigres de Liberación de la Patria Tamil (LTTE) como
escudos humanos para forzar un cese al fuego ni que el Ejército los bombardeara
con artillería en la llamada "zona segura" sin más defensa que la selva. La vida
de los civiles fue utilizada por ambas partes como moneda de cambio en el final
de la guerra sin que la comunidad internacional hiciera nada por evitarlo ni se
muestre dispuesta, al menos, a esclarecer lo ocurrido. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Matanza de civiles</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>A falta de datos oficiales, el diario británico The Times
generó el viernes una intensa polémica al afirmar que la cifra de civiles
fallecidos durante la ofensiva final del último mes asciende a 20.000 personas,
según documentos confidenciales de la ONU. El Gobierno ceilandés ha negado
rotundamente las acusaciones, mientras que el coordinador general de la ONU para
Asuntos Humanitarios, John Holmes, afirmó que estas cifras manejadas por el
organismo nunca fueron verificadas y, por tanto, hechas públicas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>"Esto fue algo similar a lo ocurrido en Gaza o peor
porque ni observadores ni periodistas tuvieron acceso a la zona de guerra",
señala una fuente de la ONU desde el anonimato. El Ejército ha reconocido que
6.200 soldados y 22.000 guerrilleros murieron en los últimos tres años de la
guerra civil más larga de Asia. La ONU afirma que entre 80.000 y 100.000
personas fallecieron en el conflicto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como colofón al dramático asedio final, los civiles
aguardan ahora en la prisión más grande del mundo una vuelta a la normalidad que
nadie sabe exactamente cuándo se producirá. Al principio el Ejecutivo de Colombo
dijo que los refugiados tendrían que quedarse tres años en los campos, pero se
vio obligado a rectificar ante la indignación de la comunidad internacional. "El
Gobierno está dispuesto a reubicar a 100.000 personas después de seis meses. Es
lo más realista porque las tareas para quitar las minas y reconstruir el norte
pueden llevar un tiempo", afirma Gordon Weiss, portavoz de la ONU en el
país.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sean seis meses o tres años, la vida en los campos no es
nada fácil, sobre todo por el proceso de identificar los ex guerrilleros que se
esconden entre la masa de civiles. "Los interrogatorios pueden durar 24 horas
seguidas y si se encuentra algún vínculo con el LTTE, la persona desaparece y
nadie sabe adónde es conducida", explica un activista civil con acceso
privilegiado al funcionamiento interno de estos centros. "Los policías y
paramilitares al cargo la identificación de tigres extorsionan a la gente al
amenazarles con una acusación de terrorismo", continúa el activista tamil que
prefiere mantenerse en el anonimato por miedo a represalias.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>300.000 hombres en armas</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Si el Gobierno ceilandés acabó con la guerrilla tamil
tras 26 años de conflicto con redoblados esfuerzos militares, sin importar las
bajas civiles y reprimiendo cualquier tipo de disidencia entre los medios e
intelectuales, la paz parece seguir una ruta parecida. Refugiados que son
prisioneros, reconstrucción según criterios de seguridad, una bandera nacional
que ondea en residencias y vehículos, quieran sus propietarios o no.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Durante la guerra el Ejército contaba con 200.000
hombres. Con la paz se incorporarán otros 100.000, prácticamente triplicando el
tamaño de las Fuerzas Armadas españolas en un país con la mitad de habitantes y
un tamaño menor que Andalucía. Una paz rara la que requiere más tropas que el
propio combate.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Los 190 kilómetros que separan las ciudades costeras de
Trincomali y Batticaloa en la Provincia del Este, una zona de mayoría tamil
liberada por el Ejército hace dos años, se convierten en ocho penosas horas de
viaje en autobús. Los pasajeros se bajan una y otra vez en controles militares
donde se revisan una por una sus bolsas. Hay tramos en que los puestos militares
se suceden cada diez minutos. Los viajeros no dan muestras de cansancio,
acostumbrados a esta humillación cotidiana, y permanecen callados.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Trincomali es un crisol de la pequeña isla del Océano
Índico donde conviven tres de las religiones del país, budismo, hinduismo e
Islam, a falta del cristianismo de los burghers, los descendientes de los
colonizadores portugueses antes de la llegada del imperio británico. Un crisol
tenso. Una nueva estatua de Buda erigida en el centro de la ciudad está
fuertemente vigilada por soldados y rodeada de alambradas. La extorsión y el
asesinato extrajudicial están a la orden del día. Según la ONU, Sri Lanka es el
país del mundo con mayor número de desapariciones.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>Obligan a celebrar la victoria</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>Las banderas nacionales se exhiben en los comercios y
monumentos de Batticaloa, a pesar de que la victoria sobre los Tigres allí no ha
sido bien recibida por la mayoría tamil. Los soldados obligaron a los dueños de
las tiendas a explotar fuegos artificiales y beber alcohol el día que se
proclamó la victoria. "Nos sentimos indefensos y asustados. Sólo queremos la paz
y la igualdad de derechos", explica Krishna, un periodista local.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Batticaloa se vacía al atardecer y sólo los soldados y
los perros habitan las calles. Muy a menudo algún grupo paramilitar o miembro
del Ejército llama a la puerta de una casa por la noche, pregunta por uno de sus
residentes, se lo lleva y no se vuelve a saber sobre su paradero. "Muchas
familias han perdido a un hijo. Paso mucho miedo por los míos y me gustaría que
se fueran a estudiar al extranjero tan pronto como sea posible", cuenta Bahla,
un campesino. "Esto es como la América Latina de los setenta. Es casi peor que
la guerra porque no sabes quién te puede matar", comenta una fuente humanitaria.
</DIV>
<DIV align=justify><BR>"¿La guerra ha terminado?", se pregunta irónico Sridaran
Silvester, el responsable de la diócesis de Cáritas en la Provincia del Este,
una región que permite anticipar lo que podría suceder en el norte. "Todavía hay
muchos problemas de asignación de tierras a los miembros de las diferentes
comunidades sin resolver, todavía hay mucha violencia y todavía hay muchos
problemas económicos para la minoría tamil porque son quienes pagan las
restricciones de seguridad", continúa el párroco, quien trabaja quince años en
la zona. "Estos problemas vienen de muy largo y son muy profundos". </DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
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size=4>Correspondencia de Prensa</FONT><BR>boletin solidario de información -
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Uruguay</FONT></STRONG><BR></DIV>
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