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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><EM>boletín solidario de información -
edición internacional</EM><BR><FONT color=#800000 size=5><U>Correspondencia de
Prensa</U><BR>Agenda Radical - Colectivo Militante</FONT><BR><U>21 de julio
2009</U><BR>suscripciones y redacción: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Gran
Bretaña</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>La mentira de las huelgas “racistas”
en Gran Bretaña </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG><FONT size=3>Seumas
Milne</FONT></STRONG> </FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Le Monde
Diplomatique</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Edición española, Nº 165,
julio 2009</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>La
Haine</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.lahaine.org/"><STRONG>http://www.lahaine.org/</STRONG></A><BR></DIV></FONT>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2>A fines del mes de mayo estallaron
huelgas salvajes en el sector energético del Reino Unido. Los manifestantes
denunciaban la contratación de trabajadores no calificados importados de otros
países europeos en detrimento de trabajadores locales calificados, infringiendo
acuerdos sindicales. Una movilización similar se había producido en febrero.
Medios de comunicación y dirigentes políticos alzaron entonces la voz de alarma
ante “el nacionalismo” y la “xenofobia” de las protestas. Una interpretación
desmentida por los hechos.</FONT></DIV><FONT face=Arial size=2>
<DIV align=justify><BR>“¡Este intento de discriminación es inaceptable!”,
exclamó el 2 de febrero de 2009 el ministro de Relaciones Exteriores de
Portugal, Luis Amado. “Los gobiernos deben evitar una deriva proteccionista,
xenófoba y nacionalista que (…) puede llevarnos a una crisis aun mayor” (1). Una
cólera de igual intensidad anima a su homólogo italiano Franco Frattini contra
un movimiento social “indefendible” que se desarrolla en Gran Bretaña.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Todo comenzó el pasado 28 de enero, cuando un contrato de
200 millones de libras (231 millones de euros) concerniente a la instalación de
una unidad de desulfuración en la refinería Total de Lindsey, en Lincolnshire,
fue subcontratado a una empresa siciliana, IREM. Ésta reemplazó de inmediato la
mano de obra británica por 200 trabajadores italianos y portugueses –a quienes
en poco tiempo deberían unírseles otros 100– no sindicados. Alojados en un
pontón amarrado a orillas del río Humber, esos obreros fueron mantenidos
escrupulosamente alejados de los otros asalariados, quienes no tardaron en
sospechar que el empleador había conseguido su grandioso contrato burlando las
convenciones sindicales sobre remuneraciones y condiciones laborales. Estalló
una huelga salvaje, muy mal recibida.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Dirigentes y expertos occidentales no dieron el brazo a
torcer: sólo la prosecución de una competencia basada en el libre comercio, es
decir, en la explotación de las desigualdades entre los sistemas productivos,
podría restablecer el crecimiento y contener las “pasiones nacionalistas”. Los
medios de comunicación y el Gobierno británicos machacaron ese argumento ante la
huelga que se extendió desde Gales al noreste de Escocia, abarcando a miles de
personas a menudo empleadas por subcontratistas para construir refinerías y
centrales eléctricas. En pocos días, el movimiento provocó el cese de unas
veinte centrales y refinerías en todo el país.</DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG>El cliché del proteccionismo</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>El hecho de que algunos huelguistas hayan enarbolado
pancartas que reivindicaban “empleos británicos para los trabajadores
británicos” parecía confirmar las más funestas previsiones: sin duda, se trataba
de un espasmo de chovinismo agudo contra trabajadores inmigrados; prueba (si se
necesitaba una) de que el rechazo de las reglas del mercado desemboca fatalmente
en el rechazo del otro. Un viento de indignación sacudió entonces a las elites
británicas. Al tiempo que el primer ministro Gordon Brown también consideraba
las huelgas “indefendibles”, su ministro de Comercio Peter Mandelson –ex
comisario europeo– previno contra los perjuicios de la xenofobia. Sacando
provecho del asunto, la prensa amarilla más reaccionaria se puso a hablar de
“comprensión” para los huelguistas, a quienes en época normal trata de vándalos
y egoístas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Esta agitación altamente moral se propagó rápidamente por
toda Europa. En Italia, Emma Marcegaglia, presidenta de la confederación
patronal Confindustria, citó a Margaret Thatcher para incitar a Gran Bretaña a
“no aflojar” sobre el libre comercio y mantenerse firme ante los “bajos
instintos nacionalistas”. En Francia, el diario Le Figaro (3-2-09) tituló: “Gran
Bretaña: huelga contra los extranjeros”. Incluso aquellos que de costumbre
apoyan las reivindicaciones de los asalariados entraron en el juego, como el
portavoz del Nuevo Partido Anticapitalista (NPA) Olivier Besancenot, que se
mostró preocupado ante esos “movimientos xenófobos suscitados por la crisis, en
especial en Inglaterra”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Teniendo en cuenta la manera en que el conflicto fue
presentado a la opinión pública, tanto en el Reino Unido como en otras partes,
esas reacciones no sorprenden (2). No dejan de reflejar un profundo error de
apreciación sobre lo que sucedió realmente y que podría muy bien repetirse.
Testimonian también de un discurso sobre la crisis que, lejos de conjurar en
Europa los reflejos anti-inmigrados, por el contrario corre el riesgo de
alimentarlos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como señaló Derek Simpson, uno de los responsables de
Unite, el mayor sindicato británico, las huelgas en la construcción no tenían
“nada que ver con la inmigración”: se trataba nada más ni nada menos que de un
“conflicto de clases”.</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>El grupo italiano IREM –subcontratista del estadounidense
Jacobs– que originó el escándalo, niega haber eludido los acuerdos sindicales.
Pero en la central eléctrica de Staythorpe, en Nottinghamshire, construida por
la francesa Alstom, o en la planta de la isla de Grain, en Kent, propiedad del
grupo alemán E.ON –donde fueron enviados obreros polacos y españoles– las
pruebas de salarios rebajados y de exclusión de trabajadores locales se
acumulan.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Cuando iniciaron su movimiento, los huelguistas de esas
empresas sabían que estaban fuera de la ley. En efecto, en virtud de la
legislación antisindical adoptada bajo Margaret Thatcher y continuada por los
Nuevos Laboristas, las acciones de solidaridad se consideran un delito. Fue
necesario todo el poder de fuego industrial de los huelguistas y la eficacia de
su organización para disuadir a los empleadores de denunciar ante la justicia a
las dos confederaciones implicadas, Unite y GMB. Sin embargo, éstas no podían
aceptar públicamente la responsabilidad de las huelgas sin exponerse a fuertes
multas o al embargo de parte de sus bienes. Esta indecisión llevó a un puñado de
huelguistas a adoptar la consigna “empleos británicos para los trabajadores
británicos”, con la intención de burlarse del Primer Ministro, quien en el
Congreso Laborista de 2007 se había apropiado de esa consigna de la extrema
derecha.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En realidad, ese eslogan nunca formó parte de las
reivindicaciones del comité de huelga, que por lo contrario reclamaba que en
Gran Bretaña el empleo obedeciese a las mismas reglas para todos los
asalariados, cualquiera fuese su nacionalidad, así como la estricta aplicación
de las convenciones sindicales en todas las obras de construcción. Tan solo dos
o tres días después de su aparición, las consignas nacionalistas desaparecieron
de Lindsey para ceder lugar a afiches redactados en italiano que invitaban a los
inmigrados a unirse al movimiento. “Trabajadores de todos los países, unámonos”
fue una consigna que floreció en los piquetes de huelga. En resumen, se evitó
claramente el muy real riesgo de que el conflicto se tiñese de xenofobia. Los
militantes sindicales se mostraron prudentes.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Su vigilancia redujo a la nada los intentos de
infiltración de la extrema derecha, en especial los del British National Party
(Partido Nacional Británico, BNP), que se fue con las manos vacías. Los
huelguistas nunca eligieron como blanco a los trabajadores extranjeros: sólo
apuntaron a los empleadores y al gobierno. Por otra parte, la verdadera
naturaleza del movimiento no se les escapó a los cientos de obreros polacos que
se unieron a la huelga de la central de Lange, en Plymouth.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Comprendieron que no se trataba de defender los
pretendidos privilegios de los autóctonos, sino de denunciar el uso de una
categoría de obreros para excluir a otra.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Sin embargo, los medios de comunicación dominantes fueron
seducidos por el cliché de la amenaza proteccionista y del racismo obrero hasta
el punto de ajustar la realidad a su visión del mundo. El 2 de febrero, en el
telediario nocturno “News At Ten” de la British Broadcasting Corporation (BBC),
se pudo ver a un huelguista que declaraba, a propósito de los trabajadores
italianos y portugueses: “No podemos trabajar con ellos”. La segunda parte de la
frase –“debido a la segregación que nos separa”– fue cortada en el montaje, como
para crear la impresión de que los obreros locales se negaban a frecuentar a sus
colegas inmigrados. Al mismo tiempo, los periodistas que los tabloides enviaron
al lugar intentaban convencer a huelguistas de posar para la foto con la bandera
inglesa detrás.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Finalmente, el movimiento huelguista en la refinería de
Lindsey terminó el 4 de febrero con un acuerdo que preveía la repartición de
empleos con los obreros locales –sin efectos nefastos para los trabajadores
italianos y portugueses– así como el reconocimiento del derecho de los
sindicatos a controlar las condiciones laborales y remunerativas de unos y
otros. Esta salida victoriosa puso fin asimismo a la cuarentena infligida a los
inmigrados. Lejos de avivar las tensiones entre obreros británicos y
extranjeros, la huelga permitió por el contrario que se conocieran. De ahora en
más los empleadores tendrán más dificultades para enfrentar a un grupo contra
otro.<BR></DIV>
<DIV align=justify><STRONG></STRONG> </DIV>
<DIV align=justify><STRONG>Asalariados descartables</STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>En Lindsey surgen pruebas de que IREM contrató
trabajadores no calificados (y mal pagados) en lugar de obreros calificados,
infringiendo acuerdos sindicales. El 19 de mayo estallaron varios paros salvajes
acompañados por huelgas solidarias en varios sitios. La movilización podría
propagarse a las obras de la ciudad olímpica en el este de Londres. No es
únicamente el alza del desempleo lo que inquieta a los huelguistas, sino la
continua erosión del tan aclamado y famoso modelo social europeo. Denuncian la
porosidad de la directiva de Bruselas sobre los trabajadores migrantes (3), que
se supone protege a la mano de obra extranjera contra el dumping social –esas
mismas prácticas que encendieron el polvorín en Lindsey, Staythorpe y
Grain.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En muchos otros casos en el Reino Unido, esta directiva
se aplicó de la forma más restrictiva posible, para otorgar sólo derechos
rudimentarios a los trabajadores inmigrados originarios de otros países de la
Unión Europea. Tanto más cuando tres sentencias recientes del Tribunal de
Justicia de las Comunidades Europeas –casos Laval, Viking y Rüffert– debilitaron
aun más el alcance del texto y el derecho laboral de los países miembro,
autorizando a las empresas a sustraerse, en algunos casos, a sus obligaciones
salariales y sociales (4). Por más que Brown jure que le dio la espalda al
“mercado no regulado”, su gobierno se opuso estos últimos meses a cualquier
intento de amortizar el impacto de la jurisprudencia europea.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La persistencia del tropismo neoliberal –heredado del
thatcherismo– y el consecuente mercado del asalariado descartable explican en
parte por qué las reacciones de cólera fueron más violentas en el Reino Unido
que en otros países europeos. Alentar a las multinacionales del continente a
desplazar a grupos de trabajadores y estacionarlos en pontones u hogares
miserables a cientos de kilómetros de su residencia habitual mientras que otros
son arrojados a la calle, con el noble propósito de “reanudar el crecimiento” y
de extirpar la recesión de Europa: una idea cada vez más difícil de admitir
cuando las colas se alargan frente a las ventanillas de ayuda social y se
desencadena una crisis que se imputa a la desregulación.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Esto es lo que está en el corazón de las huelgas de enero
y febrero, no la xenofobia o el racismo. En un país donde cada mes desaparecen
más de cien mil empleos, una mano de obra desesperada vio hacerse humo la
garantía de un trabajo seguro y decente. Comprendió que la progresión del
desempleo y de la inseguridad social permitía a los patrones sacar provecho de
las reglas de competencia europea y de las opacas modalidades de la
subcontratación para reducir aun más los costos.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Estos últimos años, la incapacidad de los gobiernos
europeos de centroizquierda para representar a la clase obrera abrió un amplio
camino a una derecha desacomplejada. De la misma manera, la insistencia de las
elites mediáticas y políticas en rebajar a los trabajadores que defienden sus
empleos al rango de xenófobos podría terminar por transformar la ficción en
realidad.<BR><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>(1) Le Monde, París, 4-2-09.<BR>(2) A título de ejemplo:
“Los extranjeros como chivos expiatorios”, anuncia La Repubblica (Roma),
retomado en Courrier international, nº 953, París, 5-2-09; “Huelga contra el
empleo de trabajadores extranjeros: los líderes sindicales desvían el
descontento”, titula Lutte ouvrière (nº 2.114, París, 4-2-09), que denuncia “el
hecho de que (…) los líderes de los sindicatos Unite y GMB han optado por
colocarlo (al movimiento) en el terreno del chovinismo”. Según Marianne2.fr, “La
preferencia nacional se invita a la crisis” (3-2-09) y “corren rumores según los
cuales algunos extremistas irían a la caza de italianos en los bares de la
ciudad”.<BR>(3) Directiva 96/71/CE del Parlamento y del Consejo del 16-12-1996,
Journal officiel de l’Union européenne, serie L, Luxemburgo, 21-1-1997.<BR>(4)
Anne-Cécile Robert, “Et la crise sociale a rattrapé le Parlement européen”, Le
Monde diplomatique, París, marzo de 2009. Seumas Milne es periodista de The
Guardian, Londres.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
<DIV align=center><STRONG><FONT size=3><FONT color=#800000>Correspondencia de
Prensa</FONT><BR>boletin solidario de información - edición
internacional<BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=3>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT size=3><FONT
color=#800000 size=4>Agenda Radical - Colectivo
Militante</FONT><BR></FONT></STRONG><A
href="mailto:Agendaradical@egrupos.net"><STRONG><FONT
size=3>Agendaradical@egrupos.net</FONT></STRONG></A><BR><STRONG><FONT
size=3>Gaboto 1305 - Teléf: (5982) 4003298 - Montevideo -
Uruguay</FONT></STRONG><BR></DIV>
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