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<DIV align=center><STRONG><FONT size=4><EM>boletín solidario de información -
edición internacional</EM><BR><FONT color=#800000 size=5><U>Correspondencia de
Prensa</U><BR>Agenda Radical - Colectivo Militante</FONT><BR><U>22 de setiembre
2009</U><BR>suscripciones y redacción: </FONT></STRONG><A
href="mailto:germain5@chasque.net"><STRONG><FONT
size=4>germain5@chasque.net</FONT></STRONG></A><BR></DIV>
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<DIV align=justify><STRONG><FONT size=3>Honduras</FONT></STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>¿El principio del
fin?</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial><STRONG>Atilio A. Boron
*</STRONG></FONT></DIV>
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<DIV align=justify><FONT face=Arial size=2><STRONG>Servicio Informativo
"Alai-amlatina" </STRONG></FONT></DIV>
<DIV align=justify><A href="http://alainet.org"><FONT face=Arial
size=2><STRONG>http://alainet.org</STRONG></FONT></A><BR><BR><FONT face=Arial
size=2><BR>Zelaya ya está en Tegucigalpa y su ingreso a Honduras, burlando las
“medidas de seguridad” instaladas a lo largo de la frontera, debería marcar el
comienzo del fin del régimen golpista. Son varias las razones que fundamentan
esta esperanza, que sucintamente se exponen a continuación.<BR><BR>Primero,
porque los gorilas hondureños y sus instigadores y protectores en Estados Unidos
(principalmente en el Comando Sur y el Departamento de Estado) subestimaron la
masividad, intensidad y perseverancia de la resistencia popular que día tras
día, sin desmayos, manifestaría su oposición al golpe de estado. En realidad
tamaño rechazo no estaba en los cálculos de nadie, si nos atenemos a la historia
contemporánea de Honduras. Pero el nuevo rumbo decidido por Zelaya: su positiva
respuesta ante largamente postergados reclamos populares y la reorientación de
su inserción internacional en el marco del ALBA tuvieron un efecto pedagógico
impresionante y desencadenaron una reacción popular inesperada para propios y
ajenos.<BR><BR>Segundo: el régimen golpista demostró ser incapaz de romper un
doble aislamiento. En el frente interno, quedando cada vez más en evidencia que
su base social de sustentación se reducía a la oligarquía y algunos grupos
subordinados a su hegemonía, incluyendo los medios de comunicación dominados sin
contrapeso por el poder del capital. Además, el paso del tiempo lejos de
debilitar la resistencia popular lo que hizo fue acotar cada vez más el apoyo
social al régimen. En el flanco internacional el aislamiento de Micheletti y su
banda es casi absoluto: salvo poquísimas excepciones toda la América Latina y el
Caribe retiró sus embajadores, y lo propio hicieron varios de los países más
gravitantes de Europa. La misma OEA adoptó una línea dura en contra del régimen
y, a poco andar, el único apoyo externo con que contaba el gobierno provenía de
Estados Unidos. Este sin embargo, siguió una trayectoria declinante que se fue
acentuando con el paso del tiempo: desde la negación de visados al personal
diplomático acreditado en Washington hasta medidas cada vez más exigentes en
contra del propio Micheletti y sus colaboradores.<BR><BR>Tercero, porque las
ambiguas políticas del gobierno de Estados Unidos -producto de la puja interna
dentro de la administración- que facilitaron la perpetración del golpe de estado
fueron lentamente definiéndose en una dirección contraria a los intereses de los
usurpadores. Si el inicial rechazo al golpe manifestado por Obama fue luego
atenuado y entibiado por su antigua (¿y actual?) rival, la Secretaria de Estado
Hillary Clinton, el carácter indisimulablemente retrógrado de Micheletti y su
entorno así como la interminable sucesión de exabruptos e insultos dirigidos a
Obama cada vez que la Casa Blanca expresaba alguna crítica a Tegucigalpa y su
manifiesta incapacidad para construir una base social, fueron lentamente
inclinando el fiel de la balanza en contra de las posturas amadrinadas por la
Secretaria de Estado y creando una atmósfera cada vez más antagónica en relación
a los golpistas.<BR><BR>Cuarto y último: el régimen instaurado el 28 de Junio
constituye un serio dolor de cabeza para Obama. En primer lugar, porque
desmiente enfáticamente sus promesas de fundar una nueva relación entre Estados
Unidos y los países del hemisferio. El apoyo inicial al golpe, puesto de
manifiesto en la obstinada resistencia de Washington a caracterizarlo como un
“golpe de estado”, la tibieza de la respuesta diplomática y la indiferencia ante
las gravísimas violaciones a los derechos humanos perpetrada por Tegucigalpa
dañó seriamente la imagen que Obama quería establecer en América Latina y el
Caribe. La continuidad del régimen golpista haría aparecer a Obama como un
político irresponsable y demagógico o, peor aún, como alguien incapaz de
controlar lo que hacen y dicen sus subordinados en el Pentágono, el Comando Sur
y el Departamento de Estado. Y esto se liga con otro asunto, el segundo,
sumamente importante y que excede el marco de la política hemisférica: su
credibilidad en la arena internacional. Al demostrar su impotencia para
controlar lo que ocurre en su “patio trasero” los gobernantes de otros países
–especialmente la China, Rusia y la India- tienen razones para sospechar que
tampoco será capaz de controlar a los sectores más belicistas y reaccionarios de
Estados Unidos, para quienes sus promesas de alentar el multilateralismo
equivalen a una capitulación incondicional ante sus odiados
enemigos.<BR><BR>Esto es particularmente grave en momentos en que Obama está
negociando con Rusia un nuevo acuerdo para reducir el arsenal nuclear de ambos
países, algo que Washington necesita tanto o más que Moscú debido a la
hemorragia económica producida por las guerras en Irak y Afganistán y al
incontenible déficit fiscal norteamericano. El fracaso de este acuerdo tendría
un costo económico enorme sobre el presupuesto público en momentos en que ese
dinero se necesita para aventar los riesgos de una profundización de la crisis
económica estallada en el 2008. Pero para persuadir a los rusos de que su plan
de reducción de armamentos es viable tiene primero que demostrar que está en
control de la situación y que sus halcones dentro del Pentágono no le quebrarán
la mano. Cada día que permanezca Micheletti en el poder equivale a un mes más de
difíciles conversaciones con Medvedev y Putin para convencerlos de que sus
promesas se traducirán en hechos. Porque, si no puede controlar a los suyos en
Honduras, ¿podrá hacerlo cuando se trate de una cuestión estratégica y vital
para la seguridad nacional de Estados Unidos?<BR><BR>* Atilio A. Boron es
Director del PLED, Programa Latinoamericano de Educación a Distancia en Ciencias
Sociales, Buenos Aires, Argentina. <BR></FONT><A
href="http://www.atilioboron.com"><FONT face=Arial
size=2>http://www.atilioboron.com</FONT></A><BR><FONT face=Arial size=2>
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Uruguay</FONT><BR></FONT></STRONG></DIV></FONT><FONT size=2>
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