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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><EM>boletín solidario de información -
edición internacional</EM><BR><FONT color=#800000 size=5><U>Correspondencia de
Prensa</U><BR>Agenda Radical - Colectivo Militante</FONT><BR><U>27 de junio
2009</U><BR>suscripciones y redacción: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Uruguay<BR></FONT></STRONG></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Cosiendo el futuro</FONT></STRONG></DIV>
<DIV><STRONG><FONT size=3></FONT></STRONG> </DIV>
<DIV><STRONG>
<DIV align=justify><BR>Unas en bicicleta, otras a pie, un grupo de mujeres de 40
a 60 años cruzan esta ciudad uruguaya cada mañana hacia Codemur, la planta de
confección de ropa surgida de los despojos de una fábrica abandonada por sus
propietarios cuando consideraron que ya no generaba suficientes
ganancias.</DIV></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG>Luis Alberto Carro</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><STRONG>IPS, Rosario, Uruguay</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><A
href="http://www.ipsnoticias.net/"><STRONG>http://www.ipsnoticias.net/</STRONG></A></DIV>
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<DIV align=justify>Son parte de la ex plantilla de las otrora pujantes firmas
Sirfil y Drymar que ahora se reparten entre las que van a la nueva sede
cooperativa, para producir, administrar y hacer negocios, y las que siguen hasta
el viejo galpón de la fábrica desactivada para turnarse en su custodia. Es que
lo debieron ocupar para evitar su venta y el retiro de las máquinas, pero aún no
lo pueden usar. <BR><BR>Por esa razón Codemur buscó otro lugar y así echó a
andar en enero en un salón grande con ventanas a la calle, ubicado a dos cuadras
del principal paseo público de la sudoccidental ciudad de Rosario y cedido por
el empresario local Jaime Goldansky, que fue quien les encargó el primer pedido
de casacas y delantales. <BR><BR>"Las empresas compran los equipos (uniformes)
de invierno antes que termine el verano. Vamos un poco atrasadas, pero estamos
activas, que es lo que nos importa", dice con optimismo Cristina Perdomo,
portavoz de Codemur (Cooperativa de Mujeres de Rosario), al explicar a IPS el
modo de operar de esta experiencia laboral solidaria. <BR><BR>Y mientras algunas
de las cooperativistas diseñan, cortan y cosen, otras se turnan en la ocupación
del edificio de la antigua fábrica, para que no se apague la llama inicial de
lucha por el lugar de trabajo que las reunió y les mostró el rumbo a seguir en
la recuperación de la empresa. <BR><BR>Por el momento sólo hacen ropa de trabajo
y camisas, porque "las máquinas que tenemos por ahora no nos ayudan para telas
finas. Para una segunda etapa pensamos comprar otro equipamiento, pero son
trámites que llevan su tiempo", añade esta obrera textil de 57 años y larga
experiencia en el oficio. <BR><BR>"¿Cómo es trabajar sin patrón?", pregunta IPS,
y Perdomo, sin vacilar, apunta que "se aprende". "Lo que más nos costó fue
organizarnos", admite, a la vez que no oculta "que todavía tenemos que hacer
otras tareas afuera, costuras o limpiezas domésticas, porque todavía no nos da
económicamente". <BR><BR>Perdomo sonríe cuando IPS le pregunta qué fue de los
dueños de Sirfil y Drymar. "Nunca más les vimos la cara... De vez en cuando
mandan a un abogado", contesta. <BR><BR>"Ellos nunca pensaron que íbamos a tomar
la fábrica, creerían que todas nos íbamos a cansar, pero acá seguimos algunas.
Queremos cobrar el dinero que nos corresponde y no aflojamos", enfatizó, en
alusión a la abultada deuda salarial que tienen los empresarios con ellas.
<BR><BR><STRONG>Auge, caída y ocupación <BR></STRONG><BR>Sirfil y Drymar eran
las responsables de la fábrica de confección de prendas de vestir que operó por
varias décadas en un predio de 8,5 hectáreas, con 4.080 metros cuadrados
edificados, a la vera de la ruta nacional número 2 en el departamento de Colonia
y a unos 140 kilómetros de Montevideo. <BR><BR>Con un contingente de un centenar
de trabajadores, la gran mayoría mujeres, fabricaba pantalones vaqueros, prendas
de paño de todo tipo, chaquetas y otras modalidades de ropa de alta calidad. En
sus años de expansión distribuyó mercaderías en todo el país y exportó
principalmente a Argentina, Chile y Estados Unidos, detalla Perdomo, quien
laboró por más de 20 años. <BR><BR>En particular Sirfil, con oficinas centrales
en Montevideo, llegó a contar con una cadena de tiendas en grandes ciudades de
Uruguay, donde comercializaba sus prendas exclusivas. Eran tiempos de producción
sin pausa que incluía "noches con temperaturas de tres grados" y a veces "el día
entero" trabajando para cumplir con las demandas, recuerda esta obrera textil.
<BR><BR>En 2003, a causa de una inundación, estas firmas resolvieron trasladarse
al edificio que albergó la Fábrica Uruguaya de Aluminios y Estaños (Fuaye), una
de las tantas industrias desaparecidas en los años 90, cuando la apertura de la
economía impulsada por las políticas neoliberales sembró de esqueletos fabriles
el país. <BR><BR>Uno de esos sitios convertidos en cementerio de galpones fue
Rosario, una de las ciudades más antiguas de Uruguay. Fundada en 1775 y hoy con
unos 9.000 habitantes, fue gran parte del siglo XX un polo de desarrollo con
fábricas de aluminio y estaño, baterías (acumuladores eléctricos) para
automóviles, curtiembres, peletería, herrajes y vestimenta. <BR><BR>La crisis en
Uruguay mostró su peor rostro con la reducción constante de salarios reales y
desempleo, que derivan de la merma del desempeño económico y la consecuente
precarización del mercado de trabajo. Su punto culminante fue el colapso
financiero de mediados de 2002, cuando a la recesión se le sumó la debacle de
unos meses antes de Argentina, con amplios vínculos comerciales y de capitales.
<BR><BR>Así las cosas, el caso Sirfil-Drymar parecía, a todas luces, una
excepción a la regla al sobrevivir a todos los males económicos de la región.
Pero aquella bonanza se desplomó abruptamente. <BR><BR>La empresa adujo "pérdida
de mercados", a lo que había que sumar su desagrado por el nivel creciente, en
2004, de movilizaciones y reclamos por los muchos haberes impagos del personal,
que, empero, aún no estaba sindicalizado. <BR><BR>A las quejas obreras se
respondió con despidos hasta que en 2007, "cuando nos pagaron la mitad de la
licencia (salario vacacional) y el resto del dinero de los sueldos nunca
apareció, decidimos ocupar la fábrica", cuenta Perdomo. <BR><BR>La ocupación fue
apoyada por sindicatos de la zona y por la central única Plenario Intersindical
de Trabajadores-Convención Nacional de Trabajadores (PIT-CNT), en particular por
los dirigentes Luis Romero, de Funsa, y Daniel Placeres, de Envidrio, quienes
volcaron sus emblemáticas experiencias de recuperación obrera de fábricas en
quiebra, ambas de Montevideo. <BR><BR>Funsa es una fábrica de neumáticos que
cerró sus puertas en 2002 y reabrió en 2006 bajo gestión obrera, en sociedad con
un inversor privado, y Envidrio es la cooperativa elaboradora de vidrio hueco
heredera de la quebrada Cristalerías del Uruguay, ocupada en 1999 y recuperada
seis años después por los ex empleados con la ayuda de un convenio con el
gobierno de Venezuela. <BR><BR>"En cambio", confiesa Perdomo, "no nos sentimos
acompañadas por el sindicato de nuestro sector", en referencia al Sindicato
Único de la Aguja que reúne a los trabajadores de confecciones de ropa y afines.
Reconoció que "al principio estuvieron ayudando, pero después quedamos solas,
tal vez porque no le vieron futuro a nuestra lucha". <BR><BR><STRONG>Caminos de
autogestión</STRONG> <BR><BR>Las familias de estas empecinadas mujeres
fueron, poco a poco, "aceptando lo que hacíamos, aunque más de una vez nos
preguntaban para qué seguíamos con la ocupación si no íbamos a cobrar nada",
cuentan las cooperativistas. Precisamente, la falta de resultados iniciales
determinó con el correr el tiempo el desgaste y el alejamiento de muchas
ocupantes. <BR><BR>Al mismo tiempo los vecinos de Rosario se dividieron entre
quienes se solidarizaban con las ocupantes y quienes decían "que nos dejáramos
de problemas y que, si queríamos trabajar, fuéramos a limpiar ollas", como se
escuchaba entonces en una radioemisora local, recuerda Perdomo aún con amargura
en su voz. <BR><BR>Llegó el momento en que la justicia permitió a Funsa, a
solicitud de las obreras, mantener en custodia la maquinaria de Sirfil-Drymar.
"Somos los responsables absolutos hasta tanto las compañeras comiencen a
trabajar en su nuevo local", precisó Romero en octubre pasado al periódico
departamental Noticias. <BR><BR>Fue entonces que aquellas costureras sin
costuras comprendieron que a la protesta había que rodearla de propuestas, si no
querían limitarse sólo a una acción testimonial. <BR><BR>"Un compañero de la
Intersindical de Colonia del Sacramento (la capital del departamento de Colonia)
nos puso en contacto con Romero y Placeres, y así quedó sembrada la semilla de
la organización como cooperativa, algo totalmente nuevo para nosotras", evoca
emocionada Perdomo. <BR><BR>¿Por qué les interesó esa posibilidad? Es que en
Uruguay "existe un fuerte arraigo del cooperativismo, estableciendo un marco
jurídico general y leyes especiales para cada una de sus variantes, (que) para
el caso de las cooperativas de trabajo es la ley 13.481/66", destaca el
investigador Alfredo Camilletti, en el trabajo "Empresas recuperadas mediante la
modalidad de Cooperativas de Trabajo", de las universidades de la República
Oriental del Uruguay y de La Plata (Argentina). <BR><BR>El gobierno nacional del
izquierdista Frente Amplio se hizo presente con cursos de gestión empresarial
impartidos por el Ministerio de Industria, Energía y Minería. "Nos ayudaron a
orientarnos", resume Perdomo. <BR><BR>Por su parte, el intendente (gobernador)
de Colonia, Walter Zimmer, del opositor y derechista Partido Nacional, decidió
asistirlas a través de la Dirección de Promoción y Desarrollo, con cursos de
capacitación en diseño y administración de empresa. <BR><BR>En su estudio
Camilletti establece que "en Uruguay es posible identificar un rol de fomento y
apoyo por parte de los gobiernos municipales y del Poder Judicial, propendiendo
al cobro de los créditos laborales de los trabajadores", pero las ahora
cooperativistas siguen esperando "un fallo favorable a lo que reclamamos. Pero
todo va tan lento, tan lento...", se quejan. <BR><BR>Mirando el amplio espacio
del taller, Perdomo dice que "aquí hay sólo ocho máquinas. No pedimos nada de
regalo...Queremos trabajar, así que acuérdense de nosotras. No nos dejen solas".
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Uruguay<BR></FONT></STRONG></DIV>
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