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<HR>
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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><EM>boletín solidario de información -
edición internacional</EM><BR></FONT><FONT size=4><FONT color=#800000
size=5><U>Correspondencia de Prensa</U><BR>Agenda Radical - Colectivo
Militante</FONT><BR><U>5 de setiembre 2009</U><BR>suscripciones y redacción:
</FONT></STRONG><A href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<HR>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT
size=3>Anticapitalismo</FONT></STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG></STRONG></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>¿La salud tiene un precio? ¿Y el
conocimiento? ¿Existe un derecho incondicional al alojamiento, a la
educación? <BR><BR>Daniel Bensaïd *</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2></FONT> </DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial
size=2><STRONG>Corriente[a]lterna</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><A
href="http://www.anticapitalistas.org"><STRONG>http://www.anticapitalistas.org</STRONG></A></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Traducción de Andrés Lund
Medina</STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2> </DIV>
<DIV align=justify><BR>Al reducir el valor mercantil de toda riqueza, de todo
producto, de todo servicio, al tiempo de trabajo socialmente necesario para su
producción,la ley del mercado tiene por objeto volver conmensurable lo
inconmensurable, asignar un precio monetario a lo que es difícilmente
cuantificable. Como equivalente general, el dinero tendría así el poder de
metamorfosearlo todo. Agente de una universal traducción, “confunde e
intercambia toda cosa, es el mundo invertido, la conversión y la confusión de
todas las calidades generales y humanas” [1]. La mercantilización generalizada
tiene por objeto dar un precio a lo que no tiene: “Este esfuerzo por conferir un
precio a todo lo que puede intercambiarse es considerablemente elevado, constata
a Marcel Hénaff. Se desliza hacia una concepción de la mercantilización sin
límites: todo puede evaluarse en un mercado, por lo tanto todo puede ser
vendido, incluido lo invendible.” [2]</DIV>
<DIV align=justify><BR>El servicio público puede o debería ser gratuito, pero el
profesor o la enfermera deben alimentarse y vestirse. Cuestión de actualidad: ¿a
qué corresponde entonces el salario de un profesor-investigador universitario?
No vende un producto (un conocimiento-mercancía), pero recibe una remuneración
financiada por la distribución fiscal del tiempo de trabajo socialmente
necesario para la producción y para la reproducción de su fuerza de trabajo
(tiempo de formación incluido). ¿Se trata solamente del tiempo que pasa en su
laboratorio o del tiempo que transcurre delante de la pantalla de su ordenador
(cronometrado por un reloj integrado)? ¿Se detiene su pensamiento cuando toma el
metro o hace su jogging? La cuestión resulta todavía más espinosa ya que la
producción de los conocimientos es altamente socializada, difícilmente
individualizable, e implica una gran cantidad de trabajo muerto. Ahora bien, las
reformas en curso tienden a transformar a nuestro profesor investigador en
vendedor de prestaciones comerciales. De ahora en adelante se supone que vende
ideas o conocimientos cuyos procedimientos de evaluación (como la bibliometría
cuantitativa) deberán medir el valor mercantil.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La crisis actual es una crisis histórica -económica,
social, ecológica- de la ley del valor. La medida de toda cosa por el tiempo de
trabajo abstracto se convirtió en, como Marx lo preveía en sus Manuscritos de
1857, una medida “miserable” de las relaciones sociales. Pero “no se puede
administrar lo que no se sabe medir”, afirma el Sr. Pavan Sukhdev, antiguo
director del Deutsche Bank de Bombay a quien la Comisión de la Unión Europea
pide un informe “para obtener una bitácora de los dirigentes de este mundo”,
¡“asignando muy rápidamente un valor económico a los servicios prestados por la
naturaleza”! [3] Medir toda riqueza material, social, cultural, según el patrón
del tiempo de trabajo socialmente necesario para su producción, se vuelve sin
embargo cada vez más problemático a causa de una mayor socialización del trabajo
y de una incorporación masiva de trabajo intelectual a este trabajo
socializado.</DIV>
<DIV align=justify><BR>¡El tiempo largo de la ecología no es, definitivamente,
el tiempo corto del curso de la Bolsa! Asignar “un valor económico” (monetario)
a los servicios de la naturaleza tropieza con el espinoso problema de establecer
un denominador común a los recursos naturales, a los servicios personales, a los
bienes materiales, a la calidad del aire, al agua potable, etc. Debería existir
otro patrón que el tiempo de trabajo y otro instrumento de medida que el
mercado, capaz de evaluar la calidad y las contrapartidas a largo plazo de las
ganancias inmediatas. Sólo una democracia social sería capaz de conceder los
medios a las necesidades, de tener en cuenta la temporalidad larga y lenta de
los ciclos naturales, y de colocar los términos de las elecciones sociales
integrando su dimensión ecológica.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La desmercantilización de las relaciones sociales no se
reduce a una simple oposición entre pagar y gratuidad. Inmersa en una economía
de mercado competitiva, la gratuidad puede también revelarse perversa y servir
de máquina de guerra contra una producción rentable de calidad. Eso es lo que
ilustra la multiplicación de los diarios gratuitos e detrimento de un trabajo de
información e investigación que cuesta.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Se pueden imaginar y experimentar ámbitos de intercambio
directo -no monetario- de bienes de uso o servicios personalizados. Pero
este“paradigma del don”, como procedimiento de reconocimiento mutuo, no podría
generalizarse, excepto si se concibe una vuelta a una economía autárquica del
trueque. Ahora bien, toda sociedad de intercambio ampliado y con una división
social compleja del trabajo, requiere una contabilidad y un método de
redistribución de las riquezas producidas.</DIV>
<DIV align=justify><BR>La cuestión central de la desmercantilización es, por
consiguiente, la de las formas de apropiación y de las relaciones de propiedad,
cuya gratuidad (de acceso a los servicios públicos o a los bienes comunes) no es
más que un aspecto. Es la privatización generalizada del mundo -es decir, no
solamente de los productos y los servicios, sino de los conocimientos, de lo
vivo, del espacio, de la violencia- lo que hace de todo una mercancía vendible.
Se asiste así, a mayor escala, a un fenómeno comparable a lo que se produjo a
principios del siglo XIX con una ofensiva en toda regla contra los derechos
consuetudinarios de los pobres: privatización y mercantilización de bienes
comunes y destrucción metódica de las solidaridades tradicionales (familiares y
aldeanas ayer,de los sistemas de protección social hoy) [4].</DIV>
<DIV align=justify><BR>Las controversias sobre la propiedad intelectual son a
este respecto ejemplares: “A la menor idea susceptible de generar una actividad
se le pone a precio, como en el mundo del espectáculo donde no hay un intuición
ni un proyecto que no esté cubierto inmediatamente por un copyright. En vías de
apropiación, para los beneficios. No se comparte: se captura, se apropia, se
trafica. Vendrán tiempos, quizás, dónde será imposible avanzar una declaración
cualquiera sin descubrir que se protegió debidamente y se sometió a derecho de
propiedad.” [5] Con la adopción en 1994 del acuerdo TRIPS (Trade Related Aspects
o Intellectual Property Rights), en el marco de los acuerdos de la Ronda de
Uruguay (de los cuales es resultante la Organización Mundial del Comercio), los
gobiernos de los grandes países industrializados consiguieron imponer el respeto
mundial de las patentes. Antes, no sólo su validez no se reconocía mundialmente,
sino que cincuenta países sencillamente excluían las patentes de sustancias y
sólo reconocían la patentes sobre los métodos de fabricación.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Desde los años setenta se asiste así a un absolutización
de los derechos de plena propiedad, a una formidable apropiación privada por la
multinacionales del conocimiento así como las producciones intelectuales y
artísticas en general. Ante la eventualidad de una puesta a disposición de los
usuarios de los programas informáticos, el préstamo gratuito de las bibliotecas
se cuestionó a partir del final de los años 80. A partir de entonces, la
información se han convertido en una nueva forma de capital y el número de
patentes registradas cada año ha estallado (156 mil en 2007). Por sí solos,
Monsanto, Bayer y BASF registraron 532 patentes sobre genes resistentes a la
sequía. Sociedades llamadas “gnomos” compran carteras de patentes con el fin de
atacar con juicios a los productores cuya actividad utiliza un conjunto de
conocimientos inextricablemente combinados. Nueva forma de erigirse contra el
libr acceso al conocimiento, este curso de regular las patentes genera as una
verdadera “burbuja de patentes”.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Esta extensión del derecho de las patentes autoriza
patentar variedades de plantas cultivadas o animales de ganadería, así como
sustancias de un ser vivo, confundiendo al mismo tiempo la distinción entre
invención descubrimiento, y abriendo la vía al pillaje neoimperialista para la
apropiación de conocimientos zoológicos o botánicos tradicionales. Lo grave no
es que patentar secuencias de ADN constituya un ataque a la divina Creación,
sino que la elucidación de un fenómeno natural pueda, de ahora en adelante, ser
objeto de un derecho de propiedad. La descripción de una secuencia génica es un
conocimiento y no un hacer.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Ahora bien, patentes y derechos de autor tenían
inicialmente, por contrapartida, la obligación de divulgación pública del
conocimiento en cuestión. Esta regla ha sido desviada alguna vez (en nombre,
principalmente, del secreto militar), pero Lavoisier no patentó el oxígeno ni
Einstein la teoría de la relatividad, ni Watson y Crick lo doble hélice de ADN.
Si, desde el siglo XVII, la divulgación favorecía las revoluciones científicas y
técnicas, en adelante la parte de los resultados científicos puestos en el
ámbito público disminuye, mientras que aumenta la parte confiscada por las
patentes, que funcionan para venderse o cobrar una renta.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En 2008, Microsoft anunciaba la puesta en línea en libre
acceso en Internet de datos relativo a sus programas informáticos y autorizaba
su utilización gratuita para desarrollos no comerciales. No se trataba, se
apresuraba a precisar en una entrevista a Médiapart el director de los asuntos
jurídicos Marc Mossé, de un cuestionamiento de la propiedad intelectual, sino
solamente de una “demostración de que la propiedad intelectual puede ser
dinámica”. Ante la competencia de los programa informáticos libres, los
programas informáticos comerciales como Microsoft se veían forzados a adaptarse
parcialmente a esta lógica de la gratuidad, cuyo fundamento es la contradicción
creciente entre la apropiación privativa de los bienes comunes y la
socialización del trabajo intelectual que comienza con la práctica de la
lengua.</DIV>
<DIV align=justify><BR>En su tiempo, la apropiación privada de las tierras se
defendió en nombre de la productividad agraria argumentando que terminaría por
erradicar escaseces y hambres. Asistimos hoy a una nueva ola de privatizaciones,
justificadas por el curso de la innovación y la urgencia alimentaria mundial.
Pero el uso de la tierra es “mutuamente exclusivo” (lo que uno se apropia, otro
no puede utilizar), mientras que el de los conocimientos y saberes no tiene
rival: el bien no se extingue por el uso que se le hace, ya se trate de una
secuencia genética o de una imagen digitalizada. Esta es la razón por la que,
del monje copista al correo electrónico, pasand por la impresión o la fotocopia,
el coste de reproducción no dejó de bajar. Y por eso se alega hoy, para
justificar la apropiación privada, el estímulo de la investigación más bien que
el uso del producto.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Frenando la difusión de la innovación y su
enriquecimiento, la privatización contradice las pretensiones del discurso
liberal sobre sus beneficios competitivos. El principio del programa informático
libre registra, al contrario y a su manera, el carácter fuertemente cooperativa
del trabajo social que se encuentra cristalizado. El monopolio de propietario se
impugna no, como para los liberales, en nombre de la virtud innovadora de la
competencia, sino como obstáculo a la libre cooperación. La ambivalencia del
término inglés “free” aplicado al programa informático hace así rimar gratuidad
y libertad.</DIV>
<DIV align=justify><BR>Como en la época de las privatizaciones, los
expropiadores de hoy pretenden proteger los recursos naturales y favorecer la
innovación. Se puede enviarles la contraparte que ya hacía, en 1525, la “Carta
de los campesinos alemanes” insurgentes:</DIV>
<DIV align=justify><BR>“Nuestros señores se apropiaron de los bosques, y si el
hombre pobre necesita algo, es necesario que lo compre por un doble precio.
Nuestro dictamen es que todos los bosques deben devolverse a la propiedad de la
entera comunidad, y que se debe dejar libre a cualquiera de la comunidad el
tomar madera sin pagarla. Debe solamente informar a una comisión elegida a tal
efecto por la comunidad. De ese modo se impedirá la explotación.” [6]</DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify> </DIV>
<DIV align=justify>* Filósofo marxista. Militante del Nuevo Partido
Anticapitalista (NPA) de Francia. Autor de numerosas obras, destacándose entre
ellas, "Marx Intempesitivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica".
Ediciones Herramienta, Buenos Aires, 2003. </DIV>
<DIV align=justify><BR><STRONG><U>Notas</U></STRONG></DIV>
<DIV align=justify><BR>[1] Marx, Manuscritos de 1844<BR>[2] Marcel Hénaff, «
Cómo interpretar el don », en Esprit, febrero 2002. Marcel Hénaff es el autor,
principalemente, de El precio de la verdad. El don, el dinero, la filosofía,
Paris, Seuil, 2002.<BR>[3] Libération, 5 enero 2009.<BR>[4] Ver Daniel Bensaïd,
Les Dépossédés. Karl Marx, les voleurs de bois et le droit des pauvres, Paris,
La Fabrique, 2006. En ESSF, ver la introducción a la edición argentina de esta
obra: Daniel Bensaïd, Marx et le vol de bois : Du droit coutumier des pauvres au
bien commun de l’humanité.<BR>[5] Marcel Hénaff, op. Cit.<BR>[6] Citado por K.
Kautsky, La question agraire, Paris, 1900, p. 25. * Contribución al libro
colectivo bajo la dirección de Paul Ariès, « Viv(r)e la gratuité » aparecido en
las ediciones Golias, 2009.</DIV>
<DIV align=justify>
<HR>
</DIV>
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size=4>Correspondencia de Prensa</FONT><BR>boletin solidario de información -
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Uruguay</FONT></STRONG><BR></DIV>
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<HR>
</DIV>
<DIV align=justify><BR><BR><BR><BR><BR></DIV></FONT></BODY></HTML>